La Espada del mago
D E LM A G O ;
LEYENDA DEL SIGLO XII,
REDUCIDA Á ESPECTÁCULO PANTOMÍMICO
que se ha de ejecutar en el Teatro del Príncipe
el Mártes 24 de Julio de 1838,
EN CELEBRIDAD DE LOS DIAS DE S. M.
La Augusta Reina Gobernadora.IMPRENTA DE LOS HIJOS DE DOÑA CATALINA PIÑUELA,
calle del Amor de Dios, núm. 7.
Sería injusto atribuir á este espectáculo ninguna pretension literaria. Los del género á que pertenece, no son susceptibles de una combinacion filosófica, base y fundamento de los placeres intelectuales. Sacrifícanse á la agradable y material impresion de los sentidos las exigencias del buen juicio, encontrando en la pompa escénica, y muchas veces en fútiles estravagancias, entretenimiento divertido.
Esto es lo único á que se puede creer lícito aspirar con LA ESPADA DEL MAGO, glosa dramática de una antigua conseja, dispuesta con las convenientes modificaciones para presentar en el Teatro no una accion interesante y regular, sino el aparato de siete decoraciones, la reunion y el movimiento de ciento y cincuenta personas, la ilusion de los trages y las armas de otros tiempos, y les encantos de una música deliciosa. Por lo demas fuerza es convenir en que los espectáculos de magia adolecen de un defecto comun y esencial. El prodigio que interviene en el desenlace, hubiera podido intervenir inmediatamente despues de la exposicion, y entónces el resto del drama no era necesario.
Falta observar que este espectáculo no es UN BAILE. Fuera demasiada presuncion denominarlo así, atendido el corto número de partes de esta clase agregadas á la Compañía de declamacion, y la necesidad que ha habido de prescindir de casi todas ellas para el juego pantomímico, porque de lo contrario los pasos bailables no se hubieran podido ejecutar. A no mediar todos los inconvenientes que con esta indicacion vislumbrará el menos perspicaz, los artistas se habrian acomodado oportunamente al plan y desarrollo de una composicion; pero en este caso ha sido preciso que la composicion se calculase de otro modo. Un motivo mas para que el ilustrado Público de la capital favorezca con la benevolencia que naturalmente se asocia á la ilustracion el noble empeño que aun con débiles fuerzas se muestra por complacerle.
Luis VII, el joven rey de Francia. | ||
Enrique de blois. | Caudillos principales del ejército francés. | |
Ives de nesle. | ||
El conde de solssone. | ||
El conde de flandes. | ||
El marques de monfernat. | ||
Everardo des-barres, gran Maestre de los Templarios. | ||
Archambaldo de borbon. | ||
El conde de macon. | ||
Margarita de Chartres, princesa prometida en matrimonio á Enrique. | ||
Martin-gull, escudero del mismo. | ||
El soldan de alepo. | ||
Un mago. | ||
Dos genios. |
Margarita de Chartres, una dé las mas hermosas princesas de su siglo, acompañó á Luis VII, rey de Francia, como otras muchas damas de la alta nobleza, en su famosa expedicion contra los musulmanes, la segunda Cruzada.
En el desgraciado encuentro qué tuvieron los Cruzados cerca de Laodicea quedó Margarita en poder de los infieles con muchos Caballeros que iban al lado del Monarca, habiendo este escapado milagrosamente á la cautividad.
Enrique de Blois cuyo matrimonio debia verificarse en Jerusalen, segun el voto que ántes de salir de Francia hicieron los dos amantes, quedó tambien prisionero en otro encuentro con el Soldan de Alepo, á cuyo poder habia pasado la bella Margarita.
Restituidos ambos á la libertad por una casualidad feliz que la leyenda atribuye á prodigio, renació en el ejército frances la casi perdida esperanza; y confiado Luis VII en la visible proteccion del Altísimo determinó asaltar una ciudad en que se guareciera el Soldan de Alepo, vengando con sangre de los infieles las ofensas hechas al honor y á las armas de los Caballeros franceses en la persona de la Princesa, de quien era pariente, y á la cual quiso contar el Soldan en el número de sus mugeres.
Esta vez fué propicia la suerte á los Cruzados. Quedó derrotado el Soldan, y se vió enarbolado el estandarte de la Cruz en los muros en que brillaban las medias lunas.
Enrique de Blois sale de su tienda, trayendo en la mano una cítara. Canta sus amores—Martin-Gull, que está dormido en el proscenio, despierta, saluda á su Señor, toma parte en sus padecimientos, y presumiendo de valiente se complace de antemano con la idea de dar un golpe mortal á los infieles, rescatando á la princesa Margarita.
Llamada general.—Tardando algunos
en levantarse, Martin los despierta.—Se
presentan los Caballeros Templarios y otros Cuerpos del ejército por diferentes parages.—Amanece.—
Comparece el Rey, acompañado de los principales caudillos de la expedicion. Se conferencia acerca del buen estado y la decision de las tropas.—
Algunos habitantes de las inmediaciones, los cuales vienen á ofrecerse al Rey, son contenidos por los soldados, pero pasan adelante acompañados de Martin que ha solicitado el permiso del Monarca. Traen canastillos de flores que recojen los pages de este.—Martin arenga al Rey á nombre de los aldeanos, y estos ejecutan un pequeño baile en obsequio de los franceses.
Llegan presurosos varios soldados coa la noticia de haber sorprendido el enemigo los puestos avanzados.—Se delibera salirle al encuentro.—Marchan las tropas.—Ptetenden huir los Aldeanos.—Martin los contiene, los arma, les exhorta; y puesto al frente de ellos quiere conducirlos también al combate.—
Horrorosa tempestad.—Martin-Gull
presuroso y despavorido se acoje á la gruta.—Viene huyendo de la batalla, y está herido.—
Una extraordinaria detonacion anuncia la llegada del Mago.—Martin sobrecogido de terror se retira á un ángulo del Teatro.—Dos Genios conducen una litera dentro de la cual viene el Mago.—Refiérele Martin sus desgracias, y le encuentra complaciente y obsequioso. Recibe los agasajos que le prodigan los Genios, y una espada maravillosa que el Mago le da, asegurándole que con ella será en adelante invencible y podrá poner en libertad á su Señor. Al contacto de la vara del Mago sana de sus heridas Martin, el cual ejecuta un paso de baile con los Genios para cerciorarse de que en efecto está ya curado.—El Mago le ofrece gente aguerrida que le acompañará á la ciudad del Soldan, y hace salir de su litera multitud de soldados que paryen luego con Martin por una mina á poner en libertad á los prisioneros.
Precedido de su guardia, rodeado de sus mugeres, y seguido de sus Capitanes y, un numeroso acompañamiento se presenta el Soldan en un soberbio palanquin.—Sé ejecuta un pequeño baile de estilo oriental.—Concluido, desfila el acompañamiento, conduciendo á su palacio al Soldan.
Comparece Martin con los soldados que el Mago le dió, y que por orden de este marcharon por debajo de tierra.—Se deja ver en el aire un caballo blanco montado por un guerrero frances, espada en mano, siguiendo la direccion que llevan el Soldan y los suyos.—Martin-Gull y los que le acompañan van á su encuentro.
Un soldado vigila cerca de la reja de
la izquierda.—Otros varios descansan al
fondo del Teatro.—Enrique de Blois aparece cargado de cadenas, y lamenta su cruel infortunio.
Al contacto de la espada de Martin cae en tierra la reja de la izquierda, y este se presenta amenazando al centinela que queda inmóvil. Abraza á su Señor, le cuenta todo lo sucedido, y le dice que viene á ponerle en libertad. Caen tambien los hierros de Enrique luego que Martin toca en ellos con la espada; y por otro prodigio de esta quedan sumergidos en profundo letargo los Sarracenos.
Algunas Damas, destinadas por el Soldan á la princesa Margarita, se presentan
á obsequiar al prisionero.—Enrique vuelve á caer en su primer abatimiento, no
viendo entre ellas á su amada.—Entónces
Martin, dándose importancia, recibe los obsequios á nombre de su amo.—Da gracias en seguida á las Damas, y les dice que en breve les librará también del poder del tirano.—Ellas lo dudan. Martin saca la espada, y para probarles su maravilloso poder corta de un tajo la cabeza al Musulman vigilante.—Huyen las mugeres.
Satisfecho de sí mismo Martin, pasea orgulloso, de un lado á otro vibrando el acero.—Llega la princesa Margarita.—Reconocimiento de los dos amantes.—Abrazos entusiásticos. Martín acecha para evitar una sorpresa; pero aproximándose inmediatamente el Soldán con su guardia, Enrique y Margarita son custodiados por Martin en el departamento de la derecha.—
Martin duda un instante acerca del partido que tomará, Por fin se resuelve á deshacerse de loa musulmanes que le rodean; pero otro nuevo prodigio le llena de pavor, y corre él mismo, soltando la espada, á esconderse dentro de la caja de hierro.—
El Soldan y los suyos se precipitan en la escena.—Expresion de asombro y de indignacion al ver que ha desaparecido el prisionero, que han sido asesinados los musulmanes y que está en tierra la reja de la izquierda.—A traves de la derecha distingue el Soldan á Margarita y Enrique.—Lá guardia se apodera de ellos y
los conduce por la puerta del foro.—El
Soldan va á retirarse tambien, cuando un ligero ruido que hace Martin dentro de la caja despierta su atencion.—Corren á examinar la causa, pero Martin ha desaparecido.—Un surtidor de fuego abrasa y llena de terror á los musulmanes al abrir, la caja donde se escondió Martin, y huyen
despavoridos.—Martin comparece por el
lado opuesto, se apodera nuevamente de la espada, y marcha detras del Soldán.
El Soldán sentado con Margarita sobre ricos almohadones.—Detras del Soldan están en pié algunas de sus mugeres.—A los lados guardias.—Frente al Soldan se ve su palanquin, custodiado tambien.—Al rededor del estrado hay esclavos negros que queman aromas en vasos
dispuestos al intento.—El Soldan ofrece
á Margarita un magnífico ramilletes.—Otros esclavos del Soldan vestidos á la europea, por complacer á Margarita, ejecutan un paso bailable.—
Comparece repentinamente Martin-Gull con la espada del Mago.—Consternacion general.—Un momento despues desaparece.—
Irritado el Soldan, y creyendo que todos aquellos prodigios son obra de sus mortales enemigos los Cruzados, manda que sean conducidos á su presencia Enrique y los demas prisioneros, contra quienes va á fulminar sentencia de muerte.—Las mugeres se arrodillan, implorando compasion, pero el Soldan permanece inflexible.
Llegan entre musulmanes Enrique y sus Compañeros de infortunio, y al ver aquel á la Princesa al lado del Soldan, se apercibe de los infames deseos del Tirano.—Las miradas de inteligencia de Margarita y de Enrique le acaban de exasperar, y ya son arrastrados á la muerte uno y otro, cuando vuelve á aparecer Martin. Traza algunas líneas con su espada en el aire, y acude en su auxilio multitud de Cruzados que libran á Margarita, á Enrique y los suyos, quedando inmóviles el Soldan y todos los musulmanes.—Enrique recibe la espada de mano de Martin.
Amanece.—Enrique, Margarita, Martin, los caudillos franceses que estaban prisioneros, y los soldados que les han dado libertad bajan á la llanura, se arrodillan, y dan gracias al cielo por haber escapado del poder de los infieles.—Enrique hace acompañar á Margarita al campamento real.—
Los musulmanes acuden á la muralla, bajan en desórden, y son recibidos por Enrique, Martin, y los soldados que travan con aquellos una reñida escaramuza.—Arrollados por el valor de los franceses se retiran á la ciudad.—
Enrique y Martin hacen aproximar las máquinas de guerra que llegaban ya por varios puntos para dar el asalto.—Poco despues viene el grueso del ejército frances.—
Enrique sale al encuentro al Rey y demas Caudillos.—Arenga á las tropas que se manifiestan entusiasmadas.—El Gran Maestre de los Templarios ocupa el centro del Teatro y recibe á todos sobre la Santa enseña de la Cruz el juramento de vencer ó morir en la pelea.—
Los musulmanes principian á hostilizar á los franceses desde la altura.—Cae sobre estos una nube de flechas.—El Rey y Enrique seguidos de una parte del ejército van á tomar otras posiciones.—Las máquinas de guerra arrojan sobre la ciudad proyectiles de varios géneros.
Los musulmanes hacen otra salida, bajan al encuentro de los Cruzados y se empeña un combate á muerte.—Emilio mas reñido de la batalla se ilumina el campo un extraordinario resplandor, y aparece en los aires una Cruz roja.—Los cristianos se prosiernan.—Los musulmanes se asombran.—Momento de suspension por ambas partes.
Animados los franceses con la milagrosa aparición cargan de nuevo á los musulmanes, sobre los cuales cae una lluvia de fuego.—Estos ya vencidos quieren guarecerse en la montaña; pero al mismo tiempo cae sobre ella el puente de una de las torres de asalto de los franceses. El Rey, Enrique, Martin y una multitud de Cruzados cortan el paso al enemigo que queda completamente arrollado en la llanura.—Marchan en seguida sobre la muralla.—Los estandartes sarracenos son arrojados al valle por Enrique, y en su lugar se enarbola el oriflama.—Martin siempre animoso y esforzado precipita monte abajo cuantos musulmanes puede haber á las manos.—Grito general de victoria.—
El Rey Luis VII acompañado de Enrique y de Margarita hace su entrada por un magnífico arco de triunfo que se supone construido en el tiempo en que estas comarcas eran del dominio de los romanos.—Los habitantes vejados por la insoportable tiranía del Soldan, que ha logrado substraerse á la muerte con la fuga, bendicen á sus libertadores—Fiesta general.