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En fin, a vuestras manos he venido

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II

En fin, a vuestras manos he venido,
do sé que he de morir tan apretado,
que aun aliviar con quejas mi cuidado
como remedio me es ya defendido.

Mi vida no sé en qué se ha sostenido,
si no es en haber sido yo guardado
para que sólo en mí fuese probado
cuánto corta un espada en un rendido.
Mis lágrimas han sido derramadas
donde la sequedad y la aspereza
dieron mal fruto dellas y mi suerte.
Basten las que por vos tengo lloradas.
No os venguéis más de mí con mi 'flaqueza;
allá os vengad, señora, con mi muerte.