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Fábulas en verso castellano/XXVIII

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Quejábase el oso torpe
al elefante sagaz
de cierta contradicción
que no acertaba a explicar.
-¡Cuidado (exclamaba el pobre)
que raya en atrocidad
lo que los hombres exigen
de un infeliz animal!
A mí, que soy justamente
la misma formalidad,
¿no se empeñan los malditos
en obligarme a bailar?
Si saben que esas monadas
no son de mi natural,
¿por qué, cuando ven que bailo,
me silban sin caridad?
También (dijo el elefante)
me enseñan a mí a danzar,
y a fe que tú no me ganas
a respetable y formal.
Y sin embargo, de mí
nadie se ríe jamás;
antes aplaudir he visto
a todos mi habilidad,
admirando que una bestia
tan pesada y colosal
sepa mover diestramente
los cuatro pies a compás.
Con que si en hacerte burla
sola gente fisgona da,
no debe ser porque bailas,
sino porque bailas mal.