La araucana primera parte/IX
IX
Llegan los araucanos a tres leguas de la Imperial con grueso ejército. | |
No ha efeto su intención por permisión divina. Dan vuelta a sus tierras | |
adonde les vino nueva que los españoles estaban en el asiento de Penco | |
reedificando la ciudad de La Concepción. Vienen sobre los españoles, y | |
hubo entre ellos una recia batalla. | |
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Y manifiesto vemos hoy en día |
Un miedo igual a todos atormenta; |
Que Dios quiere ayudar a sus cristianos |
Que la mar reprimiendo sus vapores, |
Luego a furor movidos los guerreros |
mas, porque estando Arauco tan vecino |
Muy alegres los cuatro se partieron |
Al yermo Penco herboso habían llegado, |
Pero los españoles, de un amigo |
La nueva claridad del día siguiente |
Apretándolos iban reciamente, |
Y de rencor intrínseco aguijados |
Quien en llegar es algo perezoso, |
Unos deja tullidos y contrechos, |
La espada a la siniestra el indio trueca, |
El corpulento mozo Mareguano |
Alvarado con ánimo y cordura |
Sale en el codicioso seguimiento |
«¡So! ¡So!», les va gritando: «¡Espera, espera! |
No por áspero monte ni agria cuesta |
Viendo Alvarado a Rengo así orgulloso |
Visto Alvarado serle así escusado |