El salón de Apolo

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


El salón de Apolo.

Cicerón y Pompeyo quisieron cerciorarse un dia de si era verdad lo que se ponderaba de la magnificencia de Lúculo.

Encontráronse con él en la plaza pública, y le dijeron que irían á cenar á su casa, con la condición de que no había de dar instrucciones á sus criados, ni encargarles preparativos ni gastos estraordinaríos.

Conformóse Lúculo, y solo les pidió permiso para decir á sus criados la sala en donde quería que se sirviese la cena.

— Estamos conformes, dijo Cicerón.

Lúculo llamó á un esclavo y le dijo:

— Esta noche cenaremos en el salón de Apolo.

Llegada la hora, se presentaron Cicerón y Pompeyo, y se quedaron maravillados y absortos al contemplar la imponderable suntuosidad de una cena que debió costar sumas inmensas.

— ¿Qué es esto? dijo Cicerón; una cena semejante no ha podido disponerse sin que tú dieses órdenes para ello, y entonces has faltado átu palabra de no decir nada.

— Estás engañado, contestó Lúculo. En mi casa, cada una de las salas de comer tiene su gasto señalado, y cuando previne á mi familia que sirviesen la cena en la sala de Apolo, ya sabia muy bien lo que me habia de costar.