La Alpujarra:41

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- VI - El Viernes Santo.- Cuadro sinóptico de la Alpujarra y de la presente obra[editar]

Al coger hoy la pluma para reseñaros este supremo día de nuestra excursión por la Alpujarra, -durante el cual vimos, con los ojos de la imaginación, desenlazarse y concluirse las grandes historias que habíamos recordado en sus valles y montes, -se me representa, y paréceme contemplar en lontananza, el siguiente vastísimo Cuadro, alegórica suma de todo aquel viaje, de todo lo que en él pensamos, soñamos y sentimos, de todo lo que ha sido y es la tierra alpujarreña, de todo lo que constituye el fondo de la presente obra.

Una inmensa Cruz campea en los aires, en lo más alto de Sierra Nevada, mostrando sus brazos abiertos al continente africano, como en ademán de conjuro fulminado contra el islamismo.- En aquella Cruz espira el SALVADOR DEL MUNDO.- Son las tres de la tarde del Viernes Santo.

A cada lado del Árbol de la Redención hay otra cruz más pequeña, en las cuales están clavados dos criminales, dos malhechores, dos facinerosos; pero que no son Dimas y Gestas. Son dos Reyes moriscos; son dos renegados; son dos descendientes de MAHOMA, que recibieron el agua del bautismo y luego se bañaron en sangre cristiana.- El de la derecha, el que ocupa el lugar del Buen Ladrón, es aquél que dijo haberlo hecho todo por vengar a su padre y se declaró cristiano a la hora de la muerte: es ABEN-HUMEYA.- El de la izquierda es el perpetuo traidor, la personificación del odio, el réprobo impenitente: DIEGO LÓPEZ ABEN-ABOO.

Detrás de la Cruz de JESUCRISTO se ven de un modo vago, cual si fuesen reflejos de ella o espejismos crepusculares, otras cruces indecisas que se desvanecen y pierden en el espacio, en número infinito, y de las cuales penden, ora desnudos, ora vestidos con ropa talar, unos desconocidos, aunque históricos personajes...- Son los sacerdotes alpujarreños martirizados por los Monfíes.

La aureola de luz seráfica que rodea la faz de CRISTO se releja en el lívido rostro de aquellos mártires que lo siguieron después.- La Iglesia los ha reconocido como Héroes de la Fe cristiana.- Los semblantes de ABEN-HUMEYA y ABEN-ABOO permanecen en la sombra del pecado; pero en los ojos del primero, alzados hacia JESÚS moribundo, empiezan a lucir el arrepentimiento y la esperanza...

A los pies de todas aquellas cruces, y formando varios grupos en las agrias laderas de la Sierra, se ven millares de cadáveres; aquí de caballeros castellanos; allí de turcos y moros; ora de moriscas pasadas a cuchillo con sus pequeñuelos en los brazos; ora de cristianas asesinadas al pie de los altares...- Arden más abajo iglesias y mezquitas. Vénse pueblos derruídos, despoblados, arrasados completamente.- Luego se divisa el Mediterráneo, cubierto de bajeles atestados de moriscos y judíos... Los barcos zozobran al peso de los desterrados, hasta que al fin se hunden... y el mar queda cubierto de náufragos que desaparecen poco a poco... ¡Ancianos, niños, mujeres... todos son pasto de las olas!

D. JUAN DE AUSTRIA, los MARQUESES DE MONDÉJAR Y DE LOS VÉLEZ y el DUQUE DE SESA, en devota actitud, están sobre una colina, vuelta la espalda a los expulsados hebreos y musulmanes, y adorando al CRUCIFICADO.

-«Padre mío, perdónalos, que no saben lo que se hacen», -exclama JESÚS luchando con la agonía.

-¡Nosotros no perdonamos! -responden a lo lejos FELIPE III y los inquisidores.

En otro lado, casi un siglo más atrás, ISABEL LA CATÓLICA, el arzobispo HERNANDO DE TALAVERA, el CONDE DE TENDILLA y otros capitanes de la Conquista de Granada intervienen también por los moriscos, aconsejan la tolerancia y la persuasión, esperan redimirlos por el amor...

Pero allí acontece lo mismo: CISNEROS y los dos DEZAS les responden implacablemente:

-«¡Nulla est Redemptio!»

Y espira JESÚS, y queda despoblada la Alpujarra, y la soledad y la miseria tienen su guarida en el inmenso ámbito recortado a nuestro alrededor por la corva cuchilla del horizonte.

Y el Cuadro principia a desvanecerse, a disolverse, a transformarse...

Y son los días de este siglo...- Penachos de humo flotan sobre los barcos que cruzan por delante de la Alpujarra.- El ferrocarril silba a lo lejos.- La raza vencedora puebla ya las Tahas morunas y reedifica los pueblos que habitaron los árabes...- Lo único que no se reedifica son las antiguas iglesias cristianas.- La exportación de frutos y la industria minera van enriqueciendo el país...- Pero turbas más feroces, más impías, más antiespañolas, más anticristianas que los agarenos, pululan en los desiertos de la incredulidad, sedientas de pillaje y de exterminio, de oro y de sangre, de groseros goces y de salvaje independencia.- La Internacional va apoderándose de España...

Y he aquí que una voz exclama entonces: -¡Dichosa edad y siglos dichosos aquéllos en que había moros y Cristianos; en que cada cual luchaba y moría por su fe; en que el idealismo dirigía las acciones humanas; en que esta corta vida era como un torneo en que se disputaban los hombres el derecho a la inmortalidad; en que el alma era señora del cuerpo, y no su esclava y su cautiva; en que todos se consideraban iguales, no porque todos se creyesen dioses, sino porque todos sabían que no eran nada ni nadie ante Dios; y en que el error consistía, no en desconocer, como se desconoce ahora, que tenemos espíritu, y que nos espera otra vida y que Dios nos aguarda en ella, sino en la elección de los medios para lograr tan altos fines!... ¡Dichosa edad, sí, y dichosos siglos aquéllos en que había mahometanos y judíos en España, en lugar de ateos o de pirrónicos, y en que se sublevaban los pueblos por su fe propia, y no, como hoy, por la hacienda ajena!

Esto dice aquella voz...- y, mientras sus ecos se pierden en el vacío, el cuadro se desvanece de nuevo...

Y ya no queda ante mis ojos, de tanto como vi y medité en la Alpujarra, sino las descoloridas páginas de un libro -que también se llevará el aire...