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Elementos de economía política: 56

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Capítulo XIII : De la libertad del comercio.

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    • I. Que el comercio debe ser libre.
    • II. De las excepciones que comporta la libertad del comercio.
    • III. Aplicación de la libertad del comercio a los países sometidos al régimen prohibitivo.

§. III. Aplicación de la libertad de comercio a los países sometidos al régimen prohibitivo.

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396. Por el mero hecho de que el sistema prohibitivo ha existido hasta el día en todos los países, muchos capitalistas y no pocos trabajadores se encuentran metidos en sendas artificiales.
397. En principio, a consecuencia de lo que precede, y si fuera posible no perjudicar con ello a nadie, se debería proclamar inmediatamente la libertad absoluta en punto a comercio: en el estado actual de las cosas, es necesaria una transición; pero los esfuerzos de los economistas deben dirigirse, no sólo contra los que niegan la legitimidad del principio científico o contra los interesados que siempre quieren aplazar el momento de esa transición, mas también contra todos los que quieren que esa transición sea demasiado lenta y poco eficaz.
398. Clasifiquemos los intereses. Los productores que temen la libertad comercial son o terratenientes, o capitalistas, o trabajadores, y estos productores pueden temer o por los valores que poseen o por sus rentas.
399. Como los terratenientes gozan de un monopolio, el cultivo, a consecuencia del sistema prohibitivo, se extiende a las tierras de inferior calidad, y de aquí resulta una alza en la renta de las tierras buenas: de esto están perfectamente convencidos los propietarios ingleses, que se empeñan en parapetar su famosa ley de cereales con las prohibiciones que anuncian como protectoras de los capitalistas y de los obreros [1]: lo mismo ha demostrado en Francia la ley protectora del azúcar nacional, que ha hecho subir los arriendos en todos los distritos en que se cultiva la remolacha [2]. Por consiguiente, con la reforma de los aranceles, muchos terratenientes verán disminuir su renta territorial; cosa justísima, puesto que no les es debido más que el exceso del precio corriente sobre el precio natural [3] (356).
400. Si es cierto que el sistema prohibitivo es para los capitalistas la ocasión de un aumento de beneficios, ya hemos visto que, de resultas de la afluencia de los capitales hacia las industrias privilegiadas, ese aumento no es duradero, y que además no es ni equitativo ni útil tampoco a la economía nacional, pues que siempre se verifica en detrimento de los consumidores y de los trabajadores. Así, al pasar al sistema de libertad, lo que se verá comprometido, no es los beneficios, sino el capital: ahora bien, el capital es fijo o circulante; este último se trasladará casi sin pérdida, en cuanto al otro, una parte de él se hallará comprometida, y para apreciar la importancia de esta pérdida sería preciso conocer ese capital y los azares a que está expuesto.
401. En resumen, la transición del sistema prohibitivo o restrictivo a la libertad comercial, puede: 1.º, disminuir la renta de ciertos propietarios; 2.º, comprometer una parte del trabajo empeñado. Lo que pierdan los terratenientes lo ahorrarán los consumidores. El rédito general será próximamente el mismo; sólo que su distribución será más conforme a la razón y a la justicia. «La depreciación de una parte del capital fijo, dice M. Rossi [4], cosa triste sin duda, es un mal inevitable: no hay caso en que podamos empeñarnos impunemente en las vías del error; pero si esa pérdida es segura, ¿qué es, comparada con las pérdidas incesantemente renovadas que causa al Estado el sistema prohibitivo? ¿Qué es, comparada con los beneficios anuales del sistema de libertad? La libertad hace en breve olvidar, con sus beneficios y con el rápido y vigoroso impulso que imprime en la fuerza humana, todos los esfuerzos y todos los sacrificios que nos ha costado; la libertad comercial cicatriza, antes tal vez que la libertad política, las heridas que hace a los imprudentes que han desconocido sus derechos. Pronto los valores perdidos serán reemplazados por los beneficios de una producción más activa y menos costosa y por los ahorros de los consumidores: el capital nacional y el pedido de trabajo no tardarán en aumentarse.»
402. El ilustre escritor a quien acabamos de citar, y que es uno de los más enérgicos defensores de la libertad comercial, después de refutar victoriosamente el error de los que temen la emigración de los capitales, recomienda sumo miramiento en las transacciones, en el interés mismo y en nombre de la ciencia, que debe, como la verdad, como la eterna justicia, saber aguardar; tanto más cuanto el sistema prohibitivo debe morir por sí mismo. Producir sin comprar, dice, es querer producir sin vender, lo cual es imposible; poco a poco los mismos partidarios del sistema prohibitivo querrán dar a la población que ellos habrán aglomerado, y a la producción que habrán forzado, ese desagüe natural que la ciencia les indica como remedio, y al cual recurrirán cuando hayan apurado todas las evasivas a que se están agarrando todavía en el momento presente.

  1. En esta cuestión los capitalistas, como el mono de la fábula, sacan las castañas de la lumbre con la mano del gato, o sea de los terratenientes.
  2. De la cual es sabido que se saca mucho azúcar en Francia.
  3. La ciencia no puede impedir los funestos efectos del error cometido por los que han comprado la tierra al tanto de una renta artificialmente elevada.
  4. Tomo II, lec. 12, pág. 323.