La Corrupción en México. Una estrategia de resistencia cultural

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LA CORRUPCIÓN EN MÉXICO[editar]

Una estrategia de resistencia cultural.
Portada del libro

Guillermo Marín

Guillermo Marín, 2001

ISBN 968-7379-01-5

Instituto Luís Sarmiento.

Oaxaca, México.

INTRODUCCIÓN[editar]

Este trabajo tiene la intención de analizar el fenómeno de la corrupción en México desde un punto de vista cultural, con apoyos en la historia y en la tesis del Dr. Guillermo Bonfil Batalla del “México profundo”. Es una primera aproximación, que intenta buscar otro tipo de respuestas, más allá de las moralistas o aquellas que ha producido el colonialismo cultural, para mantenernos en una situación de inferioridad, y que en la actualidad se a convertido en un gran problema tanto social como politico.

La corrupción es un fenómeno universal, que en todos los tiempos y en todas las culturas se ha dado. Sin embargo, en México tiene características diferentes; por una parte es un fenómeno aparentemente general en todos los niveles de nuestra sociedad; y por otra parte, tiene connotaciones muy profundas tanto en las mentes de los ciudadanos como en las estructuras del Estado.

La corrupción en principio es un mal para la sociedad, porque destruye, debilita, desarticula, resquebraja, desintegra un Proyecto Nacional de Estado y de Sociedad. En principio, bajo ninguna posibilidad se puede aceptar la corrupción, porque “lesiona al ente social”. De acuerdo a este principio, generalmente se han hecho muchos juicios sobre la corrupción en México. Sin embargo, creemos que es necesario ir más allá de esta realidad evidente y buscar respuestas más profundas, que nos puedan dar claridad sobre un fenómeno que es constante en los últimos siglos de nuestro país, y que tal parece es el origen de todos nuestros males.

Se dice que México es un país corrupto, que casi todos los mexicanos de alguna forma estamos siendo partícipes de este problema, con el que al parecer hemos podido vivir sin aparentemente mayor conflicto. Para las sociedades no colonizadas, en especial para los países colonizadores de ayer e imperialistas de hoy, la corrupción es en apariencia, uno de los grandes “pecados” que es censurado y castigado con todo el rigor por el Estado. Este sentido de incorruptibilidad es especialmente manejado en los niveles más distantes de los centros de poder; por decirlo de otra forma, en el ciudadano común, aunque en los niveles más altos de poder, sucesivamente se dan escándalos de corrupción en lo político y en lo económico, que sacuden a estas sociedades “puritanas”. En efecto la corrupción menor no es tolerada y ferozmente combatida, el “deber ser” de la sociedad y del Estado se han estructurado en un paradigma “moral” en el que se sostienen las estructuras de poder. Por ello cuando se trata de corromper en estos países a las autoridades, instituciones y leyes “menores”, la respuesta de las fuerzas de poder es implacable. Ya que la corrupción a estos niveles sí se permitiera, a mediano plazo afectaría los grandes centros de poder. De esta manera el Estado debe proteger a las estructuras de la corrupción; las leyes, las instituciones y las autoridades, deben mantenerse fuera del alcance generalizado del cáncer que representa la corrupción, fundamentalmente en sus niveles medios y bajos; aunque de alguna manera, el gran poder, por sí mismo, es un acto de corrupción; el poder por naturaleza corrompe. Así pues, en un país colonizador, que por siglos se ha enriquecido corruptamente de la explotación y saqueo de otros pueblos, resulta un acto suicida tratar de corromper a un policía de un crucero o a un burócrata de ventanilla.

Estos juicios sobre la incorruptibilidad de las leyes, las instituciones y las autoridades, generados en los países colonizadores, los hemos importado y como casi siempre, los hemos tratado de aplicar a nuestra realidad. Los resultados son la frustración y un sentimiento creciente de inferioridad frente a las sociedades colonizadoras y sus Estados. En efecto, por la ausencia de un análisis más profundo y descolonizado del fenómeno de la corrupción, la realidad cotidiana se empecina a mantenerse aferrada a este “cáncer” que a pesar de múltiples intentos unos honestos y otros no tanto, por erradicarla de la vida nacional se mantiene vigente. De esta manera tal parecería que estamos condenados a vivir para siempre con este “mal”, que ni nos destruye ni nos permite desarrollarnos. Qué pasa entonces? Los mexicanos somos la encarnación de la corrupción en este planeta o es que la naturaleza de nuestra cultura es corrupta. Existen muchos sitios comunes para dar respuesta inmediata a estas interrogantes pero creemos que es necesario explorar otras alternativas, enfocar el problema desde otros ángulos.

Acaso podríamos presuponer, que si la corrupción ha vivido tanto tiempo entre nosotros, no es un “terrible” mal como siempre lo hemos creído. ¿Acaso, si hiciéramos a un lado el “Deber Ser” de la moral, resultara que la corrupción ha sido un elemento “malo”, que ha sido muy bueno para la supervivencia de nuestra civilización y nuestra identidad?

En este trabajo se pretende iniciar una reflexión descolonizada de este fenómeno, porque entendemos que la sociedad y el Estado están cambiando y no podemos crear la sociedad y el Estado del siglo XXI, sin resolver este lastre centenario que nos ha impedido desaparecer como pueblo y que al mismo tiempo no nos permite en la actualidad, avanzar con pasos firmes en la construcción de relaciones honestas y confiables, para acrecentar la democracia y la justicia en México.

QUETZALCÓATL[editar]

Los más ancestrales orígenes.

La historia del México prehispánico que aproximadamente es del año 6000 a.C. (según Miguel León Portilla) hasta el año 1519, terminando con la llegada de los conquistadores. Este periodo de aproximadamente siete mil quinientos años los especialistas lo subdividen en tres partes, el periodo PRECLASICO que inicia 6000 a.C. y termina en el 200 a.C.; el período CLÁSICO del 200 a.C. al 900 D.C. y el período POSTCLASICO que va del 900 D.C. al 1519.

La historia del México antiguo es bastante desconocida, en parte porque los aztecas y después los españoles destruyeron los códices y los testimonios orales, escritos y simbólicos de esta milenaria cultura. En efecto, El período azteca es el más corto y reciente de la época prehispánica, para tener una idea, la ciudad de Tenochtitlán se fundó en el año 1325, apenas 194 años antes de la llegada de los españoles.

La parte histórica más importante del México antiguo, es la época del esplendor, está situado entre el 600 y el 900 D.C. El desarrollo cultural en el Anáhuac estaba en todo su apogeo los centros de conocimiento como Teotihuacán, Monte Albán. Chichen Itzá, etc. vivían sus mejores momentos. Sin embargo, algo misterioso sucedió en todo el Cem Anáhuac, [1] porque casi al mismo tiempo, estos centros de conocimiento fueron destruidos, cubiertos de tierra y abandonados por sus ocupantes y literalmente desaparecieron de la faz de la tierra.

Las antiguas culturas tenían tres círculos excéntricos de conocimiento; en el primer círculo se encontraba el conocimiento directo a través de la palabra; el segundo círculo de conocimiento quedó en piedras y libros o códices; el tercer círculo de conocimiento quedó en religiones.

Así que cuando se dio el fenómeno misterioso del llamado colapso del clásico superior, donde los hombres de conocimiento desaparecieron abandonando los centros de desarrollo, quedó el conocimiento en una religión que había elaborado a través de cientos o acaso miles de años. En efecto, en aquellos momentos del esplendor clásico superior en Anáhuac, no todas las personas eran “hombres de conocimiento”. Existían como siempre han existido los hombres comunes o pueblo que tenían una religión en la que de manera sencilla se difundía el conocimiento y la sabiduría a los campesinos y artesanos. En ésta religión Mesoamericana existían dos figuras fundamentales, una era Quetzalcóatl y la otra Tláloc. El primero como responsable del desarrollo espiritual y el segundo como el responsable del fenómeno de la vida. Tláloc y Quetzalcóatl ya están presentes aquí desde el período PRECLASICO con los Olmecas, cobra toda su fuerza en el clásico con la llamada cultura TOLTECA y aún se mantienen en el período del postclásico con los aztecas, aunque con transformaciones substanciales que más adelante veremos. Lo cierto es que Tláloc y Quetzalcóatl, aparecen en todas las culturas del Anáhuac, con otros nombres, con otra iconografía pero con los mismos valores filosóficos. Tláloc y Quetzalcóatl eran símbolos manifiestos de una compleja concepción y percepción del mundo y de la vida del México antiguo. Generados por este conocimiento propiciaron una religión, en la que vivieron en paz y armonía los pueblos de Anáhuac.

Sin embargo, el colapso del clásico superior, supone la desaparición de los hombres de conocimiento de los grandes centros como Teotihuacán, Monte Albán y Chichen Itzá; con ellos la tradición también se va del Anáhuac y con ella el generador de la cultura, Quetzalcóatl. De ésta manera nos relata la tradición que Quetzalcóatl es vencido por las fuerzas del mal y tiene que huir por el Oriente. Pero deja una profecía, que será muy importante para el desarrollo posterior de la historia en el territorio que hoy es México. Quetzalcóatl profetiza que regresará a instaurar de nuevo su reino de sabiduría y amor en un año, uno caña” (el calendario mesoamericano es cíclico por lo que periódicamente cada 52 años se repite el año uno caña).

Al desaparecer los “motores” del desarrollo cultural, los pueblos del Anáhuac iniciaron un lento camino de decaimiento cultural. En efecto, cuando se fueron los hombres de conocimiento de Monte Albán, Teotihuacán y Chichen Itzá, los hombres “comunes” fueron perdiendo la fuerza de las enseñanzas de los maestros que vivían en los impresionantes recintos. La religión comenzó a sufrir modificaciones, de acuerdo a intereses y concepciones de los sacerdotes. Los responsables de la conducción y organización social, sin la influencia de aquellos maestros, comenzaron a transformar la vida de la comunidad. Monte Albán dejó de ser un centro de investigación y pasó a ser un panteón. Los hombres importantes deseaban ser enterrados, ahí donde otros aprendieron a ser dioses. Tiempo después Monte Albán pasó a ser fortaleza militar. En casi cinco siglos se perdió mucho del conocimiento del clásico superior en Anáhuac. Y como todo el poder que no está sustentado en una fuerza espiritual, se fue corrompiendo.

En estos siglos de decaimiento cultural, el recuerdo de aquellos maestros del conocimiento (llamados Toltecas) fue permanente; muchos pueblos pretendían tener la herencia del conocimiento, a través de linajes o líneas de parentesco. Casi al final de este periodo de decaimiento cultural cobra más fuerza otra profecía milenaria de Anáhuac, aquella que dice que habiendo sido precedido por cuatro “soles” o eras anteriores, la Tierra vivía el último período de éste que es el quinto sol, próximos a la destrucción vendría después un nuevo sol o intento humano en la tierra. Así pues, como vemos, el “momento histórico” en el que llegan los aztecas al valle de México era de depresión y decaimiento cultural.

En efecto, a mediados del siglo XIII (1200 D.C.) apareció el último grupo nómada proveniente del Aztecas “el pueblo cuyo rostro nadie conocía”. Traían a su dios Huitzilopochtli veneración y culto a los sacrificios humanos, a la guerra, a la materia; totalmente opuesto a los dioses de origen Tolteca que desde luego encabezaba Quetzalcóatl. Estos Bárbaros del Norte, guerreros, que no estaban culturizados pero que tenían una inflexible voluntad de poder, dominaron en breve tiempo a los señoríos del Valle de México, herederos lejanos de los conocimientos y enseñanzas de Quetzalcóatl.

Los Aztecas rápidamente asimilan las formas culturales del pasado Tolteca, en la formación de lo que será el imperio Azteca y su ideología cobra una importancia trascendental un personaje que se llamó Tlacaelel que ocupó el cargo de Cihuacoátl (administrador) durante toda su vida que fue casi centenaria. Tlacaelel fue el ideólogo del imperio Azteca, tomó los elementos de la antigua herencia Tolteca que el consideró útiles y provechosos, pero dándoles una orientación materialista y fundamentalmente transgrediendo los preceptos milenarios de Quetzalcóatl. Por lo que el binomio TLALOC-QUETZALCÓATL fue transformado a TLÁLOC- HUITZILOPOCHTLI (filosóficamente se cambió de ‘LA VIDA ESPIRITUAL al concepto de la VIDA MATERIAL’). La norma de Quetzalcóatl fue transgredida por los aztecas.

Los aztecas capitalizan para su beneficio el decaimiento cultural de los pueblos de Anáhuac, quienes pensaban que el quinto sol estaba por terminar. Retoman y transforman las bases de la filosofía Tolteca, pero le dan una nueva orientación; del sacrificio espiritual pasaban al sacrificio humano; de la guerra espiritual con uno mismo, pasan a la guerra material con el vecino; desarrollan como nunca antes en miles de años en Anáhuac, las guerras de conquista y sojuzgación a otros pueblos; crean un sistema tributario para explotar a los pueblos vencidos con la guerra, desarrollan el comercio con fines de enriquecimiento, crean el inicio de la moneda, desarrollan el concepto de propiedad privada; cambian las bases de la educación, la religión, la organización social y la razón misma de Estado. En síntesis el imperio Azteca se asume como el sostenedor del quinto sol, disminuye la figura de Quetzalcóatl (ESPÍRITU) hasta minimizarla y propone la exaltación de Huitzilopochtli (MATERIA).

De ésta manera se vitaliza momentáneamente la vida de los pueblos del Anáhuac (1325 fundación de Tenochtitlán a su destrucción en 1521 por los españoles, de esta manera como se ve el imperio Azteca fue muy corto, con solo 196 años de duración, comparados con los más de 7500 años que duró la historia prehispánica).

Cabe mencionar que aún en sus momentos de esplendor el imperio azteca no dominó ni todo a la extensa Anáhuac, ni a todos los pueblos que vivían en ella. En efecto, muchos pueblos se mantuvieron fieles a la milenaria tradición tolteca; los mayas, purépechas, tepanecas, tlaxcaltecas, zapotecas, mixtecas y mixes por solo mencionar a algunos pueblos que se mantuvieron independientes, rechazando la ideología y religión Azteca.

De ésta manera podemos decir que para entender el fenómeno de la corrupción en México, es necesario analizar el colapso del clásico superior, la partida de Quetzalcóatl y los siglos en los que se fue deteriorando el conocimiento de los sabios Toltecas con las consecuentes deformaciones de la filosofía, la religión, en la organización y vida de los pueblos en Anáhuac. Así como la irrupción del imperio Azteca y su ideología, en las que retoma las formas toltecas pero le da una orientación eminentemente místico-guerrera-material; la caída del recuerdo de la norma desgastada de Quetzalcóatl y el ascenso de Huitzilopochtli como símbolo de la materia, el sacrificio humano y la guerra.

El imperio Azteca en sus últimos momentos antes de la llegada de los españoles tenían graves problemas ideológicos en su seno, hay que recordar que uno de sus aliados (TEXCOCO) mantenía vivo el recuerdo de Quetzalcóatl y aún al interior de la clase dirigente mexica había una lucha que cuestionaba la nueva ideología desarrollada por Tlacaelel. El segundo Moctezuma vivía tiempos difíciles, existían profecías y augurios que anunciaban una catástrofe para el imperio azteca.

EL FALSO QUETZALCÓATL[editar]

En 1492 los reinos de Castilla y Navarra habían logrado derrotar y expulsar a los árabes que por siglos dominaron la península Ibérica. Europa se encontraba aislada del comercio con el Oriente, se requería una nueva vía para mantener el comercio y el navegante genovés Cristóbal Colón en virtud de las capitulaciones firmadas en la Villa de Santa Fe el 17 de abril de 1492, la Reina de Castilla da el principio jurídico a la empresa de Colón.

“Se ha dicho, y es una verdad histórica absolutamente comprobada que el descubrimiento, conquista y colonización de América española fue una obra eminentemente popular”.
Significa esto que las expediciones descubridoras predominó el esfuerzo privado, individual, sobre la acción oficial del Estado.
El título jurídico que sirvió de base a toda expedición de descubrimiento o nueva población fue la capitulación o contrato otorgado entre la corona o sus representantes y el jefe de la expedición proyectada. En estas capitulaciones que recuerdan por su carácter y contenido las viejas cartas de población de la Edad Media castellana, se fijaban los derechos que se reservaba la corona y los nuevos territorios a descubrir y las mercedes concedidas a los distintos participantes en la empresa descubridora. El estudio de sus cláusulas pone de relieve que solo en muy contadas ocasiones -los viajes colombinos, las expediciones de Pedro Rias Ávila y la de Magallanes- participó el Estado directamente en el costeamiento de los gastos que la expedición originaba. Lo corriente es que todos los gastos fueran de cargo del individuo que organizaba la expedición, el cual podía ser al propio tiempo caudillo militar de la misma, o simplemente empresario o financiador.
Esto explica que, en ocasiones, la capitulación se convertía en un verdadero título negociable y fuera objeto de diversas operaciones jurídicas: ventas, traspasos, permutas, contratos de sociedad, etc.
[El Estado Español en Indias]FCE, México, 1965

Hernán Cortés nace en 1485 en Medellín, España, de familia humilde, trata de estudiar en Salamanca, “pero como desde temprana edad fue muy dado a las mujeres y a burlar maridos” sufre un percance que le impide embarcarse con Fray Nicolás de Ovando y a los 19 años (1504) llega a la isla Española con la esperanza de todo joven de su época, de hacerse rico en breve tiempo.

Después de una escabrosa relación con el Gobernador de la isla de Cuba, Diego Velásquez, en la que de cortesano, pasa a ser su enemigo y posteriormente a encabezar la expedición que financia Velásquez a México, quien recibe el apoyo de Amador de Lares, contador y oficial del Rey; Hernán Cortés es nombrado Capitán General de esa armada. Sin embargo, en los últimos momentos antes de partir, Velásquez decide quitarle el mando a Cortés por recomendación de sus amigos, quienes le informan al Gobernador de que Cortés tiene planes de traicionarlo. Cortés entonces sale prófugo de Cuba y antes de salir hacia México, incauta barcos y víveres para su expedición.

Con anterioridad Diego Velásquez había enviado a México tres expediciones que resultaron un fracaso, de modo que cuando llega a la península de Yucatán, se entera de que existían dos españoles sobrevivientes a un naufragio en las costas de Quintana Roo, los manda buscar y Jerónimo de Aguilar se incorpora a la expedición y Gonzalo Guerrero decide quedarse a vivir con los mayas, pues ya estaba casado y con hijos, habiéndose asimilado a la cultura maya. Cabe mencionar que posteriormente Gonzalo Guerrero lucha en contra de los españoles al lado de los mayas y cae muerto por un arcabuzazo.

Cortés parte con Jerónimo Aguilar a las costas de Tabasco donde le es regalada una esclava (Malinche) que habla varios idiomas indígenas, entre ellos el maya, por lo que Cortés a través de ella y de Jerónimo de Aguilar que habla maya y español se logra enterar de la situación política, así como de las profecías del regreso de Quetzalcóatl.

Como los mayas no habían transgredido las normas de Quetzalcóatl y no habían sucumbido a los ejércitos e ideología Azteca, reciben a los españoles como forasteros peligrosos, siendo rechazados de sus territorios.

No así los dirigentes del imperio azteca que habiéndose enterado del arribo de los españoles a las costas de lo que hoy es México, desde la primera expedición enviada por Diego Velásquez, estaban atentos al avistamiento de sus naves.

Por la información recibida a través de Jerónimo de Aguilar y la Malinche, Cortés llega a Veracruz donde entabla contacto con los representantes del emperador Moctezuma, quien le envía presentes y le pide que se retire.

Para esos momentos al interior de la expedición empieza a manifestarse la insubordinación, pues una parte de los españoles deseaba regresar a Cuba pues sabían que estaban prófugos de la ley española, representada en la gubernatura de Velásquez. Por ello Cortés decide quemar las naves para impedir el retorno, que significaba para él, la cárcel.

Cortés avanza con sus hombres hacia el Valle de Anáhuac, atraído por las referencias que tiene de las riquezas de Tenochtitlán y fortalecido ante los indígenas por haberse apropiado de la profecía y personalidad de Quetzalcóatl.

Después de breves escaramuzas logra la alianza de los tlaxcaltecas, enemigos históricos de los aztecas y seguidores de la doctrina de Quetzalcóatl. Pasa por Cholula donde realiza su primera matanza y llega a las inmediaciones de la Ciudad de México-Tenochtitlán.

EL ENCUENTRO[editar]

Mucho se ha escrito sobre la personalidad de Moctezuma (casi todo por españoles) lo cierto es que su gobierno no era un imperio al estilo europeo. En efecto, la tradición y el desarrollo de la civilización en Anáhuac como ya se dijo fue milenaria, y aunque se cambiaron muchas de las normas generadas por el periodo Tolteca, muchas seguían también de alguna forma vigentes o modificadas.

“...Los principios fundamentales de la organización política en Anáhuac fueron diferentes de los de Europa, donde privó una cultura individualista y de ahorro basada en el atesoramiento y formación de peculios e intereses particulares que dan margen al despojo y a la provocación ininterrumpida de guerras, justificando la usurpación por convenir así a sus intereses.
Así se explica que, en tanto que en Europa los intereses económicos y las perjuicios raciales, también europeos, determinan sus formas de gobierno, desde la antigüedad clásica hasta la fecha. En Anáhuac en cambio, con su cultura colectivista de esfuerzo y de servicio privará la organización económica por Tequiyotl, oficios u ocupaciones, tomando en cuenta la agrupación por servicios en colectividades autosuficientes. El carácter particular de sus instituciones cuyos principios fueron fundamentalmente los siguientes:
A.- Las territoriales, que eran: 1.- El Calpulli rural ( autónomo y disperso); 2.- El Calpulli urbano ( autónomo y concentrado a manera de barrio ); 3.- La o icniúhtli de calpóltin, hermandad, fraternidad, grupo de amistad de caseríos ( entidad regional autónoma ) llamado tlancáyotl, gobierno; 4.- Los territorios o señoríos de estado ( autónomo, pero la autoridad dependía del estado ) llamados tecúhyotl, señorío; 5.- El estado (independiente llamado Hueytlahtocáyotl, gran gobierno; y 6.- La federación de Estados llamada Tlatacaicniuhyotl, hermandad o amistad de gobernantes ...”
“... El gobierno de toda agrupación, tanto territorial como institucional, correspondía a una asamblea de ancianos o expertos en la materia, elegidos por los miembros de la agrupación, nada se hacía, afirman los cronistas sin consultar a la asamblea”. Esta invariablemente era encabezada por dos jefes cuyos puestos generalmente eran vitalicios: uno era administrador y otro ejecutor, casi siempre el primero anciano y con derecho a sucesión, y el otro más joven, era elegido por asamblea, dependiendo de las circunstancias particulares de cada agrupación la determinación de las normas y procedimientos de ejecución. La asamblea se llamaba in cohuáyotl círculo o a manera de serpiente”.
Romerovargas Iturbide, Dr.
“Los Gobiernos Socialistas de Anáhuac.”
Romerovargas Editor S.A. 1978, Méx.


De esta manera el tlatoani Moctezuma era una persona que había sido preparada desde su nacimiento para gobernar, se educó en las instituciones como el Calmécac y estudió la historia, filosofía y religión, no sólo de su naciente imperio, sino fundamentalmente la del México Antiguo. Además de ser un hombre preparado y capaz, no poseía una autoridad única y vertical como un rey europeo, por lo que las decisiones que se tomaron frente a los conquistadores debieron ser fruto de su sistema de gobierno democrático.

Así la triple Alianza (Tenochtitlán, Tlacopan y Texcoco) o federación estaba enterada de los avistamientos de las sucesivas expediciones de los españoles. Es también importante señalar que antes de la llegada de los españoles se dieron una serie de “presagios funestos’ que anunciaban el fin del imperio Azteca; bajo estas condiciones Moctezuma tiene que recibir a los invasores a quienes hasta el último momento se les dio un trato como embajadores de un poderoso rey o como a Quetzalcóatl en persona según lo manejara lo manejara Cortés a su conveniencia. Para los españoles por su parte, la llegada a México, obedecía al interés personal de hacerse ricos a partir de una “empresa” en la que muchos habían empeñada sus propios capitales y en el caso de Cortés, tenía además, la cárcel de por medio; por ello, el interés de escribir “Las Cartas de Relación” en las que pretendió y logró eludir la justicia del gobernador Diego Velásquez y legalizar su desobediencia, ante la Corona Española. Cortés comienza la primera Carta de Relación el 10 de Julio de 1519 de la siguiente manera:

“...Muy altos y poderes, excelentísimos príncipes, muy católicos y muy grandes reyes y señores:...”

En las Cartas de Relación, Cortés desacredita a Diego Velásquez, a Juan de Grijalva y a Pánfilo de Narváez entre otros, exaltando su persona y acciones todas en favor de la Corona española.

El primer encuentro de Hernán Cortés y Moctezuma, que es relatado tanto por Bernal Díaz del Castillo y por el propio conquistador, es muy revelador del momento histórico en que se estaba desarrollando. En efecto, Moctezuma manda llamar a todos los señores que le obedecían y les dijo:

“... Hermanos y amigos míos, ya sabéis que de mucho tiempo acá vosotros y vuestros padres y vuestros abuelos habéis sido y sois súbditos y vasallos de mis antecesores y míos, y siempre de ellos y de mí habéis sido muy bien tratados y honrados, y vosotros asimismo habéis hecho lo que buenos y leales vasallos son obligados a sus naturales señores; y también creo que de vuestros antecesores tenéis memoria como nosotros no somos naturales de esta tierra, y que vinieron a ella de muy lejos tierra, y los trajo un señor que en ella los dejó, cuyos vasallos todos eran. El cuál volvió donde ha mucho tiempo y halló que nuestros abuelos estaban ya poblados y asentados en esta tierra, y casados con las mujeres de esta tierra y tenían mucha multiplicación de hijos, por manera que no quisieron volverse con él ni menos lo quisieron recibir por señor de la tierra y él se volvió, y dejó dicho que tornaría o enviaría con tal poder que los pudiese constreñir y atraer a su servicio.
Y bien sabéis que siempre lo hemos esperado, y según las cosas que el capitán nos ha dicho de aquel rey y señor que le envió acá, y según la parte de donde él dice que viene, tengo por cierto y así lo debéis vosotros tener, que a queste es el señor que esperábamos, en especial que nos dice que allá tenía noticias de nosotros, y pues nuestros predecesores no hicieron lo que a su señor eran obligados, hagámoslo nosotros, y demos gracias a nuestros dioses porque en nuestros tiempos vino lo que tanto aquéllos esperaban. Y mucho os ruego, pues a todos es notorio todo esto, que así como hasta aquí a mí me habéis tenido y obedecido por señor nuestro de aquí adelante tengáis y obedezcáis este gran rey pues él es vuestro natural señor y en su lugar tengáis a este su capitán; y todos los tributos y servicios que hasta aquí a mí me haciades, lo haced y dad a él, porque yo asimismo tengo que contribuir y servir con todo lo que me mandare; y demás de hacer lo que debéis y sois obligados, a mí me haréis en ello mucho placer”. Lo cual todo lo dijo llorando con las mayores lágrimas y suspiros que un hombre podía manifestar y así mismo todos aquellos señores que le estaban oyendo lloraban tanto, que en gran rato no le pudieron responder. Y certifico a vuestra sacra majestad, que no había nadie tal de los españoles que oyese el razonamiento que no hubiese mucha compasión.
Y después de algo sosegadas sus lágrimas, respondieron que ellos lo tenían por su señor, y habían prometido de hacer todo lo que les mandase. Y que por esto y por la razón que para el les daba, que eran muy contentos de lo hacer, y que desde entonces para siempre se daban ellos por vasallos de vuestra alteza y desde allí todos juntos y cada uno por sí prometían, y prometieron de hacer y cumplir todo aquello que con el real nombre de vuestra majestad les fuese mandado, como buenos y leales vasallos lo deben hacer, y de acudir con todos los tributos y servicios que antes al dicho Moctezuma hacían y eran obligados, y con todo lo demás que les fuese mandado en de vuestra alteza. Lo cual todo pasó ante un escribano público, y lo asentó por auto en forma, y yo lo pedí así por testimonio en presencia de muchos españoles. Pasando este auto y ofrecimiento que estos señores hicieron al real servicio de vuestra majestad, hablé un día al dicho Moctezuma, y le dije que vuestra alteza tenía necesidad de oro...”
Cortés, Hernán.
“Cartas de Relación”.
Porrúa, 1983, México.

Consideramos este testimonio totalmente revelador, de lo que sucedió en la invasión de México, desmitificando en la propia pluma de Hernán Cortés “la proeza de la conquista”, quedando en claro que fue la torpeza y ambición obtusa de los conquistadores lo que propició las guerras y matanzas de indios contra indios y no “la epopeya de un puñado de valerosos ¿soldados? españoles”.

En efecto, como se puede apreciar en el discurso de Moctezuma se entrega se entrega al rey de España todo el imperio Azteca sin derramar una gota de sangre. Así lo había determinado el consejo, porque creyeron que se cumplía la profecía del regreso de Quetzalcóatl. La pregunta es obligada, ¿por qué se entrega el poderoso imperio azteca? con sus cientos de miles de guerreros a estos forasteros, ¿por qué Moctezuma pide obediencia a sus dominados y aliados ante los españoles?, la respuesta nos parece coherente; los aztecas se sabían usurpadores y transgresores de la ley y norma de Quetzalcóatl y temían el castigo divino.

Sin embargo, ésta decisión no fue unánime al interior de la dirigencia azteca, había un sector que pretendía repeler y derrotar a los invasores, se sabía que los mayas no los tomaron como dioses, es más los habían derrotado y habían tenido prisioneros españoles. Pero pese a esto se acató la decisión del consejo aunque al realizar la matanza del templo mayor, en la que murieron miles de nobles indígenas, que ataviados con joyas realizaban una ceremonia y las codicia de los invasores hizo que los asesinar a cuchillo, sin poder defenderse. Esto encendió los ánimos del pueblo, además de saber que tenían preso y encadenado a su Señor Moctezuma; más habría que sumarle el odio que tenían los aliados indígenas, enemigos de los aztecas, que esperaban la oportunidad para cobrar la venganza histórica. De ésta manera se inicia la lucha, que en el fondo fue de indígenas contra indígenas. Unos creyendo que estaban aliados a las fuerzas espirituales de Quetzalcóatl-Cortés y otros que veían estoicos el final del período de la ideología de Tlacaelel-Huitzilopochtli.

Consideramos necesario hacer una revisión de la historia del México Antiguo, el proceso de conquista y la colonia. No se puede seguir manteniendo las tesis prehispánicas; se debe ir más allá de “la visión de los vencidos” y tratar de conocer y entender los hechos, desde una óptica de mayor objetividad e imparcialidad, para entender lo que fuimos, ahora lo que somos y saber lo que deseamos ser.

Por una parte, las fuentes históricas que se escribieron en aquellos tiempos, son totalmente parciales y mantienen una visión euro centrista; hay que entender, quienes y por qué escribieron “su” historia; aun los informantes en calidad de vencidos, no informaron fehacientemente a sus vencedores; sin contar además, con los problemas del idioma y la posibilidad de entender del mundo y de la vida, que hasta la fecha sigue siendo diferente a la Occidental y nos es difícil entenderla.

Por otra parte, que la “historia” que pueden recoger los españoles de aquellas épocas, “la historia” que habían rehecho los aztecas, pues como dijimos, la historia del México Antiguo, fue mandada desaparecer antes de la llegada de los españoles por Tlacaelel el Cihuacóatl del imperio.

El primer gran acontecimiento nefasto de nuestra historia, se da con la caída de Quetzalcóatl, en lo que se llama el colapso del Clásico Superior (no creemos que Quetzalcóatl fuera un hombre, más bien representa un símbolo filosófico-espiritual, ya que el símbolo de La Serpiente Emplumada aparece desde el período Preclásico con los Olmecas). La ausencia de la fuente generadora de un movimiento cultural, que duró muchos siglos y la consiguiente degradación de sus formas externas en el período Postclásico; así como el surgimiento emergente de la doctrina místico-guerrera-materialista, simbolizada por Huitzilopochtli de los aztecas, prepara los acontecimientos de la conquista. Toda vez que Cortés llega precisamente en el año uno caña, por Oriente, es blanco y barbado. De esta manera, Cortés conociendo la situación político-religiosa de Anáhuac, se asume como el personaje esperado y lo explota, utilizándolo en su beneficio.

LA COLONIA[editar]

La corrupción en México se inicia en el período Postclásico, con la degradación del pensamiento filosófico-religioso de Quetzalcóatl. Sufre una segunda corrupción con la ideología azteca, representada simbólicamente en la sustitución de Quetzalcóatl (el espíritu), por Huitzilopochtli (la materia).

El primer período de corrupción se lleva aproximadamente 500 años, el segundo es de aproximadamente 200 años y el tercero se inicia con la usurpación de la personalidad de Quetzalcóatl por Cortés y demás españoles a lo largo de casi 300 años que duró la colonia.

En efecto; el tercer período se inicia con la violenta imponiéndoles la cultura Occidental. Los españoles no solo negaron cualquier valor de la cultura que habían conquistado, sino trataron por todos los medios de erradicarla. En primer lugar, porque los pueblos milenarios de Anáhuac fundamentaban su vida en un inconmensurable misticismo que se manifestaba en la religión y en todas las acciones cotidianas de la vida. Así es; en la agricultura, en la familia, en el gobierno, en la ciencia y el arte, en absolutamente todo estaba implícito su inmenso sentido espiritual-místico-religioso de la existencia. Los españoles, sobre todo al principio de la conquista, contaron en su intento para destruir la civilización mesoamericana, con sus aliados indígenas (en lo militar) y sobre todo, con las antiguas profecías Toltecas del regreso de Quetzalcóatl (en lo espiritual), así como con la labor de los misioneros, que de alguna forma, encarnaban el perfil del recordado Quetzalcóatl, ahora en la nueva doctrina cristiana, que tenía mucho parecido con las antiguas doctrinas Toltecas.

La destrucción de la ciudad de México-Tenochtitlán en el siglo XVI, una de las más grandes y modernas ciudades del mundo de aquellos tiempos, con un concepto urbanístico como las ciudades del siglo XX. Las obras de arquitectura, ingeniería, hidráulica, implementadas en las plazas, templos, edificios de gobierno, escuelas, museos, bibliotecas, bodegas, áreas deportivas, centros culturales, sistema de agua potable, canales, calzadas; con avances no logrados por ciudades europeas hasta mucho tiempo después, es una clara muestra de la voluntad de negación, que los españoles tenían por la cultura dominada militarmente; ordenado a los propios indios, destruir la ciudad, piedra sobre piedra, y con el mismo material, construir la capital de “La Nueva España”.


Durante los trescientos años de la colonia, los españoles sistemáticamente trataron de destruir-desmantelar, negar y prohibir: el idioma, la memoria histórica, la agricultura, los conocimientos científicos, la educación, la medicina, las leyes, las instituciones, las normas sociales y su organización, las tradiciones, las costumbres, los hábitos alimentarios, el vestido, los espacios físicos e intangibles, el arte y la religión. Así, el concepto de la vida, la muerte, el amor, la familia, el trabajo, la amistad, la autoridad, cambiaron totalmente. Los españoles no solo negaron la cultura que encontraron, sino que la trataron de destruir.

“Después de 1519 una inmensa mayoría de nuevas influencias pasaron sobre la vida indígena. El imperialismo de los Habsburgo extrajo su incentivo de las tradiciones peninsulares y descuidó las adopciones regionales. El valle (de México) no fue nunca una “sede” para los españoles, salvo de manera circunstancial. Los españoles establecieron su capital colonial en el valle, pero resueltamente la conectaron por carretera con Veracruz y luego por mar con Sevilla. Casi nunca adaptaron los estilos indígenas en la ropa, ni en el diseño o construcción de casas. En vez de ello, exageraron sus propios estilos españoles, como para negar su situación provinciana. ::::La “cultura” de la civilización indígena tenía para ellos, en el mejor de los casos, un atractivo exótico”.
Gibson, Charles. Aztecas Bajo el Dominio Español”.
Siglo XXI, México, 1984.

Los indígenas pasaron a tener la calidad de animales y su cultura se asoció a lo demoníaco y perverso, digno del desprecio y condenada a la destrucción sistemática.

Ante ésta dramática situación los indígenas no tuvieron otro camino que aferrarse a su ancestral espíritu místico-religioso, abrazando a la religión, pero adaptándola a su milenaria religión. Esta apropiación produjo un formidable sincretismo religioso, que subsiste hasta nuestros días.

Frente a la crueldad y voracidad de sus conquistadores, y debido a las injusticias de una estructura de poder que desconocían, los pueblos indios de México, fueron diezmados (produciendo uno de los más graves genocidios de la historia de la humanidad, pues se calcula que en los primeros cien años del periodo colonial, murieron más de 20 millones de indígenas, por asesinato explotación, hambre y enfermedades). Por ello, los indígenas tuvieron que crear una cultura de resistencia, que después de casi 500 años, les ha permitido sobrevivir frente a las más inauditas atrocidades.

Para ejemplificar lo anterior, citaremos al padre José Antonio Gay en su Historia de Oaxaca, que fue escrita en 1881 y que se basa en textos de Burgoa escritos en el siglo XVI, a pesar de tener una visión hispanista de la historia, podemos apreciar la situación en que vivían los indígenas en la época colonial.

En la Pág. 237, apreciamos un juicio de valor sobre la cultura de los indígenas, a quienes se les juzgaba como fieras salvajes, las cual no tenían ningún grado de desarrollo y que fueron civilizadas por Occidente y el cristianismo.

“Los sacó (a los indígenas) de sus cuevas: los indujo (Fr. Diego) a prestarse mutuos auxilios, explicándoles cuánto es útil dulce lazo de la amistad con que unos a otros deberían vivir estrechamente unidos, pues antes cada cual moraba en su barraca con sus hijos, sin relacionarse sino muy escasamente con los demás vivientes: con las lecciones de caridad cristiana que les impartía, ensancho el círculo reducido de la sociedad de la familia; y haciéndoles comprender las ventajas de la sociedad civil, formó pueblos, levantó iglesias y chozas, todo de humilde paja: indicó a los indios como habían de vestirse para cubrir la honestidad:”.

La explotación que sufrieron los indígenas a manos de los españoles fue implacable y sistemática; los indios guardaron la condición de vencidos de guerra, sin ningún derecho, por casi 300 años. En el mismo texto leemos:

“En Chichicapan, no solo fatigaron a los indios con el trabajo de las minas y los repartimientos, sino que destruyeron las sementeras, talaron los campos y se apoderaron del ganado y demás bienes de los escasos vecinos (indios) que quedaban vivos... los abusos de los repartimientos no eran privativos del valle de Oaxaca, pues la misma o distinta manera eran siempre vejados en sus intereses los indios de la Sierra y de la Mixteca. Aquel fácil y lucrativo comercio que habían inventado los españoles, de vender sus mercancías, distribuyéndolas por fuerza entre los indios, aunque no las necesitasen, a precios obligatorios señalados al arbitrio del vendedor, estaba muy extendido y perseveró hasta el último siglo de la dominación española...”

Al perder todo derecho sobre su cultura, sus tierras y personas; los indígenas eran presa de los españoles, sus leyes e instituciones, que estaban diseñadas bajo un sistema colonial, para explotar los recursos humanos y naturales de los vencidos. El mismo autor nos dice:

“Los alguaciles, aves rapantes de pobres, se emplean en estos (los indígenas) con tanta hambre, que no les dejan traste, trapo ni alhajuela vil que no se la lleven con tanta furia, que el miserable indio, viéndose despojado con ésta violencia, no tienen boca de miedo para quejas, por escusar tras del robo, otro tropel de molestias y vejaciones: y por aliviárselas los jueces, sin entrar a sus casas, a la puerta les piden dinero de la visita, y lo dan los indios de mejor gana, que experimentar el saco de criados y alguaciles, aunque la ordenanza se guarde en el archivo: así compran los desdichados indios el desabrigo que antes tenían y pasan las enfermedades de muerte con toda descomodidad.”
“...pero que luego, comprendiendo (Fr. Marcos) el origen de aquella miseria, volvió el rostro a los encomenderos y justicia, creyendo poder reprimir sus atropellos y abusos.
Más ¿qué habría de lograr contra la codicia y las costumbres ya establecidas? Los indios morían en muy triste desamparo, porque vivían como mendigos. Los empobrecían las demandas continuas de los que fungían como autoridades inmediatas. Repetidas cédulas reales prohibían tales demandas; más las cédulas estaban guardadas en los archivos y los encomenderos hacían lo que querían. Tales exacciones eran un robo inicuo, pues no estaban autorizadas por las leyes; pero semejante escrúpulo no podía herir muy hondamente unas conciencias encallecidas en el ejercicio de la injusticia”. (pag. 273).
“Pero los oficiales encargados de ejercitar las reales órdenes” (fundar “congregaciones” y concentrar en un lugar a los indios), estimulados por la codicia y otra pasiones reprobadas, se condujeron con tal tiranía, indiscreción y crueldad, que lejos de conseguir el intento solo hicieron males sin medida... cuando al final los indios habían sido trasladados, de nuevo y con más apremio eran estrechados al pago de los salarios que les cobraban los ejecutores de aquel injusto destierro. Y como éstos salarios estimulaban la avaricia de muchos, frecuentemente después de un cambio, había que sujetarse a nuevas más desagradables innovaciones y a pagar otros salarios, quedando los míseros indios como piezas de ajedrez, movibles a discreción de los comisarios. Se veían entonces a éstos indios, que los unos edificaban con pena su casa en suelo extraño, y los otros, hombres, mujeres y niños, andaban por los campos, dispersos, desconsolados, hambrientos, llorando, sin patria ni hogar seguro en que abrigarse, padeciendo gravámenes en la tierra de sus antepasados, y padeciéndolos de manos de aquellos extranjeros, desconocidos, insensibles y duros.
Estos padecimientos fueron de tal suerte graves, que los indios cobraron horror a los españoles, y se estremecían y angustiaban de sólo escuchar su nombre. Muchos huyeron a los más inaccesible de sus montañas, prefirieron habitar en las grutas en compañía de las fieras, que avecindarse con sus inicuos verdugos; otros en su desesperación se dejaron miserablemente morir; y otros, en fin, no acaso los menos afortunados, fueron repartidos en las haciendas de los españoles y forzados a trabajar con más rigor que si fueran esclavos. Tantos sufrimientos, la falta de sustento y el cambio repentino del clima, causaron tal impresión y estrago en aquellos desventurados, que muy pronto se reconoció que habían mermado hasta muy cerca de la mitad de su número.”(pág. 289).
“En su débil y reciente fe, muchos no acertaron a comprender, como de aquella misma religión que a ellos inspiraba sentimientos tan humanos y dulces, sus verdugos fuesen propagadores y celosos defensores;... esto los hacía creer (a los indios) que unos y otros, sacerdotes y conquistadores, curas jueces, estaban en convivencia para mantenerlos en una misma esclavitud, aunque por diferentes caminos. Así, no encontrando refugio ni amparo en parte alguna, se abrazaron con los recuerdos del pasado y se acogían a sus viejas supersticiones.” (pág. 291).

De ésta manera los ahora llamados “mexicanos”, tenemos una larga historia de pérdida de valores (desde la partida de Quetzalcóatl y el colapso del período llamado Clásico Superior), en el que se fue degradando el sustento de la cultura milenaria de Anáhuac.

Pasando por la trasgresión y cambio de valores y orientación de la Toltecáyotl, a manos de los Aztecas; hasta los 289 años que duró el período colonial, en el que los pueblos de México perdieron todos sus derechos; como seres humanos, como civilización y como cultura. En efecto, la colonia fue una época, en la que por una parte estaba proscrita la religión, las leyes e instituciones del pasado; pero al mismo tiempo, las coloniales impuestas por los españoles, resultaban totalmente inciertas y contradictorias. La Corona Española se caracterizó por su ineficiencia gubernamental, su incapacidad para impartir justicia, aun entre los propios españoles y su pésima gestión administrativa. Ante la ambición del poder y la riqueza, primero entre los mismos conquistadores y posteriormente, entre la burocracia y la baja nobleza que llegó a la Nueva España. Por ello, la corrupción del sistema colonial por los propios españoles, marcó el inicio del nuevo proyecto civilizatorio. La tierra, los indios, las leyes, las instituciones, eran prerrogativas del poder, dádivas o concesiones para hacerse rico a toda costa y en breve tiempo, para regresar a “la madre patria”; ya que los españoles siempre se consideraron extranjeros en la Nueva España. Así se inició un estilo desde aquellos tiempos, la explotación despiadada y deshumanizada, sin ninguna consideración a los pueblos originarios; así como la depredación irracional de los recursos naturales, en medio de la naciente corrupción de las leyes, instituciones y autoridades coloniales, formarán los cimientos de lo que tres siglos después, la nación mexicana.

Pero no solo los indios sufrieron las consecuencias de esta corrupción; también los misioneros, que fueron acusados por los encomenderos ante la Corona, porque al defender a los indios, atentaban contra sus intereses. No quedaron exentos los propios conquistadores, que por intrigas, envidias, y traiciones fueron “desplazados” del botín, por los colonizadores. El ejemplo más claro, resultó el propio Hernán Cortés, quien después de muchas intrigas y un juicio muy largo, tuvo un final infeliz. Y así, la alta y baja burocracia que la Corona envió a México, se encumbraba brevemente en el poder, para después caer por la propia corrupción, que les permitía abusar y enriquecerse al mismo tiempo.

EL MÉXICO INDEPENDIENTE[editar]

La nación mexicana para el siglo XIX, nacerá de una situación muy difícil. Por una parte se había perdido desde casi 900 años la vigencia de la Toltecáyotl, proyecto civilizatorio de Anáhuac, eminentemente basado en un desarrollo filosófico-espiritual, simbolizado por Quetzalcóatl y el esplendor de “los hombres de conocimiento”, llamados Toltecas.

Estos milenarios conocimientos, se degradaron poco a poco, ante la ausencia de los maestros, que abandonaron súbitamente lo que hoy en día forma el territorio de México, al rededor del año 900 de nuestra era. Ante la ausencia de los maestros y en manos profanas, este conocimiento se corrompió en beneficio de la nobleza y los sacerdotes durante el período postclásico. Sufriendo su más grave atentado con la expansión de los aztecas, quienes gracias a las reformas ideológicas que Tlacaelel le imprimió a la Toltecáyotl; quien le quitó el sentido espiritual y la convirtió en una doctrina místico-guerrera, con un profundo sentido material y de carácter imperial.

Esta situación empeoró con la llegada de los españoles, al principio por el equívoco de que se cumplían las centenarias profecías y más adelante, por la negación de su civilización durante trescientos años, que mantuvo a los indios en la explotación más inhumana y cruel; por lo que el recuerdo de los valores y conocimientos de su cultura milenaria, se mantuvieron de manera inconsciente en las tradiciones, usos, fiestas y costumbres de los pueblos indígenas y campesinos.

Por otra parte, también se negó a México la mejor herencia cultural de Occidente. En efecto, por lo que ya se ha comentado con anterioridad, en los períodos de la Conquista y Colonia, con muy pocas excepciones llegó a México lo mejor de la cultura española, además de que la Corona Española prohibió el intercambio de ideas y productos de los demás pueblos europeos. Por ello el desarrollo que logró Occidente a lo largo de tres siglos que duró la Colonia, no pudieron ser compartidos por los españoles, criollos y mestizos, y por supuesto que menos los indios, a quienes los mantuvieron en un estatus de vencidos de guerra y representantes de las fuerzas demoníacas; por lo que su cultura estaba totalmente proscrita.

Lo que en el siglo XIX será la nación mexicana, se fue formando durante los tres siglos anteriores; la autoridad, las instituciones y las leyes ejercidas por los peninsulares europeos, se desarrollaban en muchos aspectos con una carencia de legitimidad moral. Las leyes de La Nueva España, no eran las mismas que las de España. Lo mismo sucedía con las autoridades e instituciones.

En España el Rey era designio divino y su representación en la tierra (en el siglo XVI el concepto de la divinidad era muy diferente al actual). Si en España la autoridad divina la encarnaba el Rey; en la Nueva España, la autoridad la usufructuaba “un amigo” del Rey.

En España la institución de gobierno fue Las Cortes, en La Nueva España era El Consejo de Indias.

En España se tenía leyes diferentes que en América, en La Nueva España había leyes especiales para los indios y leyes para los colonizadores.

De modo que quienes ejercían la autoridad, desde las instituciones, a través de las leyes en La Nueva España, casi siempre lo hicieron en beneficio de sus intereses personales, con muy escasa supervisión (en aquella época, el tiempo y las distancias, eran enormes). Los medios de comunicación tardaban meses y en ocasiones años y los costos de la información resultaban extremadamente altos. La administración y burocracia Real eran bastante ineficientes e ineficaces, por lo que la Corona Española jamás pudo gobernar y administrar a la Nueva España, como fue el deseo de sus Reyes.

De lo que resulta, que la Corona Española a lo largo de los 289 años que duró su mandato sobre la llamada Nueva España, no logró exportar e implementar en sus territorios colonizados, las estructuras morales y éticas, que tenían vigencia en la península. La Corona trató de hacerlo primero con los conquistadores, después con “Las Audiencias” y posteriormente con el Virreinato. Pero existía un océano de por medio, la ambición y la corrupción de sus designados para llevar a cabo sus mandatos; desde Hernán Cortés (quien llegó a México, prófugo de la ley de Cuba), hasta el último Virrey La frase célebre de las leyes que llegaban de la península era “se acata, pero no se cumple”.

Por otra parte, debemos considerar que España tenía sus propios problemas, que más tarde la llevaron a perder tanto el control de sus colonias, como su propio liderazgo en el continente europeo. En todo caso, para La Corona Española, lo importante era el arribo a sus arcas Reales de los grandes cargamentos de oro, plata y grana cochinilla. La misma corrupción iniciada por los colonizadores a la larga, impidió que la Nueva España se convirtiera en elemento que potenciare verdaderamente la riqueza y expansión del poderío español.

Por lo anterior, creemos que la nueva civilización que surgiría en la Nueva España años después, careció de una sólida base moral y ética. En principio, porque las conquista de México fue una invasión injustificada y un fragante despojo, y porque los propios españoles, desde Hernán Cortés, usaron la ley, la autoridad y las instituciones para su beneficio personal. De la parte indígena diremos, que la situación aunque era diferente deba los mismos resultados. En efecto, ante la degradación y transgresión de la norma de Quetzalcóatl, sobre todo en el período Azteca, los Mexicas manipularon las leyes ancestrales, las instituciones del México Antiguo para su beneficio personal. En esta parte decadente de la cultura Anahuaca, se llegó a dar el apelativo a los sacerdotes de “Quetzalcóatl”, siendo la autoridad manipulada de esta manera.

Los indígenas, en la conquista y a través de la colonia, se alejaron todavía más de sus milenarias normas y conocimientos. El suponer que los españoles eran los enviados de Quetzalcóatl (Cortés al principio de la invasión, dijo a los indígenas que Quetzalcóatl era el Rey de España y que él, era su capitán), por lo que combatieron al lado de ellos y asumieron la cristianización y la cultura Occidental, como un mandato divino de Quetzalcóatl. Entrando al laberinto de la soledad cinco centenaria, pues en la colonia estaba proscrita su cultura y no podían acceder a la cultura española.

Al final de cuentas, podemos suponer que tanto los españoles y los criollos por una parte; como los mestizos y los indígenas por la otra; crearon las bases sociales y culturales del futuro país, que surgirá en el siglo XIX, con una situación de ausencia de los elementos y valores, más trascendentes de ambas culturas. Unos corrompieron sus milenarias bases éticas y morales; y los otros corrompieron la oportunidad de desarrollar una “Nueva España”, que fuera la vanguardia del pensamiento renacentista y la clausura del pensamiento medieval europeo. En los dos casos, el afán de poder de los Aztecas primero y el de los conquistadores europeos después, con la ambición y la codicia, fueron el caldo de cultivo en donde surgió la corrupción.

La miserable situación en que vivieron los indígenas derrotados, puso de relieve, la miseria de los valores que trajeron los invasores y colonizadores de España. Desde ésta perspectiva no hubo vencedores. Se trató de negar la cultura indígena y no se pudo trasplantar la cultura española. Quedando la corrupción de ambas partes, como el material con que se construirán los cimientos de la futura nación.

De esta manera, surge el movimiento de independencia en México. Nacido de las injustas relaciones de poder político y económico que se daban, no con los pueblos indígenas, quienes asumían su mísera condición de una manera estoica, como resultado de los problemas emanados desde la partida de Quetzalcóatl y las transgresiones que sufrió su filosofía por muchos siglos, hasta la llegada de los españoles y el “error histórico” de confundir a sus invasores, con el mítico Quetzalcóatl.

El movimiento de independencia surge por la necesidad de justicia de los criollos y mestizos, quienes en el sistema colonial, tenían muy limitada su cuota de poder político y económico. Cansados de las injusticias y corrupción de los peninsulares que ejercían el poder en la Nueva España, los criollos y mestizos levantaron en rebelión a los indígenas, pues ellos no tenían el número hombres suficiente para enfrentarse a el ejército colonial, que había ya sofocado fácilmente varios intentos de rebelión.

Los insurgentes usan al cura Miguel Hidalgo, como elemento capaz de alzar a los indígenas, que en el infierno de la colonia, tenían en algún sector de la iglesia sus guías morales y defensores. Los pueblos indios desde el inicio de la colonia, se habían refugiado en su ancestral misticismo, para huir de la dramática realidad, donde el sincretismo religioso fue un elemento que les permitió asirse al nuevo mundo hostil y adverso.

De esta manera se inicia la segunda “explosión social” y los pueblos indígenas comienzan una nueva lucha, ayer dirigida por los conquistadores en contra de los aztecas transgresores de la norma de Quetzalcóatl; ahora encabezada por los criollos y mestizos, dirigida en contra de los españoles peninsulares. Los criollos al inicio del movimiento insurgente, sólo pedían independizarse de la autoridad virreinal, encarnada en los peninsulares, pero manteniendo la subordinación a la Corona Española. El objetivo fundamental era quitarle los privilegios y prerrogativas que tenían los peninsulares, en la administración pública, el clero y el ejército, y que se traducía en el control político y económico de la Nueva España, pero sin romper con España.

Los criollos trataron de hacer lo mismo que hizo Hernán Cortés con Diego Velásquez; esto es, independizarse de la autoridad de Cuba e inmediatamente iniciar trato directo con la Corona Española.

Para 1810, Napoleón Bonaparte tenía invadida a España y los Reyes eran prisioneros de los franceses, gobernando España el hermano de Napoleón. Por su parte los ingleses, enemigos acérrimos de Napoleón, no permitían a través de su poderosa armada, que las naves francesas se apoderaran de las riquezas de las colonias españolas.

Los criollos trataron de usar esta coyuntura, para liberarse de los peninsulares. Pretendían una supuesta independencia de España, mientras los Reyes estuvieran prisioneros de Napoleón y cuando España expulsará a los franceses, los criollos regresarían al seno de la Corona Española, pero con todo el poder que les habrían quitado a los peninsulares.

Sin embargo, este proyecto fracasó, en parte porque los iniciadores del movimiento murieron y los siguientes líderes, en especial José María Morelos, le darán un sentido verdadero de independencia al movimiento armado. Cabe destacar que Morelos era mestizo y fue quien sentó las bases jurídicas e ideológicas de la futura nación.

Sin embargo, al triunfar la lucha armada de los insurgentes (producto de la traición de Agustín de Iturbide; un criollo puesto por los peninsulares al frente del último ejercito colonial). De esta manera es derrotado el poder de los peninsulares representado por el ejército virreinal. Aunque las ideas libertarias vencen en el terreno militar, en la práctica son derrotadas por los intereses y ambiciones de poder político y económico de los propios criollos. La corrupción de la norma de Quetzalcóatl, así como la corrupción del sistema colonial, por fuerza corrompe los ideales del movimiento armado que inició en 1810. El caso era quitar a los corruptos peninsulares, para ejercer corruptamente el poder y tener el acceso al enriquecimiento rápido y sin límites. Los criollos ahora convertidos en los nuevos detentadores del poder para explotar y depredar a los indios y sus recursos naturales: careciendo de toda legitimidad y fuera de la voluntad sustentadora de los pueblos gobernados, tratan de hacer de lo que quedó de La Nueva España, una nación como las que se estaban formando en Europa.

Un siglo luchan los criollos por el poder. Se dividen en dos bandos, unos seguidores de la corriente masónica llamada Yorkina y los otros en la corriente Escocesa. Unos fueron federalistas y los otros centralistas; unos pensaban que necesitaban a un noble europeo para construir su nación, los otros creían que tenía que ser un mexicano. Tal vez en lo único que los dos bandos estaban de acuerdo era en dos cosas. La primera, era que tenía que ser un modelo europeo y la segunda, que en ese proyecto no cabía la milenaria civilización indígena, que los criollos y los mestizos, construirían este país a pesar de la carga que representaban los pueblos indios, que para este siglo fueron considerados como primitivos y un lastre para la europeización de la naciente nación.

Paradójicamente el único gobernante que verdaderamente se interesó (aunque sea de manera curiosa e ingenua) por el pueblo y la cultura indígena, fue Maximiliano. En este siglo, entre luchas fratricidas y traiciones, los “los nuevos mexicanos” sufren dos invasiones y pierden la mitad del territorio que habían heredado del período colonial.

EL MÉXICO DEL SIGLO XX[editar]

La tercera explosión social se inicia a principio de éste siglo, los pueblos indígenas y campesinos son levantados por intereses, en un principio creados por las pugnas por el poder entre la misma clase dirigente. En efecto, Francisco I Madero, era hijo de una de las familias más ricas del norte del país y que había estudiado en el extranjero, pretendió la vicepresidencia con el Porfirio Díaz. El dictador no accedió y esto fue motivo para que el grupo del norte apoyara a Madero en su lucha política, en contra de la no reelección de Díaz. A la muerte de Madero estalla la verdadera explosión social. Los ideales reivindicatorios de Emiliano Zapata, representan los más profundos y ancestrales reclamos de los pueblos indios y campesinos por su lucha por la tierra.

Esta lucha se ve corrompida, tanto por los intereses personales de los últimos dirigentes, como por la presencia de los intereses extranjeros. Inglaterra, Francia y Alemania, quienes estaban penetrando a México bajo los auspicios de Díaz, serían rechazados por Estados Unidos a través de los dirigentes revolucionarios que apoyaba el país del norte, a través de su doctrina Monroe.

La nueva sociedad, ahora con injerencia mayoritaria de los mestizos, pero manteniendo el poder económico los criollos, no puede ser ajena a las ancestrales estructuras de corrupción, se siguen manteniendo casi las mismas formas coloniales de explotación y depredación del pueblo y sus recursos naturales, sólo que ahora en favor del capital Norteamericano.

El nuevo sistema producto del reacomodo de las fuerzas políticas y económicas, no cambió el sistema colonial de explotación. El despojo y la opresión a través de la corrupción siguieron siendo la norma. Las transformaciones paradójicamente devienen de antiquísimas concepciones indígenas, mantenidas en el subconsciente colectivo, que tienen una vía de acceso al poder por el ascenso de una inmensa masa de mestizos en la vida política y económica del país. Las formas de poder actual mucho tienen que ver con el proceso colonial; pero también con formas indígenas, que se mantuvieron “latentes” durante muchos siglos.

Este sincretismo cultural es más evidente en el terreno político, que explica de alguna forma, la permanencia en el poder del partido político más antiguo del mundo en México; ya que tiene que ver (por lo menos en sus primeros cincuenta años) con una vieja concepción indígena del poder, donde éste, es mágico y sobrenatural. Sin embargo, hay que mencionar que si bien, como se apuntó, los mestizos han tenido una mayor participación en la distribución del poder en el presente siglo. Lo cierto es que los criollos han sabido mantener su hegemonía de poder, en todos campos importantes de la sociedad, como en: economía, política, ciencia, arte, educación, comercio, comunicación, etc., bástenos ver los apellidos destacados, en cada parcela de poder.

Desde esta perspectiva, tal parece que nada ha cambiado, en lo esencial, en estos últimos 800 años. En efecto, desde la llegada de los Mexicas al valle del Anáhuac, la profecía del regreso de Quetzalcóatl para instaurar su reino de paz y sabiduría, ha venido siendo usurpado por unos y otros, (aztecas, españoles, franceses, norteamericanos); desmantelando y deteriorando las bases de una de las más antiguas civilizaciones del mundo. Estas bases que se encuentran simbolizadas en lo que el Dr. Miguel León Portilla llama “TOLECÁYOTL”; José Luís Martínez en su obra “Nezahualcóyotl, Vida y Obra” nos dice:

“No es extraño, entonces, que en sus ideas religiosas Nezahualcóyotl haya vuelto también a las antiguas doctrinas toltecas. Lo que sabemos de éste pueblo es por lo general legendario e incierto. Para los antiguos pueblos indígenas de mediados del siglo XV lo Tolteca era un sinónimo de perfección, arte y sabiduría, y el pueblo o el período Tolteca se considera el pasado remoto y dorado de los pueblos nahuas” (Pág. 80).

La corrupción que se inició desde la partida de Quetzalcóatl, de los valores humanos que se crearon y desarrollaron a lo largo de miles de años, así como la posterior negación y destrucción de esa cultura por la conquista; y el trasplante fallido (por la corrupción) de la cultura Occidental, en el período colonial, ha dado como resultado un sistema permanente y centenario de corrupción.

De ésta forma; la Ley, las Instituciones y las Autoridades, casi nunca han basado sus cimientos en lo que el Dr. Guillermo Bonfil Batalla llamara “EL MÉXICO PROFUNDO”. Casi siempre las leyes, las instituciones y las autoridades, han sido botín de lucha o dádiva de la gracia de un poder mayor, que momentánea o circunstancialmente sirve para intereses personales de poder o enriquecimiento, pero que, casi siempre ha estado alejado de las aspiraciones, tradiciones y valores más profundos, de los millones de mexicanos que han vivido a lo largo de milenios, en lo que hoy conforma el territorio nacional. Sobre los conceptos del llamado “MÉXICO PROFUNDO y el México imaginario”, el Dr. Bonfil nos dice:

“La historia reciente de México, la de los últimos 500 años, es la historia del enfrentamiento permanente entre quienes pretenden encausar el país en el proyecto de la civilización Occidental y quienes resisten arraigados en formas de vida de estirpe mesoamericana”. (Pág. 10).

“La descolonización de México fue incompleta: se obtuvo la independencia frente a España, pero no se eliminó la estructura colonial interna, porque los grupos que han detentado el poseer desde 1821 nunca han renunciado al proyecto civilizatorio de Occidente ni han superado la visión distorsionada del país que es consustancial al punto de vista del colonizador. Así, los diversos proyectos nacionales conforme a los cuales se ha pretendido organizar a la sociedad mexicana en los distintos períodos de su historia independiente, han sido en todos los casos proyectos encuadrados exclusivamente en el marco de la civilización Occidental, en los que la realidades México Profundo no tiene cabida y es contemplada únicamente como símbolo de atraso y obstáculo a vencer.”

Desde la partida de Quetzalcóatl y la corrupción de sus enseñanzas, México ha mantenido una permanente situación de corrupción; los aztecas, los conquistadores, los criollos y los mestizos, han ido corrompiendo las bases milenarias de una civilización que se caracterizó por su inmenso apego a normas de gran fuerza moral y espiritual.

El recuerdo del regreso de Quetzalcóatl se ha mantenido en el inconsciente de los pueblos de México, el “banco genético de información” del México Profundo, hace que estos pueblos estén en espera de ese líder legendario, que vendrá a salvarlos; así, sucesivamente a través de la historia, se ve que los grandes movimientos sociales, han tenido que ser encabezados por líderes que tuvieron grandes connotaciones místico-religiosas; Tlacaelel, Cortés, Hidalgo, Morelos, Zapata, por citar sólo algunos nombre. A partir de la conquista, los pueblos indígenas y campesinos, ante la destrucción y persecución de sus instituciones y cultura, tuvieron que refugiarse en los preceptos místicos y morales más profundos de su antigua civilización por una parte y por la otra se adaptaron a las nuevas condiciones, por más que estas le fueran adversas. El padre Gay nos dice en su historia de Oaxaca lo siguiente:

“El resultado de tales excesos (de los españoles) era fatal para las costumbres y para la fe de los indios. Los Chochos, pueblo valiente de la mixteca, entre otros, disgustados por vejaciones de extranjeros, después de convertidos al cristianismo volvieron a sus antiguas idolatrías. Estos indios escarmentados por los sufrimientos que tuvieron, llegaron a cobrar gran odio a los blancos, confundiendo en una común malevolencia también a los sacerdotes. Juzgaban que el oro era el único interés de estos, como el único móvil de los primeros; y así, resolvieron llenarles las manos de riquezas, guardar exteriormente todas las formalidades de cristianos y continuar en lo privado sus viejos usos.”

De esta manera la forma corrupta en que se implementó el orden colonial, tanto entre los españoles como en contra de los indios, permitió que nunca se consolidara el nuevo proyecto civilizatorio. Los propios españoles corrompieron la ley, las instituciones y la autoridad; esto permitió de alguna forma la supervivencia de la cultura indígena, quienes implementaron desde entonces una elaborada y compleja estrategia de resistencia, que tenía dos grandes vertientes. La primera era tratar de conservar de manera “disfrazada” los valores más importantes de su cultura en el nuevo orden colonial; y la segunda fue, corromper lo más que se pudiera las leyes, instituciones y autoridades de sus opresores, sabedores de que era el único medio que tenían para enfrentar a los españoles. Especulando podríamos suponer que si en la colonia en México, no hubiera existido la corrupción, los objetivos de la corona española se hubieran cumplido en México y seguramente la historia sería otra. Como el orden colonial no se acabó en la independencia, de alguna manera sobrevive hasta nuestros días.

El México imaginario sigue tratando de “rescatar, cristianizar, civilizar, integrar, progresar, modernizar, desarrollar, globalizar” al México profundo, a través de sus leyes, instituciones y sus autoridades, que casi siempre surgen de un proceso corrupto o ajeno y con los sucesivos proyectos importados siempre externos y ajenos a la realidad de los pueblos de México, que fieles a una tradición místico-espiritual, rechazan el atesoramiento, el individualismo y el aspecto material de la vida.

La ausencia centenaria de los valores morales y éticos en la ley, las instituciones y la autoridad en México; tanto de los indígenas y mestizos, como de los criollos y de los españoles, ha imposibilitado en parte, que se desarrolle un proyecto nacional a largo plazo.

La ley, las instituciones y la autoridad han sido desde hace siglos botín de quienes lo detentan, sin importar la misión, objetivos y funciones del poder. Lo que cuenta es quién tiene el poder, para servirse de él, no importa que se trasgreda el espíritu de donde emana el poder en México, de tal suerte, ha servido para amasar grandes fortunas de un día para otro y luego salir huyendo primero a Europa y ahora a Estados Unidos. En el México imaginario pocos ciudadanos creen interior y profundamente en las leyes, las instituciones y las autoridades; comenzando por las mismas autoridades quienes son las primeras en transgredir las leyes y en usar a las instituciones para sus intereses personales, desde Hernán Cortés hasta el policía de la esquina.

De esta manera el sistema colonial sigue vigente, la ley, las instituciones y la autoridad son tan solo un vehículo para el beneficio personal de quien los detenta. Antes era llevarse el oro a España, ahora es llevarse los dólares a Suiza. La corrupción de las leyes, instituciones y autoridades es la herencia de la colonia, base del México imaginario.

FRENTE A LO PROPIO[editar]

Sin embargo, los mexicanos asombrosamente hemos mantenido en algunos casos intacto, y en otros de manera sincrética, un conjunto de valores en el campo de lo propio, que han podido sobrevivir a los cinco siglos de negación y explotación. Este conjunto de valores nos han permitido mantener a pesar de los pesares, “un rostro propio y un corazón verdadero”.

De esta manera, las leyes, instituciones y autoridades del México profundo mantienen un carácter clandestino, no formal o de poca valía ante el México imaginario; mantienen unas normas de incorruptibilidad asombrosas. En efecto, el derecho consuetudinario, (a través de las tradiciones, usos y costumbres), las instituciones (como las mayordomías, las cofradías, el compadrazgo, la familia, la amistad) y las autoridades (tradicionales y religiosas), lo mismo en comunidades indígenas y campesinas, como en los cinturones de miseria de las ciudades, son mantenidos de manera impecable e incorruptible. En cualquiera de estos aspectos cuando se empeña la palabra, tienen mayor peso legal y moral que las leyes de la otra cultura, la dominante.

De este modo el ciudadano del México profundo mantiene una doble posición frente a la corrupción. Para las leyes, instituciones y autoridades del México imaginario tiene una actitud corrupta, casi cínica, tratando de lograr sus beneficios y evitando sus perjuicios, y en cualquier oportunidad poder acceder al poder para utilizarlo en su beneficio personal. Pero al mismo tiempo mantiene una actitud de incorruptibilidad para ese espacio que él siente propio y verdadero.

La corrupción es innata al hombre, no podríamos suponer que una raza o una cultura determinada tienen mayor posibilidad para corromperse. Como hemos expuesto la corrupción está presente tanto en los españoles y criollos como en los mestizos e indígenas; tanto en el México imaginario como en el México profundo, la diferencia que se podría establecer, es que, para el México imaginario es una manera de enriquecimiento y para el México profundo una mera de permanencia. Siempre y cuando entendamos por supervivencia, “la fractura”, “la incapacidad”, el sabotear a las leyes instituciones y autoridades emanadas del proyecto civilizador del México imaginario.

EL MÉXICO PROFUNDO[editar]

El proyecto civilizatorio que emprendió Occidente en México desde 1521, procuró por todos los medios posibles la destrucción de la cultura autóctona. Los indígenas en su calidad de vencidos tuvieron que irse adaptando al nuevo proyecto en el que solo figuraban como mano de obra o como un obstáculo a vencer. Bonfil Batalla nos dice en su obra citada:

“Los pueblos del México profundo crean y recrean continuamente su cultura, la ajustan a las presiones cambiantes, refuerzan sus ámbitos propios y privados, hacen suyos elementos culturales ajenos para ponerlos a su servicio, reiteran cíclicamente los actos colectivos que son una manera de expresar y renovar su identidad propia; callan o se rebelan, según una estrategia afinada por siglos.”

Los colonizadores españoles a diferencia de los ingleses en Norte América, nunca se propusieron crear una nación o un reino. América fue un lugar para enriquecerse, a costa de los indígenas y en muchos de los casos en contra de las leyes y autoridades que la corona había establecido en la Nueva España. Esto propició como ya lo hemos dicho, un clima de corrupción generado por los propios españoles.

De ésta manera creemos que si los propios españoles corrompían las leyes, las instituciones y las autoridades, los indígenas en ese proceso de adaptación a largo plazo, encontraron en la corrupción el medio que les permitía de alguna manera mantener su continuidad y permanencia. Así, podríamos suponer que el sincretismo cultural, tuvo en algunos casos a la corrupción como elemento reactivo.

La religión podría ser un ejemplo. En principio la condición fundamental para realizar los descubrimientos, conquista y colonización era la de ganar almas para la religión católica, esto fue el argumento moral que permitía el proceso de depredación y explotación. En la práctica, los conquistadores y los encomenderos fueron los que iniciaron la corrupción de la magna empresa de crear en las tierras descubiertas “La Nueva España”. El propio Hernán Cortés mandó asesinar a Fray Juan de Tecto, sacerdote que envío el rey de España y que trató de proteger a Cuauhtémoc, motivo por el cual fue ejecutado. Fueron muchos los conflictos que tuvo la iglesia en América en contra de las autoridades y colonizadores por la corrupción del sustento moral de la colonización. A los españoles lo que les interesaba era que los indígenas les produjeran riquezas, no importando los medios, fueron estos la práctica de sus antiguas creencias, en un acuerdo no escrito, para que a cambio los indios trabajaran para la prosperidad del español.

Otro caso puede ser el fenómeno del propio mestizaje sanguíneo. En efecto, los colonizadores hasta entrada la colonia trajeron a sus mujeres a vivir a la Nueva España, insistimos México era un lugar transitorio para enriquecerse y regresar a “la civilización”. En aquellos tiempos los indígenas eran considerados como animales y la supuesta superioridad de la raza blanca estaba fuera de cualquier duda. Si esto fue así, entonces debemos entender el mestizaje como una corrupción de la “raza” desde la óptica hispánica. En el siglo XVI los españoles consideraban a los indígenas como animales, carentes de alma. Uno de los diez mandamientos señala el “no fornicaras”, lo que implica no tener relaciones sexuales con animales. Los españoles al “fornicar” transgredían un mandamiento, iniciando desde los primeros días de la invasión el mestizaje. Por el contrario los colonizadores ingleses y franceses, no se mezclaron con los indígenas de Norteamérica y los mestizos eran sumamente rechazados, marginándolos de la cultura blanca, y obligados a permanecer en las comunidades indígenas.

La obsesión de la riqueza a toda costa, propició la corrupción de los cimientos y las estructuras de la Nueva España .Ante esta situación, los pueblos indígenas vieron en la corrupción una manera de mantener de alguna forma sus tradiciones y costumbres, y por la otra de literalmente sobrevivir.

A través del tiempo la corrupción en las leyes, instituciones y autoridades coloniales, debilitó e hizo de alguna manera ineficaz el gobierno de la corona española, estas fugas de autoridad, concesiones, sobornos, ineficiencias de las instituciones e ineficacia de sus leyes, permitieron que nunca se lograra hacer de Anáhuac la soñada “Nueva España”. De esta maneara, si por una parte se trató de destruir la cultura de los indios vencidos, la corrupción de los propios españoles y su sistema colonial lo impidió. Por la corrupción no se logró estructurar y operar eficazmente el proyecto colonizador, en el que estaban condenados a desaparecer los pueblos indios; tal como sucedió en Estados Unidos, Argentina o Uruguay.

De esta manera desde la conquista hasta nuestros días la corrupción fue y es uno de los medios por los cuales el llamado “México profundo” a podido resistir los constantes embates del “México imaginario”.

Los diferentes proyectos del México imaginario, desde la creación de una “Nueva España”, pasando por la construcción en el siglo XIX de una moderada nación como las europeas de su tiempo; hasta la industrialización, la neo-liberación económica y la globalización. En los cuales casi nunca se ha tomado en cuenta el proyecto milenario de la civilización que produjo el “México Profundo” nunca se ha podido consolidar, en parte por la corrupción de quienes tratan de implementar éstos proyectos; en parte por la corrupción de quienes se resisten tercamente a asumir como propios éstos proyectos.

LA CORRUPCIÓN SOMOS TODOS[editar]

Los más profundos cimientos de lo que hoy es la sociedad mexicana, indiscutiblemente están en el “México Antiguo”, por más que éstos hayan sido tratados de destruir en el periodo de dominio español y en los últimos dos siglos, donde se ha tratado de “borrar” de la conciencia de los hijos del llamado “México profundo”. En efecto, los criollos primero y los mestizos después, nunca han renunciado a la supuesta superioridad de la cultura occidental. Ya sea en la historia oficial, que guarda una tendencia hispanista declarada, o en la actitud que se tiene frente a lo indígena en nuestros días de hoy, en donde los conceptos de “primitivismo” e ignorancias son epítetos no declarados, que se manejan implícitamente en el discurso cotidiano en torno a las culturas indígenas y campesinas.

Sin embargo son muchos los investigadores del pasado prehispánico que coinciden en señalar la fuerza, penetración y desarrollo de la civilización mesoamericana. Recientemente Rubén Bonifaz Nuño, López Austín, Laurette Séjourné, León Portilla y Romerovargas Yturbe entre otros nos hablan de ésta portentosa herencia sociocultural.

“primero hay que determinar los principios fundamentales de su organización para poder comprenderla. Así como el pensamiento y las creencias de los pueblos son fruto de la observación y de elucubración humana, la organización política está en íntima relación con el pensamiento económico, científico, filosófico y religioso de los pueblos.

Del concepto matemático, astronómico, físico y biológico que tuvieron del universo los anahuacas, mediante la observación de la naturaleza y la reflexión, conformándose a ella y superándola también, estableciendo un orden político y social adecuado a las condiciones físicas, económicas y científicas, con el propósito fundamental de promover y preservar la vida de la colectividad en el país, alcanzando de tal suerte UN ALTO GRADO DE CULTURA Y CONOCIMIENTO, tanto de la naturaleza de la tierra como del universo”. Romerovargas Turbe, “Los gobiernos socialistas de Anahuac” p.19.

Laurette Séjourné en “Pensamiento y religión en el México Antiguo” nos dice:

“Por su súbita emergencia y su vigor creador, Teotihuacán parece concebida en el deslumbramiento de esta revelación exaltante y, como en un vasto poema, cada uno de los elementos que lo componen forma rigurosamente de un todo altamente inspirado.

Sorprende no encontrar antecedentes de los principales factores de una civilización cuyas normas en su esencia, quedarán intactas hasta la conquista española”. (Pág. 96).

Ignacio Bernal en “Notas preliminares sobre el posible imperio teotihuacano”, Estudios de Cultura Náhuatle, hace una reflexión sobre la cultura más importante del período clásico.

“Por otro lado, si Teotihuacán se hubiera mantenido cuando menos 800 años como una ciudad predominante sin ningún poderío militar, esta Pax Augusta sería un caso de tal manera único en la historia, que es difícil creer que haya sucedido.

No conocemos en toda la historia universal un solo imperio que haya podido formar sin recurrir, aunque sea indirectamente, a las armas, y en realidad en casi todos los casos se basa principalmente en ellas, aun cuando es evidente que por encima existe una ideología que las dirige.” “Hay también la posibilidad de que la expansión se basara en una religión preponderante o más prestigiosa que las demás, y que por ello no necesitará recurrir a la fuerza. El cristianismo y el budismo, por ejemplo, se han extendido inmensamente sin que las armas hayan jugado un papel importante en esa difusión”. (Pág.37).

De ésta manera el desarrollo alcanzando por las culturas mesoamericanas a lo largo de varios miles de años, no pudo desaparecer de sus herederos, por más esfuerzos que hicieron los españoles primero y los criollos después. Las normas sociales, morales y religiosas se mantuvieron de una u otra forma y en ello, creemos contribuyó la propia corrupción de las leyes, instituciones y autoridades españolas, que por la propia degradación producida por la misma corrupción, resultaron ineficaces en la destrucción de la civilización mesoamericana y al mismo tiempo impidieron el desarrollo del nuevo proyecto civilizatorio de Occidente de manera eficiente y total.

Desde la colonia hasta nuestros días, en estos casi cinco siglos, el país ha sufrido varios proyectos civilizatorios, siempre negando la cultura ancestral, y orientados al modelo europeo. El común denominador ha sido la corrupción de quienes los han tratado de imponer y de quienes se han resistido a asumirlos. Por ello nos atrevemos a decir que “la corrupción somos todos”.

En la colonia, al desmantelar y destruir las instituciones milenarias de los pueblos vencidos, las instituciones ajenas e impuestas siempre han estado al servicio de un proyecto que no compartía la mayoría de los habitantes de la colonia, y a través del tiempo de la Independencia y de la Reforma, estas instituciones nos eran ajenas, porque además de ser creadas en otro contexto histórico y cultural, eran por lo general dañinas a los intereses de ese pueblo vencido. Las instituciones tenían como objetivo regular la extracción de la riqueza para favorecer a la corona española en la colonia, y en la época llamada independiente, pretendieron favorecer a los criollos y sus amos europeos.

Las leyes tenían ese mismo origen y fin, el derecho consuetudinario elaborado a lo largo de miles de años, de pronto fue invalidado. La ley primero del conquistador y después “la maraña” de leyes pensadas en España y traídas a México, pocas veces tuvieron el objetivo de regular el desarrollo equitativo y justo de los súbditos de la Corona en La Nueva España. Y como hemos dicho, cuando estas lo trataron de hacer, eran acatadas pero no cumplidas. La corrupción de los propios españoles impidió desde un principio, que estas leyes, injustas para unos (los indios) pudieran cumplirse cabalmente, por lo que el concepto de justicia, cualquiera que este hubiera sido, no pudo crear un clima de respeto y regulación entre los súbditos de la corona, fueran estos españoles e indígenas.

La autoridad en cambio tuvo otro proceso, aunque al igual que las leyes e instituciones fueron ajenas e impuestas, la autoridad de alguna manera tuvo una inmediata adopción por los vencidos. En parte, porque el respeto y culto a la autoridad era una herencia ancestral. Los conquistadores al principio de la colonia, mantuvieron las estructuras de autoridad para dirigir, organizar y explotar a los indígenas. Se cortó el vértice superior de la pirámide de mando y en ella se ubicó a los españoles.

Al término de la colonia y producto del mestizaje, el concepto de autoridad sufrió un sensible cambio. La herencia milenaria indígena produjo un sincretismo en lo relativo a la autoridad se introdujeron fuertes orientaciones místicas y sagradas. En el siglo XIX y lo que va del XX, la autoridad en México es una mezcla de lo indígena y lo español, los mestizos al flexibilizarse el sistema colonial, han ido escalando puestos en la pirámide de poder y “el México profundo”, se ha ido expresando nuevamente. De esta manera el concepto de autoridad en México es muy diferente que el europeo, el caso más importante podría ser la autoridad presidencial, que en México toma connotaciones en espacios de lo sagrado y de lo místico. En la sombra del presidencialismo hay contornos dibujados por el añorado Quetzalcóatl y el gran Tlatoani del México antiguo.

Así el ejercicio de la autoridad no ha quedado exento del fenómeno de la corrupción; por el contrario, por el vértice de la autoridad transita la corrupción de las leyes y las instituciones, que siempre quedarán a la disposición del que en ese momento ejerzan el poder. Aquí ha existido siempre un conflicto; las leyes y las instituciones siempre han sido ajenas... pero la autoridad de alguna forma nos pertenece. Por ello generalmente las leyes y las instituciones se ajustan a la autoridad y no al contrario, como supuestamente debiera ser. Es común a lo largo de la historia en México, que cuando es usurpada la autoridad vigente, inmediatamente se trata de “legalizar” la autoridad entrante, a través del uso y adecuación de las leyes y las instituciones.

La corrupción paradójicamente es lo que le ha dado fuerza y al mismo tiempo ha debilitado a la autoridad, le permite “SER” pero le impide ‘HACER’. Así uno a uno, los sucesivos proyectos civilizatorios, las reformas y transformaciones que ha sufrido el México profundo a manos del México imaginario, no ha podido consolidarse gracias a la corrupción. Suponemos que si no hubiera existido la corrupción, desde esta óptica, el proyecto civilizatorio que España quiso implementar en México, se habría llevado a cabo de manera más eficiente y eficaz, por lo cual nuestra realidad sería muy diferente. Especular qué habría sucedido, de cómo la matriz filosófica-cultural del México antiguo hubiera permanecido, si no hubiera existido la corrupción de los propios españoles, no es materia de este trabajo. Sin embargo, tenemos ejemplos históricos, como es el caso de las culturas indígenas del Norte del continente, ante el encuentro con los ingleses y franceses para los que la colonización tenía otros objetivos, sin dejar de señalar su espíritu “puritano” y racista.

EN BUSCA DE UN ESPEJO[editar]

Es la corrupción entonces el origen de todos nuestros males y el estigma de nuestro mestizaje, o es un elemento negativo que paradójicamente nos ha permitido resistir quinientos años de negación total. Como se ha dicho, la corrupción es un “cáncer” de nuestra sociedad, que vive en casi todos los espacios y niveles de la sociedad y el estado; pero valdría reflexionar; si ese cáncer en realidad ha debilitado fatalmente el proyecto de la civilización del llamado “México profundo” o es acaso que donde más se ha desarrollado es en el proyecto del “México imaginario”.

¿No se podría pensar que la corrupción de alguna forma ha sido positiva para el México profundo? Porque por otra parte, como hemos señalado, los mexicanos somos incorruptibles en los espacios que consideramos propios. El México profundo está pletórico de valores, autoridades, leyes no escritas e instituciones que han logrado sobrevivir entre otras cosas, gracias a la incorruptibilidad del espíritu que las genera. En efecto, en un México pluricultural, pluriétnico y plurilingüístico, con un inmenso mosaico de culturas indígenas, campesinas, suburbanas e innumerables cinturones de miseria en torno a las grandes ciudades, han logrado sobrevivir elementos culturales que son y han sido la estructura social, moral e histórica de los herederos del llamado México profundo. En estos elementos culturales, que sobreviven “camuflados”, ocultos o a flor de piel, en las tradiciones, usos, costumbres y fiestas; existe un profundo sentido de incorruptibilidad, son estos espacios, donde lo PROPIO se conserva a pesar de la misma vida. En estos espacios, donde poco ha penetrado el México imaginario, la corrupción poco se ha desarrollado.

El México profundo resiste estoico los embates del México imaginario, acepta y participa en su corrupción, podríamos decir que hasta con actitudes “cínicas”. Mantiene una actitud de “indio sumiso” cuando tiene que sufrir las consecuencias de la corrupción de las autoridades, instituciones y leyes cualquiera que estas sean, pero al mismo tiempo mantienen una actitud de indio ladino cuando puede usufructuar para su beneficio, la corrupción de la autoridad, las instituciones y las leyes. Pero difícilmente se corromperá en los espacios propios, donde la ley no escrita de la costumbre, las instituciones sociales, así como de las autoridades tradicionales le dan fortaleza para resistir la amenaza permanente de su continuidad y presencia.

EN BUSCA DE UN ROSTRO PROPIO[editar]

Esta obstinada resistencia, nos hace suponer que en el México profundo siguen presentes y vigentes las antiguas profecías del México Antiguo. Que en “el banco genético de información” acecha el esperado regreso de Quetzalcóatl para restablecer su reino de paz y sabiduría.

Este trabajo como se ha dicho, se basa en la tesis del Dr. Guillermo Bonfil Batalla en la que se establece la existencia de dos “Méxicos”, uno llamado “profundo” y el otro llamado “imaginario”; también se establece que la crisis producida por el colapso cultural que sucedió en el período prehispánico conocido como “Clásico Superior”, afecto enormemente los procesos culturales posteriores. Asimismo la presencia mítica en el subconsciente colectivo del regreso de Quetzalcóatl, que vendría a restablecer su reino de paz, armonía y amor. La transgresión de la norma de Quetzalcóatl por la ideología, místico-guerrera de los mexicas y la llegada de Hernán Cortés precisamente en el año uno caña, cumpliéndose con ello la añeja profecía, por la que los dirigentes mexicas tuvieron que enfrentar a sus conquistadores como el cumplimiento de un designio histórico, en el que ellos eran transgresores de una enseñanza milenaria y por ello se inmolaron en la defensa de México-Tenochtitlán ante los españoles.

A estos elementos habría que sumarles los de la contraparte española, en la que la empresa de la conquista tenía objetivos fundamentalmente económicos, basado en una supuesta legalidad otorgada por la iglesia y la corona se podría, “descubrir, rescatar oro y pacificar” que no era otra cosa que invadir, robar y explotar. La empresa de la conquista y posterior colonización casi siempre se mantuvieron con conflictos legales, empezando por el propio Cortés quien llegó a México, prófugo de la ley de Cuba y posteriormente los conflicto emanados entre los conquistadores y las nuevas leyes, instituciones y autoridades de la corona en la llamada Nueva España”, lo llevaron a la misma cárcel. La corrupción interna del proyecto civilizador español en México, mantuvo y acrecentó enormemente el problema de corrupción que venían sufriendo los pueblos mesoamericanos del período Postclásico. En efecto, mientras los aztecas desarrollaban su ideología imperialista-militar-materialista, representada en la dualidad Tláloc-Huitzilopochtli, muchos otros pueblos como los mayas, purépechas, tepanecas entre otros mantenían la antigua dualidad Tláloc-Quetzalcóatl, que aún se manifestaba en algunos de los pueblos de la llamada triple alianza, ya que los texcocanos por influencia de Netzahualcóyotl se mantuvieron fieles a la antigua doctrina tolteca.

Este problema de corrupción fue hábilmente aprovechado y manipulado por Cortés para realizar la conquista. Sin embargo los propios problemas de corrupción que tenían los españoles tanto conquistadores como colonizadores, hicieron que las bases del proyecto civilizatorio en México, desde sus más profundos cimientos, se desarrollan en un clima de corrupción. Corrupción por ausencia del mítico Quetzalcóatl y la presencia de Huitzilopochtli; corrupción por ausencia de una base moral o ética para invadir, conquistar y explotar a un pueblo que no conocían y no les había hecho nada, tan solo existir y poseer recursos naturales. Corrupción porque siempre la autoridad suprema se encontraba lejana, corrupción porque las leyes e instituciones de la Nueva España, no eran las mismas que las de España.

Corrupción porque las autoridades no eran las mismas, en España la autoridad suprema eran los reyes y su autoridad por todos aceptada en aquel entonces era voluntad divina de dios en la tierra. En la Nueva España la autoridad era producto de presiones políticas y económicas, era al final de cuentas un puesto de confianza, en el que la ambición y la distancia propiciaban su corrupción.

Por ello se creó desde los inicios una doble actitud frente a la autoridad, las instituciones y las leyes, tanto en los indígenas como en la de los españoles. Mientras que para los primeros las autoridades, instituciones y leyes propias, tuvieron que mantenerse en la clandestinidad, perseguidas por los españoles, lo cual los orilló a transformarlas, camunflajearlas y adaptarlas al nuevo orden colonial y al mismo tiempo tuvieron que someterse a las nuevas autoridades, instituciones y leyes que les eran totalmente adversas y definitivamente ajenas, las cuales (para ellos) carecían de toda base moral y ética.

Para los segundos, también existía dos tipos de autoridades, instituciones y leyes; las de España y las de Nueva España, al igual que para los indígenas; unas eran propias, las que se habían ganado con la fuerza de las armas en donde habían expuesto el patrimonio personal y hasta la propia vida, tanto por los conquistadores como por los colonizadores; y las que venían de afuera, sujetas a otra realidad e intereses políticos y económicos, en muchos de los casos “injustas” para su realidad y sus intereses, y que a la larga produjo la independencia.

La Nueva España empieza a construirse en esta dualidad, tanto para los indios como para los españoles. Así podemos suponer que las autoridades, instituciones y leyes para los dos grupos se podían dividir claramente en las propias y las ajenas. Unos y otros defendían las propias y corrompían las ajenas. La guerra de independencia fue entonces producto de la defensa de los valores propios de los criollos frente a las injustas relaciones con las leyes, autoridades e instituciones de la corona y la participación de la masa indígena se entiende como la defensa de lo propio, en una explosión social frente a los españoles y los criollos, aliándose temporalmente y circunstancialmente a estos últimos.

Por todo lo anterior presuponemos que el proyecto civilizador del llamado “México imaginario” desde su base, nace con el fenómeno de la corrupción. A diferencia de los países que no sufrieron un período colonizador, México ha ido arrastrando este problema, las bases de la autoridad, las instituciones y las leyes, tienen ese descrédito. En los países no colonizados las leyes, las instituciones y las autoridades sin estar exentas del fenómeno de la corrupción (especialmente en los niveles altos) son producto de una antigua elaboración socio-cultural, son el fruto de un proyecto histórico y cultural, compartido entre la sociedad y el Estado.

Paradójicamente los pueblos de México a lo largo de muchos siglos, han mantenido una actitud de incorruptibilidad ante lo propio, la milenaria esencia místico-espiritual herencia del México Antiguo ha posibilitado la supervivencia de las bases esenciales de esta cultura. El mestizaje cultural del México de hoy, mantiene parte del rostro indígena precisamente por esa incorruptibilidad de lo más esencialmente propio.

En el México imaginario la ley, las instituciones y la autoridad desde su inicio en 1521 tienen una base corrupta, sirven tan solo para el enriquecimiento personal y el uso y abuso del poder. Con ellas se reinventa, una y otra vez, cíclicamente al país, ya sea para independizarlo, reformarlo, revolucionarlo, modernizarlo, desarrollarlo o globalizarlo. Siempre con una doble actitud de lo propio y lo ajeno.

Y es la corrupción desde esta óptica, el elemento que le ha permitido al México profundo mantener su continuidad, es una contradicción, pero en ella ha vivido el país desde hace muchos siglos. Por una parte incorruptible ante lo propio y, sumamente corrupto ante lo ajeno. La corrupción es un “cáncer” que nos mantiene y al mismo tiempo nos impide avanzar.

LA SOLUCIÓN SOMOS TODOS[editar]

Después de casi cinco siglos de colonización en México, es impostergable elaborar un proyecto propio que incorpore los elementos más importantes de las dos culturas y que con ello se pueda desarrollar un mestizaje cultural, crisol de nuestra auténtica realidad y dejar atrás el colonialismo y el mestizaje racial solamente. La sociedad mexicana más consciente ahora que hace dos siglos, empieza a sentir a la resistencia y ahora es un inmenso lastre que impide la construcción de un proyecto nacional de cara al Siglo XXI.

Bonfil Batalla nos dice:

“Los árabes estuvieron en España durante siete siglos y España es un país Occidental y no islámico, por más que muchos rasgos de esta civilización estén presentes en las culturas de la península. Occidente irrumpió en México hace 500 años y, además, tenemos 3000 kilómetros de frontera con el país más poderoso de la civilización Occidental; negar globalmente a Occidente o pretender aislarnos de su presencia no solo sería imposible: sería imbécil. El problema está en cómo asimilar los elementos Occidentales necesarios o inevitables para un proyecto nacional autónomo, sin que esa adopción implique la incorporación de otros que por su propia naturaleza y dinámica niegan la posibilidad del pluralismo”.

“El problema no es: todo o nada. La cuestión tal vez debe plantearse en otros términos: debemos aprender a ver a Occidente desde México en vez de seguir viendo a México desde Occidente”. (Pág. 234).

En pleno inicio del tercer milenio es necesaria la elaboración de un proyecto nacional que finiquite el período colonial y permita el desarrollo de un proyecto propio. Toda la energía, inteligencia y flexibilidad que se ocuparon durante quinientos años para resistir y permanecer, por parte de México profundo, en el que la corrupción tuvo un papel importante, debe ahora dirigirse en la elaboración de este proyecto “propio nuestro”, definitivamente descolonizado. El espíritu de incorruptibilidad del México profundo deberá ser un elemento fundamental para diseñar este proyecto, en el que las leyes, las instituciones y las autoridades, deberán ser la expresión de los más profundos valores éticos y morales de las dos civilizaciones. La realidad nos dice que jamás llegaremos a ser una civilización Occidental pero al mismo tiempo nunca volveremos a ser una civilización indígena, como la del siglo IX o XV. Seguir manteniendo una actitud de negación ante el México profundo y una actitud de corrupción ante el México imaginario, nos impide la elaboración y consolidación de un proyecto propio y mantiene el proyecto colonial.

Por lo que la corrupción, a pesar de ser un “cáncer” ha permitido la supervivencia del México profundo, precisamente a partir de la corrupción del México imaginario. Pero para la construcción de un México que llamaremos del siglo XXI, tanto la corrupción como la negación, se convierten en factores que impiden el proceso.

La sociedad mexicana está cansada de la corrupción, pero también está agotado el fenómeno de la negación de nuestra civilización originaria. No se puede erradicar la corrupción de las leyes, las instituciones y las autoridades; cuando la esencia, el espíritu del proyecto excluye la herencia cultural milenaria de una inmensa mayoría de mexicanos, no se puede seguir negando el otro 50% de nuestra identidad. Se necesita construir un México para todos, sean estos indígenas, mestizos o criollos. En el que no solamente sus culturas, sino sus aspiraciones y proyectos sean respetados y tomados en cuenta, en el diseño y construcción del México del siglo XXI; aquel en el que las leyes, las instituciones y las autoridades sean producto de un proyecto propio, emanado del ejercicio de la democracia en su sentido más amplio, con irrestricto respeto a la autodeterminación cultural, a la pluralidad y a la justicia.

Cuando México elabore un proyecto propio, que sea la aspiración y el anhelo de todos los mexicanos, hará que las leyes, las instituciones y las autoridades sean más difíciles de corromper.

Notas[editar]

  1. El continente en lengua náhuatl.