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Huellas literarias/Cavia, ¿es Voltaire?

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Cavia, ¿es Voltaire?

Pues si Voltaire es el talento más vasto de la Humanidad, como dijo fundadamente Revilla, Cavia[1] no puede ser Voltaire aunque lo diga el antropólogo Salillas y lo jure el antropófago fray Blanco. Por cierto que Salillas dijo también, con mucha gracia... antropológica, que Cavia es pálido y transparente como Voltaire. También yo soy pálido, aunque verdoso a días, como Sagasta y Anastay; y en cuanto a transparente... que se quiten donde esté yo los visillos y guipures.

¿Qué es Voltaire como literato? El autor de la Henriada y el autor de Candide, que es la más notable de todas las novelas satíricas que se han escrito, como que hirió de muerte, al herir a Rousseau, un mundo de filosofías.

¿Qué es Voltaire como pensador? Casi nada: el precursor de la revolución francesa...

Pues si Cavia no ha escrito más que el libro Azotes y el Salpicón que tengo a la vista, y no ha promovido más revolución que la Madrugada de algunos vecinos curiosos que se levantaron a las once de la mañana por gusto de contemplar las llamas del Museo de Pintura, ¿cómo ha de ser Voltaire, ni genio parecido, mi amigo Mariano de Cavia?

Semejantes bombos-Audet, que quieren hacer de Cavia el escritor de la pluma lisa, estropean al que los tolera. Todavía estoy furioso, aunque no lo he dicho a nadie, porque sentí, al leer el disparatado paralelo, que unos herejes... de las letras entraban riendo y haciendo mofa en el sagrado templo que elevé desde muy niño a ese Dios del pensamiento humano, Souverain de la idea, que no perecerá en los Germinales de la vida, y que sin ternuras ni melancolías me ha hecho llorar mucho sobre las ruinas de cuanto creí y amé en la infancia...

¡Fino amigo mío! ¿por qué no demandó usted de calumnia al Sr. Salillas? ¿Por qué no pagó usted al fraile Blanco una celda en Leganés?

Muchos de los elogios desmesurados y bufos que se dedican a Cavia los inspiró su muerte ficticia. ¡Qué de bombos a la prematura tumba!... ¡Qué de necrologías anticipadas cuando circuló el rumor de que estaba Cavia «con un pie en la sepultura!» «¡Pobre chico!...» «¡Tan aragonés, y ya tan desgraciado!» Se lloraba a lágrima viva, porque somos sensibles, y los más de los amigos del enfermo deseaban vivamente que muriera cuanto antes, por la vacante que dejaría en El Liberal, y luego... porque el chico prometía. Cuando lo vi resucitado, en la Puerta del Sol, no pude menos de decirle con la sinceridad que me ha dejado sin un solo amigo: -Pero, hombre, ¿por qué no se ha muerto usted? Fue una decepción. Yo, en su caso, me hago el difunto;- ¡y crea Mariano de Cavia que si se hubiera muerto de veras, yo habría sido uno de los pocos en derramar una lágrima del corazón sobre su tumba inmerecida!...

¡Ojalá hubiera muerto entonces! Porque yo no tendría ahora que decirle francamente que prefiero el Cavia periodista al Cavia escritor; el Cavia que vive horas en el espíritu de los lectores de Madrid al Cavia que pretende vivir años en Salpicón. Los artículos de mi amigo son, más y mejor que artículos, vuelaplumas de El Liberal. Coleccionados esos artículos pierden su picor, como las ortigas encerradas en la casa.

Se ha dicho que Cavia es cronista, «el primer cronista de España», y al leerlo no he podido tenerme de risa. ¡No he de reírme de que haya quien crea o quien diga que dentro de la manera de Cavia, cuyo estilo es siempre enjuto, espartoso y amazacotado a veces, sin ternuras del alma y sin floreos de la imaginación, cabe a sus anchas la crónica moderna -vaporosa y sentimental, pintoresca y risueña con la picardía que tiene en los labios la mujer de quince años- crónica que sólo tiene en España un representante, Fernanflor, si se exceptúa a Fray Gerundio que, a su modo y adelantándose su tiempo, es hasta cierto punto un cronista moderno.

El cervantesco estilo de Cavia es el mayor de sus defectos literarios. Admiro a Cervantes. Me apesta Pereda, porque sí, porque si salgo de paseo con la capa terciada a lo Sánchez de León, la espada al cinto y un chapeo con plumas de gallo, me pongo en ridículo ante las naciones extranjeras; y Pereda, a pesar de su talento, es acervantado, o agarbanzado, perteneciente a la tradicional cocina literaria del cocido frío, y por el maldito garbanzo no vivirá, cuando muera, ni siquiera en Polanco... -Otra cosa, como estilista, es la Pardo Bazán, que ha sabido bautizar con agua del Sena el buen vino de Castilla.

Síntesis: Mariano de Cavia es periodista (nada más por ahora que periodista con tendencias a escritor) agudo de ingenio, ilustrado y culto, malicioso siempre, jamás festivo si no escribe revistas taurinas. Es además buen discípulo del único genio literario que tiene España en el siglo XIX, y si no podrá en absoluto hacer artículos como La Nochebuena del verdaderamente malogrado Fígaro, puede hacerlos y los hará si quiere tan buenos como El Castellano Viejo, las cartas de Andrés Niporesas, etcétera.

Es, indudable que El Liberal debe algo a los talentos de Cavia. Pero ¡cuánto más no debe Cavia a la circulación de El Liberal!...

No se fije mayormente mi distinguido compañero en lo que no le guste de estas manifestaciones informadas por una sinceridad inusitada, que no he podido ni querido evitar, porque no me decido a comer en trulla jamón en dulce, aunque está de moda entre críticos.

Tal vez por esto parecen agrios estos folletines; puesto que todo es según el sabor del jamón que se merienda.


Notas

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  1. Se refiere a Mariano de Cavia, periodista español (1855-1919)