Historia IX:Los tratantes
Mazarino continuó la guerra. Asistió a los grandes éxitos del ejército francés que llevaron a la paz de Westfalia (véase Capítulo X). La guerra costaba mucho, y Richelieu había dejado la Hacienda, completamente arruinada, comprometidos de antemano los ingresos.
Mazarino confió el cuidado de encontrar dinero a un italiano, Particelli, al que hizo marqués de Émeri y nombró inspector, luego superintendente de Hacienda. Era un hombre hábil, pero de mala reputación. Se le había condenado, dícese, por quiebra fraudulenta.
El gobierno, hasta entonces, no había arrendado más que los impuestos indirectos, y percibía por sí mismo los directos. Pero como necesitaba dinero contante renunció a cobrar hasta la talla. Hizo contratos con negociantes que tenían dinero y les vendió el derecho de percibir la talla. Los capitalistas se llamaron tratantes o financieros, y se les llamaba también asentistas, porque el Estado les vendía en montón cargos, con derecho a irlos revendiendo uno por uno (lo que se llamaba «poner en partida»).
Los tratantes ganaban sumas enormes y ostentaban lujo de grandes señores. Tenían en París los mejores trenes y los hoteles más suntuosos: el hotel Lambert, el hotel Feydeau. Montaron, al cual Corneille dedicó Cinna -y al que llama Monseñor y compara con el emperador Augusto-, había sido soldado y se había hecho tratante. Sentaba a los príncipes a su mesa.
Aquellos financieros, que ni siquiera eran nobles, compraban tierras y títulos y se casaban con las hijas de los grandes señores. Parecía escandaloso que tales advenedizos fueran más ricos que los grandes señores del reino. Había, pues, gran irritación contra los financieros, y contra Mazarino que los protegía.