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Historia de la Ciudad de Guatemala/Tratado V

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


TRATADO QUINTO.
DE LAS PROVINCIAS SITUADAS ÁCIA LA MAR DEL NORTE.


Como se advirtió en la geografía, en las costas de la Mar del Norte y en lo que hace la parte Septentrional del Reino de Guatemala, se hallan las provincias de la Verapaz con el partido del Peten: la de Chiquimula, la de Comayagua, la de Nicaragua y la de Costa-Rica; y de ellas hemos de hablar en este tratado.




CAPITULO 1.º
De la conquista de la Verapaz, Acalá y el Manché.

Estableciéronse en esta ciudad los Religiosos de Santo Domingo, Fr. Bartolomé de las Casas, Fr. Pedro de Ángulo, Fr. Luis Cáncer y Fr. Rodrigo de Ladrada, por los años de 1536 (Remesal, lib. 5º cap. 7, 9, 10 y 11). El P. Fr. Bartolomé de las Casas, Vicario de este Convento, habia escrito algunos años antes un tratado que intituló: De unico vocationis modo, en que establece, con gran copia de erupcion, que la Divina Providencia no ha instituido otro medio para llamar á la fé Católica á los predestinados, que la predicacion del Evangelio, por la cual se persuade el entendimiento y se atrae é inclina la voluntad á abrazar la doctrina y ley de Jesucristo. Por consiguiente, no es medio á propósito para este efecto, antes muy contrario, el hacer guerra á los que se pretenden convertir á la Fé Católica: de donde se sigue que no se puede declarar guerra justamente, por este fin á personas que nunca han sido subditas del Imperio cristiano, ni han hecho daño ó injuria á los católicos. Este sistema fué visto generalmente como quimera, y asi, cuando su autor lo proponía y se esforzaba á probarlo, ya en el pulpito, ya en conversaciones privadas, lejos de rendirse á sus razones, se reian y burlándose de este V. Religioso, le decían que probase con la obra lo que se había empeñado á persuadir con la palabra: teniendo por cierto que el mal éxito lo desengañaría.

Mas el P. Fr. Bartolomé, firme en su sentir, sin el menor temor, ni cobardía alguna, admitió la propuesta. Hallábase por este tiempo sin conquistar la provincia de Tezulutlan, que los Españoles llamaban tierra de guerra, porque tres veces que la habian acometido por armas, fueron vigorosamente rechazados; pero que el Emperador Carlos V intituló la Verapaz, porque por sola la predicación del evangelio recibieron sus naturales la fé de Jesucristo: esta región que los Españoles no habian podido sugetar por armas, se obligó á reducir á la religión cristiana Fr. Bartolomé de las Casas, sin mas arma, que la espada de dos filos de la palabra divina. Pero antes de dar principio á esta empresa, se convinieron los Religiosos de Santo Domingo con el Gobernador de este Reino, Licenciado Alonso de Maldonado, que las provincias que por su industria se redujesen á la obediencia del Rey Nuestro Señor no se habian de poder encomendar á ningún particular, sino que se habian de poner en cabeza de S. M. y que ningún Español había de entrar en dichas tierras en el término de cinco años. Todo lo cual prometió cumplir el referido Gobernador y firmó convenio, en 2 de Mayo de 1537; y S. M. lo confirmó en cédulas de 17 de Octubre de 1540 y 1º de Mayo de 1545.

Hecho este concierto y encomendado el negocio á Dios, determinaron los espresados Religiosos componer unas canciones en la lengua del Quiché, en que se referia la creación del mundo, caida de Adán, la Redención por medio de la venida del hijo de Dios y los principales misterios de su vida, pasión y muerte. (Remesal, lib. 3º cap. 15, 16, 17 y 18). Estas coplas hicieron que las aprendiesen cuatro indios cristianos, que comerciaban con los de Sacapulas y el Quiché, en donde habiéndolas oido cantar el Cacique principal de aquella tierra, que despues se llamó Don Juan, les pidió le esplicasen por menor aquellas cosas que cantaban, tan nuevas para él. Los indios se escusaron de hacerlo por su ignorancia y le dijeron que eso solo los Padres podrían hacerlo; pero que estos eran tan buenos, que si los enviaba á llamar, vendrían á esplicarle aquellos misterios. Animado el Cacique con estos informes, mandó á un hermano suyo con varios presentes para los Padres, suplicándoles viniesen á declararle todo lo que se contenia en las canciones de los indios mercaderes. Recibieron los Religiosos á este embajador con mucho agrado y determinaron fuese con él Fr. Luis Cáncer. Saliólo á recibir con gran veneracion el Cacique, hasta la entrada del pueblo, é instruido en los misterios de nuestra religion, abrazó con todas veras la fé de Jesucristo, quemó sus ídolos y él mismo se hizo predicador del evangelio á sus vasallos.

Volvía el P. Fr. Luis Cáncer á Guatemala y con las buenas noticias que trajo, llenos de gozo y alegría los Padres Fr. Bartolomé de las Casas y Fr. Pedro de Ángulo, partieron para el Señorío del Cacique Don Juan, por el mes de Diciembre de 1557: visitaron toda aquella comarca y pasaron á la provincia de Tezulutlan, donde fueron bien recibidos; y habiendo reconocido parte de ella, volvieron á casa de Don Juan. En este tiempo trataron los Religiosos de juntar á los indios en pueblos; pues viviendo dispersos no se podían doctrinar, ni civilizar: con esta mira se empeñaron en fundar pueblos y de pronto, aunque con grandes trabajos y oposiciones, ayudados del Cacique Don Juan, consiguieron establecer el pueblo de Rabinal. Dado este paso con prosperidad, se fueron internando en la provincia y llegaron hasta Coban; y en todas partes eran muy bien recibidos de los indios.[1] Asegura Fr. Bartolomé de las Casas, en su historia apologética, que en ninguna parte de las Indias halló repúblicas mas bien ordenadas y de mejores leyes, que en este partido. Asi criados los indios de la Verapaz bajo una legislacion racional, reducidos á pueblos, instruidos y catequizados en los dogmas de la religion católica, abrazaron la fé de Jesucristo y se sujetaron á la obediencia del Rey de España; y esto no solo los pueblos vecinos á esta comarca, como Rabinal y Coban, sino aun los mas remotos, como Cahabon.

Concluida la conquista de la Verapaz, emprendieron los Religiosos de Santo Domingo la de la provincia de Acalá. Por los años de 1552 el P. Fr. Tomás de la Torre, Vicario general de dichos Religiosos, visitando los Conventos de la Orden, llegó al de Coban: á este tiempo ya sabia la lengua de los Alcaláes el P. Fr. Domingo Vico, el que en compañía del espresado Vicario general hizo la primera entrada en las tierras de los Alcaláes: predicóles la doctrina del Evangelio con tal espíritu y fervor que logró el que muchos de estos indios abrazasen la religion católica y entregasen multitud de ídolos, que se quemaron públicamente. Continuaron sus apostólicas tareas, instruyendo, catequizando y bautizando muchos Acaláes; pero habiendo tenido repetidos avisos, de que los indios infieles trataban de matar á los Padres, se salieron disimuladamente de la poblacion. Algún tiempo despues hizo segunda entrada en Acalá el P. Fr. Domingo, cojiendo siempre copiosos frutos de su predicación. Siendo Prior de Coban dicho Religioso, envió á visitar á los Acaláes á Fr. Alonso Vaylló y á otros Padres: no pasándose mucho tiempo sin que fuesen á predicarles los conventuales de Coban. Pasado el trienio de su Priorato, volvió el P. Vico á la provincia de Acalá, y trabajó mas de lo que se puede imaginar, en reducir á sus habitantes á que viviesen en pueblos, para que pudiesen ser doctrinados, no cesando este bendito Varón de procurar el bien espiritual de estos indios, hasta lograr, en premio de su zelo apostólico, la corona del martirio el dia 29 de Noviembre do 1555. El P. Remesal, de quien hemos tomado estas noticias, no vuelve á hablar de los Acaláes, después de la muerte de Fr. Domingo Vico, lo que nos hace creer que no se ha hecho otra tentativa, para conseguir su reducción.

Hállase también inmediata á la Verapaz la provincia del Manché, cuya reducción es como vamos á decir. (Remesal, lib. 11 cap. 18, 19 y 20). Como por lós años de 1570, vinieron algunos indios principales de esta nación al pueblo de Coban, y habiendo sido muy bien recibidos y acariciados del Señor Don Fr. Tomás de Cárdenas, Obispo de Verapaz, y de los Religiosos, acudian con frecuencia al pueblo de Cahabon, que es el mas cercano á sus tierras: con esta ocasión los Padres los instruían en los misterios de la fé católica, exhortándolos á que la recibiesen; mas ellos respondían que se verían en ello y lo pensarían. De esta manera se mantuvieron los indios del Manché indecisos en abrazar la religión cristiana, hasta el año de 1605. Por este tiempo se hallaba de Presidente el Doctor Alonso Criado de Castilla; y habiéndose juntado los Religiosos de Santo Domingo, á celebrar capítulo en el Convento de Sacapulas, les escribió encargándoles encarecidamente se tomase con empeño el negocio de la reducción del Manché. Tratóse con gran calor en este congreso sobre los medios que serían mas convenientes para efectuar la conversión de los espresados infieles; y de resulta de estas conferencias, se mandó al P. Fr. Juan de Ezguerra, que con la mayor presteza y eficácia entendiese en este negocio. El 25 de Abril de este año salió de Cahabon el referido P. Ezguerra, con el P. Fr. Salvador Cipriano, para el partido del Manché: llegaron al primer pueblo á 1º de Mayo, por lo que lo llamaron San Felipe: saliólos á recibir el Cacique y los regaló á su modo: lo mismo hicieron los principales de los otros pueblos que fueron visitando; y los Padres predicaron en todos, anunciándoles el Santo Evangelio; y habiéndolos reconocido, se volvieron á Cahabon. Por encargo del Señor Presidente trageron á Guatemala los Religiosos algunos de los Caciques de esta Comarca, y fueron muy celebrados y regalados de dicho Señor, vistiólos de seda, y dióles vestidos para sus mugeres; y este buen tratamiento condujo mucho, para que los indios perdiesen el miedo á los Españoles y se redujesen a la fé. Repitieron los citados Religiosos sus entradas en tierras del Manché, el año de 1604 por Febrero, y otros entraron por Mayo: á mas de esto tenían cuidado de enviar indios cristianos de Cahabon á los pueblos del Manché, a que instruyesen á sus moradores en la doctrina cristiana; y de esta suerte se fueron catequizando y bautizando los citados indios: de modo que el año do 1606 ya se contaban ocho pueblos reducidos á nuestra santa fé y á la obediencia del Rey de España, de no corto vecindario; pues el de San Miguel Manché tenia como cien casas, y otras tantas el de la Asunción Chocahaoc, el de Hixil doce, el de Matzin treinta y el de Yxuox veinticinco.




CAPITULO 2.º
De la Santa Iglesia de Verapaz y de los Obispos que tuvo.

Como vimos en el cap. 4º la Iglesia de Verapaz la fundaron y establecieron los Religiosos de Santo Domingo, y en sus principios estuvo bajo la jurisdicción del Obispo de Guatemala hasta el año de 1538, que habiéndose erigido el Obispado de Chiapa, se le adjudicó la Verapaz. Así permaneció hasta el año de 1559, en que el S. P. Paulo IV la erigió en Catedral. Fué su primer Obispo Don Fr. Pedro de Ángulo, natural de Burgos: el año de 1524 pasó á la América, y sirvió en la conquista y pacificación de algunas provincias de Nueva Espana: hallándose en este ejercicio, lo llamó el Señor para el estado Religioso y tomó el hábito en el Convento de Santo Domingo de Méjico. El año de 1556 vino á poblar el Convento de Guatemala, y puso los fundamentos á la Provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, y tuvo la mayor parto en la conquista de la Verapaz. El P. Fr. Tomas de la Torre, que lo trató por espacio de quince años, en el cap. 118 de la relación que hizo de los principios de esta provincia, habla de él en estos términos: Fr. Pedro de Ángulo, como el mas viejo, fué siempre Prelado: es hombre de gran zelo y perseverancia en lo bueno, infatigable en predicar y confesar, muy pobre y tan amigo del estudio, cuanto yo no he visto otro mas que él. En la información que S. M. mandó hacer para pedir las Bulas, fué uno de los testigos el Ilustrísimo Señor Don Francisco Marroquín, el que después de haber hecho los mayores elogios del Padre Fr. Pedro, concluye que ningún otro sugeto podrá cumplir como él las obligaciones de Obispo de la Verapaz. Llegó á Guatemala á principios del año de 1560 la noticia de la institución del Obispado de la Verapaz, y nombramiento de primer Obispo en el P. Fr. Pedro de Ángulo, junto con precepto del Rmo. P. Miro. General para que lo admitiese. Mas los Religiosos de esta Provincia eran de contrario dictámen, y hubo tal oposición, que para poner al electo en libertad, el Señor Presidente de esta Real Audiencia mandó se lo aderezase vivienda correspondiente en las Casas reales de Coban: allí aceptó el Obispado delante de Notario y testigos, el 21 de Abril de 1560. No cesando la contradicción, hubo de irse á Méjico el P. Ángulo, para evitar disgustos; y después de tan larga jornada, habiéndole llegado los despachos, y la cédula en que se le mandaba tomase el gobierno de su Obispado, ínterin venían las Bulas, se regresó á la Verapaz. Tuvo necesidad de venir á Guatemala, á negocios que se le ofrecieron, y de paso por el pueblo de Salamá, habiendo dicho misa y predicado, murió repentinamente el miércoles después de Pascua del año de 1562, antes de consagrarse.

El segundo Obispo de la Verapaz fué Don Fr. Pedro de la Peña: nació en Cobarrubias, lugar del Arzobispado de Burgos, tomó el hábito de Santo Domingo en el Convento de San Pablo de Burgos, y profesó á 5 de Marzo de 1540. Vino á la Provincia de Méjico, en la que, habiendo servido varios oficios con honor, fué electo Provincial el año de 1559. Nombrado Obispo de Verapaz, vino á servir su Iglesia, y advirtiendo la cortedad del distrito de su Diócesi, suplicó al Supremo Consejo de las Indias, se le agregasen los partidos de Sacapulas, Soloma, Sacatepequez de los Mames y Soconusco; y en efecto el Consejo mandó se hiciese lo que pedia el Obispo. Mas habiéndose hecho oposición á dicha segregación de Provincias del Obispado de Guatemala, por parte del Procurador general de esta ciudad, como consta de su carta de 7 de Mayo de 1564, se consiguió que S. M. revocase la determinación del Consejo. Promovido al Obispado de Quito, pasó a Lima á asistir al Concilio que se celebraba en esta ciudad, y murió en ella á 7 de Marzo de 1583. Pero esta promoción del Señor Peña al Obispado de Quito no pudo ser el 28 de Febrero de 1565, como quiere el Maestro Gil González Dávila, porque habiendo muerto el Señor Ángulo, como el mismo Autor asegura, por Pascua de 1562, á penas pudo ser nombrado dicho dia Obispo de Verapaz. Igualmente padeció equivocación dicho Gil González en poner por tercer Obispo á Don Fr. Antonio de Hervias, y por cuarto á Don Fr. Tomás de Cárdenas; porque si como él dice, fué presentado el Señor Cárdenas para Obispo de Verapaz el año de 1565, sería necesario que en tres años hubiese en dicha Diócesis tres Obispos, y que estos hubiesen venido de muy lejas tierras, cuando vemos al presente, que en solo venir los despachos y bulas se pasan dos años. Asi, siguiendo al P. Remesál,

El tercer Obispo de Verapaz fué Don Fr. Tomás de Cárdenas, del Orden de Predicadores, natural de la Ciudad de Córdova, é hijo del Convento de San Pablo de dicha ciudad: profesó el 7 de Junio de 1551. Vino á esta provincia de Guatemala el de 1555, y trabajó con gran zelo y aplicación en la conversión de los indios: sirvió los primeros oficios de la provincia, como Prior de Guatemala, Definidor y otros. Hallábase gobernando su provincia, cuando recibió la gracia del Obispado de Verapaz. Habiéndose consagrado, pasó á gobernar su Diócesis; mas no hizo novedad en el tenor de su vida: vivía en una celda del Convento de Coban, sin diferenciarse en nada de los otros Religiosos: con ellos iba al coro, al refectorio, y hacia los demás actos de comunidad. Habiéndose padecido una cruel peste en la Verapaz y con los muchos indios que murieron disminuidose mucho los tributos, los Oficiales reales ejecutaban á los vivos, para que pagasen el tributo de los muertos: viendo el Señor Obispo las estorsiones que se hacían á los indios, pagó por los muertos 500 pesos, para evitar los trabajos y lágrimas de los vivos; y aunque S. M. en cédula de 21 de Abril de 1577, reprende á sus Oficiales y manda que luego vuelvan al Obispo los 500 pesos; mas este santo Prelado los dejó en pago del tributo del año siguiente, De esta suerte gobernó su Obispado Don Fr. Tomas de Cárdenas, hasta el año 1580, que pasó á recibir el premio de su santa vida: enterróse en su iglesia de Coban.

El cuarto fué Don Fray Antonio de Hervias, también Religioso Dominico: nació en Valladolid, tomó el hábito en Salamanca, y profesó á 12 de Mayo de 1550. Pasó a las Indias y fué primer Catedrático de Teología en la Universidad de Lima. Presentado para Obispo de Verapaz, vino á su Iglesia, y hallando que su residencia en ella era de mucho disgusto para los Religiosos de su órden, determinó volverse á España, y fué promovido á la Catedral de Cartagena, por los años de 1584. Pasó á su nueva Iglesia, y murió en ella el año de 1590. Por su ascenso fué nombrado Obispo de Verapaz el R. P. Fr. Juan de Castro, de quien hemos hablado en el trat. 5º, cap. 5º de los preliminares; mas como á este tiempo estuviese en Filipinas, tratando de hacer entrada á la China, á predicar el Santo Evangelio en aquella región, no admitió la gracia que S. M, le hacia.

El quinto fué Don Juan Fernandez Rosillo, natural de Cartagena de Indias y Dean de su Iglesia Catedral: electo Obispo de Verapaz en 5 de Marzo de 1592 vino á su Diócesis; y como se hallase sin Catedral, ni casas episcopales, se desconsoló sobre manera, é informó de todo al Rey: S. M. le dio licencia para que cojiese la Iglesia que quisiese de su Obispado: presentada la cédula en la Real Audiencia, ordenó este Tribunal que tomase la Iglesia y Convento de Coban: en virtud de este auto pasó el Señor Obispo á Coban el año de 1595, y se apoderó de la referida Iglesia y Convento. Los Religiosos se pasaron al pueblo de San Juan, y dieron sus quejas al Rey, que mandó se volviese el Convento á los frailes, y se quedase el Obispo con la Iglesia. Así se mantuvieron, hasta el año de 1605, en que este Señor Obispo fué promovido á la Iglesia de Mechoacan, que sirvió año y medio, y murió el 21 de Octubre de 1606.

Informado S. M. del cortísimo distrito del Obispado de la Verapaz, sus pocos proventos, y el corto número de sus pueblos y habitantes, que nunca podría sostener una Catedral; y por otro lado la inmediación de la provincia de Verapaz á Guatemala, determinó el año de 1607, que se incorporase al Obispado de Guatemala; y desde este tiempo se intitulan los Obispos de Guatemala y Verapaz. Quedó la espresada Iglesia, como estaba antes, al cuidado de los Religiosos de Santo Domingo, bajo la jurisdicción del Señor Obispo de Guatemala, que da la colación a los Curas, después de mandarlos examinar en la suficiencia moral, confirma á los indios, y hace las demás funciones episcopales. Al presente tiene la Religión de Santo Domingo en la referida provincia un Convento en la ciudad de Coban, con Prior bajo cuya obediencia están todos los Religiosos que administran en los mas pueblos de la Verapaz: diez Curas Doctrineros, que administran los Sacramentos en 14 pueblos, á mas de 60 mil indios, según los últimos padrones; y competente número de Religiosos, que ayudan en la administracion á los referidos Ministros.





CAPITULO 3.º
Refiérense algunas particularidades notables que se hallan en la provincia de la Verapaz.

Primeramente es digna de notarse la célebre cueva que se vé en el pueblo de San Agustín Lanquin: en esta caverna forma el agua que destila, muy hermosas esta alites.

En segundo lugar, merece atención en esta provincia el Rio de la Pasión: tiene su nacimiento en las montañas de Chama: cuando pasa al Norte de Coban, enfrente de las montañas de Chicec, ya tiene de ancho 25 toesas, y 10 de hondo; y en tiempo de aguas se estiende su ancho a media legua, y á proporción se aumenta su profundidad: en su dilatada carrera va engrosando el caudal de sus aguas con las de muchos rios que se le agregan: camina hacia el NO. desde la Verapaz, pasa por tierras del Peten, entra en la provincia de Tabasco, y unido al famoso rio de Usumacinta, desemboca en la bahía de Campeche, donde forma la barra de San Pedro y San Pablo. Por este rio pudiera hacer un gran trafico el vecindario de Guatemala, como lo han hecho los indios lacandones, que habitan en sus margenes, de los cuales se asegura que ha habido tiempo en que tengan hasta 1424 canoas: si se entablara la navegación de este rio, se conseguiría en primer lugar la reducción de los citados lacandones, pues con solo el trato con los cristianos se irán domesticando é inclinando a nuestra religión; y sin esta diligencia sera muy difícil su conversión, pues cuando se buscan por un parage, toman las canoas, con sus mugeres é hijos, y se pasan a otros. En segundo lugar, se establecería un comercio muy floreciente con las provincias del Peten, Tabasco, Campeche, y aun con Vera-Cruz. En tercer lugar, se podría lograr se poblasen de haciendas las playas de este rio; pues son tierras fértilísimas, y se da muy bien en ellas el cafe, cacao y caña de azúcar.

También seria muy útil al comercio de este reino, que se pusiese en práctica la navegación del Rio Polochic, y que por él se condujesen los efectos que vienen de España por el Golfo dulce para esta capital. Tiene su principio el Rio Polochic arriba de la montaña de Xucaneb, y descolgándose por dicha montaña, atraviesa el pueblo de San Pablo Tamajun, y sigue su camino hacia el NE. A cuatro leguas del citado pueblo, pasa por la orilla del de San Miguel Tucurú, y continúa su carrera hacia entrar en la laguna del Golfo, en cuyo trecho se le une el Rio de Cahabon: antiguamente estaban situados á orillas del Rio Polochic el pueblo de Santa Catarina, á 8 leguas de Tucurú, y mas abajo el de San Andrés, que destruyeron y quemaron los ingleses. En los tiempos retirados se hacía por este rio el trafico de las mercaderías, que traían de España para Guatemala, y las que se remitían de este Reino para aquel; y en estos últimos tiempos, por los años de 1795, se condujo por dicho camino el órgano que vino de Europa para la Iglesia de Santo Domingo. ¡Oh! y cuantas ventajas resultarían a este comercio si se estableciera el referido trafico por este Camino. Pues, en primer lugar, el Polochic en todo tiempo tiene suficiente agua, no solo para canoas, sino aun para embarcación grande, aunque no entran estos buques en él, por defecto de la barra que hace á la boca de la laguna, y asi en la citada laguna se navega en goleta: de aquí al encuentro del Rio de Cahabon se puede caminar en lanchas, y después en canoas grandes, pero sin quillas. En segundo lugar, el camino de las Bodegas á la capital por Polochic es mucho mas breve que por Zacapa; pues de Guatemala al sitio donde esta el embarcadero, y llaman el Ave Maria, a cosa de 11 leguas de Tucurú, hay 55 leguas, que están andadas descansadamente en 6 días, del Ave María á la boca de la laguna 2 dias, y de aquí al castillo, cuando mas, 2 dias: de suerte que en 10 días está hecho el viage hasta el Castillo. En tercer lugar, este camino es muy sano, y libre de las calenturas que tantas vidas han quitado por el otro. En cuarto lugar, es muy proveído de víveres, pues las tierras de Verapaz son feracísimas; por consiguiente, se encontrarán en ellas muchos alimentos y muy baratos. Y aunque en los tiempos inmediatos á la conquista se prohibió esta navegación por el rio Polochic, esto fué por motivos que en el dia han cesado: el primero fué porque, habiendo los Padres estipulado con el Gobernador de este Reino, que en determinado tiempo no habían de entrar los Españoles en la Verapaz, puesta la entrada del Golfo por el referido camino, se faltaba á lo que se habia contratado; mas en el dia, habiendo espirado el tiempo del contrato, vemos que entran en dicha provincia todos los Españoles, sin que los indios reclamen; y, á mas de esto, se les seguirían á los indios grandes provechos, de que se pusiese este tráfico por sus tierras, pues, asi los pasajeros como los arrieros, les comprarian los víveres que necesitasen, de que resultarían grandes provechos á los de Verapaz. El otro motivo que hubo para la referida prohibición, fué las vejaciones que se hacían á los indios, cargándolos como jumentos con pesos exhorbitantes; pero en el dia, habiendo copia de mulas, aun para traer las mercaderías por el camino de Zacapa, que es mas largo, también ha cesado este inconveniente.

Encuéntranse en la Verapaz algunos animales tan raros, que no se ven en otra parte. Tal es el Zacbin, animal cuadrúpedo, semejante á una rata: tiene un palmo de largo y la cola un jeme: por la parte superior es de color atabacado y blanco por la inferior: las orejas son redondas y pequeñas: los ojos los tiene tan bajos, que casi le quedan sobre el hocico: despide un olor tan fétido, que aturde á los perros, de suerte que han de estar muy encarnizados, para embestirle: sin embargo de ser tan pequeño, caza culebras, ratones, aves aunque sean grandes, gatos de monte y no se le escapa el venado, por mas que corra: se entra en los gallineros y hace grandes matanzas: el remedio que han hallado los indios para ahuyentarlo, es el zahumerio de chile: estando de puertas adentro, se suele cojer por una rara contingencia; pero en el campo ó en el monte, no hay cazador ni perro que lo alcance. No respeta al hombre: lo embiste osadamente; y su mordedura es tan dañosa, que inmediatamente se hincha la parte dañada y sobreviene calentura.

También se cria en la Verapaz un pajarillo que llaman Chion: es del cuerpo de un canario y los hay de varios colores: unos de un negro muy lustroso: otros tienen la cabeza y parte superior negra, el pescuezo y parte inferior blanca y las alas pintas: hay también amarillos, como canarios, á los que igualmente se asemejan en el canto: no se han podido domesticar, porque al segundo dia de estar en jaula, mueren.

El Chulpilchoe, pájaro de los montes frios y húmedos de la Verapaz: hállase vestido de plumas negras, menos las de la pechuga, que son encarnadas: es del tamaño de un canario y no tiene mas canto que un corto chillido.

El Raxon es una ave de las mas hermosas que se conocen: solo se cria en las tierras templadas de la Verapaz; y tan nocivo le es el temperamento muy frió, como el muy caliente. No se le ha oido cantar y solo hace con las alas cierto ruido como de cascabel; y asi, únicamente es apreciable por sus matices. Tiene nueve pulgadas de alto, el pico corto, los ojos negros, las patas con tres dedos por delante y uno atrás: su pluma debajo el pico y en toda la parte delantera es morada: en el cuello tiene un collar y asi éste como la parte superior es de un verde esmaltado muy vistoso; menos las alas y la cola, que son negras. La hembra es algo mayor que el macho y tan diversa, que parece animal de distinta especie: las plumas son pardas, con perfiles blancos; mas al reflejo de la luz, parece que tienen algún verde.




CAPITULO 4.º
De las reducciones de indios de las naciones del Chol, Lacandon y Mopan.

A cosa de veinticinco ó treinta leguas del pueblo de Cahabon, el último de la Verapaz, se hallaba arranchada la nación de los Choles, poco distante de los del Manché, de quienes hablamos en el cap. 1º: á estos indios entró á catequizar y convertir á nuestra santa fé, el P. Fr. José Delgado, Religioso Dominico, por los años de 1674. El año siguiente de 75, vinieron algunos de los referidos indios Choles á Guatemala, á pedir se les diesen Ministros que fuesen á enseñarlos y bautizarlos, porque querían ser cristianos. La Real Audiencia suplicó al M. R. P. Fr. Francisco Gallegos, Provincial de Santo Domingo, enviase Religiosos que entendiesen en tan santa obra. Este Varón Apostólico, no fiando á otro una empresa de tanta importancia, salió en persona, acompañado del referido P. Fr. José Delgado, y tomando en Cahabon dos indizuelos por guias, entraron en la montaña: habiendo caminado veintitrés leguas, llegaron al parage de donde eran los indios que habían bajado á Guatemala á pedir Ministro. Allí empezaron á juntar Choles, y con los que encontraron fundaron el primer pueblo, que llamaron San Lucas, y á poca distancia de éste formaron otros dos. Internáronse mas en la montaña, ácia la parte del Norte, suvieron un monte muy elevado, á quien los indios tenían por el Dios de los cerros, y al otro lado de dicho monte habia muchos indios, que vinieron á saludar á los Religiosos y habiendo éstos dádoles á entender que Dios los enviaba para que los instruyesen, les respondieron los infieles que fuesen muy bien venidos, pues venian como el sol, la luna y las candelas á desterrar sus tinieblas é ignorancias. Prontamente les abrieron camino muy ancho y si habia algún mal paso, los cargaban con mucho cuidado: de esta manera siguieron su derrota y en cosa de ocho leguas fundaron otros tres pueblos. Pero acercándose el tiempo de las aguas, se volvieron á Guatemala.

El año de 1676 volvieron estos dos celosos Misioneros á entrar á las tierras de los Choles y Manchées; pero con mucha mas facilidad, por haberse abierto caminos en mas derechura; y hallando á los indios perseverantes en sus buenos propósitos y que conservaban las noticias que se les habían dado de los misterios de nuestra religión, fueron bautizando muchos y fundando otros pueblos, de manera que en estas dos entradas se formaron once pueblos, y en ellos se bautizaron 2546 personas, fuera de otras que bautizaron en caserías y ranchos de montaña. Pero el año de 1678, sin que se sepa el motivo, se volvieron los Choles al monte, desampararon los pueblos, se cerraron los caminos y se perdió lo que con tanto trabajo se había conseguido.

El año de 1676 se espidieron nuevas cédulas á los SS. Presidente, Obispo y Alcalde Mayor de la Verapaz, encargándoles la prosecucion de estas reducciones. Las espresadas cédulas se obedecieron por el Señor Presidente, el año de 1682, y se lucieron saber al P. Provincial de Santo Domingo; pero este año no se dio otro paso. El de 84 propuso el Señor Obispo Don Fr. Andrés de las Navas al Señor Presidente Don Enrique Enriquez de Guzman, cómo pensaba hacer la visita de la Verapaz, para de alli pasar á promover la conversion de los infieles. El Señor Presidente convocó una junta, á que concurrieron el Señor Obispo, el Vicario General y el Provincial de la Merced, el Provincial de Santo Domingo y los Oidores: en ella se vio la propuesta del Señor Obispo y los Religiosos de la Merced ofrecieron adelantar cuanto fuese posible las reducciones, entrando por el partido de Güegüetenango: el Provincial de Santo Domingo prometió que los Religiosos de su Orden entrarían la próxima primavera por la Verapaz, sin hacer gasto alguno á S. M. Decretóse en este congreso, que se den á los espresados sugetos todos los despachos necesarios, con la mayor amplitud que los quieran, asi para los auxilios como para las asistencias de las justicias.

A principios del año de 1685 partieron el Sr. Obispo para la Verapaz, el Provincial de la Merced Fr. Diego Rivas, para Güegüetenango, y el de Santo Domingo, Fr. Agustín Cano, para la Verapaz: el Cura de Cahabon, de orden del Señor Obispo y de su Provincial, envió cinco indios á convidar á los Choles, para que viniesen á pasar la pascua á Cahabon; mas estos embajadores hallaron quemadas las rancherías de los Choles, y habiéndose internado en la montaña y encontrado al Cacique y á algunos otros indios, les dieron la embajada de los Padres; pero los Choles, dejando dormir á los citados emisarios les dieron muchos palos; y este parece que fué todo el éxito de la jornada del Señor Obispo. El P. Fr. Agustín Cano entró á la montaña y encontró algunos Choles, con los que volvió á poblar el pueblo de San Lucas y se les pusieron Ministros; pero nada de esto fué bastante para que dichos neófitos permaneciesen en poblado, pues á fines del año de 1688 volvieron á quemar el pueblo, escapando con gran dificultad las vidas los Religiosos que estaban administrando los sacramentos á estos indios. Era por este tiempo Alcalde Mayor de la Verapaz Don José Calvo de Lara, el que habiendo consultado con el Señor Presidente, entró á las tierras de los Choles, con escuadras de indios de Cahabon, y sacando cuantos indios pudo, los pobló en el valle de Urran, para que estando en buenas tierras y lejos de la montaña, no se volviesen á ella. El Padre Maestro Er. Diego Rivas llegó á Güegüetenango y mostró los despachos que llevaba al Corregidor Don Melchor Mencos y Medrano, el que se interesó mucho en esta faccion, previno todo lo necesario para ella y acompañó á los Misioneros: efectuóse la entrada por el pueblo de Sta. Eulalia: iba el Mtro. Rivas con dos Religiosos y el Hermano Juan de Santa Maria, Betlemita, el Corregidor y diez Españoles. Internáronse en la montaña y á los siete días de andar por aquellos despoblados, encontraron con algunos Lacandones, los cuales se pusieron en fuga; y temiendo los nuestros no fuesen espías y que si daban sobre ellos estos infieles, no habia gente bastante para la defensa, determinaron retirarse.

Repitió sus órdenes para estas reducciones N. C. M. el año de 1686 y el Real Consejo de las Indias despachó cédula en 24 de Noviembre de 1692, en que ordena se entre á la conquista de los Choles y Lacandones, á un mismo tiempo por las provincias de Verapaz, Chiapa y Güegüetenango; mas cuando llegó á Guatemala esta real cédula se hallaba suspenso de la Presidencia el Señor Don Jacinto de Barrios Leal, y asi no tuvo efecto por entonces. Habiendo sido repuesto en su emploo el Presidente, el año de 94, en virtud de las referidas reales órdenes é instado de los Padres misioneros Fr. Melchor López y Fr. Antonio Margil, que habiendo intentado dichas reducciones y entrado á las tierras de los Choles y Lacandones, no habían sacado sino malos tratamientos, comenzó á hacer sus preparativos para la jornada. Primeramente solicitó un donativo de este vecindario para los gastos de la campaña: trató de reclutar gente, acopiar víveres, aprontar armas y todo lo necesario para esta facción. Convocó junta general para disponer todo lo conducente al buen éxito de la espedicion. Entró el año de 1695 y estando todo á punto, determinó el Señor Barrios ir en persona á la jornada y entrar con un trozo de gente por Ococingo, pueblo de la provincia de Chiapa; y nombró por Auditor de guerra y por su Teniente general á Don Bartolomé de Amezquita, Fiscal de la Real Audiencia. Igualmente nombró por Cabo del tercio de tropas que habia de entrar por la Verapaz, al Capitán Juan Diaz de Velasco, y del que habia de hacerlo por Güegüetenango al Capitán Don Tomás de Mendoza y Guzman. Dividió todo el ejército en nueve compañías, cinco de Españoles y cuatro de indios: y ordenó que tres de Españoles y dos de indios fuesen con S. S., que una de indios y otra de Españoles entrasen por Güegüetenango y las otras dos por la Verapaz: acompañaban á estos Capitanes varios Religiosos, entre los cuales iba el V. Siervo de Dios Fr. Antonio Margil. Salieron de Guatemala por Enero de 1695 y de paso por Güegüetenango reconoció el Presidente los pueblos de Santa Eulalia y San Mateo, por donde se habia de hacer entrada, y dejó en ellos la gente correspondiente. Siguió su derrota para Ococingo y juntas aqui las tropas que habían ido de Guatemala y las de Ciudad Real y Tabasco, hizo la división de compañías: mandó que el Capitán Juan Diaz de Velasco partiese con su gente para Cahabon, y ordenó que el día 28 de Febrero entrasen los tres tercios á la montaña, cada uno por su rumbo.

Llegado el referido dia último de Febrero, salió del pueblo de San Mateo Istatan el Capitán Melchor Rodríguez Mazariegos, con los Padres Fr. Diego Rivas, Provincial, y otros tres Religiosos Mercedarios y Fr. Pedro de la Concepción, misionero Franciscano, y las dos compañías; y habiendo andado con gran trabajo por entre quebradas y atolladeros, teniendo que romper espesas arboledas, breñas y bejucos, todo el mes de Marzo, el 1º de Abril, que fué viernes santo, se encontraron algunas huellas de pies descalzos: siguieron sus marchas y habiéndose adelantado el P. Fr. Pedro de la Concepción, con cuatro indios, á los seis dias encontraron un pueblo de Lacandones, el cual se llamó desde entonces por disposición de dicho Religioso, la villa de Nuestra Señora de los Dolores, por motivo de haberse encontrado las primeras huellas de estos indios el dia viernes santo. Entró el P. Fr. Pedro en el pueblo, solo, porque los indios no quisieron acompañarlo: habló como mejor pudo á los Lacandones, procurando amansarlos: volvióse al real, á dar razón de lo sucedido. Encaminóse el ejército para dicho pueblo y llegaron á él á 9 de Abril; pero lo hallaron desierto: tenia 100 casas particulares, dos de comunidad mas grandes y otra mayor, que era el adoratorio en esta se alojaron los Padres y habiendo quemado multitud de ídolos que encontraron, de la pieza principal de la casa se hizo ermita, y en las otras casas se acomodó la gente. Enviáronse soldados por todos los contornos en busca de los huidos y en solicitud del Señor Presidente, al que por fin encontró el Capitán Melchor Rodríguez, el dia 19 de Abril y se encaminó con toda su gente á la villa de los Dolores. Puesto en ella, determinó se hiciese un fuerte de madera, como se ejecutó: púsole de guarnición 50 soldados Españoles y 15 indios; y se dio licencia á algunos soldados para que se volviesen á sus casas. Cuatro de estos soldados, apresaron cinco Lacandones y los llevaron á la villa y éstos trajeron otros noventa y dos, y entre ellos al Cabnal, Cacique de este pueblo, que llamaran de los Dolores: recibióseles con agrado y se les desocupó sus casas, alojándose el ejército en ranchos fuera de la villa, continuaron en venir indios, de modo que llegaron á 400 los que volvieron á la población, los que habiéndose catequizado é instruido en nuestros misterios, se fueron bautizando. Pero no habiéndose averiguado nada á cerca de los ítzaex y aproximándose las aguas, se retiraron todos para Guatemala, quedando en la villa los soldados de la guarnición del fuerte y algunos Religiosos para doctrinar á los indios y confesar á los soldados.

El mismo dia 28 de Febrero salió de Cahabon el Capitán Juan Diaz de Velasco, con su gente y el Mtro. Fr. Agustín Cano, con otros Religiosos: encamináronse para la montaña y á pocas leguas comenzaron á encontrar indios Choles, de los que se habian huido de los pueblos formados por el Padre Gallegos, el año de 1675; y habiéndolos convidado con la paz, se consiguió reducir mas de 500, que ofrecieron juntarse en pueblos y en efecto lo cumplieron, llamándose unos á otros. Estos dieron noticia de los Mopanes, nación feroz y belicosa, que se dilataba por mas de treinta leguas, porque era muy numerosa y nunca á ella habian entrado Españoles ni misioneros. Esta pintura que parece debia desanimar á los soldados, no solo no lo intimó, sino que, sirviéndoles de estimulo, los empeñó en buscar á los Mopanes. Y asi, puesta en orden toda la gente, fueron penetrando y abriendo camino por derrumbaderos, peñones y fragosidades, hasta dar con las rancherías de Mopan. Se asegura vivirían en ellas de diez á doce mil familias y que la tierra era la mas amena, fértil, frondosa y de mejor temperamento de cuantas se habian descubierto. Estos infieles, á la primera vista de los Españolas se alborotaron y embravecieron; pero pudo tanto el buen modo de los Padres y el Capitán, que se fueron amansando y domesticando, de suerte que llamándose los Caciques unos á otros, se fueron reduciendo á nuestra santa fé. En este estado se dio cuenta al Señor Presidente que se hallaba en la villa de los Dolores y al Oidor Decano de la Real Audiencia de todo lo obrado: se les propuso sería muy conveniente se fundase una villa de Españoles en el Mopan, asi por ser una tierra de las calidades que se ha dicho, como porque estando en e! medio de todas las naciones de infieles que habitan aquella comarca, pues tiene al S. el Chol, al E. y N. el Itza, y al O. el Lacandon, se facilitaría la reducción de todas. Continuaron sus marchas hasta llegar á la estremidad del Mopan: sentaron el real á cosa de cuarenta leguas de la laguna del Itza, habiendo andado ochenta y dos leguas de montaña. Levantóse el real de este sitio y caminó el ejército hasta las márgenes del rio Chaxal, diez leguas del Itza: pensaba el Capitán Juan Diaz de Velasco, pasar el rio y emprender la conquista del Peten; pero los Padres le hicieron presente, que siendo el número de los Itzaex tan grande como se decia, era muy poca la gente que tenian para tanta empresa: que á mas de eso los soldados iban enfermando, los bastimentos escascaban y las aguas comenzaban: reconociendo el Capitán la solidez de estas razones, determinó la relirada: pero antes de salir las tropas del Mopan, se levantó una fortificación, que quedó guarnecida con treinta soldados y algunos indios, y por Capitán Don Pedro Ramírez de Orosco.

Vuelto Don Jacinto de Barrios á Guatemala, comenzó á disponer otra campaña para el verano siguiente: convocó una junta para tratar este asunto y en ella se determinó se hiciese la entrada por la Verapaz, con 150 hombres y por Güegüetenango con 100; pero no pudo efectuar esta jornada el Señor Barrios, porque le cortó el paso la muerte. Tomó el bastón Don José de Escals, Decano de la Real Audiencia, y continuó los prepatativos para la facción, con parecer del Real Acuerdo: nombró para Cabo principal del ejército, que había de entrar por la Verapaz, á Don Bartolomé de Amezquita, Oidor de esta Real Audiencia; y para el tercio que debia de marchar por Güegüetenango, á Don Jacobo de Alcayaga, Regidor de esta Ciudad. Por el mes de Enero de 1696 salió todo el ejército de Guatemala: el Capitán Alcayaga con su gente se dirigió para la villa de los Dolores y habiendo llegado la halló en paz, con mas de 500 indios ya domesticados y buenos cristianos: dio sus órdenes y pasó con toda su tropa y el P. M. Rivas y demás Religiosos en busca de otros dos pueblos de Lacandones, llamados Peta y Mop, de que se tenia noticia: al cabo de cuatro dias de camino encontraron con ellos y sus habitadores los recibieron de paz y sus Caciques dieron palabra de trasladarse á la villa de los Dolores: halláronse en el pueblo de Peta 117 familias y en el de Mop 105. No habiendo ya esperanza de encontrar mas Lacandones, se determinó construir quince piraguas para que se embarcase toda la gente por el Rio grande del Lacandon, en demanda de la laguna del Itza. Mas habiendo andado muchas leguas rio abajo y rio arriba, por el tiempo de dos meses y no habiendo descubierto ni alcanzado la menor noticia de la referida laguna, determinaron la retirada y entraron en la villa de los Dolores el 29 de Abril. Dieron cuenta de todo lo obrado al Presidente, quien ordenó que se vengan á Guatemala, quedando la guarnición del presidio. Tratóse de fabricar Iglesia formal en la villa de los Dolores y para esto se derribó el adoratorio de los ídolos, lo cual sintió tanto el Cacique Cabnal, que se retiró al monte con toda su parcialidad y la del Cacique Tustetac; mas lograron los Religiosos y soldados del presidio restituirlos á la villa con ganancia, pues por buscarlos, se encontraron otros cuatro pueblecillos, de que habían dado noticia los W. PP. Fr. Melchor López y Fr. Antonio Margil.

El General Don Bartolomé de Amezquita con su ejército se encaminó para Cahabon y de aqui tomó su marcha por las tierras de los Choles y Llegó al Mopan: siguió su camino á paso lento, y pidiéndole con grande instancia el Capitán Juan Diaz de Velasco le permitiese adelantarse con alguna gente, hubo de condescender á sus deseos; pero con la condición que no pasase de seis leguas adelante del rio Chaxal. Mas este Capitán, escediéndose de la órden que se le dio, se adelantó hasta la orilla de la laguna, donde fué muerto por los Itzaex con toda su comitiva, que seria como de 100 personas. Continuó sus marchas el General y no hallando al Capitán Juan Diaz de Velasco en el lugar señalado, ni quien diese noticia de él, aun habiendo llegado hasta la laguna; se volvió á Chaxal, donde habia dejado la mayor parte del ejército: dióse cuenta de todo al Presidente y se le piden órdenes. A este tiempo ya estaba el Presidente Don Gabriel Sánchez de Berrospe, que vistos los informes, hizo Junta de guerra, á que asistieron el Señor Obispo y otros personages: en ella se determinó que se retiren los dos ejércitos, se suspenda la fortificación que habia comenzado á hacer el General Amezquita en la sabana de San Pedro Mártir y se abandone la del Mopan: que se procure sacar cuantos indios Choles fuere posible y se transporten al valle de Urran y se suspendan estas reducciones hasta nueva orden de S. M. En cumplimiende esta disposicion el Alcalde Mayor de la Verapaz, de acuerdo con el P. Cura de Cahabon, envió 150 indios de este pueblo á la montana, los que sacaron 50 Choles de los que llaman Uchines, con harto trabajo, porque las rancherías de estos indios las hallaron quemadas y ellos se habían ido al monte: el Castellano del Golfo, Alcalde Mayor de Amatique, tambien mandó indios de su jurisdiccion á la montaña, que trajeron 85 infieles: estos se poblaron en el lugar de Amatique y los Choles en el pueblo de Betlem, y el Señor Presidente envió ropa para que se vistiesen, con lo que quedaron muy gustosos.




CAPITULO 5.º
De la conquista del Peten y reduccion de los Itzaex.

Todo el Reino de Yucatán fué conocido con el nombre de Maya y su Corte se llamaba Mayapan.[2] Estaba sujeto á un solo Señor; pero despues de haber tributado su obediencia á un Monarca por muchos años, se sublevaron los Caciques principales, haciéndose cada uno señor independiente de su territorio, no quedándole al Rey supremo mas que la provincia de Mani, á donde se retiró, despues de destruida la gran Corte de Mayapan, por los años de 1420. Uno de los Caciques ó Régulos rebelados fué Canek, que se alzó con la provincia de Chichén Itza, distante veinte leguas de la poblacion de Tichoó, que hoy es Mérida. Pero no hallándose seguro el Rey Canek en este sitio, se retiró con todos los de su séquito á lo mas oculto é impenetrable de aquellas montañas, poblando las islas de la gran laguna del Itza y colocando su sólio en el Peten ó isla grande. Propagánrose en este nuevo territorio inmensamente: de suerte que cuando se conquistó el Peten, tenia el Rey Canek bajo su obediencia cuatro Régulos, diez provincias compuestas de muchos pueblos; y en cada isla de las cinco habia veintidós parcialidades ó barrios, que segun el cómputo que hicieron los misioneros que entraron al Peten, habría en solo las islas de 24 á 25,000 habitantes, siendo innumerables los indios que moraban en los pueblos de la orilla de la laguna y en las rancherias de la montaña.

Intentóse en diversas ocasiones la reducción de los Itzaex, por los Religiosos de San Francisco de la provincia de San José de Yucatan, logrando en esta demanda la corona del martirio el V. r. Fr. Diego Delgado. Tambien por parte de Guatemala, en las dos campañas de que se habló en el capítulo pasado, era el intento pasar al Itza; mas aunque el General Amezquita llegó hasta la orilla de la laguna, no pudo llegar al Peten: reservaba el Eterna esta gloriosa empresa al zelo é industria de Don Martin de Urzúay Arismendi. Hallándose este Caballero, por los años de 1692, con la futura del Gobierno de Yucatán, ofreció á S. M. abrir á su costa camino real desde Yucatan á Guatemala, para que con el tragio de una á otra provincia, se fuesen domesticando los innumerables infieles que se hallan situados en el intermedio, y asi se fuesen domesticando los innumerables infieles que se hallan situados en el intermedio, y asi se facilite su reducción. Fué muy bien recibida en el Real Consejo la propuesta de Urzúa, como se vé por la cédula que se le dirigió; y al mismo tiempo se despacharon cédulas para el Virey de Méjico, el Presidente de Guatemala y el Obispo de Yucatán, encargando á todos, que cada uno por su parte dé á Don Martin de Urzúa los auxilios que necesitare. Aunque llegaron estos despachos á la América el año de 1693, no tuvieron efecto hasta el de 95, que entró Urzúa en el Gobierno de Yucatán.

Se comenzó la apertura del camino dicho año de 95: en la primera entrada se avanzó poco: efectuóse la segunda con mas gente por el mes de Junio del mismo año, entrando por el que se había comenzado á abrir años antes: adelantaron 86 leguas y fundaron algunos pueblos con los indios que iban reduciendo. Ofreciéronsele á Don Martin de Urzúa varias dificultades, por lo que no pudo continuar sus operaciones hasta principios del año 97. En este intermedio se hicieron varias embajadas de parte del Gobernador de Yucatan al Rey del Itza, y de parte de este Monarca al referido Gobernador, las cuales fueron recibidas en ambas córtes con estraordinario solemnidad; pero, ó fuese falta de sinceridad del Rey Canek ó sobrada protervia en sus vasallos, no tuvieron ningun efecto. El dia 24 de Enero de 97 salió de Campeche Don Martin de Urzúa y adelantó á Don Pedro de Zubiaur y alguna gente, con orden de caminar hasta hacer alto cerca de la laguna y que cortasen maderas para construir una galeóta de 50 codos de quilla y una piragua menor. A principiós de Marzo llegó todo el ejército se formó y atrincheró el real en la misma orilla de la laguna: aquí se detuvo algunos dias, ínterin se concluían las embarcaciones. En este tiempo vino a ver al General Urzúa un indio sobrino del Rey Canek, el mismo que fué embajador a Mérida y habiéndose bautizado se llamó Don Martin Can: fué recibido con gran gusto de Don Martín de Urzúa y preguntado sobre varios puntos, entre otras cosas, dijo: que cuando volvió de Mérida le contaron los indios de Alain que los de Chata y Puc, contra las órdenes de Canek, mataron en aquel sitio donde estaba el real, á los que vinieron de Yucatán y en la sabana á los de Guatemala, habiéndolos cogido dormidos. Poco después llegó Chamavzulú, Cacique de Alain, con otros indios principales: vióse venir también una escuadra de canoas y la capitana con bandera blanca, las cuales traían al Sumo Sacerdote Quincanek, primo hermano del Rey Canek, acompañado de Kitcan, cabeza de otra parcialidad: todos fueron recibidos con grande acatamiento, festejados y regalados lo mejor que se pudo. Pero aunque todos traían embajadas de paz y decian que deseaban la amistad de los Españoles y querían ser cristianos, mas los aparatos que se veian, asi en los indios de la laguna, como en los de las orillas, todos eran de guerra: por lo cual los Capitanes y Cabos militares, juzgaban que todas estas señales de paz eran otras tantas simulaciones y alevosías, y que por tanto se les debia declarar la guerra y entrar a sangre y fuego en sus tierras y castigar sus traiciones y muertes alevosas que habían hecho. Pero el General Urzúa, firme siempre en procurar la paz por todas vias, publicó bando, en que manda que ningún Cabo ni soldado se atreva á declarar guerra contra ningún indio, pena de la vida.

Concluidas las naves, se embarcaron el General Don Martin de Urzúa con 108 soldados Españoles, Don Juan Pacheco, Vicario eclesiástico, con su Teniente: dejando guarnecido el real á la orilla de la laguna con dos piezas de artillería, dos pedreros, ocho esmeriles, 127 soldados y muchos indios de guerra, á cargo del Teniente Juan Francisco Cortes. Al salir el sol ya iba caminando la galeota para el gran Peten; y ahora mas claro que nunca se conoció ser fingidas las propuestas de paz que hacían los Itzaex: vióse toda la laguna llena de canoas, que fueron cercando la galeota y cuando se hallaron á tiro, comenzaron con gran furia á disparar sus flechas: divisóse también toda la isla fortificada y cubierta toda de gente armada. Eran tantas las flechas que disparaban los infieles, que se tuvo á milagro el que no acabasen con los nuestros: solo dos soldados fueron heridos, y exasperado el uno con lo grave del dolor, sin acordarse de las órdenes del General, disparó el arma que traia, y haciendo los otros lo mismo, sin que bastase nadie á detenerlos, se rompió la guerra: arribó á la isla la galeota y saltando en tierra los soldados, continuaron sus descargas con grandísimo estruendo de la arcabucería, lo que causó tal terror en los indios, que los puso en precipitada fuga; y asi los de la isla, como los de las canoas, se echaron al agua, en tal grado, que desde la isla hasta la tierra firme no se veía otra cosa, que cabezas de indios que iban nadando. Entraron los nuestros en la isla ó gran ciudad de Tayasal y la hallaron desierta, y subiendo hasta lo mas alto del Peten, colocaron el estandarte real y dieron muchas gracias á Dios por haberlos librado de tan grandes peligros y haberles concedido la posesión de aquel Reino: púsose por nombre á la isla el de Nuestra Señora de los Remedios y San Pablo. Ganóse el gran Peten el dia 15 de Marzo de 1697, y el dia siguiente tomó posesión de estos Estados en nombre de S. M. el General Urzúa y se la dio a Don Juan Pacheco, nombrado por el Obispo de Yucatán Vicario eclesiástico de aquellas doctrinas; y en señal de posesión bendijo agua y el adoratorio que se había elegido para Iglesia y después dijo misa con asistencia del General y su gente. Fueron innumerables los ídolos que se encontraron en los 2 adoratorios que habia en la isla y en las casas particulares, de suerte que habiendo arribado al Peten antes de las nueve de la mañana, el General y todos los soldados no hicieron otra cosa que quebrar ídolos hasta las cinco de la larde.

A los tres ó cuatro dias comenzaron á venir a la isla algunos indios y entre ellos vinieron diez y siete de Alain, una de las islas menores, y de estos se valió Urzúa para que continuasen por tierra el camino que se habia abierto desde Yucatán, hasta dar con el de Verapaz, como lo ejecutaron. Solicitaba el General, por cuantos modos le era posible, atraer á los infieles á la isla, y á los que venían voluntarios los recibía con grande amor. Ayudó mucho en esta empresa á su padrino Don Martin Urzúa el indio Don Martin Can: él trajo muchas familias á la isla y entre ellas al Cacique de Alain, Camaxzulú y este Cacique fué el que redujo al Rey Canek y á su primer sacerdote Quincanek á que viniesen al Peten; y como corriese la voz del buen tratamiento que hacían los Españoles á los que volvían á su isla, eran muchos los que venían á dar la obediencia al Rey de España. También se rindieron los de las otras islas de la laguna. Llamó el General al indio Cobox, Cacique de los Coboxes, que habitaban en doce pueblos de la ribera de la laguna, el que le respondió pasase su Señoría allá, que estaba pronto á recibirle y todos los suyos deseaban verle. Embarcóse Urzúa con 40 hombres en la galeota y se encamino á las tierras de los Coboxes: salieron estos indios á recibirlos, sin armas, antes mostrando muchísimo gusto y el Cacique Cobox los regaló y dió obediencia por sí y sus vasallos. Volviéronse los nuestros á la galeota y costeando por las riberas de la laguna fueron visitando los once pueblos de los Coboxes y en todos fueron recibidos de paz. Luego que se vió de Señor del Itza Don Martín de Urzúa, despacho á su Teniente Capitan General, Alonso García de Paredes, con el Alférez real Don José de Ripalda Ongay y diez soldados á Guatemala, con cartas para el Presidente y la Real Real Audiencia, en que se les da parte del buen éxito de su empresa, é informa de las bellas proporciones de aquella isla; y les hase presente que, para conservar lo conquistado, se necesita mantener un presidio de 50 hombres, y que aunque quisiera hacerlo á su costa, pero que los escesivos gastos que ha hecho en la apertura del camino y conquista del Peten, no se le permiten: por lo que ocurria á su Alteza. Respondió la Real Chancilleria de Guatemala dando muchas gracias en nombre de S. M. á Don Martin de Urzúa, por los imponderables servicios que ha hecho á la Corona: ordenándolo que, de la gente que tenia, escoja los 50 soldados y nombre cabos para la guarnicion del presidio y mandándole dinero para su manutencion. Tratóse inmediatamente de fabricar el reducto y se levantó en lo mas alto del Peten: nombróse por Castellano al Capitán Don José de Estenoz y se le entregó la gente, el fuerte con todos sus pertrechos y artilleria, la galeota con su Capitan, 25 soldados y toda su tripulación; y al Rey Canek, el Sacerdote Quiocanek y otro pariente del Rey, que dejaba presos por delitos que se les averiguaron. Hallábase ya la isla bastantemente poblada de gente y las otras islas sujetas a los Españoles: contábanse 18 pueblos que habían dado la obediencia al Rey de España: el camino corriente, y las aguas se aproximaban, por lo que trató Urzúa de retirarse con su ejército para Campeche.

Entrado el año de 1698, recibió Urzúa carta del Vicario del Itza, en que participa haberse bautizado el Rey Canek, su primo Quincanek Sumo Sacerdote y otros muchos. Llegó tambien á Campeche el Capitán Alonso Garcia de Paredes, de vuelta de Guatemala, é informado Urzúa, cuan dilatado era el camino que se habia abierto de la la laguna para la Verapaz y que el Presidente deseaba se abriese otro mas breve y derecho, despachó Don Martin de Urzúa al Capitan Don Pedro de Zubiaur, con el piloto Juan Antonio Carbajal y gente de escolta, para que desde la laguna fuesen picando y abriendo camino mas breve para Verapaz: en efecto, encontraron camino con solo 56 leguas, desde la laguna hasta el pueblo de San Agustin, uno de los de la Verapaz. Por este tiempo desampararon en una noche la isla todos los Itzaex, no quedando mas que los tres presos y doce indias; pero á poco tiempo comenzaron á entrar en la isla los Itzaex, aunque solo las indias asentahan en ella y se bautizaban. Recibieronse nuevas cédulas do 24 de Enero de este mismo ano de 98, en que S. M. encarga de nuevo al Virey de Mejico, Presidente do Guatemala y Gobernador de Yucatan, promuevan por todos los modos posibles estas reducciones; y que soliciten se pueblen algunas familias en el nuevo camino, para que asi haya poblaciones á distancias proporcionadas, en que puedan cómodamente hospedarse los pasajeros. En la que dirigió S. M. á D. Martin de Urzúa, despues de darle muy particulares gracias por el celo y aplicacion con que se ha empleado en la reduccion de estos infieles, lo nombra Gobernador y Capitan general de todo el terreno y camino que allanare, inmediatamente sujeto al Virey de Nueva-España, é independiente del Gobernador de Yucatan. Estos despachos se publicaron en la villa de Campeche, por Noviembre de este mismo año de 98.

Animado con estas reales cédulas Don Martin de Urzúa, salió de Campeche para el Peten, por Enero de 1699. y llegó el 11 de Febrero: salió á encontrarlo á la orilla de la laguna toda la gente del presidio, con el mayor alborozo y alegria. A principios del referido mes de Enero, salieron de Guatemala 200 hombres de guerra, con cuatro Capitanes: parte de ellos para la villa de los Dolores.á cargo del Sargento Mayor Don Estevan de Medrano, y parte por la Verapaz, para la isla de los Remedios, y por Cabo superior de todos el General de la caballería Don Melchor Mencos. Enviaba también el Presidente para dicha isla ocho misioneros, varios armeros, herreros, carpinteros, albañiles, calafates y otros oficiales: muchos indios de servicio y veinticinco familias para poblar donde pareciese conveniente, y mas de 1,200 cabezas de ganado caballar y vacuno para hacer crias. El dia 14 de Marzo salió el General Urzúa del Peten, con el Cabo y oficiales del presidio y habiendo llegado á tierra firme y caminado por ella cosa de una legua, se encontraron los dos Generales, que saludados con cortesanias y rendimientos recíprocos, volvieron á la galeota y pasaron á la isla. Aqui hubo gran contienda entre los dos Generales, muy al contrario de lo que regularmente sucede, sobre no querer ninguno el mando, sino antes estar bajo las órdenes del otro; pero por último se convinieron en que los dos unidos darían las órdenes que fuese necesarias. Celebraron dichos Generales una junta de guerra, en la que se resolvieron los puntos siguientes: que la villa que manda fundar S. M. se asiente en la orilla de la laguna: que se añadan al presidio 50 hombres, pues había que reducir, fuera de los Itzaex, otras quince naciones, que se hallan al oriente del Peten: que se perfeccione el nuevo camino que picó Zubiaur, haciendo ranchos, puentes y canoas; pues tenia la ventaja de ser tan corto, como que solo habia 55 leguas de la laguna del Itza á la Verapaz: que se detengan 50 indios, para el cultivo de la milpa del Rey, hasta que se remitan 40 familias de indios domésticos de Guatemala, que entiendan en las siembras de maiz y frijoles para proveer la isla.

Concluida esta junta, despacharon los Generales al Capitán Juan González con una escuadra de doce soldados, en busca de la gente de los Dolores, que tardaba y no llegaron al Peten hasta el dia 1º de Abril, habiendo andado perdidos doce dias. También enviaron al Capitán Don Cristóval de Mendia con treinta hombres al despoblado de Alain y al Capitán Don Marcelo Flores con su compañía al territorio de los Caboxes; y antes se habia despachado al Capitan Don Marcos de Ávalos con sus soldados en busca de maiz: igualmente fué el Alférez Don Juan Guerrero con cuarenta soldados á Zochemacal. Todos estos Cabos llevaban orden de sacar todos los indios que se habían retirado al monte y procurar que volviesen á sus pueblos; y en efecto, la diligencia é industria de estos Capitanes, después de muchos trabajos, lograron reducir innumerables indios. Pero iba enfermando la gente, por lo que se resolvió la retirada: celebróse junta general, en que se nombró Cabo del presidio y los soldados que debían quedar de guarnición y se acordó lo que se juzgó conveniente. Salieron las compañías, tomando sus marchas por el camino que habían venido de Guatemala: seguíalas el General Meneos, con la compañía de Don Marcos de Ávalos, á quien se le entregaron aprisionados el Rey Don José Pablo Canek, un hijo y un primo suyo, de quienes se presumía habían inducido á los indios á la fuga; y después salió para Yucatan el General Urzúa con los suyos.

Quedaron en el Peten Juan Francisco Cortes, Cabo superior y Justicia mayor de aquellas provincias y la guarnición del presidio: Bernardo Guerrero por patrón de la galeota y gente de su tripulación: un cirujano, armero, carpintero y otros oficiales mecánicos. El Vicario eclesiástico Don Pedro de Morales, el R. P. M. Fr. Diego Rivas y otros cuatro Religiosos: catorce familias de Españoles, algunos indios de servicio y los peones para el cultivo de las milpas. A poco de haber llegado á Campeche Don Martin de Urzúa, murió el Gobernador Don Roque de Soberanis y entrando á sucederle el referido D. Martin, tomó posesión de la Capitanía general y gobierno de Yucatán, uniendo en si los Gobiernos de Yucatán y del Itza. Llegó también á Guatemala Don Melchor Meneos, con sus prisioneros, espectáculo que causó grande alboroto en el pueblo novelero: hospedáronse estos magnates en las casas del citado Meneos, sin que sepamos su paradero; porque la historia de Don Juan de Villagutierre finaliza en este paso. Mas por lo que respecta á las reducciones de los Itzaex, no tiene duda que se continuaron, pues por los años de 1759 habia fuera de la capital, siete pueblos en este partido del Peten, que eran servidos por cinco Curas.

CAPITULO 6.º
De las guerras que tuvieron que sostener los Españoles en la provincia de Chiquimula.

Esta provincia de Chiquimula de la Sierra fué conquistada de orden de Don Pedro de Alvarado, por los Capitanes Juan Pérez Dardon, Sancho de Baraona y Bartolomé de Bezerra; mas no nos refieren los historiadores del Reino los lances particulares que se ofrecieron en dicha conquista. Y por lo espiritual, anunciaron la fé de Jesucristo en esta comarca, los Padres Juan Godinez, Juan Diaz y Francisco Hernández, Capellanes del ejército; y se tiene por cierto que en la provincia de Chiquimula no predicaron los regulares, pues ni en sus crónicas se hace mención que ninguno trabajase en el catequismo de dichos naturales, ni nunca han tenido doctrinas en ella. Pero, hallándose bastantemente revuelta y perturbada la capital, por los años de 1530, con la venida y estraños procederes del Visitador Orduña, muchos pueblos, y entre ellos los del partido de Chiquimula, tomaron ocasión para sacudir el yugo de los Españoles y recobrar su independencia. Sin embargo de que cuando llegaron estos avisos á Guatemala, se hallaban sus vecinos en la mayor opresión, compelidos del celo de la gloria de Dios y servicio del Rey, trataron de poner en sujeción y obediencia á los alzados: nombráronse para Cabos de esta peligrosa jornada á los Capitanes Hernando de Chaves y Pedro Amalin, los que con la mayor brevedad, salieron con su ejército y se dirigieron al gran pueblo de Esquipulas, objeto principal de esta espedicion.

Los indios de Jalpatagua, de natural inquieto y orgulloso, quisieron impedir el tránsito del ejército; pero á pocos avances dejaron libre el paso. Tuvieron bastante trabajo los nuestros en el esguazo de los caudalosos ríos que se encuentran en estos países y no les costó menor dificultad el proveerse de vituallas; mas venciendo tropiezos y atropellando obstáculos, se introdujeron en la provincia de Chiquimula. Antes de llegar al pueblo de Mitlan, fueron acometidos por los indios de dicho pueblo y sus aliados, con furor y tenacidad, hasta que desbaratados y rotos tres veces por nuestros soldados, huyeron y el ejército español se apoderó del pueblo de Mitlan. Detúvose en él seis ó siete días, ínterin se requerían con la paz los indios de este cantón: á este tiempo les llegó de Guatemala el apreciable socorro de 40 infantes, 20 caballos y copia de víveres y municiones. Con este refuerzo, habiendo descansado las tropas, aumentadas éstas de gente y proveídas de vituallas, salieron para Esquipulas; y á la mitad del camino quiso el Eterno manifestar el paternal cuidado, que tenia de los que militaban bajo sus banderas y peleaban por su gloria; pues habiéndose alojado en la cumbre de unas lomas, ya entrada la noche, pareció á los Cabos poco seguro el lugar y levantando el campo con gran silencio, se bajaron de aquella eminencia y asentaron en un vallecete: habría dos horas que reposaban en este sitio, cuando oyeron gran vocería y algazara y vieron arder por todas partes la loma donde se habian acampado. Siguieron sus marchas para Esquipulas; mas antes de llegar á dicho pueblo, tuvieron dos combates muy reñidos con los indios de la comarca: el uno al pasar por cierta cañada y el otro cerca de un lugar que se encontró desierto; pero superados estos obstáculos, no sin gran pérdida de los naturales, llegó el ejército á avistar las trincheras de Esquipulas. Era sin duda este pueblo córte, ó á lo menos plaza de armas, de algún Cacique poderoso: hallábase ceñido de fuertísimas trincheras y defendido de gran número de soldados. Acampados los nuestros inmediatos á la espresada plaza, convidaron á sus habitantes y defensores con la paz, conforme á las órdenes de S. M. Pidieron los esquipulanos tres dias de término para responder y al cuarto mandaron á decir: que mas por respeto de la paz pública, que por temor de las armas castellanas se daban al rendimiento. Y habiendo dado en rehenes algunos de los principales, entró nuestro ejército en la gran ciudad de Esquipulas y se alojó en las casas de sus vecinos, ínterin se dieron órdenes para la reedificación de los pueblos destruidos. De esta suerte quedó sujeta á los Españoles la provincia de Chiquimula, por Abril de 1530. (Lib. 1º de Cabildos, folio 162).

El Cacique de Copan, llamado Copan Calel, fué uno de los que principalmente solicitaron á los Señores de Chiquimula y Esquipulas, á que levantasen la cerviz y sacudiesen el yugo de los Castellanos y también fué uno de los que ayudaron á hacer la guerra contra los Españoles; y queriendo el Capitán Hernando de Chaves vengar estas hostilidades, concluida felizmente la reducción de Esquipulas, emprendió el asedio de Copan. Era la ciudad de Copan una de las mayores, mas opulentas y bien pobladas del Reino: el Circo Máximo de Copan, la cueva de la Tibulca y otros edificios muy suntuosos, que permanecen hasta el día de hoy, son otros tantos testimonios que comprueban la magnificencia de esta córte, sin embargo de hallarse al presente enteramente despoblada. Este lugar, que en el dia solo tiene el título de valle, está situado en la raya divisoria de las provincias de Chiquimula y Comayagua, de manera que en tiempos ha sido de la jurisdicción de la primera, y en tiempos, como ahora, de la segunda. Hallábase esta plaza tan prevenida cuando llegó nuestro ejército, que era capaz de mantenerse no solo contra tan corto número de Españoles, sino contra los ejércitos de Napoleón I, pues á mas de sus numerosas tropas, se hallaba reforzada con los tercios de Zacapa, Sensentí, Güijar y Ustúa; de suerte que formaba un campo de mas de 30,000 combatientes, bien disciplinados y ejercitados en la campaña, prevenidos de macanas, flechas, hondas, y proveídos de víveres para muchos dias. Estaba defendida la plaza de un lado por la cordillera de Chiquimula y la de Gracias á Dios y por el otro: tenia un profundo foso y una trinchera de maderos fuertes y grandes céspedes, que formando troneras daba lugar á que por ellas dispararan los indios sus flechas, quedando resguardados de los tiros de los nuestros. Acampado el ejército Español cerca de las trincheras de Copan, se llegó á poca distancia del foso el Capitan Chaves, acompañado de algunos caballos bien armados y á su lado Gaspar de Polanco, y haciendo seña de que pedia plática por medio de interprete, dijo una bien formada arenga, convidando al Cacique con la paz; mas este, enteramente determinado á la guerra, desechó todas las proposiciones de paz y á la última palabra de su respuesta, disparó una flecha, señal para que á carga cerrada, descargasen sobre Chaves y su escuadra una espesa lluvia de saetas, piedras y varas, que lo obligaron á retirarse á paso largo.

Bastantemente incómodo Hernando de Chaves con la repulsa de Copan Calel, después de muchos discursos y consultas con los principales Cabos del ejército, resolvió dar asalto el dia siguiente, por la parte del foso que pareció de menos riesgo. Preparada la infantería con sayos colchados de algodón, armados los soldados de espadas y defendidos con rodelas; los caballos encubertados, los ginetes resguardados con petos y celadas, se fueron acercando a las fortificaciones; pero sentidos de los Copanes, que los esperaban adornadas las cabezas con penachos y embrazadas rodelas de piel de danta, fueron vigorosamente rechazados: duró todo el dia el asalto; mas dándose buena maña los indios con sus saetas, picas y varas tostadas, se mantuvieron sin abandonar el puesto: es verdad que morían muchos al golpe de nuestros arcabuces y ballestas; pero eran prontamente repuestos otros: de suerte que viendo Chaves heridos muchos de los suyos, hubo de retirarse. Hallábase este valiente Capitán en el mayor conflicto: consideraba solicito y cuidadoso la dificultad de la empresa, en que por su propia voluntad y opinión se habia empeñado y lo que perdería el crédito de las armas Españolas, si desistía de su intento sin concluirlo, y no encontraba medio que tomar, ni consejo que seguir. Mas cuando asi revolvía en su mente tan tristes pensamientos, le llegó la noticia de que el foso que defendía la plaza de Copan, no era igualmente profundo por todas partes y que especialmente en un lugar que se le señaló no estaba muy hondo. Animado con este aviso, al dia siguiente se encaminó con sus tropas al sitio señalado, con resolución de asaltar la trinchera; pero los valerosos Copanes, que no perdían movimiento del ejército Español, luego que lo vieron mover, coronaron las trincheras de soldados de las naciones mas bravas y esforzadas de su campo, que resistieron con bizarría. No pudiendo la infantería ganar sitio en la trinchera, vino en su socorro la caballería: trabóse el encuentro mas sangriento y terrible que vieron los siglos; porque cargando todas las compañías de Copan á la defensa de aquel sitio y persistiendo los Españoles dentro del foso, parecían montes á los botes de las picas, golpes de las piedras y heridas de las saetas que descargaban sobre ellos. Intentaron muchas veces los infantes subir á la trinchera; pero al ímpetu de las piedras y botes de lanzas que recibían en las rodelas caían al foso: mas esto no lo conseguían los indios, sino á costa de innumerables vidas. Llevaban largo tiempo de batalla sin que ni uno ni otro campo cediese de su intento, hasta que animado Juan Vázquez de Osuna, dándole espuelas al caballo, saltó el foso, llevándose el caballo con los pechos parte de aquellos céspedes y palizada que formaban la trinchera, y espantado con el ruido que al caer hicieron los maderos, atropello á cuantos indios estaban en el paso: con cuyo ejemplo se aventuraron á saltar por la misma brecha otros caballos, causando éstos tanta turbación en los Copanes, que, acometidos de los nuestros, fueron rotos, destrozados y deshechos.

Mas no por esto se dio por vencido Copan Calel, sino que recogiéndose á unos cuarteles donde tenia algunas reclutas, hizo con ellas el último esfuerzo por conservar su libertad; pero estos soldados como pocos, aunque muy diestros y valerosos, en breve cedieron á las armas castellanas. No fallaron recursos en este último contraste de su destino al valiente Cacique; pues dejando su domicilio, se retiró á Sítala, lugar de su Señorío, de donde volvió auxiliado de los Señores comarcanos contra su corte de Copan, dominada de los Españoles. Por dos veces intentó recuperar su pérdida; pero la aumentó con la de sus mejores Capitanes, quedando enteramente roto y destrozado su ejército, hasta que, enseñado de su desgracia y aconsejado de los suyos, resolvió rendir vasallage al Rey de España. Retiróse Copan Calel á unas montañas vecinas, donde después estuvo el real de minas de Zaragoza, envió sus embajadores con buen presente de oro, plumas y manta, para Hernando de Chaves, de quien recibieron grato acogimiento y todo el seguro necesario para que viniese el Cacique á su gran corte de Copan; y habiendo efectuado su venida, fué muy bien recibido y acariciado del Capitán Chaves.




CAPITULO 7.º
De algunas cosas notables y dignas de saberse de la provincia de Chiquimula.

Entre las cosas maravillosas y que llaman la atención en esta vasta comarca, debe ocupar el primer lugar la portentosa imagen de Nuestro Señor Jesucristo Crucificado, que se venera en el pueblo de Esquipulas. Esta es, sin disputa, la Imagen de mayor aclamación y su templo la romería mas famosa de todo el Reino: no hay tiempo del año, en que no se vean en dicho santuario peregrinos, que vienen de partes muy remotas á implorar las misericordias de Dios ó á cumplir los votos que han hecho en sus necesidades. La referida efigie se esculpió en Guatemala, por Quirio Cataño: consta de testimonio auténtico que, en 9 de Agosto de 1594, el Señor Provisor Don Cristóval Morales trató con Quirio Cataño, escultor, que haga un Crucifijo de vara y media para el pueblo de Esquipulas, por el que se le han de dar 100 tostones; y por el recibo de dicho artífice, se ve que entregó la pieza acabada en Guatemala, á 9 de Marzo de 1595: de cuyos instrumentos originales, hallándose muy maltratados, para que no se perdiese la noticia del origen de la referida imagen, el Ilustrísimo Señor Don Fr. Andrés de las Navas, por auto de 9 de Abril de 1685, mandó se saque testimonio de ellos y se ponga en el libro de bautismos de la parroquia del espresado pueblo. Son sin número los milagros que se refieren obrados por medio de esta imágen: se asegura que, estando no sé por que motivo en una estancia, se vio repetidas veces que la casilla donde estaba la efigie, despedía resplandores, de suerte que creyendo los de las haciendas vecinas, que la casa se quemaba, corrieron aceleradamente á apagar el fuego, pero acercándose hallaron ilesa la choza; mas repitiéndose por segunda y tercera vez este prodigio, entraron en la casa, y advirtieron que el sol que despedía tan divinas luces, era esta Sagrada Imagen. Igualmente se afirma, que queriendo los indios llevar en procesión este devoto simulacro, á cierto trapiche, puesto en las andas, no pudieron moverlas por mas esfuerzos que hicieron. También se refiere como cosa cierta, que la citada Imagen ha sudado tres ocasiones. Finalmente, es tradición constante que en su templo reciben vista los ciegos, habla los mudos, movimiento los tullidos y salud todo género de enfermos. Tan grande multitud de prodigios, obrados en beneficio de los que devotos rinden reverentes cultos á esta milagrosa Imagen, ha sido la causa del estraordinario concurso de gentes que vienen en tropas á asistir á la fiesta principal de este Santuario, el dia 15 de Enero, que se asegura llegarán á 100,000 las personas que se juntan dicho día en el pueblo de Esquipulas: esta ha sido el principio de la gran veneración que se tiene en todo el Reino á este portentoso simulacro; y esta ha movido á la Silla Apostólica á espedir bula especial, en que determina el rito con que se debe descubrir esta sagrada efigie.

Es digna de notarse la laguna de Atescatempa, asi llamada porque se halla cercana al pueblo de este nombre, en el curato de Jutiapa. Se admira en este lago la circunstancia de que entrándole dos rios caudalosos, como son el de Contepeque y el de Yupiltepeque, en toda su ribera no se le ve desagüe alguno; pero, á corta distancia de su margen, en el sitio que llaman la Doncella, brota gran cantidad de agua, que inmediatamente forma un rio bien grande y caudaloso: lo que convence que este es el desagüe de la laguna de Atescatempa.

Otra de las maravillas que se admiran en esta provincia de Chiquimula, es la famosa cueva que llaman del Peñol, por estar su boca en la hacienda de este nombre, posesión hereditaria de la famiiia de Don Tomás Delgado de Nájera. En uno de los cerros que circunvalan dicha hacienda, se ve la entrada de la referida cueva, cavada á pico, cuyo dilatado espacio asegura la simple tradicion, se estiende por las entrañas de aquel monte hasta el rio de los Esclavos, acia el pueblo de Malaquescuinte: es decir, el largo espacio de once leguas. Esta admirable senda subterránea no ha sido hasta ahora examinada; pues aunque el Capitan Don Juan de Salazar Monzalve, nieto del conquistador Don Antonio de Salazar, y abuelo materno del citado Don Tomás Delgado de Nájera, con ánimo resuelto intentó penetrarla y reconocerla hasta su fin; mas no pudo internarse en ella mas de tres cuadras, porque varias veces que lo emprendió se le apagaban las luces y se quedaban en profundas tinieblas, sin poder dar un paso adelante [3].

Otra singularidad, aun mas digna de admirarse, se encontró en la misma hacienda del Peñol: esta es ciertos esqueletos de gigantes tan disformes, que solo las canillas de sus piernas, tenían unas siete y otras ocho cuartas de vara, siendo á proporcion de estas los demás huesos. El cronista Don Francisco de Fuentes, que escribía por los años de 1695, en el tomo 2º lib. 4º cap. 11, asegura que en su tiempo Don Tomas Delgado de Nájera y Don Cristóval de Salazar, hicieron esquisitas diligencias para sacar enteros algunos de estos huesos, para traerlos á Guatemala; mas no pudieron conseguirlo, porque al querer levantar una canilla ú otro hueso, se les deshacía en polvo. Ni se debe tener por increíble este hallazgo, que con tanta individualidad nos refiere un autor generalmente tenido por ingenuo y verídico y que trató á los dos espresados sugetos con intimidad, como que eran deudos suyos, y mas cuando es constante, que en todos tiempos ha habido gigantes en el mundo; porque antes del diluvio los hubo, como se vé por el cap. 6º del Génesis: en los tiempos posteriores sabemos por el cap. 17 del lib. 1º de los Reyes, que entre los Filisteos habia un gigante llamado Goliat, que tenia mas de tres varas de alto; y sin hablar de otros, el dia 14 de Agosto de 1800 llegó á esta capital Martin Salmeron, natural de un lugar del Obispado de la puebla de los Angeles, poco menor que Goliat, pues tenia dos varas y dos tercias de alto, pero de cuerpo proporcionado: de lo cual pueden ser testigos los habitantes de esta ciudad, que dieron un real para verlo. Y quiso la contingencia que, cuatro meses después, se dejase ver en esta Metrópoli un hombrecillo, natural del pueblo de Jalapa, en esta provincia de Chiquimula, que teniendo veinticuatro años de edad, no tenia mas que vara y cuatro pulgadas de alto, siendo por lo demas proporcionado.

Hubo también en la provincia de Chiquimula, á principios del siglo 17, un monstruoso dragón, que saliendo de la Verapaz, asolaba las haciendas de un Fulano Arriaza. Por este tiempo era tanta la abundancia de ganado mayor en esta comarca, que no pudiéndose consumir, se alzaba y retiraba á los montes, y los dueños por no perderlo todo, pagaban vaqueros que jarretasen las reses, para aprovecharse del sebo y cuero. En este ejercicio de jarretar era diestrísimo cierto Mulato, cuyo verdadero nombre se ignora, pero era conocido con el de El Niño Sentado, porque á todas horas y en todos tiempos, estaba sentado á caballo. Tuvo noticia de este vaquero el referido Arriza, y llamándolo, después de advertirle el riesgo del dragón, se concertó con él, para que entrase á su hacienda á jarretar el ganado, antes que la espresada vestia lo consumiese: entró, pues, el Niño Sentado, en la hacienda, acompañado de otros; mas lo mismo fué comenzar á moverse el ganado, que levantar el dragón el vuelo con grande estrépito y venirse sobre el vaquero; pero este, nada cobarde, batalló con él, diestro y animoso por largo rato, hasta que á fuerza de heridas calló el dragón al suelo y alli lo acabó de matar. Hizose el debido aprecio de esta hazaña y pintado en un lienzo el combate del Niño Sentado con el dragón, se colocó para eterna memoria en los corredores bajos del Cabildo; y asegura el cronista Don Francisco de Fuentes, que hombres ancianos refirieron haber visto este cuadro en el espresado lugar.

No hablaremos ahora del Circo Máximo de Copan, Cueva de la Tibulca y Hamaca de piedra, que se hallan en los confines de Chiquimula y Comayagua, por haber dado bástante noticia de eslas antigüedades en la geografía, tratando de la provincia de Honduras.




CAPITULO 8.º
De la Alcaldía mayor de Amatique y Puerto del Golfo Dulce.

Estiéndese el distrito de la Alcaldía mayor de Amatique 55 leguas de E. á O. y 50 de N. á S. Confina por el S. con la provincia de Chiquimula, por el N. con la bahía de Honduras, por el O. con la Verapaz y tierras de indios bravos y por el E. con la provincia de Comayagua. El terreno de esta comarca es en estremo fértil y frondoso; pero es igualmente quebrado, húmedo y enfermizo. Se dan en este pais la zarza parrilla, mechoacan, raiz de china y otras muchas cortezas y maderas medicinales y aromáticas. Críanse en sus montes multitud de tigres, leones, dantas y monos del tamaño de un hombre, y tan osados, que habiendo cazado una mona con su hijo cierto tirador, lo rodearon tantos monos, que á no haberlo socorrido otros hombres, hubiera perecido entre estos animales: no es ponderable la multitud de insectos de varias especies que atormentan á los pasajeros en estas tierras.

Habia en las cercanías del Golfo Dulce tres pueblos: el de Amatique, que se hallaba situado junto el Golfo de Guanaxos, al S. del rio del Golfo Dulce: el de Jocolo, al N. de dicho rio, en el sitio donde hoy está el Castillo de San Felipe; y el de Santo Tomás, al S. E. de Amatique. También se fundó en estos países, algo mas de tres leguas al O. del lugar donde hoy se hallan las Bodegas, en la ribera meridional del rio Polochic, una villa de Españoles, que llamaron la Nueva Sevilla. Habiendo traginado por el puerto del Golfo Dulce algunos Españoles de la provincia de Yucatán, concibieron el proyecto de hacer una población en las inmediaciones del referido puerto, que facilitase el comercio entre las provincias de Guatemala y Yucatán. Pidieron licencia para efectuar su intento á la Real Audiencia de los Confines, que se acababa de erigir; y con el beneplácito de este Tribunal, eligieron sitio conveniente, tomaron posesión de él con las solemnidades de derecho y pusieron los fundamentos de la nueva villa, por los años de 1544.

Habia sobrado fundamento para esparar que esta población prosperase sobre manera, que sus aumentos fuesen rápidos y grande su duración; pues las circunstancias de su situación inmediata al rio, cerca de las Bodegas y poco distante del puerto, la hacían muy útil para todos: para los que venían de España, porque en este lugar encontrarían donde descansar del quebranto de una navegación tan dilatada, y los que llegaban enfermos donde curarse y convalecer: los mercaderes hallarían donde almacenar sus géneros y donde proveerse de lo necesario para pasar á Guatemala: los de esta capital tendrían en los vecinos de la Nueva Sevilla unos agentes que les recibiesen sus mercaderías y se las remitiesen con prontitud; y los habitantes de dicha villa grandes proporciones para el comercio y mil arbitrios para enriquecer. En efecto, á breve tiempo de fundada, se vio una insigne villa de gran tráfico, con mas de sesenta vecinos, Alcaldes Ordinarios y Regidores, con un Capitán para las cosas de guerra, que al mismo tiempo era para lo político Teniente de Gobernador en la provincia del Golfo: teniéndose en tanta estimación este empleo, que el Presidente Maldonado nombró para él á un deudo suyo, llamado Don Cristóval Maldonado.

Pero contra toda espectacion fué muy breve el tiempo que duró la Nueva Sevilla; pues no faltando émulos á su fortuna y prosperidad, hicieron siniestros informes de los vecinos de dicho lugar á los Religiosos de Santo Domingo, persuadiéndoles que los Españoles de la referida villa consumían con el trabajo y acosaban con agravios, robándoles sus mugeres é hijas á los indios de la Verapaz: llenos de zelo estos Religiosos por sus neófitos, sin averiguar que verdad tuviesen aquellos informes, ocurrieron á la Real Audiencia de los Confines solicitando mandase despoblar la Nueva Sevilla. Alegaban para el efecto una real cédula de 30 de Octubre de 1547, despachada por el Príncipe, en que manda al Adelantado Montejo despuéble la Nueva Salamanca; mas esta real determinación no puede entenderse de la Nueva Sevilla, pues solo habla de la Nueva Salamanca, pueblo de la provincia de Yucatán, y por eso va dirigida á Don Francisco Montejo, Gobernador de Yucatán; que si fuera la mente del Principe que se desmantelase la Nueva Sevilla, se hubiera encargado la ejecución del real rescripto á la Audiencia de los Confines, en cuyo distrito se halla dicha villa. Pero el Presidente Cerrato y los Oidores de la citada Audiencia, sin hacer alto en nada de esto, sin recibir mas pruebas de los escesos de los espresados Españoles, que el dicho de los Religiosos de Santo Domingo, ni dar oidos á los vecinos de la referida villa, despacharon real provisión, por la cual mandaron con el mayor rigor al Teniente de Gobernador, Alcaldes y vecinos de la Nueva Sevilla, salgan de ella y de toda la provincia del Golfo Dulce, pena de muerte y de perdimiento de bienes; sin embargo de cualquier respuesta que se dé, apelación ó suplicación que de dicha real provisión se haga. Esta real provisión se notificó al Cabildo de la Nueva Sevilla, que le dio el obedecimiento correspondiente, en 30 de Octubre de 1548.

Los tres pueblos ya citados tampoco tuvieron mayor duración; porque las repetidas pestes los arruinaron y estinguieron; y aunque el de Jocolo fué poblado de nuevo por el Castellano Don Pedro Varona de Loaiza, no tuvo mayor crecimiento. Por los años de 1605 encontró el Piloto Francisco Navarro, cerca del rio Motagua, unos indios de la nación Tequeguá, mansos y dóciles, que con facilidad se sujetaron á los Españoles; y el Ilustrísimo Señor Don Fr. Gaspar de Andrada, Obispo de Comayagua, envió Clérigos que los catequizaron; y aunque el P. Remesal (lib. 10 cap. 20) afirma que los Religiosos de su Orden hallaron á estos neófitos tan poco instruidos en la doctrina cristiana, que apenas sabían las oraciones y esto de modo que no las podían entender, pero ni aun el lenguage, por ser en latin y en romance, solo pudo decir esto dicho autor, instigado del prurito de satirizar; pues, como observa el cronista Fuentes, para esto era necesario que los enunciados Clérigos no supiesen hablar ni el latin, ni el castellano, porque de saber alguno de los dos idiomas, en él hubieran enseñado la doctrina á los Tequeguas. Estos indios fueron trasladados al pueblo de Amatique, donde aunque murieron muchos, subsistieron algunas familias de su estirpe por mucho tiempo.

Estuvo la provincia del Golfo Dulce, por lo espiritual, á cuidado de la Religión de la Merced, que tenia un Convento en el pueblo de Amatique; pero habiéndose despoblado la Nueva Sevilla, viéndose estos Religiosos espuestos á las incursiones de los piralas y sin el recurso de los Españoles de dicha población, que con sus limosnas ayudaban á mantener el Convento, hicieron dejación de esta doctrina en manos del Ilustrísimo Señor Don Cristóval de Pedraza, Obispo de Trujillo, el año de 1549; y este Prelado puso Cura que administrase los referidos pueblos y el castillo. Mas en el dia de hoy, estinguido este Curato, administra en el castillo un Capellán, que nombra el Arzobispo de Guatemala. Por lo temporal gobernó la provincia de Amatique, primero el Teniente de Gobernador de la Nueva Sevilla, después el Alcalde mayor de Amatique, que nombra el Presidente de Guatemala, y al presente el Castellano del Golfo.

Lo que hace mas digna de atención la provincia de Amatique es tener en su territorio el Golfo Dulce, en donde de muchos años á esta parte se hace la descarga de los barcos que vienen de España. Esta se hizo al principio, por el tiempo de casi 80 años, en Puerto Caballos: aqui descargaba la que llamaban Flotilla de Honduras; pero fueron tantos los robos y daños que hicieron los piratas en este puerto indefenso y espuesto á sus hostilidades, que obligaron al M. N. Ayuntamiento de esta ciudad, á que repetidas veces hiciese las mas activas diligencias con los Sres. Presidentes, para que se buscase otro puerto mas resguardado de los insultos de los corsarios, y mas fácil de ponerse en estado de defensa. Pasáronse algunos años sin que se diesen oidos á las instancias del Cabildo; mas no cesando las incursiones de los enemigos, el Presidente Don Alonso Criado de Castilla, mandó al piloto Francisco Navarro, examinase y reconociese si en toda aquella costa se hallaba otro puerto de mejores circunstancias, que los de la Caldera de Punta de Castilla y Puerto Caballos, que habían sido los mas frecuentados. En efecto, el dia 7 de Marzo de 1604, encontró este piloto un puerto en el Golfo de Guanaxos, inmediato al pueblo de Amatique, que pareció de mejores calidades que los referidos, y por celebrar la Iglesia dicho dia la fiesta de Santo Tomas de Aquino, se llamó el puerto de Santo Tomas, con el sobrenombre de Castilla, por atención al espresado Presidente; y se cometió al Alcalde Ordinario Don Estevan de Alvarado reconociese y sondease el espresado puerto, y hallándose este ventajoso respecto de los otros, se pasó á él el desembarco de las naves de España. El año de 1607 se trató con gran calor de la fortificación del referido puerto de Santo Tomas, para lo que se celebraron varias juntas, en las que nada se resolvió. Este mismo año de 1607 vino el Capitán Juan de Monasterios, con dos navios interesados, y aunque quisiera descargarlos en el nuevo puerto, pero viéndolo sin defensa alguna, hubo de hacerlo en Puerto Caballos. Habia hecho otro viage á estos puertos el año de 1605, el Capitán Monasterios, y estando para volverse, le acometieron los piratas Pié de palo y Diego el Mulato, con ocho navios de á 400 toneladas y cinco lanchas, en que venían 1400 hombres: los del referido Monasterios no eran mas que dos y la gente no era mucha, como que eran barcos mercantiles; pero era de tal valor este Capitán, que sin acobardarse por la inferioridad de sus fuerzas, puso á punto de guerra á sus dos naves, hizo que se confesase la gente y que estuviesen prevenidos y en vela. Acometiéronle los corsarios y del primer encuentro rindieron la Almiranta: intentaron hacer lo mismo con la Capitana, tres veces abordó el enemigo á dicha embarcación, con grande esfuerzo y ferocidad, y otras tantas fué repelido: á vista de tan valiente resistencia la acometió con toda su armada, hizo prodigios de valor el jóven Monasterios, que causaron admiración al pirata; pero, hallándose herido, con solo cinco soldados y la Capitana tan maltratada, que no admitió reparo, hubo de rendirse, quedando prisionero. Esta tragedia fué uno de los motivos que estimularon al Presidente á solicitar otro puerto; mas como el nuevo puerto no estuviese fortificado el año de 1607, cuando volvió el Capitán Monasterios, hubo de esperimentar este valiente Capitán otro asalto de los corsarios, en Puerto Caballos, donde estando para cargar sus navios fueron estos acometidos de doce urcas holandesas: no se acobardó el valeroso Monasterios con tan improviso asalto: dispuso prontamente sus naves para la defensa, é hizo la mas valiente resistencia, sin embargo de hallase tan inferior en fuerzas: trabóse reñido combate, con tanto ardor de una parte como de otra, que no se terminó sino con el dia: renovóse la batalla el dia siguiente y se continuó por otros nueve dias y hubiera seguido por mas tiempo; pero habiendo los nuestros echado á pique una de las urcas y destrozado las otras, de modo que casi se hallaban sin arboladura, escarmentado con su desastre, hubo de retirarse el enemigo. Para no verse en semejante lance, tomó á su cargo el Capitán Monasterios la fortificación del puerto de Santo Tomas, levantó sobre peñascos vivos una plataforma y la coronó con siete piezas de artillería, que quitó de sus navios, quedando de esta suerte bastantemente fortificado y mas resguardado que Puerto Caballos, el puerto de Santo Tomas. Pero, aunque tenia estas ventajas el referido puerto, no pudo hacerse en él por mucho tiempo la descarga de las embarcaciones; porque siendo el terreno en estremo estéril, se morían las mulas del tragin. Por este motivo se trasladó el desembarcadero de las naos al puerto del Golfo Dulce, al O. del de Santo Tomás, (véase el trat. 1º del tom. 1º fol. 42). Este puerto estuvo sin fortificación, hasta que el Presidente Don Diego de Avendaño lo mandó fortificar, por los años de 1646; y muerto el Presidente, acabó el fuerte el Oidor Decano Don Antonio de Lara Mogrobejo, motivo porque se llamó el Castillo de San Felipe de Lara. Mas este presidio tuvo muy poca duración; porque estando cubierto de palma ó macana, por los años de 1686 le dieron fuego los corsarios, Yankes y Cocolen, y quedó desmantelado, hasta que el Presidente Don Jacinto de Barrios Leal, lo mandó reedificar en forma regular, cubierto de teja.




CAPITULO 9.º
De la isla de Roatan y otras que se hallan en el Golfo de Honduras.

Son muchas las islas que se encuentran en el seno de Honduras; mas estas en el dia se hallan casi todas desiertas. La primera que se descubrió por el Almirante D. Cristóval Colon, el año de 1502, fué la isla Guanaxa, que llamó la isla de Pinos, por la multitud de dichos árboles que vio en ella. Esta isla se halla seis leguas al N. de la punta de Castilla: los indios de ella, asi como los del puerto de Guanaxos, eran mansos y pacíficos, enemigos de guerras, y asi se dejaron apresar de los Capitanes de Pedrarias, que los llevaban á vender á la Española, despoblándonos este Reino. Cinco leguas al O. de la Guanaxa está la isla Goamoreta y á una legua de ésta la de Roatan. Fuera de estas se encuentran en el mismo Golfo las islas Mata, Guayama, Utila y Saona; y mas arrimadas al puerto de Guanaxos están la Guaydua, la Helen, la de San Francisco; y caminando hacia el Cabo de Catoche, se vea las islas Ibob, Lamanay, Zaratan y Pantoxa. Todas estas islas son muy amenas y producen frutos preciosos y apetecibles y maderas estimables y al tiempo de la conquista se hallaban bien pobladas; pero las hostilidades que sufrieron, primero de los conquistadores de Castilla del Oro y después de los piratas, que infestaron estos mares, consumieron y agotaron estas poblaciones, no quedando habitadas, mas que las de Roatan, la Guanaxa y la de Utila.

La mas famosa de todas estas islas y la única que al presente se halla poblada, es la de Roatan. (Véase su descripción en el tom. 1º fol. 51). Esta y las otras dos, que como acabamos de decir quedaron pobladas, se mantuvieron bajo el dominio de los Españoles, que las poseyeron pacíficamente hasta el año de 1642, en que acometiendo con mano armada el pirata ingles á la de Roatan y á la Guanaxa,[4] sin resistencia de los indios, se apoderó de una y otra. Cuanto traía de provecho á los ingleses la posesion de estas islas, tanto ocasionaba de daño á los Españoles; pues, estando tan inmediatas á nuestros puertos, podían con facilidad invadirlos, y cuando nó, impedir toda la comunicacion y comercio de este Reino con los de España: tambien era en estremo pernicioso á la religion el que estos neófitos estuviesen sujetos á los hereges, pues necesariamente los habían de pervertir é inficionar con sus perversas máximas. Estos motivos hicieron que el Ilmo. Sr. D. Fr. Luis de Cañizares, Obispo de Comayagua, y D. Juan de Veraza, Castellano del fuerte de San Felipe de Lara, estimulasen el zelo de los Señores Presidentes, para que recuperaran estas posesiones del Rey de España.

Concurrieron á esta faccion los Gobernadores de Guatemala y la Habana y el Presidente de la Audiencia de Santo Domingo, como que todos interesaban en quitar del medio estos enemigos. El Gobernador de la Habana envió cuatro navios de guerra, bien pertrechados y proveídos, al mando del General Don Francisco de Villalva y Toledo, el que con el designio de sorprender á los ingleses, sin tocar en ninguno de nuestros surgideros, se dirigió á la isla de Roatan; mas no le salió bien su proyecto, porque aunque arribó con su armada al puerto de dicha isla, una hora antes de la diana, no pudo ser tan silencioso el desembarco, que no fuese sentido por la centinela, que tocando al arma, en el instante se vió coronada la trinchera de competente número de defensores: acercáronse los nuestros y se trabó un largo combate: entretanto, habiendo aclarado el día, advirtió el General Villalva una parte de la trinchera descubierta y manteniendo el ejércilo en el mismo sitio, mandó un Cabo con treinta soldados, para que acometiendo por aquella parte al enemigo lo cortase ó entretuviese; pero este ardid tampoco salió acertado á nuestro General, porque acercándose á aquel parage, dieron en un pantano, que hacia el paso impenetrable. No por esto se desanimó Villalva: hizo varios avances por diversas partes de la trinchera, en los que, aunque mató algunos ingleses, no logró mayor ventaja. Mas cayendo ya el sol y hallándose sin pólvora, en pais enemigo y desconocido, retiró el ejército para el puerto y embarcado se vino á proveer de pólvora y municiones al puerto de Santo Tomás de Castilla. Desde aqui dio cuenta el General Villalva al Presidente y Capitán general de este Reino, de todo lo que habia pasado en la isla de Roatan y la necesidad que tenia do pólvora y balas, para continuar la facción. Hallábase de Presidente el Oidor Decano Don Antonio de Lara Mogrobejo, que convocó junta de guerra; y en cumplimiento de lo acordado en ella, proveyó despacho en 4 de Marzo de 1650, en que ordena el Capitán Don Francisco de Fuentes (padre del cronista), á cuyo cargo estaba la sala de armas, entregue al Capitán Elias de Bulasia, quince botijas de pólvora y seis quintales de balas, para proveer la armada. Salió prontamente para el Golfo el Capitán Bulasia, acompañado del Capitán Don Martin de Alvarado y Guzman, que llevaba 50 soldados de Guatemala y el Capitán Juan Bautista Chavarría, con otros 50 de la provincia de Chiquimula, que incorporados con los infantes de los cuatro navios de Villalva y los dos de Bulasia, hacían el número de 450.

Se hizo á la vela con gran presteza toda la armada al rumbo de los puertos de Roatan; y como el General Villalva ya sabia lo bien defendida que se halla la entrada por el primer puerto, le pareció probar fortuna por el otro; pero habiendo saltado en tierra con gran celeridad, encontró igualmente defendida esta entrada, con bastante número de soldados, que hicieron larga y obstinada resistencia á nuestras tropas, hasta que abriendo brecha á la trinchera con dos piezas de artillería, tuvo el ejército Español puerta por donde, entrando al campo ingles, se trabo un recio combato, en que por último quedó rota la infanteria británica. Pero despues de ganada tan completa victoria, tuvieron muestras tropas no poco que padecer para llegar á la población de la isla; porque, no teniendo guia que los condujese, anduvieron perdidos por ella nueve dias, sufriendo los ardores del sol y los destemples de la noche, heridos los pies con las espinas de los coyoles y acribillados con una inmensa plaga de garrapatas, mosquitos y otros vichos. Llegaron al poblado que hallaron desierto, porque los ingleses, luego que sintieron el rumor de nuestra marcha, desampararon las casas, con sus muebles, y hasta lo que tenia prevenido, para comer aquel dia, se dirigieron al puerto y tomando sus embarcaciones dejaron libre la isla. Hizo el General recoger todos los indios, y dando fuego á la poblacion, se embarcó con ellos, y llegó triunfante al puerto de Santo Tomás de Castilla: en cuyo territorio quedaron poblados los indios de la isla de Roatan, terminada esta empresa, á fines de Agosto de 1650.

Mantúvose desierta la isla de Roatan desde dicho año 650, hasta el de 742, por el mes de Junio que la poblaron los ingleses, forticándola con materiales que sacaron de la arruinada ciudad de Trujillo. Estuvieron en posesión de ella, hasta el ano do 1780, en que pasando personalmente el Presidente de Guatemala, los desalojó. Volvieron á apoderarse de esta isla, el año de 1796 y dejaron 2000 negros que la guardasen. Luego que se tuvo noticia en esta capital de la referida invasión, se previno por la Capitanía general de este Reino, al Gobernador Intendente de Comayagua, que en la primera ocasión que se presentase, remitiese á Roatan, en calidad de emisario, á Don José Rossi y Rubí, para que averiguando la calidad y circunstancias de aquellos negros, con su infórme se tomasen las medidas mas adaptables para su reconquista. Presentada ocasión oportuna, se embarcó en Trujillo Don José Rossi, el 17 de Mayo de 1797, con doce oficiales, en la falúa grande del puerto, armada con cuatro pedreros, dos espingardas y doce mosquetes: dada la vela, arribó al puerto de Roatan el dia siguiente. En la playa de esta isla se dejaron ver como 200 personas ordenadas en fila, con fusiles y bayonetas, en ademan de esperar: visto esto por Rossi, saltó solo en tierra y acecandose al cabo de aquellos negros, le dijo una arenga, en que le proponía algunas capitulaciones , que aceptaron con transporte, gritando: Viva el Rey de España. Despues hizo desembarcar su gente, enarboló el pabellón Español y tomó posesion de la isla con las ceremonias acostumbradas. Esta población, que está en la costa del Norte de la isla, se hallaba ocupada por los negros republicanos: los caribes habitaban la parte del Sur. Pasó Rossi con su gente al pueblo de estos segundos, y apoderándose con gran celeridad de la batería que allí tenian, los hizo la misma propuesta que á los primeros, la que aceptaron estos con igual alegría; y prometiendo todos á Rossi guardar sus órdenes, dió las convenientes para regresarse al puerto. El dia 19 á las cinco de mañana zarpó la falúa con su gente en vuelta de Trujillo, en cuya rada fondeó el 21.




CAPITULO 10.º
Del descubrimiento de la provincia de Honduras y fundacion de sus principales villas y ciudades.

Aunque hemos ofrecido no valernos de las historias generales de Indias, para la formación de estos tratados; mas no hallando en los autores regnicolas noticias bastantes, acerca de los principios de las provincias de Honduras y Nicaragua, nos hemos visto precisados á ocurrir á la historia de Antonio de Herrera, para dar la de dichas regiones.

La provincia de Honduras fué la primera, no solo de este Reino, sino de todo el continente Americano Septentrional, en que pusieron el pié los Españoles; pues, como refiere el citado Herrera, dec. 1ª lib. 5º cap. 6º, el año de 1502 arribó á las costas de Honduras el Almirante Don Cristóval Colon, y desembarcando en la punta de Casinas el dia 17 de Agosto, el Adelantado Don Bartolomé Colon, tomó posesión de estas tierras por los Reyes de Castilla. Mas no se internó en el continente el insigne Colon, sino que siguiendo su navegación arrimado a las costas, vino á dar á la provincia de Veraguas; y asi la provincia de Honduras no se conoció hasta veinte años después. El motivo porque se dirigieron los Capitanes Españoles á dicha región, fué este: como los hombres siempre quieren igualar y aun esceder á los que se han hecho famosos por sus proesas; habiendo encontrado el Almirante Don Cristóval Colon el continente de la América, hallazgo el mas glorioso que vieron los siglos: habiendo el Capitán Vasco Nuñez Balboa descubierto la mar del Sur, invención la mas famosa después de la de la América; se veia y estimaba como el descubrimiento mas interesante encontrar el estrecho por donde se comunicaban uno y otro mar. En demanda de este canal salió Gil González Dávila del Golfo de San Miguel, el 21 de Enero de 1522 y reconoció toda aquella costa hasta Chorotega, que llamó Bahia de Fonseca, en honor del Arzobispo de Burgos, Don Juan Rodríguez de Fonseca, primer Presidente del Consejo de las Indias; mas viendo que no conseguía su intento por este rumbo, dio la vuelta para Panamá. Partió después para la Española, y de aquí se dirigió para la costa de Honduras ó de Guaimura, con el designio de buscar el pretendido estrecho, que se aseguraba habia del uno al otro mar. Llegó á la referida costa de las Hibueras y no pudiendo tomar tierra en Puerto Caballos, por el mal tiempo, echó al mar algunos caballos, de donde le quedó el nombre á dicho puerto, y vino á decaer al Golfo Dulce: pobló un lugar que llamó San Gil de Buena-Vista, junto al Cabo de tres puntas, al Oriente del Golfo Dulce: esta fué la primera población que tuvieron los Españoles en la provincia de Honduras.

Poco tiempo después que Gil González, arribó á esta costa, Cristóval de Olid, enviado por Don Fernando Cortes y desembarcó en una ensenada, que dista 55 leguas al E. del Golfo Dulce, á la que llamó el Triunfo de la Cruz, por haber saltado en tierra el dia de la Sania Cruz, 5 de Mayo de 1523, é inmediata á aquel puerto fundó una villa, que también intituló el Triunfo de la Santa Cruz, Tomó posesion de aquella tierra por el Hey de España, y nombró Alcaldes y Regidores de la espresada villa. Y es de advertir, que aunque el cronista Herrera fija las fundaciones de esta villa y la de San Gil de Buena-Vista y de las ciudades de Granada y León, el año de 1524, nosotros las hemos puesto el de 1523, porque habiendo entrado en Méjico Don Fernando Cortes, de vuelta de las Hibueras, el año de 1526 y tardando mas de dos años en esta jornada, como afirma Bernal Diaz del Castillo, capítulo 193, no pudo ser el arribo de Cristóval de Olid, al referido puerto del Triunfo de la Cruz el de 1524; porque es muy corto espacio el de dos años, para todo lo que pasó desde la venida de Olid á la costa de Guaimura,[5] hasta la vuelta de Cortes de dicha costa á Méjico.

Habiendo sabido Don Fernando Cortes, que se había sublevado Cristóval de Olid, envió contra él á Francisco de las Casas, con dos navios bien pertrechados. Arribó este Capitan con sus barcos al triunfo de la Cruz, y Olid se embarcó prontamente con su gente en dos caravelas, para impedirle el desembarco: todo el día duró el combate, basta lograr Francisco de las Casas echar á fondo una de las caravelas de Olid; mas cuando parecía que la fortuna se declaraba por Francisco de las Casas, se levantó una recia tormenta, en que dieron al través sus navios, se le ahogaron cerca de 40 hombres y los demás salieron á nado. Hallándose Oiid victorioso, recogió, vistió é hizo todo buen tratamiento á la gente de Cortes; pero la correspondencia que estos soldados dieron á Olid por tantos beneficios, fué degollarlo en la primera ocasión que se les proporcionó. Muerto Cristóval de Olid, quedó en pacífica posesión de la tierra Francisco de las Casas: en este tiempo fundó la ciudad de Trujillo, y la llamó asi, porque era natural de la ciudad de este mismo nombre en Estremadura; y en mucho tiempo fué Trujillo el principal lugar de la provincia de Honduras.

No sabiendo Don Fernando Cortes el paradero de Francisco de las Casas, determinó ir en persona á las Hibueras, por tierra; y dispuesto todo lo necesario para la seguridad de Méjico, en el tiempo de su ausencia, salió de aquella corte con lucido acompañamiento y se encaminó para la referida provincia. Fueron imponderables los trabajos que en esta jornada padeció Cortes y los suyos: llegaron por fin á las Hibueras y cerca del Golfo Dulce encontraron algunos Españoles que andaban en busca de zapotes y de ellos supieron todo lo que habia pasado en la Bahia del Triunfo de la Cruz y en el valle de Naco, y también les dieron noticia de que estaba cerca la villa en que habitaba la gente de Gil González. Dirigióse Cortes con su ejercito á la espresada villa, que llamaban de Nito y se hallaba situada junto al mar, habiendo ya abandonado el primer sitio en que se poblaron y se intitulaba San Gil de Buena-Vista. Fué recibido Cortes de los de Nito con el meyor júbilo y alegría, porquo se hallaban apretados en gran manera del hambre; y en efecto, este Capitán proveyó y socorrió su necesidad, pues llegando un navio de Cuba con puercos, cazabe y otros comestibles, lo compró y tuvieron los de Nito con que saciar su hambre. Viendo Cortes que aquel asiento en que estaban poblados no era bueno ni sano, sino muy enfermizo y escaso de víveres, por no tener pueblos cerca que lo abasteciesen y proveyesen de lo necesario para la vida, embarcó todo el vecindario de Nito y llevándolo á Puerto de Caballos, fundó alli una villa que llamó la Natividad y puso en ella por su Teniente á Diego de Godoy y 40 vecinos, que todos eran de los de Gil González Davila. (Bernal Diaz del Castillo, cap. 181). Mas esta población duró muy poco, porque siendo este sitio tan enfermo, ó mas que el que dejaron, en breve tiempo ya habia muerto la mitad de aquel vecindario y la otra mitad se pasó á Naco, con su Capitán Godoy, por orden del mismo Cortes. En esta sazón era Naco uno de los mejores lugares de la provincia de Honduras, como asegura el referido Castillo, bien poblado y abastecido: su agua era tan buena, que dice el mismo historiador no la había visto, en todo el continente, mejor que la que alli bebió. También mandó Cortes á Gonzalo de Sandoval pasase con sus soldados a Naco, para pacificar aquella tierra; y que fundase una villa para mantener en sujeción a sus naturales: obedeciendo esta orden, Sandoval se encaminó con su gente para Naco; pero cuando llegaron á dicho lugar, lo hallaron desierto.

El dia 11 de Abril de 1530 se presentó en Cabildo Don Pedro de Alvarado, con los despachos de Adelantado, Gobernador y Capitán General de este Reino: había venido por la posta desde Méjico, con noticia que tuvo, de que Martin de Estete, Capitán de Pedrarías, habia invadido las provincias de Chaparrastique y Cuscatlan, hoy llamadas de San Miguel y San Salvador, por cuyo motivo traia 80 soldados; mas cuando llegó dicho Adelantado á Guatemala, ya se hubiese retirado Estete, y aun encontrase en esta ciudad 90 soldados de los de Pedrarias, con estos 90 y los 80 que trajo de Méjico, envió á su hermano Diego de Alvarado, á fundar una villa en la provincia de Tecultran, que se intituló San Jorge Olanchito.

Por los años de 1536 se hallaba en la mayor turbación el vecindario de Naco y toda la gente de Honduras; pues los oficiales del Rey estaban divididos entre sí, y eran de contrarios pareceres: los vecinos y habitantes de la espresada comarca se hallaban exasperados con el gobierno de Cereceda, hombre cruel y tirano: los indios andaban alzados y fugitivos por los montes, y con esto todo faltaba en Naco y perecían de hambre. En tan triste situación ocurrieron á Don Pedro de Alvarado, haciéndole presente el lamentable estado en que se hallaban y suplicándole encarecidamente los socorriese. Partió sin dilación para Naco el Adelantado y fué recibido en este lugar con grande gozo y alegría, como que con su llegada esperaban el remedio de tantos males. Y en efecto, lo mismo fué llegar Alvarado á Naco, que mudar de semblante toda aquella provincia; pues el Gobernador Andrés de Cereceda, viéndose sin autoridad y considerando el castigo que se le esperaba por sus escesos y malos procederes, para librarse de él, con grande astucia, requirió á Don Pedro de Alvarado, que aceptase aquella Gobernacion, porque no se perdiese y se la renunció, haciendo voluntariamente lo que por fuerza habia de hacer. Admitido el gobierno, puso el Adelantado justicias de su mano, y con maña y autoridad, como Capitan diestro y esperimenlado, comenzó á pacificar la tierra: pasó á Puerto Caballos é hizo una poblacion que llamó la Villa de San Juan y á su costa la proveyó de ganados y de todo lo necesario. A once leguas de esta villa fundó la ciudad do San Pedro Zula: la primera se componía de factores mercaderes y negros: en la segunda residían los Oficiales reales, por ser tierra menos enferma que San Juan. Mas habiéndose trasladado la descarga de las naos, como dijimos en el capitulo 8º, al Golfo Dulce, se despobló la villa de San Juan y se disminuyó en gran manera la ciudad de San Pedro.

Fundados los dos referidos lugares, envió Don Pedro de Alvarado al Capitan Juan Chaves con la mayor parte de la gente, á que buscase sitio acomodado y á propósito para hacer una buena poblacion, que mediando entre la provincia de Honduras y la de Guatemala, sirviese para facilitar el comercio y comunicacion de una y otra. Partió Chaves con los suyos á poner en práctica la orden del Adelantado; y habiendo andado muchos dias en solicitud de un sitio de las circunstancias que se pedían, sin encontrarlo, cuando le hallaron, todos esclamaron: Gracias á Dios que hemos encontrado tierra llana; y por este motivo llamaron al lugar que se fundó, Gracias á Dios [6]. Éste prosperó y engrandeció con las minas de oro que se descubrieron en sus cercanías, de tal manera, que el año de 1544, es decir, ocho años despues de su fundacion, era uno de los mejores lugares del Reino: de suerte que la Real Audiencia de los Confines de Guatemala y Nicaragua, que conforme á las órdenes del Rey, debía situarse en Comayagua, por estar dicha ciudad muy á sus principios, se estableció en la de Gracias á Dios.

Entre las minas que se han descubierto en la jurisdiccion de Gracias á Dios, son sin duda las mas famosas la del Real de minas de San Andrés de la Nueva Zaragoza: hállanse estas en un monte situado en el valle de Sensentí, al O. de Gracias á Dios y al E. del valle de Copan, 60 leguas al N. E. de la Ciudad de Guatemala: se cuentan tales cosas de este mineral, que se puede decir con sinceridad, que el monte de Oro que siempre se ha tenido por quimera, aqui se ve realizado. El cronista Fuentes asegura que, sin mas instrumento que una estaca de madera, se iban los pobres á aquel cerro y desmoronando la arena encontraban oro en pepila. También refiere que de la mina que fué de Bartolomé Marín de Sanabria, no trabajando mas que él y un esclavo , sacaban al dia mas de una libra de oro. Pero lo que mas comprueba la riqueza de este monte, es que para promover las labores en sus minas y cobrar los reales quintos, se crió un Alcalde Mayor, que se intitulaba del Real de Minas de San Andrés de la Nueva Zaragoza, que proveían los Presidentes: el cual tenia plena jurisdicción en lo civil y criminal dentro de los términos del Real de Minas; y á mas de esto gozaba la facultad de poder obligar á que trabajasen en dichos minerales, á la cuarta parte de los indios, que habitaban doce leguas en contorno del referido Real de Minas. Mas estos minerales, que tanto ruido hacían ahora cien años, en el dia se hallan enteramente olvidados y la Alcaldía Mayor estinguida.

Por los años de 1536 nombró S. M. Gobernador de Honduras al Adelantado Don Francisco Montejo: este á la zazon se hallaba en Méjico y envió al Capitán Alonso de Cáceres, para que como su Teniente General se posesionase de la citada Gobernación. Habiendo llegado dicho Capitán á la ciudad de Gracias á Dios, se apoderó de ella, prendió á los Alcaldes y Regidores, nombró otros y dio aviso de todo al Adelantado Montejo, que prontamente se puso en camino: llegó á su nuevo Gobierno y repartió la tierra y trató de pacificar los pueblos con gran prudencia é industria. El referido Gobernador envió al mismo Cáceres á conquistar la provincia de Cerquin y subyugar á su Cacique el valiente Lempira, que se hallaba atrincherado en un peñol con 30,000 soldados; y no se consiguió reducirlos en mas de seis meses, hasta que perdió la vida el famoso Lempira. Desembarazado Don Francisco Montejo de la guerra de Cerquin y pacificada la tierra, ordenó á su Teniente Alonso de Cáceres, que buscando un sitio á propósito entre uno y otro mar, fundó en él una villa. En cumplimiento de este órden, esploró Cáceres toda aquella comarca y pareciéndole de las circunstancias que se deseaba el valle de Comayagua, plantó en él la espresada villa, que se llamó Santa Maria de Comayagua. Era el designio facilitar con esta población la contratación de ambos mares, porque estando situada casi en el medio, entre Puerto Caballos y la Bahía de Fonseca, podía servir de escala para pasar del uno al otro mar; y siendo por otra parte tierra sana y abundante, se evitarían las enfermedades y muertes y los trabajos y escaseces que se padecen en el tránsito de Nombre de Dios á Panamá. Informóse al Rey sobre todo esto y S. M. mandó al Ingeniero Bautista Antoneli, para que visitase este camino y examinase si seria conveniente, como se le habia informado, establecer por él la referida contratación; mas este ingeniero halló que eran mayores los inconvenientes que las proporciones que se encontraban en el espresado camino, para el efecto; y asi lo informó al Rey, con lo que se desistió de esta empresa.

Pero no por esto se suspendió la fundación y población de la villa de Santa Maria de Comayagua; sino que, aumentándose cada dia mas, llegó á ser capital de la provincia de Honduras, residencia de sus Gobernadores y sede de sus Obispos. Habiéndose quemado los libros de Cabildo de esta ciudad, ignoramos mucha parte de su historia: lo que sabemos de cierto es que se fundó el año de 1542, como consta de real cédula de 5 de Julio de 1557, en que se dice ha quince años que se comenzó á poblar. Por real provisión de 13 de Setiembre de 1543, manda S. M. que la nueva Audiencia de los Confines de Guatemala y Nicaragua, resida en la villa de Comayagua, á la que se le da el nombre de Nueva villa de Valladolid. Por real rescripto de 20 de Diciembre de 1557, le concedió S. M. titulo y honores de ciudad. El año siguiente de 1558, á 17 de Setiembre, se despachó real provisión en la Ciudad de Guatemala, en que se nombra primer Fiel Ejecutor de dicha ciudad á Gonzalo de Carvajar. Y en otra real provisión, despachada por la misma Audiencia de Guatemala á 20 de Setiembre de 1558, se determinó que los tres Regidores que había en aquella ciudad, nombrados por la espresada Real Chancillería, no sean perpetuos, sino que los tres de un año elijan otros tres para el año siguiente: en los tiempos posteriores se aumentó el número de capitulares de esta ciudad, como se puede ver en el cap. 9º tr. 4º. El año de 1561 se trasladó á la Nueva Vallodolid la Santa Iglesia Catedral de Honduras, que residía en la ciudad de Trujillo, á solicitud del Ilustrísimo Señor Don Fr. Gerónimo de Corella, que informó largamente á S. M. sobre la materia, con lo que alcanzó licencia para hacer esta mudanza, asi del Sumo Pontífice, como del Rey. Por el de 1574 pasó á las provincias de Sonsonate, San Salvador y Honduras el R. P. Fr. Bernardino Pérez, Provincial de los Religiosos de San Francisco, á fundar Conventos de su Orden, conforme á real cédula de 11 de Agosto de 1573; y habiendo llegado á la ciudad de Comayagua, fundó Convento con el título de San Antonio: esta casa fué cabeza de la Custodia de Santa Catarina V. y Mr. de Honduras, que estableció el M. R. P. Fr. Alonso Ponze, Comisario General, el año de 1586. Tiene También esta ciudad Convento del Orden de Nuestra Señora de la Merced: esta fundación la hizo el R. P. Fr. Gerónimo Clemente, el año de 1553. Edificó á su costa la Iglesia de este Convento, el Ilustrísimo Señor Don Fr. Gaspar de Andrada,y como Patrón se mandó enterrar en ella y hasta el dia se ve su retrato en dicho templo: en esta casa celebró capítulo la provincia de la Presentación de Nuestra Señora, el año de 1626. Hay Convento de Religiosos de San Juan de Dios, á cuyo cargo está el Hospital de Nuestra Señora de los Remedios: se refiere en la cronología de este Orden, que por los años de 1636 se fundaron los Conventos que tiene en este Reino de Guatemala. Véase la descripción de esta ciudad en el tr. 1º cap. 3º fol. 47.





CAPITULO 11.º
De la Santa Iglesia Catedral de Honduras y série de sus Obispos.


En sus principios pertenecía la provincia de Honduras, asi como la de Guatemala, al distrito del Obispado de Méjico: de esta suerte estuvo desde el año de 1527, en que se erigió dicho Obispado, hasta el de 1554, en que se adjudicó á la Diócesis de Guatemala. Segregóse de ésta y se hizo Obispado el año de 1559. Su erección, asi como la de los Obispados de Nicaragua y Chiapas, no se distingue en lo sustancial de la de esta Iglesia de Guatemala. Se estableció la Iglesia Catedral de Honduras en la ciudad de Trujillo, que desde luego era la mejor que tenia por aquel tiempo la referida provincia; pero siendo Obispo de Trujillo el Ilmo. Señor Don Fr. Gerónimo de Corella, suplicó á S. M. se sirviese mandar trasladar la Catedral de Honduras á la ciudad de Valladolid de Comayagua, alegando para ello varias razones que se tuvieron por bastantes en las Cortes de Madrid y Roma, para que asi el Sumo Pontifice, como el Rey, diesen su permiso para la espresada traslación. Efectuóse ésta el año de 1564; y desde este tiempo reside dicha Catedral en la ciudad de Comayagua. Esta Santa Iglesia venera como titular á Nuestra Señora la Virgen Maria, en el misterio de su Purisima Concepción. Era sufragánea de la de Santo Domingo y ahora lo es de la de Guatemala.

1.º—El primer Obispo que gobernó la Diócesis de Honduras, fué el Ilustrísimo Señor Don Cristóval de Pedraza; pues aunque antes fué nombrado Don Fr. Juan de Talavera, Prior del Convento de Nuestra Señora del Prado, del Orden de San Gerónimo, no admitió. Por renuncia de éste, fué electo el citado Don Cristóval de Pedraza, Chantre de Méjico, el año de 1559, nombrándole juntamente Protector de indios, y también se le comisionó para que compusiese las diferencias que habían ocurrido entre los Adelantados Don Pedro de Alvarado y Don Francisco Montejo, las que logró transar felizmente. Mas en el gobierno de su Diócesis se hizo odioso por su genio duro y condición áspera, motivo porque ningún Clérigo paraba en el Obispado: las gentes vivían sin el pasto espiritual y morían sin sacramentos, como se refiere en cédula de 29 de Abril de 1549; y esta también fué la causa por que le pusieron cierta acusación grave ante la Silla Apostólica, cuya averiguación cometió su Santidad al Obispo de Guatemala; y citado por este el Señor Pedraza, murió en gran desdicha de camino para Guatemala. Esta acusación, que se tuvo por incierta, se atribuyó á un Clérigo, á quien el Señor Pedraza hizo pasear por las calles de Trujillo con un freno de rosin en la boca, por cierta murmuración bien ligera que de él había tenido. Remesal, lib. 4º cap. 14.

2.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Gerónimo de Corella, del Orden de San Gerónimo, natural de Valencia, hijo de los Condes de Cocentayna, Prior del Convento de su patria y de el de Ntra. Sra. del Prado. Electo Obispo de Trujillo, el año de 1559, trasladó la Catedral de dicha ciudad á la de Comayagua el de 1564 y gobernó esta Diócesis hasta que murió.

3.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Alonso de la Cerda, del Orden de Santo Domingo, hijo del Convento de Lima, del que fué dos veces Prior y Provincial de la provincia del Perú: presentado para la Mitra de Comayagua, el año de 1577, fué promovido á la Iglesia de las Charcas algunos años después.

4.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Gaspar de Andrada, natural de Toledo, Religioso Franciscano: hallándose de Guardian del Convento de Madrid, fué nombrado Obispo de Comayagua el año de 1588: este Varón ejemplar gobernó su Diócesis el largo espacio de 24 años, hasta el de 1612 que murió. En su tiempo se fundó la Cátedra de Gramática. Se enterró en la Capilla mayor del Convento de Nuestra Señora de la Merced, que edificó á su costa.

5.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Alonso Galdor nació en Valladolid á 17 de Julio de 1567: profesó Religioso Dominico en el Convento de San Estevan de Salamanca, el 6 de Mayo de 1583: lo presentó el Rey Don Felipe III para este Obispado, en 13 de Julio de 1612, y su Santidad pasó la gracia á 12 de Noviembre del mismo año: se consagró en Guatemala á 16 de Octubre de 1613 y entró en su Iglesia el 6 de Diciembre. Hallándose muy enfermo el año de 1628 pidió se le nombrase Coadjutor y lo fué.

6.º—El Ilustrisimo Señor Don Fr. Luis de Cañizales, natural de Madrid; tomó el hábito de San Francisco de Paula en el Convento de la Victoria, á 19 de Enero de 1598. Nombróle el nuncio Visitador de la provincia de Andalucía; y S. M. Obispo de Cáceres en Filipinas, á 4 de Abril de 1624: se consagró en Méjico de paso para su Iglesia. Promovido á la Silla de Comayagua, gobernó esta Diócesis hasta 4 de Julio de 1645 que murió. Celebró dos Sínodos: edificó y dotó la ermita de la Caridad. Por muerte del Señor Cañizales, fué electo el Señor Doctor Don Nicolás de la Torre, Dean de la Santa Iglesia de Méjico, á 20 de Mayo de 1646; pero antes de venir á su Iglesia fué promovido á la de Cuba.

7.º—El Ilustrisimo Señor Doctor Don Juan Merlo de la Fuente, Americano, Canónigo Doctoral de la Iglesia de la Puebla de los Angeles: Provisor, Vicario General y Gobernador de dicho Obispado, por el Excmo. Señor Don Juan de Palafox. Presentólo S. M. para Obispo de Cáceres, de donde fué promovido á esta Iglesia, que gobernó con incansable zelo: padeció tanto en defensa de la jurisdicción eclesiástica, que mereció el titulo de Mártir de la inmunidad eclesiástica. Hizo la torre y parte de la Iglesia Catedral. Y murió el año de 1665.

8.º—El Ilustrisimo y Rmo. Señor Don Fr. Alonso de Vargas y Abarca, del Orden de Santiago. Electo Obispo de Honduras, desembarcó en Puerto Caballos, año de 1678. Fundó el Colegio Seminario y estableció la Cátedra de Moral, dotada por S. M.: aumentó el numero de Curatos: edificó la Catedral: en una palabra, fué insigne en todo género de virtudes. Murió el año de 1697.

9.º—El Ilustrisimo Señor Doctor Don Martin de Espinosa Monzón, natural de los Reinos de España, Chantre de la Santa Iglesia de Mechoacan, Provisor y Gobernador de dicho Obispado. Presentado para la mitra de Comayagua, su avanzada edad solo le permitió gobernar esta Diócesis cuatro meses. Nombrósele por sucesor al Ilustrísimo Señor Maestro Don Fr. Pedro de los Reyes, del Orden de San Benito, que antes de venir á su Iglesia fué promovido á la de Yucatán.

10.—El Señor Maestro Don Fr. Juan Pérez Carpintero, General del Orden de los Canónigos Premonstratenses. Electo Obispo de Comayagua el año de 1700, gobernó esta Diócesis 21 años, con gran zelo del Culto Divino. Sacó de cimientos la Iglesia Catedral y continuó la fabrica hasta concluirla: obra que, según lo suntuoso de ella y la pobreza del Obispado, solo se creyó factible cuando se vio hecha; y la adornó de retablos y utensilios. Pasó á mejor vida el dia 12 de Mayo de 1724.

11.—El Ilustrisimo y Rmo. Señor Doctor y Maestro Don Fr. Fernando de Guadalupe López Portillo. Nació en Guadalajara, dia 11 de Mayo de 1679. Fué Colegial del Colegio Mayor de San Ildefonso de Méjico. Vistió el hábito de San Francisco, siguió la carrera de cátedra hasta jubilarse. Enviado primera y segunda vez á Europa, desempeñó los cargos de Custodio y Proministro de su provincia en la Corte de Roma, Prelado doméstico de la Santidad de Benedicto XIII. Varón de gran literatura y virtud, electo Obispo de Honduras el año de 1725, pasó á su Iglesia y gobernó con tal prudencia, zelo y discreción esta Diócesis, que hasta el dia está en gran veneración en la ciudad de Comayagua la memoria de este Venerable Prelado. En el tiempo que gobernó esta Diócesis sacó de cimientos á sus espensas el templo de la Caridad, los Conventos de San Juan de Dios de Comayagua y el de San Francisco de Tegucigalpa y su Iglesia: el Palacio Episcopal, Colegio Seminario, la Sala Capitular y una casa para mugeres mal casadas. Fundó la Cátedra de Filosofía. Aumentó su Obispado con el Curato de Goascorán, que antes pertenecia al de Guatemala: murió, tan santamente como había vivido, el año de 1742; y su cuerpo se mantiene incorrupto hasta el presente.

12.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Francisco Molina, del Orden de San Basilio, Maestro de Teología, tres veces Abad del Monasterio de Madrid y dos Definidor General de Castilla; presentado para la Mitra de Comayagua en 1743, llegó á su Iglesia á fines del año de 43 y gobernó hasta su muerte.

13.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Diego Rodriguez de Rivas: nació en Riobamba, en el Reino de Quito: vino con su padre Don Francisco Rodríguez de Rivas. Presidente de esta Real Audiencia, á esta Ciudad de Guatemala, donde estudió gramática, filosofía, derecho Canónico y civil: pasó á Fspaña y se graduó de Doctor en ambos Derechos en la Universidad de Alcalá: fué Tesorero, Maestrescuela y Arcediano de la Catedral de Guatemala: volvió á España con amplísimos poderes, enviado por el Obispo de dicha Iglesia á la Corte de Madrid, y estando allí fué electo Obispo de Comayagua, el año do 1750, y el de 62 promovido al Obispado de Guadalajara.

14.—El Ilustrísimo y Rmo. Señor Don Isidoro Rodríguez, del Orden de San Basilio: gobernó esta Iglesia hasta el año de 1767 que fué promovido á la do Santo Domingo.

15.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Antonio de Macarulla, electo el año de 1767, gobernó hasta el de 73, que fué promovido al de Durango.

16.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Francisco José de Palencia, natural de las Islas de Canaria, Arcediano y Dean de la Catedral de Guatemala, Provisor y Vicario General de este Arzobispado: electo Obispo de Comayagua el año de 4775, fué consagrado en la referida Catedral, el -17 de Octubre del mismo año, por el Ilustrísimo Señor Don Pedro Corles y Larraz: el de 74 pasó á su Iglesia y gobernó basta su muerte, que sucedió por Febrero de 76, y está sepultado en su Catedral.

17.—El Ilustrísimo y Rmo. Señor Don Fr. Antonio Miguel, General del Orden de San Gerónimo: presentado para la Iglesia de Honduras el año de 1776, la gobernó hasta el de 85 que pasó á Mechoacan.

18.—El Ilustrísimo y Rmo. Señor Don Fr. Fernando de Cadiñanos, del Orden de San Francisco, Provincial de la provincia de Cantabria.

19.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Vicente Navas, del Orden de Santo Domingo: vino en misión á esta provincia de San Vicente de Guatemala y habiendo leido algunos años en este Convento, volvió á España de Procurador de dicha provincia: pasó á Roma y sirvió el oficio de Secretario de su General: presentado para la mitra de Honduras llegó á su iglesia gravemente enfermo é impedido de ejercer las funciones de su ministerio: murió el año de 1809.

20.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Manuel Julián Rodríguez, Magistral de la Catedral de Santander, Presidente de la Real Sociedad Cantábrica: electo por la Regencia Obispo de Comayagua el año de 1840, actualmente gobierna dicha Diócesis; aunque sin consagrarse, por falta de bulas.




CAPITULO 12.º
Del descubrimiento y población de la provincia de Nicaragua.


Por los años de 1516, Hernán Ponce y Bartolomé Hurtado, Capitanes de Pedrarias Dávila, Gobernador del Darien, descubrieron el Golfo de Chira, hoy de Nicoya, al que los Castellanos llamaron San Lúcar; mas no tomaron tierra. Seis años después, el de 1522, á 21 de Enero, salieron del Golfo de San Miguel, Gil González Dávila y el Piloto Andrés Niño, y habiendo navegado pegados á la costa 100 leguas hacia el poniente, advirtieron que los navios estaban tocados de Bruma, y asi fué necesario sacarlos á tierra para limpiarlos y aderezarlos. Interin esto se hacia, Gil González se internó en la tierra con cien hombres, caminando con grandes trabajos por ciénagas y pantanos, de suerte que en partes, fué preciso hacer balsas para atravesarlos. En este camino encontró varios Caciques, en quienes advirtió voluntad sincera de recibir la fé católica: entre estos el mas poderoso fué el Cacique Nicoya, que instruido en la doctrina cristiana, se bautizó con todos sus vasallos, que pasaban de seis mil, y regaló á Gil González 14 mil pesos de oro de 13 quilates, y seis ídolos del mismo metal, diciéndolo que los llevase, pues, él no había de tratar mas con ellos. Gil González le dio algunas cosas de Castilla, y despidiéndose de su amigo Nicoya, pasó á las tierras del Cacique Nicaragua. Tenía éste mayores dominios, y era mas poderoso que el primero: envióle á convidar con la paz, que aceptó Nicaragua, y admitió á los Castellanos en su corte, agazajándolos con mucha ropa y plumas y 25,000 pesos de oro bajo. Gil González lo obsequió con un sayo de seda, una gorra de grana y otras cosas. Y no perdiendo ocasión tan oportuna, juntamente con un Clérigo que llevaba, comenzó á declararle los Misterios de nuestra Santa fé, y á instruirlo en los preceptos de la Religión Cristiana. Nicaragua le hizo muchas preguntas acerca de nuestros dogmas, en que dio á conocer era hombre de talento é instrucción, pues á ningún indio se habia oido hablar de esta manera. Convencido este Cacique de la solidez y rectitud de la Religión Católica, abrazó la fé de Jesu-Cristo, con su casa y corte, y 9,000 de sus vasallos. Gil González reconoció gran parte de la provincia de Nicaragua y la laguna de Granada, y vuelto á Panamá, pasó á la isla Española, á fines del año de 1522.

Entre tanto que Gil González estaba en la Española, trató con grande eficacia Pedrarías Dávila de enviar á poblar en Nicaragua, alegando que aquella tierra le pertenecía, porque antes que arribase á ella Gil González, la habian descubierto los Capitanes de Pedrarías, que desde el año de 1516 estuvieron en el Golfo de Nicoya. Con este designio salió de Panamá Francisco Fernandez de Córdova, el año de 1525, con armada que le dio Pedrarías, y habiendo arribado al Golfo de Nicoya, fundó la Villa de Bruselas; pero este lugar no duró mas que cuatro años, porque el de 1527 lo mandó despoblar Diego López Salcedo. Pasó 50 leguas adelante á la provincia de Nequecheri, y plantó en ella la ciudad de Granada, á orillas de la laguna: adornóla con un suntuoso templo, y levantó una fortaleza: llevó un bergantín en piezas, é hizo bojar toda la laguna, y halló desaguaba por un rio, en la mar del Norte; pero no pudo navegar por el dicho rio el bergantín. Después pobló en medio de la provincia de Imabite la ciudad de Leon, que procuró fortificar, para defenderse así de Gil González, que andaba por Olancho, como de los indios que habitaban sus arrabales y pasaban de 15,000. Algunos años después fundó Pedrarias la ciudad de la Nueva Segovia. Las Córtes generales y extraordinarias, queriendo premiar la fidelidad con que se portó el Ayuntamiento de esta ciudad en las agitaciones que se manifestaron en la provincia de Nicaragua, le ha concedido el título de Muy noble y leal: decreto de 8 de Diciembre de 1812. Hubo también en la provincia de Nicaragua otra ciudad, que intitularon la Nueva Jaen: hallábase situada entre la laguna de Granada y el mar, al Norte del rio de San Juan: comenzó á poblarla Gabriel de Rojas, de orden de Diego López Salcedo, y conforme á la instrucción que le dio el Rey para que hiciese una población junto al desaguadero de la laguna; porque deseaba S. M. se reconociese dicho rio de S. Juan, y se averiguase si era navegable hasta el mar, y si daba paso del uno al otro mar. Mas habiéndose mudado Gobernador de Nicaragua, cesó la población de la Nueva Jaen, y se acabó de modo, que en el dia no se encuentra vestigio alguno de esta ciudad.

Fuera de las referidas ciudades, tiene la provincia de Nicaragua la villa y puerto del Realejo, que también llaman del Jaguei ó del Cardón. Esta villa no fué poblada por los Gobernadores de Nicaragua, ni de Tierra Firme, como las otras ciudades y villas de esta comarca; sino por los vecinos de Guatemala, que pasando con Don Pedro de Alvarado para el Perú, por los años de 1534, y habiéndose detenido en este puerto, con ocasión de las fábricas de navios para la armada del Adelantado, reconocida la importancia, seguridad y demás proporciones del puerto, se establecieron en aquel lugar, que siendo real de las fabricas de Alvarado, por su corta vecindad, le dieron el nombre diminutivo de Realejo. Este puerto es quizá el de mejores cualidades que tiene la Monarquía, y pocos habrá en el universo que le hagan ventajas; pues en primer lugar es capaz de que esten en él mil embarcaciones, con toda seguridad: en segundo, es por todas partes muy limpio y hondeable, de suerte que llegan las naves casi a tierra, sin riesgo ni peligro: pues ni al entrar, ni al salir, ni al echar las naos al agua se ha esperimentado desgracia alguna. A mas de esto es muy apreciable este puerto por la gran comodidad que hay en él para la construcción de navios, no solo por las circunstancias que llevamos dichas, sino porque es muy proveído de lona, jarcia, brea y alquitrán: sus astilleros son inagotables, y podrían los vecinos de este Reino sacar ganancias cuantiosas en la fabrica de embarcaciones, como en efecto las lograron en tiempos pasados, cuando se construía en este puerto gran número de barcos, de todos tamaños, y tan estimados que asegura el Cronista Don Francisco de Fuentes, que hubo galeón hecho en el Realejo, que se vendió en 100,000 pesos en el Callao. También tiene este puerto la gran ventaja de que con facilidad se puede poner en estado de defensa; pues, con colocar cuatro piezas de artillería a la entrada del Cardón, quedara perfectamente defendido, así por la eminencia del islote, que coje á caballero la boca, como por ser esta muy estrecha. Este puerto tenia en tiempos pasados distinta entrada de la que ahora tiene, pues antes se entraba por entre la punta de la isla del Cardon, y la Península del Castañon, y navegando rio arriba se iba á desembarcar al pueblo de Nuestra Señora del Viejo (nombre que se le dio no porque fuese de algún hombre viejo, como vulgarmente se piensa, sino por hallarse colocada en el pueblo donde estaba el puerto viejo); pero esta entrada se cegó, porque habiéndose derrumbado con un fuerte terremoto cantidad de peñasqueria así de la isla del Cardon, como de la Península del Castañon, quedó enteramente cerrado este paso á las naves. Negada y perdida esta puerta, se tragina hoy por la que abre la misma isla del Cardon, por la punta del Norte y la isla de Icacos, por donde introducidos los barcos en el puerto, caminan por un caño hasta entrar con el Baupres, casi en la villa del Realejo. Véase la descripción de esta provincia en el tom. 1º, tr. 1º, cap. 3º.

Restamos dar una breve noticia del origen é historia de la portentosa Imagen de Nuestra Señora del Viejo: vinieron al Perú dos hermanos d6 la Gloriosa Virgen Santa Teresa de Jesús, llamados Don Lorenzo y D. Alonso de Aumada, y al despedirse de su Santa hermana, entre las alhajas religiosas que les dio, fué una esta sagrada efigie, que donó á Don Alonso, diciéndole era la presea de mas estima que tenía, que la trajese, y no la apartase jamás de sí. Estos Caballeros habiendo llegado al Perú, sirvieron en las conquistas de aquel Reino, y Don Lorenzo murió en una batalla. Don Alonso, después de sosegadas las inquietudes del Perú, vino á Guatemala, donde casó con Doña Juana de Fuentes y Guzman, y aunque se volvió con su esposa al Reino de Chile; hizo algunos viages á Guatemala á negocios de comercio: en uno de ellos, saliendo el vagel del puerto del Realejo para Lima, tuvo que hacer tres arribadas al mismo puerto, en cuyas demoras enfermó gravemente Don Alonso, y estando para morir, hizo donación de la referida Imagen á aquella Iglesia Parroquial, que con ella se hizo uno de los santuarios mas famosos de la América. Véase el Cronista Fuentes, tom. 2º, lib. 10 cap. 19.

Las Cortes generales y estraordinarias congregadas el año de 1810, en la isla de León, y trasladadas después á la ciudad de Cádiz, han dado mucho lustre á la provincia de Nicaragua, concediéndole 1º por decreto de 10 de Enero de 1812, que en su capital la ciudad de León, en el Seminario Conciliar de dicha ciudad se erija Universidad, con las mismas facultades de las demás de América. Lo 2º le concedieron por decreto del mismo año que en ella haya Junta Provincial, compuesta de los Diputados de los Partidos de León, Costarica, Granada, Pegovia, Nicaragua, Matagalpa y Nicoya; cuya junta se instaló por el mes de Octubre de 1813.





CAPITULO 13.º
De la Iglesia Catedral de Nicaragua y Obispos que la han gobernado.

Aunque la provincia de Nicaragua fue descubierta por Gil González Davila el año de 1522, y poblada el de 1523 por Pedro do Arias y Francisco Fernandez de Córdova; mas no tuvo Silla Episcopal hasta el año de 1532 que en virtud de bula de Nuestro Santísimo Padre Paulo III, espedía el año de 1531, se erigió en Catedral la Iglesia parroquial de Nuestra Señora de la Asuncion de la ciudad de Leon.

1.º—El primer Obispo que gobernó esta Iglesia fué el Ilustrísimo Señor Don Diego Alvarez Osorío; porque aunque fué nombrado primero el Rmo. P. Fr. Pedro de Zúñiga, del Orden de San Francisco, pero murió en Cádiz, antes de pasar á su Iglesia [7]. El Señor Don Diego Alvarez Osorio fué Americano de nacimiento, descendiente de la casa de Astorga y Chantre de la Iglesia Catedral del Darien. Tomó posesion de su Obispado el año de 1532 y el mismo año hizo la ereccion de su Iglesia en la espresada ciudad de Leon. De orden del Emperador Carlos V fundó el Convento de San Pablo de Religiosos Dominicos (véense todavía los vestigios de este convento en la ciudad vieja de Leon), y lo pobló con cuatro Padres que le dejó Fr. Bartolomé de las Casas, cuando pasó al Perú, porque no habia en aquella provincia mas Sacerdote que el Obispo: murió este Ilustre Prelado el año de 1542.

2.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Antonio de Valdivieso, del Orden de Santo Domingo, natural de Villahermosa, en el Arzobispado de Burgos. Tomó posesion de la Silla Episcopal el año de 1544. Tuvo varios disgustos con sus feligreses: primero con el Gobernador por defender la libertad de los indios: después con los Alcaldes Ordinarios de León y Granada, hasta declararlos escomulgados y poner cesacion a Divinis, por oponerse estos á la determinación del Obispo, que mandó que su Alguacil y el de la inquisición llevaran varas, sin diferencia de las de los Alcaldes: últimamente, con todos los feligreses del Obispado, por el escesivo estipendio que señaló á los Clérigos por las funciones de su ministerio: negocio que se llevó al Supremo Consejo de las Indias, que espidió cédula de 26 de Setiembre de 1548, en que manda al Presidente de esta Real Audiencia modere dicho estipendio. Habiendo tenido este Prelado diferencias con Rodrigo de Contreras, Gobernador de Leon y queriendo vengarlas su hijo Hernando de Contreras, mató al Obispo á puñaladas, el dia 26 de Febrero de 1549. Véase el capitulo siguiente.

3.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Gómez Fernandez de Córdova, de quien hemos dado bastante noticia en el catálogo de los Obispos de Guatemala. Tornó posesión de la mitra de Leon el año de 1553 y gobernó esta Diócesis hasta el de 1574 que fué trasladado á la de Guatemala.

4.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Fernando de Menavia, del Orden de San Gerónimo, Predicador de mucho crédito: electo Obispo de Nicaragua el año de 1574, tomó posesión de su Obispado y murió en él después de haberlo gobernado pocos años.

5.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Antonio Zayas, del Orden de San Francisco, natural de Ecija. Fué consagrado en España y entró á gobernar su Diócesis el año de 1577. Trabajó mucho en la enseñanza de los indios: trajo Religiosos de su Orden, que poblaron el Convento de León, que había fundado su primer Obispo electo Don Fr. Pedro de Zúñiga, antes de ser promovido á la dignidad Episcopal: consiguió la confirmación de la provincia de San Jorge de Religiosos observantes, según se habia acordado en el capitulo general de Paris de 1579. 6.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Domingo de Ulloa, del Orden de Predicadores, de la casa de los Marqueses de la Mola: presentado para la Mitra de Nicaragua el año de 1584, se consagró en España y el de 1591 fué promovido á la Iglesia de Popayan: por su ascenso fué nombrado Obispo de León el Señor Don Fr. Gerónimo de Escobar, Religioso Agustino, y estando para embarcarse en Cádiz, murió el año de 1592.

7.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Antonio Díaz de Salcedo, del Orden Seráfico: tomó posesión de este Obispado el año de 1593 y falleció en Leon el de 1597.

8.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Gregorio Montalvo, del Orden de Santo Domingo, natural de Coca en el Obispado de Segovia: habiendo gobernado algunos años la Diócesis de Nicaragua, fué trasladado á la de Yucatan.

9.º—El Ilustrísimo Señor Don Pedro de Villa Real, natural de Andújar, Visitador del Arzobispado de Granada por el Ilustrísimo Señor Don Pedro de Castro: electo Obispo de Nicaragua el año de 1603, manifestó su zelo integérrimo en defensa de los derechos de su Mitra: murió en el pueblo de Masaya y se sepultó en Granada, año de 1619, á tiempo que se hallaba promovido al Obispado de Guatemala.

10.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Benito de Baltodano, del Orden de San Benito, Abad de San Claudio, Visitador de su Orden: presentado para la Mitra de Nicaragua, en 27 de Agosto de 1620. Este zeloso Prelado levantó la Iglesia Catedral: informó á S. M. como la Catedral de León todavia no tenia prebendados, que asi era necesario se pusiesen á lo menos dos Dignidades, dos Curas y Sacristán Mayor; y que estos cinco Ministros se dotasen con todas las obvenciones y derechos parroquiales, por no haber suficientes diezmos. Aprobó el Rey todo el plan que le propuso el Obispo, en cédula del año de 1625; y por otra del año de 24 nombró S. M. para primeros Dean y Arcediano á los Doctores Don Francisco Berrío y Don Pedro de Aguirre; y S. S. nombró Curas y Sacristan Mayor y se comenzaron á celebrar los Divinos oficios en la Nueva Catedral. Asimismo fundó este Prelado el Hospital de Santa Catarina y Convende San Juan de Dios, como consta de la Crónica del Orden. Pretendió también erigir en Granada Colegio de Jesuítas y consiguió que diese el Rey 5,000 escudos para dicha fundación; pero no tuvo efecto, y con ellos se edificó la Iglesia y claustros de Guadalupe y se fundó el Convento y Hospital de San Juan de Dios de Granada. Falleció el Señor Baltodano en León, año de 1629 y se enterró en su Iglesia Catedral.

11.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Agustín de Hinojosa, del Orden de San Francisco, natural de Madrid: electo y consagrado Obispo de Nicaragua, acabando de hacer Ordenes y confirmaciones, murió repentinamento en 5 de Julio de 1631 antes de llegar á su Iglesia. Sucedióle el llustrisimo Señor Don Fr. Juan Baraona y Zapata, del mismo Orden, que habiéndose consagrado en Madrid, murió á los ocho dias de su consagración, el 19 de Noviembre de 1632.

12.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Fernando Núñez Sagredo, del Orden de la Santísima Trinidad, Provincial y Vicario General de fa provincia de Castilla: presentado para Obispo de Nicaragua el año de 1633, tomó posesión de dicho Obispado el de 1635: sostuvo los derechos de su Dignidad, sufriendo con paciencia y constancia las contradicciones, y murió en 31 de Mayo de 1639.

13.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Alonso Briceño, del Orden Seráfico, natural de Santiago de Chile, Lector, dos veces jubilado, tan gran Toólogo que mereció le llamasen segundo Escoto: después de haber obtenido varios empleos honoríficos en su Religión, presentado para el Obispado de Leonel año de 1644. tomó posesión de él por el mes de Diciembre de 46 y lo gobernó hasta el de 1650, que fué trasladado á la Iglesia de Chile.

14.º—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Tomas Manzo, Orden de San Francisco, tomó posesión de esta Silla Episcopal el año de 1652 y seis meses después murió en la ciudad de Granada, donde lo enterró su antecesor el Señor Briceño, que aun no había salido para su Iglesia de Chile.

15.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Juan Torre, Religioso Franciscano: habiendo tomado posesión de su Obispado el año de 1656, murió a los seis dias de haber llegado á León.

16.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Alonso Pravo de Laguna, también Religioso Franciscano, natural de Tepeaca en el Reino de Méjico: gobernó siete años su Diócesis, con solo la cédula de S. M. por no haber llegado las bulas: vinieron éstas y se consagró en Guatemala, á 21 de Setiembre de 1671, como consta de los libros de Cabildo de esla Ciudad, pues en el que se celebró en 19 de Setiembre, se acordó asistir en forma de Cabildo á dicha Consagración. Pasó á su santa visita de Costa-Rica y murió en la ciudad de Cartago, por Enero de 1675.

17.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Andrés de las Navas y Quevedo, del real y militar Orden de Nuestra Señora de la Merced: electo Obispo de Nicaragua el año de 1677, en el siguiente de 78 fué consagrado en Guatemala, en la Iglesia de su Orden, el dia 30 de Noviembre, como consta de Cabildo de 11 de Noviembre de 1678. El año de 1682 fué trasladado á la Iglesia de Guatemala, y tratando de los Prelados de ésta, hemos dado noticia de este Príncipe en el cap. 2º del tr. 3º del tomo 1º.

18.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Juan de Rojas, del mismo Orden: se posesionó de este Obispado por Enero de 1684 y el año siguiente de 85, haciendo la visita de su Diócesis, murió en el pueblo de San Pedro Metapa.

19.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Nicolás Delgado, del Orden de San Francisco, tomó posesión del Obispado de Nicaragua en 22 de Diciembre de 1688: lo gobernó diez años y murió con fama de santidad en 25 de Noviembre de 1698: enterróse en su Catedral.

20.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Diego Morcillo Rubio de Auñon, del Orden de la Santísima Trinidad, natural de Villa Robledo en la Mancha, sugeto de insigne virtud: tomó posesión de la Mitra de Nicaragua el año de 1704 y el de 1709 fué promovido á la Iglesia de la Paz y después á las de Charcas y Lima, donde fué dos veces Virey y Capitán General. Consiguió de la real piedad se aumentasen dos canogias en la Catedral de León y para ellas aplicó S. M. la tercera parte de sus vacantes en aquel Obispado.

21.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Benito Garret y Arlovi, Canónico Premonstratense: tomó posesión de este Obispado el año de 1711, ganó á favor de su Catedral real cédula de 1715, en que S. M. aplica la tercera parte de vancantes, como lo habia concedido en tiempo de su antecesor, para dotación de los dos nuevos Canonicatos, que no habia tenido efecto. Trabajó en la conversión de los indios Moscos y obtuvo cédula de S. M. para que se le auxiliase en esta empresa. Por una fuerte y reñida competencia que tuvo con la Real Audiencia de Guatemala, no habiendo obedecido la tercera carta de fuerza que le despachó, fué estrañado de su Obispado el dia 4 de Julio de 1716. Y habiendo salido para el puerto, murió repentinamente en San Pedro Zula, á 7 de Octubre del mismo año: de donde fueron trasladadas sus cenizas á la Catedral de León.

22.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. José Xiron de Alvarado, natural de la ciudad de León de Nicaragua: Religioso del Orden de Santo Domingo é hijo de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala, en la que fué dos veces Prior Provincial. Electo Obispo de su patria, se consagró y tomó posesión del Obispado el año de 1721 y lo gobernó hasta el de 1726 que murió. Enterróse en su Catedral. Se le nombró por sucesor al Ilustrísimo Señor Don Fr. Andrés Quiles Galindo, del Orden de San Francisco, natural de Zelaya en el Reino de Méjico, el año de 1727; pero murió en la Ciudad de Sevilla, estando para embarcarse y venir á su Iglesia.

23.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Dionisio de Villavicencio, del Orden de San Agustín: en 20 de Diciembre de 1730 tomó posesión de la Mitra de Nicaragua; y haciendo la visita de su Diócesis, murió en Granada á 25 de Diciembre de 1735.

24.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Domingo Satarain, natural de Vizcaya, Chantre de la Iglesia de la Puebla de los Angeles: electo Obispo de León, se consagró en Guatemala, en la Iglesia de Santo Domingo, el dia de Nuestra Señora del Rosario de 1738: en el mismo año tomó posesión de su Silla Episcopal y gobernó hasta el de 1741 que murió en el pueblo de Juigalpa, á 6 de Febrero, haciendo la visita de su Diócesis.

25.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Isidro Marín Bullon y Figueroa, del Orden de Calatrava, Capellán de honor de S. M.: tomó posesión del Obispado de Nicaragua á principios del año de 1746: el de 47, de orden de S. M., pasó á la Capital de Guatemala, para que, de acuerdo con el Señor Presidente, tratase de dotar la Santa Iglesia Catedral de León, cuya fabrica se hallaba muy pobre: estando en dicha ciudad, murió repentinamente el año de 1748. Se enterró en la Catedral de Guatemala.

26.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Pedro Agustín Morel de Santa Cruz, Dean de la Santa Iglesia de Cuba: electo Obispo de León el año de 1749, tomó posesión el de 1751 á 11 de Setiembre, y fué promovido al Obispado de Cuba el de 1755.

27.—El Ilustrísimo Señor Don José Antonio Flores y Rivera, Canónigo de la Santa Iglesia de Méjico: tomó posesión de la Mitra de Nicaragua por Febrero de 1755 y murió por Diciembre de 1756: sepultóse en su Catedral.

28.—El Ilustrísimo Señor Don Fr. Mateo de Navia y Bolaños, del Orden de San Agustín, natural de Lima: electo Obispo de León el año de 1758, se consagró en Madrid el de 59, entró en su Catedral por Marzo de 60 y falleció el 2 de Febrero de 62, en su santa visita de la ciudad de Granada, donde fué sepultado.

29.—El Ilustrísimo Señor Don Juan Carlos de Vilches y Cabrera: nació en Pueblo Nuevo, jurisdicción de Segovia, en la provincia de Nicaragua: fué Maestrescuela, Arcediano y Dean de la Catedral de León: Provisor y Vicario Capitular del Ilustrísimo Señor Bolaños: electo Obispo de la referida Iglesia, tomó el gobierno de la Diócesis el año de 1764: se consagró en Comayagua, trabajó con infatigable zelo en la fábrica de la nueva Iglesia Catedral, que se comenzó por el Señor Marín desde el año de 1746, padeciendo por dicha obra grandes contradicciones y gastando en ella mas de diez mil pesos de sus propias rentas. Murió eu la ciudad de León á 14 de Abril de 1774: sepultado en su Catedral, se trasladó al panteón de los Prelados de la nueva Iglesia, el año de 1780.

30.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Estevan Lorenzo de Tristán, natural de Jaén, Chantre de la Catedral de Guadix: fué electo Obispo de Nicaragua en 10 de Febrero de 1775, se consagró en Madrid el 14 de Enero de 76, tomó posesión el 23 de Marzo de 77 y el 25 del mismo mes hizo su entrada solemne en la ciudad de León. Concluyó el edificio de la Catedral, la que bendijo y estrenó el año de 1780. A sus representaciones debe este Reino que S. M. concediese el comercio libre. Fué promovido á la Iglesia de Durango, el año de 1783 y después á la de Guadalajara, y murió el de 1794.

31.—El Ilustrísimo Señor Doctor Don Juan Félix de Villegas, cuya bistoria se puede ver en el cap. 2º tr. 3º tomo 1º entre la de los Arzobispos de Guatemala. Por su ascenso á esta Silla Metropolitana fué nombrado Obispo de Nicaragua el Ilmo. Sr. Dr. D. Juan Cruz Ruiz de Cabanas y Crespo, Magistral de la Iglesia de Burgos: el que, consagrado en Madrid el dia 19 de Abril de 1795, antes de salir de aquella Corte, fué promovido á la Iglesia de Guadalajara.

32.—El Ilustrísimo Señor Don José Antonio de la Huerta Casso, natural de León, Canónigo Maestrescuela, Arcediano y Dean de su Santa Iglesia: fué Provisor y Vicario General del Obispado de Nicaragua, sin interrupción en sedes plenas y vacantes desde el año de 1782, hasta que fué nombrado Obispo de su patria el año de 95: se consagró en Guatemala en la Iglesia del Convento de la Concepción, el 27 de Mayo de 98. Por Diciembre del mismo año volvió á su Diócesis, que gobernó con gran paz y prudencia hasta su muerte. Este Ilustrísimo Príncipe promovió con grande empeño los estudios en la ciudad de León, aumentó á su costa las Cátedras de Sagrada Escritura, Litúrgica, Historia eclesiástica, Derechos, Medicina y Filosofía en el Colegio de San Ramón de dicha ciudad, é hizo otras cosas que eternizarán su memoria.

33.—El Ilustrisimo Señor Doctor Don Fr. Nicolás Garcia, natural de Murcia: en el Convento de Santo Domingo de la misma ciudad, tomó el hábito, profesó y siguió la carrera de sus esludios hasta obtener el grado de Maestro: hecho Prior del Convento de Cartagena, después fué promovido al Obispado de Nicaragua: tomó las riendas del gobierno de esta Iglesia el año de 1810: adminístrala hasta el dia con tal tino y prudencia, que en estos tiempos tan turbulentos ha sabido grangearse el amor y confianza de sus feligreses; motivo por que este gobierno le ha confiado interinamente la intendencia de Nicaragua.




CAPITULO 13.º
De la Conjuracion de los Contreras.


Muerto Pedrarias Dávila, Conquistador y Gobernador de Nicaragua, por el mes de Julio de 1531, el de 1534 fué proveido en el mismo empleo de Gobernador, Rodrigo de Contreras, Caballero de Segovia, casado con Doña Maria Peñalosa, hija de Pedrarias. En el tiempo de su gobierno llegaron las nuevas leyes que prohibían tuviesen indios los Gobernadores y Ministros del Rey, por cuyo motivo Contreras traspasó los que tenia en su muger é hijos. A esta sazón se fundó la Audiencia de los Confines y por orden de este tribunal, pasó á Nicaragua el Licenciado Herrera, uno de sus Oidores, á tomar residencia al referido Rodrigo de Contreras; hiciérónsele muchos cargos, y habiéndose averiguado que el espresado traspaso de indios que hizo en su muger é hijos, no fué como por escritura lo mostraba un año antes, sino después de la publicación de las leyes, quitó los indios á la muger é hijos y los incorporó en la real corona; y todo lo hecho por el Oidor Herrera lo aprobó la citada Real Chancillería. Para defenderse de los cargos que se le hacian y solicitar se le volviesen los indios que se le habian quitado, se puso Rodrigo de Contreras en la Córte; mas no pudo conseguir nada, antes se aprobó y confirmó en el Consejo de las Indias todo lo obrado por la Audiencia de los Confines. Sintió vivamente este desaire su hijo Hernando de Contreras, y animado por algunos soldados que habian venido del Perú á Nicaragua, determinó alzarse y probar fortuna: con este designio comenzó á proveerse de armas y gente.

La primera escena de la rebelión fué la muerte del Señor Obispo de León Don Fr. Antonio de Valdivieso, á quien el mismo Hernando de Contreras dió de puñaladas, según se dice, por diferencias que el enunciado Obispo habia tenido con Rodrigo de Contreras. Después robó la casa episcopal y cajas reales; y saliendo los rebeldes por la ciudad decian: Libertad, viva el Principe Contreras. Y juntando gente, armas y caballos, envió á la ciudad de Granada á hacer lo mismo. Con la gente que se habia agregado, asi de los desterrados del Perú, como de las ciudades de León y Granada, pasó al puerto del Realejo y se apoderó de dos embarcaciones que estaban allí. Con tan prósperos principios se les llenaron de viento las cabezas á los Contreras y sus partidarios; y consultando entre sí lo que habian de hacer, acordaron partirse para Panamá, sujetar aquella ciudad y la de Nombre de Dios: de alli pasar al Perú y acabarlo de inquietar: en una palabra, Hernando de Contreras seria proclamado Rey del Perú, su hermano Pedro, Señor de grandes provincias, y sus soldados todos ricos y felices. ¡Tales eran los delirios con que se embarcaron los rebeldes! No los abandonó tan presto la fortuna: hiciéronse dueños de algunos navios en el camino de Panamá y de otros en el puerto. Encargóse el cuidado de los buques á Pedro de Contreras y Hernando con su gente saltó en tierra: apoderáronse de la ciudad de Panamá, saqueáronla, robaron sus casas y tiendas: prendieron al Señor Obispo, al Tesorero, al Alguacil Mayor y otros; y se partieron para Nombre de Dios.

Aprovechándose los vecinos de Panamá de la ausencia de los tiranos, se apertrecharon y fortalecieron en su plaza; y asi, aunque aquella misma noche vino Juan Bermejo, Capitán del ejército de los Contreras, é intentó entrar en la plaza, no se lo permitieron, haciendo una valerosa resistencia. No pudiendo el Capitán Bermejo y su gente tomar la plaza, se retiraron y acamparon en un montecillo: aqui les acometieron los del Rey, y aunque estos volvieron las espaldas al primer choque, presto se rehicieron, y presentando de nuevo batalla á los tiranos, los desbarataron matando 82, prendiendo algunos y huyendo otros, contándose entro los muertos el Capitán Juan Bermejo. Hernando de Contreras, sabida la desgracia de su ejército, huyó por el camino do Natá, donde le encontraron ahogado en una ciénaga. Pedro de Contreras, como entendió la derrota de la gente de su hermano, se fue á la vuelta de la punta de Higuera, y viendo que cuatro navios de los de Panamá lo seguían, saltó en tierra con los suyos: Nicolás Zamorano, Capitán de los de Panamá, sacó algunos soldados de los barcos, que entrando tierra adentro en seguimiento de la gente de Pedro de Contreras, prendieron mas de 30: los demás, que serian ocho ó diez, huyeron con el referido Pedro, y no se volvió á saber mas de ellos. Alcanzóse la famosa victoria de Panamá el 23 de Abril de 1549, dia del Glorioso Mártir San Jorge, cuya fiesta se celebra por este motivo con gran solemnidad en la Catedral de Panamá. Véase á Remesal, lib. 8 cap. 19, 20 y 21.




CAPITULO 12.
De la provincia de Costa-Rica.


El nombre de Costa-Rica, que desde sus principios se ha dado á esta provincia, nos hace juzgar que en los tiempos retirados fué muy opulenta; ya fuese por sus minas, que se asegura las hay de oro, plata y cobre; ya por su comercio, que estuvo en estado floreciente en tiempo que venían los galeones á Portobelo. Pero sea de esto lo que fuere, es cierto que en el dia se halla en estado muy deplorable; pues su población se ha disminuido en estremo, su comercio se ha arruinado y sus minas no se trabajan. Y lo que es mas, una provincia por muchos títulos digna de memoria, se halla tan olvidada en el dia, que ni los autores de estos Reinos, ni los estrangeros dan noticias de ella: de suerte que para poder dar algunos apuntes de su historia, nos ha sido preciso valernos de un informe que por los años de 1744, hizo Don José de Mier y Ceballos al ingeniero Don Luis Diez Navarro, que pasó a Costa-Rica con el titulo de Visitador general de los presidios y plazas de este Reino. El referido Ceballos, vecino de la ciudad de Cartago, asienta en la introducción á su informe, que habiendo servido repetidas ocasiones el oficio de Teniente de Gobernador, tuvo proporción de registrar los archivos de Cabildo de dicha ciudad de Cartago y que en ellos vió las escrituras, reales cédulas, provisiones y despachos de donde ha sacado las noticias que comunica.

Asegura nuestro Ceballos, que encontró en el archibo de Cartago escrituras cuyas fechas son del año de 1522, lo que nos persuade que las ciudades de Costa-Rica son las mas antiguas de este Reino: igualmente nos convence, que esta provincia fué también la primera del Reino de Guatemala que se conquistó; porque si el año de 1522, en que se hicieron las primeras entradas por Gil González Dávila en Nicoyay Nicaragua, ya Costa-Rica tenia ciudad capital con Escribano, es claro que esta fué la primera que dominaron los Españoles. Se dice que sus conquistadores fueron Juan Solano y Alvaro de Acuña; y que habiendo pasado á esta provincia Jorge de Alvarado, hermano de Don Pedro, conquistó los pueblos de Turrialba y Suerre, por lo que se le concedió para sí, su hijo y su nieto la encomienda de Turrialba. Consta de cédula que se conserva en el archivo, que el primer Gobernador y Capitán General de Costa-Rica fué Diego de Astieda Chirinos, á quien hizo S. M. esta merced por el tiempo de su vida y la de uno de sus hijos; y se le señaló por término de su jurisdicción, por el mar del Norte desde la boca del rio de San Juan, hasta el Escudo de Veraguas: por la mar del Sur, desde el rio del Salto ó de Nicoya hasta el rio de Boruca, La capital de esta provincia es la ciudad de Santiago de Cartago: concedióle el Rey Felipe II, por cédula de 18 de Agosto de 1565, escudo de armas, en cuya parte superior se ve un leon de oro, en campo azur, y en la inferior un castillo de oro en campo de gulos: por orla tiene una faja de plata con seis águilas y este moto: fide et pace. En esta ciudad viven separados los españoles de los mulatos: en el barrio de estos segundos hay un santuario intitulado de Nuestra Senora de los Angeles que es muy frecuentado de los vecinos de Cartago. La Imagen que se venera en él la encontró una devota mulata en una piedra, el dia 2 de Agosto de 1643: es de grande aclamacion: el año de 1653 confirmó las constituciones de la cofradia de esta Soberana Señora el Ilmo. Señor Don Fr. Alonso Briceño; y el de 1739 el Ilmo Señor Doclor Don Domingo Satarain hallándose en la visita de Cartago el dia 14 de Julio, á peticion del Clero y pueblo de dicha ciudad, hizo dia de fiesta 2 de Agosto, en que se celebra á la referida Nuestra Señora de los Angeles. Esta ciudad estuvo situada primero donde hoy se dice pueblo de Garabito, cerca del puerto de la Caldera y la ciudad de Esparza: trasladóse junto al rio Taras, despues donde hoy se halla.

Fuera de la capital tenia esta provincia la ciudad del Espiritu Santo de Esparza: esta estavo primero situada en una cordillera que se divisa desde el puerto de la Caldera: pasados algunos años se trasladó al sitio donde se halla al presenle, asi por gozar las comodidades que la inmediacion á dicho puerto les proporciona, como por poder tener haciendas de campo. En efecto, se prosperó en este lugar la referida ciudad, con el comercio que estableció por el puerto de la Caldera con la ciudad de Panamá y Reinos del Perú, de suerte que en pocos años se hallaba en estado muy floreciente: tenia competente vecindario y Ayuntamiento, cuyo Alcalde de primer voto era Teniente del Gobernador.

Hallábase la provincia de Costa-Rica bastantemente poblada, sus tierras bien cultivadas, sus campos llenos de ganados vacuno, caballar y mular, con lo que mantenia un comercio opulento por el puerto de Matina, con las ciudades de Cartagena y Portobelo, y por el de la Caldera con Panamá y otros puertos de la mar del Sur. Envidiosas las naciones estrangeras de su prosperidad, por los años de 1666 hicieron un desembarco en el puerto de Moin ó de Matina, de mil y doscientos hombres, que inmediatamente se encaminaron para Cartago. Luego que en dicha ciudad se tuvo noticia del desembarco de los piratas Franceses é Ingleses, el Gobernador dio orden al Sargento Mayor juntase todas las armas y gente que pudiese y marchase para el pueblo de Turrialba, distante diez leguas de Cartago, parage por donde precisamente habían de pasar los enemigos. Habiendo llegado a dicho el Sargento Mayor con su gente, se subió á un montecillo que domina al espresado lugar, mandó recargar las armas y habiendo asentado su real los enemigos en el referido pueblo de Turrialba, al amanecer del dia siguiente, antes que los contrarios rompiesen el nombre para marchar, tocaron los nuestros las cajas con grande estrépito y dispararon las armas: con lo que aterrorizado el enemigo, huyó aceleradamente y se acogió á sus embarcaciones: siguió nuestro ejército al alcance y apresó algunos soldados, que llevados á Cartago y habiéndolos puesto en confesión, declararon que lo que los habia hecho volverse, habia sido que poco después de haberse rompido el nombre por los Españoles, divisaron sobre la montaña un numeroso ejército de hombres, capitaneado por una muger; y en esta declaración se ratificaron algunos de ellos, que se hicieron católicos y se casaron en esta provincia. Lo que se atribuyó á especial protección de la Santísima Virgen: por lo cual el Gobernador, Cabildo y vecindario de Cartago juraron por Patrona á esta Soberana Señora en el misterio de su Concepción y prometieron ir á pié en romería todos los años al Santuario de Ujarraz, distante dos leguas de Cartago, á venerar la devota Imagen de Nuestra Señora, que se conserva en él; y asi se practica hasta el presente, bajando los referidos Señores por el mes de Mayo al pueblo de Ujarraz á cumplir su voto.

Pocos años después los piratas de la mar del Sur se apoderaron por dos ocasiones de la ciudad de Esparza, la robaron, saquearon y quemaron, quedando tan arruinada, que sus habitadores la abandonaron y se retiraron unos á Nicaragua y otros á sus haciendas de campo. Tambien por el mar del Norte intentaron introducirse en esta provincia otros piratas, como Morgan, Lorencillo, y de continuo entraban los indios Moscos por el puerto de Malina, y se robaban el cacao, los esclavos y sirvientes: hasta que informado S. M. de semejantes hostilidades que padecían los vecínos de Costa-Rica, puso en dicha provincia una compañía de 100 soldados, con sus oficiales para que la defendiesen de estos insultos. Véase la descripción geográfica de esta provincia en el tomo 1º tratado 1º capitulo 5º.




CAPITULO 15.
De los primeros Predicadores del Evangelio que lo anunciaron en estas tres provincias.


Habiendo hablado en los capítulos pasados del establecimiento temporal de las provincias de Comayagua, Nicaragua v Costa-Rica, y como se sugetaron á los Reyes de España, nos resta tratar como estas mismas regiones abrazaron la fé de Jesucristo y doblaron la cerviz al yugo suave de su santa ley.

En el tomo 1º tratado 5º capitulo 4º, hablando de los Varones Apostólicos Don Juan Godinez, Don Juan Diaz y algunos otros que se les agregaron, asentamos que estos fueron los únicos que predicaron el Evangelio y catequizaron á los indios de estas tierras de Guatemala los catorce años inmediatos á la conquista de este Reino, y lo mismo se debe juzgar de la provincia de Comayagua; pues no se encuentra vestigio alguno en las historias, que ningún otro eclesiástico entendiese en el catequismo de los naturales de la provincia de Honduras, en dichos catorce años. Mas habiendo fundado la Religión de la Merced, Convento en Guatemala, inmediatamente pasaron á hacer lo mismo en la ciudad de Gracias á Dios, por los años de 1540, y después á otros lugares de esta provincia y no hay duda que ayudarían á instruir á los indios en la Religión católica.

Por los años de 1574, siendo Provincial el M. R. P. Fr. Bernardino Pérez, del Orden de San Francisco, pasó á Comayagua y fundó Convento en dicha ciudad y en el pueblo de Agalteca. Por el mismo tiempo llegó á Comayagua el P. Fr. Pedro Ortiz, con el designio de erigir provincia en la de Honduras y el P. Fr. Bernardino Pérez le cedió para el efecto los dos Conventos que acababa de fundar; pero este negocio se quedó en este estado. El año de 1582 vino el P. Fr. Juan Rautista, con una lucida misión á poblar de Monasterios las provincias de Comayagua y Costa-Rica; pero no pudo fundar este Religioso mas Convento que el de Trujillo. Ocurrió al Rmo. P. Fr. Alonso Ponce, Comisario General de Nueva España, que se hallaba en Guatemala por los años de 1586, el que usando de sus facultades, dio á los tres citados Conventos el titulo de Custodia de Santa Catarina V. y M., inmediatamente sugeta al Comisario. En el capítulo que celebró esta provincia el año de 1590 cedió á la mencionada Custodia los Conventos de la ciudad de San Miguel y del pueblo de Nacaome; y habiéndose erigido el año de 1592 el Convento de San Diego de Tegucigalpa, á solicitud y esfuerzos del vecindario de dicha villa, se halló la Custodia de Santa Catarina de Honduras con seis Conventos, á los que algunos años después encomendó quince doctrinas el Ilmo. Señor Don Fr. Gaspar de Andrada. Mas no duró en esta forma mucho tiempo, porque reflexionando el Rmo. P. Fr. Bernardino de San Ciprian, la inmensa distancia que habia de Comayagua á Méjico, para que el Comisario pudiese cuidar de la referida Custodia, despachó patente el año de 1592, en que la sugeta en todo al Provincial de Guatemala: en cumplimiento de esta orden, en la tabla capitular del año de 1593 se halla puesta la Custodia de Santa Catarina de Honduras, Pero en esto ha habido sus variaciones, porque en algunos tiempos, reconociéndola como tal Custodia, se han refundido los votos de los Guardianes en el del Custodio: en otros le han quitado el título de Custodia, agregando aquellos Conventos á la provincia y dándole voto á los Guardianes; y de esta suerte se halla al presente.

En la provincia de Nicaragua, como dijimos en el capitulo 10 de este tratado, siguiendo á Herrera, el primero que anunció el Evangelio fué un Clérigo que vino con Gil González el año de 1522. El año siguiente de 523 predicaron la ley de Jesucristo en Nicaragua algunos Ministros que trajo Francisco Fernandez de Córdova, cuya predicación, como refiere Remesal lib. 3º cap. 4º, autorizó el cielo con portento; porque como estos Eclesiásticos fuesen poniendo cruces en los lugares que les parecía, y los indios gentiles quisiesen derribar una de estas cruces, por mas esfuerzos que lucieron no les fué posible conseguirlo: intentaron quemarla, y tampoco tuvieron efecto sus perversos designios; milagro que movió a muchos indios a pedir el bautismo. En los años siguientes, aunque no se sabe con individualidad los sugetos que entendieron en estas reducciones, es constante que algunos Religiosos de San Francisco anduvieron por estas tierras, entre otros el Rmo. P. Fr. Pedro de Zuñiga, primer Obispo electo de Nicaragua, y aun fundaron el Convento de Nuestra Señora de la Concepción de Granada y el de León. El año de 1532, hallándose en León el Ilmo. Señor Don Diego Alvarez Osorio, primer Obispo de Nicaragua, cuando volvieron del Perú Fr. Bartolomé de las Casas y otros Religiosos del Orden de Santo Domingo, les hizo presente este Prelado la gran falta de ministros que se padecía en aquella provincia, la orden que tenia del Emperador de fundar en ella Conventos de Religiosos y otras razones que los obligaron á quedarse en Nicaragua, donde fundaron el Convento de San Pablo de la ciudad de León; y habiendo los Religiosos de San Francisco desamparado el que tenian en Granada, por ir á predicar á otras partes, lo ocuparon los de Santo Domingo y establecieron una Vicaría. Desde este tiempo trabajó el Orden de Predicadores en la instrucción y catequismo de los indios de Nicaragua, hasta el año de 1554 en que se despoblaron estas Casas, por orden del Provincial de Guatemala, como se puede ver en Remesal, lib. 3º cap. 4º y lib. 10 capítulo 4º.

Aunque los Religiosos de San Francisco desampararon el Convento de Granada, nunca faltaron operarios de este Orden que trabajasen en la viña del Señor en estas provincias de Nicaragua y Costa-Rica, mas no sabemos si tuvieron otro Convento fuera del de Granada, el de León y dos que se fundaron en los años posteriores, uno en la ciudad de Cartago y otro en la villa de Esparza. El año de 1557 llegó á Nicaragua el R. P. Fr. Pedro Ortiz, con una misión de treinta Religiosos, y convocando á capítulo, según las órdenes que traia, á los Padres de los Conventos de Nicaragua y Costa-Rica, salió electo en él, Ministro Provincial el mismo Fr. Pedro Ortiz, quedando de esta suerte establecida la provincia que se llamó de San Jorge de Nicaragua, cuya erección fué confirmada en el capítulo general celebrado en Paris el año de 1579. Inmediatamente se pobló de Monasterios la provincia de Nicaragua, que trabajan hasta el dia de hoy en repartir el pasto espiritual á sus moradores.

La Religión de Nuestra Señora de la Merced tiene dos encomiendas en las ciudades de León y Granada, y otra casa en la villa de Jerez de la Frontera: antes también tenía casas en la ciudad de la Nueva Segovia y en la villa del Realejo, y estaba á su cargo la doctrina de Sébaco.

Absolutamente ignoramos quienes predicaron la divina palabra, quienes catequizaron á los indios y quienes administraron los Santos Sacramentos á los Españoles de la provincia de Costa-Rica el largo espacio de treinta y ocho años, que corrieron desde el año de 1522 en que, como vimos ya, estaba fundada la ciudad de Cartago, hasta el de 1560 en que pasó de esta Ciudad de Guatemala á la referida provincia de Costa-Rica, el Apostólico Varón Fr. Pedro de Betanzos, de quien hemos hablado en el tomo 1º tratado 3º capítulo 3º, y á quien siguieron otros dos Religiosos; y el de 1568 que emprendieron la misma jornada otros tres Religiosos de esta provincia, de los cuales el V. P. Fr. Juan Pizarro logró rubricar su predicación con la sangre de sus venas y ceñir la corona del martirio, sufriendo cruel muerte por la fé de Jesucristo, á manos de los indios Cottos y Queppanos. Fundada la provincia de San Jorge de Nicaragua, pasaton algunos Religiosos á Costa-Rica, de suerte que en estas dos regiones se llegaron á contar hasta diez y ocho Conventos.




CAPITULO 17.º
De la conquista de la Tologalpa.


El cronista Fr. Francisco Vázquez refiere muy por estenso la historia de las reducciones de los infieles, asi de la Tologalpa, como de la Taguzgalpa, en todo el tr. 1º del lib. 5º. Nosotros vamos á dar una historia suscinta de ellas en este capitulo y el siguiente, omitiendo muchas particularidades que trae dicho escritor, que aunque curiosas y dignas de saberse, alargarían estos capítulos mas de lo que corresponde á un compendio. Para hacerse juicio de lo que trataremos en estos dos capítulos, véase la descripción corografica de las citadas provincias, que hemos puesto en el tomo 1º tratado 1º cap. 5º. Pero es de advertir, que la Taguzgalpa se estiende por las costas de la Mar del Norte, caminando de O. á E. desde el rio Aguan, hasta el cabo de Gracias á Dios: la Tologalpa se halla situada en las mismas costas, caminando de N. á S. desde el referido cabo de Gracias á Dios, hasta el rio de San Juan; y divide una provincia de otra el rio Tinto. Aunque los habitantes de estas regiones son conocidos con los nombres generales de Jicaques, Moscos y Zambos; son muchas las naciones de que se componen: llámanse unos Lencas, otros Payas, Alhatuinas, Taguas, Jaras, Taos, Gaulas, Fantasmas, Iziles, Motucas y otras muchas: todas estas naciones hablan diversas lenguas, tienen distintos gobiernos, usos y costumbres: unas son blancas, otras rubias, otras negras.

Se tenia en la Córte noticia de esta multitud de infieles, que se hallan poblados en las costas del mar del Norte y se habla de ellos en cédulas de 30 de Octubre de 1547, 31 de Agosto de 1560 y 2 de Julio de 1594; y en esta última encarga N. C. M. Felipe II se le informe muy por menor de todas las circunstancias de las referidas poblaciones de infieles y qué órden podrá haber para la entrada y pacificación de ellas. Por este mismo tiempo los Apostólicos Varones Fr. Francisco Salcedo y Fr. Antonio de Andrada, llenos de celo de la salvación de las almas, intentaron entrar á las referidas provincias á predicar el Evangelio; pero en los divinos decretos estaba destinado otro Estevan para Protomártir de las provincias de Honduras. Fué este el esclarecido Religioso Fr. Estevan Verdelete, el que movido fuertemente por el Espíritu del Señor para anunciar el Evangelio á estas naciones, no dejó piedra por mover, hasta poner por obra su vocación. Con este designio se alistó en la misión que trajo el P. Fr. Pedro de Arboleda el año de 1593: puesto en Guatemala estuvo siempre á la mira de como lograba ocasión de realizar sus intentos: no tardó mucho el Eterno en proporcionársela; porque habiéndose celebrado capitulo el año de 1603, fué electo Guardian de Gomayagua, empleo que admitió con el mayor júbilo, porque estando dicha ciudad cercana á la Taguzgalpa y Tologalpa, se le facilitaba la entrada á estas provincias. Comunicó sus designios con el P. Provincial, el que le dio licencia para que pasase á las tierras de los espresados infieles, tomase las medidas y tantease los medios mas convenientes para la reducción de estos gentiles.

Salió nuestro Guardian para su destino, donde con sus virtudes y bellos modales, se ganó la estimación de todos. Luego que llegó á Comayagua, procuró por cuantos medios pudo, informarse é inquirir por donde podría efectuar su entrada á las tierras de los Jicaques: habiendo adquirido algunas noticias y tanteado la tierra, determinó hacerla por el rio de la Nueva Segovia, guiado de unos indios, á quienes comunicó sus intentos; mas estos aleves, después de haberle facilitado la empresa, é introducídolo en la montaña con su compañero Fr. Juan de Monteagudo, los dejaron solos en aquel yermo, sin guia, alimento ni socorro humano, hasta que, á costa de mil trabajos, computando por el curso de los astros, el parage donde estaban, salieron por incultas breñas de aquel laberinto y se restituyeron á la ciudad de Comayagua: de aqui partieron para Guatemala, á asistir al capitulo que celebró esta provincia el año de 1606. En este respetable Congreso solicitó el P. Verdelete se le diese licencia para pasar à la Corte à informar à S. M. sobre los medios que se podian tomar para poner en práctica la reduccion de los infieles de Honduras. No solo concedió el capitulo al P. Fr. Estevan la licencia que pretendia, sino que le dió el voto de Pro-Ministro Provincial, para sufragar en el próximo capitulo general, que tenia convocado la Religion Serafica para Toledo. Inmediatamente partió para España el P. Verdelete y habiendo llegado con toda felicidad, informó al Real Consejo de la multitud y barbárie de las gentes que habitan estas costas y la necesidad que tenian de Ministros que les anunciasen el Santo Evangelio, los instruyesen de nuestros dogmas y sacasen de sus errores; y tambien los medios de que se podria valer para el efecto. Reconocida por el Supremo Consejo la suma importancia del negocio, espidió cédula fecha en 17 de Diciembre le 1607, en que manda se de al P. Fr. Esteban Verdelete de los reales haberes, odo lo que necesite para su subsistencia y todos los auxilios que pida: que dicho Padre pueda escojer ocho Religiosos que le ayuden en la conquista de los Jicaques; que asi mismo pueda en los pueblos que vaya formando con los neófitos, si parece conveniente, fundar Conventos, y llegando estos al número de seis, se intitulen Custodia de la Concepción de Nuestra Señora, sujeta á la provincia de Guatemala. Encarga finalmente, al Presidente, Obispos de Comayagua y Nicaragua y á los Prelados de su Orden, no impidan ni estorben, antes si promueban por todos modos la ejecución de tan santa obra.

El dia 13 de Octubre de 1608, llegó á Guatemala el P. Fr. Estevan Verdelete, con una misión de 28 Religiosos, entre los cuales venían los ocho destinados para la referida conquista, trayendo también la espresada cédula. Quisiera este Apóstol de la Tologalpa partir inmediatamente para dicha provincia pero las diligencias previas que era necesario evacuar, antes de emprender la jornada, lo detuvieron un año. Por Octubre de 1609 salió de Guatemala, con su individuo compañero Fr. Juan de Monteagudo, y al pasar por Comayagua, se les agregó el Cura de Olancho D. Juan de Vaide y Fr. Andrés Marcuello, Vicario del Convento de la referida ciudad: también se les juntaron el Capitán Daza, y otros tres Españoles vecinos de Olancho, que como inteligentes en la tierra y devotos de la Religión, se incorporaron en aquella pequeña grey, con designo de morir, si fuese necesario, por la fé de Jesucristo. Juntos todos estos esforzados Varones, caminaron para la Nueva Segovia, y entraron á las montañas por el rio Guayape: anduvieron algunos dias por incultas breñas, pasaron algunos ríos en canoas, otros en balsas, hasta que se hallaron, no sin gran regocijo de sus almas, en unas rancherías y alojamientos de indios, separadas unas de otras. Saliéronlos á recibir los infieles: estos traían muchas flores, con que regaban el suelo, y esparcían sobre los Religiosos: venían bailando con música de caracoles y haciendo otras demostraciones de regocijo; pero otros venían pintados de negro, con penachos de plumas y lanzas en las manos, indicios todos de guerra, lo que hizo entrar en recelo de alguna traición.

No perdiendo tiempo estos celosos misioneros mandaron formar una cruz grande y puestos al pié de ella, haciendo cátedra de la que lo fué de Nuestro Redentor, juntos los indios, les propusieron y esplicaron nuestros sagrados misterios, hiciéronles una breve recapitulación de la historia Sagrada, desde la creación del mundo hasta la venida de Nuestro Redentor y el P. Fr. Estevan les ofreció gastar todos los dias de su vida si fuese menester, en instruirlos y enseñarles el camino del cielo. Después de este sermón trató de que se hiciese una ramada para Iglesia, y los indios con gran prontitud levantaron un espacioso rancho para que sirviese de templo, y unos jacales para habitación de los Padres. Estos procuraban acariciar á sus clienlulos, instruían y catequizaban á los adultos y bautizaban muchos párvulos, con tan próspero suceso, que habiendo comenzado esta obra á fines de Enero, el 24 de Febrero, que fué miércoles de ceniza, ya hubo muchos indios que la recibieran. Siguieron toda la cuaresma enseñando la doctrina cristiana á los infieles que salían de la montana: con ellos hacían sus procesiones y celebraron la Semana Santa, en la que comulgaron algunos que se juzgaron capaces; los demás asistian á los divinos oficios dando grandes muestras de devoción. Tan felizmente iba guiando Dios los trabajos de los Padres, que ya contaban 130 convertidos y muchos párvulos bautizados; y sabiendo las numerosas naciones que habitaban aquellos páramos, les pareció ya era tiempo de pedir operarios que ayudasen á segar tan copiosa miez. Con esta mira escribió el P. Comisario al P. Provincial dándole cuenta de lo obrado y avisándole la necesidad que habia de Ministros.

Pero cuando mas gustosos se hallaban estos obreros Evangélicos, viendo los copiosos frutos que cojian de sus trabajos, el enemigo del género humano comenzó á sembrar zizaña entre los nuevos cristianos: primeramente introdujo discordias y enemistades entre los indios Lencas y Mejicanos que vivían juntos: a esto ocurrió con pronto remedio el P. Fr. Estevan formando barrios separados a cada nación y señalándoles distinto Ministro para que los instruyese. El segundo medio de que se valió el demonio para destruir la nueva cristiandad, fué infundir un odio mortal á los indios infieles contra los convertidos y los misioneros: movidos de esta ciega pasión, dispusieron dar fuego á toda la población; pero antes con gran secreto procuraron ya con promesas, ya con amenazas, sacar del pueblecillo á los indios Lencas y Taguacas. Viendo los Padres que cada dia se les ausentaban mas individuos de estas dos naciones, comenzaron á hacer inquisición de cual era la causa de esta novedad, preguntando con cautela á los indiecietos: uno de estos hubo de decirle al P. Comisario que supiesen que los indios infieles intentaban quemarlos, y asi, si querían escapar, huyesen, porque por lo que habia oido, para aquella noche estaba dispuesto el incendio. Era ya entrada la noche cuando esto se supo: declaróles el P. Verdelete á los compañeros lo que pasaba, y fervorizados todos, y encendidos en vivos deseos de dar la vida por Jesucristo, trataron de disponerse y esforzarse para ofrecer á Dios este sacrificio: en esto se ocuparon hasta la medía noche, en que oyendo grandes silvos y gritería, salieron, y vieron que todo el pueblo ardía, y que venían muchos indos tiznados, unos con lanzas en las manos y otros traían tizones con que daban fuego á la iglesia. No pudiendo tolerar tan gran desacato, el ardentísimo zelo del P. Fr. Estevan, salió hacia ellos con una cruz en la mano, reprendióles con grande eficacia el insulto y traición que habían cometido, y siguiendo este ejemplo los otros Padres y aun los seculares que en esta ocasión fueron predicadores, les afearon su culpa, amenazándolos con la justicia de Dios y protestándoles que no temían la muerte: con cuyas ardientes palabras, como con otros tantos rayos, se disipó aquella espesa nube de idolatras, que huyeron todos al monte. Habiendo amanecido el dia siguiente, se hallaron solos los Españoles en el pueblo; y aunque hicieron varías salidas aquellos parages donde solian estar poblados los indios, todos los encontraron desiertos: con esto determinaron volverse á Guatemala á dar cuenta al Sr. Presidente y al P. Provincial de todo lo acaecido.

En Guatemala fueron recibidos con el gozo y alegría que eran debidos á sus virtudes, sabiduría y demás prendas. Hicieron los Religiosos su informe al Sr. Presidente, el que les concedió veinticinco hombres para su resguardo, y nombró por Cabo al Capitán Alonso de Daza. El Provincial, por su parte, procuró fomentar la reducción de los Jicaques, espidiendo patente por toda la provincia, para que los Religiosos á quienes el espíritu del Señor llamase á tan santa obra, avisasen á los Prelados para elegir los que se juzgasen convenientes. Dispuestas todas las cosas necesarias y vencidas las dificultades que el demonio opuso, trataron los Padres de salir de Guatemala á fines del mismo ano de 1610: despidióse P. Fr. Estevan de esta ciudad en un sermón en que con espíritu profético, dijo, como otro S. Pablo, que no lo volverían á ver mas. No llegaron á los confines de la Tologalpa hasta Abril 1611, por haberse enfermado en Comayagua el P. Comisario: encontraron algunos de los Lencas poblados entre cristianos, y por medio de ellos procuraron sacar otros de las montañas: en efecto, todos los dias salian, ya de los bautizados, ya de los gentiles, catequizábanlos é instruíanlos en nuestros sagrados misterios, bautizaban á los que hallaban capaces y los iban plantando en forma de pueblos.

Quisieran los misioneros entrar ellos mismos á las montañas, en busca de los neófitos que se les habían huido, por causa del incendio; pero el Capitán Daza les hizo desistir del intento. diciéndoles que aunque los indios los llamasen y ofreciesen canoas para pasar el rio, como de facto lo habían hecho, todo era traición que les tenian armada: que él entraría primero con su gente y tantearía las cosas, porque segun veia, la jornada era peligrosa. Muy á su costa esperimentó Daza cuan verdadero era lo que sospechaba: pues aunque al principio halló á los indios blandos, asi que se vieron con fuerzas, se le atrevieron y tuvo bastante trabajo para defenderse y retirarse, no sin muerte de algunos soldados. Mas no se apagó con esto el odio que habian concebido los infieles contra los cristianos, y aun se aumentó en gran manera, por haber dado cruel muerte uno de los soldados á un indio que se atrevió á darle una bofetada; y asi, deseando tomar venganza se valieron de nuevas astucias. Enviaron á decir á los Padres, que estaban muy pesarosos de las guerras pasadas: que querian recibir el bautismo, con tal que fuesen los Padres y los Españoles á la montaña, pero sin arcabuces, porque no querian guerra, sino paz y ser cristianos. Muy confiados en esta propuesta, sin servirles de escarmiento los sucesos pasados, hubieran partido en la hora para la montaña estos zelosos misioneros; pero el Capitán Daza los detuvo: ofrecióse á entrar él con algunos soldados, sin bocas de fuego, á decirles á los indios de parte de los Religiosos, que se les perdonaría todo lo pasado, que no tenian que temer y que ellos irían muy gustosos á instruirlos, catequizarlos y bautizarlos.

Partió el piadoso Capitán con su embajada, previniendo antes á los Padres que no se moviesen sin ver letra suya: á los cuatro ó cinco dias vieron asomar siete canoas y los que las traían dijeron á los Religiosos que el Capitán Daza los llamaba, y pidiéndoles la carta, les contaron varias mentiras, que ellos como hombres sencillos tuvieron por verdades, aunque algunos de los soldados los persuadían á que no se fiasen de aquellos traidores; mas estos hombres apostólicos, llenos de zelo por el bien de las almas y anhelando por la corona del martirio, respondieron que esta era la ocasión mas feliz de lograr lo que tanto habían deseado; y entrándose en las canoas con algunos soldados, caminaron rio abajo buen trecho, hasta dar vuelta á una colina, en cuyo declive vieron innumerables indios pintados de negro, armados de lanzas, con penachos de plumas, y también divisaron en una lanza muy alta la cabeza del Capitán Daza, y en otras las manos de algunos españoles. El P. Fr. Estevan, cuya canoa tomó tierra primero, comenzó á predicarles á aquellos aleves, afeándoles su traición, abominándoles sus idolatrías y amenazándoles con la justicia de Dios; lo que lejos de amansarlos, los enfureció mas, y tocando unos pitos, cayeron todos sobre el Santo mártir y le dieron muchos golpes y heridas que recibió hincado de rodillas, pidiendo á Dios por sus homicidas, á imitación del otro Estevan. Últimamente lo atravesaron con una lanza y le cortaron el casco de la cabeza, en cuyo acervo tormento dio el alma á su Criador. El P. Fr. Juan de Monteagudo recibió la corona del martirio, que tanto habia deseado, en la misma canoa en que venia. La misma suerte lograron algunos de los soldados que iban con los Padres. Sucedió la feliz muerte de estos confesores de Jesucristo, según el cómputo mas probable, el 16 de Enero, dia en que la Religión Seráfica celebra el triunfo de sus primeros mártires, el año de 1612.

Celebraron estos bárbaros hecho tan inhumano con un solemnísimo banquete, en que sirvieron de único plato los brazos, muslos y piernas de los Santos mártires y los cascos de sus cabezas de tazas para beber. Las casullas y ornamentos sagrados aplicaron para vestidos de que usaban en sus danzas: de los cálices y vinajeras hicieron pendientes para colgarse en las orejas y narices. Mas no quedó sin castigo tan terrible profanación de los vasos y ornamentos sagrados; pues de los que concurrieron á ella, unos reventaron en los convites, otros se hicieron pedazos precipitados y otros murieron ahogados: asi se lo aseguraron los mismos indios á un Religioso de los que en los tiempos posteriores entraron á estas reducciones.

En muchos años no volvieron á ver en sus tierras los indios de la Tologalpa ministros evangélicos que les anunciasen y predicasen la ley de Jesucristo: justo castigo del mal trato que dieron á los que se les concedieron; porque aunque muchos Religiosos quisieron continuar estas reducciones, á unos no tuvieron los Prelados por conveniente darles licencia para ello; otros como el R. P. Fr. Antonio de Andrada, habiéndose embarcado en el puerto de Trujillo con designio de venir por mar á las tierras de estos infieles, fué llevado por los vientos cerca de Tahasco, lugar muy distante de dichos gentiles; y á otros Religiosos del Convento de Trujillo, que se embarcaron con el mismo intento, les fue imposible tomar tierra en las costas de la Taguzgalpa y Tologalpa.

Llegó por último el tiempo en que agradó al Eterno que se reasumiesen estas conquistas. El año de 1674 vinieron á Guatemala algunos indios de las naciones Pantasma y Paraka á pedirle al P. Fr. Fernando de Espino fuese á doctrinarlos y poblarlos: era á la sazón Provincial este Religioso y conferida la materia con el Señor Presidente, cerciorados de que estas eran otras naciones distintas de las que estaban catequizando el P. Ovalle y sus compañeros; se resolvió fuese nuevo operario á estas reducciones. Ofreciéronse varios Religiosos; pero entre todos fué electo el P. Fr. Pedro Lagares, Religioso, aunque joven, muy virtuoso y docto. Partió prontamente para la colonia de su apostolado este zeloso misionero y habiendo llegado á la Nueva Segovia, con las licencias que llevaba y el permiso del Ordinario de León y mucho gusto de los ciudadanos, en casa que dio el Capitán Don Luis de Cervellon, fundó un hospicio para que los Religiosos de esta provincia tuviesen donde hacer escala para entrar á la montaña. En dicho hospicio estableció Tercera Orden de penitencia y Escuela de Cristo, á que asistía toda la ciudad. Aplicóse este V. Religioso al ministerio de la reducción de los infieles á nuestra santa fé con el mayor empeño, haciendo frecuentes entradas á la montaña; y con los indios que sacó fundo dos pueblos en el valle de Culcali, cinco leguas fuera de las montañas, los que fueron aumentándose, asi con los que el Padre iba sacando cada día, como con los que voluntariamente salían: de suerte que, como consta de certificación que dieron los Capitanes Don José Vázquez de Coronado y Don Manuel Diaz de Velazco, por Octubre de 1678 había en los dos pueblos de San José Páraka y San Francisco Nanaica, mas de 200 indios de confesión, fuera de muchos párvulos. Aun no habia cinco años que estaba en la reducción de la Pantasma el P. Fr. Pedro Lagares, cuando lo llamó Dios á recibir el premio de sus grandes merecimientos: murió á 24 de Julio de 1679, á los 35 de su edad, en el hospicio de la Nueva Segovia, con grande opinión de santidad: refiéronse de él varios hechos milagrosos y muchas profecías que se verificaron como lo habia predicho.

Por la muerte del P. Lagares quedaron huérfanas y desamparadas aquellas reducciones, porque el Religioso que lo acompañaba habia enfermado y retirádose á curar á Guatemala. Mas habiendo avisado los Alcaldes de la ciudad de la Nueva Segovia del fallecimiento del P. Fr. Pedro al R. P. Provincial, este despachó patente por toda la provincia, convidando á los Religiosos para tan santa obra: ofreciéronse varios á tan gloriosa empresa, de los que se escogió uno para que fuese de Prelado de los que irian después; y este salió para su destino el 22 de Setiembre del mismo año de 1679 y el año siguiente se le enviaron dos compañeros. Estos tres Religiosos trabajaron con tal eficacia y solicitud en la conversión de estos gentiles que en dos años tenían bautizadas mas de trescientas almas. Continuáronse estas reducciones con felices progresos por muchos años, teniendo esta provincia de Guatemala cuidado de enviar operarios que trabajasen incesantemente en esta viña del Soberano Padre de familias; pero este año de 1811 que escribimos esto, ha mas de medio siglo que la referida provincia tiene abandonadas estas reducciones de la Tologalpa, sin que sepamos el motivo por que no ha continuado en el cultivo de esta viña que con tanto anhelo emprendió, que regaron con su sangre los Santos mártires Fr. Estevan Verdelete y Fr. Juan de Monteagudo: en que trabajaron Fr. Pedro Lagages otros hijos suyos; y que S. M. ha recomendado por sus reales cédulas.




CAPITULO 18.º
De las reducciones de los indios infieles de la provincia de la Taguzgalpa.


Tenía el Todopoderoso destinado en sus eternos decretos para Apóstol de la Taguzgalpa, á un gallardo jóven llamado Cristóval Martínez de la Puerta, Andaluz de nación; y como la Divina Providencia dispone suavemente todas las cosas, ordenó que este mozo viniese con el Capitán Juan de Monasterios á las costas de Honduras, por los años de 1600 ó poco antes, y que habiendo desembarcado en Trujillo, á tiempo que cierto Capitán trataba de hacer una entrada á los infieles de dichas costas, fuese alistado entre los soldados nuestro Cristóval. Con este motivo tuvo ocasión de observar las innumerables gentes que habitaban aquella región, y habiéndoles hablado en materia de religión, las encontró en la mas bella disposición para recibir la fé católica. En este tiempo llamó el espíritu del Señor al jóven Cristóval para el ministerio de anunciar el evangelio á aquellas gentes, con tal eficacia que jamas tuvo sosiego hasta que puso por obra su vocación. Atravesábale el alma el cruel dolor de ver que se perdiesen tantas almas, tan bien aparejadas para abrazar el cristianismo; y discurriendo de que medios se valdría para librar aquellas almas de la esclavitud del demonio, le ocurrió el pensamiento de ordenarse de Sacerdote para poderse emplear en la conversión de estos infieles.

Con este designio se vino á Guatemala á estudiar la gramática, como primer paso para lograr su intento; mas como no tuviese modo de subsistir, se acomodó de sirviente del Colegio Seminario de esta ciudad: ya se deja ver las inmensas mortificaciones que tendría que sufrir en este ejercicio un joven bien nacido: ya en el Colegio, tolerando las burlas, improperios y malos tratamientos que le hacian los colegiales; ya fuera, teniendo que ir á la plaza á comprar verduras y otros menesteres de cocina; pero todo se le hacía suave con la esperanza de consegir la conversión de los infieles, deseo que había encendido en su pecho el Espíritu Santo, y este mismo Espíritu lo condujo á la Religión de San Francisco, en la que fué un modelo de todas las virtudes desempeñando con el mayor esmero, los empleos que le confió la obediencia. Pero en todas partes se hallaba el corazón de Fr. Cristóval, inquieto y como fuera de su centro, mientras no se viese en la Taguzgalpa, instruyendo, catequizando y bautizando Jicaques: estos deseos lo consumían y devoraban continuamente, hasta que no pudiendo ya contenerlos en su pecho, hubo de manifestarlos á su Provincial, pidiéndole al mismo tiempo permiso, para ponerlos en ejecución. Hizo el Prelado las pruebas que le dictó su prudencia de la vocación del P. Martínez, y convencido asi de la lejitimidad de esta, como de la idoneidad del sugeto para el empleo, le dio la licencia por que tanto anhelaba. Pero todavía quiso el Eterno acrisolar la caridad de su siervo y que á fuerza de trabajos y dilaciones se puliesen las piedras que habían de adornar la corona de este invicto campeón, disponiendo que una y otra vez saliese para la Taguzgalpa, y no pudiendo arribar á sus costas, impelido el barco de contrarios vientos, en ambas ocasiones se viese precisado á volver á Guatemala.

No por esto desistió de su empresa el fortísimo Fr. Cristóval: reiteró sus instancias con su Prelado, para que le permitiese volver por tercera vez á intentar la entrada á los infieles por el cabo de Gracias á Dios. Hubo variedad de pareceres acerca de este viage; pero convencido el P. Provincial de las razones que el P. Fr. Critóval le propuso en un escrito, que de orden del mismo Prelado formó y podrá ver el curioso en la crónica del P. Vázquez, le dio su paternal bendición y licencia para volver á la Taguzgalpa.

Por Abril del año de 1619 partió para Trujillo el apostólico varón Fr. Cristóval Martínez; acompañado del Hermano Fr. Juan Vaena, Religioso lego de gran virtud; pero todavía quiso el Señor probar el valiente espíritu y constancia de su siervo, pues habiendo llegado a Trujillo, no hallaron nave que los condujese á su destino, y pasando á la Habana, aunque les dio el Gobernador una fragata, que los llevase al cabo de Gracias á Dios, no les permitieron los vientos arribar á dicho cabo, y asi tuvieron que volverse á Trujillo. Aqui les persuadieron esperasen el mes de Marzo, que es el tiempo propio de navegar para Barlovento, y que para ese mes estaba aprestando una fragata el Gobernador con el destino de hacer viage á Jamaica, y que hallándose situada la Taguzgalpa en el camino, sería fácil desembarcarlos en sus costas. Asi se verificó; pues habiéndose hecho a la vela el 16 de Febrero de 1622, llegaron con próspero viage al deseado cabo de Gracias á Dios, á quien las dieron repetidas, besando la tierra que después habían de regar con su sangre; y habiendo saltado en tierra los dos Religiosos y cuatro indios de la isla de Roatan, que llevaban por intérpretes, despidieron con singular resolución la fragata, quedando solos en tierra desconocida, cercados de indios bárbaros, sin mas recurso que la protección Divina. Valiente hecho! que deja muy atrás la decantada hazaña de Cortés; pues si este Capitán mandó barrenar las naves en que había arribado á Vera-Cruz, quedando entre indios bárbaros, carnívoros, sin recurso alguno, ni modo de salir de aquel pais, iba acompañado de muchos soldados valerosos que le ayudasen y Capitanes entendidos que le aconsejasen, tenía armas de fuego y gran pericia militar, de que carecian sus contrarios. Pero dos Frailes pobres, sin mas armas que el evangelio y la paciencia, entre los indios caribes, acostumbrados á devorar á sus semejantes, es cosa que causa la mayor admiración.

Halláronse nuestros misioneros en un páramo donde no se veia rastro de que hubiese habitado el género humano; pues aunque solía asomar uno ú otro indio, al punto se volvían corriendo. En esta soledad pasaron dos dias: al tercero por la mañana vieron venir una numerosa compañía de indios, los varones embijados, desnudos, con solo un caracol por delante, con penachos de plumas en las cabezas y lanzas en las manos: las mugeres pintadas de colorado, con un pañete por delante y girnaldas de flores en las cabezas; y á lo último de aquella comitiva venia un venerable anciano, con el pelo largo y blanco: este hizo un profundo acatamiento á los Padres y les dijo en lengua que pudieron percibir: que fuesen muy bien venidos: que cómo habían tardado tanto á riesgo que él se hubiera muerto? que los estaban esperando por horas con muchos deseos de servirles: que no los culpasen de no haber venido antes á saludarlos: que la causa habia sido entender que vendrian por tierra y que para esto tenían puestas atalayas en las cimas de los montes. Atónitos quedaron los Religiosos con tan no esperado razonamiento y preguntándole al buen viejo quien le habia dado noticia de su venida? Respondió que estando un dia en sus labores y siembras se le apareció un niño blanco y tan hermoso, que no habia visto otro como él, y mirándolo con cariñoso aspecto le dijo: Sábete que no has de morir hasta que seas cristiano: aquí han de venir unos hombres blancos, con la ropa hasta los pies, del color de esta tierra: en llegando dales acogida y no permitas les hagan enojo, porque son Ministros de Dios, quien te hace esta señalada merced, porque tú has hecho bien y sustentado á los que no tienen sustento. (Es de advertir, que este venerable anciano, aun en su gentilidad, se ocupaba en obras de misericordia, sembraba maiz para socorrer á los necesitados, componia las discordias y hacia otros buenos oficios con sus semejantes). Lleno de gozo al oír estas razones el P. Comisario procuró consolar al viejo, prometiéndole hacer con él todos los oficios de padre y de pastor. Inmediatamente trataron los indios de hacer alojamiento para los Religiosos, junto á un rio llamado Xarúa y al dia siguiente se hizo una iglesia muy capaz y se pusieron cruces en los caminos y otros lugares. Comenzaron los Padres á instruir y catequizar á sus clientulos y habiendo bautizado al viejo y toda su familia, siguieron muchos indios su ejemplo, asi por el amor y veneracion que profesaban á dicho anciano, como porque le oyeron decir que aquellos Padres eran los que tanto tiempo antes habia anunciado el Dios de la montaña.

En este feliz estado se hallaban las reducciones de la Taguzgalpa á los tres meses de llegados los misioneros, cuando dio fondo una lancha, enviada por el Licenciado Don Diego de Cañavate, Cura de Trujillo, y por otros vecinos de dicha ciudad, en que mandaban vino, hostias y bizcocho, segun lo habian prometido á los Padres, y pedian noticias de su salud y del suceso de su predicación. Saltaron en tierra los esploradores y luego hallaron indios que los guiaron á donde estaban los misioneros: ya se deja entender el mutuo consuelo y alegría de los huéspedes y de los Religiosos: estos les refirieron las misericordias que el Señor había obrado; y aquellos vieron con grande gozo y admiración lo mucho que en tan breve tiempo habia adelantado la cristiandad en aquellas tierras. Asistieron al entierro del buen viejo, que falleció en aquellos dias; y tratando de volverse, determinó el P. Comisario enviar al Hermano Fr. Juan Vaena á Guatemala, para que diese cuenta al P. Provincial de los abundantes frutos que estaban cociendo de sus trabajos y de la copiosa miez que quedaba por segar en aquellas vastas regiones; por lo que le suplicaba le mandase otro Sacerdote que le ayudase.

Por Setiembre de 1622 llegó el Hermano Vaena á Guatemala y dio noticia muy por menor de todo lo acaecido en su espedicion al P. Provincial: este Prelado, lleno de gozo con tan felices nuevas, espidió patente haciendo relación de todo lo obrado y de los progresos que cada dia se lograban en las reducciones del Jicaque y exhortando á los Religiosos, para que los que se hallasen movidos por el Espíritu del Señor á ir á anunciar el Evangelio á los infieles, avisasen para determinar lo conveniente. Entre muchos que se ofrecieron, fué preferido el P. Fr. Benito López, sin duda por su gran virtud; pues consta de información recibida el año de 1630, que fué varon muy ejemplar, no solo en la Religión, sino aun en el siglo. Era este Santo Religioso de nación Andaluz, hijo del Convento de Guatemala, donde vistió el hábito el año de 1617 y tomó el nombre de Benito de S. Francisco. Destinado al ministerio apostólico de la reducción de los gentiles, con el mayor gozo y alegría, partió para la Taguzgalpa con el Hermano Juan Vaena, á donde llegaron por Enero de 1625. Fué grande su admiración, viendo todo lo que el P. Comisario había hecho en menos de un año que estaba en aquellas tierras; pues había catequizado y bautizado mas de 700 adultos y muchos párvulos, tenia fundados siete pueblecillos, según las diversas naciones de los convertidos; obras que pedían mucho tiempo y mas operarios.

Divulgado entre las naciones vecinas el buen trato y cariño que los Padres hacian á los indios, salían cada dia familias enteras á pedir el santo bautismo, con demostraciones de verdadera conversión; pero se les hacia duro el dejar su antiguo modo de vivir entre malezas, sin trato ni sociabilidad, por lo que no se avenían á habitar en poblado: de esto se originaba que, cuando menos lo esperaban, se volvían al monte, con peligro de apostatar de la fé. Era para los misioneros esta inconstancia de sus neófitos indecible tormento; y llegó á tanto su desconsuelo, que pensaron dejar por entonces aquellas naciones y pasar á predicar la ley de Dios á los Guabas. Eran estos Guabas unos mestizos, hijos de españoles, que habiendo naufragado por estas costas, se mezclaron con indias, de cuya junta procedieron los individuos de dicha nación. Juzgando los Religiosos que ganados éstos, podrían ser buenos medianeros entre ellos y los indios, como que participaban de la sangre de unos y otros, y que por lo que tenian de Españoles, serian mas estables en la religión que profesasen, se determinaron á emprender su reducción. Por este tiempo aportó la fragata del Señor Gobernador de Trujillo á aquel cabo, y aprovechándose de la ocasión, suplicaron los misioneros al Capitán los transportase á las Anavacas, que era el parage en donde habitaban los citados Guabas. Habiendo desembarado en este sitio, se fueron internando hasta dar con la presa que buscaban: catequizaron no solo á los referidos mestizos, sino á muchos indios de otras naciones, que con las noticias que tuvieron del amor y esmero con que los Padres asistían á los indios cristianos, no solo en lo espiritual, sino también en lo temporal, curándolos y asistiéndolos en sus enfermedades, venían en tropas á pedir el santo bautismo: de suerte que en los pocos meses que estuvieron en aquellas tierras los tres Religiosos, instruyeron en la doctrina cristiana y bautizaron mas de 5000 almas: que con los 700 adultos y los párvulos que bautizó el año antecedente el P. Fr. Cristóval, pasaban de 6,000 indios que recibieron el bautismo en la Taguzgalpa.

Cuando con mas prosperidad caminaban las reducciones de estos infieles, viéndose el enemigo del género humano en vísperas de perder el largo imperio que habia obtenido de tan gran multitud de almas, instigó á la nación de los Albatuinas, para que quitasen la vida á los misioneros. Vinieron estos aleves simulando deseos de convertirse y pidieron á los Padres pasasen á sus rancherías á istruirlos de los dogmas de nuestra santa Fé: los Religiosos convinieron en ir como les pedian los Albatuinas; mas estos infieles, mudando de parecer, no aguardaron á que los misioneros fuesen á sus tierras, sino que ellos vinieron al pueblo de los cristianos en busca de los Padres; y cercando la casita donde habitaban, sin que fuesen poderosos para defenderlos los indios convertidos, los prendieron y maniataron como malhechores, los pasearon por los lugares dondo habían predicado, dándoles crueles golpes con sus macanas y machetes: reprendíanles su obstinación y afeábanles su delito los Religiosos; pero ellos mas se emberrinchinaban y cogiendo al P. Comisario lo sentaron sobre una aguda lanza y clavada esta en el suelo le iba penetrando y rasgando las entrañas hasta salir por el cogote con terribles tormentos: cortáronle después una mano; y por último, le quebraron las piernas con machetes, en cuyos acervos dolores espiró. Los otros dos Religiosos consumaron su martirio á fuerza de golpes y heridas que les dieron con lanzas y machetes, quebráronles también las piernas y finalmente les cortaron las cabezas.

Habiendo sabido el Señor Gabernador de Honduras, Don Juan de Miranda, la cruelísima muerte, que habían dado á los misioneros de los indios Albatuinas, mandó aprestar dos bajeles, armados en artillería é infantería, y se hizo á la vela de ellos, con designio de vengar la muerte de los Padres y recobrar sus sagradas reliquias. Aportó al cabo de Gracias á Dios, y aunque no pudo castigar como quería á los homicidas, por haber estos huido al monte, guiado de los indios cristianos, descubrió los tres cuerpos de los Religiosos, los que trajo a la ciudad de Trujillo y enterró con la mayor solemnidad, el dia 16 de Enero de 1624. Y habiéndose ofrecido competencia sobre el lugar de la sepultura de los referidos cuerpos, entre el Cabildo de Trujillo y el Síndico del Convento de San Francisco, pretendiendo el primero fuesen enterrados en la Iglesia mayor, y el segundo que lo fuesen en la de San Francisco; el Señor Gobernador determinó que las reliquias del P. Comisario fuesen sepultadas en la Iglesia Matriz y las de sus compañeros en la de San Francisco: en cuyos sitios permanecieron hasta el año de 1643, en que los Holandeses se apoderaron de la ciudad de Trujillo. En este tiempo el Guardian del Convento de San Francisco recogió como pudo los tres cuerpos, y puestos en una arca, los condujo para Guatemala. Disponían en esta ciudad recibir con la pompa y solemnidad correspondiente las reliquias de los Santos mártires; pero el P. Provincial, por escusar ruidos y escesos del pueblo, determinó entrasen secretamente. Colocáronse en una alacena, en la Iglesia de San Francisco, función que se hizo con asistencia de la Real Audiencia, los dos Cabildos, Religiones y vecindario, llevando la arquita que contenia las reliquias las personas mas condecoradas, despues de haberse cantado con gran solemnidad la misa y oficio de difuntos.

Refiérense algunos sucesos que parecen milagrosos, obrados por Dios en comprobacion de la santidad de sus siervos: como fué que, habiéndose encendido la ciudad de Trujillo con un globo de fuego que en una tempestad despidieron las nubes, se observó que las casas donde habia reliquias de los Santos mártires las respetó el fuego y no padecieron lesión alguna; con la circunstancia que estando contiguas las casas, en llegando el fuego á las que tenían alguna de las espresadas reliquias, saltaba á la casa siguiente. Pero el prodigio mas singular que se observó en la muerte de estos Religiosos y que se puede llamar original en su especie, pues yo no tengo noticia se haya obrado en otra ocasión, es éste que refiero en los mismos términos, que se halla en declaracion jurada, que dio el M. R. P. Fr. Pedro Guerra, Provincial que fué de esta provincia, cuando volvió de Roma, á donde fué á sufragar al capítulo general que celebró la Religión de San Francisco el 17 de Mayo de 1623, como Custodio de esta provincia, dice pues: Que cuando lleqó á Roma, halló y vio pintados en el Convento de Aracoeli los dichos tres Religiosos que padecieron en la Taguzgalpa, Fr. Cristóval Martinez, Fr. Benito de San Francisco y Fr. Juan Vaena, con el genero de martirio que padecieron y dia, mes y año de su muerte. Y asegura lo tuvo á cosa milagrosa: pues tenia ciencia cierta, que después de la muerte de los Padres no habia salido nao de estos puertos, sino es la en que S. P. se embarcó, y que cuando se hizo á la vela apenas corrían noticias y estas muy confusas del martirio de los citados Religiosos. Confirmase esta relación con otra certificación, también jurada, que dio el M. R. P. Fr. Juan de Bustos, Ex-Provincial de la provincia de Nicaragua, en que afirma haber oido lo mismo á cerca del referido cuadro al M. R. P. Fr. José de Lobo. Padre de la provincia de Andalucía, que asistió al citado capítulo general, y aseguraba haber visto el espresado lienzo; y añadió, que el R. P. Fr. Lucas Wadingo, Bibliotecario de Su Santidad, le certificó que el mismo dia que estos Santos mártires padecieron por la fé en este Reino, se halló en Roma, en el sacro palacio, la enunciada pintura.

Después de la muerte de estos Religiosos, se suspendieron por algunos años estas reducciones, porque, como dijimos en el capítulo pasado, aunque muchos Religiosos intentaron entrar ya á la Taguzgalpa, ya á la Tologalpa, no pudieron efectuarlo. Sucedió por los años de 1661, que habiendo los indios Payas salido varias veces á saltear y saquear las haciendas y estancias circunvecinas, y haciendo los mismos insultos los indios Jicaques en los valles de Xamastran y Olancho, siendo uno de los mas perjudicados en estos robos el Capitán Don Bartolomé de Escoto, tratando de remediarlo con otros sus aliados, hizo varias entradas en que sacó de las montañas algunos indios y los pobló en paraje donde le pareció conveniente. Mas viendo que no tenia Sacerdote que los catequizase y administrase los Sacramentos, se vino á Guatemala, con tres indios Lencas, en solicitud de ministro que doctrinase é instruyese á aquellos infieles: informado de todo el Señor Presidente, pasó oficio al P. Provincial, encargándole que como cosa que había criado y fundado la Religión Seráfica y regado con la sangre de sus hijos, destinase operarios que segasen la copiosa miez que se presentaba, pues tenia Religiosos aptos ó idóneos para tan santos empleos y tan propios de su instituto, como la reducción de los gentiles á nuestra santa fé. Hallábanse por este tiempo en el Convento de la Recolección de Almolonga el R. P. Fr. Fernando de Espino, Religioso anciano, docto y virtuoso, y que siendo natural de la Nueva Segovia, lugar vecino de las tierras de los Jicaques, sabia la lengua Lenca. Este sacerdote ejemplar, movido del Espíritu del Señor, se ofreció para ir á estas reducciones. Y habiéndosele agregado el P. Fr. Pedro de Ovalle, salieron de esta ciudad el 16 de Mayo de 1667.

Llegados á los confines de la Taguzgalpa, entraron á la montaña, guiados del Espíritu del Señor, y después de muchos trabajos, encontraron una familia de indios Lencas, que actualmente trataban de dar muerte á una muchacha, á quien imputaban el crimen de hechicería: hizo cuanto pudo el V. anciano por librarla de la muerte; y aunque no lo consiguió, pero logró el catequizarla brevemente y bautizarla. Lo mismo hizo con otra enferma de peligro, la cual murió muy consolada. Continuaron los dos misioneros en su ministerio catequizando, instruyendo y bautizando los indios que se convertían á nuestra santa fé, hasta principios del año de 1668 que llamó la obediencia al P. Fr. Fernando. Quedó trabajando en estas reducciones el P. Fr. Pedro de Ovalle, el que con otros compañeros que se le enviaron logró á costa de inmensos trabajos sacar de la montaña hasta 600 infieles, con los que formó siete pueblecillos, en los que el año de 1675 se empadronaron 600 almas. Fuéronse aumentando estos neófitos, de modo que el año de 1679 ya llegaba su número á 1075; y el de 1690, como consta de papeles auténticos, pasaban de 6000 los que habían muerto bautizados, y habia ya fundados nueve pueblos.

El año de 1694 vinieron algunos Religiosos del Colegio de misioneros de Propaganda Fide de la ciudad de Querétaro, con el destino de fundar Colegio del mismo instituto de esta ciudad; y no pudiendo estar ocioso el ardiente celo de estos Varones Apostólicos, ínterin se efectuaba la referida fundación, salieron unos para la Talamanca, otros se destinaron para el Chol: el V. P. Fr. Melchor López, nombrado Presidente de estos Religiosos, habiendo vuelto de la Talamanca el año de 1695, emprendió nueva espedicion con el P. Fr. Pedro de Urtiaga para el Obispado de Comayagua, donde predicó con el fervor y espíritu que acostumbraba; y viéndose cerca de la Taguzgalpa, aunque estas reducciones estaban á cargo de la provincia del Nombre de Jesús de Guatemala, deseando entrar en parte de tan gloriosa empresa, con beneplácito de dicha provincia, se internó con su compañero en la espresada Taguzgalpa, donde trabajó con gran provecho de aquellos infieles hasta el año de 1698, en que lo llamó el Señor á recibir el premio de sus grandes merecimientos. Habiéndose fundado el espresado Colegio de Propaganda Fide, por los años de 1701, imitando sus hijos el celo de su Santo Fundador Fr. Melchor López, han cuidado de estas conquistas de los gentiles de Honduras: en el dia tienen una reducción que llaman Luquigui, donde asisten á lo menos dos Religiosos.

Mas no por esto ha abandonado enteramente estas reducciones la referida provincia del Dulcísimo Nombre de Jesús de Guatemala; pues fuera de otros, por los años de 1740 ó poco después, pasó á la Taguzgalpa el P. Fr. Félix Figueroa, varón de gran virtud; y aunque volvió á Guatemala á tratar algunas cosas tocantes á es tas conquistas, brevemente se regresó y continuó trabajando en el catequismo de estos neófitos hasta su muerte. Consérvase en gran veneración en la Iglesia de la reducción de San Buenaventura una bien pesada cruz que llevó á cuestas este Santo Religioso desde Guatemala hasta el referido pueblo de San Buenaventura. Y en nuestros dias hemos visto partir para la Taguzgalpa en la edad de 70 años al M. R. P. Fr. José Antonio Goycoechea: este Religioso, después de haber servido á su provincia en el ejercicio de Lector hasta jubilarse tercera vez: de haber ido por su Procurador á la Corte de Madrid, y traído una misión de 46 Religiosos; y últimamente haber desempeñado el empleo de Ministro Provincial: queriendo consagrar á Dios su ancianidad, ha salido para la Taguzgalpa por el mes de Junio de 1805, llevando en su compañía al R P. Fr. José Antonio Martínez. Habiendo llegado á los confines de la referida provincia se internó él primero en la montaña de Agalta, donde sin embargo de la ferocidad y barbarie de sus moradores, logró civilizar multitud de ellos, con los que pobló dos reducciones que intituló el Santisimo Nombre de Jusus Pacura y San Estevan Tonjagua. Al cabo de dos años volvió á esta capital llamado de la obediencia el P. Goycoechea; y viéndose los indios de los referidos pueblos sin ministro que los catequizase, vinieron algunos á esta Ciudad y se presentaron al Gobierno suplicando les diesen Sacerdote para dichos pueblos: el Gobierno pidió informe al P. Goycoechea, que lo evacuó por Noviembre de 1807, y en él espone la necesidad que había de ministros en dichas tierras y la buena disposición en que se hallaban sus habitantes, para recibir la fé de Jesucristo. El indio Antonio López, Catedrático de lengua en esta Universidad, informó á S. M. sobre el asunto, haciendo personería por los de su nacion En virtud de este informe, el Supremo Consejo de Regencia despachó real cédula, su fecha de 1º de Marzo de 1810, en que manda que inmediatamente, oyendo al efecto al R. P. Fr. José Antonio Goycoechea, se provean de ministros las espresadas reducciones.





CAPITULO 19
De la conquista de la Talamanca, en la provincia de Costa-Rica.

Hállase la Talamanca enclavada en la provincia de Costa-Rica, como la Tologalpa en la de Nicaragua y la Taguzgalpa en la de Comayagua; y está situada hacia las costas del mar del Norte. La Talamanca tiene veintiséis parcialidades; pero fuera de ellas hay otras naciones vecinas, como son los Changuenes, que están divididos en trece parcialidades, los Terrabas, los Torresques, Urinamas y Cavecaras. Es tierra muy fragosa y quebrada, tiene muchos rios caudalosos y bosques muy espesos y cerrados, por consiguiente muy enfermiza. Confina esta comarca por el O. y S. con la provincia de Costa-Rica, por el E. con el partido de Chiriquí en la de Veraguas, y por el N. con su mar.

En la historia Betlemítica lib. 2º cap. 4º se asegura que estando de Gobernador y Capitán General de ia provincia de Costa-Rica, Don Rodrigo Arias Maldonado, (después Fr. Rodrigo de la Cruz), por los años de 1660 emprendió la conquista de la Talamanca y aunque espendió 6000 pesos de su caudal y tuvo que sufrir grandes trabajos y fatigas, logró con la mayor felicidad conquistar dicha región, fundó algunos pueblos en ella, levantó decentes templos y puso Ministros evangélicos que catequizasen á sus moradores: y se añade en dicha historia cap. 6º, que S. M. en recompensa de este servicio, le hizo la merced de titularle Marques de la Talamanca. Pero habiendo acabado Don Rodrigo su gobierno y ausentándose de aquella provincia, los Talamancas se volvieron al monte, los pueblos se asolaron, los templos se acabaron y todos los trabajos de Don Rodrigo se perdieron. De suerte que cuando intentaron esta misma conquista, por los años de 1688, los W. PP. Fr. Melchor López y Fr. Antonio Margil, hallaron las entradas de la Talamanca tan cerradas, como si jamás se hubiesen abierto; las sendas tan borradas, como si nadie las hubiese andado: los indios tan montaraces como si nunca hubiesen estado en poblado y tan feroces y caribes como si no hubiesen sido convertidos ni catequizados. Estos dos varones Apostólicos, como hemos dicho en el tomo 1º tratado 3º capítulo 3º, fiados en la protección de Dios, sin armas ni defensa alguna, entraron en la Talamanca y á costa de inmensos trabajos, hambres, sudores y fatigas, en los cinco años que estuvieron entre los bárbaros lograron reducir á nuestra santa Fé, (según se dice en la crónica de los Colegios de Propaganda Fide, libro 5º capítulo 1º) mas de 40,000 almas, y fundar once pueblos con sus iglesias, en las tierras de los Talamancas y otros tres en las de las otras naciones.

El año de 1694 se fundó un hospicio de misioneros en esta Ciudad, del que fué nombrado por el M. R. P. Comisario General, primer Presidente el P. Fr. Melchor López: este V. Prelado asignó para que continuasen la conquista de la Talamanca á los varones Apostólicos Fr. Francisco de San José y Fr. Pablo de Rebullida: encamináronse estos dos Religiosos para Costa-Rica, y habiendo llegado á Cartago, hicieron misión en dicha ciudad, y entrando después en la montaña, fueron visitando las reducciones que habían fundado los W. PP. Fr. Melchor y Fr. Antonio, bautizaron muchos niños, casaron algunos adultos que ya eran cristianos: reedificaron las iglesias de los Talamancas y de los Terrabas, y radicaron en la fé á los indios convertidos. Después trataron de entrar á la numerosa nación de los Changuenes, cruel por estremo y guerrera, no solo con las otras naciones, sino también entre sus mismas parcialidades; pero sin embargo de unas cualidades tan contrarias al espíritu del cristianismo, logró el celo de estos Apóstoles de la Talamanca, sugetarlos en gran parte á la ley de Jesucristo. El P. Fr. Francisco de San José pasó á la isla de Toxas, poco distante de las tierras de los Changuenes: el P. Fr. Pablo de Rebullida trabajó incesantemente el espacio de mas de doce años en la conversión y catequismo de los espresados Changuenes: unas veces solo, y otras acompañado de algunos Padres de la provincia de Nicaragua ó del Colegio de Guatemala, sufriendo soles hambres, enfermedades y llagas, originadas de las brozas y espinas de los caminos: sin que entibiase su celo la mala correspondencia de estos bárbaros, que lo trataban con la mayor inhumanidad, pues una vez le dieron de lanzadas, otra lo apedrearon, varias ocasiones trataron de matarlo, muchas lo hacían cargar leña y servir de peón en la fábrica de sus casas; y por último le quitaron la vida atravesándole dos lanzas, dándole muchas heridas y cortándole la cabeza. Igual suerte tocó al V. P. Fr. Juan de Zamora, Religioso de la provincia de Nicaragua y á algunos soldados que estaban de escolta de los misioneros. Ciñó el V. P. Fr. Pablo la corona del martirio, por la que toda su vida suspiró y que le concedió el Señor compadecido de sus humildes súplicas, el día 17 de Setiembre de 1709, en el pueblo de San Francisco Urimana, y tiene la singular gloria de ser Protomartir del Colegio de Cristo Crucificado de Guatemala. Su venerable cadáver fué traído á dicho Colegio por el R. P. Fr. Antonio de Andrade, que habia sido fiel compañero del difunto, y se hallaba en el Convento de Cartago cuando llegó la noticia del martirio de Fr. Pablo.

El P. Fr. Francisco de San José, como dijimos arriba, después de haber visitado las poblaciones de indios convertidos y entrado á las tierras de los Changuenes con el P. Fr. Pablo, pasó á la isla de Toxas, en la que trabajó como Varón Apostólico, sufriendo todo género de trabajos. El año de 1696 se halló tan enfermo, que hubo de salir de la isla á curarse y en Santa Ana de Vizeyta se juntó con Fr. Pablo, el que le entregó una patente en que se le participaba estar electo Guardian del Colegio de Querétaro, la que recibió año y cuatro meses después de su elección. Púsose en camino para dicho Colegio y habiendo llegado á Guatemala, recibió orden del V. P. Margil, que por su larga ausencia, estaba ya confirmado en Guardian, para que se volviese á la montaña. Por Noviembre de 1697 salió de Guatemala para Costa-Rica, donde continuó sus apostólicas tareas, asi en tierras de los Talamancas, como en la isla de Toxas, hasta el año de 1708 en cuyo tiempo se estuvo de Presidente en el Colegio de Granada de la provincia de Nicaragua; y habiendo trabajado muchos años en las reducciones de los infieles de Costa-Rica, lo fué empeñando su ardiente celo de una nación en otra, hasta penetrar las tierras del dilatado Reino del Perú; y hallando docilidad en las gentes de dicho Reino, hizo tránsito por todas ellas y llegó á la ciudad de Lima. En esta corte, en virtud del título y facultades de Vice-Comisario de misiones con que se hallaba, solicitó se fundase Colegio en aquel Reino; y en efecto consiguió establecer dos Colegios y varias misiones, plantando de esta suerte el instituto Apostólico en la América Meridional, y no cesando de trabajar en la conversión de los infieles, cojió copiosísimos frutos en aquellas vastas regiones y murió con fama de santidad el año de 1736, á los 82 de su edad. De orden del Señor Arzobispo de Lima se hicieron informaciones jurídicas sobre la vida y virtudes de este Siervo de Dios, para pretender su beatificación en la Curia Romana.

Volviendo á la conquista de la Talamanca, siempre ha estado á cuidado del Colegio de Cristo de Guatemala, pues sus fundadores fueron los que emprendieron tan gloriosa empresa, y desde que se fundó ha sido el mayor empeño de sus prelados el fomentarla. Pero después de la muerte de los dos Padres, solo quedó un pueblo donde asistían dos Religiosos; y por falta de soldados de escolta no entraron á la montaña en muchos años, ni los prelados les han permitido entrar, porque era entregarlos á lobos carniceros que los devorasen sin ningún provecho: por lo que se han hecho vivísimas instancias desde el año de 1699 para que el Señor Presidente concediese una escolta de 30 soldados para resguardo de los Ministros evangélicos; pero como esto había de ser á costa de la real Hacienda, fué neceserio ocurrir á S. M. quien por último accedió á esta solicitud, y el año de 1740 fué á estas reducciones el R. P. Fr. Antonio de Andrade, ex-Guardian de dicho Colegio, con otros Religiosos, asistidos de militares, y han seguido trabajando en la conversión de estos infieles otros misioneros que han ido del referido Colegio; mas no han estado estos obreros evangélicos libres de sustos, golpes y heridas, pues por los años de 1750 ó poco después, dieron una en la cara estos bárbaros al R. P. Fr. Francisco Sarria, cuya espantosa cicatriz vimos con admiración todos los que conocimos á dicho Religioso. En el dia tienen estos misioneros en la Talamanca tres reducciones, en que asisten seis Religiosos: Orosi, que tiene por anexos á Atirro y Tucurrique: Buruca y San Francisco de Terraba, con su anexo Guadalupe. Los que quisieren noticias mas estensas de esta conquista, las hallarán en la crónica de los Colegios de Propaganda Fide de Nueva España, lib. 5º cap. desde el 1º hasta el 5º, escrita por el R. P. Fr. Isidro Félix de Espinosa.


  1. Se nos podrá notar de inconsecuentes y de que nos contradecimos, cuando referimos que los Padres llegaron á Coban y á otros pueblos, y despues afirmamos, que los Religiosos redujeron á los Indios á que habitasen en pueblos; pero se ha de advertir, que los indios, en tiempo de su gentilidad, tenian poblaciones; mas éstas eran como algunas que todavía existen al presente y llaman Pajuyúes, en que se hallan las casas tan dispersas y separadas unas de otras, que un pueblo de 500 vecinos ocupa una legua ó mas. Los Padres y algunos de los conquistadores los pusieron en pueblos formados al uso de España, plantando la Iglesia en el centro, delante de ella la plaza, con su cabildo, cárcel y demás oficinas: las casas unidas en forma de cuadras, las calles tiradas á cordel, Este Oeste, Norte Sur.
  2. Todo lo que hemos referido en el capítulo pasado y lo que diremos en éste, lo hemos sacado de la historia de la conquista del Itza, que escribió Don Juan de Villagutierre y Sotomayor, cuya autoridad ponemos por garante de lo que afirmamos en ellos; y remitimos á dicha historia, á los que desearen noticias mas estensas de estas reducciones.
  3. Al tufo que despiden estas cuevas le llama Mr. Leboisier tufo azótico, porque mata á los animales que lo respiran y apaga prontamente las candelas encendidas y todos los cuerpos que se hallan en combustion.
  4. La isla Guanaxa es de las mayores del Golfo de Honduras: tiene de circunferencia 28 leguas: hay en ella un buen puerto á la vanda del Sur: su territorio es fértil, produce palmas de coco y de coyol, y muchas maderas útiles y preciosas.
  5. Esta costa se llama indiferentemente de Guaimura, de las Hibueras y de Honduras. El primer nombre lo tomó de una poblacion que habia en ella de este nombre: el segundo, se lo dieron aquellos primeros Castellanos que costeaban la tierra, porque vieron en ella gran copia de calabazas, que en la Española llamaban hibueras: el tercero tambien se lo pusieron los Españoles, porque, queriendo tomar puerto en Guaimura, en mucho trecho no hallaban fondo, por la grandísima hondura de aquel mar.
  6. Semejantes circunstancias hicieron se dice el mismo nombre al Cabo de Gracias á Dios. Arribó el Almirante Don Cristóval Colon, como dijimos al principio de este capítulo, á la punta de Casinas por Agosto de 1520, y de allí navegó hacia Levante, con muy grandes trabajos, contra viento y contra las corrientes, hasta que doblando cierto Cabo de tierra, que entra mucho en el mar y de ahí se encoje la tierra acia el sur, ya pudo caminar con facilidad, por lo que dieron gracias á Dios de haber doblado aquel Cabo, y desde entonces se intituló el Cabo de Gracias á Dios. Esta identidad de nombre de dichos dos lugares, fué ocasion de que el cronista Herrera, confundiendo la ciudad de Gracias á Dios, con la poblacion que se hizo inmediata al Cabo de Gracias á Dios, diga en la descripcion de las Indias, folio 27, que la ciudad de Gracias á Dios fué fundada por el Capitan Grabriel de Rojas, el año de 1530, y que habiéndola desamparado, la volvió á poblar Gonzalo de Alvarado el de 1536: lo que no se puede concordar con lo que acabamos de referir, tomado del mismo Herrera, década 6ª folio 13; porque si el año de 1536 dió orden Don Pedro de Alvarado para que se busque sitio donde fundar la espresada ciudad ¿como se supone erigida desde el año de 30? Y asi, cuando afirma que Gabriel de Rojas fundó á Gracias á Dios, el año de 1530, esto se debe entender de la poblacion que se hizo junto al Cabo de Gracias á Dios, como lo asegura el mismo Herrera, década 4ª folio 41, el referido año de 30, por Gabriel de Rojas, la que poco despues se vio precisado á abandonar; y lo que dice este cronista, década 6ª folio 13, que el Capitán Juan Chaves buscó sitio y fundó á Gracias á Dios, el año de 1536, se debe entender de la ciudad de Gracias á Dios.
  7. Este catálogo de los Obispos de Nicaragua lo sacó el Señor Don José Pablo Valiente, Oidor que fué de esta Real Audiencia, de los registros y reales cédulas que se conservan en el Archivo secreto de la Real Audiencia y superior Gobierno de esta ciudad; y de las tomas de razón que paran originales en la Contaduría Mayor de este Reino.