Informe Conadep: 067

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CAPÍTULO I - LA ACCIÓN REPRESIVA


I. Sobre actitudes de algunos miembros de la Iglesia[editar]

El Episcopado Argentino condenó reiteradamente la modalidad represiva que investigó esta Comisión. No habían transcurrido dos meses del golpe del 24 de marzo de 1976 cuando la Conferencia Episcopal, en Asamblea General, calificó de "pecado" los métodos empleados. En mayo del 77 publicó, en el mismo sentido, un severo documento precedido de comunicaciones a los miembros de la junta Militar.

Lamentablemente, hubo miembros del clero que cometieron o avalaron con su presencia, con su silencio y hasta con palabras justificatorias estos mismos hechos que habían sido condenados por el Episcopado.

A continuación se citan testimonios en los que se mencionan religiosos:

«En el año 1977 revistaba como agente de la Policía de la Provincia de Buenos Aires. A fines del 77 o principios del 78 se me llama al despacho del Comisario General, en presencia del padre Christian Von Wernich... y se me pregunta si con un golpe de yudo era yo capaz de dormir a una persona en el pequeño espacio de la parte trasera de un vehículo... En otra ocasión se nos explica que se iba a retirar de la Brigada de La Plata a tres subversivos 'quebrados', los cuales habían colaborado con la represión para ser trasladados al exterior; según se les había prometido... Ya se les habían fabricado documentos de identidad, pero si bien los mismos estaban a nombre de los subversivos, las fotos correspondían a miembros de la policía... En el primer viaje, con estos documentos viajaron el cabo primero Cossani y dos oficiales de la policía femenina, dejando establecidos los lugares donde presuntamente se habrían de hospedar los ex subversivos. Es así como comienza a realizarse el primer operativo. Salimos de la jefatura con tres vehículos. En la Brigada de Investigaciones de La Plata nos esperaba el padre Christian Von Wernich, quien había hablado y bendecido a los ex subversivos y les había hecho una despedida en la misma Brigada. La familia (que tenía que esperarlos en Brasil) les había mandado flores. Los tres ex subversivos -dos mujeres y un hombre- salen en libertad de acción, sin esposas, para ellos nosotros éramos simples custodios que teníamos que llevarlos a Aeroparque y embarcarlos. Se nos había dado expresas instrucciones de que no portásemos armas, pero por temor a que se simulara un enfrentamiento y nos liquidaran a nosotros mismos, decidimos llevar las armas de la repartición y un arma personal. En el coche donde iba yo -el móvil N° 3- se encontraba el padre Christian Von Wernich.»

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«el N.N. era un joven de 22 años aproximadamente, cutis blanco, pelo castaño que había vivido en las cercanías de La Plata hasta el camino General Belgrano»

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«se iban a pedir las condiciones de cada móvil por 'handly' y esto significaría la señal. Al llegar a 'Móvil tres', yo debía pegar el golpe que adormecería a la persona. Pego el golpe cerca de la mandíbula pero no logro desvanecer al joven, Giménez saca la pistola reglamentaria. Cuando el N.N. ve el arma se precipita contra ella y se entabla una lucha, que me obliga a tomarlo del cuello y le descargo varios golpes en la cabeza con la culata de mi arma. Se le producen varias heridas y sangra abundantemente, tanto que el cura, el chofer y los dos que íbamos al lado quedamos manchados... Los tres vehículos entran por una calle lateral de tierra hasta un paraje arbolado, allí estaba el oficial médico Dr. Bergé.»

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Se desciende a los tres cuerpos de los ex subversivos que en ese momento estaban vivos. Los tiran a los tres sobre el pasto, el médico les aplica dos inyecciones a cada uno, directamente en el corazón, con un líquido rojizo que era veneno. Dos mueren pero el médico da a los tres como muertos. Se los carga en una camioneta de la Brigada y los lleva a Avellaneda. Fuimos a asearnos y cambiarnos de ropa porque estábamos manchados de sangre. El padre Von Wernich se retiró en otro vehículo. Inmediatamente nos trasladamos a la jefatura de Policía donde nos esperaba el Comisario General Etchecolatz, el padre Christian Von Wernich y todos los integrantes de los grupos que habían participado en el operativo. Allí el cura Von Wernich me habla de una forma especial por la impresión que me había causado lo ocurrido; me dice que lo que habíamos hecho era necesario, que era un acto patriótico y que Dios sabía que era para bien del país. Estas fueron sus palabras textuales ... " (Testimonio de julio Alberto Emmed, Legajo N° 683).

«...Nunca salimos de la ciudad (La Plata) y llegamos al lugar que los captores llamaban 'La Casita'. Allí estaba la central de operaciones del grupo que nos había secuestrado.(...) Después de la primera sesión de tortura se me acercó un sacerdote, supe más tarde que era Christian Von Wernich.»

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«el sacerdote volvió varias veces, en una oportunidad me ordenó que me sacara la venda de los ojos, me negué a hacerlo, me la retiró él mismo, me dijo que tenía la parroquia en '9 de julio', en la Provincia de Buenos Aires. Una vez escuché cuando Christian Von Wernich le contestaba a un detenido que pedía no morir que 'la vida de los hombres depende de Dios y de tu colaboración'. En una oportunidad se dirigió a mí tocándome los pelos del pecho y diciendo sonriente 'te quemaron los pelitos'.... También lo escuché defender y justificar las torturas, reconociendo que a veces las había presenciado. Cuando se refería a algún operativo, decía: 'Cuando hicimos tal operativo...' (Testimonio de Luis Velasco, Legajo N° 6949)

Von Wernich es nombrado también en los siguientes legajos: Nros. 2852 (denuncia la desaparición de María Magdalena Mainer y Pablo Joaquín Mainer); 2818 (denuncia la desaparición de Cecilia Luján Idiart); 2820 (denuncia la desaparición de Domingo Héctor Moncalvillo); 2821 (denuncia la desaparición de Liliana Amalia Galarza); 2822 (denuncia la desaparición de María del Carmen Morettini); 6982 (testimonio de Luis Larralde).

«... visité a Monseñor Grasselli en el Vicariato Castrense, quien consultó un fichero metálico y me dijo que era mejor que quedáramos tranquilos y no hiciésemos mucho ruido...»

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«recuerdo que cuando le dije que era Daniel Grigón que había recuperado la libertad, tomó una lapicera y en la tarjeta correspondiente a mi hermano tachó el nombre de Daniel, recuerdo también que arriba de todo la tarjeta ostentaba una letra 'M' de color rojo...» (Denuncia presentada por la desaparición del periodista Enrique Raab, Legajo Nº 2776).

«...Entre abril o mayo de 1977, entrevistamos junto con mi marido a Monseñor Grasselli, entonces secretario del Vicario Castrense. En la segunda entrevista nos informó que tanto María Adelia, nuestra hija, como Rubén, su esposo, hablan figurado detenidos hasta abril, que después de esa fecha no figuraban más por lo que presumía que habría pasado lo peor... En cuanto a nuestro otro hijo, Arturo Martín, nunca había figurado en las listas como detenido..."

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«Monseñor Grasselli informaba en una oficina que se encontraba en la parroquia Stella Maris, cercana a Retiro, donde para entrar habla que pasar por un despacho muy grande con una gran cantidad de empleados y donde a cada persona se le colocaba un número que equivalía a un 'pase' para poder circular e ingresar a la oficina de Grasselli...» (Denuncia presentada por María Teresa Penedo de Garín, Legajo N° 431).

«.. . El padre Amador nos mando a Monseñor Grasselli, quien nos dice que los jóvenes están en un operativo de rehabilitación en 'casas' que se han armado a tal efecto, que son bien tratados...»

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«Manifiesta que Videla ha sido el alma caritativa que urdió este plan para no perder las inteligencias... dice que se trabaja con los jóvenes con psicólogos y sociólogos, que hay cuerpos médicos para la salud, y que a los irrecuperables, es posible que 'alguien piadoso' le dé una inyección y el irrecuperable se duerme para siempre..." (Denuncia presentada por la desaparición de Carlos, Oscar Lorenzo, Legajo N° 1560).

«A los 40 días de la desaparición fuimos a ver a Monseñor Grasselli quien nos dijo que volviésemos a los 8 días. Transcurrido ese lapso volvimos a verlo y Grasselli nos mostró una lista con muchos nombres, nos dijo que nos fijásemos en el nombre de nuestro hijo, aquellos que tenían una cruz quería decir que estaban muertos, si no, que estaban vivos. Según esto, la víctima estaba con vida...» (Denuncia de Adelina Burgos de Di Spalatro, Legajo N° 1526)

« ... El encargado de dar información en la Capilla de Stella Maris era un sacerdote (Monseñor Grasselli) quien dijo que asistía espiritualmente a 'grupos de trabajo'. Grasselli describió a Enrique físicamente, comentando que tenía el apodo de 'Pingüino' y otros datos que evidenciaban conocimiento acerca del paradero de las víctimas; concluyó que Enrique había sido fusilado...» (Denuncia presentada por Jorge Alfredo Barry, Legajo N° 270).

«... En la cárcel de Caseros, alrededor de marzo de 1980, fui sometido a sesiones de tortura por el Jefe de la Requisa, en compañía del Jefe Interno y en presencia del sacerdote Cacabello, por negarme a colaborar con ellos...»

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«Dejo constancia que en todo el tiempo de mi detención, en ningún momento se me hizo cargo alguno y que estuve a disposición del P.E.N.» (Testimonio de Eusebio Héctor Tejada, Legajo N° 6482).

«...los domingos me visitaba brevemente el capellán Pelanda López, manteniendo una corta charla en el calabozo, llegaba a justificar la tortura. En una oportunidad uno de los detenidos le dijo: 'Padre, me están torturando terriblemente en las indagatorias y le ruego que intermedie para que no me torturen más'. A lo que Pelanda López le contestó: 'Y bueno mi hijito, pero qué querés si vos no cooperás con las autoridades que te interrogan'. En otra oportunidad le manifesté al capellán que no era posible que se me siguiera torturando como lo estaban haciendo, a lo que Pelanda López contestó: 'Ustedes no tienen autoridad para quejarse de la tortura.' » (Testimonio del sindicalista Plutarco Antonio Schaller - Legajo N° 4952).

«...recuerdo que durante mi permanencia en la Penitenciaría (Penal de Villa Gorriti - Jujuy), el Obispo de Jujuy, Monseñor Medina, ofreció una misa y en el sermón nos expresó que conocía lo que estaba pasando,' pero que todo eso ocurría en bien de la Patria y que los militares estaban obrando bien y que debíamos comunicar todo lo que sabíamos para lo cual él se ofrecía a recibir confesiones...» (Testimonio de Ernesto Reynaldo Saman, Legajo N° 4841).

«...lo encontré (a Pedro Eduardo Torres) los primeros días de junio de 1976 en la cárcel (Penal de Villa Gorriti - Jujuy) donde pude hablar con él; me manifestó que le habían dicho que iban a matarlo... Monseñor Medina, quien visitaba frecuentemente la cárcel me habló sobre ese 'traslado' ». (Testimonio de Mario Heriberto Rubén López, Legajo N° 4866).

«...cuando ingresé en la cárcel de Villa Gorriti estaba sola en una celda, incomunicada, cuando vino a verme Monseñor Medina, quien me dijo que yo tenía que decir todo lo que sabía; le contesté que no sabía qué era lo que tenía que decirle; y que lo único que yo quería era saber dónde estaban mis hijos, a lo que Medina respondió que en algo habrán estado para que yo no supiera dónde estaban; me insistió en que debía hablar y decir todo, y entonces iba a saber dónde estaban mis hijos» (Testimonio de Eulogia Cordero de Garnica, Legajo N° 4859).

Monseñor Miguel Medina es nombrado también, entre otras personas, por Emma Elena Giménez de Giribaldi (Legajo N° 2459) y Gustavo Rafael Larratorres (Legajo N° 4859).