La Eneida en la República Argentina/Prefacio

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
PREFACIO


N

o sin sentir alhagado nuestro amor propio de Argentinos, publicamos por la primera vez la traduccion que de la Eneida emprendió el doctor Dalmacio Velez Sarsfield, reuniéndola con la que a su vez emprendió el señor Juan de la Cruz Varela.

Eruditos y hombres de letras á quienes hemos consultado detenidamente sobre tales traducciones, nos han robustecido en la opinion que habiamos formado de que ellas ofrecen un continjente importante que no despreciarán los apreciadores de la obra inmortal del Mantuano.

Animanos por ello la esperanza de que en la madre patria como en las secciones Americanas se mirará con acariñado interés ambas traducciones que presentan con claridad y con maestria ya sea el pensamiento intencionado y profundo, ya sea las formas artisticas y seductoras del verso de Virjilio en nuestra hermosa lengua Castellana.

El teatro y la época en que actuaron los autores de estas traducciones; los largos estudios que emprendieron; la competencia y preparacion de que dieron muestras inequivocas, y hasta el papel que desempeñaron en la vida institucional y orgánica de su pais, no solo abonan el mérito de aquellas sinó que hasta fundan el motivo de publicarlas reunidas.

Tanto el Dr Velez como don Juan Cruz Varela se distinguieron desde su temprana edad por su aficion al estudio sério, paciente, infatigable del clasicismo latino que llegaron á profundizar, el primero en escala mas vasta y el segundo en la esfera mas brillante; como que el uno abarcó la ciencia del derecho y de la ley, connaturalizándose con Ulpiano y con Cujaccius, y el otro satisfizo de preferencia las inclinaciones de su espiritu ciceroniano en las fuentes de Virjilio, de Horacio y de Ovidio, familiarizándose con todo el caudal que representan en la gradacion del clasicismo, Tácito, Tito Livio y Quintiliano, Séneca, Plauto y Terencio, Lucrecio y Ciceron, Lucano, Juvenal y Petronio.

Ni el doctor ni don Juan Cruz estudiaron fuera de su país. Ambos cursaron las aulas de la docta Universidad de Córdoba, fundida en el molde Metropolitano, donde se mantenia el fuego de un espiritualismo guiado por la moral del sentimiento, que despertaba los estímulos nobles y empeñaba a los jóvenes en la lucha incesante para alcanzar el envidiable galardon de la sapientia.

De allí pasaron a Buenos Aires, donde es fama que hicieron gala de no saber gran cosa, como que hasta el fin de sus dias estudiaron con el mismo afan que cuando estaban en las aulas. Tal es la fuerza del hábito inclinado en bien propio y de los demás, el cual no permite abandonarse alindiferentismo que corrompe, ni á la indolencia que enerva. Quizá por ello nuestros abuelos fueron capaces de tanto esfuerzo, y han alcanzado una ancianidad robusta que en nosotros se anticipa demasiado.

Cuando, despues de larga preparacion, Varela y Velez emprendieron senda traduccion de la Eneida, allá en los años de 1835 á 1845, si bien los Italianos, los Españoles, los Franceses y los Ingleses habian ya hecho suyo ese poema, relijioso segun unos, eminentemente politico segun otros, en traducciones como las de Alfieri, Iriarte, Delille, Dryden, etc., el estudio de la obra de Virjilio, en su fondo y en su forma, en su espíritu y en sus tendencias, en su conjunto y en sus detalles, no se habia generalizado al favor de los eruditos trabajos que han aparecido en los últimos cuarenta años, de la indole de los de Marquardt, Worner, Preller, Schwegler, Nissen, Connington, Hild, Hayne, Sainte-Beuve, Boissier, etc., etc.

Miradas á la luz que proyectan los trabajos de de esta indole es como se puede decidir del mérito de las traducciones que presentamos, en cuanto á la interpretacion del pensamiento de Virjilio. En lo demás, ellas vienen prestijiadas por la reputacion de los traductores—esclarecido poeta el uno y propagandista de la reforma politica y social de Rivadavia; jurisconsulto y codificador el otro; sociólogos ambos, y, quizá por esto apegados, mas que á ningun otro poeta, á Virjilio, que fué sociólogo tambien, asociando su poética trascendental á las reformas sociales del Emperador Augusto.