Elementos de economía política: 29
Apariencia
§. II. De las diferentes especies de capitales.
[editar] 211. Adan Smith ha dividido los capitales en dos clases: los capitales fijos y los capitales circulantes.
212. Entiende por CAPITALES FIJOS los que pueden dar un rédito sin cambiar de dueño; tales son los edificios que sirven para la producción, las mejoras hechas en la tierra, las máquinas y los instrumentos que facilitan o abrevian el trabajo, así como las habilidades útiles, adquiridas por los operarios.
213. Reserva el nombre de CAPITALES CIRCULANTES a los que no dan beneficios sino por medio de cambios sucesivos; tales son las monedas y otros valores de circulación; las primeras materias, que la producción debe transformar, inclusos los trabajos hechos, como los de la relojería, por ejemplo, inclusos también los acopios de los panaderos, de los carniceros, de los colonos, de los cerveceros, etc., que son, como el paño, primeras materias destinadas a servir al alimento y a las demás necesidades del trabajador.
214. Observa Adan Smith que profesiones diferentes exigen proporciones muy diferentes entre el capital fijo y el capital circulante que se emplea en ellas; indicación muy útil para los productores, que muchas veces fracasan por haber fijado demasiada suma de capitales, y empobrecido demasiado el fondo de giro o circulación, pero parécenos que esta indicación no la podrá dar más que la experiencia de los productores inteligentes, y eso después de hacer averiguaciones muy difíciles. Se comprenderá la importancia de esta observación considerando el gran número de los que construyen un palacio, cuando bastaría un simple cobertizo para el objeto; de los que gastan la gran masa de sus capitales en trabajos de ostentación, harto poco productivos, cuando no son completamente estériles.
215. Otra observación digna de tornarse en cuenta es que los capitales fijos o destinados, a pesar de las reparaciones que pueden hacerse en ellos, tienden a deteriorarse, y hasta pierden una buena parte de su valor cuando se quiere cambiar su destino.
216. Sobre este punto J. B. Say opina que, en general, el valor de las mejoras hechas en un fundo es el capital más sólidamente adquirido para una nación. El comerciante puede huir con su capital, aunque lo tenga en mercancías; el propietario territorial, por el contrario, desecando y roturando terrenos, crea valores que quedan. Ya no se ven ni reliquias de la brillante existencia de varias ciudades, antiguamente ricas por su gran comercio, al paso que la Lombardía, la Flandes, a pesar de las largas guerras de que tantas veces han sido teatro, figuran todavía entre los países mejor cultivados y más populosos de Europa.
217. Una capacidad adquirida, un talento, se deterioran también con el uso, con la edad sobre todo; y su analogía con los demás capitales fijos es completa.
218. Hay, pues, capitales materiales y capitales inmateriales, contándose entre estos últimos las clientelas y todas las capacidades adquiridas, designadas bajo el nombre de capital moral, cuyo sentido no siempre se ha determinado bien. J. B. Say ha designado los capitales inmateriales bajo el título de facultades industriales, o simplemente, de fondo industrial.
219. Bajo el estricto punto de vista de la ciencia, las primeras materias, que son productos, no serían capitales, es decir, instrumentos; pero con la distinción de capitales fijos y de capitales circulantes esta irregularidad desaparece, porque las primeras materias son producidas, ahorradas y destinadas a la reproducción, y forman un verdadero capital, que puede en rigor denominarse capital materia, por contraposición al capital instrumento.
220. Existe además, en oposición a las cosas que pertenecen especialmente a los ciudadanos, un capital público, que comprende sobre todo las vías de comunicación [1]. El capital nacional es la suma del capital público y de todos los capitales privados. Si se pudiese averiguar la cifra proporcional del capital de cada país, se tendría una excelente medida de su situación económica y de sus disposiciones morales.
221. Los capitales se consideran también como productivos o como improductivos, según las circunstancias. Hay capitales que no contribuyen a ninguna especie de producción, en el momento en que se los considera, y a los cuales se ha dado el nombre de capitales improductivos. Los ingresos, por ejemplo, quedan ociosos e improductivos hasta el momento en que se vuelven a emplear; las cantidades en caja destinadas para pagos, los géneros almacenados, aún no teñidos por falta de tintes, de operarios o de fondos, etc., son capitales improductivos.
222. Los capitales destinados suelen ser improductivos; su producción se encuentra detenida, ya por motivo de reparaciones, ya, en fin, por falta de pedido. Este inconveniente ocurre con frecuencia a los capitales destinados, porque no son aptos más que para una sola producción; ocurre con más frecuencia en los sitios en que faltan la seguridad, la libertad y el bienestar; en efecto, es muy común que la falta de seguridad y de confianza muevan a los poseedores de los capitales disponibles a no hacerlos valer, por miedo de comprometerlos, y a perder los intereses antes que aventurar el capital. El banco de Francia tiene muchas veces cuantiosas sumas en depósito, por las que no paga interés, que guarda en metálico y que le dejan los particulares simplemente, porque lo creen más seguramente guardados en sus cuevas. En los tiempos en que la seguridad era menor que en nuestros días, en tiempo de la caballería y del feudalismo, se reducían a plata y oro los valores que se allegaban, y era costumbre enterrar cada cual sus tesoros, práctica, dice Adan Smith, que debía ser muy general en medio de las rapiñas y de las exacciones de la edad media, pues que los soberanos contaban por un ramo de sus rentas el descubrimiento de los tesoros, que andando el tiempo fue la base de muchas novelas y comedias. Todavía existe esta manía, pero ha disminuido mucho; y es de notar, por otra parte, que la seguridad está en razón de la capacidad y de los conocimientos de los capitalistas: cuanto más saben, mejor juzgan lo que hacen los hombres de quienes tienen que fiarse y menos aventuran.
223. Hay también capitales ficticios. (Véase el capítulo IX, MONEDAS.)
- ↑ J. B. Say las clasifica entre lo que llaman los capitales productivos de utilidad y recreo.