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Gethsemaní (Ricardo Palma)

De Wikisource, la biblioteca libre.
Getsemaní (1906)
de Ricardo Palma
PALMA, Ricardo: Mis últimas tradiciones peruanas y Cachivachería. Casa editorial Maucci, Barcelona - Maucci Hermanos, Buenos Aires, 1906. p.126-128.
GETHSEMANI


En el álbum de la señora Laura, de Santa Cruz.

Ha querido usted, señora mía, un autógrafo de este viejo emborroiiador de papel, y mal puede negarse á complacerla quien, como yo, blasona de cortés, amén de confesarse honrado con la amable petición. Pide usted, con la cultura de forma que á cumplida dama cabe, y ya estoy hecho un azu carillo por rendir homenaje á su deseo.

Pero ¿ha de ser precisamente, una tradición lo que usted exige que escriba en las páginas de su aristocrático álbum? Eso ya tiene bemoles, y aunque estoy decidido á obedecerla, no lo haré sin referirla antes un chascarrillo de nüs moce dades.

Dios me hizo feo (y no lo digo por alabarme), y fué el caso que zumbando yo más que un tábano al oído de una joven, á la que cantaba el credo cimarrón que cantan los enamorados, encontró la mamá, que nunca me tuvo por ángel de su coro, la manera de ahuyentarme, y fué ella pedirme que le obsequiase mi tarjeta fotográfica. —i Oh! señora, ^la, dije, ¿para qué quiere usted el retrato de un mozo feo y desgarbado como yo V— Por eso mismo, por lo feo, me contestó. Me hace falta para asustar á mis nietecitos que son unos diablos de travie sos. -Ya adivinará usted que me entraron súbitos escalofríos, al considerar que esa señora no era todavía para mí más que projecto de suegra... ¡y ya suegreába! ¡Qué porvenir tan rico y delicioso me sonreía si, por malos de mis pecados, que son pocos pero gordos, el proyecto hubiera pasado á la categoría de ley!

Como no la creo á ustied capaz de abrigar burlesco propósito con su exigencia, y como dicen que la gracia del barbe ro está en sacar patilla de donde no hay pelo, vamos á ver si consigo dar saborcito tradicional y que al paladar de usted sea gustoso, á un cuento que oí contar á mi abuela que esté en gloria, que sí estará, porque fué más buena que el pan cuando es de buen trigo y buena masa.

*

José Maní era un indio de Huacho, propietario, en la jurisdicción de Lauriama, de tres hectáreas de terreno conocidas con el nombre de Huerto de José Maní.

Al dicho propietario le estorbaba lo negro de la tinta, es decir que, en materia de saber leer, no conocía ni la O por redonda ni la I por larga; pero ello no obstó para que, vendiendo naranjas, chirimoyas y aguacates, adquiriese un decente caudalito y, con él, prestigio bastante para elevarse á la al tura de regidor en el Cabildo de su pueblo.

En la cuaresma de 1795, los vecinos contrataron a un dominico del convento de Lima para que se encargase de predicar en Huacho el sermón de las Tres horas, al que dio origen en Lima el jesuíta limeño Alonso Mesía y que, poco á poco, y por mandato pontificio, se ha generalizado en el orbe católico.

El Viernes Santo no cabía ya ni un alfiler de punta en la iglesia parroquial, tanto era el concurso, no sólo de los fieles residentes en el pueblo sino de los venidos de cinco leguas a la redonda. Por supuesto que José Maní, en traje de gala, esto es, con capa española que le hacía sudar á chorros por lo recio de la estación veraniega, se repantigaba en uno de lo.; cómodos sillones destinados á los cabildantes.

El predicador, que era un pozo de sabiduría, después de un exordio eá que afirmó, bajo la honrada palabra de fe de no recuerdo qué autores, que las suras del Koran son seis mil seis cientas sesenta y seis, y que las palabras de Cristo Eli, Eli, lamma sabachtani pertenecen á la lengua mava, y no al idioma hebreo, ni al asirlo, ni al sánscrito, ni al caldeo, entró de lleno en el tuétano de la Pasión.

Cada vez que el orador hablaba del huerto de Gethsemaní, las nm-adas del concurso se volvían hacia el cabildante José Maní, que se ponía muy orondo al informarse del importante papel que su huerto desempeñaba en la vida de Cristo. ¡Qué honra para Huacho y para los huachanos!

Eso de que el predicador llamase al huerto Gethsemaní, y no Josemaní, lo atribuyeron los huachanos á lapsus linguæ muy disculpable en un fraile forastero. En toda pila falta alguna vez el agua, y hasta los académicos somos propensos á pro nunciar disparatadamente, no diré si por distracción ó por ig norancia. Siquiera cuando, en letra de molde, aparece hilación (con h) en vez de ilación, ó balija del correo, en lugar de valija, tenemos el socorrido recurso de echarle la culpa al cajista, especie de cordero pascual que carga con muchos pecados de los literatos.

Pero cuando el dominico dijo que fué en el huerto de Geíhsemaní donde los sayones judios se apoderaron de la per sona del Maestro, los ojos todos se volvieron á mirar al ensi mismado huachano, como reconviniéndolo por su cobardia y vileza en haber consentido que, en su casa, en terreno de su propiedad, se cometiese tamaña felonía con un huésped. ¡Y qué huésped. Dios de Israel!

Hasta el alcalde del Cabildo no pudo dominar su indigna ción, y volviéndose hacia José Maní le dijo en voz baja:

—Defiéndase, compañero, si no quiere que, cuando salga mos, lo mate el pueblo á pedradas.

Entonces José Maní, poniéndose en pie, interrumpió al pre dicador, diciendo:

—Oiga usted, padre. No me meta á mí en esa danza, que yo no he conocido á Jesucristo ni nunca le vendí fruta; y pido que haga usted constar que, si se metió en mi huerto, lo hizo porque le dió la gana y sin licencia mía, y que yo no tuve arte ni parte en que lo llevaran á la cárcel, y

¡Aleluya! ¡Aleluya!
Cada cual está á la suya.