Fábulas en verso castellano/XLVII
Apariencia
Nuestros romances de ciego (jácaras que dicen otros), ya se sabe que empezaban exactamente de un modo. Para cantar las proezas de algún insigne galopo, que acabó suspenso en horca sus días facinerosos; para referir con gracia las trapisondas y embrollos de alguna bruja, tres veces baqueteada en el lomo; o bien para describir los sucesos portentosos de Mari-Muñoz la tuerta y Andrés Chaparrín el sordo, principiaban los poetas pidiendo al Señor devotos favor para celebrar lances que inspiró el demonio. Yo que un romance de aquéllos enjaretar me propongo, seguir quisiera un estilo tan general y piadoso; pero temiendo que digan que no es de fábulas propio nombrar a Dios ni a la Virgen, ni al celeste consistorio; ya que haga una invocación, según la norma que adopto, invocaré un personaje fabulable y fabuloso. Tú, Lazarillo de Tormes, sisón célebre entre todos, tú que tan cara pagaste la longaniza y el mosto; ya que según nos refieres en esas páginas de oro, bajo el techo de un molino abriste a la luz los ojos, inspira mi lengua sosa, dale tu decir donoso para que el garbo engrandezca del molinero Jeromo. Jerónimo Garranchón, ágil y robusto mozo, de vista de águila y manos como entre de gato y mono, alquilaba de ordinario, cual diestro en aquel negocio, el molino de la harina de un pueblo cerca de Toro. Los molineros allí, desde el tiempo de los godos, de todo el trigo que muelen se hacen en especie cobro. Maquilar llaman a esto; mal-quitar, sostuvo un docto que fuera mejor; la causa búsquela por sí el curioso. Maquila es la cantidad que el labrador por abono cede al molinero en cambio de hacerle su grano polvo. A Jeromo, de maquila, tocaba en fanega sólo medio celemín rasado, sin una línea de colmo; pero él las cosas a medias las miró siempre con odio, y a pares los celemines maquilaba sin rebozo. -Es (clamaban los vecinos) cosa que nos vuelve locos: trigo que dé menos pan, nunca lo vimos nosotros. Esta merma ocasionó quejas, riñas y alborotos, y fue quitado el molino al tal picaron de a folio. Tomolo un amigo suyo, que, siendo sisón más corto, comparándole al primero, era concienzudo y probo. Tuvo el nuestro que moler, después que sufrió el despojo, una fanega de aquéllas que ganó, ya dije cómo; y encontró a su sucesor fuera del molino en corro, jugando con siete holgones una merienda de pollos. -¿Tienes prisa? dijo el nuevo. -Sí. -Pues yo no me incomodo. Muele y maquila por mí. -Corriente: a ver si me porto. Descargó y entró el costal; hinchió la tolva, y de pronto lleno de trigo sacó un esportón ancho y hondo. -¿Habré maquilado bien? (preguntó al nuevo, Jeromo.) El hombre, viendo la espuerta, le contestó con asombro: ¿No mueles una fanega? -Sí. -Pues, si no me equivoco, en ese capacho sacas tres celemines. -Y bobos. -¿Y es el trigo tuyo? -Mío; pero es tan blanco y tan gordo, que maquilar la mitad, aún me pareciera poco. Es natural: ciertos vicios, cuando se arraigan a fondo, a costa de cuanto tiene los ejercita el vicioso.