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La despedida (Blasco)

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(Redirigido desde «La despedida (de Blasco)»)
Obras Completas de Eusebio Blasco
Tomo I, Sección II, Veladas de Verano.
La despedida (de Blasco)
de Eusebio Blasco

Nota: se ha conservado la ortografía original, excepto en el caso de la preposición á.


LA DESPEDIDA.


LETRILLA

   En el retrete de Luisa
entra un joven, y al momento
le señala ella un asiento
con amorosa sonrisa.

   Y él, con voz harto sonora,
mirándola con misterio,
dice entre irónico y serio:
«A los pies de usted, señora.»

—¿Qué significa ese acento
y ese usted? —dice la bella —
—Señora, si el labio sella,
concluiré en un momento.

   No con escusas ahora
me quiera usted aplacar:
hoy acabo ya de estar
a los pies de usted, señora.

   —Mas ¿qué motiva ese gesto
y esa manera de hablarme?
—¡Pérfida! ingrata! ¡engañarme así!
—Pero ¿á qué viene esto?
—Sepa usted que nada ignora,
este incauto enamorado:
no puedo estar a su lado...
a los pies de usted, señora.

   Pues no: no quiero irme
sin decirla lo que siento:
es mucho mi sufrimiento,
y... los sordos van a oirme;
usted, con engañadora
pasión, de mí se ha burlado...
¡Y qué yo me haya postrado
á los pies de usted, señora . . . !

   Hace mes y medio, creo,
vi a usted con su tío el conde
no recuerdo bien en dónde...
me parece fué en paseo.
Al verla tan seductora,
confundido y admirado
dije al pasar por su lado:
«a los pies de usted, señora. »

   Usted ¡de pensarlo sudo!
fingiendo serle agradable,
con una sonrisa amable
volvióme al punto el saludo.
Con gracia fascinadora
la falda se levantó...
mi vista se dirigió
a los pies de usted, señora.

   ¡Y qué pies. Dios bendecido!
ellos causaron mi ruina
y mutación repentina
en mi espíritu abatido.

   Desde entonces hasta ahora
nunca los pude olvidar,
y no he dejado de estar
a los pies de usted, señora.

   Tiene usted cartas de Juan,
y billetes de Agustín,
y epístolas de Martín,
y esquelas de Sebastián:
Todos ellos sin demora,
pues no están en el secreto,
firman con mucho respeto,
«a los pies de usted, señora.»

   Pero ya esto se acabó;
hoy se descubre el engaño;
un funesto desengaño
voy a darles luego yo.
En vano el perdón implora:
no hay de convencerme modo;
voy a descubrirlo todo;
a los pies de usted, señora.

—¡Un instante!
—¡No hay piedad!
La villa vá a murmuraros,
las bellas a señalaros,
y a huiros la sociedad.
Ha llegado vuestra hora;
la máscara os quitaré,
y... ni aun deciros querré
a los pies de usted, señora.

—¡Espera!
—¡Vana porfía!
—¡Escucha!

—No atiendo a nada.
—¡Ah! ¡me haces muy desgraciada!
—Cada cual tiene su día.
—Pero ¿no admite demora
tu partida?

—Ni un momento.
Usted lo quiso.... lo siento...
a los pies de usted, señora.

.......................................

Marchóse; y Luisa, llorosa,
a su balcón se asomó,
y cuando salir le vio

   Volvióle a llamar ansiosa.
Y él, con faz que corrojjora
sus deseos de vengarse,
dijo riendo al marcharse:
a los pies de usted, señora.