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Historia X:Intervención del rey de Suecia

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Capítulo 10 – Restauración católica en Austria
Intervención de rey de Suecia

de Charles Seignobos


El rey de Suecia, Gustavo Adolfo era joven y audaz. Se había criado con sencillez, pues no estaba destinado a ocupar el trono, y había conservado el hábito de vivir sin lujo, vestido como un simple hidalgo. Era luterano, practicaba su religión regularmente, y tenía confianza en Dios. Desde que había subido al trono, en 1612, había pasado todo el tiempo guerreando (véase capítulo XVII).

Cuando un ejército imperial llegó al Báltico, Gustavo Adolfo tuvo miedo de sr atacado y prefirió tomar la ofensiva. «Se debe, decía, trasladar el campo de la guerra a otro lugar que no sea Suecia, porque en parte alguna somos más débiles que en nuestro país». La asamblea de los Estados de Suecia manifestó también que era preferible «trasladar la carga de la guerra a un país enemigo».

Gustavo Adolfo no tenía dinero bastante para alistar un ejército. Pero todos los caballeros suecos tenían obligación del servisio de las armas a sus expensas y formaban una caballería. Para tener infantería se pidió a las parroquias que dieran hombres (véase capítulo XVII). Los habitantes dieron a los hombres vestidos, trajes sencillos de aldeano. Se les distribuyeron pieles de carnero, de modo que pudieran hacer campaña en invierno. Los herreros hicieron picas y mosquetes con el hierro proporcionado por las minas del rey.

Gustavo Adolfo partió con 13.000 hombres y acabó por tener 40.000, de ellos 30.000 infantes. Al contrario de lo que ocurría en los ejércitos de aquella época, los mosqueteros eran más numerosos que los piqueros. Para aligerar la carga que llevaban, Gustavo Adolfo les dió un mosquete más corto y un morral de menos peso para que pudieran llevar los cartuchos. Suprimió la horquilla que el mosquetero llevaba al costado y que clavaba en el suelo para apoyar el mosquete. Los infantes suecos no quemaban para saquear, eran honrados campesinos, habituados a una existencia ordenada, que combatían para servir a su rey. No llevaban consigo mujeres ni criados. Asistían regularmente al culto luterano que celebraban sus pastores. Gustavo Adolfo les proporcionaba víveres y les prohibía saquear el país. Aquel ejército, mejor disciplinado y más apto para los movimientos, hacía operaciones más rápidas que los demás y no interrumpía la campaña cuando llegaba el invierno.

El ejército sueco desembarcó en Pomerania. Gustavo Adolfo se hincó de rodillas y recitó una oración. Luego, para dar ejemplo a sus soldados, cogió un pico y empezó a cavar el foso de los atrincheramientos. En Stettin, asistió al oficio luterano en el castillo, vestido con traje gris y sombreso sin pluma, y fué notada su devoción.

El rey de Suecia empezaba la guerra sin aliados. Los príncipes luteranos de Alemania del Norte no se atrevían a unírsele y preferían tratar con el emperador. El Elector de Brandeburgo le mandó a decir que retirase sus tropas. Gustavo Adolfo respondió: «No quiero oir hablar de ninguna clase de neutralidad. Su Grandeza deber ser amigo o enemigo. Aquí combaten Dios y el diablo. Si su Grandeza quiere estar con Dios, póngase a mi lado; si quiere estar con el diablo, es preciso que combata contra mí». Obligó a los príncipes luteranos de Pomerania, de Brandeburgo y de Sajonia a aliarse con él.

Richelieu, que gobernaba en Francia, se inquietaba desde hacía tiempo por los éxitos del emperador y trabajaba para contenerle, apoyando a sus enemigos. —A Italia había enviado tropas en auxilio del nuevo duque de Mantua (1628)— Había hecho que las tropas imperiales fueran arrojadas de la Valtelina. Un enviado francés fué al campamento de Gustavo Adolfo y firmó un tratado de alianza. Francia prometió dar al rey de Suecia 400.000 escudos anuales (enero de 1631).