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Elementos de economía política: 75

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Capítulo XIX : Análisis del consumo.

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    • I. Nociones generales sobre el consumo.
    • II. De los consumos privados.
    • III. De la prodigalidad y de la disipación de los capitales.
    • IV. Del lujo.
    • V. De los consumos públicos.

§. V. De los consumos públicos.

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508. Los consumos públicos son análogos a los consumos privados. Son reproductivos o improductivos; el arte del gobernante consiste en distinguirlos y en apreciar su importancia conforme a las necesidades de la sociedad.
Punto es éste cuya explanación no cabe en nuestro plan; así no haremos aquí más que indicar los principales gastos, que son los relativos a la confección de las leyes, a la administración civil, a la administración de justicia, a la defensa del Estado, a la marina militar, a las vías de comunicación, a la instrucción pública, a las academias o a los ensayos en las ciencias y en las artes, a las recompensas nacionales, etc. [1]
509. Lo que se entiende por diversiones del pueblo es un consumo del mismo orden. Es conveniente excitar el contento, la alegría, y sobre todo, los buenos sentimientos de los ciudadanos por medio de funciones y de monumentos públicos; pero es preciso que en estos gastos se unan el buen gusto, la probidad y la grandeza, sin excluir en lo posible la utilidad. También ésta es cuestión de criterio.
510. Importa ahora mucho determinar bien lo que debe ser de gasto público, y asignar, una vez hecha esta determinación, los límites de esos gastos.
La primera parte de este problema no está económicamente resuelta en todo lo concerniente a los establecimientos públicos, las vías de comunicación, la instrucción pública y los ensayos en las artes.
La segunda debe ser el constante objeto de las meditaciones del estadista; cada día, por decirlo así, se presenta un nuevo fenómeno que observar.
511. Esto conduce a examinar los deberes del Estado para con los individuos. El Estado les debe evidentemente el libre uso del trabajo, la instrucción, que puede desarrollar sus medios de acción, y la libre circulación del capital, de donde se deriva la necesidad de las vías de comunicaciones públicas; ¿pero tiene el Estado obligación de dar trabajo y socorros a los que carecen de uno y otro? No tendría obligación de dar trabajo sino en el caso de que fuese cosa fácil y hacedera dárselo a los que lo piden; no tendría obligación de dar socorros sino en el caso de que pudiese echar mano para ello progresivamente de un fondo abundante y puro. En las circunstancias ordinarias, el Estado mejor organizado es el que más se ocupa en dar protección, libertad o igualdad a todos.
Esto no impido que los hombres, considerados cada cual en particular, sean humanos, serviciales, caritativos, y apliquen entre sí la doctrina evangélica de la fraternidad.

  1. J. B. Say trata someramente de todos estos puntos, como también de las cuestiones relativas a los consumos privados, en la parte 5.ª de su Curso completo.