Fábulas en verso castellano/XXXI
Apariencia
Rabiaba un carnicero con el pícaro gato de un vecino; y por matar al animal dañino, separó una tajada de carnero, y adobada con dosis algo fuerte de un tósigo de muerte, púsola en el tejado, por donde a su capricho entraba a merendar el susodicho. Un cuervo que lo vio, partió flechado, pilló el macizo trozo, y a un árbol escapó lleno de gozo. Al tiempo que iba el grajo a trinchar el magnífico tasajo, hete pues, que aparécese la zorra, con gana siempre de comer de gorra, y exclama diestra con acento blando: -¡Ave de Jove, te saludo grata! El cuervo preguntó a la mojigata: ¿A quién discurres tú que estás hablando? -¿A quién? (le respondió la zalamera), al águila altanera, que del lado de Júpiter clemente baja diariamente, y echa desde la copa de esa encina el don que por sustento me destina. ¿A qué venir disimulando ahora, cuando miro en tu garra triunfadora la codiciada presa, que a esta desamparada criatura contigo el Dios envía de su mesa? -La zorra se figura (para sí dijo el cuervo complacido) que soy águila yo: locura fuera desengañarla y deshacer el trueco. Soltó con bizarría majadera el robo por la zorra apetecido, tendió las alas y se fue tan hueco. El animal astuto cogió contento el fruto debido a sus indignas artimañas. Cómelo con presteza: convulsiones extrañas luego a sentir empieza, y abrásale el veneno las entrañas. Ciertos bien conocidos perillanes, que viven de adular a la simpleza sin rastro de pudor, ¿no fuera bueno que tragaran en salsa de faisanes una dosis decente de veneno?