Historia III:Las especias y los metales preciosos

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Historia II:Fin de la guerra
Capítulo 3 - Los descubrimientos marítimos
y los establecimientos coloniales

Las especias y los metales preciosos​
 de Charles Seignobos


En el siglo XV, los pueblos cristianos de Europa no conocían aún más que una pequeña parte de la tierra, Europa, el Norte de África, parte de Asia. Se sabía vagamente por los relatos de Marco Polo, viajero veneciano del siglo XIII, que al Este de Asia se encontraba un gran Imperio rico y poblado de donde venía la seda, y una gran isla fértil que se llamaba Cipango (el Japón). Pero se ignoraba lo que había entre África y Asia. Se imaginaba que la costa de África daba vuelta el Este en dirección al Asia, y que el Océano Índico era un mar interior encerrado entre las costas de Asia y de África. No se sabía nada de América, ni del Océano Pacífico, ni de Oceanía, ni de las islas de la Sonda.

No se tenía entonces el interés que hoy en poseer conocimientos exactos acerca del globo terráqueo para hacer la geografía del mismo; pero interesaban los países lejanos cuando de ellos venían mercancías de gran precio. Las gentes de la Edad Media eran muy aficionadas a poner, ya en el vino, ya en la comida, condimentos de sabor fuerte, que llamaban especias. Eran la pimienta, la moscada, el clavo, el jengibre y la canela. Las plantas que producen estos artículos no se encuentran más que en los países cálidos. La moscada y el clavo no se dan aún más que en un sitio del globo: en las islitas volcánicas que hay a Oriente del archipiélago de la Sonda. La pimienta venía, sobre todo, de la India; la canela, de Ceilán.

Como las especias pesaban muy poco y se vendían muy caras, podían transportarse por mar a distancias muy considerables. Se recogían en los puertos de la India, a donde la moscada y el calvo llegaban por el estrecho de Malaca. Navíos árabes iban a buscarlas a la India y las llevaban a Egipto por el mar Rojo. Allí eran desembarcadas las especias, y, por tierra, enviadas a Alejandría, donde los marinos de Europa, sobre todo los italianos, acudían a comprarlas. Los árabes se las vendían tres veces más caras que las habían pagado en la India.

De la India venían otros artículos muy buscados, las piedras preciosas, el marfil, las perlas finas que producen las ostras del Océano Índico, las telas de algodón, que se llamaban indianas, las maderas preciosas, el sándalo, el ébano.

Al mismo tiempo el oro y la plata escaseaban cada vez más en Europa. El oro casi no se encontraba, las antiguas minas de plata estaban agotadas, las nuevas no daban lo bastante para el consumo.

De esta suerte los europeos deseaban vivamente descubrir nuevos países donde se encontraran metales preciosos. Querían proporcionarse las especias a menor precio, yendo a recogerlas directamente a los países productores. En su afán de tener especias y de encontrar metales preciosos, los europeos descubrieron el camino del Asia y todos los países que se han denominado Nuevo Mundo.