La Mayor hazaña de Alejandro Magno/Acto III

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La Mayor hazaña de Alejandro Magno
de Félix Lope de Vega y Carpio
Acto III

Acto III

Salen APELES y BUFO

APELES:

¡Ay, Bufo! Cuando pensé
que Campaspe, estando ausente
el que me mata, presente
galardonase mi fe;
cuando aguardé que cesara
mi locura, y que ella, en fin,
diera a mis desdichas fin
y mi voluntad pagara;
hallo que más me desprecia
y me muestra más rigor.

BUFO:

¿Qué quieres? Ella, señor,
al gran Alejandro precia.
Harto te lo he aconsejado
que dejaras de querer
a esta Anajarte mujer.
No hay remedio; estás picado,
y no quieres acabar
de conocerte y de ser
necio; siempre has de querer
cantar mal y porfiar.

APELES:

En Macedonia quedé
por un loco pensamiento;
salióme vano mi intento;
de ir a la guerra dejé
por aquesta endurecida.
¡Ah, qué mal hice ya, honor!

BUFO:

No has hecho cosa mejor
en los días de tu vida.
¿A la guerra y luego ir
por mar? Mire qué dos cosas
tan lindas y apetitosas
para quien quiere vivir.

APELES:

Sólo amor pudiera hacer
tan grande afrenta a mi honor.

BUFO:

Ruego que tengas amor
siempre que hubiese de ser,
porque no vamos allá.

APELES:

Eres villano, en efeto.

BUFO:

Soy, en efeto, discreto.
Cualquier lo juzgará.

APELES:

Eres cobarde.

BUFO:

Es engaño.
Nombre que le suelen dar
de valiente al que guardar
sabe su vida del daño.
Pues a quien más justamente
le da este nombre la tierra
guardóla de mar y guerra;
luego yo soy el valiente,
pues que peligro también
el mar para hombres humanos,
que cuando llega las manos
no hay sino ponerlas bien.
Fuera de él me ha parecido
que está más cierto el vivir.

Salen PIRENE y CAMPASPE

CAMPASPE:

¡Ay, Pirene! Ha de venir
si por ventura ha vencido.

PIRENE:

No lo dudes.

CAMPASPE:

¡Ah, señor!

APELES:

¿De qué ha servido matarme,
entretenerme y dejarme
agora con tal rigor?
¿No valiera más decir
desde el principio que no
y, desengañado yo,
acabara de morir?
¿De qué ha servido mostrarme
amor, suspenso tenerme
y, en efeto, entretenerme
hasta aquí para matarme?

CAMPASPE:

¿Por qué quieres que desdén
jamás te mostrase yo?
Que ¿a qué mujer la pesó,
di, que la quisiesen bien?
Cuanto y más que ser pudiera
que Alejandro se cansara
de quererme y me olvidara,
pues la fortuna es ligera;
y entonces pudiera ser
que, viéndome despreciada
del rey y de ti adorada,
quisiera ser tu mujer.
Veo que me tiene amor,
aunque tú me quieres bien;
pues si he de escoger, también
es Alejandro mejor,
que, a más de ser gentilhombre,
galán, valiente, discreto,
es rey, a nadie sujeto,
que basta [a] serlo este nombre.

APELES:

Pues por lo que te he querido,
una mano me has de dar,
con que empieces a pagar
todo este tiempo perdido.

CAMPASPE:

Tente; mira…

BUFO (a PIRENE):

¿Y la taimada?
Deme aquesa mano presto,
o derribaréla el cesto.

PIRENE:

Daréle una bofetada.

APELES:

Templa con aquesa nieve
este fuego que me abrasa.
Tenme lástima.

CAMPASPE:

Ya pasa
de traidor el que se atreve
de aquesa suerte a su rey.

APELES:

¡Vive el sol, que me has de dar
una, y no has de hallar
en hombre celoso ley!

CAMPASPE:

¡Detén la mano, traidor!

PIRENE:

Vaya el picarón despacio,
que le pegaré.

BUFO:

[……...-or]
En palacio suenan cajas.

PIRENE:

Señora, su alteza viene.

CAMPASPE:

(¡Turbada estoy!)

APELES:

(¡Muerto soy!)

PIRENE:

Vente, señora.

CAMPASPE:

Ya voy.
Cierra esa cuadra, Pirene.

Vanse todos, menos BUFO

BUFO:

¡Aguarda! Cerró. ¡Ay de mí!
¡Qué bien aviado quedo!
¡Muriéndome estoy de miedo!
Esconderme quiero aquí.

Escóndese detrás de un tapiz,
y van saliendo ALEJANDRO, EFESTIÓN,
DARÍO, FELICIA, CLITO y PARMENIÓN

ALEJANDRO:

Gracias se den a Apolo sacrosanto,
que venció a Persia nuestra fuerte armada,
del mar defensa, de la tierra espanto.

EFESTIÓN:

Adonde va tu valerosa espada,
señor invicto, la victoria honrosa
viene desde el principio declarada.
No hay cosa para ti dificultosa.
Tiémblate el persa, el cita, el garamanto
que ha de rendir tu mano poderosa.

ALEJANDRO:

Todos mostrasteis bien, vasallos, cuánto
puede cuando os anima aqueste acero,
como la tierra en el profundo Janto.

BUFO:

(No puedo, en fin, aunque escaparme quiero.
¡Quién fuera hormiga! ¡Quién mosquito fuera!)

ALEJANDRO:

Avisad a Campaspe que ya muero
por ver su gran beldad.

BUFO:

(¡Ah, suerte fiera!
Ellos me han de sentir, que estoy sentido.
Una pastilla aquí tener quisiera.)

PARMENIÓN:

¿Quién está aquí?

BUFO:

(¡Por Dios, que me han olido!)

ALEJANDRO:

¿Qué es eso?

BUFO:

(Agora sí que he de dar prueba
quien soy. ¿Quién en esto me ha metido?)
Sale de su escondite BUFO
Vine a darle el alegre y dulce nueva
a Campaspe, señor, de tu venida.
(¡Qué bien que me escapé!)

ALEJANDRO:

Pues mal se prueba
lo que me dices.

BUFO:

(Ya cobré la vida.)

ALEJANDRO:

Pues di, ¿por qué te andabas ocultando?

BUFO:

(Agarróme otra vez. Ya está perdida.)
Sirvo a Apeles, señor; y como ando
detrás de ser pintor, para pintalla
andaba aquella mona dibujando
que tiene aquel tapiz.

ALEJANDRO:

Pues ve a sacalla.
[……………………………….-ero]
[……………………………….-alla]

DARÍO:

(¡Ay, hado infame, endurecido y fiero!
¿Yo cautivo y con vida?)

FELICIA:

(Grande ha sido
mi dicha, pues estoy adonde espero
vencer un capitán jamás vencido,
un Júpiter, un Marte enamorado,
que hermosura y mujer ¿qué no han podido?)

Sale CAMPASPE

CAMPASPE:

Sea vuestra majestad muy bien llegado.

ALEJANDRO:

Tú, Campaspe querida, bien hallada.

DARÍO:

(¿No hay muerte para un hombre desdichado?)

FELICIA:

(Yo he sido por extremo desdichada.
Nunca hubiera venido donde veo
tan gran competidor[a]. Suerte airada,
ya desfallece todo mi deseo
y de celos me abraso.)

ALEJANDRO:

Ya a tus plantas,
aunque es indigno de tan alto empleo,
les traigo un rey.

CAMPASPE:

¿A mí mercedes tantas?
Mas, pues vos me estimáis, no es bien me espante.

ALEJANDRO:

Llégate, Dario.

DARÍO:

Al cielo me levantas.

EFESTIÓN:

(De mala gana llega el arrogante.)

DARÍO: (¡Rabiando estoy, por Júpiter divino!

¿No hay para un triste un rayo fulminante?)

ALEJANDRO:

Llevalde a una prisión.

DARÍO:

A ti me inclino,
pues he venido a ser tan desdichado.

ALEJANDRO:

             (a Felicia)
Así castigaré su desatino.--
No sientas ver tu esposo en ese estado,
pues tendrás mi palacio por el tuyo
y a mí en lugar de esposo.

FELICIA:

Pues me has dado
tal favor, mi placer me restituyo.
Adoro el cautiverio y las prisiones.

CAMPASPE:

Dar puede vuestra alteza lo que es suyo;
mas lo que no, no son justas razones.

ALEJANDRO:

Estos son cumplimientos solamente.

FELICIA:

(¡Ay, enemigo Amor, en qué me pones!)

ALEJANDRO:

Tú sola eres corona de mi frente.

CAMPASPE:

Esclava soy, señor, de vuestra alteza,
que no es bien que otro bien mayor intente.

ALEJANDRO:

             (a Bufo)
Eres todo mi bien y mi riqueza.—
Y dime, amigo, ¿dónde queda Apeles?

BUFO:

No ha sabido que vino tu grandeza
y que los persas sujetó crueles;
mas porque sepa una valiente hazaña
o un milagro, señor, de sus pinceles,
tu majestad, pintó con fuerza extraña
a Bucéfalo fuerte, con delgado
pincel, entre la espuma que le baña,
que de aquesta se cubre todo cuando
acomete al ejército turbado.
Acabado, señor, quedó mirando
Bucéfalo el retrato y, más furioso,
acometió con él, imaginando
que la aguardaba fiero y belicoso
y que era verdadero.

ALEJANDRO:

¡Acción extraña!

BUFO:

Desbaratólo, en fin.

ALEJANDRO:

¡Caso espantoso!

Sale APELES

APELES:

Deme los pies vuestra alteza.

ALEJANDRO:

Pídeme, Apeles, los brazos.

APELES:

Estoy entre tales lazos
en la más alta grandeza.

ALEJANDRO:

Bufo agora me contó
de Bucéfalo una hazaña
notable.

APELES:

Fue cosa extraña.

BUFO:

Y aun a su dueño imitó.

ALEJANDRO:

¿Cómo?

BUFO:

Vio que vuestra alteza
iba a Dario a castigar
por no dejarle lugar
de soberbia a su grandeza,
y que dijo que en el suelo
dos no habían de reinar,
como no puede alumbrar
sino un sol en el cielo,
y así no quiso que hubiera
Bucefalito también
otro pintado de quien
tu majestad se sirviera.

ALEJANDRO:

Que él te lo dijo parece.

BUFO:

Yo lo pude conocer,
porque así llego a saber
cada vez que se me ofrece,
o me mandan que lo haga,
la edad que un caballo tiene,
cuando bostece o le enfrene
para que me satisfaga.
Demás que puede advertir,
señor, vuestra majestad,
que la soberbia y verdad
no se pueden encubrir.

ALEJANDRO:

Tienes razón, despejado
caballero.

FELICIA:

(¡Ay de mí!
¡Qué desdichada que fui!
¡Ah, enemiga voluntad!)

ALEJANDRO:

¿Efestión?

EFESTIÓN:

¿Gran señor?

ALEJANDRO:

¿Cómo os sentís? ¿Cómo estáis?

EFESTIÓN:

Bueno, pues que me mostráis,
por sanarme, tanto amor.

ALEJANDRO:

Pues idos a descansar,
que vendréis cansado.

EFESTIÓN:

Voy
luego a obedeceros.

Vase


CAMPASPE:

Hoy
cesó todo mi pesar.

ALEJANDRO:

Tú retrata a mi Campaspe.

CAMPASPE:

¿Tanto me quieres honrar?

ALEJANDRO:

No en tabla; pero fijar
te quisiera en bronce o jaspe.

FELICIA:

(De celos estoy rabiando.)

APELES (a Bufo):

(¿Hasta cuándo he de morir?)

BUFO:

(Tú has de olvidar o sufrir.)

ALEJANDRO:

Felicia me está mirando.
Id, pues, los dos.

CAMPASPE:

Yo, señor,
no quisiera.

ALEJANDRO:

Calla, necia;
¿sabes lo que a ti te precia
y hallas dudas en mi amor?

CAMPASPE:

Como es tan grande tu pecho…

ALEJANDRO: Aunque es tanta su grandeza,

es tan grande tu belleza,
mi bien, que te viene estrecho.
No cabrá nadie contigo.

CAMPASPE:

Las dos, por los menos, no.

ALEJANDRO:

Sólo a ti te quiero yo,
que eres mi luz.

CAMPASPE:

Eso digo.

Vanse APELES, CAMPASPE y BUFO


ALEJANDRO:

¿Qué tienes, Felicia bella?

FELICIA:

Tristeza y amor.

ALEJANDRO:

Pues bien,
¿quién la causa?

FELICIA:

Tu desdén,
que mi afición atropella.

ALEJANDRO:

Si es porque tu esposo está
en prisión, consuelaté.

FELICIA:

Una mal pagada fe
estos pesares me da.
De Persia reina nací,
y, en fin, señor, por quererte
--y que no me pesa advierte—
dejo de ser lo que fui.
Siendo esclava tu beldad,
más que a mí misma la quiero;
también te adoré primero,
pues te daba mi ciudad;
porque en mi pecho arguya
quien el alma te rindió,
que no quise tener yo
cosa que no fuese tuya.
No siento, no, que dejé
mi patria; sólo pesar
me da, señor, no mirar
galardonada mi fe.

ALEJANDRO:

Pues ¿qué pretendes de mí?

FELICIA:

Que pague mi voluntad,
gran señor, tu majestad,
pues el alma le rendí.

ALEJANDRO:

¿Y Dario?

FELICIA:

Darle la muerte.

ALEJANDRO:

No es justo.

FELICIA:

Fuéte infiel.

ALEJANDRO:

Soy piadoso.

FELICIA:

Antes cruel.
No te excuses de esa suerte
para no pagar mi fe,
que si es, señor, olvidarte
imposible, por gozarte
lo que quisieres haré.

ALEJANDRO:

¡Loca estás!

FELICIA:

Enamorada
de tal suerte, gran señor,
que, por pensión de mi amor,
estoy loca y despreciada.

ALEJANDRO:

Felicia, a más de querer
a Campaspe más que a mí,
también no te quiero a ti,
porque el mundo ha de tener
que escribir aquesta hazaña
de mi encumbrado valor;
que es resistirse al amor
la más difícil y extraña.
No te quiero porque quiero
que el mundo diga de mí
que a mí propio me vencí
cuando le vencí primero.
Y porque huir es razón
en trances de aqueste modo,
hoy sólo a huir me acomodo;
será el más alto blasón.
Pues que después de vencer
a mis fuertes enemigos,
de mis hazañas testigos,
he huído de una mujer.

Vase

FELICIA:

¡Escucha, señor! ¡Ay, cielos,
que no basta despreciarme,
sino también abrasarme
con vivas llamas de celos!

Descúbrese una cortina
donde estará APELES
retratando a CAMPASPE
en un naipe o otra cosa semejante

CAMPASPE:

Vuelve al pincel. Ten cordura.

APELES:

Aun no distingo el color,
que me ciega el resplandor
de tu divina hermosura.

FELICIA:

(Aquí retratando está
Apeles a mi enemiga.)

CAMPASPE:

Tu mirada me fatiga.

APELES:

Ella la vida me da.
Por merecer bien la palma,
en mí te quiero mirar,
que te quisiera pintar
como te tengo en el alma.
Que si en aqueste nivel
retratara tu belleza,
rindiera naturaleza
los suyos a mi pincel.

FELICIA:

(De amores trata con ella.
Estos celos te agradezco.
Padezca por quien padezco.)

APELES:

Jamás te he visto tan bella.
De flecha sirve el pincel
que, arbolado con mi amor,
le tiro a tu resplandor
y a mí se vuelve cruel.

FELICIA:

(Lugar tengo de vengarme.
¡Por el sol, que he de llamar
al rey y me he de vengar.)

CAMPASPE:

¿Quieres, por dicha, enojarme?

FELICIA:

(¿Qué lo dudo? De esta suerte,
pues me dio celos a mí
y tan desdichada fui,
le tengo de dar la muerte.
Vengaréme de Campaspe,
pues ella la causa ha sido
que a Alejandro ha convertido
en las entrañas de un jaspe.
De Apeles, porque pintó
de aqueste feroz ingrato
un animado retrato
que sin alma me dejó.
De mí, pues he de enojar
a Alejandro, que está en mí;
que así se ha de vengar de sí
el que se quiere vengar.
A todos daré castigo
con mis celos temerarios,
que por matar dos contrarios
puede matarse un amigo.

Vase


CAMPASPE:

¿Estás en ti?

APELES:

No lo sé,
que cuando te miro a ti
no estoy, mi Campaspe, en mí.

CAMPASPE:

A Alejandro le diré
tu locura y disparate.

APELES:

Yo diré que mi locura
nació de aquesa hermosura.
Podrá ser que no me mate.

Sale ALEJANDRO [y se queda al paño]

ALEJANDRO:

(Que viniese a la oficina
donde tiene sus pinceles
el diestro pintor Apeles
dijo Felicia. Divina
está Campaspe. ¡Qué atento
color Apeles ofrece
a su rostro, que parece
que la pinta el pensamiento!
Clavados, por más grandeza,
tiene, de sus resplandores
el pincel en los colores,
los ojos en su belleza.)

APELES:

Mírame, porque mejor…

CAMPASPE: :

Ya te miro.

APELES:

Y más me admiras.
Si esos dos rayos me tiras,
¿no has de abrasarme en amor?

ALEJANDRO:

¿Qué es esto? ¡De celos muero!

APELES:

Como adagio suele ser
el pintar como querer;
te pinto como te quiero.
Vesle aquí.

APELES le da el retrato a CAMPASPE

CAMPASPE:

Teme tu muerte.

APELES:

No la temo.

ALEJANDRO:

(No le mato.)

CAMPASPE:

Premio merece el retrato.

APELES:

Dos mil hiciera por verte.

ALEJANDRO:

(Mas aún no ve mi valor
causa para darle muerte.
Que ella le desprecia, advierte,
y que él me tiene temor.
Mas ¡vive el sol! que la fuerza
para que le quiera bien.
[………………………-én]
[……………………….-erza]
Quiero imitar al león,
pues estos celos resisto,
que huye de quien no le ha visto
por valiente inclinación.)

APELES:

Págame con una mano
este retrato, mi bien.

CAMPASPE:

Y te haré matar también;
detén la mano, villano.

Vase CAMPASPE.
Sale BUFO;
ALEJANDRO se queda en parte
que no le puedan ver

ALEJANDRO:

(¡Bien ha pagado mi amor
Campaspe! ¡Qué justamente
de mi poder eminente
su belleza hago señor!
Como sin vida ha quedado
mi Apeles. Dársela quiero.
Mas ¡ay de mí! que ya muero
sólo de haberlo pensado.)

BUFO:

Señor, ¿qué tienes? ¿No hablas?
¿Cómo estás de aquesa suerte?

ALEJANDRO:

(Quiero escuchar lo que dice,
pues esta ocasión se ofrece.)

APELES: (a Bufo)

Perdone tu majestad,
que yo no quise ofenderte,
y si por dicha lo está,
aquí estoy; deme la muerte.

BUFO:

¡Por Apolo, que ya sueña!
¡Qué lindo miedo le tiene!

APELES:

¡Perdóname, gran señor!

BUFO:

Bufo soy. Aguarda. Tente.

APELES:

¡Bufo! Pues dime, traidor,
¿cómo a mi Campaspe quieres?

BUFO:

¡Cosa que, por disculparte,
algún artificio intentes!
¿Yo a Campaspe?

APELES:

Yo diré
al rey que por ella mueres.

BUFO:

¡Ay, señores! ¿Yo por ella?
¡Mejor el diablo la lleve!
Mal por mal, antes quisiera
ser el rey, y concederte
el perdón que me pedías
que amante [……-ese]

APELES:

¡Ay, Bufo! Yo estoy sin seso,
loco estoy. Quiero que cese
  hoy mi amor, locura y vida,
pues de todo es al fin la muerte.
A Alejandro he de decille
que así Campaspe me tiene
que la adoro y que me mate.

BUFO:

Aun eso, señor, parece
que se puede tolerar;
mas no el intentar hacerme,
a costa de mis costillas,
su amante tan de repente.

APELES:

Hoy, sorda esfinge de mármol,
advierte lo que me debes.
Quiero morir por tu amor,
aunque he de sentir perderte
más que la muerte crüel
que mi desdicha merece.

Vanse APELES y BUFO,


y queda ALEJANDRO

ALEJANDRO:

Puesto entre amor y entre honor,
mil pensamientos me advierten,
luchando mi entendimiento
con sus razones ardientes.
Dice Amor, “¿Cómo es posible
que dar a un pintor intentes
el cetro de aquesas manos,
la corona de esas sienes,
cuando sabes que es Campaspe
el imperio que más quieres,
y que es, de todas tus glorias,
triunfos, coronas, laureles,
el templo donde se rinden,
la víctima a quien se ofrecen;
cuando sabes que te adora
más que a las aguas los peces,
más que al cielo las estrellas,
que si él se mueve, se mueven
con tan inmóvil firmeza
que a la suya se parecen?
¿Quieres darla ajeno dueño,
y le permites que trueque
triunfos, cetros y coronas
por colores y pinceles?

ALEJANDRO:

¿Y consentirás que baje
desde el palacio eminente
de un rey, de un pobre pincel
al mísero y triste albergue?”
Tiene razón el Amor.
¿En qué pecho caber puede
que le dé yo tantos males
a quien me dio tantos bienes?
“No es justo, señor; escucha”,
dice el honor, “no te ciegues;
que aquestas glorias del mundo
son aparentes y breves.
Si estás promulgando y dices
que inmortal fama pretendes
y que no procuras gustos
sino aquésta solamente,
¿qué importa que hayas vencido
los contrarios más valientes,
cuando agora, bravo rayo,
a ti propio no te vences?
Esta es la mayor victoria
de quien alcanzar pretende
fama que el tiempo no borre,
que la envidia no entorpece.

ALEJANDRO:

Si no quieres ser famoso,
no te aconsejo que intentes
dar a un pintor a quien amas,
y más a quien es la fénix
de discreción y belleza.
Mas mira, piensa y advierte
que, si estos fines deseas,
con aquesta hazaña puedes
tenerlos, que la mayor
es a sí mismo vencerse”.
¿Tiene justicia el honor?
“Señor, escucha; no tiene.
¿Tú has de sufrir que mere[zca]
ajeno dueño ponerse
al lado de quien le da
la gloria de tantos bienes
como tiene de alcanzar
al compás que tú los pierdes?
¿Tú has de consentir que dé
en un vaso de claveles,
esmaltado con jazmines,
Campaspe a un pintor que quiere
el néctar de amor sabroso
que aspira su aliento leve?
¿Tú has de sufrir que le ciña
con dos columnas de nieve,
que el templo de su ventura
por largos años sustenten,
que una mujer ofendida
la nieve diamante vuelve?
¿Tú has de sufrir…?” Basta ya,
Amor, no me mates; tente,
que me tienes sin sentido.
¡Júpiter santa, valedme!

Sale EFESTIÓN

EFESTIÓN:

(¡Qué triste está!) Gran señor,
¿qué tiene tu sacra alteza?
¿Poder tiene la tristeza
contra tu altivo valor?
Grande ha de ser el dolor
que sujeta tu poder,
porque acabar de vencer
y estar triste de esa suerte,
como mi esperanza advierte,
por mucha causa ha de ser.
La suerte de un capitán,
el contento, lauro y gloria
consiste en una victoria,
que allí sus dichas están.
Pues cuando adelante van…

ALEJANDRO:

¡Ay, Efestión! Yo te pido
que me escuches, que he tenido
guerras de Marte y Amor;
en aquéllas vencedor,
y en ésta soy el vencido.

EFESTIÓN:

Pues eso ¿le da cuidado,
gran señor, a vuestra alteza?
¿Eso tan grande tristeza?
¿A ese valor, que ha inundado
el mundo, ha de haber estado
de mujer que su albedrío
no rinda alto señorío,
a ese talle, a ese valor?

ALEJANDRO:

Luchan mi amor y mi honor
para más tormento mío.
Mas, porque no estéis así,
quiero deciros mi mal,
que es, amigo, sin igual;
es un fuego, un frenesí.
Yo he querido más que a mí
a Campaspe, y ya mi suerte
me condena a eterna muerte,
pues que la vengo a perder
a pesar de mi poder,
que es honor contrario fuerte.
Que la quiere Apeles sé
con fuerza de amor extraña,
y como con esa hazaña
acreditarme podré,
quise dársela; mas fue
tanto el poder de mi amor
que impidió que mi valor
dejase eterno mi nombre,
porque vencerse a sí un hombre
es la victoria mayor.

EFESTIÓN:

Si esta hazaña milagrosa,
que acreditarte pudiera,
en otro pecho cayera,
fuera más dificultosa,
porque la más ardua cosa
es vencerse un hombre a sí;
pero como siempre en mí
la lealtad firme ha vivido,
no es nada lo que has vencido
si no te vences a ti.
Tebas tuvo gran valor;
Persia fue ciudad valiente;
pero tu acero luciente
de ellas vino vencedor.
Luego, en efeto, señor,
tú el más valeroso fuiste,
pues cuando hacer más quisiste
¿no harás más, pregunto yo,
en vencer al que venció
todo lo que tú venciste?
Sepa vuestra majestad
que en cualquier hecho hazañoso
es el más dificultoso
sujetar la voluntad.
Digno de inmortalidad
será si queda vencido
ese contrario atrevido.
Aqueste es mi parecer;
que no es bien que a una mujer
esté Alejandro rendido.

ALEJANDRO:

Dices bien, Efestión.
Parte y dila que la quiero
casar con Apeles. (¡Muero
de tristeza y aflicción!)

EFESTIÓN:

Hacer tu gusto es razón.

ALEJANDRO:

Escucha, espera.

EFESTIÓN:

¿Señor?

ALEJANDRO:

Ha de acabarme el dolor.

EFESTIÓN:

¿Tu majestad de esta suerte
ha de estar?

EFESTIÓN:

Amor es fuerte.

EFESTIÓN:

Más fuerte ha de ser honor.
Yo, señor, nunca creyera
--¿qué es creyera?—ni aun pensara
que honor vencer no pudiera
porque Amor le contrastara.

ALEJANDRO:

Ve y dile --¡ay fortuna avara!--
a Campaspe que no espere
verme, pues mi suerte quiere…

EFESTIÓN:

Oye. ¿Así te contradices?

ALEJANDRO:

La matas si se lo dices,
y me matas si ella muere.

EFESTIÓN:

Yo se lo voy a decir.

ALEJANDRO:

Espera.

EFESTIÓN:

No hay que esperar.

Vase.


Sale FELICIA

FELICIA:

(Agora le puedo dar
mis desdichas a sentir.)

ALEJANDRO:

(¡Hoy me condeno a morir!)

FELICIA:

¿Señor?

ALEJANDRO:

¿Qué quieres? (¡Ay, cielos!
¡Ay, Campaspe!)

FELICIA:

(¡Ay, fieros celos!)

ALEJANDRO:

¿Qué quieres?

FELICIA:

Nada, señor;
que ¿dónde cabrá mi amor,
si estás lleno de desvelos?

ALEJANDRO:

¿Con eso vienes ahora?
Deja esa loca porfía
y vete.

FELICIA:

Señor, escucha.

ALEJANDRO:

(¡Ay, sol, mi desdicha es mucha!)

FELICIA:

(¡Ay, sol, mayor es la mía!)

ALEJANDRO:

(¿Cómo puedo yo --¡ay de mí!—
dar el alma con que vivo?
Si de tanto bien me privo,
la vida también perdí.
Sin alma, ¿podré tener
vida? ¿Claro está que no.
Pues ¿he de matarme yo
y tan crüel he de ser
que quiera darle la muerte
a quien me ha dado la vida?
¿A mi Campaspe querida
he de tratar de esta suerte?
Mataré a Apeles.)

FELICIA:

(¿Quién vio
tormento como el que tengo?)

ALEJANDRO:

(Ya yo con su muerte vengo;
con la de Campaspe, no.)

FELICIA:

(No sé de qué nacerá
su tristeza.) ¿Gran señor?

ALEJANDRO:

(¡Ay, qué insufrible dolor!)
Llégate, Felicia, acá.
¿Es razón que yo le dé
a un pintor lo que más quiero?
Dilo tú.

FELICIA:

(¡De celos muero!
¡Ay, triste! ¿Qué le diré?)
Yo, señor, te tengo amor.

ALEJANDRO:

Dirás que es injusta ley
que quiera morir un rey
por dar la vida a un pintor.
No hay duda; tienes razón.
Mas muera mi amor, Felicia,
y viva honor, pues codicia
éste solo mi opinión.
¡Alejandro muera, y muera
Campaspe! Mas ella no.

Sale CAMPASPE


CAMPASPE:

Quien aquesto a ver llegó
¿qué más desdichas espera?

FELICIA:

(Allí mi enemiga viene.
¡Deme el cielo sufrimiento!)

ALEJANDRO:

(A renovar mi tormento
venga quien sin mí me tiene.)

CAMPASPE:

Luego que vi, por mi mal,
en tu palacio a Felicia,
me pronostiqué mis males
y mis fúnebres desdichas.
Dices que por alcanzar
inmortal nombre me olvidas
y me entregas a un pintor.
¿Qué mayor desdicha mía?
No digas sino que vino
para quitarme la vida
quien en tus celos me enciende
y quien en mi amor te enfría.
Esto has de decir, señor,
que basta para que digan
que te venciste a ti propio,
que es la victoria más rica.
No digas que me adorabas
y que de mi amor te privas
por alcanzar fama ilustre
en edades infinitas.

CAMPASPE:

¿En qué te ofendí, señor,
que así la vida me quitas?
No adulteres de esa suerte
el amor que me tenías.
Mire vuestra majestad
que antes llamarle solía
esposo, que le he querido
más que al sol el claro día,
que sin él todo será
para mí noche sombría,
que está mi alma en su pecho,
que la suya algunos días
la he tenido yo en el mío
sin temor de esta desdicha.
Y advierta también tu alteza
que no es razón que se diga
que, después de haber gozado
de mil gustos el almíbar
Campaspe con vuestra alteza,
de un pintor está cautiva,
que no hay mayor cautiverio
que una amarga compañía.
O confiese, por lo menos,
que es más felice Felicia.

FELICIA:

(¡Pluguiera a Dios
que lo fuera!)

ALEJANDRO:

¿Quién ha de haber que resista
--¡ay, Campaspe de mis ojos!—
las lágrimas que destilan
los tuyos? Son jaras fieras
que el corazón me lastiman.
¿Qué bronce, qué duro mármol
ha de haber que no se rinda?
Dame esos brazos, que en ellos
está cifrada mi dicha.
No quiero más gloria ya
que tu hermosura divina.

CAMPASPE:

En ellos cesó mi pena.

FELICIA:

(¿Qué ha de hacer quien esto mira?)

CAMPASPE:

¿He de tener más mudanza?

ALEJANDRO:

(No sé.) No, prenda querida,
mientras viva seré tuyo.

CAMPASPE:

Y yo tuya mientras viva.

Vanse ALEJANDRO y CAMPASPE

FELICIA:

¿Que con aquestos
agravios
no aborrezco? ¡Ah, suerte esquiva!
Lléveme el centro entre sus densas iras,
que es menos mal que amar aborrecida.

Salen APELES y BUFO

APELES:

Dame, amigo, aquesos brazos;
pídeme el alma y la vida,
que para nuevas como éstas
aun son pequeñas albricias.

BUFO:

No como con almas yo.
¡Qué linda mercaduría!

APELES:

¿Es posible que Alejandro
se dolió de mis fatigas
y que a Campaspe me da
y de la muerte me priva?
¿Que es posible que he de verme
gozando de sus caricias?
¡Ah! ¿Quién te lo dijo?

BUFO:

Señor,
Efestión lo decía
a Campaspe.

APELES:

¡Estoy sin seso!

BUFO:

Mira que está aquí Felicia.

APELES:

No importa. Goce también
de mis sumas alegrías.

FELICIA:

(Si no me vengare…¡Ah, cielos!)

APELES:

¿Qué tienes, bella Felicia?

FELICIA:

Aquí en mi presencia darle
Alejandro a mi enemiga
los brazos, dando un infierno
celoso a mi triste vista.
Y no solamente aquesto,
sino también --¡ay, desdicha!--
decirle, “Tuyo seré,
mi Campaspe, mientras viva.”
¡Ay, Campaspe venturosa!
y ¡ay, desdichada Felicia!
Cegad, ojos, pues que visteis
tan grande desdicha mía.
Y abráseme del cielo ya las iras,
que es menor mal que amar aborrecida.

Vase

APELES:

¿Qué? ¿Cómo es aquesto, Bufo?

BUFO:

Señor, se arrepentiría.

APELES:

¿Cómo? ¿Te burlas de mí?
Loco estoy, y así te incita
mi locura a que me burles
con esperanzas fingidas.
Mas bien haces; si estoy loco,
¿para qué quiero la vida?
La muerte es fin de los males;
ella ha de acabar mis días.
Alejandro, dame muerte,
pues la tengo merecida.

BUFO:

¡Aguarda!

APELES:

No me detengas,
que te daré mil heridas.
A Alejandro he de decirle
lo que puede mi desdicha.

Vase

BUFO:

Quiérole seguir, que creo
que tras su muerte camina.

Vase.
Salen ALEJANDRO, CAMPASPE,
PIRENE, DARÍO, EFESTIÓN,
PARMENIÓN y CLITO

ALEJANDRO:

Hoy, vasallos, quiero hacer
mercedes con franca mano.

CLITO:

Todo el orbe, soberano
tu nombre tiene de ver.

ALEJANDRO:

Sólo quise sujetar
a Dario para pagaros,
todas mis riquezas daros
y mis larguezas mostrar.
No quiero del mundo más
que fama; aquésta procuro.
Por ésta no está seguro
de mi braveza jamás;
que, como el tiempo es ligero
en que tengo de reinar,
quiero en aquéste dejar
hazañas al venidero.
Bien podéis ya comenzar
a pedir lo que queréis;
pero no me pediréis
tanto como os quiero dar.
¡Ah, mi amigo Efestión!

EFESTIÓN:

No quiero, señor, riqueza
ninguna cuando tu alteza
me muestra tanta afición.

ALEJANDRO:

De renta diez mil talentos
os doy.

EFESTIÓN:

¡Detente, señor!

ALEJANDRO:

No detengas mi valor,
que haré de los dieces cientos.

CLITO:

¡Bravo dar!

PARMENIÓN:

¡Rico tesoro!

CLITO:

No tiene hacienda su intento
para dar.

PARMENIÓN:

Cada talento
son diez escudos de oro.

ALEJANDRO:

A Parmenión otro tanto;
lo mismo a Clito.

CLITO:

Señor,
admiro tu gran valor.

PARMENIÓN:

De tu largueza me espanto.

ALEJANDRO:

A ti, Felicia, te doy
--por lo bien que me has querido—
con libertad tu marido.

DARÍO:

A tus pies postrado estoy,
y lo estaré hasta que dé
la Parca fin de mi vida,
y tu fama esclarecida
desde hoy más pregonaré.
Y tendrás en cuanto intente
tu pecho en toda ocasión
otro amigo Efestión
y otro Alejandro valiente.

FELICIA: (a ALEJ.)

(Yo, señor, aún padezca
la muerte que estoy temiendo.
Cuando estoy de amor muriendo,
¿es bien que te lo agradezca?)

ALEJANDRO:

Reconóceme con parias,
Dario, y vuélvete a regir
tu reino.

DARÍO:

Sólo a decir
estas larguezas cesarias.

ALEJANDRO:

A ti, Campaspe, te doy…
--pero ya el alma te di,
que es lo mejor que hay en mí--,
d[a]ré todo lo que soy.

Salen BUFO y APELES

BUFO:

¡Détente, señor! ¡Espera!
¡Mira dónde vas! ¡Aguarda!

APELES:

¡No me detengas!

ALEJANDRO:

¿Qué es eso?

BUFO:

¡Qué fineza tan extraña!

APELES:

Yo, señor, vengo a decirte,
aquí, postrado a tus plantas,
que soy traidor; que desnudes
siempre tus temidas armas;
que me quites esta vida
que inmortal muerte me causa;
que vivir como yo vivo
es la muerte más airada.
No he de decir la traición
que os pide justa venganza,
y más que el morir sintiera,
gran señor, el declararla;
que, aunque es verdad que disculpan
mi delito muchas causas,
por ser contra vuestra alteza,
cualquiera disculpa es vana,
que ya me hubiera a mí mismo
quitado, señor, el alma,
si no temiera que, airado,
Júpiter me castigara,
y que entre horribles tormentos
y en sus penetrantes llamas
a padecer de Aqueronte
me arrebatara la barca.
Respetando de tu alteza
a las soberanas aras,
estando siempre muriendo
por no denotar mis ansias.

APELES:

Pero ya que no hay remedio,
pues con la muerte se acaban
todas las desdichas, vengo
de mi traición por la paga.
Una vez vengo a morir,
para que no muera tantas;
piedad será darme muerte;
aquí mis yerros la aguardan.
No excuse tu majestad
este don, que por las sacras
deidades del cielo santo,
del sol, la luna y las claras
estrellas, y por los dioses
Venus, Palas y Diana,
que merezco aquesta muerte,
que tengo tan deseada,
porque te intenté quitar
una prenda que no iguala
a su valor la mejor
que tu majestad alcanza.
Quísete quitar la vida,
el ser, la riqueza, el alma,
el imperio, que de todo
es una cifra gallarda.
Acabe ya vuestra alteza;
saque la tajante espada
y divida mi infeliz
cabeza de mi garganta.

ALEJANDRO:

¡Ay, Apeles! Tus razones
me dicen bien declaradas
que ésta ha de ser de Alejandro
la más celebrada hazaña.
Bien la muerte merecías,
pues, en efeto, me pagas
la afición que te he tenido
con ingratitudes tantas.
En mi vida te ofendí;
tú, con ofensa tan clara,
me quitas todo el poder
que mi majestad alcanza.
Bien sé que el delito es grande
que has hecho, aunque tú le callas,
que esta hazaña a que me obligas
ya la tengo bien dudada.
Yo te doy a mi Campaspe,
que es como arrancarme el alma.
Y daréla dando fin
a todas mis esperanzas.
Yo te la doy por esposa,
que, en dando esta prenda, nada
tiene mi poder que dar;
todo con ella se acaba.
Vencí a Tebas, sujetaron
a la gran Persia mis armas,
a Grecia y a Atenas hice
que temieran mi pujanza.
El enemigo más fuerte
me ha temido en la campaña.
Restituíle su reino
a Dario con mano franca,
y otras hazañas notables
que merecen lauro y palma.
Pero como ésta ninguna.—
¿Campaspe?

CAMPASPE:

¿Señor?

ALEJANDRO:

¿Qué aguardas?
Dale la mano.

CAMPASPE:

¡Señor!

ALEJANDRO:

No repliques.

CAMPASPE:

Oye.

ALEJANDRO:

¡Calla!
Dale la mano al momento.

APELES:

¡Grande es mi dicha!

CAMPASPE:

Que haga
tu gusto es bien.

ALEJANDRO:

Mi disgusto
dirás mejor. ¿Hay desgracia
más notable que la mía?
De renta doy a tu casa
diez mil talentos, Apeles.

APELES:

Tu grandeza el mundo canta.

BUFO:

¿No te acordarás de Bufo?

ALEJANDRO:

¿Qué me pides?

BUFO:

Que me hagas
blando cúyo de Pirene.

ALEJANDRO:

Yo te la doy… ¿A qué aguardas?

BUFO:

Mujer sin dote, señor,
es como pan sin vianda;
que en el tiempo de más hambre,
ya que por ella no enfada,
al engullir se atraviesa,
como si fuera coraza.

ALEJANDRO:

Tres mil talentos te doy.

BUFO:

Tómolos, y aquí se acaba
del invencible Alejandro
la más valerosa hazaña.

FIN DE LA COMEDIA