El principe perfecto IEl principe perfecto IFélix Lope de Vega y CarpioActo II
Acto II
Tocan chirimías y sale acompañamiento, y DON JUAN DE SOSA de Embajador, el REY DON FERNANDO EL CATÓLICO, la REINA DOÑA ISABEL y BELTRÁN detrás.
FERNANDO:
Con esas cartas podéis
partir cuando os diere gusto.
DON JUAN:
Con justa causa tenéis,
rey poderoso y augusto,
la fama que merecéis.
Y, vós, hermosa señora,
desde el ocaso al aurora,
y del austro al mediodía,
la Libia ardiente y la fría
Escitia vuestro nombre adora.
DOÑA ISABEL:
Cuando Fernando tuviera
el mayor lustre del mundo,
vuestro Rey le escureciera
y a su valor sin segundo
la fama, el laurel le diera.
Que aunque es verdad que ha perdido
a su padre Portugal,
Alfonso segundo ha sido
hasta el mar occidental
por sus hazañas temido,
con el gran don Juan le queda
tan soberano señor
que no hay valor que le exceda.
DON JUAN:
Pagar tan alto favor
no hay satisfación que pueda.
DOÑA ISABEL:
El hombre que he deseado
ver con mayor afición
es vuestro rey.
DON JUAN:
Si pintado
de mi corta relación,
con más verdad que cuidado,
señora, le queréis ver,
podré, haciéndole correr
la cortina a su retrato.
DOÑA ISABEL:
Decid.
DON JUAN:
Por no ser ingrato
ignorante quiero ser.
El invicto rey don Juan,
el Segundo, aunque el primero
en el heroico valor,
en el militar esfuerzo
rey tercio de Portugal,
desde el Santo Alfonso el Bueno
a quien dio sus mismas llagas,
por armas el rey del cielo,
es hombre proporcionado,
de suerte en mediano cuerpo,
con tal rostro y gravedad
que entre mil hombres diversos
le conocerán por rey
que luego obliga a respeto.
En las cosas de placer
es afable aunque modesto.
Y en las que son de importancia
humanamente severo;
en lo blanco de los ojos,
venas de color sangriento,
airado, le hacen temido,
que pone el mirarle miedo,
como alegre confianza
verle cuando está contento,
porque las venas de sangre
vuelve de color de cielo.
DON JUAN:
Es bien hecho a maravilla
y galán por todo estremo.
La habla apacible y mansa,
en los donaires discreto
y en las sentencias tan sabio
que ningún romano o griego
de cuantos celebra el mundo,
habló mejor a su tiempo;
es hombre sin arrogancia,
de tan altos pensamientos,
que en sus acciones parece
que el mundo le viene estrecho;
es justiciero y piadoso,
y piadoso y justiciero.
De suerte que es la prudencia
de los estremos el medio,
en mercedes y castigos
mucho se parece al cielo.
No hay excepción de personas,
quita al malo y premia al bueno,
sabe todos los que son
en su reino beneméritos.
DON JUAN:
Y aunque ausentes, no olvidados,
se acuerda de darles premios,
tanto que en Roma, en las Indias
y en Jerusalén viviendo
letrados y capitanes
que no puede ser más lejos,
las encomiendas y mitras
les envía conociendo
sus méritos y servicios
de que él está satisfecho,
con que a ser buenos se animan
letrados y caballeros.
Guarda las leyes que hizo
como si fuese sujeto
a las leyes el que es rey,
y es rey de tan alto estremo
en cosas de religión
que admira tan alto celo.
Contáronle un cierto día
que en una casa de juego
se blasfemaba el divino
nombre de Dios y sintiendo
este agravio de su honor
mandó que pusiesen luego
fuego a la casa y ardió
hasta los mismos cimientos.
DON JUAN:
Desde que murió su padre
a quien volvió a dar el reino
que le había dado en vida,
digna hazaña de su pecho,
ningún sábado ha dejado
de ver los presos y pleitos
que allá relación llamamos,
en que parece que vemos
un ejemplo en Salomón,
con divino entendimiento.
Es don Juan en sus palabras
tan cierto y tan verdadero,
que si promete una cosa,
va tan alegre y contento
el hombre a quien la promete,
como si fuera el efecto;
estima notablemente
a los nobles caballeros,
a los que tratan verdad
y a los que tienen estremo
en alguna profesión
con que procuran ser diestros
en todas artes y oficios
por el interés y el premio.
Es en el dar Alejandro
pero da mejor que el griego,
que él miró la propia fama
y este el ajeno provecho.
DON JUAN:
Tiene un libro de memoria
donde él mismo va escribiendo
los servicios que le hacen,
que satisface a su tiempo
y con dar a todos tanto,
por otra parte le vemos
solicitar cuidadoso
su prosperidad y aumento,
ya con las nuevas conquistas
del moro, del indio y negro,
ya con piadosos arbitrios
de las rentas de sus reinos.
Sus limosnas son tan grandes
que llegan al monte excelso
donde Caterina yace
y Dios legisló su pueblo
de su divino sepulcro.
Favorece tanto el templo
que se ve bien el amor
que tiene a su santo dueño,
porque jamás por sus llagas
cosa alguna le pidieron
que la negase, si acaso
no era en daño de tercero.
DON JUAN:
Es desenvuelto y mañoso,
danza muy galán y diestro,
y anda tan bien a caballo
que hasta agora no sabemos
quién lleve en entrambas sillas
más fuerte y airoso cuerpo.
Corta de un revés cuatro hachas,
tal fuerza el brazo derecho
alcanza y tal compostura
de gruesas venas y niervos.
Gusta mucho de la caza,
ya con aves, ya con perros,
al jabalí por el monte
y a la garza por el viento.
Los más domingos y fiestas
sale a caballo moviendo
los corazones a amor
con rostro grave y risueño,
que lo que ha de ser amado
es cosa forzosa verlo,
porque solamente a Dios
le amamos y no le vemos.
Las cosas de su capilla,
como plata y ornamentos,
no reconocen igual;
la música solo al cielo.
DON JUAN:
Es su devoción muy grande
a los divinos misterios
y al pan de amor, es su amor
exceso, porque es exceso.
Tiene en cuantas cosas tiene
oratorios bien compuestos
adonde todas las noches,
que es loable y santo celo,
se retira en oración.
Son sus entretenimientos
músicas, toros y danzas,
ver luchar fuertes mancebos
y ejercitar varias armas,
pero vanamente emprendo,
no siendo yo Jenofonte,
pintaros con rudo ingenio
tan nuevo cristiano Ciro,
porque tengo por muy cierto
que para ejemplo de reyes
hizo este príncipe el cielo.
FERNANDO:
¿A quién no pone afición
de príncipe tan perfeto
la fama y la relación?
DOÑA ISABEL:
Es el ejemplo, en efeto,
de la mayor perfeción.
Bien merecen admiraros,
estilos que son tan raros.
DON JUAN:
Lo menos solo os refiero,
que lo más dejarlo quiero
a dos ingenios tan claros.
FERNANDO:
En lo que tratado habemos,
acerca de nuestra hija
resolución tomaremos.
DON JUAN:
Ya el reino se regocija
con dos tan altos estremos.
DOÑA ISABEL:
¿Qué edad el Príncipe tiene,
que nuestro yerno ha de ser?
DON JUAN:
Trece años a cumplir viene
por ahora.
FERNANDO:
Por tener
tan poca edad nos detiene.
Escrito habemos, que ya
resolución se tomó.
Su esposa Isabel será.
DON JUAN:
En su nombre os beso yo
las manos.
DOÑA ISABEL:
Resuelto está,
Fernando, de que esto sea.
Hoy os partiréis.
DON JUAN:
Castilla,
reyes de Granada os vea.
(Vuelven a tocar, éntranse los REYES, quedan DON JUAN DE SOSA y BELTRÁN.)
DON JUAN:
¿Beltrán?
BELTRÁN:
¿Qué mandas?
DON JUAN:
Ensilla;
amor la patria desea,
que hoy a verla he de volver.
BELTRÁN:
Si da licencia Leonor.
DON JUAN:
Paró en pesar su placer.
Si fuere Circe su amor,
Ulises sabré yo ser.
¿Ves toda aquella braveza,
que al venir mostró celosa?
Pues en fingiendo tristeza
mi amor se rindió amorosa,
que la mayor fortaleza
de la mujer que no sabe,
tiene un alcaide traidor,
que al enemigo más grave
de cuantos tiene el honor,
rinde la fuerza y la llave.
Confesome finalmente
Leonor que adoraba en mí
y estando su padre ausente,
el Comendador que aquí
me honró como su pariente.
Tuve una noche lugar
de que le hallase el deseo.
BELTRÁN:
¿Qué dices?
DON JUAN:
Que pude entrar,
lo que yo mismo aún no creo;
ya no hay más qué desear.
BELTRÁN:
Luego, ¿el deseo cesó?
DON JUAN:
Y aún estoy arrepentido.
BELTRÁN:
¿Por qué?
DON JUAN:
Porque me costó
una cédula en que yo
confieso ser su marido.
BELTRÁN:
Si te vas a Portugal,
¿qué se te da de lo escrito?
DON JUAN:
Es Leonor muy principal.
BELTRÁN:
Siempre fue de amor delito
cumplir las promesas mal.
DON JUAN:
Corre, suda y se resfría.
BELTRÁN:
Con esta manta de ausencia
queda seguro.
DON JUAN:
Este día
me voy con más diligencia,
que tuve al venir porfía.
Los gustos de amor fiados,
porque escarmienten sus dueños,
siempre fueron mal pagados
que son gozados pequeños
y grandes imaginados.
BELTRÁN:
Luego cobrará de ti
tarde o nunca en Portugal.
DON JUAN:
Beltrán, cuando vine aquí
quise a doña Clara mal
por lo que una noche vi.
Mas ya vuelvo con intento
de adorarla, que es mujer
de mayor merecimiento.
BELTRÁN:
¿Que de amor siempre ha de ser
sombra el arrepentimiento?
Pues yo te digo que Inés...
DON JUAN:
¿Hay algo que obligar pueda?
BELTRÁN:
Allá lo sabrás después.
Su cedulita le queda.
DON JUAN:
¿Y cumplirasla?
BELTRÁN:
Al revés.
DON JUAN:
Si no es que tú me lo mandes,
lindas burlas.
BELTRÁN:
Lindas grandes.
DON JUAN:
¿Cédula le hiciste?
BELTRÁN:
Sí,
mas la paga remití
para los bancos de Flandes.
(Váyanse y salen LEONEL DE LIMA y RUY DE SILVA.)
LEONEL:
Notables son del rey don Juan las dichas,
después de muerto el Rey su padre Alfonso
tuvo grandes trabajos y desdichas.
RUY DE SILVA:
Estos descubrimientos son notables
y van tan adelante sus conquistas
que acá también hay cosas nunca vistas;
oro, marfil, diamantes, plata y perlas,
le van enriqueciendo.
LEONEL:
A verle vino,
aunque tan largo y áspero camino,
Benoy, rey etíope, su reino
llaman Gelofe.
RUY DE SILVA:
El Rey.
(Sale acompañamiento, el GRAN PRIOR, el PRÍNCIPE DON JUAN, vestido de rey.)
PRÍNCIPE:
Mucho me huelgo
que trate Benoy de ser cristiano.
PRIOR:
Eso dice, señor, que más le obliga
y así os pide licencia que la mano
quiere besaros.
PRÍNCIPE:
¿Dónde queda?
PRÍNCIPE:
Afuera
aguarda vuestro gusto.
PRÍNCIPE:
Hola, llegadme
esa silla, pondré la mano en ella,
que no quiero sentarme, que aunque bárbaro,
es rey en fin; decilde que entre luego.
PRIOR:
Tiene, señor, gallardo entendimiento.
PRÍNCIPE:
Por eso y por el nombre no me siento.
(Sale BENOY, negro, de indio con plumas en el tocado.)
BENOY:
Prospere, Juan invicto,
el poderoso cielo
tu vida y reino.
PRÍNCIPE:
Seas bienvenido.
BENOY:
Al último distrito
de la región del yelo
como la del calor se te ha rendido
tu nombre esclarecido.
Lleve en hombros la fama
si puede a tanto peso
en cuyo nombre beso
tus pies y a las grandezas de tu fama.
Vengo a ser más adusto
porque es mayor que el Sol tu nombre augusto.
Las guerras que he tenido
con reyes de mis tierras
te habrán contado ya tus capitanes.
En fin desposeído
por sus injustas guerras
vengo a pedir que su soberbia allanes.
Valientes y galanes
tus portugueses fueron
en sus fuertes navíos
a los límites míos,
donde mis pensamientos conocieron,
a tu nombre humillados
y en vez de resistidos estimados.
Grandes cosas emprendes,
mas digno es de tu nombre,
porque a no saber yo por el camino
del dios a quien pretendes
servir y que eres hombre,
por Dios, de los cristianos imagino,
que a tu nombre divino
edificará altares,
que viendo tus banderas
cubrir nuestras riberas
y abrir camino en sus remotos mares,
no es mucho atrevimiento.
REY:
Verte me ha dado general contento.
Y pues noticia tienes
del Dios a quien confiesas,
antes que trates de otra cosa es justo,
pues a ninguna vienes,
si nuestra ley profesas,
que a ti te dé más bien, ni a mí más gusto,
que te bautices.
BENOY:
Gusto
de obedecerte luego,
mas oye, te suplico
de un deseo muy rico
el pobre don con que atrevido llego
al primero segundo
que ha tenido la fábrica del mundo.
De granos de oro puro
de nuestras ricas minas
te traigo cantidad, aunque son viles
y el oro queda escuro
con tus luces divinas,
y los dientes que acá llamáis marfiles,
de que labráis sutiles,
hermosas diferencias,
y traigo cien diamantes,
al Sol tan semejantes
que suplirán de noche sus ausencias,
y de esmeraldas finas
dos peñas arrancadas de sus minas.
Un hermoso elefante
a jugar enseñado
con mil habilidades y de olores
traigo copia bastante,
y un pabellón pintado
que de dosel te sirva cuando comas.
De los mares que domas,
de plumas de colores
nácares relucientes
y con varias labores
pintadas mil historias diferentes,
fiado en que tu alteza
perdonará mi bárbara pobreza.
REY:
Id, Ruy de Silva, con él,
para que el Rey y su gente,
como es justo, se aposente,
que yo pienso hacer por él
cuanto en mí fuere posible.
Dadme esos brazos.
BENOY:
Señor,
al sol de vuestro valor
será tocarle imposible.
REY:
Amigos somos los dos.
BENOY:
Dadme otra vez vuestra mano.
REY:
En fin, ¿vós seréis cristiano?
BENOY:
Placiendo a Dios.
REY:
Id con Dios.
(Vase BENOY y RUY DE SILVA.)
REY:
Prior.
PRIOR:
Señor.
REY:
Prevenid
fiestas de toros y cañas,
y vós a vuestras hazañas
alguna fama añadid.
LEONEL:
Los caballos han venido,
señor, a buena ocasión.
REY:
¿Cuántos son?
LEONEL:
Catorce son,
pero los más no han tenido
buen maestro en su crianza
y ha menester, vuestra alteza,
hombre de cuya destreza
se pueda hacer confianza
y este se había ofrecido
pero no os puede servir.
REY:
¿Qué tiene?
LEONEL:
Quiero decir
que es bajamente nacido.
REY:
¿Mucho?
LEONEL:
Es su padre harriero.
REY:
No importa, sírvame aquí
que no ha de enseñarme a mí,
para las bestias le quiero.
No sabes que sé estimar
los que tienen excelencia
en sus oficios.
LEONEL:
Licencia
tenéis, bien podéis entrar.
(Sale un PICADOR.)
PICADOR:
Deme los pies vuestra alteza.
REY:
Esos caballos mirad.
PICADOR:
Veréis mi curiosidad,
mi cuidado y mi destreza.
En cuatro días veréis
que solo les falta hablar.
REY:
Con callar y con picar,
eso que decís haréis.
PICADOR:
Mis pies alabaros quiero,
raros son.
REY:
Leonel.
LEONEL:
Señor.
REY:
Picado está el picador
de hablar, mira si es barbero.
Y mirad si hay por ahí
alguien que me quiera hablar.
LEONEL:
¿Hay quien quiera negociar?
REY:
Dad voces.
LEONEL:
Dicen que sí.
(Sale un VIEJO, con un memorial.)
VIEJO:
La merced que este papel
dice, os pido.
REY:
Ya la he dado.
VIEJO:
Ciña tu frente el sagrado
y vitorioso laurel.
Véaste señor del mundo,
que es corto nuestro hemisfero.
Seas en dicha el primero
como en el nombre el segundo.
Llegue al Japón tu corona.
REY:
Habeisme bien entendido.
VIEJO:
Sí, señor, que lo que pido
habéis dado a otra persona.
REY:
¿pues por qué me agradecéis
lo que ha sido en vuestro daño?
VIEJO:
Porque en este desengaño
notable, merced me hacéis,
que si yo aquí me estuviera,
a mi casilla faltara,
mi hacienda en vano gastara
y tiempo y pasos perdiera.
Con esto luego me iré.
REY:
Iréis mejor despachado,
no del oficio que he dado,
que otro mejor os daré,
porque quien mercedes quiere
los desengaños hacer,
mejor sabrá agradecer
las mercedes que le hiciere.
Alcaide sois del lugar,
donde pedís regidor.
VIEJO:
Beso vuestros pies, señor.
REY:
Mirad si hay quien quiera hablar.
(Vase el VIEJO y sale un CRIADO, con unas llaves.)
CRIADO:
Aquestas llaves te envía,
señor, de Mora el alcaide,
porque ya espirando queda.
Mandome que te besase
las manos y en ellas mismas
las entregase.
REY:
Que falte
un fidalgo tan valiente
me pesa. Volved y dadle
las llaves, pues tiene un hijo,
y decilde que quitarle
a su hijo lo que es suyo
no es justo, que dé las llaves
de su mano a quien le hereda
la lealtad, valor y sangre.
CRIADO:
Beso vuestros pies.
REY:
Andad.
(Vase el CRIADO y sale MENDO ENRÍQUEZ.)
LEONEL:
¿Hay más alguno que hable
a su alteza?
MENDO:
Aquí estoy yo.
REY:
Pues Mendo Enríquez, ¿qué os trae
por acá? ¿Qué es menester?
MENDO:
Vaco señor, que Dios guarde,
la alcaidía de Castil
David y podréis honrarme
con ella, si sois servido.
REY:
¿Dejó hijos el alcaide?
MENDO:
Cinco o seis pienso que deja.
REY:
Pues en caso semejante
lo que podré hacer por vós
será el no decir a nadie,
una demanda tan necia
y agradecedme que os guarde
secreto, siéndolo tanto,
pues que teniendo el alcaide
cinco hijos, me pedís
de Castil David las llaves.
MENDO:
Conozco mi error.
(Vase y sale RUY DE SILVA.)
RUY DE SILVA:
Ya queda
en la mejor casa y calle
aposentado el gelofo.
REY:
De hacer las fiestas se trate,
mas id a comer ahora,
que me parece que es tarde.
Ea, Prior, caballeros,
adiós.
PRIOR:
Tu nombre dilate
a los dos polos del mundo.
REY:
Dios te guarde.
(Vanse y queda LEONEL, sin que le vea el REY, y el REY solo.)
REY:
Con justa causa, agradecido cielo,
miro mi reino dilatarse tanto
que causa el nombre portugués espanto
del clima que arde hasta el que baña el yelo,
el mar de Taprobana, el indio suelo,
de la China respeta el blasón santo,
sin que pueda impedir sireno canto
las naves que arma tan divino celo.
El remoto ceilán, el chino, el persa,
bárbaro y moro sus laureles bajen
y la nación más última y diversa.
Ya no es posible que mi curso atajen,
porque no hay para el Rey fortuna adversa
si imita a Dios, porque es de Dios imagen.
¿Quién está ahí?
LEONEL:
Yo, señor.
REY:
¿No os mandé a todos que os vais
a comer?
LEONEL:
Vós lo mandáis
y yo tuviera a favor
de la fortuna el poder
ir a obedeceros hoy,
mas a comer no me voy
por no tener qué comer.
Ruy de Silva, y el Prior,
y los demás bien pudieron
irse a comer y ansí fueron
porque lo tienen, señor.
Pero yo, cuando mandáis
que nos vamos a comer,
¿cómo os puedo obedecer
si de comer no me dais?
REY:
Habeislo dicho tan bien
que despertastes mi olvido.
Una encomienda he tenido
guardada que os está bien.
Vale cuatro mil ducados.
LEONEL:
Pues ya me voy a comer,
que es muy justo obedecer
vuestros reales mandados.
(Vanse y salen DOÑA LEONOR y INÉS, DON JUAN DE SOSA y BELTRÁN.)
DOÑA LEONOR:
Si pudiera hacer del llanto
palabras, tú conocieras
del alma que desesperas
cuánto amor obliga tanto.
Que te vayas no me espanto,
pues ya supe que debías
volver al centro en que habías
visto de tu parte el cielo,
ni de ver el presto vuelo
con que al bien llegan los días.
Solo me espanta saber
que pueda en esta partida
conservar don Juan mi vida,
el pensar volverte a ver,
que ya como tu mujer,
bien puedo estar temerosa,
quisiera decir celosa,
mas no quiero que te alteres
porque en las propias mujeres
es siempre cansada cosa.
Si te acordares de mí,
tal vez que ocioso te halles
destas rejas, destas calles
donde me viste y te vi,
piensa que una mujer fui
a quien dentro de tu casa
conquistaste, que la abrasa
mejor en toda ocasión
el doméstico ladrón,
que el que por la calle pasa.
No pude yo defenderme,
portugués del alma mía,
de tu amorosa porfía
tan cerca de verte y verme,
huésped, pudiste vencerme.
Ansí de Eneas se escribe,
la mujer que le recibe
después se ha de hallar burlada,
que de ordinario la espada
rompe la casa en que vive.
DON JUAN:
No me olvidaré de ti,
bellísima castellana,
que noche, tarde y mañana
pienso pensar siempre en ti,
la palabra que te di
con mi nombre la firmé
presto a verte volveré
y me casaré contigo,
que el tiempo será testigo
de aquesta verdad y fee.
Con tu rey queda tratado
su niña Isabel casar
con mi Príncipe y en dar
la nueva me va un estado.
Volveré con el cuidado
que del que tienes recibo,
con esta prisa me privo
de tus bellos ojos hoy,
porque piensa el Rey que estoy
puesto ya el pie en el estribo.
DOÑA LEONOR:
¡Ay, don Juan! ¿Si has de olvidarme?
Si has de ser hombre en la fee
y el estribo de ese pie,
ha de ser para dejarme,
quieres si quiera obligarme.
Mientras que no puedo verte,
con escribirme de suerte
que pierda a la ausencia el miedo,
mira mis ojos que quedo
con las ansias de la muerte.
DON JUAN:
Mal hace mi pensamiento
en dudar que he de escribir,
pues no he de poder vivir
con otro mantenimiento;
cartas vendrán por el viento
como a la patria el cautivo
y mientras ausente vivo
con la misma sangre sé
que escribiendo te diré,
señora, aquesta te escribo.
DOÑA LEONOR:
Tu memoria será prueba,
mi bien, si me tratas mal.
DON JUAN:
Nació amor en Portugal,
no llevo allá cosa nueva.
DOÑA LEONOR:
Solo mi dolor te mueva
y un amor tan excesivo,
mientras de verte me privo.
DON JUAN:
Tú verás presto en mi carta
lo que siento cuando parta,
pues partir no puedo vivo,
queda a Dios y él te me guarde.
DOÑA LEONOR:
Adiós, que cobarde estoy.
DON JUAN:
Lo que tardo en irme hoy
haces que en volver me tarde.
DOÑA LEONOR:
Soy como mujer cobarde
aunque en la firmeza fuerte.
Vete y déjame a la muerte
porque no puedo vivir
para mirarte partir,
cuanto más, volver a verte.
(Vanse DON JUAN y DOÑA LEONOR, y quedan BELTRÁN y INÉS.)
BELTRÁN:
¿Qué dices, señora Inés,
de aquesta triste partida?
INÉS:
¡Ay, Beltrán, ya no lo ves,
no tengo un hora de vida!
BELTRÁN:
¿Diré aquello de los pies,
de los estribos y acciones?
INÉS:
Cánsanme mucho razones
de poetas arrendajos.
Dime, Beltrán, tus trabajos
por tus propias invenciones.
BELTRÁN:
¡Ay, mi bien, que has de olvidarme!
INÉS:
¿Cómo, mi bien, si te adoro?
BELTRÁN:
Mira que podré vengarme,
si me pierdes el decoro,
con no volver a casarme.
INÉS:
Si hombre en mi vida mirare.
BELTRÁN:
Calla, Inés, que eres mujer.
INÉS:
Porque en eso no repare
tu amor dejaré de ser.
BELTRÁN:
¿De ser?
INÉS:
Sí.
BELTRÁN:
Tu intento pare,
que cierta fábula trata
que un hombre quiso una gata,
de suerte, que cada día
a Júpiter le pedía,
con ofrendas de oro y plata,
se la volviese mujer.
Júpiter lo vino a hacer
y estando el hombre casado
y ella sentada en su estrado,
viendo cantar y tañer,
dicen que un ratón pasó
y apenas ella le vio
cuando corriendo tras él
le dio uñarada cruel
y al primero ser volvió.
Pues aplico y digo, Inés,
que apenas verás después
de mi ausencia y tu desmayo
pasar un ratón lacayo
cuando uñarada le des.
INÉS:
Mal conoces mi valor.
BELTRÁN:
Las postas de mi señor
han llegado; adiós, Inés.
INÉS:
¿Escribirasme?
BELTRÁN:
Eso es
hablar de vicioso humor.
Verso ha de haber como el brazo,
romance y esmeraldazo.
INÉS:
¿Qué nombre me has de poner?
BELTRÁN:
Inesilis yo he de ser.
INÉS:
¿Cómo, mi bien?
BELTRÁN:
Beltranazo.
INÉS:
Pues adiós.
BELTRÁN:
¿Qué corazón
me basta en esta ocasión?
INÉS:
Hoy se acabó mi alegría.
BELTRÁN:
Acuérdate que eres mía
si pasare algún ratón.
(Vanse y sale LEONEL DE LIMA, con hábito de Alcántara, y un CABALLERO.)
LEONEL:
Ninguno como el Rey anda a caballo.
CABALLERO:
Él es en todo un príncipe perfeto.
LEONEL:
Dichoso el que merece ser vasallo
de un rey en quien jamás se halló defeto.
CABALLERO:
No pienso que es pasión, mas yo no hallo
su igual en Portugal.
LEONEL:
Tiene sujeto
para regir el mundo.
CABALLERO:
Qué gallarda.
está la plaza.
LEONEL:
Brava fiesta aguarda.
Los Reyes están ya en aquel tablado,
que cubierto de telas encarnadas
la frente adorna aquel dosel bordado,
y a ellos, pies de sillas y almohadas
el que miramos al siniestro lado,
que las tiene pajizas y moradas,
es para Benoy, por quien se han hecho
las fiestas.
CABALLERO:
Quiere el Rey mover su pecho.
LEONEL:
Los Reyes vienen por aquesta calle.
CABALLERO:
A pie vienen, por Dios, y de la mano
trae a la Reina.
LEONEL:
¡Qué gallardo talle!
CABALLERO:
Préciase dél, que a pie no viene en vano.
LEONEL:
A los tablados van a acompañalle,
será razón.
CABALLERO:
Que bien lo grave, y llano
juntó naturaleza en un sujeto.
LEONEL:
Quiso formar en él un rey perfeto.
(Tocan música, sale acompañando RUY DE SILVA y el REY y el PRIOR DON JUAN y la REINA DE PORTUGAL, de las manos.)
RUY DE SILVA:
Admirado está de ver
tantas ventanas compuestas,
la grandeza destas fiestas
no acaba de encarecer.
REY:
Tiene el bárbaro razón.
REINA:
Hoy es día que a cualquiera,
puesto que de España fuera,
le causara admiración.
REY:
No tienen estos allá
destreza ni policía.
REINA:
Lisboa en esta alegría
en dos estremos está.
De grandeza y de riqueza
todo es hermosura y oro.
(Dentro.)
VOCES:
¡Guarda el toro, guarda el toro!
RUY DE SILVA:
¡Huya, señor vuestra alteza!
LEONEL:
Señor, en aquesta casa
puede vuestra alteza entrar.
(Huyen LEONEL, y RUY DE SILVA, y los demás, quedan los REYES solos.)
REINA:
¿Qué haré?
REY:
¿Cómo qué? Esperar.
REINA:
¿Pues no veis que el toro pasa?
(Dentro.)
VOCES:
¡Guarda el toro, guarda el toro!
REY:
No importa, yo estoy aquí.
(Éntrese el REY, desnudando la espada y sale por otra parte, ahí grita dentro.)
REY:
Notable herida le di.
REINA:
Con justa causa os adoro.
REY:
Pasad, bien podéis venir
y volverme a dar la mano.
REINA:
Turbada estoy.
REY:
No es en vano,
viendo nuestra gente huir.
(Sale RUY DE SILVA.)
RUY DE SILVA:
¿Por qué se quedaba ansí
en la calle vuestra alteza?
REY:
Porque la real grandeza
no sabe salir de sí.
(Sale LEONEL.)
LEONEL:
Estamos, y con razón,
afrentados deste caso,
era muy estrecho el paso
y grande la turbación.
(Sale el PRIOR.)
PRIOR:
¿Es posible que esto ha hecho?
REY:
¿Dónde bueno vais, Prior?
PRIOR:
A ver, invicto señor,
la grandeza dese pecho.
Dejadme besar la mano
con que tal hazaña hicistes.
¡Qué brava herida le distes!
LEONEL:
Él prueba a correr en vano.
Ya baña en sangre la calle.
RUY DE SILVA:
Don Juan de Sosa no diera
esta herida aunque saliera
vuestra alteza a celebralle.
REY:
Es mucha la diferencia
de ir a caballo o a pie.
RUY DE SILVA:
La diferencia se vee
en el ánimo y la ciencia,
que donde no hay prevención
es el ánimo maestro.
REY:
Don Juan de Sosa es muy diestro,
y a hallarse en esta ocasión
no sacara yo la espada.
PRIOR:
Bien sabe don Juan, señor,
dar a un toro con valor
o lanzada o cuchillada,
mas son aciertos que en dallos
en buena fortuna están.
REY:
Sí, pero solo don Juan,
fidalgos, sabe acertallos.
(Vanse todos, excepto el PRIOR.)
PRIOR:
Aunque yo me hubiera hallado
en la ocasión que he perdido
no estuviera más corrido.
(Sale DON JUAN DE SOSA y BELTRÁN, de camino.)
DON JUAN:
A lindo tiempo he llegado.
BELTRÁN:
Tu dicha es notable cosa.
PRIOR:
A mí me conviene hacer
como el Rey venga a entender,
que hay más que un don Juan de Sosa.
Saldré a la plaza este día.
(Vase.)
DON JUAN:
Con el valor de quien soy
palabra, Beltrán, te doy
que esta esperanza traía.
haz ensillar mi alazán.
BELTRÁN:
¿Qué alazán?
DON JUAN:
Presto, Beltrán,
que está el Rey en el tablado.
BELTRÁN:
¿Tienes seso? ¿Estás en ti?
Cien leguas sin mudar sillas
en postas, que mil postillas
las postas han hecho en mí.
En quitándote las botas
saldrás a la plaza.
DON JUAN:
Advierte
que no se escusa una suerte.
BELTRÁN:
Tengo las alforjas rotas,
tu solo salir concierta
porque si el toro me huele
me ha de encontrar, como suele,
quien halla la puerta abierta.
DON JUAN:
Yo he de salir embozado
con una capa con oro.
BELTRÁN:
¿No era mejor ver el toro
con el Rey en el tablado?
Recebir mil parabienes
de los fidalgos y damas;
siempre has de andar por las ramas,
mira que cansado vienes
y que hay toro descortés
que no ha de tomar en cuenta
que vienes de venta en venta,
y que a Leonor viste un mes.
Flaco estás, que en el color
se te ven las dos jornadas.
DON JUAN:
Dos veces, Beltrán, me enfadas:
una en hablar de Leonor
y otra en querer que no salga;
desta grita no te alteras.
BELTRÁN:
Pues en tu error perseveras,
tu misma fuerza te valga.
Caballo y capa con oro
voy volando a prevenir,
pero yo pienso dormir.
(Dentro.)
VOCES:
¡Guarda el toro, guarda el toro!
¿Quién es este? El gran Prior.
DON JUAN:
Ya el Prior sale a la plaza
presto.
BELTRÁN:
Todo me embaraza,
¿no era más justo, señor,
ir a ver a doña Clara?
(Dentro.)
VOCES:
¡Bravo Ruy de Silva viene!
DON JUAN:
Todo el mundo lugar tiene
y en mi ausencia se declara.
(Dentro.)
VOCES:
Don Gonzalo de Meneses
sale agora muy galán.
DON JUAN:
Bestia, dame mi alazán.
BELTRÁN:
Que a matar toros vinieses
desde Toledo a Lisboa...
DON JUAN:
¿No tendrá en ausencia mía
hidalgo la bizarría
de que mi patria me loa?
(Vase.)
BELTRÁN:
Yo pienso, mientras por fama
sales a tal desatino,
matar un toro de vino
y derriballe en la cama.
(Vanse, y salen DOÑA CLARA y ESPERANZA.)
DOÑA CLARA:
Pensamientos atrevidos
pero muy bien empleados.
Cuidados para cuidados
aun apenas merecidos;
aunque vais desvanecidos
subid adonde os resista
el alma al sol que conquista
con tan dulce desvarío,
que yo misma que os envío,
os vengo a perder de vista.
A lo menos no diréis,
aunque de méritos faltos,
que os pude subir más altos
que la esfera que tenéis;
lo que espanta es que duréis.
En tanta desconfianza,
ardiendo tan sin mudanza,
que hacéis el alma crisol,
porque es llover y hacer Sol
querer bien sin esperanza.
De manera amor me trata,
que con quitarme la vida
os estoy agradecida
por la causa que me mata,
fuera a mis ojos ingrata,
si de tanta gloria llenos
de morir los viera ajenos,
que no hay vida que se iguale
con muerte que tanto vale,
que estimo la vida en menos.
ESPERANZA:
Pienso que te has de volver
de ese pensamiento loca.
DOÑA CLARA:
La causa que me provoca,
¿qué otro efeto puede hacer?
ESPERANZA:
Ya que el antiguo querer
de don Juan de Sosa ausente
no templa el loco accidente,
de los amores del Rey.
DOÑA CLARA:
De amor, Esperanza, es ley
que viva el amor presente.
Desde la noche que vi
del Rey el bizarro talle
acuchillando en la calle
aquellos hidalgos di
en imaginar en mí
sus heroicas perfeciones.
Ponerse el alma en razones
con la memoria es error,
porque engendra un amor
de dos imaginaciones.
Con ausentarse don Juan
y ver el Rey estos días
crecieron las ansias mías
hasta el estado en que están;
estos cuidados me dan
una perezosa muerte
que en vida se me convierte.
El Rey no me ha de querer,
mas yo tengo el padecer
por la más dichosa suerte.
Dos alas dicen que tiene,
Esperanza, el corazón,
y con aquel aire son
quien le alienta y entretiene.
Si el mío a templar se viene
con tanto fuego de amor,
es porque en este rigor
esta templanza le dan,
que de alas sirviendo están
su grandeza y mi temor.