Historia VII:Lucha contra España
Felipe II había esperado que Isabel se convertiría al catolicismo. Pero como la Iglesia anglicana se consolidaba y los protestantes eran cada vez más numerosos, los católicos perdieron la paciencia.
Los grandes señores católicos del Norte quisieron obligar a Isabel a reconocer como heredera a María Estuardo. Sublevaron a los habitantes católicos del país y se apoderaron de la villa de Durham. En ella se celebró públicamente la misa católica, por última vez, en Inglaterra (1569). Isabel no quiso gastar dinero para alistar un ejército. Pero los nobles protestantes sofocaron la rebelión y se indemnizaron apoderándose de las tierras de los católicos vencidos. El Papa excomulgó a Isabel y declaró a sus súbditos desligados del juramento de fidelidad (1570).
Los protestantes, que formaban la mayoría del Parlamento inglés, respondieron haciendo aplicar las leyes contra los católicos. Se empezó a tratarlos como enemigos del reino, porque se negaban a reconocer a Isabel como reina legítima. El Parlamento aprobó una ley que declaraba culpable de alta traición al que atacase a la reina con actos o con palabras.
Se hacía juzgar a los acusados por un tribunal extraordinario constituido por miembros del Gobierno, la «Cámara estrellada», llamada así porque se reunía en una sala cuyas paredes estaban adornadas con estrellas. En contradicción con las costumbres inglesas, este tribunal sometía a tormento a los acusados. Los condenados eran divididos en cuatro trozos. El Parlamento habría querido también ejecutar a María Estuardo. La reina se negó.
No simpatizaba Isabel con Guillermo de Orange, pero sus ministros la decidieron a enviar auxilios a los rebeldes de los Países Bajos. Se enamoró entonces del hermano del rey de Francia, el duque de Anjou, joven feo y mal conformado, vanidoso, que tenía veinte años menos que ella. Le escribió cartas amorosas y hasta preparó la boda.
Los católicos intentaron entonces desembarazarse de Isabel. El Papa y el rey de España enviaron una pequeña expedición a Irlanda para sublevar a los irlandeses, que habían seguido siendo católicos. Fué hecha prisionera y pasada a cuchillo.
Los Guisas intentaron que Escocia atacase a Isabel. Después de la marcha de María Estuardo, los escoceses habían reconocido rey a Jacobo, un niño, y los nobles católicos y los nobles protestantes disputaban con motivo de su tutela. Un jesuita escocés, enviado por el Papa, llegó a París para ponerse de acuerdo con un enviado de María Estuardo y con los Guisas. Pero Felipe II dudaba en combatir a Isabel, por celos de los Guisas, que apoyaban a María Estuardo.
Acababan los católicos de fundar un colegio en Douai que a la sazón era del rey de España, y en el que se preparaban jóvenes ingleses para servir como misioneros católicos. Veinticuatro habían recibido ya las órdenes en 1577. Aquellos sacerdotes iban a Inglaterra a celebrar la misa, lo cual estaba prohibido bajo pena capital, y los que caían presos eran ahorcados o divididos en cuatro trozos. El Gobierno inglés estableció penas contra todo católico que presenciara la misa o no asistiera al culto protestante. Una ley condenó a la picota y a la pérdida de las orejas al que pronunciase palabras sediciosas o propagara rumores contra la reina (1581).
El rey de Escocia, Jacobo, se escapó del poder de los señores protestantes que le guardaban, mandó ejecutar a algunos de ellos y trató con el Papa. Los católicos ingleses creyeron llegado el momento de desembarazarse de Isabel. Un católico que quería matarla fué detenido y sometido a tormento, y delató un complot para hacer que los españoles invadieran Inglaterra. Isabel despidió entonces al embajador de España. El Gobierno inglés creó una asociación cuyos miembros juraban, si la reina era muerta, matar «a la persona por la cual había sido perpretado el crimen», es decir, a María Estuardo (1584).
Cuando Felipe II hubo reconquistado Bélgica (véase Historia Moderna - Capítulo 6), y la guerra hubo empezado de nuevo en Francia, los católicos ingleses tramaron una conspiración para matar a Isabel y dar la corona a María Estuardo con ayuda de los españoles. Unos espías descubrieron el complot, y se supo que María le había aprobado. Los conjurados pagaron con la vida (1586). El Gobierno inglés decidió ejecutar a María Estuardo.
Isabel tenía prisionera a María Estuardo hacía dieciocho años, sin permitir que fuera juzgada, porque era reina. Fué traslada a una fortaleza y allí se la juzgó (1586). Se defendió bien y declaró no haber tenido nunca conocimiento del complot. Fué condenada a muerte.
Isabel aparentó, al principio, no poder decidirse a que fuera ejecutada, luego firmó la sentencia. María Estuardo fué decapitada. En el cadalso manifestó que tenía la satisfacción de morir «pro la Iglesia católica, apostólica y romana». Isabel aparentó irritarse con los autores de la ejecución y vistió de luto (1587).