Epítome de las Historias filipícas de Pompeyo Trogo: Prefacio

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Al ilustrísimo señor Don Pedro Hernández de Velasco, Condestable de Castilla, Duque de Frías, Conde de Haro, &c. Juan de Medina. Librero.

Muy antigua costumbre ha sido ilustrísimo señor, y aún dura hasta nuestros tiempos, entre los doctos y excelentes varones poner en la pública utilidad todas aquellas cosas, que a los hombres han hallado ser provechosas. Así las por su ingenio inventadas como las que por demostración o industria de otros fueron halladas, y por esta causa hubo muchos filósofos de grande doctrina que compusieron obras morales para influir nuestros ánimos en las cosas de virtud, otros que escribieron historias para que a ejemplo de los hechos pasados supiesen los príncipes gobernar sus pueblos en paz y concordia,


y en las guerras regir sus ejércitos y acaudillar sus gentes, otros con suma vigilia y cuidado las peregrinas y extranjeras historias, hicieron ser (por la interpretación) entendidas y manifiestas a las de sus propias naciones, para que igualmente los doctos e indoctos pudiesen tener tan perfecta noticia de los hechos y costumbres de las remotas provincias como de los de la suya propia. Así mismo hubo otros que viendo los grandes provechos y singulares avisos que de la lectura de semejantes libros se seguían con toda diligencia han solicitado y aún galardonado tales intérpretes, y para que más copiosa abundancia de los tales libros haya a sus propias costas y expensas los hicieron después imprimir. A imitación de los cuales deseoso yo de la deleitación y utilidad común de nuestra España he hecho traducir e imprimir algunos excelentes autores como han sido Las guerras civiles de Apiano Alejandrino, y el diálogo De Re Militari y ahora nuevamente con no pequeño arte e industria al celebrado historiador Justino; abreviador del famoso y excelente


varón Trogo Pompeyo el cual autor acorde de enderezar a vuestra ilustrísima señoría, no porque soy tan ignorante que crea tiene necesidad de leerle en romance pues se con cuanta facilidad en su propio latín le entiende y da a entender no solamente las historias y libro de graves autores morales y de humanidad pero aún los de la sagrada escritura. Lo cual nos muestra bien claro la cristiana, santa y grande prudencia de vuestra señoría con la que hace que igualmente resplandezcan las virtudes, buenas costumbres y universal tranquilidad y sosiego en todo su próspero estado y dichosos súbditos, sino por parecerme que conteniendo en sí este libro la narración de tantos príncipes y capitanes, la próspera y adversa fortuna de tantas guerras, la variación y mudanza de tantos señoríos y estados, y finalmente siendo un sumario de la miserable y flaca condición humana, a ninguno se podía intitular mejor que a vuestra ilustrísima señoría que sabe y conoce así por relaciones de auténticos libros: como por información de insignes personas


y experiencia propia la mayor parte de los humanos sucesos que a los mortales cada día ocurren o pueden sobrevenir. No quiero contar aquí la progenie de vuestra señoría, la cual no solamente en nuestro reino de España donde tiene su asiento es notoria por sus esclarecidos e ilustres hechos pero aún también es publicada y sabida en todos los otros reinos y naciones extranjeras para narración de las cuales cosas era menester otro más subido estilo del que yo en esta mi vulgar epístola uso, y otro mayor volumen: porque sería gran error mío querer en tan pequeño compendio contar lo mucho que vuestra señoría y sus gloriosos predecesores han hecho en el servicio de sus reyes, y en restauración, aumento y gloria de estos reinos. Las cuales cosas reservo para otro tiempo, donde con más ornada elocuencia se puedan explicar. Y entre tanto como en testimonio de lo mucho que deseo al servicio de vuestra señoría le presento esta pequeña obra, en la cual atentamente leyendo los que de la lengua latina carecen podrían haber claro y abierto


conocimiento del imperio y señorío de los asirios, macedonios, cartaginenses, egipcios, romanos y de otros infinitos, y así mismo de la persona y poder del rey Ciro, de Darío, de Jerjes y de la otra multitud de tan excelentísimos capitanes, para que hallándose los tales lectores en la conversación de los sabios, puedan algunas veces hablar y disputar de las historias griegas y latinas, para venir en más perfecta noticia y conocimiento de la gobernación del consejo, de la virtud, costumbres y honesto vivir de nuestros mayores por el medio e intercesión de vuestra ilustrísima señoría.