La Odisea (Antonio de Gironella)/Canto Decimosexto
Al primer rayo del inmenso dia
Ulises, con Eumeo, ha renovado
El fuego entre cenizas escondido,
Preparando el almuerzo, y al haberlo
Repartido con todos los pastores,
Los mandan á custodiar á sus oviles.
Entre tanto Telémaco aparece:
Los dogos, que han sentido su presencia,
No ladran, prodigándole mil fiestas.
Ulises, que observó sus movimientos,
Oyendo el estampido de unos pasos,
Esclama: «¡Oh buen Eumeo! en este instante
Un amigo te llega ó compañero;
Los perros acarician y no ladran,
Y de unos pasos voy oyendo el ruido.»
Todavía está hablando cuando el hijo
Llega ya al peristilo. Eumeo entonces
Se levanta azorado y convulsivo;
El vaso en que vertiendo estaba el vino
Escapa de la mano; va corriendo
A su jóven señor; su frente toda
De besos cubre, y sus brillantes ojos,
Y las manos, y en llanto se los baña.
Tal despues de una ausencia de diez años
Abraza el padre al hijo idolatrado,
La penetrante vista. Ya la mesa
Servída está y en ella colocados
Todos se ven con igualdad preciosa.
Calmado el apetito y satisfecha
La sed, van todos á gozar del sueño
Las dulzuras que el alma tanto aquietan.