Historia IX:Destrucción del partido protestante
El partido protestante se había debilitado. Casi todos los señores calvinistas se habían convertido para reconciliarse con la Corte, que daba con preferencia los favores a los católicos. Los burgueses de las ciudades protestantes no osaban resistir al rey. El pueblo bajo era el que les había obligado a sostener los sitios de Montauban y de Montpeiller, y el rey había mandado derribar las fortalezas de todas esas ciudades.
No quedaba a los protestantes más que una plaza capar de defenderse, La Rochela. Del lado de tierra, fuertes murallas y marismas hacían difícil acercarse. No habría sido nunca posible apoderarse de ella por hambre, porque por mar recibía provisiones, y el rey no tenía flota para establecer un bloqueo.
Luis XIII acababa de indisponerse con el rey de Inglaterra. Una armada inglesa desembarcó un pequeño ejército en la isla de Ré, cerca de la Rochela. El favorito del rey de Inglaterra, Buckingham (véase Capítulo XII), la mandaba. Manifestó que venía a defender a las iglesias protestantes de Francia.
Richelieu llevó delante de la Rochela un ejército mandado por Luis XIII. Arrojó a los ingleses de la isla de Ré, luego sitió la ciudad. Demostró al rey que, si no tomaba la ciudad en aquel momento, necesitaría volver a emprender la lucha todos los años. Se decidió bloquear la ciudad para apoderarse de ella por hambre. Del lado de tierra se hizo un atrincheramiento de tres leguas de largo. Para impedir que los barcos llevasen víveres se construyó, fuera del alcance de los cañones, un dique de piedra, con un paso para que entrase el agua de la marea. Los soldados hicieron esta obra en invierno, a pesar de los temporales que destruyeron varias veces los trabajos.
Las gentes de la Rochela empezaron a padecer hambre. Los ricos burgueses habrían querido someterse, pero los marinos hicieron una revolución y eligieron alcalde a un capitán de corsarios, Guyton, un hombrecillo enérgico cuya casa estaba llena de banderas cogidas al enemigo. Cuando se posesionó de la alcaldía, clavó el puñal en la mesa del Ayuntamiento y dijo: «Conmigo no hay que hablar de rendirse, y si alguien pronunciara esta palabra, le mato».
Una flota inglesa llegó en auxilio de la ciudad; pero encontrando el dique bien custodiado, se fué. Ya no quedaba nada que comer. Los ricos compraban a gran precio carne de caballo, de mulo, de perro; los pobres comían hierba, mariscos y pedazos de cuero cocido. Muchos salían de la ciudad e iban a rendirse; pero se ahorcaba a algunos y los demás eran otra vez enviados a la Rochela. Los defensores, debilitados por el hambre, no tenían ya fuerzas para sostener las armas. Por último se rindió la ciudad. El rey prometió una amnistía y la libertad del culto protestante (1628).
Luis XIII hizo luego una expedición contra los protestantes a las Cevennas, país de montañas desprovisto de caminos. Sitió la pequeña ciudad de Privas, la obligó a rendirse y, para asustar a las gentes del país, la destruyó y mandó ahorcar o enviar a galeras a los defensores.
Cuando todo el país quedo sometido, Luis XIII promulgó el edicto de Alais (1629). Dejaba a los calvinistas el derecho de celebrar su culto, pero les quitaba todas sus plazas y les prohibía tener asambleas. Los protestantes no podían ya resistirse a las decisiones reales.