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La encuhetada

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La encuhetada
de Hilario Ascasubi

Hoy hará una trasnochada
apretando el imprentero,
y allá al rayar el lucero
piensa acabar mi versada.

Siendo ansí, a la madrugada
le echaré en la población;
pero antes hago intención
(se lo alvierto por si acaso)
de ir a pegarle un albazo
llevándosela, patrón.

Por ahora voy a largar
solamente el primer trozo,
y hay otro más cosquilloso,
que después le he de atracar
hasta hacerlo corcoviar
a ese conde Palmetón;
y le asiguro, patrón,
que no desprecio a otro inglés,
más que a ese maula, y después
a otro de un zaíno rabón.

Conque, va sabe, temprano,
mañana al venir el día,
me cuelo en la imprentería
de Hernández el Valenciano,
y me agarro mano a mano
a cimarroniar con él:
y en cuanto acabe el papel
dándomelo, de ahi mesmito,
me guasquiaré, patroncito,
a su casa de tropel.

Verá, señor, con qué esmero
ha pintao la estampería,
que le ha hecho a mi versería
Musiú Lebas, el santero.

¡Ah, francés, lindo!, ansí quiero
pagarle muy rigular;
y ansí tienen que alumbrar
los que pretiendan libritos,
con diez y ocho vintencitos
al tiro y sin culanchear.
Su amigo, Luciano Callejas.



ADVERTENCIA a los uropeos cosquillosos

Van tres gauchos liberales
a quejarse, con razón,
de una floja y ruin aición
de dos gobiernos desleales.

Siendo gauchos, como tales,
se explicarán sin rodeos,
sin que dentre en sus deseos
ni un remoto pensamiento
de hacer en el fundamento
agravio a los uropeos.



Dedicatoria

Señor conde Palmetón:
a usté por lo bien portao,
y el haberse acreditao
¡tan lindo en su Intervinción!

Callejas, de refilón,
a nombre de la gauchada,
le dedica esta enflautada
celebrando entre otras cosas,
¡que en ancas le largue Rosas
por el Harpy una ensilgada!

¿Sabe lo que es ensilgada?
Es una vaina, patrón,
sin grano, y ¡con su perdón¿
que jiede a bosta quemada:

medio aceitosa, y buscada
en los pagos del Tandil
y propia para el candil
de cualesquier baladrón;
conque, atráquele, patrón,
esa mecha a Mistre Pil.




La encuhetada

Sorpresa del gaucho Morales al recibir a su amigo Olivera en su rancho junto a las trincheras de Montevideo.


Marcelo

¡Cristo!... ¿Si será verdá
lo que dudo en la ocasión?.
Cabal... no es una ilusión...
que es él mesmo... ¡voto-va!
lleguesé, amigo Olivera:
¿Diaónde sale? ¿Qué anda haciendo?

Olivera

¡Tristemente consumiendo
la vida, hasta que Dios quiera!
Así caigo a su presencia
dichosamente, aparcero,
pues acá soy forastero
sin la menor conocencia.

Marcelo

Debe serlo, me hago el cargo,
como que de Maldonao
presumo que habrá llegao,
y, habrá padecido largo...

Olivera

¡Largo y fiero!... mesmamente:
y toda laya de penas,
tanto mías como ajenas,
que es mejor que ni las mente
porque el corazón, lueguito
que dentro a considerar,
se me oprime de pensar
y se me hace chiquitito.

Marcelo

¡Infeliz viejo Olivera!
¡lagrimiando!... sientesé;
aunque no tengo, ya ve,
ni un triste tronco siquiera.

Ansí, amigaso, en el suelo
crucesé sobre este ijar,
a bien que no ha de extrañar...

Olivera

¡Qué he de extrañar, ño Marcelo!
después que me han baquetiao,
ocho años de sacrificios
tan crudos, que hasta los vicios
¡sin sentir he olvidao!

Marcelo

Dejuradamente lo creo:
porque yo en el mesmo caso
de infelicidá y atraso
con la familia me veo.

Ahora mesmo mi Pilar
cogió y fue desesperada
a vender una frezada,
ganosa de yerbatiar.

Olivera

¿Conque, Dios se la conserva
alentada?...

Marcelo

Y trajinista,
mientras la salú le asista:
ya verá como trai yerba,
y tabaco y aguardiente,
y en ancas puede que traiga
la frezada, sin que la haiga
ni empeñao siquieramente.

Por lo tanto, a prevención
voy a mandar hacer fuego,
cosa que, en llegando, luego
tomemos un cimarrón...
Con su licencia... ¡Agapito:
vení, llená la caldera!...

Agapito

¡La bendición, ño Oliveral

Olivera

¡Que Dios te haga un santo, hijito!
¡Temeridá que ha crecido
el muchacho!... y memorista:
en cuanto me echó la vista
al golpe me ha conocido.

Vení, largáme un abrazo,
rubio amargo... ¿cómo estás?
Y decíme... ¿te acordás
de tu potrillo picazo?...

Agapito

¿Cuál?... ¿Aquel bellaco viejo?
Me lo ajeniaron cuantuá
en las puntas de Aceguá
junto con otro azulejo.

Que yo le puse collera
y se lo prendí al picazo,
porque como era malazo
presumí que se me juera.

Y ni bien se aquerenció
cuando cierta madrugada,
con la yunta y la manada
una partida se arrío.

Marcelo

Vaya un recuerdo prolijo
del tiempo de don Echagua
pero de calentar agua,
¿a que no te acordás, hijo?

Aunque... alvierto a ño Severo
ganoso de hablar con vos;
así, quédense los dos,
que voy y vuelvo ligero.

Olivera

Bueno, paisano... ¿Conque,
Agapito, ahora andarás
como andamos, a cual más
atrasao, pobre y a pie?

Agapito

Pobre, a veces suelo andar,
y ansí mesmo siempre yo
me amaño, creameló,
y agenceo qué ensillar.

Luego verá, ño Severo,
un potrillo pangaré,
lindo, que le trajiné
a un inglés, que fue chasquero:

Y salía cola alzada
ajuera continuamente,
y de ahi volvía caliente
a presumir en la Aguada:

Aonde se apea y se cuela
atrás de cualquier muchacha,
a pesar que tiene facha
de más zonzo que su agüela...

Olivera

¡La del inglés, Agapito!...
¡barajo!... no te turbés...

Agapito

¿Cuál quiere que sea, pues?
La del bisquete mesmito:
ese maula que cruzaba
lo mesmo que autoridá,
del Cerrito a la Ciudá,
y aquí nos menospreciaba...

Tanto, que a mí en la avanzada,
porque le pedí un cigarro,
si no ando vivo, en el barro
me arronja de una pechada.
¡Ahijuna!... y se la juré.
Ansí un día que salió
de manabita y volvió
trayendo el tal pangaré,

Dije entre mí... "si te pillo
hoy en pedo lo verás,
matucho, si te me vas
golpio y sin el potrillo!"

Olivera

¡La Purísima, el muchacho,
que es propio para un descuido!
Me alegra que haigás salido
alentao y vivaracho.

Proseguí, no te parés,
que recién me va gustando.

Agapito

Pues, como le iba contando,
resolví dende esa vez
no darle alce ni cuartel,
y sobre el rastro ahí no más
largármele por atrás,
¡y que se me iba el infiel!

Advierta, señó Severo,
que dende que lo seguí,
y aun antes, ya conocí
que el pingo era pajarero.

De suerte que en cuanto entró
en el pueblo esa mañana,
le dio al potrillo la gana
de espantarse, y se tendió;

Y ya por el costillar
lo echó al hombre de cabeza,
y en colmo de la maleza
medio lo empezó a arrastrar.

Porque al cair, en la estribera
de una pata lo enredó,
fortuna que reventó
el ojal de la arcionera.

Entonces echó el caballo
a disparar como flecha
por esa calle derecha
del Veinticinco de Mayo.

Y yo atrás dél me largué,
hasta que allá entre las tiendas
se enredó fiero en las riendas,
se sofrenó y lo agarré.

Severo

Mira el diablo ...¡de manera
que en cuanto lo asiguraste,
de ahí mesmo ya enderezaste
a media rienda hasta juera!

Agapito

Al contrario, le aflojé
la cincha, y bajo la silla
el tronco de una costilla
de punta le acomode.

Luego le cinché flojito,
dejando el cuhete tapao,
y el pingo, por de contao,
comenzó a lomiar lueguito.

Últimamente, tirando
volví a trairselo al inglés,
al cual lo encontré otra vez
aliento y renegando.

Y después que le arreglé
el estribo como pude,
dije entre mí: ¡Dios te ayude!...
y el potrillo le arrimé.

Conque, patrón... ¿cómo se halla?
le pregunté medio en broma;
y él me contestó en su aidioma:
"¡Marchi diabli la caballa!"

Y al verlo en disposición
de montar, cuasi me río;
porque... cuándo... ¡Cristo mío,
se aguantaba el chapetón!

Mesmamente la acerté.
El hombre apenas montó,
y ni bien se acomodó,
¡la gran... punta el pangaré!

Cuando le asentó la nalga
a la inglesa, y con el peso
le hizo tomar gusto al güeso,
se encogió, y ¡Cristo le valga!

Conoció al jinete tierno,
y al pingo se le hizo robo
aliviarse, y de un corcovo
echó la carga al infierno...

Olivera

¡Oiganlé al matucho inglés!
¡Cómo aflojó de un tirón...
y tan altivos que son
en sus barcos!... y ¿después?

Agapito

Hasta frente a un conventillo
que le llaman de Pozolo,
siguió guasquiándose solo
y corcoviando el potrillo:

Tanto, que al fin se quedó
en pelos completamente,
y como era consiguiente
entonces se sosegó.

Ahi mesmito lo agarré;
y... "¡ahora sí, lo verás, laucha,
si has de pelar esta chaucha!"
le dije, y me le senté.

Y dende allí cachetiando
y meniándole talón,
me fui a golpiar del tirón
a la Aguada disparando.

Y como hasta hoy en el pago
ni el inglés me lo ha cobrao,
que lo habrá descogotao
es la cuenta que yo me hago.

Conque ansí, señó Olivera,
supuesto que se halla a pie,
disponga del pangaré
como guste y cuando quiera...

Marcelo

Pero, hijito, ¿todavía
estás meniándole taba?
¿Y usté soltando la baba,
aparcero? ¡Virgen mía!

Olivera

¡Voto alante, ño Marcelo!
por su tardanza ha perdido
de oir cómo me ha divertido
su Agapito, que es un cielo,
y gaucho crudo y a macho.

Marcelo

Y prosista más que todo;
si no, repare del modo
con que a mí me largó el guacho
de hacer fuego y calentar
la agua que yo le mandé.
¡Ah, diablito!... pero... che,
¡velay, acá está Pilar!...

Pilar

¡Aparcero ño Olivera,
gracias a Dios que lo veo!
¿y ña Petrona, y Mateo?...

Olivera

A su mandao, aparcera.

Marcelo

¡María Santísima! Amigo,
perdone si he olvidao
el haberle preguntao
por su mujer... pucha digo.

Olivera

Recién se acaba de apiar,
y ya quería venir;
pero no puede salir
hasta medio pelechar.

Pilar

¡Por vida!... y ¿cómo les ha ido
en tanto apuro o redota?

Olivera

¡Hágase cargo!... en pelota,
y en montón hemos venido.

Pues mandaron embarcar
de un modo tan redepente,
que fue rejuntar la gente,
y al momento de mandar,

como aguacero a la costa
la botería acudió,
y el criollaje ahí se juntó
como manga de langosta.

De ahí empezaron a echar
viajes al barco a menudo,
y en el bordo como pudo
nos hizo desparramar...

Del pértigo a la culata
de un barcazo roncador,
ñato viejo y rodador
a impulsos de una fogata:

Cosquilloso a una ruedita
que de atrás un marinero
se le prendió a lo carnero,
como haciéndole colita.

Pero, paisana... ¡qué cosa
de barco tan maquinal!
y grandote el animal
de una manera asombrosa.

Oiga, le relataré
la laya de barco que era,
que no es fácil, aparcera;
pero, en fin, me amañaré.

Era un barco... ¡tamañazo!
de madera de mi flor,
y tendría de largor
como dos tiros de lazo.

En la barriga tenía
un pozo, donde se apiaba
la gente que trajinaba
en pura carbonería.

Arriba los comendantes
rodeaos de la oficialada,
y mucha marinerada,
con sombreros relumbrantes,

Abajo había cuarteles
y corrales y galpones;
y encima grandes cañones
con rondanas y cordeles.

Y un cañuto ¡temerario!
enterrao yo no sé cómo
en lo más ancho del lomo,
y más allá un campanario.

Y luego en cada costao
una rueda con aletas,
que no he visto ni en carretas
de esa laya de rodao.

Viese, aparcera, al montar,
¡qué julepe y qué jabón
nos pegó una quemazón
que abajo entró a reventar!...

Y ver salir apuraos
como avestruces corridos...
los hombres, que a unos chiflidos
subían todos tiznaos.

Yo me empecé a refalar
el poncho para aliviarme,
y estuve por azotarme,
como carpincho, a la mar.

Pero supe que de intento
prendían abajo el fuego,
y vi a un oficial que luego
se puso a vichar atento.

Y en cuanto por el cañuto
vido salir la humadera,
le aflojaron, aparcera,
y echó a correr ese bruto.

A dos laos, y relinchando,
campo ajuera salió al mar,
aonde empezó a bellaquiar:
y ya nos juimos echando.

Luego nomás, en tendales
quedó todito el hembraje,
y atrasito entró el machaje
a rodar como costales.

Al momento una fatiga
y un asco tal nos entró,
que a todos nos revolvió
tan de-una-vez la barriga...

Que con los ojos saltaos,
haciendo juerza bramaban
los criollos, y gomitaban
quedando despatarraos.

Y sin poder aguantar
a semejante alboroto,
hasta el último poroto
nos hizo desembuchar.

Ansí he cruzao el camino
con todito ese trabajo,
y he venido cuesta abajo
a entregármele al destino.

Marcelo

¿Ha visto cuán rigoroso
el nuestro nos ha salido,
que a todos nos ha sumido
en un abismo espantoso?

¿Y cuánta sangre y estrago
aun devora nuestra tierra?
sin terminarse esta guerra,
porque hay hombres...

Pilar

Eche un trago;
y arme, aparcero: velay
papel, tabaco y facón,
pues alvierto en la ocasión
que usté ni cuchillo trai.

Olivera

Cabal, paisana: ni quiero
negarle que traigo apenas
muy poca sangre en las venas,
y ojales por todo el cuero.

Marcelo

¿Y cuándo, amigo, al remate,
de esta custión llegaremos?
¡Por Cristo! que ya debemos
tener juicio y...

Agapito

Velay mate.

Marcelo

¿Será posible que siendo
tan poquitos los paisanos,
como fieras entre hermanos
nos sigamos destruyendo?

Usté que tiene experencia
profunda, y conocimiento,
y en cada razonamiento
el poder de una sentencia,

Diga, si por desventura
nos ha condenao el cielo
a tener el desconsuelo
de cair a la sepultura.

Sin que logremos jamás
bendecir a cualesquiera
que a nuestros hijos siquiera
les ponga su tierra en paz...

Olivera

Sí, amigo: no desespere
de que esta calamidá
puede terminarse ya
si la Virgen y Dios quiere.

Pues ya sabe que en la vida
no hay cosa que no termine,
por más que el hombre imagine
de que no tiene medida.

Marcelo

Con todo eso, van ocho años
de ruina que hemos tenido;
¡y en la guerra hemos sufrido
tan amargos desengaños!...

De ambición en los de acá
hasta asigurar el mono,
y a lo último de abandono
y perfidia en los de allá...

¿No ha visto de Ingalaterra
y de Francia lo que han hecho
con nosotros, que hasta el pecho
nos han metido en la guerra?

Haciendo al principio roncha
con tanta alianza y promesa,
y a lo último con vileza
juir y meterse en la concha...

Queriéndonos entregar
después de sacrificaos
por esos mesmos aliaos
que nos han hecho matar

¡Malditos sean... ahijuna,
ciertos monarcas del mundo,
a quienes odio profundo
les juro y piedá ninguna!

Y de corazón, quisiera
que cierto rey reculao
algún día ande arrumbao
y con las tripas de juera.

Pues, si algún criollo no sale
a sacarnos de este infierno,
será nuestro mal eterno,
¡y cairse muerto más vale!
Olivera
Dejuro, tiene razón
de quejarse y renegar;
pues a eso ha dado lugar
la ruinosa entrivención:

Que la figura más ñata
con fantástico poder,
es lo que ha venido hacer
en el Río de la Plata.

Ansí es, paisano Marcelo,
que me alegro de que Rosas
a esas potencias famosas
hoy las humille hasta el suelo.

Sin que ninguno le ladre
de esos diablos coronaos,
que de miedo y sobajeaos
lo están haciendo compadre:

Y le quitan el bocleo
como diciendo: "nos vamos,
y velay que te entregarnos
por junto a Montevideo".

Aonde nos echan bravatas
a nosotros, pero a aquél,
al tirano Juan Manuel
lo saludan con fragatas.

En fin, usté me ha templao,
y malo es que me caliente;
pero... déme el aguardiente,
y luego me oirá, cuñao.

Marcelo

¡Ah, viejo terne!... de balde
lo traquea la vejez,
se conserva cada vez
con más letras que un alcalde.

Sí, amigo: me ha de gustar
oirlo a usté, y oir a Callejas;
casualmente hacen parejas
en el modo de pensar.

Olivera

¿Conque, mi amigo Luciano,
también anda por acá?
me alegro. Y ¿cómo le va?

Marcelo

Rigularmente, paisano.
Hoy ha venido un ganao
que lo están desembarcando,
y allí lo dejé enlazando
por seis pesos y un asao.

Y ahí mestizo me asiguró
que viene a hacer medio día
conmigo, y que me trairía
vino duro, ¡y qué sé yo!

De suerte que comeremos;
y luego con mi patrona
a traer a será Petrona
al cuartel nos largaremos.

Pero... ¿usté está cabeciando?
Mal dormido.. ya se ve...

Olivera

Es verdá...

Marcelo

... Pues echesé
vaya medio dormitando.

Y... andá, Pilar, por favor,
mientras duerme ño Severo,
ve si te empriesta el pulpero
un vaso y el asador.

Y en cuanto llegue Luciano,
la venida de Olivera
celebraremos siquiera
con un pedo soberano.

Ansí, aprontáte, mujer,
como para cocinar;
que yo voy a trajinar
más leña, que es menester.

Vos, Agapito, por la olla
andá al muelle, ya sabés...

Agapito

¿Y si me topa el inglés?

Pilar

Sumíle, hijito, la bolla.

Agapito

Entonces, por si lo pillo,
y me atropella Balija
para irme más a la fija
voy a llevar mi cuchillo.

Pues, si me atraviesa el zaino
en que ahora anda, y con la tranca
me ataja, y volea la anca
ahi mesmo le desenvaino...

Marcelo

Salí... maula... farolero:
si te ronca, ¿qué has de hacer?

Agapito

Nadita... aunque... puede ser
¡que le haga sonar el cuero!


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