La economía circular/El concepto de sostenibilidad y los principales riesgos ambientales

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La economía circular
de Francisco Joaquín Cortés García
La economía circular/El concepto de sostenibilidad y los principales riesgos ambientales
1. EL CONCEPTO DE
SOSTENIBILIDAD Y
LOS PRINCIPALES
RIESGOS
AMBIENTALES

El mundo actual está sometido a grandes cambios y potenciales riesgos, muchos de ellos inéditos y que sobrepasan, por su complejidad y niveles de interrelación, nuestra capacidad de entendimiento o de gestión, de ahí la importancia del principio de precaución, así como de un nuevo y necesario planteamiento epistemológico ante el medioambiente y las relaciones entre el sistema ciencia-tecnología y la sociedad (Cortés, 2018). La búsqueda de un mundo seguro, cierto y predecible ha quedado atrás en la actual etapa de la globalización, en la que la tecnología anticipa nuevas verdades, pero donde, paradójicamente, hay menos certezas.

La incertidumbre ―entendida como la falta de seguridad o de certeza sobre algo difícil de medir o identificar― está cada vez más arraigada en nuestras vidas, y el cambio es omnipresente; aunque cada vez existen metodologías e instrumentos más sofisticados para la medición de riesgos y para transformar la incertidumbre en un riesgo medible. La incertidumbre no es solo ambiental, también nosotros, personas individuales y organizaciones, contribuimos a crear incertidumbre con nuestras acciones, siendo incapaces, en múltiples ocasiones, de medir o determinar el alcance de nuestros impactos.

Las reflexiones sobre nuestro tiempo y sobre nuestro mundo global, elaboradas por pensadores y sociólogos como Ulrich Beck o Anthony Giddens, han puesto de manifiesto los grandes problemas a los que se enfrentan las sociedades de nuestro tiempo. Beck (1992), por ejemplo, hace referencia a la sociedad del riesgo, o la civilización del riesgo como la llamará Patrick Lagadec (1981); en tanto que Bauman (2000) opta por la expresión más metafórica de sociedad líquida. En definitiva, la globalización ha venido a poner de manifiesto que la única seguridad que tenemos es el aumento de la incertidumbre. Las sociedades se hacen cada vez más complejas y sofisticadas, pero a su vez se vuelven más vulnerables.

La modernidad ha impuesto una concepción del riesgo que hace a este prácticamente omnipresente, y que, necesariamente, tiene implicaciones en el ámbito epistemológico. Nos referimos fundamentalmente al principio de precaución. Se trata de un principio sencillo, por lo general intuitivo, que nos advierte de nuestra interacción con el medio, orientándonos hacia una intervención que genere el menor daño posible al medioambiente (Jordan y O’Riordan, 1995), así como un manejo prudente de los ecosistemas. Básicamente, representa el reconocimiento explícito de la falibilidad humana y de su sistema de ciencia y tecnología (Cortés, 2018), así como de la complejidad intrínseca de las sociedades de nuestro tiempo.


La modernidad ha impuesto una concepción del riesgo que hace a este prácticamente omnipresente, y que, necesariamente, tiene implicaciones en el ámbito epistemológico. Nos referimos al principio de precaución. Se trata de un principio sencillo, por lo general intuitivo, que nos advierte de nuestra interacción con el medio, orientándonos hacia una intervención que genere el menor daño posible al medioambiente.

Frente a los mencionados planteamientos de Beck y de Bauman existen propuestas que compatibilizan la modernidad con la problemática ambiental desde un enfoque positivo: la teoría de la modernización ecológica (Mol, 1997). El planteamiento de la teoría de la modernización ecológica es optimista ante la ciencia y la tecnología siempre que se den los cambios sociológicos adecuados: la reforma ecológica. Para Mol la ciencia y la tecnología juegan un papel crucial en el ámbito de la modernización ecológica, y, en consecuencia, en el ámbito de la modernización de las sociedades. La modernización ecológica implicaría un nuevo concepto de racionalidad, la racionalidad ecológica, mucho más omnicomprensiva que la propia racionalidad económica. Se trata de una nueva adaptación de la realidad industrial a la nueva realidad ecosocial.

Esta incertidumbre y esta nueva forma de enfrentarnos sistemáticamente a los riesgos, unido a los daños ambientales, y, en consecuencia, sociales y económicos que la especie humana está generando en su relación con el planeta, está obligando a poner el concepto de sostenibilidad en el foco de nuestra reflexión. Los recursos naturales son limitados y nuestra forma de producir y consumir nos ha llevado a sobreexplotarlos. De hecho, con los consumos actuales, y atendiendo al concepto de huella ecológica (número de hectáreas que necesita una persona para proveerse de los productos necesarios para sobrevivir), nuestra sociedad necesitaría más de 1,5 planetas, lo cual hace inviable el modelo económico y sus principios tal y como los conocemos.

Este problema de resiliencia ya venía siendo advertido por distintos intelectuales, activistas, colectivos e instituciones de los años setenta del siglo pasado, una década netamente pesimista, marcada por la crisis económica y los choques petroleros, y que a su vez permitió aflorar nuevos enfoques neomaltusianos sobre el desequilibrio entre el ser humano y los recursos naturales. Los modelos desarrollistas de los años sesenta estaban generando importantes distrofias naturales de las que había que emitir señales de alerta.


Esta incertidumbre y esta nueva forma de enfrentarnos sistemáticamente a los riesgos, unido a los daños ambientales, y, en consecuencia, sociales y económicos, que la especie humana está generando en su relación con el planeta, está obligando a poner el concepto de sostenibilidad en el foco de nuestra reflexión

Desde los primeros avisos emitidos en los setenta, hasta la promulgación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) a finales de 2015, se ha producido una intensa reflexión en torno a los conceptos de sostenibilidad y de desarrollo sostenible. La mayoría de las propuestas han sido complementarias y han venido a enriquecer el debate sobre la relación entre el ser humano y los recursos ambientales y entre la economía y la ecología, dos términos y a su vez dos disciplinas que tienen una misma raíz etimológica y que se están integrando a través de propuestas transdisciplinares como las que plantea la economía ecológica.

Por ejemplo, el informe Meadows, de 1972, es uno de los hitos fundamentales en torno a la reflexión sobre la sostenibilidad. En él se reflexionaba de la sobrepoblación, la sobreexplotación de los recursos naturales, así como de los grandes problemas ambientales que la sociedad está generando y que irían en menoscabo del crecimiento económico.

Por su parte, Hans Jonas, con su obra Das Prinzip Verantwortung (1979), crea el marco intelectual para la apertura epistemológica del principio de precaución. Este último y el principio de responsabilidad son principios no sustantivos. Están íntimamente relacionados y constituyen la cara de una misma moneda, sentando las bases epistemológicas para el concepto de sostenibilidad y de gobernanza. En concreto, el principio de responsabilidad jonasiano introduce una ética basada en el futuro, evaluando no solamente las relaciones levinasianas con el otro, es decir, entre humanos. Por contraposición a la ética tradicional, bien esté asociada a los sentimientos morales (Hume y los moralistas ingleses), o bien a la ética normativa (Kant), la ética jonasiana no solamente se circunscribe a las relaciones entre seres humanos contemporáneos; incluye también las relaciones con la naturaleza y otros seres vivos, así como con las generaciones futuras.

El informe Brundtland, publicado en los ochenta del siglo pasado, igualmente ha sido capital, aportando una definición, próxima al formalismo kantiano, que ha permitido centrar el debate de la sostenibilidad hasta nuestros días. Esta concepción de sostenibilidad implicaba sentar a la mesa de negociación a las generaciones futuras. Se diría que una sociedad es sostenible si no traslada cargas ni externalidades negativas a las generaciones venideras. Por extensión, hablamos de cargas ambientales, pero también sociales, financieras, fiscales, etcétera.

Las sucesivas cumbres de la Tierra (Río, Kyoto, entre otras) igualmente han sido fundamentales para definir y enriquecer el concepto de sostenibilidad, así como para tomar conciencia de los importantes desafíos ambientales que están apareciendo como consecuencia de la actividad humana, especialmente derivados de la producción y el consumo. Uno de estos grandes desafíos es el cambio climático, una de las mayores catástrofes naturales a las que nos enfrentamos. Se trata de una catástrofe silenciosa y que requiere de un acuerdo global para poder mitigarla. En este sentido, el Acuerdo de París de 2015 (COP21) ha sido fundamental para buscar un consenso para la acción política a partir de las advertencias científicas del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC).

El cambio climático es un fenómeno que va a implicar profundas transformaciones en nuestro sistema económico y en nuestras formas de vida. De igual modo, va suponer importantes costes y riesgos de adaptación en el proceso de transición hacia una economía baja en carbono. En concreto, podemos decir que, en la actualidad, estamos asistiendo a dos grandes macroprocesos que tienen un gran impacto en los modelos de producción y de organización de las empresas. Nos referimos al proceso de transformación digital y al proceso de transición a una economía baja en carbono. Ambos procesos están íntimamente interrelacionados y son complementarios. Los dos persiguen objetivos comunes, como la desmaterialización, terciarización o virtualización de la economía, e, implicando ciclos económicos más localizados, un menor uso y velocidad del flujo de materiales y de energía, y una mayor disociación entre valor y contenido material del producto. De hecho, algunas de estas implicancias ya están recogidas en el modelo productivo denominado industria 4.0.


En concreto, podemos decir que, en la actualidad, estamos asistiendo a dos grandes macroprocesos que están teniendo un gran impacto en los modelos de producción y de organización de las empresas. Nos referimos al proceso de transformación digital y al proceso de transición a una economía baja en carbono.

Pero el cambio climático no es la única amenaza real a la que nos enfrentamos. La contaminación y el deterioro de los ecosistemas son problemas igualmente gravísimos que ponen en riesgo nuestra forma de vida en la Tierra. Algunos de los límites ambientales que determinan la vida en el planeta ya han sido rebasados (como se indica en la siguiente tabla), por lo que, hoy más que nunca, se hace necesaria la acción conjunta de todos los países del mundo para abordar conscientemente los problemas ambientales que nos acucian.


LÍMITES PLANETARIOS

LÍMITE CRÍTICO       ESTADO
Calentamiento global Rebasado
Extinción de especies Rebasado
Ciclo del nitrógeno Rebasado
Uso del agua dulce Límite próximo
Conversión de bosques en cultivos Límite próximo
Acidificación de los océanos Límite próximo
Ciclo del fósforo Límite próximo
Contaminación química No rebasado
Carga de aerosoles en la atmósfera No rebasado

Fuente : elaboración propia a partir de Rockström et. al. (2009)

Debemos encontrar un nuevo paradigma económico que permita integrar los flujos de materiales y de energía de forma equilibrada entre el sistema económico y los ecosistemas. La economía ambiental, que utiliza elementos de mercado para abordar las cuestiones ambientales, no ha dado solución a los problemas sociales y ambientales que generaba la economía neoclásica. Sus respuestas, como decimos, están relacionadas con mecanismos de mercado tales como el diseño de impuestos pigouvianos, la negociación de los derechos de propiedad de Coase o la creación de mercados de derechos de contaminación (Dales) (Lobato Gago, 2017: 5).

Por contraposición, la economía ecológica sí supone un cambio de paradigma de la ciencia económica. Para esta, la economía es abierta y subsumible dentro del marco ambiental. Por contraposición a la economía ambiental, la economía ecológica se basa en el concepto fuerte de sostenibilidad del que hablaremos inmediatamente. Y como apoyo a dicho paradigma surge el concepto de economía circular, que será el leitmotiv de la presente publicación.

En esta reflexión sobre el papel de la economía en su relación con el medioambiente, y partiendo de la búsqueda de transversalidad y transdisciplinariedad del concepto de sostenibilidad, destacamos que, a partir de los planteamientos de Robert Solow y John Hartwick, se desarrolla el concepto de sostenibilidad débil, vinculado a una traslación agregada de capital (stock de capital) a las generaciones futuras.

La sostenibilidad débil implica que el capital natural y el capital antrópico son sustituibles. Por lo tanto, llevando al extremo este planteamiento, el capital natural podría desaparecer y podríamos seguir hablando de un esquema de desarrollo sostenible. Esta visión está asociada a un claro optimismo tecnológico al entender que la capacidad y la creatividad humanas pueden generar el marco para dicha sustituibilidad. La sostenibilidad débil implica mantener los siguientes supuestos (Lobato Gago, 2017: 2):

» a) Situación de abundancia de recursos naturales.
» b) Elasticidad de sustitución de los diferentes tipos de capital igual o superior a la unidad.

» c) Confianza en que el progreso técnico puede solucionar los problemas derivados de la restricción de recursos (sic).

Por su parte, la sostenibilidad fuerte, desarrollada fundamentalmente por Herman Daly y Robert Constanza, le da un rol especial al capital natural, debiéndose mantener en el tiempo para preservar los ecosistemas y las propias funciones ambientales. En este sentido, el capital natural y el capital antrópico son más complementarios que sustituibles, y no se acepta la valoración monetaria del capital natural. Además, la sostenibilidad fuerte, por contraposición a la débil, no acepta el precio como señal de externalidades. La sostenibilidad fuerte entiende una sustituibilidad limitada de las distintas formas de capital: la pérdida de capital natural es irremplazable. Este planteamiento deriva de los esquemas relacionados con la capacidad de carga de los ecosistemas.

Finalmente, queremos mencionar que el informe sobre riesgos globales que realiza el Foro Económico Mundial (2019) destaca el mapa de riesgos. Todos los riesgos ambientales identificados se encuentran en el cuadrante de máximo riesgo y máxima severidad (impacto), por lo que la sostenibilidad estará especialmente presente en la agenda política de las próximas décadas.


TIPO DE
RIESGO
LOS DIEZ PRIMEROS
RIESGOS EN TÉRMINOS
DE PROBABILIDAD
TIPO DE
RIESGO
LOS DIEZ PRIMEROS
RIEGOS EN TÉRMINOS
DE IMPACTO
Ambiental Fenómenos meteorológicos extremos Geopolítico Armas de destrucción masivas
Ambiental Fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático Ambiental Fracaso en la mitigación y adaptación al cambio climático
Ambiental Desastres naturales Ambiental Fenómenos meteorológicos extremos
Tecnológico Fraude o robo de datos Social Crisis de agua
Tecnológico Ciberataques Ambiental Desastres naturales
Ambiental Desastres ambientales provocados por el ser humano Ambiental Pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas
Social Migración involuntaria a gran escala Tecnológico Ciberataques
Ambiental Pérdida de biodiversidad y colapso de los ecosistemas Tecnológico Colapso de infraestructuras de información crítica
Social Crisis de agua Ambiental Desastres ambientales provocados por el ser humano
Económico Burbujas económico-financieras Social Propagación de enfermedades infecciosas

Fuente: elaboración propia a partir del Foro Económico Mundial (2019)