La economía circular/De la economía lineal a la economía circular

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2. DE LA ECONOMÍA
LINEAL A LA
ECONOMÍA
CIRCULAR

La primera revolución industrial, que tuvo lugar en el último tercio del siglo XVIII y principios del siglo XIX, supuso un cambio claramente disruptivo en las formas de producir artesanales e implantó un modelo de producción lineal que ha perdurado hasta nuestros días.

Este sistema lineal genera problemas de muy diverso calado (ADICAE, 2018):

Consecuencias económicas
» Volatilidad del precio de los recursos y riesgos en el abastecimiento
» Pérdidas económicas y residuos estructurales
» Escasez de suministros ya que los depósitos naturales de recursos son finitos

» Crisis financiera


Consecuencias sociales
» Aumento de las desigualdades sociales
» Deshumanización de la sociedad
» Explotación laboral
» Migración masiva del medio rural a las ciudades
» Pérdida del medio de vida
» Pérdidas de trabajo
Consecuencias ambientales
» Cambio climático
» Desertización y degradación del suelo
» Pérdidas de la biodiversidad
» Contaminación de los océanos

» Aumento de los desastres naturales

Con esto a la vista podemos advertir que el modelo económico mayoritario que hoy conocemos, ligado al sistema capitalista de producción y consumo en el mundo global en el que vivimos, es claramente incoherente e irresponsable. Se puede decir que los sistemas de producción de carácter lineal, a los que estamos acostumbrados, se comportan como si consideraran los recursos naturales, y por consiguiente las materias primas, ilimitados y dados, rigiéndose por elementos estrictamente internos o economicistas, y sin tener en cuenta los impactos negativos y las externalidades que generan en términos económicos, sociales y ambientales sobre el entorno.


ESQUEMA DE LA ECONOMÍA LINEAL

ABASTECIMIENTO » PRODUCCIÓN » CONSUMO » DESECHO
Fuente: elaboración propia


Todos los impactos se traducen en un deterioro de los distintos capitales con los que cuenta una sociedad: capital financiero, social, natural… La situación se agrava aún más si se tiene en cuenta que el proceso de globalización está incidiendo en el traslado de los residuos, y, por tanto, de una parte muy importante de los riesgos sobre el medioambiente y sobre la salud humana, desde los países más prósperos a los países menos desarrollados, que, por regla general, contarán con una legislación ambiental menos restrictiva o al menos con prácticas ambientales más permisivas, además de estar dotados de una menor tecnología para el tratamiento de dichos residuos.

Pero, además, el traslado de riesgos y problemas ambientales de los países más ricos a los más pobres no solo se centra en el vertido de residuos, también se encuentra aguas arriba en el proceso productivo. En este siglo, las materias primas se han convertido en un elemento estratégico de primer orden y esto está profundizando la brecha entre el desarrollo de estos dos tipos de países. Los mercados de materias primas y los mercados financieros que las utilizan como activos colaterales o subyacentes están sometidos a una importante volatilidad y a movimientos netamente especulativos, precisamente por esa componente geoestratégica de las materias primas.


El pasar de una economía lineal a una economía circular implica un proceso de transición que conlleva cambios organizativos, cambios en los procesos, cambios en el diseño de productos y servicios, pero, sobre todo, un cambio cultural de primer orden que acarrea, a su vez, una profunda transformación del sistema de incentivos que conocemos.

En este sentido, todos conocen el enorme interés que, en nuestros días, muestra China sobre algunos países del continente africano muy ricos en materias primas valiosas para el sistema productivo mundial. La importancia relativa universal de determinados países emergentes y muy populosos, como es el caso de China e India, va a acentuar este proceso, aumentando la criticidad y el espectro de minerales estratégicos. De hecho, en la actualidad, la Unión Europea considera 27 materias primas como críticas, cuya escasez puede afectar seriamente a la economía: antimonio, barita, berilio, bismuto, borato, cobalto, carbón de coque, fluorita, galio, germanio, hafnio, helio, indio, magnesio, grafito natural, caucho natural, niobio, fosforita, fósforo, escandio, silicio metálico, tantalio, wolframio, vanadio, metales del grupo del platino, tierras raras pesadas y tierras raras ligeras.

El pasar de una economía lineal a una economía circular implica un proceso de transición que conlleva cambios organizativos, cambios en los procesos, cambios en el diseño de productos y servicios, pero, sobre todo, un cambio cultural de primer orden que acarrea, a su vez, una profunda transformación del sistema de incentivos que conocemos. Implica igualmente revisar el concepto de satisfacción del consumidor, de aproximar localmente la producción y el consumo, de avanzar cada vez hacia una economía más colaborativa y de código abierto. Además, la economía lineal está enviando señales que apuntan a su insostenibilidad, obligando a un auténtico cambio disruptivo.

Estas señales, entre otras, son (Rauffet et. al., 2017):
» pérdidas económicas y residuos estructurales,
» riesgos de precios,
» riesgos de suministro,
» deterioro de los sistemas naturales,
» evolución de la normatividad,
» avances en tecnología,
» aceptación de modelos de negocio alternativos, y

» urbanización.

La economía circular, desde un planteamiento pragmático, pretende paliar los grandes problemas que genera la economía lineal basada en la extracción sistemática e indiscriminada de materiales y en la generación de desechos tras el ciclo de vida útil de los productos. La economía circular es un nuevo paradigma económico, claramente disruptivo. Se inspira en los ciclos de la naturaleza que no generan residuos y cuenta con todos los factores asociados a un sistema económico, incluido su sistema de incentivos. Pretende desvincular el crecimiento económico de la utilización de materiales y de energía, a través del mantenimiento del valor de los recursos (materiales, energía, suelo y agua) y de los productos, los que permanecerían más tiempo en el ciclo productivo.


La economía circular es un nuevo paradigma económico, claramente disruptivo. Se inspira en los ciclos de la naturaleza, que no genera residuos, y cuenta con todos los factores asociados a un sistema económico, incluido su sistema de incentivos. Pretende desvincular el crecimiento económico de la utilización de materiales y de energía, a través del mantenimiento del valor de los recursos (materiales, energía, suelo y agua) y de los productos, los que permanecerían más tiempo en el ciclo productivo.

La economía circular entiende una interrelación responsable entre los ciclos económicos y los ciclos ecológicos, preservando el capital natural a través de la mejora de la eficiencia productiva, disminuyendo asimismo las externalidades negativas que genera el sistema económico. Esta interrelación responsable implica la reducción del uso de materiales y de recursos, la renovabilidad de los flujos físicos y la valorización de los residuos, convirtiéndolos, de forma programada, en nuevos insumos para la misma u otras industrias.

En concreto, en este último aspecto, la valorización de los residuos implica, en primera instancia, dos grandes beneficios netamente compatibles entre sí:

» genera valor agregado para el sistema, poniendo en valor elementos del proceso productivo que antes no lo tenían, y

» permite reducir los efectos perversos y entrópicos del sistema económico lineal sobre el medio natural. En este sentido, la economía circular tiene una clara concepción neguentrópica.

La esencia de la economía circular es fundamentalmente iterativa, regenerativa, restaurativa (Nguyen et. al. 2014) y resiliente. Y este esquema regenerador se pone de manifiesto a través del ciclo orgánico/biológico o del ciclo técnico. Así, podemos decir que los residuos que se generan en el proceso productivo son, en esencia, complejos y diversos.

En concreto, comportan una multitud de materiales que presentan un amplio espectro de orígenes extractivos, muy atomizados y con un alto grado de diseminación, con muy variados horizontes temporales de degradación, y con diversas procedencias asociadas a las diferentes etapas del proceso productivo: extracción, producción y transformación, distribución, consumo, reciclado y vertido final. Esto obliga a utilizar muy diversos procedimientos y tecnologías de valorización que tienen, a su vez, muy desiguales implicaciones económicas. De hecho, podemos decir que la economía circular cuenta con una rica variedad de soluciones tecnológicas de carácter físico, químico, fisicoquímico o biológico para atender las necesidades de valorización de los residuos, por lo tanto, en muchas ocasiones las cuestiones para la utilización de una u otra tecnología no es un tema de viabilidad técnica sino de viabilidad económico-financiera. Pero, sin duda, el foco está puesto más en el cambio cultural que en las condiciones técnicas que son necesarias para que se dé la economía circular. En la época del consumo de masas, nuestra cultura está acostumbrada a «usar y botar».

La economía circular presenta un esquema económico que, a priori, puede actuar a cualquier escala; en esencia es multidimensional, transversal y transdisciplinar, capaz de generar valor allí donde la economía lineal no lo veía. Pretende desacoplar el crecimiento económico del uso de materiales y energía abordando toda la cadena de valor, desde la concepción y diseño del producto, hasta el reciclaje de los materiales.


La economía circular presenta un esquema económico que, a priori, puede actuar a cualquier escala; en esencia es multidimensional, transversal y transdisciplinar, capaz de generar valor allí donde la economía lineal no lo veía.

La economía circular entiende que la escasez es fuente de nuevas oportunidades, por lo que implica nuevos procesos de innovación, nuevas posibilidades de negocio y de inversión, y, como es obvio, nuevas formas de colaboración interempresarial, buscando soluciones comunes a problemas colectivos. La economía circular implica importantes transformaciones económicas y sociales que deben ser lideradas por planteamientos y esquemas que sean capaces de ver el sistema de producción y consumo de forma completa y crítica, promoviendo «el enfoque colectivo de resolución de problemas basado en cocrear el futuro, con visión común, inclusiva y sistémica» (Rauffet et. al., 2017).

La economía circular supone la desmaterialización y la desenergización paulatina de la economía, así como el mantenimiento del valor en el tiempo de los materiales y de los recursos. La reutilización de los recursos ya generados implica menos costes que la generación ex novo de los mismos, de ahí que la economía circular abra nuevas oportunidades para nuestro sistema económico y productivo que, hasta ahora, solo trataba y valorizaba algunos residuos sin tener presente la energía necesaria para la materialización del proceso.

No obstante, podemos decir que se seguirán produciendo residuos en un sistema económico claramente disipativo y, por consiguiente, ineficiente, de ahí que sea necesario continuar desarrollando nuevas innovaciones para implantar la economía circular que, teóricamente, persigue el residuo cero a través de la eficiencia y la valorización. Ahora bien, algunos residuos, por ejemplo, difícilmente podrán valorizarse para el consumo humano por cuestiones de salubridad.

Por otra parte, el concepto de valorización experimentará importantes cambios que estarán condicionados por las necesidades de preservación ambiental y el estado de la técnica en el ámbito de la economía circular. No hay que olvidar que tenemos varios frentes ambientales abiertos que están íntimamente interrelacionados y que a su vez tienen importantes implicaciones socioeconómicas. Tendrán que abordarse juntos, por ejemplo, el cambio climático, los problemas hídricos, la energía renovable y la generación de residuos. Lo que puede plantearse como una solución para un problema puede conllevar el agravamiento de otros. La aceleración de determinados procesos puede conllevar la disminución de determinados residuos y la aparición de otros con mayor intensidad. Así, se da

la aparente paradoja de que a medida que se depuran las aguas residuales y las emisiones atmosféricas, se generan más residuos sólidos. Ello es debido a que, en lugar de diluir y dispersar los contaminantes en el río, mar o atmósfera, estos se separan y concentran en forma de fangos y residuos en fase sólida (lodos, polvos…), apareciendo como resultado final. Es decir, cuanto más se depura, mayor es el volumen de residuos que se genera. (Castells y Bordas Alsina, 2017 [a]: 18).

La economía circular implica reutilizar, reparar, renovar, reciclar, compartir y alquilar materiales y productos para generar valor, permitiendo que estén en uso o en el sistema productivo el mayor tiempo posible.


La economía circular supone cambiar el sistema general de incentivos en los procesos productivos […] Para que todos los sistemas de incentivos relativos a la implementación de la economía circular estén alineados es importante que, a su vez, se alineen los diferentes actores clave (administraciones públicas, asociaciones empresariales, empresas, entidades financieras, etcétera).

La economía circular supone cambiar el sistema general de incentivos en los procesos productivos. Por lo tanto, la economía circular implica la implementación de diversas políticas, medidas e instrumentos de carácter legislativo/normativo, fiscal, de fomento de la innovación e I+D, formativas/ informativas y de acceso a la financiación. Esta última (la financiación) es crucial para acelerar el proceso hacia una economía sostenible. Para que todos los sistemas de incentivos relativos a la implementación de la economía circular estén alineados es importante que, a su vez, se alineen los diferentes actores clave (administraciones públicas, asociaciones empresariales, empresas, entidades financieras, etcétera).

2.1. PRINCIPIOS DE LA ECONOMÍA CIRCULAR


Prácticamente todos los enfoques existentes orientados a la identificación de los principios de la economía circular coinciden en su esencia. El pensamiento sistémico y holístico, el pensar en local, el beneficio múltiple, la eficiencia de los recursos y el concepto de sostenibilidad fuerte son principios recurrentes en la estructura profunda de las distintas definiciones de la economía circular. A partir de estos principios se pueden derivar otros en función del nivel de concreción y del ámbito en el que se ponga el foco. Por ejemplo, es importante tener presentes el ciclo de vida del producto en su totalidad; la prevalencia del uso/funcionalidad sobre la posesión del producto; o la reparación, el reciclaje y la valorización.


PRINCIPIOS DE LA ECONOMÍA CIRCULAR SEGÚN LA FUNDACIÓN ELLEN MACARTHUR

Fuente: Fundación Ellen MacArthur


Por su parte, Carmen Jaca et. al. (2018) destacan cuatro principios distintos de la economía circular:
1. La basura es alimento
2. La diversidad fortalece
3. La energía de recursos renovables
4. El pensamiento sistémico

2.2. ORÍGENES Y EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA CIRCULAR


La esencia del debate sobre el concepto de economía circular, a su vez muy interrelacionado con el de sostenibilidad, ha estado presente en el debate público y académico desde los setenta del siglo XX, llegando a una madurez de concepto en los noventa, a partir de distintos aportes intelectuales procedentes de varias corrientes y escuelas de pensamiento. Algunos autores (por ejemplo, Andersen, 2007; Ghiselini et. al., 2006) han destacado a Pearce y a Turner (Pearce y Turner, 1990) como los primeros que introdujeron el concepto a fines de los ochenta.

La economía circular fue calando en los planteamientos productivos e introduciéndose incluso en el acervo legislativo en los años ochenta, con Alemania como pionera. Este nuevo planteamiento implicaba romper con el modelo de economía lineal extendiendo el ciclo de vida de los productos; recuperando los ya utilizados a través del concepto de logística inversa; cerrar la vida útil de los productos por medio de la valorización de los residuos; y reconstruir y recuperar materiales, trabajo y energía (Rauffet et. al., 2017).

La Fundación Ellen MacArthur ha jugado un papel muy importante en la difusión y promoción del concepto de economía circular. En concreto, en el Foro Económico Mundial de 2012, en Davos, Suiza, junto a la Compañía McKinsey Company publicaron un informe en el que se evaluaban los potenciales beneficios de una transición hacia una economía circular en términos de crecimiento y empleo (Wautelet, 2018).

ESQUEMA DE LA ECONOMÍA CIRCULAR SEGÚN LA FUNDACIÓN ELLEN MACARTHUR

Fuente: Fundación Ellen MacArthur


En la actualidad, el concepto de economía circular es promovido de forma estratégica por la Unión Europea y por otros países, como China y Japón (Korhonen et. al., 2018), entendiéndola como el modelo económicoproductivo imprescindible para avanzar en el ámbito de la sostenibilidad (Boulding, 1966). También, numerosas empresas están integrando los esquemas de la economía circular en sus modelos de negocio. No obstante, el potencial que esta ofrece todavía debe desarrollarse.

LOS ACONTECIMIENTOS MÁS IMPORTANTES EN LA EVOLUCIÓN DE LA ECONOMÍA CIRCULAR


Año Acontecimiento
1937 Ludwig von Bertalanffy desarrolla un primer esbozo de lo que sería la teoría general de sistemas publicada formalmente en 1969-1970
1950 La metodología dinámica de sistemas es desarrollada por Jay Forrester en el MIT.
1966 Kenneth Boulding propone una economía de flujos circulares.
1968 Garrett Hardin publica La tragedia de los comunes.
1970 John T. Lyle sentó las bases del diseño regenerativo.
1972 El trabajo dirigido por Donella H. Meadows y Denis Meadows, Los límites del crecimiento, argumenta a favor de la reutilización y el reciclaje de productos.
1976 Walter Stahel propone la extensión de la vida útil de los productos enfatizando en los residuos generados al final de su uso. Asimismo, desarrolla el concepto de economía del rendimiento.
1980 William McDonough y Michael Braungart analizan la idea de una economía basada en bucles (circular).
1989 Frosch y Gallopoulos desarrollan el concepto de ecología industrial.
1990 David Pierce y Kerry Turner acuñan el concepto de economía circular.
2000 Marian Chertow establece las bases para el estudio de la simbiosis industrial, que analiza la recuperación de recursos para su reutilización.
2003 Janine Banyus publica Biomímesis, libro sobre la emulación de los sistemas.
2010 Nace la Fundación Ellen MacArthur con el fin de acelerar la transición hacia una economía circular.

Gunter Pauli publica La economía azul donde expone conceptos como los flujos de efectivo múltiples y los negocios en cascada.

Fuente: elaboración propia a partir de la información contenida en Rauffet et. al. (2017)


2.3. BENEFICIOS Y POTENCIALES AMENAZAS DE LA ECONOMÍA CIRCULAR


Las grandes transformaciones a las que estamos asistiendo en nuestros días implican tanto riesgos/costes como oportunidades. Del mismo modo, la transición hacia una economía circular sin duda está generando numerosas oportunidades económicas para las empresas y para el conjunto de la economía en la medida en que supone transformar las organizaciones, las interrelaciones, los activos, etcétera. La innovación y la inversión en I+D+i va a ser fundamental en todo este proceso.

La economía circular implica ventajas si se observa el sistema de producción y consumo en su conjunto y se tienen en cuenta los límites ambientales. Sin ánimo de ser exhaustivos podríamos apuntar a las siguientes ventajas clasificadas en categorías o dimensiones:

Económicas
» Nuevas oportunidades de crecimiento económico y de generación de valor añadido a través del aprovechamiento de nuevas sinergias, complementariedades y colaboraciones interempresariales, horizontales y verticales, así como de la valorización de los desechos.
» Eficiencia económica y reducción de costes ante la menor utilización de recursos naturales, materias primas, materiales y energía. Por lo tanto, menor dependencia de la cadena de suministro.
» Menor dependencia en términos de suministro y precios de estos materiales y materias primas.

» Nuevas inversiones en I+D+i y estímulo para el sistema ciencia-tecnología.

Sociales
» Nuevas oportunidades de empleo y empleabilidad asociadas al potencial crecimiento económico.
» Mayor colaboración social y económica.

» Mayor interacción de los grupos de interés de las empresas.

Ambientales
» Menores emisiones de gases de efecto invernadero y, por consiguiente, contribución a la lucha contra el cambio climático.
» Menor uso de materiales y de materias primas, o sea, una menor presión extractiva.
» Reducción de la huella y mochila ecológicas.

» Mejora del agua y del suelo.

En cuanto a las potenciales amenazas es preciso apuntar que solo se darían desde una visión cortoplacista, y no considerando el balance económico y ambiental en su conjunto:

» Nuevas inversiones que pueden conllevar una gran mochila ecológica.
» Concentración de la propiedad y de la riqueza como consecuencia de los nuevos servicios asociados a la economía circular.
» Reducción de intercambios empresariales.

» Sistema impositivo que puede retraer la economía.


2.4. CONTRIBUCIONES TEÓRICAS A LA CONFORMACIÓN DE LA ECONOMÍA CIRCULAR


La ecología industrial

A fines de los años ochenta del siglo pasado, Robert Ayres comenzó a hablar de metabolismo industrial (Ayres, 1989) y sentó las bases de la ecología industrial. Igualmente, contribuyeron a su desarrollo Robert Frosch y Nicholas Gallopoulos a través de un artículo de 1989 (Frosch y Gallopoulos, 1989).

La ecología industrial encierra un claro enfoque interdisciplinario. Los ecólogos industriales analizan los flujos energéticos y de materiales en los procesos y sistemas industriales. Como la mayoría de los modelos o planteamientos asociados a la sostenibilidad o a la economía circular, se establece desde una concepción sistémica que pretende la restauración del capital natural.

La economía circular se ha basado fundamentalmente en los planteamientos de la ecología industrial, que entendía que los daños que la industria estaba generando al medioambiente se debían principalmente a la separación conceptual entre ambos. En términos básicos, la ecología industrial considera al sistema industrial como un ecosistema con importantes sinergias que pueden ser aprovechadas a modo de beneficios económicos y ambientales. Desde esta perspectiva, la naturaleza sería un modelo para el diseño industrial. La diversidad de industrias, así como la cercanía y la cooperación entre las mismas, son elementos fundamentales para el desarrollo de la ecología industrial. Los tres contribuyen de forma integral a que los residuos de unas industrias sean los insumos valorizados de otras, reduciendo el uso de materiales y la dependencia energética.

Los planteamientos de la ecología industrial, al proceder del ámbito de la ingeniería y englobar una propuesta integral, aparte de poner el foco en los temas estrictamente ambientales, lo pone en los procesos productivos, en la tecnología y en los productos. En realidad, la ecología industrial venía a ofrecer una nueva aproximación al diseño de productos y procesos, así como a las estrategias de fabricación sostenibles (Jelinski et. al., 1992). De ahí que sea especialmente importante la consideración del ciclo de vida del producto en su integridad.

Desde la perspectiva actual de la ecología industrial, se podrían seguir manteniendo los cuatro principios clave que identificó Erkman (2001) en los que debería basarse nuestro sistema industrial:

» los desechos y los subproductos deben ser sistemáticamente valorizados,
» las pérdidas causadas por la dispersión deben ser minimizadas,
» la economía debe ser desmaterializada, y

» la energía debe depender menos de los hidrocarburos fósiles.


PRINCIPIOS PARA UN SISTEMA INDUSTRIAL SOSTENIBLE
Fuente: Elaboración propia a partir de los principios planteados por Erkman (2001)

El diseño regenerativo (Regenerative design)

El diseño regenerativo, basado en la teoría de sistemas, tuvo importantes aportaciones por parte del profesor John T. Lyle y guarda ciertas similitudes con el planteamiento de la cuna a la cuna (C2C) al pretender que los procesos industriales imiten a la naturaleza y sus ciclos.

Son fundamentales en este ámbito los aportes de McDonough, Braungart y Stahel. La idea que subyace en el concepto de diseño regenerativo es que los procesos conlleven en sí mismos la renovación o regeneración de las distintas fuentes de materiales y energía que utilizan. El diseño regenerativo pretende reparar o restaurar lo que se ha perdido o se ha degradado, añadiendo un plus al concepto tradicional de sostenibilidad. Por tanto, se puede decir que la regeneración es un concepto fundamental en la economía circular.

La economía del rendimiento (Performance economy)

El economista suizo Walter Stahel, en un trabajo para la Comisión Europea (The Potential for Sustituting Manpower for Energy), destacó los efectos positivos de una economía de bucles ―la actual economía circular― sobre la competitividad económica, la generación de empleo, la minimización del uso de recursos y la prevención de desechos. Su planteamiento recoge nuevos modelos de negocio capaces de convertir el conocimiento en un mayor rendimiento, más riqueza y más empleo.

Para desencadenar el cambio necesario, Stahel plantea soluciones interdisciplinarias, soluciones intersectoriales e inversiones sostenibles (Stahel, 2010). El planteamiento de este modelo económico, por contraposición a la economía industrial convencional, es vender soluciones/ servicios en vez de productos (economía de servicios funcional). Su propuesta consistiría en la comercialización de productos duraderos en un bucle (según el esquema cradle to cradle que se desarrollará a continuación), regionalizando una gran parte de la producción y considerando que la reutilización de recursos, en vez de elaborar nuevos productos, permitiría sustituir energía por mano de obra, lo que generaría empleo y ahorraría energía. La economía circular pretende reducir la obsolescencia y, por supuesto, eliminar la obsolescencia planificada/programada.

El Product-Life Institute (Instituto de la vida del producto) que promovió Stahel, es una entidad dedicada a generar estrategias asociadas al concepto de sostenibilidad desde un enfoque holístico, produciendo más riqueza y más empleo consumiendo menos recursos a través de la economía en bucles, la innovación, el diseño, etcétera. Según dicha institución, este modelo se basaría en cinco pilares fundamentales:

» la conservación de la naturaleza y de los ecosistemas para la preservación de nuestra forma de vida en la Tierra,
» la toxicidad limitada (conservación de la seguridad y la salud de las personas y animales que pueden estar comprometidas por la actividad económica),
» la producción de recursos (desmaterialización de la economía en los países desarrollados para permitir el desarrollo material de los menos desarrollados),
» la ecología social (tejido de estructuras societarias), y

» la ecología cultural (conocimiento, educación, ética…).

LOS PILARES DE LA SOCIEDAD SOSTENIBLE (PERFORMANCE ECONOMY)


Conservación de la naturaleza


Toxicidad limitada


Producción de recursos


Ecología social


Ecología cultural


Fuente: elaboración propia a partir de Stahel (2010)

Para Stahel es fundamental la desmaterialización de la economía o la reducción de sus bases materiales. Esto supone un cambio muy importante: pasar de vender productos a dispensar servicios. La desmaterialización de la economía supone importantes ventajas: entre otras, la minimización de los costes de producción o el uso más responsable de los recursos naturales.

No obstante, la desmaterialización de la economía nos obliga a plantearnos nuevamente la paradoja de Jevons: los ahorros por unidad de producto conllevan un mayor consumo que puede contrarrestar el ahorro inicial.

Cradle to cradle (C2C)

Teniendo como antecedente a Walter Stahel, el químico alemán Michael Braungart y el arquitecto estadounidense Bill McDonough desarrollaron el concepto de cradle to cradle (de la cuna a la cuna) en un libro publicado en 2002 titulado Cradle to Cradle. Remaking the Way We Making Things (McDonough y Braungart, 2002). Según este planteamiento, que debería desembocar en una nueva revolución industrial basada en la naturaleza, todos los materiales incorporados al proceso productivo, desde el punto de vista de la metáfora metabólica, son considerados como nutrientes, ya sea biológicos o técnicos. Los nutrientes biológicos cerrarían el ciclo a través del compostaje o por medio de la generación de biogás. Por su parte, los nutrientes técnicos (plásticos, metales, etcétera), dañinos para el medioambiente, se mantienen en el ciclo productivo alejados del medio natural a través de la reutilización y el reciclaje.

En este enfoque, por contraposición al ecologismo industrial, es más importante la generación de impactos positivos que la reducción de impactos negativos. Además, es relevante que en el diseño del producto se mantenga, en la medida de lo posible, la pureza del material utilizado para su posible reutilización/valorización posterior como residuo.


En este enfoque [C2C], por contraposición al ecologismo industrial, es más importante la generación de impactos positivos que la reducción de impactos negativos. Además, es relevante que en el diseño del producto se mantenga, en la medida de lo posible, la pureza del material utilizado para su posible reutilización/valorización posterior como residuo.

Inspirándose en la naturaleza, este planteamiento apuesta por un diseño inteligente de los productos. McDonough y Braungart, a propósito de la Exposición Universal de Hannover del año 2000, en 1992 elaboraron los denominados «principios de Hannover» (The Hannover Principles) orientados a crear una nueva concepción del diseño. Plantearon nueve principios, entre los que podemos mencionar la eliminación del concepto de desecho o desperdicio, la creación de productos seguros y de valor a largo plazo y la búsqueda de la mejora constante compartiendo conocimiento.

El ciclo biológico implica que, tras el uso del producto, este se degrada generando nutrientes biológicos que producen nuevo material vegetal (plantas) que se incorpora al proceso productivo. Por su parte, el ciclo técnico implica que, tras el uso del producto, este se desensambla generando nutrientes técnicos que se incorporan nuevamente al proceso productivo. No se desecha nada porque el producto orgánico vuelve a la tierra como nutriente biológico y el nutriente técnico vuelve íntegramente a la industria para producir nuevamente.

Se entiende que el modelo de fabricación tradicional, que es mayoritariamente el actual, sigue un planteamiento de la cuna a la tumba (cradle to grave), entendiendo por esta última el vertedero. Por el contrario, el planteamiento C2C considera esencial la siguiente igualdad, eliminando el concepto de desperdicio:


basura = alimento


El planteamiento de la cuna a la tumba considera el ciclo de vida del producto como lineal, mientras que la propuesta de la cuna a la cuna lo considera como circular. El diseño del producto es crucial en este esquema orientado a la sostenibilidad ambiental.

Las premisas en las que se basa este planteamiento consideran que las 3R (reusar, reducir y reciclar), claves del ecologismo tradicional, no son suficientes: ralentizarían o retrasarían el problema ambiental al que debemos hacer frente. En concreto, la situación predominante en la actualidad, en relación con el reciclaje, es el infrarreciclaje (downcycling) que implica que la calidad de los materiales se va reduciendo paulatina o abruptamente con el tiempo. En cambio, el suprarreciclaje, también conocido como upcycling, implica el aprovechamiento de los materiales ya utilizados para generar nuevos de mayor valor.

INFRARRECICLAJE, RECICLAJE Y SUPRARECICLAJE
Infrarreciclaje Generación de un material de menor valor a partir de uno dado
Reciclaje Generación de un material de igual valor a partir de uno dado
Suprarreciclaje Generación de un material de mayor valor a partir de uno dado
Fuente: elaboración propia

Biomímesis (Biomimicry)

El esquema asociado a la biomímesis es de inspiración natural o biológica. Etimológicamente procede de las palabras bios (vida) y mimesis (imitación) de origen grecolatino. Pretende imitar el funcionamiento de la naturaleza y sus sistemas de equilibro. Equilibro que la especie humana no ha sabido mantener, especialmente a partir de la primera revolución industrial. De hecho, podemos decir que el residuo ―la principal fuente de los desequilibrios en los procesos de producción actuales― es un constructo netamente humano: ni la naturaleza ni los ciclos naturales generan residuos, como tampoco son aplicables a la naturaleza conceptos económicos como derroche o escasez, que son esencialmente antropogénicos.

La naturaleza nos ofrece las mejores prácticas y los mejores ejemplos procedimentales, por lo que, desde el punto de vista utilitarista, es la principal fuente de conocimiento y de inspiración para desarrollar procesos económicos y sociales. La naturaleza siempre nos lleva ventaja en cuanto a la resolución de problemas, pues los ciclos naturales y sus equilibrios son el resultado de miles de años de prueba y error, generando ciclos cerrados de materiales y utilizando como base energética al sol. Las estructuras y el diseño naturales son ecoeficientes, por lo que, si somos capaces de inspirarnos en ellas a la hora de implementar nuestros procesos económicos, conseguiremos el equilibrio entre la economía y la ecología, palabras que tienen la misma base etimológica no por casualidad.


Las estructuras y el diseño naturales son ecoeficientes, por lo que, si somos capaces de inspirarnos en ellas a la hora de implementar nuestros procesos económicos, conseguiremos el equilibrio entre la economía y la ecología, palabras que tienen la misma base etimológica no por casualidad.

La subordinación de nuestros ciclos a los ciclos naturales es una garantía de éxito en el camino hacia la búsqueda del equilibrio económico con la biósfera y no al revés, que es lo que ha ocurrido desde la primera revolución industrial hasta nuestros días a través del desarrollo de la economía lineal y su planteamiento en relación con el desecho y el residuo. Este tipo de economía ha sido muy productiva y ha conseguido importantes cotas de innovación y mejora en la calidad de vida de las personas, pero ha sido incapaz de resolver los problemas sociales y ambientales que genera más allá de los ciclos económicos: desigualdad, deterioro ambiental, generación sistemática de residuos, entre otros.

La publicación, en 1997, del libro Biomimicry de Janine Benyus (Benyus, 2002) fue capital para la divulgación del concepto y su asentamiento teórico-práctico. Benyus lo asocia a la identificación de procesos naturales que van a permitir la solución de problemas económicos, sociales y ambientales a través de la generación de ciclos que se retroalimentan y son capaces de devolver al entorno natural materiales fácilmente absorbibles, biodegradables y que no generen daños a los ecosistemas.

En definitiva, el concepto de biomímesis se asocia a la idea de repensar sistemáticamente nuestros ciclos económicos e industriales buscando miméticamente soluciones en la naturaleza y en sus ciclos los que se retroalimentan y no generan residuos ni pérdida de valor.

Capitalismo natural (Natural capitalism)

A principios del presente siglo, Paul Hawken, Amory Lovins y L. Hunter Lovins, en su libro Natural Capitalism: Creating the Next Industrial Revolution (Hauken et. al, 2000), plantean la integración de los objetivos, incentivos e intereses económicos y ambientales. Esto implica unir los conceptos de productividad económica y ambiental aumentando la vida útil de los materiales. Según la propuesta de estos autores, el modelo asociado al capitalismo natural pretende aumentar la productividad natural de los recursos, avanzar hacia modelos inspirados en la biología, avanzar hacia un modelo de negocios basado en soluciones y reinvertir en capital natural.

El capitalismo natural implicaría cuatro cambios básicos (Hauken et. al, 2000, citado por Lobato Gago, 2017):

» aumentar la productividad,
» adoptar modelos biológicos de ciclos cerrados,
» avanzar hacia un modelo de negocios basado en el flujo de servicios, y

» reinvertir en el capital natural.

* * *

Aparte de los anteriores ámbitos de influencia, igualmente podríamos destacar otros como el de economía azul (The blue economy), que fue desarrollado por el economista belga Gunter Pauli, y el de permacultura, concepto que comenzó a consolidarse en la década de los setenta del siglo XX asociado a la producción agraria y que tenía la pretensión de la preservación de los ecosistemas agrícolas.