La República (Tomás y García tr.)/El traductor Al Que Leyere

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EL TRADUCTOR AL QUE LEYERE.


Habiendo sido tantas las eloqüentes traducciones de autores clásicos, así griegos como latinos, con que desde el siglo catorce acá enriqueciéron la lengua castellana y nuestra literatura erudítos y laboriosos españoles; extraño parecerá que del filósofo Platón no se haya hasta ahora que se sepa, traducido nada en castellano, quando sus obras se tuviéron siempre por lo mas selecto, instructivo y docto que escribiéron los filósofos de la Grecia sábia. Este descuido se hace mas notable al considerar, que sobre todos los antiguos tiene la ventaja de ser á un mismo tiempo el mas sólido y el mas eloqüente; aprendiéndose en sus escritos no solo el buen lenguage, sino ademas la ciencia de bien vivir: en términos que solo con su lectura puede quedar qualquiera instruido perfectamente de quanto supiéron los gentiles en órden á la ciencia moral; cuyas verdades esparcidas en las obras de los otros filósofos, y recopiladas en las suyas, componen con las nuevas luces que les dió, un cuerpo de doctrina de lo mejor que conoció el paganísmo. Sus grandes pensamientos y sublíme genio le grangearon el sobrenombre de divino, y no se detuvo Cicerón en compararle á Homero y Demósthenes, respetándole como á su maestro y su Dios, hasta llegar á decir que mas queria engañarse con Platón, que pensar bien con los otros.

Algunos Padres de la Iglesia le miraron con gran veneracion, y las sublímes verdades que se encierran en sus escritos y formaron tan grandes filósofos, tuviéron bastante fuerza para arrancar de la docta pluma de San Agustin, hablando de estos, aquella fuerte hipérbole, que en mudando algunas proposiciones y unos pocos términos se convertirian en hombres christianos. Es cierto que otros Padres, en especial San Juan Chrisóstomo, hiciéron contra él terribles invectivas; pero esta oposicion de pareceres debe atribuirse á los dos modos que se consideraba la filosofia de Platón. Los filósofos christianos la miraban como la doctrina que conducia naturalmente á la religion christiana. Y los filósofos paganos la consideraban como que contenia en sí una moral tan perfecta como la de los christianos, y aún que podia ocupar el lugar de esta santa religion. Baxo el primer respeto era digna de todos los elogios que le diéron los grandes Doctores de la Iglesia que saliéron de su escuela. Baxo el segundo no hay anatema á que no sea acreedora; siendo bien notorios los defectos de esta filosofía, y tan desmesurado el orgullo de los filósofos que en ella prevaleciéron. Hoy dia cesó ya esta diferencia, y no hay ninguno, á no ser ciego é insensato, que se atreva á preferir, ni aun siquiera á comparar á Platón y Sócrates, no digo con los Evangelistas y Apóstoles, sino aun con el menor de los buenos christianos.

El defecto principal de nuestros dias consiste en el abuso que se hace de aplicar con prodigalidad el augusto título de filósofo á toda clase de personas de qualquier arte y profesion que sean, que por lo raro llaman la atencion con alguna singularidad, ó que se distinguen por su libertinage; habiendo sucedido á la filosofia lo que á las familias mas distinguidas, quando usurpados sus ilustres apellidos por otras obscuras y bastardas, vienen á parar en que no se sabe distinguir quienes sean los verdaderos herederos, que tengan derecho de llevar aquel nombre. Á causa de esto se halla hoy dia, como en los tiempos de Platón, desconocida, abatida y despreciada esta profesion, hasta no tenerse idea ninguna del verdadero filósofo; cuyo carácter consiste en ser prudente, justo, fuerte y templado; en amar la verdad, huir del deleite, renunciar á todos sus deseos, y en quanto sea posible despreciar su cuerpo, opuesto siempre á la sabiduría; en no temer ni la pobreza, ni la afrenta que pueden padecerse por sostener la justicia y la verdad, en hacer bien á todos los hombres, aun hasta sus mismos enemigos, y no pensar en otra cosa que en morir bien, y para conseguirlo renunciar á todo y renunciarse á sí mismo. Esta idea tuviéron los mas ilustrados paganos Sócrates y Platón, y de consiguiente tuve por cosa útil y provechosa hacer ver mediante esta traduccion el progreso cierto y visible que ellos hiciéron en la averiguacion de estas verdades, y conocer hasta qué grado de luz plugó á Dios el conducirles. Por poco que se reflexione sobre lo que enseñaron, dice Mr. Dacier, se ve claramente que para cerrar Dios la boca á la incredulidad, preparaba ya la conversion de los gentiles, tantas veces predicha por los Profetas; porque á la verdad obra de Dios fué, y como un preludio de esta conversion, que dos paganos, en la mas idólatra de todas las ciudades, y quatrocientos años ántes que la luz del evangelio alumbrase al universo, anunciáran y probáran una gran parte de las verdades de la religion christiana. Digna es de notarse la circunstancia del tiempo, pues que Platón empezó á divulgar las doctrinas de Sócrates poco despues que muriéron los tres últimos Profetas que hubo en Israél. De suerte, que al punto que cesaron los Profetas entre los judíos, suscita Dios filósofos que empiezen á ilustrar á los gentiles, y sirvan de desengaño al hombre sobre lo poco que puede su flaco y débil entendimiento sin los auxílios de la revelacion, á vista de que estos sublímes ingenios desde la cumbre de los mas elevados pensamientos, se despeñan en el abismo de los errores mas execrables é inesperados, aun en la persona mas idiota manifestando á la postre que son hombres.

Esto deberán no perder de vista los lectores, para que en tropezando en alguna de las manchas con que desfiguró Platón sus excelentes escritos, léxos de retraerse de su lectura por semejantes caidas, se aprovechen de aquella humillacion de la razon humana para conocerse á sí mismos, y acostumbrarse á desconfiar de sus propias luces. Á qualquiera le será fácil comparar la moral de Sócrates con la que se lee en los libros de los que en nuestros dias se tienen únicamente por sábios; y encontrará que en medio de sus defectos discurrió mucho mejor sobre la ley natural y sobre la esencia de la justicia, que aquellos que no conocen mas ley natural que el instinto físico, ni otra justicia que el interés del más fuerte. Se sorprehenderá tambien al ver levantar á un gentil un edificio de moral, que separadas unas pocas nulidades, tiene toda la perfeccion que era capaz de darle el espíritu humano entregado á sus propias fuerzas; miéntras que algunos christianos que se vanaglorían de haber heredado algo de la sabiduría de Sócrates, y le miran como modélo de virtudo, trabajan por destruir no solo la obra de la revelacion y de una sabiduría infinitamente superior á todo el saber de los hombres, sino aun hasta la obra misma de la razon. Quanto mas grandes fuéron las tinieblas de aquellos tiempos, tanto mayor aprecio debemos hacer de Platón y Sócrates, que parece fuéron escogidos de Dios para ser los primeros pregoneros de estas grandes verdades, y si puede decirse, los precursores de San Pablo en la mas supersticiosa y las mas idólatra de todas las ciudades de Grecia. La doctrina de estos filósofos fué la que conservó las chispas del conocimiento que este grande Apóstol encontró en el corazon de algunos atenienses, sobre la resurreccion de los muertos, y sobre la inmortalidad del alma.

Para expresar mejor el ingenio y método Socrático, prefirió Platón escribir en diálogo, siendo cada conversacion una escena viva y animada, donde se ve obrar á todos los actores, dirigiéndose mejor al banco de persuadir é instruir, por tener la fuerza de un juicio contradictorio, en el qual las dos partes se defendiéron quanto fué su voluntad, ó alcanzaron sus talentos, y por lo mismo la victoria conseguida por una de las dos partes no se le puede disputar, sobre todo quando el diálogo está trabajado por un hombre diestro que no busca mas que la verdad. Ántes de Platón este modo de escribir era poco conocido, habiendo apénas usado Zenón de Elea, y Alexamenes de Teos; pero fué tanta la urbanidad, la elegancia, la hermosura y gracia que derramó Platón en esta especie de conversaciones, que le mereciéron la gloria de la invencion, y fué mirado en todos los siglos como el primer compositor de los diálogos. Cada uno de los suyos es una pintura sacada de la misma naturaleza, donde se describen las costumbres y caractéres de los sofistas, de los políticos, de los niños, de los mozos, de los viejos, de las mugeres, de los esclavos y de las personas libres; no siendo estos unos meros rasgos generales, sino retratos personales que no desconocerian las gentes que viviéron en su tiempo. En una palabra, no hay sátiras, ni comedias que le igualen en el número de sales y gracias, en la variedad de pensamientos y expresiones, y en el modo de manejar la ironía, siendo en su género lo que Aristóphanes en el suyo; aunque con la diferencia que sus pinturas son ménos libres, sus rasgos ménos cínicos y mas delicados, sin que para llamar la atencion cargue con exceso ridículo, ni desfigure sus personages como hizo Aristóphanes, en especial respecto de Sócrates, viniendo á ser inimitable su artificio, y superior en mi sentir á Luciano mismo.

Lo que mas contribuye á que su lectura sea tan agradable y tan útil, es que la verdad va saliendo poco á poco del seno de la misma disputa, como quando se desenvuelve el lienzo de una pintura, se vén levantarse poco á poco los personages, y parecer al fin del todo enteros: porque es cierto que para nuestra alma no hay cosa mas dulce que esta verdad que principia, y cuyo progreso casi insensible le dexa tiempo de prevenirla y adivinarla, muy diferente de quando se nos prueba, que no hace por lo comun sino agriarnos y inquietarnos. Otro de los provechos que pueden sacarse de los escritos de Platón, es el de formarse el juicio, y de adquirir la precision de entendimiento y exáctitud de razon tan necesarias en todos los estados de la vida para discernir la verdad del error, y tomar el mejor partido en todos los sucesos que se presenten, pues como dice Horacio en su arte poética la filosofia de Sócrates es la fuente del buen gusto. En suma, los diálogos de Platón fuéron la admiracion de todo el mundo, y en tiempo del Emperador Trajano tuviéron en Roma tanto aprecio, que se introduxo y fué recibida con mucho aplauso la costumbre de hacer aprender de memoria á los niños los mejores de entre ellos, á fin que los recitásen en los convites con los diferentes tonos y gesticulaciones que convenian á cada uno de los personages. Conservaron gran reputacion hasta el tiempo de los árabes, los quales por desgracia se inclinaron mas á su discípulo Aristóteles, y con sus comentarios le proporcionaron el magisterio exclusivo en todas las escuelas. Al presente apénas se lee el uno ni el otro, teniéndoles el mismo respeto, que en otro tiempo tuviéron los gentiles á los bosques sagrados, es decir, que los miran de léxos, y no se acercan á ellos. Me inclino á creer, á lo ménos respecto de Platón, que es por no conocerle, y estoy persuadido, que si se revolviesen á leer sus diálogos, tendria tantos admiradores como lectores.

El mas hermoso é interesante de todos es el que escribió sobre la justicia, conocido comunmente con el nombre de la República. Es el que trabajó con mas cuidado, y no cesó de limarle y retocarle hasta los ochenta años cumplidos. Despues de su muerte en un manuscritos de su República, se encontro el exordio mudado de veinte maneras; sin duda porque no queria que la doctrina de Sócrates perdiese en sus escritos aquella fuerza y gracia que tenia en boca de su maestro. En general no hay cosa mar harmoniosa y divina, que la colocacion de las palabras en Platón; y si en la eleccion hubiese sido tan felíz, seria igual á Homero, y superior á todos los otros. Su imaginacion bella y fecunda alimentada con las enérgicas frases de los oradores, y enriquecida con las gracias de los poetas, le suministraba los rasgos mas sublímes y las imágenes mas risueñas y mas naturales, de modo que su prosa es tan rica en figuras como la mas hermosa poesía. En suma, este escrito es de lo mejor que los antiguos nos dexaron sobre la filosofia, y en sentir de Cicerón ningun filósofo le ha igualado. La filósofa Axiotea, habiendo leido por casualidad uno de los coloquios de la República, se inflamó en tanto grado de amor á la filosofia, que se partió corriendo á Atenas, y disfrazada de hombre se metió en la Académia por oir á Platón.

En diez libros se suele dividir esta difusa conversacion, ó largo diálogo, que he llamado yo diez coloquios, por parecerme mas acomodada esta denominacion al génio de nuestra lengua. Dos cosas se propone el filósofo como objeto principal: la una es inquirir qué es lo que hace al hombre justo, ó en qué consiste la justicia: la otra es comparar la condicion del bueno con la del malo, para decidir quál de las dos debe preferirse á la otra. Suscítase la qüestion primera de resultas de un coloquio que tiene Sócrates con el anciano Céphalo, y Thrasimaco de Calcedonia dá motivo á la segunda, quando para apoyar la definicion de la justicia, que decia ser el interés del mas fuerte, añade que la felicidad del hombre crece á proporcion de su maldad, con tal que al deseo de hacer mal, se junte el poder de cometerle impunemente. Refúta Sócrates lo que con tanta temeridad habia osado proferir Thrasimaco, y obliga por fin á enmudecer al sofista en el primer coloquio, que debe mirarse como proemio de los demas, y en donde se desenvuelve la materia simplemente.

Renuévase la disputa en el segundo, y Glaucon y Adimanto, hermanos de Platón, se empeñan en continuar la objecion de Thrasimaco, exponiéndola con la mayor claridad, y reduciendo la qüestion á términos muy claros y precisos. Pretenden los hermanos que no se haga ningun caso de las buenas ó malas conseqüencias que resultan de la justicia é injusticia, sino que se consideren entrambas como desnudas, y solo por lo que son en sí mismas: y que entónces exáminada su naturaleza y los efectos que producen en el corazon del hombre, se decida si el que sigue la virtud es mas felíz que el partidario del vicio. Les propone Sócrates, que para conocer mas fácilmente lo que es la justicia en un particular, se observe ántes lo que es en una sociedad entera, haciéndole ver que aquí será mucho mayor, y por lo mismo se descubrirá con ménos trabajo: y luego que se comparen estos dos modélos, valiéndose del grande como de medio mas adequado para conocer mejor el pequeño. Porque, dice Sócrates, lo que hace justo á un estado, debe tambien hacer justo al particular; en todo se corresponden el uno con el otro: por consiguiente no puede haber entre ellos otra diferencia que la de mas á menos. Formémos pues una República, y veámos cómo y por dónde se introducen allí la justicia é injusticia. Comienza á establecer desde los fundamentos, subiendo al orígen de la sociedad civil, y se la vé como nacer, crecer y engrandecerse. Al pronto no concede mas á los ciudadanos de su nueva República que lo puramente necesario, y los representa quales se conciben a los hombres en el estado natural, advirtiendo que una ciudad compuesta de tales habitantes, es una ciudad sana, es una ciudad perfecta. Proporciónales despues algunos alivios, y les hace vivir ya con mas desahogo, añadiendo comodidades y aun superfluidades á lo meramente necesario; de modo que algunas artes inventadas por solo el placer entran en esta ciudad con todo el tren y aparato que suelen llevar consigo. Desde entónces dexa de ser una sociedad formada para un número pequeño de habitantes, y pasa á constituir un gran mundo. En tres clases divide este cuerpo político, la del pueblo, la de los guerreros, y la de los magistrados; y despues de haber demostrado que el estado es justo quando el pueblo y los guerreros están sujetos á los magistrados, y los magistrados mismos á las leyes, empieza á examinar en el coloquio quarto y continúa en los siguientes, si acaso en el alma de cada hombre se hallen tres partes que correspondan á las dichas tres clases. Descubre que en efecto la razon representa al magistrado; al guerrero la ira; y las otras pasiones al pueblo; de donde concluye, que el hombre es justo quando la ira y demas pasiones obedecen á la razon.

Conocida la naturaleza de la justicia, pasa en el coloquio octavo á inquirir quáles sean sus efectos. Y tomando de nuevo la comparacion del hombre político con el gobierno interior del hombre, comienza por distinguir cinco maneras de gobiernos. Gobierno monárquico ó aristocrático, que era el de su República, y le prefiere por ser el mas perfecto de todos. Gobierno timocrático, donde reynan la íntriga y ambicion, quales fuéron el de Creta y Esparta. Gobierno oligárquico, donde solos los ricos tienen parte en los negocios; el democrático ó puramente popular, y en fin el tyránico. Á estas cinco especies de gobiernos, opone otras tanta maneras de hombres, á saber, hombre justo, hombre ambicioso, hombre interesado, hombre que se vá tras todas sus pasiones sin refrenar ninguna, y hombre en fin tiranizado por una pasion violenta que se apodera y enseñorea de toda su alma. Explica en seguida de qué modo se hace el tránsito sucesivo de un gobierno á otro gobierno ménos perfecto, de un hombre á otro hombre mas corrompido. Y concluido este paralelo, decide en el coloquio nono la qüestion segunda con decir, que así como el mas felíz de todos los estados es el que está gobernado por un Rey filósofo, esto es, amante de la razon y de la verdad, y el mas desgraciado el que tiene por Señor á un tyrano, del mismo modo la condicion mas dichosa es la del hombre justo; y la del malo dominado por sus pasiones, la mas miserable. Por último, á fin que la victoria de la justicia contra la injusticia fuese completa, pide Sócrates en el coloquio décimo, que se tenga consideracion con lo que habia dexado pasar por alto al principio. Para que no se complicase demasiado la disputa, consintió en que en el exámen de la qüestion propuesta, no se cuidasen por entónces de los bienes ni de los males exteriores afectos á la práctica de la virtud y del vicio; pero supuesto que está dada la sentencia, quiere ahora que se restituyan á la virtud los honores y premios que tiene derecho de esperar, y que recibe en efecto de los hombres y de los Dioses durante esta vida y despues de la muerte: y al igual que se vuelvan al vicio las afrentas y castigos que merece, de los quales no se puede libertar.

Concluyese el diálogo con una relacion de lo que sucede á los buenos y á los malos en la otra vida, que pone Sócrates en boca de un armenio llamado Hér, y le supone resucitado á los doce dias de su muerte, á tiempo que su cuerpo tendido sobre la pyra iba á ser consumido por las llamas. Platón bebió sin duda estas ideas en las tradiciones de los egipcios, que las recibieron del pueblo de Dios y de los antiguos Patriarcas; pero andando el tiempo se alteraron y corrompiéron por los idólatras estas tradiciones con la mezcla de tantos errores, que nadie debe admirarse que unas mismas verdades se expliquen por pinturas tan diversas y fabulosas.

Á esto se reduce el asunto principal de esta obra, enriquecido por el autor con varios é interesantes episodios; pero con tanta oportunidad, que ninguno con razon los pueda censurar de inútiles digresiones. El primero que empieza al fin del segundo coloquio, y acaba casi á la entrada del quarto, es sobre la educacion de los guerreros, y se trata de los exercicios propios para formar el espíritu y el cuerpo, comprendidos baxo los nombres de música y gymnástica. Condena con este motivo y destierra de su República á Homero y demas poetas que osaron proferir fasedades á cerca de los Diosos, de los Héroes, de los infiernos, y otras cosas pertenecientes á la religion. No reprueba absolutamente toda especie de poesía, sino solo aquella que es imitativa y cuyo objeto se dirige á lisongear las pasiones. Extiende su reforma á la música y á la armonía propiamente dicha, y aun hablando de la gymnástica, dice como de paso algo de la medicina y del modo de curar los enfermos.

El segundo episodio es la abertura del coloquio quinto, en el qual con motivo de haber dicho Sócrates, hablando de los guerreros, que entre amigos todo debia ser comun, bienes, mugeres, é hijos, se le obliga á desentrañar esta proposicion, que apénas habia insinuado ántes como de paso. Se empeña pues en probar, 1.º que los empleos deben ser comunes á los guerreros y á sus mugeres, y por lo mismo que se las debe educar en la música y en la gymnástica. 2.º Que las mugeres de los guerreros deben ser todas comunes á todos con el designio sin duda de que se compusiese su República de una sola familia, que se aboliesen en ella los odiosos nombres de mio y de tuyo, y se cortase de raiz toda semilla de discordia y division. Los fines que se proponia eran muy buenos, pero los medios de que se valió, mejor los llamarémos delirios de un hombre que sueña, que discursos sérios de un filósofo.

La objecion que en seguida le presentan, de que el plan de su República es demasiado hermoso, para que pueda realizarse, dá motivo al tercer episodio, que sin duda es el mas largo y el pedazo mas completo de toda la obra. En respuesta dice, que no debe esperarse que se vea sobre la tierra una República tal como la suya, á menos que la filosofia suba al trono en persona de los sábios, ó que los Reyes vengan á ser filósofos. Y para precaver toda equivocacion en materia tan importante, describe el carácter del verdadero sábio, al qual y no á otro conviene únicamente el título de filósofo. En el coloquio sexto prueba que pocas veces nacen hombres de este carácter, y que conspira todo, aun hasta las buenas calidades suyas, á que se corrompa este corto número, en términos de ser muy dificil que puedan ellos conservarse. Objétanle de nuevo que léxos de tener la filosofia bastante fuerza para producir en la sociedad civil tan maravillosa mudanza; se advierte al contrario que el número mayor de los filósofos son malos y perjudiciales á los estados, y los restantes quando ménos son enteramente inútiles. Conviene Sócrates en que esta reprension no carece de algun fundamento, pero añade que de ningun modo debe recaer sobre la filosofia; y para justificarla plenamente distingue los verdaderos de los falsos filósofos, exponiendo las causas de la inutilidad de los primero y de la perversidad de los segundos. Manifiesta en seguida cómo debe educarse el filósofo que se destina para gobernar el estado, disponiendo en el coloquio séptimo que se le haga pasar por toda especie de pruebas que acrisolen su virtud y su capacidad, que su vida vaya mezclada de contemplacion y de accion, que se instruya en todas las ciencias propias para sublimar el espíritu y generalizar las ideas, como son la arithmética, álgebra, geometría y astronomía, haciéndolas servir como de otras tantas gradas para llegar al mas elevado de todos los conocimientos que es el del soberano bien, á donde deben encaminarse, y parar allí todos los conocimientos filosóficos.

Por fin, en el coloquio décimo descarga Sócrates los últimos golpes contra la poesía imitativa, impugnándola en sus principios y en su misma naturaleza. Demuestra que es fútil y de poca substancia, agena de la verdad, y que su objeto es dar gusto á la parte frívola del alma, estudiando sus flancos para seducirla con mas facilidad y mayor seguridad. Que entre todas las pasiones siempre lisongea las que son mas indecentes á un sábio: por tanto la destierra nuevamente de su República, despues de haberle permitido defender su causa por sí misma, ó por medio de sus amigos.

Del resúmen que acabo de hacer, resulta, 1.º que este diálogo es en parte moral, en parte político, y que el designio principal de Platón no es formar un plan de República como creen muchos, engañados sin duda por el título de la obra, que no es conocida con otro nombre que con el de República, sino de conocer al hombre justo, virtuoso y perfecto, comparándole con una forma de gobierno tan excelente en su género, como el gobierno interior del hombre lo es en el suyo. Otros habian dicho del hombre que es un pequeño mundo; Platón le considera aquí como una pequeña República. 2.º Que la hipótesis de la República perfecta no tiene mas chimérica, que la del hombre perfecto, debiéndose colocar la una y la otra baxo el mismo grado de posibilidad. De modo que si Platón en la pintura que traza de un gobierno sin defectos, no hubiese dado lugar á sus desvaríos sobre los matrimonio y sobre la comunidad de mugeres; quanto ha dicho ni sería ménos hermoso ni ménos sólido que lo que dice con motivo del hombre justo y del verdadero filósofo. 3.º Que Platón tenia demasiado juicio para creer que ni su República ni su sábio pudiesen existir tales como se los imagina, diciendo él mismo en el coloquio quinto. «Que no debe esperarse del hombre una perfeccion que iguale á la virtud misma, y que harto hace si se asemeja en los principales rasgos. Que habiendo de discurrir sobre la naturaleza y los efectos de la justicia é injusticia, era preciso tener á la vista dos modélos completos, uno de bondad, otro de malicia, que de ningun modo pretende puedan existir; pero sí que el hombre será ó mas felíz, ó mas desdichado, segun mas se acerque el uno ó al otro. Hallándose en órden á esto en el caso mismo de un pintor, que aun despues de haber pintado el mas hermoso hombre que puede imaginarse, con todo no estaria en estado de probar que la naturaleza puede producir una hermosura tan completa. En una palabra, que es imposible en la naturaleza de las cosas, que la execucion de un proyecto corresponda exactamente á la idea que se formó en el ánimo.»

Algun tanto me he dilatado en la exposicion de este diálogo, por considerar que muchas personas instruidas por otro lado, no tomaban el sistéma de Platón por la parte que debian, con perjuicio de la verdad. Deben pues tener presente, que es un autor profundísimo, que para entenderle bien es menester estudiarle, y que la mayor parte de los errores á que diéron lugar sus escritos, provienen sin duda de que no se lee sino superficialmente.

Aunque estoy muy léxos de pensar que concurran en mí los talentos que tenia por necesarios Dacier para hacer una buena traduccion de la República; con todo me parece puedo asegurar á mis lectores que les presento á Platón tal como es, sin mudar, añadir, ni quitar nada. Para conseguirlo no he perdonado fatiga, ni escusado diligencia alguna, á fin de expresar con fidelidad y con la claridad posible el sentido del autor, teniendo á la vista el texto griego, consultando siempre las versiones latinas de Ficino y Serrano, y la francesa de P. Grou, que me suministró muchas luces, y esmerándome en buscar las voces y frases castellanas que mas se conformasen con el original. Con todo se hallarán muchos defectos, que no deben atribuirse por ningun título á la lengua española, que congenia como la que mas con la griega, sino á mi poca habilidad y práctica en este género de escribir; aunque por haber sido el primero que respecto de Platón hizo este servicio á los que solo saben castellano, confio se me perdonará con facilidad que no haya llegado al grado de perfeccion que debia esperarse de otra persona mas diestra y exercitada. He cuidado tambien de ilustrar mi traduccion con las notas que á la suya puso el P. Grou, añadiendo otras muchas sacadas de autores acreditados, que diesen á conocer á los ménos instruidos, los personages fabulosos é históricos, el orígen de algunos adagios, y los usos y juegos antiguos que se mencionan en esta obra. Pocas son las reflexiones morales y políticas que ofrezco á mis lectores de las muchas que se presentan á cada paso sobre el total del sistéma, y sobre algunos pasages particulares, creyendo será mejor que se las haga cada uno, y que reflexiones por reflexiones valdrán mucho mas las suyas, y le incomodarán ménos que las mias. Por último, me parece no será fuera de propósito, que el diálogo de la República preceda una noticia historiada de la vida de Sócrates, que es el principal interlocutor, y otra de su discípulo Platón por ser el autor; los dos principales personages que interesa conocer para la mejor inteligencia de la obra.