Ir al contenido

Juvenilia (Segunda edición)/Capítulo 8

De Wikisource, la biblioteca libre.


Tomó el camino del destierro, y llegó a Montevideo, desconocido y sin ningún recurso mecánico de profesión; lo sabía todo, pero le faltaba un diploma de abogado o de médico para poder subsistir.

Abrió una clase libre de Física experimental, dándole el atractivo del fenómeno producido en el acto; aquello llamó un momento la atención.

Pero se necesitaba un gabinete de física completo, y los instrumentos son caros. Jacques los reemplazaba con una exposición luminosa, por sus trazados gráficos; fue inútil. La gente que allí iba , quería ver la bala caer al mismo tiempo que la pluma en el aparato de Hood, sentir en sus manos la corriente de una pila, hacer sonar los instrumentos acústicos, y deleitarse en los cambiantes del espectro, sin importarle un ápice la causa de esos fenómenos. Dejaban la razón en casa, y sólo llevaban ojos y oídos a la conferencia.

Un momento Jacques fue retratista, uniéndose a Masoni, un pariente político mío, de cuyos labios tengo estos detalles. Florecía entonces la daguerreotipia que, con razón, pasaba por una maravilla. Fue en esa época que llegó, en una diario europeo, una noticia muy sucinta sobre la fotografía, que Niepce acababa de inventar, siguiendo las indicaciones de Talbot. Jacques se puso a la obra inmediatamente, y al cabo de un mes de tanteos, pruebas y ensayos, Masoni, que dirigía el aparato como más practico, lleno de júbilo mostró a Jacques, que servía de objetivo, sus propios cuellos blancos, única imagen que la luz caprichosa había dejado en el papel. Pero ni la fotografía, que más tarde perfeccionaron, ni la daguerreotipia, que le cedía el paso, como el telégrafo de señales a la electricidad, daban medios de vivir.

Jacques se dirigió a la República Argentina, se hundió en el interior, casóse en Santiago del Estero, emprendió veinte oficios diferentes, llegando hasta fabricar pan, y por fin tuvo el Colegio Nacional de Tucumán el honor de contarlo entre sus profesores. Fueron sus discípulos los doctores Gallo, Uriburu, Nougués y tantos otros hombres distinguidos hoy, que han conservado por el una veneración profunda, como todos los que hemos gozado de la luz de su espíritu.