Historia Verdadera del México Profundo/7

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​Historia Verdadera del México Profundo​ de Guillermo Marín Ruiz
Los Toltecas

7. LOS TOLTECAS.

Por lo general los que han escrito la historia del México antiguo son los extranjeros, quienes desde una visión eurocéntrica y una inexplicable y supuesta superioridad cultural, siempre han juzgado nuestras diferencias con la cultura europea como deficiencias. Lo que no es como ellos, resulta inferior a su juicio. Este prejuicioso estudio de nuestra historia ha sido “parcelado” como botín científico personal de cada uno de los investigadores extranjeros y de sus discípulos mexicanos. De este modo se mantienen conceptos como “la civilización azteca, la civilización maya, la civilización zapoteca”, como si fueran estructuras culturales y civilizatorias diferentes.

“Se olvida que una cultura forma una unidad orgánica y que, por ello, debe estudiarse desde su centro y no desde uno de sus aspectos periféricos. El concepto de la vida es el <centro> de toda cultura. Son ante todo las ideas acerca del origen, el sentido y la perennidad de la existencia humana las que nos revelan el genio particular de una cultura. Estas ideas son el resultado de una forma de conciencia existencial del hombre en el cosmos; ésta es la causa de que sufran sólo superficialmente la acción erosiva del tiempo.” (Mircea Eliade. 1962)[1]

La cultura dominante no se ha tratado de explicar integralmente, no sólo la civilización del Anáhuac, sino las culturas indígenas de toda América como una sola civilización continental, con una multiplicidad de culturas en tiempo y espacio, pero todas unidas sólidamente por una matriz filosófico cultural. De esta manera se han estudiado por extranjeros y sus discípulos mexicanos, cada una de las culturas como ínsulas de investigación y no, como un macro proyecto civilizatorio que ha conjuntado a muchos pueblos y culturas del continente Americano a lo largo de ocho milenios.

“En verdad muchos de los toltecas
eran pintores, escribanos de códices, escultores,
trabajaban la madera y la piedra,
construían casas y palacios,
eran artistas de pluma, alfareros...”
“Los toltecas eran muy ricos,
eran felices,
nunca tienen pobreza ni tristeza...”
“Los toltecas eran experimentados,
acostumbraban dialogar con su propio corazón.
Conocían experimentalmente las estrellas,
Les dieron sus nombres.
Conocían sus influjos,
Sabían bien cómo marcha el cielo,
Cómo da vueltas...”
(informantes de Sahagún)[2]

La historia antigua de México se puede entender más fácilmente, como la evolución compartida de los pueblos del Cem Anáhuac, con tres grandes períodos: Preclásico, Clásico y Postclásico. Y con tres culturas, todas hijas de la misma civilización, que influyeron o fueron las más representativas del desarrollo de cada período, pero no las únicas. Para el Preclásico fue la cultura olmeca, para el Clásico la cultura tolteca, y para el Postclásico la cultura mexica o azteca.

“Paradigma de cualquier otra Tollan (Ciudad N. A.), era para los mexicanos lo que se sabía a cerca de Teotihuacán. Sus grandes edificaciones les parecían hechas por gigantes y así hablaron de ellas con asombro, al igual que las calzadas y otros recintos de la ciudad. En Teotihuacán había alcanzado máximo esplendor una yuhcatiliztli, <existir de un modo determinado>, que fue auténtica Toltecáyotl, obra de los sabios que allí gobernaron, <los conocedores de las cosas ocultas, los poseedores de la tradición, los fundadores de pueblos y señoríos...>.” (Miguel León Portilla. 1980)

El período clásico y los toltecas representan el momento de mayor esplendor en el México antiguo. Los toltecas a partir de Teotihuacán difunden los conocimientos de la Toltecáyotl a todos los centros de investigación del Anáhuac. Esto se ve confirmado por la influencia teotihuacana en los vestigios arqueológicos de las construcciones, cerámica y frescos del clásico en el universo cultural que conformaban el Anáhuac. Los toltecas expandieron su sabiduría en todo el Cem Anáhuac y dieron a la civilización su mayor punto de apogeo. Estos más de mil años de esplendor no estuvieron basados en hechos de armas, pues existió una paz total. Tampoco fue producto de una dominación económica, pues el uso de cacao como instrumento de cambio y el auge del comercio se dio con los aztecas en el periodo decadente. Se entiende más como un proceso de elevada producción del conocimiento y su expansión a todos los confines de aquel mundo.

“Pero más bien indican que la raíz de todas las religiones [filosofías N. A.] mesoamericanas es la misma, y no que Teotihuacán haya impuesto sus dioses sobre los dioses de las otras naciones. Es, sin embargo, curioso, por ejemplo, que la influencia o la conquista teotihuacana al fin de Monte Albán II, aparezca en esa cultura una proliferación de dioses antes no conocidos y que gran parte corresponden a los dioses teotihuacanos. Lo mismo parece suceder en Guerrero y posiblemente en Veracruz.” [Ignacio Bernal. 1965.][3] Lo que es más posible es que los toltecas, más que una “cultura”, fue un grado de conocimiento de los hombres y mujeres sabios del milenario México antiguo y que Teotihuacán, fue el centro generador e irradiador de la Toltecáyotl a todo el Cem Anáhuac.

Sorprende hoy en día, encontrar a pueblos como los tacuates en Oaxaca o los mayas en la península de Yucatán y no encontrar al pueblo tolteca en el mosaico étnico del país.

En la misma memoria histórica del Cem Anáhuac, se reconoce a los toltecas como los precursores de la sabiduría y el conocimiento ancestral.

"Cuando aún era de noche,
cuando aún no había día,
cuando aún no había luz,
se reunieron,
se convocaron los dioses
allá en Teotihuacán."

'Los toltecas llevaron ventaja
en todo tiempo,
hasta que vinieron a acercarse a la tierra chichimeca.
Ya no se puede recordar
cuanto tiempo anduvieron.
Vinieron del interior de las llanuras,
entre las rocas.
Allí vieron siete cavernas,
e hicieron esas cuevas templos,
su lugar de súplicas.
Y los toltecas
iban siempre por delante."

[Informantes de Sahagún.]

“Sorprende no encontrar antecedentes de los principales factores de una civilización cuyas normas en esencia, quedarán intactas hasta la Conquista española. Pero si es difícil admitir que rasgos culturales -como algunas características arquitectónicas, la orientación de sus edificios o las particularidades de su escultura y pintura- hayan podido desde su nacimiento asumir un carácter definitivo, más difícil aún es imaginar la aparición, en un estado de desarrollo perfecto, del sistema de pensamiento que está en su base.” (Laurette Séjourné. 1957)[4]

Si la llamada cultura olmeca es la cultura Madre, la cultura tolteca representó el florecimiento de la sabiduría del México antiguo y resulta el legado más valioso de Los Viejos Abuelos, así como para Europa fue el periodo grecolatino. Después de su misteriosa y hasta hoy, inexplicable desaparición, los pueblos que les sucedieron en el período Postclásico, siempre trataron de situar el origen de sus linajes en los toltecas. Los toltecas y Quetzalcóatl son la expresión de la sabiduría y la espiritualidad más profunda de nuestra civilización.

“Como Quetzalcóatl enseña que la grandeza humana reside en la conciencia de un orden superior, su efigie no puede ser otra que el símbolo de esa verdad y las plumas de la serpiente que lo representan deben hablarnos del espíritu que permite al hombre -al hombre cuyo cuerpo, como el del reptil, se arrastra por el polvo- conocer la alegría sobrehumana de la creación, constituyendo así un canto a la soberana libertad interior. Esta hipótesis se ve confirmada, además, por el simbolismo náhuatl, en el cual la serpiente figura a la materia -su asociación con las divinidades terrestres es constante- y el pájaro, al cielo. El Quetzalcóatl es entonces signo que contiene la revelación del origen celeste del ser humano... Así, lejos de implicar groseras creencias politeístas, el término Teotihuacán evoca el concepto de la

divinidad humana y señala que la ciudad de los dioses no era otra cosa que el sitio donde la serpiente aprendía milagrosamente a volar; es decir, donde el individuo alcanza la categoría de ser celeste por la elevación interior.” (Laurette Séjourné. 1957)

En efecto, uno de los grandes misterios de la historia, no sólo del México antiguo, sino de la humanidad misma, fue la inexplicable y asombrosa desaparición de los toltecas en todo el Anáhuac en menos de una generación.

No se sabe por qué lo hicieron, pero a mediados del siglo IX d.C. fueron destruidas piedra sobre piedra las centenarias construcciones y cubiertas totalmente de tierra. Este fenómeno no fue un hecho aislado o regional. Por el contrario, fue una acción coordinada y concertada en todos los centros de conocimiento que hoy llamamos “zonas arqueológicas”. De Norte a Sur y de Este a Oeste. En menos de 50 años fueron desapareciendo y lo que también resulta asombroso, es que no existen huellas arqueológicas de una migración y mucho menos aparecen en otro lugar del Anáhuac. Literalmente los seres humanos que vivían en lo que hoy llamamos zonas arqueológicas desaparecieron sin dejar rastro alguno y los especialistas le llaman el Colapso del Clásico Superior.


  1. Mircea Eliade (Bucarest, Rumania, 9 de marzo 1907 - Chicago, Estados Unidos, 22 de abril 1986) fue un filósofo, historiador de las religiones y novelista rumano. Hablaba y escribía con corrección en ocho lenguas: rumano, francés, alemán, italiano, inglés, hebreo, persa, y sánscrito. Formó parte del Círculo Eranos. Estudió el bachillerato en Bucarest y posteriormente Filosofía en la misma ciudad, licenciándose con un estudio sobre la filosofía en el Renacimiento italiano, para lo que viajó a Italia y entró en contacto con Giuseppe Tucci (experiencias que recogió en las novelas autobiográficas Novela del adolescente miope y Gaudeamus); Tucci le puso en contacto con el que sería su gran mentor, Surendranath Dasgupta; se trasladó a la India y estudió la lengua, el pensamiento y la tradición religiosa del hinduismo. De 1932 a 1940 enseñó en Bucarest. En 1940 se le nombró agregado cultural de la embajada de Rumania en Londres y posteriormente en Lisboa.
  2. Bernardino de Sahagún es el nombre adoptado por Bernardino de Rivera, Ribera o Ribeira (Sahagún, León, España ca. 1499-Ciudad de México, 5 de febrero de 1590) al hacerse fraile franciscano. Es el autor de un número de obras en náhuatl y español, consideradas hoy entre los documentos más valiosos para la reconstrucción de la historia de México antiguo antes de la llegada de los conquistadores españoles. Hacia 1520 se trasladó a Salamanca para estudiar en su Universidad, por entonces un centro de irradiación del Renacimiento en España. Allí aprendió latín, historia, filosofía y teología. Hacia mitad de la década, decidió entrar en la orden franciscana, ordenándose probablemente hacia 1527. Dos años después, en 1529, partirá hacia la recién conquistada Nueva España (México) en misión con otra veintena de frailes, encabezados por fray Antonio de Ciudad Rodrigo.
  3. Ignacio Bernal y García Pimentel (París, Francia, 13 de febrero de 1910 - Ciudad de México, 24 de enero de 1992) fue un antropólogo, investigador, doctor en arqueología y académico mexicano. Hijo de padres mexicanos, Rafael Bernal Bernal y Rafaela García Pimentel quien era hija de Luis García Pimentel y nieta de Joaquín García Icazbalceta. Realizó sus primeros estudios en el Colegio Franco Inglés de la Ciudad de México y en el Loyola College de los jesuitas en Montreal. Estudió Jurisprudencia en la Escuela Libre de Derecho de la Ciudad de México, después de incursionar durante varios años en diferentes negocios, decidió ingresar a la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1946, obtuvo la maestría en Ciencias antropológicas y en 1949 el doctorado en Arqueología en la Universidad Nacional Autónoma de México. Después de haber realizado diversas investigaciones y ejercido diferentes cargos directivos, en 1975 obtuvo la maestría en artes por la Universidad de Cambridge en Inglaterra.
  4. Laurette Séjourné (1911–25 de mayo de 2003) fue una arqueóloga y etnóloga. Nacida en Italia, de una familia francesa, más tarde en su vida se naturalizó ciudadana mexicana. Durante los años 50 trabajó para el INAH (Instituto Nacional de Antropología e Historia), excavando en Teotihuacán. Publicó varios libros de cosmología y religión náhuatl, incluyendo Agua hirviente: Pensamiento y Religión en el México Antiguo. Su trabajo principal fue sobre la figura de Quetzalcóatl. Además, sostuvo que Teotihuacán era la legendaria Tollan. El trabajo de Séjourné todavía es muy valorado por los especialistas, pero a algunas les preocupó que parte de su trabajo fuera adoptado por grupos esotéricos, que buscaban enseñanzas ocultas de las religiones prehispánicas. Eso es algo que la antropóloga nunca apoyó. Sus últimos años los dedicó a llevar educación a los pueblos indígenas del sur de México.