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La confesión de un ratero

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Nota: En esta transcripción se ha respetado la ortografía original.


La confesion de un ratero.

Estando en el confesonario el padre Cárdenas, un ratero, su penitente, le robó el reloj. Poco después, continuando su confesion, dijo:

— Padre, he hurtado una alhaja de oro.

— Es necesario que la restituya, y si así no lo hace, no puedo absolverle.

Replicó el fingido penitente:

— He creido mejor, padre, dársela á vuestra reverencia para que se quede con ella, y para eso la tengo aquí. — De ninguna manera puede ser eso, y yo no la he de tomar.

— Sepa, padre mio, dijo el tunante, que he intentado devolvérsela á su dueño, y no la quiere.

— Entonces es otra cosa; y si ello es así, se la puede quedar.

Cuando el padre subió á la celda, fué á mirar su reloj, y no hallándolo, dijo:

— En efecto, la persona robada no lo ha querido tomar. ¡No era mal pillo!