El primer ferrocarril: 5
Al pasar el tren rápidamente sobre el elevado puente del Once de Septiembre, un compadrito de clavel en la oreja, cruzó al galope debajo de aquél, golpeándose la boca y dando vivas.
En esa plaza de frutos del país doscientas carretas vacias abrían sus negras bocas al cielo, con sus pértigos en descanso, como á la funerala, vencido el buey por el vapor; y cuando algo más adelante una paisana, después de encender dos velas á la Virgen de Lujan, salió de su rancho agitando la bandera de la patria y vivando, la banda de música del 2° de línea, mandado por el Teniente Coronel Emilio Mitre, contestó á la espontánea manifestación tocando la marcha de Lavalle.
Siguió á ésta otra escena menos estruendosa, pero más característica. Un viejo paisano que venía entrando entre nubes de polvo con su tropa de ganado á los corrales, se desmontó é hincándose sobre el pasto persignó al pasar la locomotora.
El padrino de La Porteño, Obligado, que viajaba en el tren de honor al lado del Gobernador, apercibió silenciosa lágrima que se deslizaba por la rugosa faz del sencillo campesino de blancas barbas.
Durante el lunch servido dentro del kiosco de la Floresta, se derramaron en abundancia champagne, flores y elocuencia.
¡Que inmenso horizonte abría á la esperanza aquel corto ferrocarril, cuyo silbato estridente anunciaba al coloso que llevaría por todas partes la fecundidad, el movimiento y la vida! El se repetía y dilataba, escuchándose con placer cual armonioso eco de plata del himno de victoria en la civilización sobre el desierto.
«Aproxima el día, — agregó el Gobernador Alsina, — en que sea posible borrar del derecho público la desgraciada palabra extranjero».
«Y se vio, recuerda el cronista de la fiesta, después de treinta años, por primera vez, al lado de las personas del Gobierno que recién llegaban á él (Alsina, Barros Pazos, el General Zapiola), al ex Gobernador doctor Obligado y sus ministros Mitre, Vélez y Riestra, quienes decretaron el primer ferrocarril, haciendo resaltar su presencia el hecho hasta entonces desconocido, de una administración, la primera que descendía pacíficamente del poder dignamente honrada por la que le sucede.»