La economía circular/Conceptos clave en el ámbito de la economía circular
EN EL ÁMBITO
DE LA ECONOMÍA
CIRCULAR
3.1. LA JERARQUÍA EN EL TRATAMIENTO DE RESIDUOS
La jerarquía en el tratamiento de los residuos hace hincapié, de forma prelativa, en aquellas acciones encaminadas a impactar lo menos posible en el medio natural mediante la generación de residuos. La prevención es la fórmula más eficiente en la jerarquía que plantea la economía circular, intentando evitar, mientras se pueda, la eliminación final, pues la premisa central es la conversión de todo residuo en un insumo.
En concreto, la prevención implica la máxima de que «el mejor residuo es que el que no se da». Por lo tanto, hace referencia a toda medida orientada a evitar que un material o un producto llegue a convertirse o a generar algún residuo.
Entre las principales medidas de prevención podemos destacar:
» el pago por generación, » la concientización ciudadana en torno al despilfarro alimentario, » medidas legislativas relacionadas con la fabricación y uso de determinados productos. Por ejemplo, bolsas de plástico, » la concientización y la sensibilización, » la digitalización de documentos, y» la promoción del compostaje doméstico.
Rebasada la zona preventiva de la pirámide tenemos el resto de las posibilidades que plantea la economía circular. En concreto, la preparación para la reutilización implica la utilización reiterada de un producto o material para el mismo fin inicial que se le dio. El reciclado hace referencia a procesos por el que unos materiales resultantes del proceso productivo se transforman en nuevos insumos. La valorización consiste en la operación por la cual el residuo adquiere un fin útil en la misma industria o en otra. Y cuando hablamos de eliminación final nos referimos esencialmente al incinerado (sin valorización energética) o vertido cuando ya se han agotado todas las opciones.
LA JERARQUÍA EN EL TRATAMIENTO DE RESIDUOS
Fuente: elaboración propia a partir de la Directiva Marco Europea (2008/98/CEE)
3.2. EL DISEÑO Y EL CICLO DE VIDA DEL PRODUCTO
El ecodiseño o diseño ecológico hace referencia a la consideración de los impactos ambientales de un producto o servicio desde la fase de diseño. El ecodiseño permite, desde el origen, reducir la cantidad de materiales en la producción, mejorar las funcionalidades del producto, anticipar las formas de uso que le dará el consumidor y prever los residuos que se generarán y dónde se generarán. El ecodiseño no debe ir en menoscabo de la seguridad y la calidad del producto y servicio, y debe contemplar el ciclo de vida del producto en su conjunto: debe internalizar los costes.
El ecodiseño no es incompatible con los intereses del productor o del consumidor. El productor, al reducir la cantidad de materiales, reducirá sus costes. Del mismo modo, se verá favorecido en costes por un producto ecodiseñado al reducir la responsabilidad ampliada del productor. Por su parte, el consumidor contará con un producto más duradero y funcional.
Conrad Lutterop y Jessica Lagerstedt (Luttropp, 2005) enunciaron las conocidas diez reglas de oro del ecodiseño:
1. no utilizar sustancias tóxicas o, en su defecto, se deben mantener en ciclos cerrados; 2. minimizar el consumo de recursos y energía en la producción y el transporte a través de la gestión interna; 3. minimizar el consumo de energía y recursos en la fase de uso del producto; 4. promover la reparación y actualización, especialmente para productos dependientes del sistema; 5. promover la duración de la vida útil del producto; 6. utilizar características estructurales y materiales de alta calidad para minimizar el peso sin interferir con la necesaria flexibilidad, resistencia al impacto o prioridades funcionales; 7. utilizar mejores materiales, tratamientos de superficie o arreglos estructurales para proteger a los productos de la suciedad, la corrosión o el desgaste;8. facilitar la actualización, la reparación y el reciclado a través de la capacidad de acceso, etiquetado, módulos, puntos de rotura y manuales;
9. facilitar la actualización, la reparación y el reciclado utilizando pocos materiales, simples, reciclados, no mezclados y sin aleaciones; y10. utilizar el menor número de elementos de unión como sea posible y utilizar tornillos, adhesivos, soldaduras, encajes, etcétera, de acuerdo con el escenario del ciclo de vida.
Buscar la mejora constante compartiendo el conocimiento. Promover la comunicación directa y abierta entre colegas, jefes, constructores y usuarios para construir consideraciones sustentables de largo plazo con responsabilidad ética, y restablecer una relación integral entre los procesos naturales y las actividades humanas.
3.3. LA VALORIZACIÓN ENERGÉTICA
La valorización energética hace referencia a los distintos procesos de conversión de los residuos y vertidos en energía en forma de electricidad, vapor o calor a través de diversos tratamientos o procesos de carácter biológico o térmico. En la actividad se utilizan incineradoras (a través de la incineración energética eficiente) u hornos industriales. Aquí, los desechos finales son cenizas y escorias, residuos de mucho menor volumen que deben ser tratados de forma diferenciada en función de su naturaleza. En el esquema de la economía circular, las cenizas deben canalizarse a un depósito, donde son inertizadas (o dejadas inactivas) y las escorias, por su parte, pueden ser utilizadas en proyectos de construcción, restauración de canteras o por las cementeras como subproducto. El proceso térmico se hace a la temperatura adecuada en las plantas de valorización (waste to energy) para evitar la generación de dioxinas, que son sustancias muy tóxicas. Los residuos requieren tratamiento previo, y en las plantas de valorización están sometidos a procesos muy robustos y a un restrictivo control legal.
La fracción orgánica de los residuos en un depósito debidamente sellado genera espontáneamente biogás que es aprovechable energéticamente y que de no utilizarse se iría a la atmósfera fundamentalmente en forma de metano, un potente gas de efecto invernadero. También son aprovechables, sin tener que estar sellado el vertedero, los procesos de digestión anaerobia. A la fracción biodegradable de los residuos o del vertido se le aplicarían procesos biológicos, siempre y cuando el poder calorífico del residuo haga viable la valorización.
PROCESOS DE VALORIZACIÓN ENERGÉTICA MÁS UTILIZADOS,
BIOQUÍMICOS O TERMOQUÍMICOS
Proceso | Método | Descripción |
Aprovechamiento del gas del
vertedero |
bioquímico |
Cada vez llega menos fracción biodegradable al vertedero, por lo que tiende a ser menos viable. Aunque presenta inconvenientes (diversidad de potencial calorífico, contaminantes, etc.), siempre es preferible a la no valorización. El metano que se escapa de los vertederos es un gas muy potente en términos de contribución al efecto invernadero. |
Biometanización | bioquímico |
A través de un proceso de digestión/fermentación anaerobia la fracción biodegradable del residuo se convierte en biogás (formado fundamentalmente por metano y CO2) a partir de la parte más degradable de la materia orgánica. La fermentación se realiza por bacterias en ausencia de oxígeno. |
Pirólisis | termoquímico |
Se trata de un proceso térmico de gradación a elevadas temperaturas (300 a 800 °C) y sin oxígeno añadido. Los residuos orgánicos se transforman en otros más sencillos de tratar a través de calor y sin que se produzca combustión por la ausencia de oxígeno (solo estará presente el oxígeno contenido en el residuo). Se obtiene un gas (gas de síntesis o sintegas, con mezclas variables de CO, CO2, H2 y CH4: sería el intermediario para obtener gas sintético) que también es utilizado para la pirólisis (proceso endotérmico), un residuo líquido de cadenas de hidrocarburos y un residuo sólido. |
Gasificación | termoquímico |
Es un proceso térmico (temperaturas superiores a 750 °C) consistente en la combustión parcial del residuo con exigua presencia de oxígeno (inferior a la cantidad necesaria desde el punto de vista estequiométrico). Se genera gas de síntesis y residuos sólidos. |
Combustión / incineración | termoquímico |
Es el proceso más utilizado para la valorización energética. Se trata de un proceso térmico (850 a 1100 °C) de oxidación de la materia orgánica que genera energía, dióxido de carbono y agua. Requiere estequiométricamente de un exceso de oxígeno que permita asegurar la oxidación completa. Como en cualquier reacción de combustión pura, los productos serían CO2 y agua. Además, se pueden dar los siguientes productos: oxígeno molecular (O2) excedente; nitrógeno molecular (N2) procedente del aire utilizado; metales volátiles, azufre… El residuo sólido será fundamentalmente escoria inerte y cenizas. |
Fuente: elaboración propia
La valorización energética tiene una gran implantación en los países más avanzados y con mayor conciencia ambiental, entendiéndose que la fracción biodegradable de los residuos puede ser considerada como fuente de energía renovable. De hecho, hay una alta correlación entre reciclado y valorización: aquellos países que más reciclan son los que más utilizan los sistemas de valorización energética.
La valorización energética es un pilar fundamental en la implantación de la economía circular, pues hay determinados residuos que son muy difíciles de reciclar o que requieren procesos de reciclado muy costosos o inviables desde el punto de vista económico. La valorización y el reciclaje no compiten entre sí en el esquema de la economía circular, más bien son elementos constitutivos de una misma cadena.
La valorización es el penúltimo escalón en la pirámide del tratamiento de residuos y, por lo tanto, la última oportunidad de valorizar el residuo al considerar que el vertedero debe ser la excepción, hecho que no es una realidad en muchos países. La valorización siempre es preferible al vertedero porque, entre otros beneficios, reduce los residuos que contaminan el agua, el suelo y el aire. Además, reduce las emisiones de gases de efecto invernadero, dado que, por regla general, está sometida a autorizaciones ambientales y a un estricto control legal; del mismo modo sustituye el uso de los combustibles fósiles y reduce los lixiviados, los líquidos que se filtran al suelo y que pueden contaminar los acuíferos.
En efecto, la valorización energética de los residuos que no se pueden reutilizar, reciclar o valorizar por otras vías genera emisiones de gases de efecto invernadero, pero es más interesante desde el punto de vista de la eficiencia económica y ambiental que la descomposición del desecho en el vertedero. La valorización energética puede suponer un importante ahorro de emisiones de CO2, equivalente al desecho en el vertedero. Además, la valorización energética tiene otros beneficios añadidos que son especialmente importantes desde el punto de vista económico-ambiental:
» reducción de la dependencia energética de los combustibles fósiles,» reducción del espacio requerido (una planta de valorización energética requiere de un menor espacio que un vertedero),
» reducción de lixiviados, » reducción de olores, » recuperación de materiales, » mayor cercanía a los centros de población, con el consiguiente ahorro de costes, » mayor control ambiental, » menor volumen de residuos, y» mayores impactos positivos sobre la generación de riqueza y empleo.
Para que una operación sea considerada como valorización energética:
se deben dar algunas condiciones, entre las que cabe destacar que el proceso sea de alta eficiencia energética, que haya una demanda real de esa energía y que la energía obtenida sustituya a otras energías procedentes de recursos energéticos no renovables. De modo que valorizar es más que una simple incineración de residuos. (Lobato Gago, 2017: 108)
3.4. LA RESPONSABILIDAD AMPLIADA DEL PRODUCTOR
La responsabilidad ampliada del productor (RAP) o responsabilidad extendida del productor (REP) (en inglés: extended producer responsibility, EPR) consiste en la concepción de que el productor tiene una responsabilidad ambiental sobre el producto que genera más allá del momento de la venta, ampliándose al conjunto del ciclo de vida de este. A través de este principio, el productor sería corresponsable de la contaminación y de los desechos o residuos que genera el producto que ha puesto en el mercado. Se trata, por consiguiente, de integrar a la cadena de suministro en la gestión del residuo y trasladar «aguas arriba» la máxima de que el que contamina paga en dicha cadena.
Es una estrategia de protección del medio ambiente para alcanzar un objetivo de disminuir el impacto ambiental total de un producto, haciendo que el fabricante del producto sea responsable de toda la vida útil, ciclo del producto y especialmente para la recolección, el reciclado y la eliminación final.
Un enfoque de política ambiental en el que la responsabilidad del productor por un producto se extiende a la etapa posterior al consumo del ciclo de vida de un producto.
Es una forma de internalizar costes y de no trasladar cargas a los consumidores o a las administraciones públicas, que obviamente las repercutirían a los ciudadanos vía impuestos o tasas. Se trata, por tanto, de una estrategia de incorporar todos los costes ambientales asociados a la producción, comercialización, uso y gestión de los residuos al precio de mercado de dicho producto. Según los casos, la responsabilidad puede ser exclusiva del productor o compartida por otros actores en la cadena de suministros (distribuidores).
El concepto fue introducido por Thomas Lindhqvist en 1990 en un informe encargado por el Ministerio de Medioambiente de Suecia (Lindhqvist y Lidgren, 1990) aunque, ya en la década de los ochenta del siglo pasado, existían algunas políticas vinculadas al concepto en algunos países europeos. La RAP puede implicar costes financieros y/u organizacionales para el productor, por eso, para que sea efectiva debe ser un incentivo para aplicar el planteamiento de la jerarquía de residuos.
La responsabilidad ampliada del productor ha sido incorporada a normas en diversos ordenamientos jurídicos de muchos países. Determinados envases y productos (por ejemplo, neumáticos, aceites industriales, pilas y acumuladores, aparatos eléctricos y electrónicos) obligan al productor, según la legislación, a aceptar la entrega de los residuos generados o a establecer sistemas de depósito que permitan garantizar la recuperación de los residuos o el producto ya utilizado. En términos generales, la implementación de la RAP se instrumentaliza a través de mecanismos normativos, mecanismos de carácter económico y/o mecanismos de carácter informativo, e incorporan principios ambientales muy claros como la atención al ciclo de vida completo, el principio de el que contamina paga o todo lo relacionado con la prevención en el ámbito de la economía circular.
Dicha responsabilidad puede hacer alusión a diversos aspectos como, por ejemplo, el diseño de productos de acuerdo con determinados condicionantes ambientales, o la propia obligación del productor o distribuidor de retirar el residuo una vez que el producto haya sido consumido. Se trata de un concepto eminentemente político que persigue dos objetivos fundamentales (Lindhqvist et. al. 2008):
» diseñar mejoras en los productos y en los sistemas de los productos, y» alta utilización de productos y materiales de calidad a través de la recolección, tratamiento y reutilización o reciclaje de manera ecológica y socialmente conveniente (sic).
La generalización cada vez mayor de esta responsabilidad en el acervo legislativo ha provocado, en muchos casos, la implementación de sistemas colectivos de responsabilidad ampliada del productor. Dichos sistemas suelen ser promovidos por organizaciones sin fines de lucro, especialmente asociaciones de fabricantes o importadores, que buscan aprovechar las economías de escala y de redes para crear mecanismos más eficaces y eficientes en la recuperación de los residuos con base en la responsabilidad ampliada del productor. No obstante, con independencia de la efectividad de los sistemas colectivos, que es obvia desde el punto de vista de la corresponsabilidad, cuanto más cerca esté la obligación de la responsabilidad individual del productor, probablemente este muestre una mayor implicación (Lindhqvist et. al. 2008) dado que existiría un menor riesgo moral.
En la actualidad, la RAP está sólidamente establecida para determinadas fracciones de productos/residuos y, sin duda, la legislación irá ampliando su espectro. Estas medidas asociadas a la RAP, en general, han supuesto un claro avance en el ámbito de la implementación de la economía circular, pero aún queda un gran recorrido en la línea de la internalización de más costes existentes, que al final acaban repercutiendo en los consumidores, en los ciudadanos o en las administraciones públicas. No hay que olvidar que la inmensa mayoría de los productos no cuentan con un sistema de RAP.
3.5. EL RESIDUO
El residuo es el leitmotiv de la economía circular. Es el elemento central y al que hay que erradicar de los sistemas de producción y consumo. Los elementos que influyen en los tipos de generación de residuos están relacionados con el tipo de población y la estacionalidad.
Residuo es todo material inútil o no deseado, originado por la actividad humana, en cualquier estado físico (sólido, líquido, gaseoso y sus respectivas mezclas) y que puede ser liberado en cualquier medio receptor (atmósfera, agua, suelo). Incluye no solo los residuos sólidos, sino también los efluentes líquidos y las emisiones gaseosas.
Cualquier sustancia u objeto del cual su poseedor se desprenda o tenga la intención o la obligación de desprenderse.
Se entiende por fracción de residuos del contenedor RSU (residuos sólidos urbanos) a la clasificación y agrupación de estos según su naturaleza. Podríamos agrupar los residuos domésticos en distintas fracciones: biorresiduos, papel y cartón, textil y calzado, textil sanitario, aceites de cocina, envases ligeros, vidrio, pilas y baterías, medicamentos y otros.
De forma más general, podemos identificar cuatro grandes fracciones:
» Fracción biodegradable » Fracción combustible. Se trata de la parte del residuo capaz de liberar energía cuando se quema. » Fracción resto. Se trata de una fracción muy variable y heterogénea de residuos que no están previstos en una recogida selectiva, como la del papel/cartón, vidrio, pilas, etcétera. Es la parte de los residuos que quedaría después de la clasificación previa de estos en vidrio, papel y cartón, envases ligeros y orgánica. En esta fracción suele haber textil sanitario, residuos de limpieza doméstica, material de aseo, entre otros. Conllevan distintos procesos de tratamiento.» Fracción rechazo. Se trata de la parte de los residuos que no son valorizables desde el punto de vista material y que se generan en plantas de tratamiento de residuos.
El proceso de inertización
Se trata de un proceso de neutralización del residuo desde distintos puntos de vista: químico, biológico, etcétera. En concreto podría entenderse como inerte:
[…] el residuo que no experimenta transformaciones físicas, químicas o biológicas significativas; los residuos inertes no son solubles ni combustibles, ni reaccionan física ni químicamente de ninguna otra manera, ni son biodegradables, ni afectan negativamente a otras materias con las cuales entran en contacto de forma que puedan dar lugar a contaminación del medio ambiente o perjudicar a la salud humana; la lixiviabilidad, la cantidad de contaminantes de los residuos y la ecotoxicidad del lixiviado deberán ser insignificantes en el caso de un residuo inerte. (Grau y Farré, 2011: 9)
Los sistemas de recogida de basura
La gestión de los RSU implica una serie de operaciones que van desde el depósito en los distintos contenedores de clasificación cerca de los hogares, hasta el transporte y posterior tratamiento en planta. La recogida selectiva permite aprovechar una previa clasificación de los residuos por parte del usuario, en tanto que la recogida no selectiva hace referencia al acopio en un solo contenedor con independencia del tipo de residuo que sea. Para que funcione la recogida selectiva el usuario debe estar concientizado, de ahí la importancia de las campañas ciudadanas de sensibilización en torno a los residuos. La recuperación de los RSU es de capital importancia para la economía circular.
Para la recogida existen dos tipos de sistemas. Uno basado en el transporte con vehículos y el otro en un sistema neumático estructurado a partir de conducciones neumáticas subterráneas a través de las que se desplazan los residuos hacia las plantas de transferencia y de aquí, subsiguientemente, a las plantas de tratamiento. Las plantas de transferencia serían un punto intermedio entre el de recogida y el de tratamiento. Generalmente están próximas a las poblaciones y es el sitio de acopio que permite la optimización del transporte hasta el destino final de la planta de tratamiento.
3.6. LOS SISTEMAS DE PAGO POR GENERACIÓN (PxG)
Los sistemas de pago por generación son una medida de fiscalidad ambiental e implican la aplicación, al ámbito de los residuos, del principio de quien contamina paga. Los sistemas de pago por generación se plantean atribuyendo a los usuarios un coste proporcional y acorde con la cantidad de residuos que generan. Por un lado, supone un mecanismo de imputación de costes más justo, pero, además, incorpora un sistema de incentivos para propiciar la reducción, la recogida selectiva y el reciclaje en materia de residuos.
Por regla general, los sistemas de pago por generación conllevan en el importe a pagar una parte general o fija, independientemente de la generación, así como una parte específica que irá en proporción a la cantidad de residuos generados. El pago se puede realizar cuando se desecha el residuo o bien cuando se compra el producto que potencialmente implica un residuo.
3.7. LA BIOECONOMÍA
La bioeconomía es un ámbito muy importante en la economía circular asociada al sistema agroalimentario en su sentido más amplio (agricultura, silvicultura, pesca, fabricación y procesamiento de alimentos, etcétera) y que ha tenido claros efectos positivos sobre el medio rural y la fijación de capital y población al territorio en un mundo cada vez más global y urbanizado.
No obstante, el sistema agroalimentario actual tiene una serie de especificidades que están relacionadas con el hecho de ser un sistema global, controlado por un número reducido de empresas, inequitativo y que es irresponsable en el uso de los materiales, la energía y, en general, de los recursos naturales. Además, contribuye negativamente al cambio climático. En este sentido, no hay que olvidar que el sistema agroalimentario es causa y parte de la solución del cambio climático toda vez que el material vegetal y el suelo son dos grandes reservorios de carbono.
El sistema agroalimentario, aparte de fijar capital y empleo al territorio y a los espacios rurales, debe cumplir su función garantizando la seguridad, la calidad y la soberanía alimentarias, pero además debe atender a cuestiones sociales y ambientales, reformulando una ecuación basada en la economía circular y la bioeconomía.
En concreto, podemos definir la bioeconomía:
[…] como el conjunto de actividades económicas que consisten en la utilización de manera eficiente y sostenible de recursos de origen biológico para su posterior transformación en productos y servicios que generan valor económico. También cubre el uso de procesos de base biológica para industrias sostenibles. (ADICAE 2018:25)
La bioeconomía genera bioproductos, bioenergía, alimentos, etcétera. Si la agricultura es uno de los sectores más transversales en el ámbito de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de las Naciones Unidas, la bioeconomía juega un papel igualmente fundamental en su consecución, permitiendo, a su vez, cerrar ciclos orgánicos que el sistema agroalimentario tradicional ha desequilibrado por diversas razones.