La conciencia (Víctor Hugo)

De Wikisource, la biblioteca libre.
La conciencia
de Víctor Hugo
traducción de Ricardo Palma


Furiosa tempestad se desataba
cuando, de pieles rústicas vestido,
Caín con su familia caminaba
huyendo a la justicia de Jehovah.
La noche iba a caer. Lenta la marcha
al pie de una colina detuvieron,
y a aquel hombre fatídico dijeron
sus tristes hijos: -descansemos ya.

Duermen todos excepto el fratricida
que, alzando su mirada sobre el monte,
vio en el fondo del fúnebre horizonte
un ojo fijo en él.
Se estremeció Caín, y despertando
a su familia del dormir reacio,
cual siniestros fantasmas del espacio
retornaron a huir. ¡Suerte cruel!

Corrieron treinta noches y sus días,
y pálido, callado, sin reposo,
y mirando sin ver, y pavoroso,
tierra de Assur pisó.
-Reposemos aquí. Dénos asilo
esta región espléndida del suelo-
Y, al sentarse, la frente elevó al cielo...
y allí el ojo encontró.

Entonces a Jubal, padre de aquellos
que en el desierto habitan -haz, le dijo,
qu ese arme aquí una tienda- y el buen hijo
armó tienda común.
-¿Todavía lo veis? -preguntó Ysila,
la niña de la blonda cabellera,
la de faz como el alba placentera,
y Caín respondió: -¡lo veo aún!

Jubal entonces dijo: -una barrera
de bronce construiré: tras de su muro,
padre, estarás de la visión seguro;
ten confianza en mí.

Una muralla se elevó altanera...
y el ojo estaba allí.
Tubalcaín a edificar se puso
una ciudad asombro de la tierra,
en tanto sus hermanos daban guerra
a la tribu de Seth y á la de Enós.
De tinieblas poblando la campiña
la sombra de los muros se extendía,
y en ellos la blasfemia se leía:
PROHIBO ENTRAR A DIOS.-

Un castillo de piedra, formidable,
que a la altitud de una montaña asciende,
de la ciudad enmedio se desprende,
y allí Caín entró.
Ysila llega hasta él, y cariñosa,
Padre, le dice, ¿aún no ha desaparecido?-
Y el anciano, aterrado y conmivido,
la responde: -¡No! ¡no!

Desde hoy quiero habitar bajo la tierra
como en su tumba el muerto. -Y presurosa
la familia cavóle una ancha fosa,
y a ella descendió al fin.
Mas debajo esa bóveda sombría,
debajo de esa tumba inhabitable,
el ojo estaba fiero, inexorable...
¡y miraba á Caín!