Historia general del Perú, o Comentarios reales de los incas (Tomo I)/Capítulo VIII

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época

CAPÍTULO VIII.

Descripcion del Perú.


Los quatro términos que el imperio de los Incas tenia quando los Españoles entraron en él, son los siguientes: al norte llegaba hasta el rio Ancasmayu, que corre entre los confines de Quitu y Pastu, quiere decir en la lengua general del Perú, rio azul: está debaxo de la línea equinocial casi perpendicularmente. Al mediodia tenia por término al rio llamado Mauli, que corre leste hueste, pasando el reyno de Chili, antes de llegar á los Araucos: el qual está mas de cuarenta grados de la equinocial al Sur. Entre estos dos rios ponen pocas menos de mil trescientas leguas de largo por tierra. Lo que llmaman Perú tiene setecientas cincuenta leguas de largo por tierra, desde el río Ancosmayu hasta los Chichas, que es la última provincia de los Charcas, norte sur; y lo que llaman reyno de Chile, contiene cerca de quinientas cincuenta leguas, tambien norte sur, contando desde lo último de la provincia de los Chichas hasta el rio Maulli.

Al levante tiene por término aquella nunca jamás pisada de hombres, ni de animales, ni de aves, inaccesible cordillera de nieves que corre desde santa Marta hasta el estrecho de Magallanes, que los Indios llaman Ritisuyu, que es, vanda de nieve. Al poniente confina con la mar del sur, que corre por toda su costa de largo á largo. Empieza el término del imperio por la costa desde el cabo de Pasau, por do pasa la línea equinocial, hasta el dicho rio Maulli, que tambien entra en el mar del Sur. De levante al poniente es angosto todo aquel reyno. Por lo mas ancho, que es atravesando desde la provincia Muyupampa, por los Chachapuyas hasta la ciudad de Truxillo, que está á la costa de la mar, tiene ciento veinte leguas de ancho, y por lo mas angosto, que es desde el puerto de Arica á la provincia llamada Llaricosa, tiene setenta leguas de ancho. Estos son los quatro términos de lo que señorearon los Reyes Incas, cuya historia pretendemos escribir, mediante el favor divino. Será bien antes que pasemos adelante, digamos aquí el suceso de Pedro Serrano, que atrás propusimos, porque no esté lejos de su lugar, y tambien porque este capítulo no sea tan corto. Pedro Serrano salió á nado á aquella isla desierta que antes de él no tenia nombre; la qual, como él decia, tenia dos leguas en contorno, casi lo mismo dice la carta de marear, porque pinta tres islas muy pequeñas con muchos bagíos á la redonda, y la misma figura le dá á la que llaman Serranilla, que son cinco isletas pequeñas con muchos mas bagíos que la Serrana; y en todo aquel parage los hay, por lo qual huyen los navios de ellos, por no caer en peligro.

A Pedro Serrano le cupo en suerte perderse en ellos y llegar nadando á la isla, donde se halló desconsoladísimo porque no halló en ella agua ni leña, ni aun yerba que poder pacer, ni otra cosa alguna con que entretener la vida mientras pasase algun navio que de allí lo sacase, para que no pereciese de hambre y de sed, que le parecia muerte mas cruel que haber muerto ahogado, porque es mas breve. Así pasó la primera noche llorando su desventura, tan afligido como se puede imaginar que estaria un hombre puesto en tal estremo. Luego que amaneció volvió á pasear la isla, halló algun marisco que salia de la mar, como son cangrejos, camarones y otras savandijas, de las quales cogió las que pudo, y se las comió crudas, porque no habia candela donde asarlas ó cocerlas. Así se entretuvo hasta que vió salir tortúgas: viendolas lejos de la mar arremetió con una de ellas y la volvió de espaldas; lo mismo hizo de todas las que pudo, que para volverse a enderezar son torpes; y sacando un cuchillo que de ordinario solia traer en la cinta, que fue el medio para escapar de la muerte, la degolló y bebió la sangre en lugar de agua, lo mismo hizo de las demas; la came puso al sol para comerla hecha tasajos, y para desembarasar las conchas para coger agua en ellas de la llovediza, porque toda aquella region, como es notorio, es muy lloviosa. De esta manera se sustentó los primeros dias, con matar todas las tortúgas que podia, y algunas habia tan grandes y mayores que las mayores adargas, otras como redelas, y como broqueles, de manera, que las habia de todos tamaños. Con las muy grandes no se podia valer para volverlas de espaldas, porque le vencian de fuerzas, y aunque subia sobre ellas para cansarlas y sujetarlas, no le aprovechaba nada, porque con él acuestas se iban a la mar; de manera que la experiencia le decia á quales tortúgas habia de acometer, y á quales se habia de rendir. En las conchas recogió mucha agua, porque algunas habia que cabian á dos arrobas, y de allí abaxo. Viéndose Pedro Serrano con bastante recaudo para comer y beber, le pareció que si pudiese sacar fuego para siquiera asar la comida, y para hacer ahumadas quando viese pasar algun navio, que no le faltaria nada. Con esta imaginacion como hombre que habia andado par la mar, que cierto los tales en qualquier trabajo hacen mucha ventaja á los demas, dió en buscar un par de guijaros que le sirviese de pedernal, porque del cuchillo pensaba hacer eslabon; para lo qual, no hallándolos en la isla, porque toda ella estaba cubierta de arena muerta, entraba en la mar nadando y se zambullia, y en el suelo con gran diligencia buscaba ya en unas partes, ya en otras lo que pretendia; y tanto porfió en su trabajo que halló guijarros, y sacó los que pudo, y de ellos escogió los mejores: y quebrando los unos con los otros, para que tuviesen esquinas donde dar con el cuchillo, tentó su artificio, y viendo que sacaba fuego, hizo hilas de un pedazo de la camisa muy desmenuzadas, que parecian algodon carmenado, que le sirvieron de yesca; y con su industria y buena maña, habiéndolo porfiado muchas veces, sacó fuego. Quando se vió con él se dió por bien andante, y para sustentarlo recogió las orruras que la mar echaba en tierra, y por horas las recogía donde hallaba mucha yerba que llaman ovas marinas, y madera de navios que por la mar se perdian, conchas y huesos de pescados, y otras cosas con que alimentaba el fuego. Y para que los aguaceros no se lo apagasen hizo una choza de las mayores conchas que tenia de las tortúgas que habia muerto, y con grandísima vigilancia cevaba el fuego porque no se le fuese de las manos. Dentro de dos meses y aun antes se vió como nacio, porque con las muchas aguas, calor y humedad de la region se le pudrió la poca ropa que tenia. El sol con su gran calor le fatigaba mucho, porque ni tenia ropa con que defenderse, ni habia sombra a que ponerse. Quando se veia muy fatigado se entraba en el agua para cubrirse con ella. Con este trabajo y cuidado vivió tres años, y en este tiempo vió pasar algunos navios, mas aunque él hacia su ahumada, que en la mar es señal de gente perdida, no echaban de ver en ella, ó por temor de los bagíos no osaban llegar donde él estaba, y se pasaban de largo. De lo qual Pedro Serrano quedaba tan desconsolado, que tomára por partido el morirse y acabar yá. Con las inclemencias del cielo le creció el bello de todo el cuerpo, tan escesivamente que parecia pellejo de animal, y no qualquiera, sino el de un javali: el cabello y la barba le pasaba de la cinta.

Al cabo de los tres años, una tarde, sin pensarlo, vió Pedro Serrano un hombre en su isla, que la noche antes se habia perdido en los bagíos de ella, y se habia sustentado en una tabla del navio, y como luego que amnaneció viese el humo del fuego de Pedro Serrano, sospechando lo que fue, se habia ido á él, ayudado de la tabla y de su buen nadar. Quando se vieron ambos no se puede certificar qual quedó mas asombrado de qual. Serrano imaginó que era el demonio que venia en figura de hombre para tentarle en alguna desesperacion. El huésped entendió que Serrano era el demonio en su propia figura, segun lo vió cubierto de cabellos, barbas y pelage. Cada uno huyó del otro, y Pedro Serrano fue diciendo: Jesus! Jesus! librame, Señor del demonio. Oyendo esto se aseguró el otro, y volviendo a él le dixo: no huyais hermano de mí que soy christiano como vos, y para que se certificase, porque todavia huía, dixo a voces el credo: lo qual oido por Pedro Serrano, volvió a él y se abrazaron con grandísima ternura, y mucnas lágrimas y gemidos, viéndose ambos en una misma desventura, sin esperanza de salir de ella. Cada uno de ellos brevemente conto al otro su vida pasada. Pedro Serrano, sospechando la necesidad del huésped, le dió de comer y beber de lo que tenia, con que quedó algun tanto consolado, y hablaron de nuevo en su desventura. Acomodáron su vida como mejor superion, repartiendo las horas del dia y de la noche en sus menesteres de buscar marisco para comer, ovas, leña, huesos de pescado, y qualquiera otra cosa que la mar echase para sustentar el fuego; y sobre todo la perpetua vigilia que sobre él habian de tener, velando por horas porque no se les apagase. Así vivieron algunos dias, mas mo pasaron muchos que no riñeron, y de manera que apartaron rancho que no faltó sino llegar á las manos (porque se vea quán grande es la miseria de nuestras pasiones). La causa de la pendencia fue decir el uno al otro que no cuidaba como convenia de lo que era menester; y este enojo y las palabras que con él se dixeron, los descompusiéron y apartaron. Mas ellos mismos cayendo en su disparate se pidiéron perdon, se hicieron amigos, y volvieron á su compañía, y en ella vivieron otros quatro años. En este tiempo vieron pasar algunos navios, y hacian sus ahumadas, mas no les aprovechaba, de que ellos quedaban tan desconsolados que no les faltaba sino morir.

Al cabo de este largo tiempo acertó á pasar un navio tan cerca de ellos que vió la ahumada, y les hechó el batel para recogerlos. Pedro Serrano y su compañero, que se habia puesto de su mismo pelage, viendo el batel cerca, porque los marineros que iban por ellos no entendiesen que eran demonios y huyesen de ellos, dieron en decir el credo, y llamar el nombre de nuestro Redentor á voces; y valióles el aviso, que de otra manera sin duda huyeran los marineros, porque no tenian figura de hombres humanos. Así los llevaron al navio, donde admiraron á quantos los vieron y oyeron sus trabajos pasados. El compañero murió en la mar viniendo a España. Pedro Serrano llegó acá y pasó a Alemania, donde el Emperador estaba entonces, llevó su pelage como lo traia para que fuese prueba de su naufragio, y de lo que en él habia pasado. Por todos los pueblos que pasaba a la ida, si quisiera mostrarse ganara muchos dineros. Algunos señores y caballeros principales que gustaron de ver su figura, le dieron ayudas de costa para el camino; y la Magestad Imperial, habiendole visto y oido, le hizo merced de quatro mil pesos de renta, que son quatro mil y ochocientos ducados en el Perú. Yendo a goxarlos murió en Panamá, que no llegó a verlos. Todo este cuento, como se ha dicho, contaba un Caballero que se decia Garci Sanchez de Figueroa, á quien yo se lo oi, que conoció á Pedro Serrano, y certificaba que se lo habia oido a él mismo, y que despues de haber visto al Emperador se habia quitado el cabello y la barba, dexandola poco mas corta que hasta la cinta. Y para dormir de noche se la entrensaba; porque no entrenzándola, se tendia por toda la cama y le estorvaba el sueño.