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La astrología en el Perú

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Nota: Se respeta la ortografía original de la época
LA ASTROLOGIA EN EL PERU


I


Para los médicos, cirujanos, boticarios y barberos de Lima, eran, en el siglo xvii, artículos de fe y parte integrante de la ciencia las supersticiones astrológicas. A la vista tengo un libro de 700 páginas en 4.º, impreso en Lima por los años de 1660, y del que es autor Juan de Figueroa, familiar del Santo Oficio de la Inquisición, veinticuatro de Potosí y tesorero de la Casa de Moneda de esta ciudad de los Reyes, quien dedicó su abultada obra al virrey conde de Alba de Aliste. Titúlase el librote: La Astrología en la medicina.

Según Figueroa, cuando el Sol entra en el signo de Aries, la tisis está de plácemes; y cuando domina Virgo abundan los tumores en el vientre. A Tauro le da el señorío de los dolores de cabeza; á Cáncer el de la sífilis; á Escorpión el de los reumatismos; á Piscis el de las hidropesías; á Capricornio el de la ictericia; y así á cada signo del zodiaco le adjudica el patronato de una dolencia.

Entre otras, no menos peregrinas invenciones, prohibe hacer gargarismos ó aplicarse un clíster, mientras Piscis no haya entrado en cierta casilla que el autor señala en un planito por él ideado; y califica poco menos que de suicida al que toma un vomitivo ó se hace sangrar, cuando Marte se halla de visita en la casa de Mercurio.

Medicinarse estando el Sol y la Luna en conjunción es, para nuestro autor, epilepsia segura; y en materia de sangrías y de ventosas, sólo las consiente cuando el Sol se va acercando al medio día.

El que enfermaba, aunque fuera de un dolor de muelas, cuando ciertos signos que él apunta se hallasen de bureo en cierta casilla, no tenía otro remedio que mandar por mortaja y cajón, para hacerse enterrar.

Para tener larga cabellera había que hacérsela cortar estando la Luna creciente en Virgo; y para conseguir que el pelo no creciera pronto, esperar á la Luna menguante en Libra. Las uñas debían cortarse estando la Luna en Tauro ó en León.

Quien tuviese la desgracia de engendrar un muchacho, estando Venus, Marte, Saturno y Mercurio en determinada posición, no debía culpar más que á su ignorancia en Astrología, si el mamón resultaba (lo que no podía marrar, según Figueroa) con joroba, seis dedos en la mano, como diz que los tuvo Ana Bolena, ú otro desperfecto.

Engendrar bajo la influencia de tales y cuales astros era para que el muchacho saliese un facineroso, ó si era hembra el engendro, una pelandusca. En cambio todo el que se sujetase á las reglas astrológicas, tendría los hijos con cualidades á medida del deseo. Por lo menos, serafines de altarcico.

Cuando, en una mujer embarazada, las pulsaciones de la mano derecha eran más vigorosas que las de la mano izquierda, sin género de duda que el fruto seria varón.

No es cuento de que yo me eche á borronear carillas de papel, que con lo apuntado sobra para que el lector se forme concepto del libro, que tuvo gran boga en su tiempo, y del que no había, en Lima, casa de buen gobierno ó de matrimonio bien avenido, donde no hubiese un ejemplar más manoseado que la Alfalfa espiritual para los borregos de Cristo y la Bula de Cruzada.

Esos eran tiempos en los que cuando uno se encontraba con un pelo en la sopa, decía:—¡Demonios! ¿de quién será esta hebra de pelo?—La conozco, contestaba de fijo un comensal, es de la hija de la cocinera, que es una muchacha muy guapa—¿De veras? Pues me la guardo—y limpiaba la hebra con la servilleta y se la guardaba en el bolsillo. Dicen los astrólogos que un cabello de buena moza traía ventura al poseedor.

Y tan rodeada de supersticiosas y pueriles prácticas andaba la ciencia médica, en Lima, que cuando el profesor de Anatomía se hallaba en el compromiso de dar á sus discípulos lección sobre el cadáver, en el anfiteatro, antes de esgrimir cuchilla y escalpelo, rezaba en unión de los presentes, una plegaria en latín por el alma del difunto.


II


La Astrología médica tuvo también sus impugnadores, y el más enérgico fué don Juan Jerónimo Navarro, médico valenciano que, con el título Disertación astronómica, publicó, en Lima, un interesante opúsculo, impreso en 1645.

Ocurrióle al doctor Navarro, (y precisamente esta ocurrencia fué la que lo impulsó á escribir su Disertación) que habiendo recetado un purgante á uno de sus enfermos, que era encumbrado personaje, negóse el boticario á despacharlo. Y no sólo se negó sino que le escribió al enfermo la siguiente esquelita que, ad pedem literæ, copio del ya citado librejo.

«Señor mío: Vuesamerced no siga el parecer del doctor, aunque él lo mande; porque mañana, á las cinco, es la conjunción, que si fuera por la tarde no correría vuesamerced tanto riesgo. De más que hoy no he hecho purga ninguna, ni tal se puede hacer hasta que pase la conjunción. Vuesamerced vea lo que le parece, que á mí no me mueve otra cosa más que la conciencia.—Guarde Dios á Vuesamerced».

Combatiendo la crasa ignorancia y necedad del boticario chapucero, dice el doctor Navarro que acatar las supersticiones astrológicas, tan bien acogidas por el pueblo, no redunda sino en descrédito del médico y regalo para curas y sacristanes.

Los deudos del finado, como era de cajón, se dividieron en bandos. Unos echaban pestes contra el boticario, entrometido y palangana, y otros bufaban contra el galeno ignorantón. Este protestó más que el protestante inglés, y acudió al protomédico solicitando que impusiese castigo severo al criticastro de autorizada receta. El boticario, contestando al traslado, puso al querellante de camueso y farfullero que no había por dónde cogerlo; y lo peor es que con el manipulador de píldoras, ungüentos y jaropes hicieron causa común los demás del gremio, entusiastas creyentes en la Astrología y sus maravillas, á pesar de que ya empezaba á popularizarse la redondilla que dice:

El mentir de las estrellas
es muy seguro mentir,
porque ninguno ha de ir
á preguntárselo á ellas,

redondilla que, en nuestro siglo, ha sido reemplazada con esta otra de autor anónimo:

Sobre microbios mentir,
es mentir de gente sabia,
pues se llega á conseguir
dejar á todos en Babia.

El protomédico se vió en las delgaditas, ó en apuros para fallar. No se sentia con coraje para declararse contra las preocupaciones dominantes, y en tamaño conflicto cortó por lo sano; esto es, declinó de jurisdicción enviando el proceso á Madrid, que fué como mandarlo al Limbo. Por el vapor de la primera quincena del siglo entrante espero la sentencia del proceso.