La Guerra: 11

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IX
​La Guerra​ de Fernando Cos-Gayón
X
XI
Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original. Publicado en la Revista de España: Tomo XV.


X.

¿Quién tiene de su parte la razón?

Esta cuestión no puede ser juzgada por el examen de los documentos diplomáticos ni de los tratados internacionales.

Los pactos sancionados por Europa en 1815, último código general de su derecho escrito, están borrados por cien hechos posteriores: por la desaparición de la República de Cracovia, el establecimiento del Reino de Bélgica, la emancipación del Lombardo-Véneto, el despojo de los Ducados del Elba cometido contra Dinamarca, la disolución de la Confederación Germánica. En esas infracciones del derecho internacional establecido á la caida del primer Imperio napoleónico, ha tenido una parte mucho más grande Prusia que Francia. Pero ésta, que se habia jactado alguna vez, no sin razón, de ser la única gran potencia capaz de pelear por una idea, no fundó en 1866 sino en el interés de su ambición, la exigencia de que ningún Estado europeo aumentase considerablemente su poder sin darle una compensación territorial; exigencia que, mantenida desde entonces con perseverancia, es la única verdadera causa de la guerra actual.

Prescindiendo de los tratados internacionales, que á ninguno de los dos contendientes dan la razón, ambos reivindican el honor de ser el más autorizado y legitimo representante de la civilización contemporánea. Francia, cuyos soldados van cantando la Marsellesa, alega que ha sido la nación propagandista, por excelencia, de las ideas y del espíritu moderno; recuerda que ha derramado la sangre de sus hijos y sus tesoros donde quiera que se ha peleado por el triunfo de la libertad y de la emancipación de los pueblos, en Grecia, en Bélgica, en Italia: echa en cara á la Prusia que fué uno de los miembros de la Santa Alianza, que su rey se titula y se cree monarca de derecho divino, que sus hombres políticos más importantes pertenecen al partido feudal, que jamas ha hecho nada por la emancipación de los pueblos, y que, por el contrario, ha tomado parte siempre en iniquidades como los tres repartos generales de la Polonia, y la supresión de la República de Cracovia.

A todo esto la Prusia, además de la representación de la grande idea deé la unidad germánica, opone jactanciosa dos hechos; la de que los filósofos alemanes marchan al frente del movimiento científico del mundo, y la de que los pueblos inmediatamente puestos bajo su dirección, tienen la honra de ser los que más han extendido entre sus habitantes la instrucción primaria elemental.