Ir al contenido

Historia XIII:Guillermo III

De Wikisource, la biblioteca libre.
← Historia XIII:Revolución de 1688


La revolución se había hecho en Inglaterra sin guerra civil. Pero Guillermo III estaba comprometido en una guerra con Luis XIV, y Francia apoyó a Jacobo II. Los católicos le permanecieron fieles, y se negaron a reconocer a Guillermo. La guerra comenzó en Escocia y en Irlanda.

En Escocia, los montañeses católicos habían tomado partido por Jacobo e ido contra los protestantes que habían reconocido a Guillermo. Atacaron al pequeño ejército de Guillermo y le pusieron en fuga (1689). Pero su general fué muerto y se volvieron a sus montañas. El gobierno distribuyó dinero entre los jefes de clanes, que se sometieron uno a uno.

Una flota francesa llevó a Jacobo con un pequeño ejército francés a Irlanda. Los irlandeses católicos le recibieron y le proclamaron rey de Irlanda (1689). No quedaron en la isla en poder de los ingleses más que algunas ciudades fortificadas, que defendían los protestantes. La guerra duró cerca de dos años.

Por ultimo, Guillermo en persona fué a Irlanda con un ejército inglés. Jacobo II intentó detenerle en el riachuelo Boyne, cerca de Dublín. Cada uno de los dos ejércitos estaba compuesto, en parte, de franceses. Jacobo tenía una tropa enviada por Luis XIV, Guillermo tenía emigrados hugonotes, que mandaba un francés, el viejo mariscal Schomberg. El ejército de Guillermo atravesó el río y atacó. El irlandés, que formaban sobre todo aldeanos, se desbandó. Sólo los franceses resistieron (1690). La batalla del Boyne decidió la guerra, el ejército de Guillermo sometió toda Irlanda, y Jacobo se refugió otra vez en Francia.

Un Parlamento protestante, reunido en Dublín, dictó leyes contra los católicos. —Se desterraba de Irlanda a todos los sacerdotes católicos, y el que volviese debía ser condenado a muerte.— Cuando moría un propietario católico, la herencia debía darse a aquel de sus hijos que se hiciera protestante. No quedaron en Irlanda más católicos que los campesinos, y todos los propietarios fueron ingleses o escoceses.

Guillermo III habría querido establecer en Inglaterra la tolerancia para todas las sectas protestantes. Pero el Parlamento mantuvo la obligación de asistir al servicio de la Iglesia anglicana. Se limitó a aprobar una ley que eximía a los miembros de ciertas sectas protestantes de las penas en que incurrían por haber asistido a otro culto.

Todos los eclesiásticos de la Iglesia anglicana hubieron de jurar fidelidad a los nuevos soberanos. Siete obispos se negaron a hacerlo y fueron destituídos y reemplazados por prelados partidarios de la revolución y de la tolerancia.