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Electra: 40

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Escena VIII

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ELECTRA, MÁXIMO; después el OPERARIO.


ELECTRA.- (Con tristeza.) Pronto tendrás que ocuparte de la fusión, y yo...


MÁXIMO.- Y tú... naturalmente, volverás a tu casa.


ELECTRA.- (Suspirando.) ¡Ay! no quiero pensar en la que se armará cuando yo entre...


MÁXIMO.- Tú oyes, callas y esperas.


ELECTRA.- ¡Esperar, esperar siempre! (Concluyen de comer. ELECTRA se levanta y retira platos.) ¡Ay! si tú no miras por esta pobre huérfana, pienso que ha de ser muy desgraciada... ¡Es mucho cuento, Señor! Evarista y Pantoja empeñados en que yo he de ser ángel, y yo... vamos, que no me llama Dios por el camino angelical.


MÁXIMO.- (Que se ha levantado y parece dispuesto a proseguir sus trabajos.) No temas. Confía en mí. Yo te reclamaré como protector tuyo, como maestro.


ELECTRA.- (Aproximándose a él suplicante.) Pero no tardes. Por la salud de tus hijos, Máximo, no tardes. Oye lo que se me ocurre: ¿por qué no me tomas como a uno de tus niños, y me tienes como ellos y con ellos?


MÁXIMO.- (Con seriedad, muy afectuoso.) ¿Sabes que es una excelente idea? Hay que pensarlo... Déjame que lo piense.


OPERARIO.- (Por el foro.) El señor Marqués de Ronda.


ELECTRA.- (Asustada.) ¡Oh! debo marcharme.


MÁXIMO.- No, hija: si es nuestro amigo, nuestro mejor amigo... Ya verás... (Al OPERARIO.) Que pase. (Vase el OPERARIO.)


ELECTRA.- Pensará tal vez...


MÁXIMO.- No pensará nada malo. ¿Has hecho café?


ELECTRA.- Iba a colarlo ahora... un café riquísimo... Sé hacerlo a maravilla.


MÁXIMO.- Tráelo... Convidamos al Marqués.


ELECTRA.- Bueno, bueno. Pues tú lo mandas... Voy por el café. (Vase gozosa, con paso ligero.)