Historia VII:Advenimiento de Isabel

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Capítulo 7 – Inglaterra en tiempo de Isabel
Advenimiento de Isabel

de Charles Seignobos


El pueblo inglés, en diez años, había cambiado tres veces de religión. Inglaterra había sido cismática con Enrique VIII, protestante con Eduardo VI, católica con María Tudor.

Cuando murió esta última (1559), de toda la familia real de los Tudores no quedaba más que una doncella, Isabel, hija de Enrique VIII y de Ana Bolena. Los católicos no la reconocían como heredera legítima, porque su madre no había sido reina sino después del divorcio de Enrique VIII.

Isabel no había sido educada para reina. Era muy niña cuando su madre fué ejecutada; primero quedó abandonada, luego una de las mujeres de su padre se interesó por ella y la hizo educar, pero dentro de la religión protestante. Su hermana María, que no le tenía cariño, mandó que la encerrasen en la Torre, luego le dió libertad y la envió a un viejo castillo. Isabel estaba leyendo debajo de una encina en el parque de Hatfield cuando fueron a decirle que era reina. Tenía entonces veinte años. Tomó inmediatamente como secretario a uno de sus vecinos, un señor experimentado e inteligente, Cecil, que hasta morir siguió siendo su primer ministro.

Fué inmediatamente a Londres y asistió al entierro de María Tudor, que hicieron obispos católicos, pero se hizo coronar por un obispo protestante que ofició en latín y en inglés. El Parlamento estaba reunido y le suplicó que se casara para asegurar la sucesión al trono, pero no quiso.



Isabel comprendía que su situación era peligrosa. No tenía ejército para defenderse y temía al rey de España, que era viudo de la reina anterior. No se manifestó claramente, durante varios años hizo concebir esperanzas a Felipe II de que se haría católica, y aun de que se casaría con él. María Estuardo, reina de Escocia, era la heredera de la corona de Inglaterra, pero, aun cuando católica, Felipe II no deseaba verla en el trono inglés, porque era prima de los duques de Guisa, príncipes franceses cuya influencia le causaba temores.

Inglaterra estaba todavía en guerra con Francia. No tenía dinero y para proporcionárselo se había alterado el valor de la moneda. Los protestantes acababan de ser perseguidos, pero el catolicismo no se había restaurado por completo y los ingleses no sabían cuál era su religión.

Isabel, ayudada por sus consejeros, sorteó con prudencia todas estas dificultades. Hizo la paz con Francia, abandonó Calais y renunció a intervenir en el continente. Hizo un empréstito y restableció la buena moneda.