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La fiera, el rayo y la piedra/Acto III

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La fiera, el rayo y la piedra
de Pedro Calderón de la Barca
Acto III

Acto III

Salen CÉFIRO y PASQUÍN, PIGMALEÓN y LEBRÓN.
CÉFIRO

Este es mi intento.

PIGMALEÓN

Este el mío.

CÉFIRO

¿Quién en el mundo creyera
que una piedra y una fiera
mandaran nuestro albedrío,
de suerte que me obligara
a mí en un monte a seguilla,
y a vós que para admitilla,
vuestro ingenio fabricara
ese alcázar que labráis?

PIGMALEÓN

¡Quién supiera cuánto ha sido
venenoso dios Cupido!

CÉFIRO

Y, en efeto, ¿dónde vais?

PIGMALEÓN

Díjome (cuando os pedí
licencia para empezar
el palacio singular
en el sitio que elegí,
ni bien de campo ni bien
de poblado; pues en medio
de monte y corte, en buen medio
todos fabricar le ven)
Anajarte que ofendida
della y de mí, por no vella
ni verme, me daría aquella
bella estatua que homicida
fue de mis ciegos sentidos,
pues con tan nuevos enojos
me ha enamorado los ojos,
sin saberlo los oídos.

PIGMALEÓN

Y como yo no tenía
alcázar donde tenella,
nunca he venido por ella;
pero llegando ya el día
en que la fábrica está
tan adelante, quisiera
pedirla que me cumpliera
la palabra.

CÉFIRO

¿Quién creyera
que es tal mi pena severa
que a la vuestra la trocara?
¡Pluguiera al Amor yo amara
una estatua y no una fiera!

PIGMALEÓN

¿Qué decís?

CÉFIRO

Pues ¿no prefiere
a vuestra llama mi llama,
si esa, por no poder, no ama,
y estotra porque no quiere?
Cuanto va de no querer
a no poder ha excedido
mi mal.

PIGMALEÓN

Por eso ha tenido
la ventaja de tener
esperanza de mudar,
pues con el trato pudiera
domesticarse una fiera
y una piedra no.

CÉFIRO

Esperanza
muy vana es, pues desde el día
que la vi ando en busca della
y nunca he podido vella;
que la injusta tiranía
de aquel monstruo que la guarda,
con nombre de padre suyo
que la haya ausentado arguyo,
según lo que le acobarda
el que yo le busque.

PIGMALEÓN

Pues
¿quién es el hombre?

CÉFIRO

Un traidor
que opuesto siempre a mi honor
le vi... Mas esto no es
agora del caso. En fin,
hoy vengo al monte, dispuesto
a que no ha de quedar puesto
que no tale.

PIGMALEÓN

Yo al jardín,
a ver si a Anajarte bella
mueve mi llanto importuno.

CÉFIRO

Pues adiós, y cada uno
siga el rumbo de su estrella.
¿Dónde, Pasquín, ha quedado
la gente?

PASQUÍN

En el monte está,
de suerte que no podrá,
si no es que se haya ausentado
a otro clima, escapar hoy
del número que la sigue.

CÉFIRO

¡Oh, plegue a Amor que se obligue
de ver cuán rendido estoy
a su ciega tiranía,
pues di a una fiera mi fe!

PASQUÍN

Esa es cosa que se ve
en el mundo cada día.

CÉFIRO

¿Cómo una fiera pudiera
haber ejemplar tenido?

PASQUÍN

¿No habrá quien haya querido
a una roma? ¿Qué más fiera?

(Vanse los dos.)


PIGMALEÓN

Entra, mientras yo turbado
sigo el norte que me guía,
tú, a saber de parte mía
cómo la noche ha pasado
esa hermosa imagen bella
a quien el alma rendí.

LEBRÓN

¿No ves que no hace de mí
caso, y que aunque hable con ella,
nunca me responde, pues
yendo y viniendo a la fuente,
con ser para otros corriente,
moliente para mí es?
Y así, pues que nunca oyó
recado que yo la llevo,
ve a hablarla tú.

PIGMALEÓN

No me atrevo
a entrar en el jardín yo,
que de Anajarte el rigor
es fuerza que tema y huya.

LEBRÓN

Yo, de aquella criada suya
que me entró en el cenador,
donde fuimos desbocado
caballo el cristal y yo.

PIGMALEÓN

Pues ¿cómo?

LEBRÓN

Como él corrió
y fui yo el que quedó aguado.

PIGMALEÓN

Deja locuras y ve
a decirla, ¿cuándo el día
será que yo la vea mía?
Dila cómo ya acabé
de labrarla el sumptüoso
palacio en que ha de vivir
cuando me llegue a cumplir
Anajarte el generoso
ofrecimiento; que estoy
a esta puerta y si me da
licencia de enamoralla,
lo haré, aunque aventure hoy
el enojo de Anajarte.

LEBRÓN

Yo, señor, se lo diré,
aunque no haré tal.

PIGMALEÓN

¿Por qué?

LEBRÓN

Porque no está ya en la parte
donde la habemos dejado.
Fuente y ella se han hundido.

PIGMALEÓN

Pues, ¿adónde se habrá ido?

LEBRÓN

Donde la hubieren llevado,
que yo te aseguro della,
señor...

PIGMALEÓN

¿Qué?

LEBRÓN

Que no se fue
con la pila por su pie.

PIGMALEÓN

¡Ay de mi infelice estrella!
¡Ay de mi amor y ay de mí!
Que esta tirana beldad,
celosa de su deidad,
la habrá ausentado de aquí;
y por no llegar a vella
con envidia colocada,
habrá querido indignada
ocultalla u deshacella.
Porque si esto hubiera sido
por la palabra que dio,
lo hubiera sabido yo.

LEBRÓN

Haz cuenta que lo has sabido
y deja, señor, locura
tan extraña.

PIGMALEÓN

¡Infame necio!
¿Tú también haces desprecio
de que adore una hermosura
la más perfecta que vio
el sol? De ti y de una ingrata
me vengaré.

LEBRÓN

¡Ay, que me mata!

(Sale ANAJARTE.)
ANAJARTE

¿Quién aquí da voces?

PIGMALEÓN

Yo.

LEBRÓN

Y yo también.

ANAJARTE

¿Qué cruel
causa os ha obligado?

PIGMALEÓN

A mí,
quejarme, ingrata, de ti.

LEBRÓN

Y a mí, ingrata, de ti y dél.

ANAJARTE

Pues, ¿qué ocasión has tenido
ni en qué tu queja consiste?

PIGMALEÓN

¿De qué palabra me diste?

ANAJARTE

De lo que te la he cumplido.
¿Dije yo más de que había
de arrojar a este jardín
una vil estatua, a fin
de no ver a quien podía
ser objeto de otro amor?
Pues si ansí lo hice, ¿de qué
te quejas?

PIGMALEÓN

De que no sé
dónde la echó tu rigor.

ANAJARTE

¡Bueno fuera que quisiera
tu loca, necia porfía
que yo de su fantasía
fuese cómplice y tercera!
Yo me cansaba de vella
y así de ahí mandé quitalla
y en ese monte arrojalla.
Ve tú a ese monte por ella,
que basta que yo le dé
por simulacro profano,
sin que la dé de mi mano.

PIGMALEÓN

Tan en busca suya iré
que no habrá rastro ni seña
que no inquiera mi congoja,
rama a rama y hoja a hoja,
risco a risco y peña a peña,
no habrá centro en cuanto encierra
este bárbaro horizonte
desde este alcázar...

GENTE

(Dentro.)
Al monte.

PIGMALEÓN

Desde aquel piélago...

GENTE

(Dentro.)
A tierra.

ANAJARTE

Voces en tierra y en mar
a un mismo tiempo se oyeron.

PIGMALEÓN

Es que mar y tierra fueron
testigos de mi pesar,
al ver el indigno ultraje
de una deidad ofendida.
Mas, ¿qué le importa a mi vida
que de aquella cumbre baje
inmenso escuadrón, ni que
de aquel mar la riza espuma
ser vaga ciudad presuma
con la armada que se ve
que sobre sus ondas hierra,
si a mí en todo este horizonte
solo me toca ir...?

GENTE

(Dentro.)
Al monte.

PIGMALEÓN

Para ver si encuentro...

GENTE

(Dentro.)
A tierra.

PIGMALEÓN

...la imagen divina y bella,
y si mi amor la restaura.

(Vase, y salen LAURA y ISBELLA.)
LAURA

¡Qué asombro!

ANAJARTE

¿Qué es eso, Laura?

ISBELLA

¡Qué espanto!

ANAJARTE

¿Qué es eso, Isbella?

LEBRÓN

Para el bobo que sabello
de la una ni la otra aguarde.

LAURA

No sé, señora, qué causa
pueda obligar a tan grande
admiración, como ver
que desa montaña baje
tanto número de gente,
cercando por todas partes
el monte que ha parecido,
según se cubre su margen,
que por poblar los desiertos
se despueblan las ciudades.

ISBELLA

A mí la gente de tierra
no bien me admire ni espante
tanto como la del mar,
pues desas veloces naves
que a nuestro puerto han venido,
tan grande número sale
que pueden mudar los montes
desde una parte a otra parte.

ANAJARTE

¿Qué será aquesto?

IFIS

(Dentro.)
La gente
baja, como desembarque
en ese playazo, donde
no se lo resista nadie,
doblándose en escuadrones,
y en ellos mi orden aguarde,
en tanto que a estos jardines
solo es bien que me adelante.

(Sale.)
ANAJARTE

¡Qué miro! ¿Aqueste no es Ifis?
Sin duda viene a vengarse
de mi ingratitud.

IFIS

Sí vengo;
mas no con venganza infame,
porque un corazón rendido,
otra, señora, no sabe
que vengarse en los placeres
de quien le costó pesares.
Mandásteme que me fuese,
obedecite al instante;
y vuelvo, porque no entonces
que no vuelva me mandaste.
A lo que vuelvo es a que
sepas quién soy y cuán grande
distancia hay desde mí a mí,
u derrotado u triunfante.
Ifis, príncipe de Epiro
soy, que la saña inconstante
del mar, navegando a Acaya
al través dio con mi nave
en esos bajos, de quien
me echó el esquife a esta margen.

IFIS

En ella vi tu hermosura,
dejo los hados aparte
de que un rayo había de ser
el destino que me mate;
pues ya se vio que era rayo
el que pudo, penetrante,
a un relámpago de luz
de tus ojos celestiales
hacer, sin hacer herida
en el cuerpo, que se abrase
un corazón que en el pecho
en muertas cenizas arde,
y voy al intento que
hoy a tus plantas me trae.

IFIS

Esa armada que del mar
encrespando los cristales
vuela y nada con envidia
de los peces y las aves
(pues monstruos de dos especies
sus bucos y jarcias hacen:
huellas unos en la espuma,
surcos otras en el aire),
armada es tuya que llena
de aparatos militares,
a la vista de un volcán
tray otros tantos volcanes,
como quillas que a su tiempo
verás, si sus vientres abren,
cuántas nubes a las nubes
de pólvora y humo esparcen.

IFIS

Porque no ignorando yo,
como no lo ignora nadie,
la tiranía que injusta
usan Céfiro y Argante
contigo, (pues prisionera,
bien que entre pompas reales
en esta cárcel te tienen,
sin que eso al consuelo baste,
pues por dorada que esté
siempre la cárcel es cárcel),
a ponerte en libertad
vengo, y a hacer que restaures
tu reino, restando el mío
al condicionado trance
de una lid, en cuya empresa
me adelanté a suplicarte,
poniendo aqueste bastón
a tus pies, que me le encargues
de tu mano, porque sea
mayor mi honor, cuando afable
de tu general me des
el título con que ensalce
mi nombre a sombra del tuyo.

IFIS

Y cuando de honor tan grande,
incapaces mis desdichas
no las hagas tú capaces,
me des licencia, señora,
para que más arrogante
cuanto más humilde, sirva
entre los particulares,
a obediencia de quien tú
quieras que esas armas mande,
que a mí en la primera hilera
premio me será bastante,
que alcance que en tu servicio
la primer flecha me alcance.

IFIS

Y porque desprevenidos
los trinacrios, llegue antes
que el trueno que los avise,
el rayo que los abrase,
no pierdas tiempo, que a veces
los no imaginados trances
vencen con la confusión
aún más que con el combate.
No demos lugar a que
Céfiro sus huestes arme,
pues es mejor que indefenso
nuestra avenida le asalte.
Y así, pues, que tu licencia
no más es justo que aguarde,
para que el campo disponga
y con él en orden marche,
a quien la das de que muera,
no la niegues de que mate.

IFIS

Y porque no temerosa
de mi fineza te agravies,
presumiendo que en favores
quiero que el sueldo me pagues,
para que veas que no
grosero ni interesable
mi amor, sino aventurero,
sirve a merced de otros gajes,
palabra te doy de que
cuanto la guerra durare
no te hable en el amor mío.
Bien que aunque en él no te hable,
me perdonarás que sienta
todo aquello más que calle;
porque retirado el fuego
a centro que no le exhale,
es preciso que se cebe
en la materia que halle;
que callado y oprimido
se vio, o mal, o nunca, o tarde.

ANAJARTE

Dos veces agradecida
a dos finezas tan grandes
como el favor y el silencio
que me ofreces y me traes,
el discurso me conoce,
la razón me persuade;
pero ninguna el amor
que, siempre rebelde alcaide
de mi corazón, está
a la ley del homenaje
que juró de aborrecer,
sin que, para que yo ame,
ser pueda el odio de todos
privada excepción de nadie.
Y así, porque en ningún tiempo
de mi ingratitud te agravies
(pues el no querer no es culpa,
y si lo es, es más tratable
que te desdeñe, que no
que te desdeñe y te engañe),
digo que con el pretexto
de que en tu amor no me trates,
acepto el de tu valor.

ANAJARTE

Merece el costoso examen
de que tus hechos me digan
lo que tus voces me callen,
y manda que como vaya
la gente ocupando el margen,
sitie el monte; que hoy en él
Céfiro está, porque amante
de aquella fiera, continuamente
en estas soledades
atalaya es de sus cumbres,
centinela es de sus valles.
Esa gente que le ocupa
gente es que consigo trae
al ojeo de las fieras
cuya resistencia es fácil.

ANAJARTE

Porque desarmada y poca
no es a impedirte bastante,
y como una vez le prendas,
y al pueblo caudillo falte,
será fuerza que al asombro
de nuestras armas desmaye.
Mayormente que no dudo
que como valida me halle
de quien mi justicia abono,
de quien mi derecho ampare,
a cuyo lado me vean,
haciendo al corcel que tasque
al compás de la trompeta
el son de los alacranes;
que el fuste al borrén ocupe,
que rija a la rienda el ante,
que trence el bruñido arnés,
que el gravado escudo embrace,
que el templado acero ciña,
que la sobrevista cale,
y que de la oreja al ristre
el herrado fresno pase.
No dudo, digo otra vez,
que en mi favor se declaren
muchas nobles intenciones,
muchos callados leales.
Testigo Nicandro sea...

(Sale ANTEO y BRUNEL.)
ANTEO

Sí será, que en el instante
que vi esa armada en el mar,
sin que nada me acobarde,
salí a ver cúya era, y quiso
mi ventura que encontrase
con este soldado que
habiéndome visto antes,
perdido el modo que a otros
da mi persona y mi traje:

ANTEO

«¿Cúya es?» me dijo, y «¿Quién eres
y el intento que te trae?».
A cuya causa veloz
vengo con él a buscarte,
para que sepas de mí,
que el vivir como salvaje
las entrañas de esas grutas,
de quien soy vivo cadáver,
es porque no habiendo yo
aplaudido a los parciales,
en demanda de mi reina
con la voz de sus leales,
huyendo salí; y pensando
que en aquestas soledades
estaba seguro, a causa
de ser tan impenetrables
por sus Parcas y sus Etnas,
sus fraguas y sus volcanes,
no quise perder de vista
la patria, por si llegase
esta ocasión que hoy los cielos
facilitan liberales,
no sin aviso, pues ya
mis ciencias, bien que inconstantes,
entre otros prodigios vieron

ANTEO

(leyendo a esos celestiales
orbes las obscuras cifras,
de tanto hermoso cadáver
como me asegura fijo,
como me perturba errante)
que había de llegar día
en que mi reina restaure
su corona; y siendo ansí
que hoy el hado favorable
cuando no que se consiga
quiere, al menos, que se trate,
vengo a ponerme a tus pies
y a los suyos, y a alistarme
debajo de las banderas
destas armas que auxiliares
los dioses envían; que no
pueden venir de otra parte.

ANTEO

Y para que veas mejor
si es mi persona importante,
primero que el valor venza,
he de vencer con el arte.
Céfiro, bien que asustado
de ver sobre aquesos mares
la confusa Babilonia,
pensil de tanto velamen,
en mi alcance vengativo
más que de Irífile amante,
el monte discurre; y como
a algunos soldados mandes
que me sigan, podrá ser
que yo tal lazo le arme
que dé en él; con que no dudo
que será el triunfo más fácil.

IFIS

No solo yo quien te siga
daré, pero acompañarte
tengo; que tal interpresa
no la he de fiar de nadie.

ANTEO

Pues sígueme con alguna
gente y donde me escuchares
llamara a Irífile, haz alto,
solicitando ocultarle
en la cercana aspereza
del más fragoso celaje.

(Vase.)
IFIS

Yo lo haré ansí; tú, Brunel,
di que algunos me acompañen
a lo largo.

BRUNEL

¡Plegue al cielo
que él por su piedad me saque
de escudero andante!

(Vase.)
IFIS

Tú,
hermosísima Anajarte,
pon a cuenta de mi amor,
que de mi amor no te hable.

ANAJARTE

Hablar en que no hablas, ya
es hablar más que si hablases.

IFIS

¿Que calle un dolor no basta,
sin que en lo que calla, calle?

ANAJARTE

No, que mudez que se explica
no deja de ser lenguaje.

IFIS

Sí deja, porque no es voz
la seña que aún no es del aire.

ANAJARTE

Dictamen que habla por señas
es muy bachiller dictamen.

IFIS

Eso es quererle quitar
sus idiomas al semblante.

ANAJARTE

Claro está que las colores
ya son retóricos frases.

IFIS

¿Quién le negó a un accidente
que pálido se declare?

ANAJARTE

Quien quiso hacer la fineza
de sufrirle.

IFIS

Aunque no es fácil,
cuidado con mi silencio.

ANAJARTE

Ni ese cuidado me encargues,
que ya dice que le tiene
quien pide que le repare.

IFIS

Pues solo que no le tengas
te diré de aquí adelante.

ANAJARTE

Ni aun eso me has de decir,
que no deja en un amante
de ser acuerdo el acuerdo
que del olvido se vale.

IFIS

Pues para que no te ofenda
lo que diga o lo que calle,
lo que acuerde o lo que olvide,
quitándome de delante,
te serviré de manera
que la noticia te alcance,
sin el ruido de mi voz
ni el color de mi semblante.

(Vase.)
ANAJARTE

Eso es obligarme a que
piense que puedo obligarme;
pero en vano, pues no tienen
esos orbes celestiales
estrella que a mí, no digo
me incline para que ame,
mas para que no aborrezca
por más que del cielo baje
el correspondido Amor,
a persuadirme suave
yugo suyo, contra quien
mi pecho armó de diamante
Cupido, absoluto Amor,
interesado y mudable.

ISBELLA

Pues no, señora, te fíes
dél, porque es traidor que sabe
dar muerte sobre seguro;
y como obligada te halles,
podrá ser...

ANAJARTE

No hará, pues cuando
Ifis mi reino restaure
y en su posesión me ponga,
sabré el auxilio pagarle,
poderosa como reina
y no tierna como amante.

LAURA

Y si con aquese premio
su amor no se satisface,
¿qué has de hacer de un acreedor
que a todas horas delante
se te ponga?

ANAJARTE

¿Faltará
un desdén con que le aparte,
un rigor con que le ausente?
Y cuando aqueso no baste
a no verle, ¿faltará
un veneno que le acabe,
una cuerda que le ahogue,
o un acero que le mate,
aunque venganza después
pida Anteros a su madre?

ANTEO

(Dentro.)
Sí pedirá, porque siempre
amor con amor se pague.

ANAJARTE

¡Ay infelice de mí!
¿Qué voz se escuchó en el aire?

LAURA

Yo no la oí.

ISBELLA

Yo tampoco.

ANAJARTE

Oíd, por si a pronunciarse
vuelve, sepamos quién puede
turbar mis felicidades.

ANTEO

(Dentro.)
Irífile.

ISBELLA

Allá en el monte
llaman.

ANAJARTE

¿No es esta la voz de antes?
Pero sea la que fuere,
nada a mí me sobresalte,
que un corazón como el mío
nunca ha de vivir de balde.

(Vanse las tres, y sale ANTEO y IFIS, BRUNEL y otros.)
ANTEO

Irífile.

IRÍFILE

(Dentro.)
¿Dónde, Anteo,
te ocultas?

ANTEO

Hacia a esta parte.

IFIS

¿Por qué, si la llamas, huyes
de donde viene a buscarte?

ANTEO

Porque suenen nombre y voz
el tiempo que no me halle,
que ese es el veneno que
he de sembrar en el aire.
Ocúltate tú y tu gente.

IFIS

Sí haré.

ANTEO

Irífile.

IRÍFILE

Anteo, padre,
¿dónde estás?

(Sale CÉFIRO.)
CÉFIRO

Aunque esa armada
que surta en la playa yace,
me obliga a dar a la Corte
vuelta donde me resguarde
de su traición, si es traición
la que a estos puertos la trae,
con todo, es tan poderosa
esta voz que el viento esparce,
dando de Irífile el nombre
al eco, que he de ver antes
que me retire, si puedo,
siguiendo el nombre suave
de su acento, hallarla entre estas
intrincadas soledades
adonde suena la voz.

ANTEO

Irífile.

(Sale IRÍFILE.)
IRÍFILE

Anteo.

CÉFIRO

No en balde
fue mi diligencia, pues
atravesando a esta parte
viene al imán de su nombre.

IRÍFILE

¿Dónde, Anteo, te ocultaste?

CÉFIRO

No preguntes por Anteo,
que aunque él sea el que te llame,
yo, Irífile, el que te busca,
y no es bien respondas antes
a quien costaste una voz
que a quien un alma costaste.

IRÍFILE

Céfiro...
[Aparte.]
(¡ay de mí, infelice,
si ahora viniera mi padre!),
yo confieso, ¡muerta estoy!,
que al verte, ¡la voz me falte!,
tan fino, ¡dude el aliento!,
conmigo, ¡la lengua calle!,
agradecida, ¡qué digo!,
quisiera...

ANTEO

¿Y a qué hay que aguardes?
{{Pt|TODOS|
Date a prisión.

CÉFIRO

¡Ha, traidora!,
¿para esto tu voz al aire
diste y tu nombre? En lisonjas
oculto tenías el áspid.

IRÍFILE

¡Ay de mí!, que yo la causa
he sido a traición tan grande.

ANTEO

No te resistas si no
quieres que contigo acabe.

CÉFIRO

No siento tanto, traidor,
que te vengues y me mates,
cuanto que esa fiera sea
tan fiera que ella me engañe.

IRÍFILE

Pues porque mejor lo digas,
dejadme todos, dejadme
llegar a mí, porque como
yo aqueste acero le saque
de la vaina, haré con él
que de todos se desate
para que, libre de todos,
huyendo, la vida escape.

BRUNEL

¿Quién me metió en ser corchete?

IRÍFILE

Dejalde todos, dejalde.

ANTEO

Detente, Irífile, mira
que no sabes lo que haces,
pues su prisión o su muerte,
lo que te importa, no sabes.

IRÍFILE

No puede importarme nada
tanto como que incostante
la fama de mí no diga
que fue amor tan infame
que el que de mí enamorado
vino a este monte buscarme
no le mató mi hermosura
y tuvo otros que le maten.
Toma, Céfiro, tu acero,
y pues no huyes de cobarde,
huye de solo, que yo
a que no te siga nadie
quedo aquí.

CÉFIRO

Más que la vida,
fineza estimo tan grande.
El cielo me dé ocasión,
Irífile, en que la pague.
(Vase.)

ANTEO

¡Hija!

IRÍFILE

No me llames hija,
que quien es traidor no es padre.

IFIS

Irífile, mira.

IRÍFILE

Ifis,
si dél pretendes vengarte
campañas hay donde escriba
tu fama el valor con sangre.
No te valgas de traiciones.

IFIS

En la lid no es bien se llame
traición el que es ardid, pero
ya que este a mi intento falte,
verás que el valor me sobra
para ir siguiendo su alcance.
(Vase.)

ANTEO

¡Ay infelice de ti,
que lo que has hecho no sabes!
(Vase.)

IRÍFILE

Sí sé, pues sé que he hecho una
acción de noble y de amante,
aunque le pese a Cupido
que haya mujer que no engañe,
mas, ¿qué importa?, que yo quiero
más el blasón de constante
que el de ingrata, aunque de mí
pida venganza a su madre.

CUPIDO

(Dentro.)
Sí pedirá, porque nunca
amor con amor se pague.

IRÍFILE

¿Qué voz es aquesta? Pero
nada mi amor acobarde,
aunque a vengarse de mí
Cupido los cielos rasgue,
sala habiendo de justicia
en los orbes celestiales.
(Vense en lo alto VENUS a un lado, ANTEROS con un coro de música, y a otro, CUPIDO con arco caro, y todo esto cantado.)

VENUS

Pues que todo en los cielos es armonía.
Porque aquí hasta las quejas suenan a dichas.
Ya que habéis penetrado los dos el cielo,
patria de la hermosa deidad de Venus:
dulce música vuestras quejas repita,
porque aquí hasta las quejas suenan a dichas.

ANTEROS

Oye de mi coro las que yo traigo,
y por mí las publiquen favor y halago.

CUPIDO

Oye de mi coro las que yo tengo,
y por mí las publiquen envidia y celos.

VENUS

Uno y otro sonoras cláusulas digan.

PRIMERO

Pues escucha.

SEGUNDO

Pues oye.

PRIMERO

Pues ve.

SEGUNDO

Pues mira.

TODOS

Porque aquí hasta las quejas
suenan a dichas.

ANTEROS

Hermosa madre mía,
en plumas de mis alas,
a tus etéreas alas,
donde es eterno el día
venganza pido de una tiranía,
a quien correspondido Amor no alcanza.
¡Venganza, Venus, de un desdén!

PRIMERO

¡Venganza!

CUPIDO

Madre, no digo hermosa,
en alas de mi fuego
a tus umbrales llego,
donde la luz reposa,
a que me vengues de una rigurosa
fiera en quien puso toda mi esperanza.
¡Venganza, Venus, de un favor!

SEGUNDO

¡Venganza!

ANTEROS

¿Por qué, de plomo herida,
ha de durar una beldad ingrata?

CUPIDO

¿Por qué quien fiera mata
ha de amparar rendida?

ANTEROS

Dando esta muerte.

CUPIDO

Aquella dando vida.

ANTEROS

Sin que su mal mejore.

CUPIDO

Sin que padezca y llore.

ANTEROS

¿Quién vio mi amor?

CUPIDO

¿Quién vio mi confianza?

TODOS

Venganza, Venus, [de un favor! ¡Venganza!]

ANTEROS

Tras estos dos se ofrece
otro no menos fiero,
sañudo arpón severo,
de quien, porque Cupido le aborrece,
flecha de irracional amor padece,
una piedra le abrasa, helada y fría.

PRIMERO

Piedad, piedad, hermosa luz del día.

CUPIDO

¿Cómo el mundo supiera
que con mortal desmayo
soy, abrasando, rayo;
soy, maltratando, fiera;
soy piedra no sintiendo, si no viera
esos ejemplos tres mi monarquía?

CORO 2º

Rigor, rigor, hermosa luz del día.

ANTEROS

Amar quien se ve amada, es igual suerte.

CUPIDO

Querer es culpa en quien se ve querida.

ANTEROS

Quien da una muerte, indigna es de una vida.

CUPIDO

Quien da una vida, digna es de una muerte.

ANTEROS

Sépase que una piedra se convierte
al llanto de un Amor correspondido.

CUPIDO

Sépase que una piedra es de Cupido
triunfo en que su mayor aplauso alcanza.

PRIMERO

Piedad, piedad.

SEGUNDO

Rigor, rigor.

TODOS

Venganza.

VENUS

Ya que una y otra pasión
declaró su pretensión,
cifrad los dos a una idea
cada cual lo que desea.

ANTEROS

Que quien no sabe querer,
sea mármol, no mujer.

CUPIDO

Que quien en amor se emplea,
mármol y no mujer sea.

VENUS

No me atrevo a responder
sin hacer
consulta de esa esperanza,
con la hermosa estrella mía.
Otro día
diré qué poder en entrambos alcanza
pedirme piedad y rigor y venganza.

ANTEROS

Pues hasta entonces, huyendo
(Vanse entrando.)
dese monstruo, iré diciendo...

CORO 1º

Que quien no sabe querer,
sea mármol, no mujer.

CUPIDO

Yo iré al contrario pidiendo,
con mi coro repitiendo...

CORO 2º

Que quien en amar se emplea,
mármol y no mujer sea.

VENUS

Pues yo, a entrambos respondiendo,
justicia a los dos pretendo
hacer, porque el mundo vea...

TODOS

Que quien no sabe querer,
sea mármol, no mujer;
que quien en amar se emplea,
mármol, y no mujer sea.
(Al irse esta apariencia, se descubre el teatro regio. Salen LEBRÓN, PASQUÍN y BRUNEL.)

LEBRÓN

Aquí la habéis de poner.

PASQUÍN

Lebrón, amigo.

LEBRÓN

Pasquín.

BRUNEL

Lebrón, hermano.

LEBRÓN

Brunel.
Seáis los dos bien parecidos.

LOS DOS

Y bien hallados los tres.

LEBRÓN

¿De dónde bueno, Pasquín?

PASQUÍN

Lo que te diga, no sé.
Con mi amo fui de aquí
y aquí me vuelvo con él.
De Anajarte enamorado,
dice que la viene a hacer
reina de Trinacria.

LEBRÓN

Y tú,
Brunel, ¿qué te haces?

BRUNEL

No sé.
También con mi amo a este monte
voy y vengo, sin saber
a qué vengo ni a qué voy,
porque una fiera cruel
le trae de sí enamorado,
y perdiéndole ahora en él,
vengo a ver este edificio.

PASQUÍN

Y yo vengo a eso también.

LEBRÓN

Pues bien le podréis mirar,
que a fe que hay harto que ver;
así no fuera locura
haberle hecho.

LOS DOS

¿Por qué?

LEBRÓN

A una ingrata y a una fiera
vuestros amos quieren; pues
dad muchas gracias a Amor
de que una estatua no es.

LOS DOS

¿A una estatua?

LEBRÓN

Sí, a una estatua
mi amo quiere, para quien
ha labrado este palacio
tan hermoso como veis.
Y no es esto lo peor
de su pena, sino que
del campo donde Anajarte
lo echó, la manda traer
sobre un pedestal de mármol,
como triunfal carro, a quien
los villanos jardineros
hace que la canten; y él,
galanteándola al estribo,
viene. Pero ¿para qué
me canso yo en repetir
lo que los dos podéis ver?

(Salen los que pueden, vestidos de villanos, mujeres y hombres, cantando y bailando, con instrumentos diferentes; detrás en un carro la estatua, y a su lado PIGMALEÓN.)

MÚSICA

Si es lo hermoso el objeto
que obliga a querer,
¿ser de piedra qué importa
la que hermosa es?

PIGMALEÓN

Es verdad, que si lo hermoso
objeto de el amor es,
¿qué importa que sea imposible
para que parezca bien?
Cuántas beldades se adoran
desde lejos, por tener
perfeta hermosura ¿no
son de piedra a quien las ve?
Pues, ¿cuánto es mejor amar
el que no ha de merecer,
como yo, un desdén preciso
que un voluntario desdén?
Aquí la poned, que aquí
ha de estar, a cuyo pie
rendidos todos, cantad
diciendo una y otra vez...

MÚSICA

Si es lo hermoso el objeto,
[que obliga a querer,
¿ser de piedra qué importa
la que hermosa es?]

PIGMALEÓN

¿Quién, Lebrón, está contigo?

LEBRÓN

Pasquín, señor, y Brunel.

PIGMALEÓN

¿Quién son Brunel y Pasquín?

LEBRÓN

Son dos camaradas.

PIGMALEÓN

Pues
¿cómo se atreven a entrar
a el cuarto de mi mujer?

LEBRÓN

Hasta aquí de medio ojo
tu locura anduvo, a fuer
de buscona, ¿pero ya
se destapó de una vez
tu mujer?

PIGMALEÓN

No la palabra
me tomes, ya que no sé
lo que digo, pero miento
que nada supe más bien.
Mas idos todos de aquí,
que un loco no ha menester
testigos a su locura.

TODOS

Vámonos huyendo dél.

PIGMALEÓN

Tú no te vayas, Lebrón.

LEBRÓN

¿Cómo me he de ir, sin saber
si ha venido muy cansada,
aunque no ha venido a pie,
doña Mármol, mi señora?
Sea bien venida usted
a esta su casa y conozca
su menor criado. Bien
que no hay oficio en que pueda
servir, pues no puedo ser
con quien ni come ni bebe,
despensero o botiller.

PIGMALEÓN

Quita, loco.

LEBRÓN

Llega, cuerdo.

PIGMALEÓN

Hermosa beldad, a quien
poco le costó la lima,
poco le debió el cincel,
pues no de humana labor
sino de mayor poder,
al perecer se formó
tu divino parecer.
Bien quisiera a tu deidad
templo consagrar, en que
fuese en sus aras continuo
sacrificio de mi fe.
Pero ya que el desear
se deja atrás al poder,
este corto albergue admite
para ser servida en él
desas vasallas estatuas
que por mi mano labré,
como familia que siempre
atenta a tu culto esté.

PIGMALEÓN

Si el oficio que tuviste
de ser fuente en un vergel,
con el trato del cristal,
te enamoró acaso dél,
ya que de su risa echas
menos el ruido, no estés
triste por eso, que aquí
cristal no faltará, pues
mis ojos te le darán,
con que vengamos a ser
yo aquesta vez la corriente,
y tú la fuente otra vez.
Recibe...

GENTE

(Dentro.)
Guerra, arma, arma.

PIGMALEÓN

¿Qué es esto?

LEBRÓN

Lástima es
que te estorben, porque traza
tenías de enternecer
un mármol.

GENTE

(Dentro.)
Arma, arma, guerra.

PIGMALEÓN

¿Qué será?

LEBRÓN

A lo que se ve,
huyendo viene del monte
un derrotado tropel
que hacia la Corte camina.

PIGMALEÓN

¿De quién huirá?

LEBRÓN

Yo qué sé.
Pero de extranjera gente
parece.

ANAJARTE

(Dentro.)
Volad tras él.

IFIS

(Dentro.)
Hasta la Corte seguid
el alcance para que
de preso o muerto no escape.

CÉFIRO

(Dentro.)
Favor el cielo me dé.

IRÍFILE

(Dentro.)
A tu lado he de morir.

PIGMALEÓN

¡Confusión notable es!

ANAJARTE

¡Ay infelice de mí!
¡Valedme, cielos!

LEBRÓN

¿Qué fue
aquello?

PIGMALEÓN

Que de un caballo
despeñada una mujer,
viene cayendo del monte.
Iré a socorrella.
(Vase.)

LEBRÓN

Ten
el paso, que no es razón
que celos llegue a tener
la señora doña Mármol.
Perdone vuesa merced,
que es mi amo un caballero
con las damas muy cortés,
y así el socorrer a otra
aire y no desaire es.
¿No lo siente usté así?

ESTATUA

Sí.

LEBRÓN

¡Cielos! ¿Qué llego a oír y ver?
¿Que no tiene celos?

ESTATUA

No.

LEBRÓN

Ya va hablando un sí es no es.
Mi señora doña Mármol,
yo no enternezco a vusted
y ansí no gaste conmigo
finecitas de oropel.

GENTE

(Dentro.)
Arma, arma, guerra, guerra.
(Sale PIGMALEÓN con ANAJARTE en brazos.)

PIGMALEÓN

Lebrón.

LEBRÓN

¿Qué me mandas?

PIGMALEÓN

Ten
esta beldad en los brazos,
mientras que yo vuelvo a ver
qué novedad es aquesta.
(Vase.)

LEBRÓN

Oye, aguarda. No me des
otra estatua, que con una
tengo yo harto en qué entender
a mi señora Ana Juárez.

ANAJARTE

¡Ay de mí!

LEBRÓN

Y de mí también.

ANAJARTE

¿Dónde estoy?

LEBRÓN

En el tablado.

ANAJARTE

Dime si fuiste tú quien
en sus brazos me detuvo,
cuando, llegando a caer
perdí el sentido.

LEBRÓN

¿Pues no?

ANAJARTE

La vida te debo.

LEBRÓN

Aún bien,
que con cualquier joya desas
estaremos en paz.

ANAJARTE

Ten,
que así pudiera pagar,
a precio de otro interés,
otra fineza. Ahora dime,
¿cúyo este palacio es?

LEBRÓN

Doña Estatua, mi señora
lo dirá, pues vive en él.

ANAJARTE

¡Qué es lo que miro! Mentida
deidad que en solio te ves,
de un amor idolatrado,
colocada de una fe,
¿cómo, habiendo sido mía,
no te pegó mi altivez
la vanidad para no
dejarte amar y querer?
Pero si al correspondido
Amor sigues, yo veré
si de un mármol lo apacible
desagravia lo cruel
de otro mármol. En tu pecho
admite tú un amor fiel,
mientras yo otro fiel amor
altiva desprecio, a quien
después de haberme servido
muerte le he de dar, porque,
acreedor de mis favores,
no pueda volverle a ver,
aunque de mí licenciosa
diga la fama después...

MÚSICA

(Dentro.)
La que no sabe querer
sea mármol, no mujer.

ANAJARTE

¿Qué oráculos son de el aire
estos que siempre escuché?

GENTE

(Dentro.)
¡Anajarte, viva!

TODOS

¡Viva,
la que nuestra reina es!

ANAJARTE

Mejor suenan estas voces,
a pesar de hados, aunque
entre cajas y trompetas
aquellas digan también...

MÚSICA

La que no sabe querer
sea mármol, no mujer.

TODOS

¡Anajarte, viva! ¡Viva
la que nuestra reina es!

PIGMALEÓN

Entrad a mi alcázar todos,
que aquí es donde la dejé.

TODOS

¡Nuestra reina, viva! ¡Viva!

MÚSICA

Sea mármol, no mujer.

(Sale todo el acompañamiento que pudiere. Detrás CÉFIRO, IRÍFILE, ANTEO, IFIS y PIGMALEÓN.)

IFIS

En albricias de tu vida
vengo a poner a tus pies,
hermosísima Anajarte,
todo este triunfo, de quien
yo el primer rendido soy;
Céfiro y Anteo después,
con Irífile, que apenas
con mi gente le alcancé
a la vista de su corte,
cuando llegándole a ver
a él prisionero y a mí
vitorioso, solo en fe
de haber tomado la voz
de tu nombre, empezó a hacer
toda su nobleza y plebe
demostraciones de que
estaba sin voluntad,
oprimida del poder.
Todos te apellidan, todos,
diciendo en afecto fiel...

TODOS

¡Anajarte, viva! ¡Viva
la que nuestra reina es!

ANAJARTE

Agradecida (¿qué importa
que afable este rato esté,
si por no verme obligada
sabré matarle después,
o pésele o no le pese
a Anteros, el Amor fiel?)
a tu valor (¡ay de mí!)
Ifis generoso, (¿qué
mortal frío me estremece?),
confieso, (¿qué ansia crüel,
la voz me yela en el labio?)
que debo (¡letargo infiel
es el que siento!) a tu fama
(¡qué ira!) el sagrado laurel
y la vida. Pero miento,
pero miento, que no fue
(un así tengo en el pecho,
en la garganta un cordel)
la vida la que te debo
porque no puedo deber
lo que no tengo, ¡ay de mí!

TODOS

¿Qué es esto?

ANAJARTE

No sé, no sé,
si ya no es que sea venganza
de Venus, dando a entender
que la que querer no sabe
más es mármol que mujer.

IFIS

No solo quedó a la vista
helada, pero también
al tacto, que no de humana
materia la llega a ver.

CÉFIRO

Frío mármol es de yelo
su nevada candidez.

LEBRÓN

Ojo a la margen, señoras,
y tratadme de querer,
sino quieren ser mañana
todas de mármol.

IFIS

¡Qué bien
diciendo el agüero está,
(¡ay de mí, infeliz!) de aquel
oráculo fementido
que para mí había de ser
rayo amor, pues tras el fuego
que me vio abrasar y arder,
en muriéndose la llama,
quedó la piedra después!
Si es mármol, sabré adorarla.

PIGMALEÓN

No será la primer vez
que un mármol se vea querido,
que yo, ¿cúyo influjo fue
que amor piedra para mí
había, ¡ay infeliz! de ser?,
amo esta; y de mi locura
tan grande el extremo es,
que en la presencia de todos
la doy la mano y la fe
de ser suyo mientras viva.

ESTATUA

Y yo la aceto , porque
pasando de extremo a extremo
el soberano poder
del Amor correspondido,
se vea que en una fe
firme, en un Amor constante,
tierno llanto, afecto fiel,
si una mujer y una piedra
porfían a aborrecer,
se deja vencer primero
la piedra que la mujer.

PIGMALEÓN

Desciende, hermoso prodigio,
para que me eche a tus pies.

ESTATUA

Para ser tuya viví
y agora conmigo ven
al templo de Venus, donde
sacrificio haga mi fe
al correspondido Amor.

IFIS

Contigo a su templo es bien
ir yo, donde a su deidad
la sacrifique también
la venganza que por mí
tomó Anteros de un desdén.

ESTATUA

Pues id diciendo los dos,
si queréis agradecer
tú el favor y tú el castigo,
lo que dice el aire...

LOS DOS

¿Qué es?

ANTEROS

Que quien no sabe querer
sea mármol, no mujer.

CUPIDO

Que quien en amar se emplea,
mujer y no mármol sea.

LOS DOS

Pues yo por mí iré diciendo,
que justo decreto es...

IFIS

Que quien no sabe querer,
sea mármol, no mujer.

PIGMALEÓN

Que quien en amar se emplea,
mujer y no mármol sea.

CÉFIRO

Aunque Anajarte no es
capaz de reinar, y queda
a mí el derecho por ley,
el más infelice amante
vengo yo a ser de los tres.

ANTEO

No eres sino el más felice.

CÉFIRO

¿Cómo, si cuando ambos ven
uno vengado su amor,
y otro premiado su fe,
yo vengando, ni premiado
le veo, ni le he de ver?
Vengado, pues que no tengo
en Irífile de qué;
ni premiado, pues no puedo
la fineza agradecer
de haberme dado la vida.

ANTEO

¿Por qué no puedes?

CÉFIRO

Porque
fiera la encontré en los montes.

ANTEO

¿Casarás con ella, si es
tu igual?

CÉFIRO

Sí.

ANTEO

Pues sabe que ella
la reina heredera fue
de Trinacria, y yo Nicandro
que temiendo la crüel
ira de tu padre, una
noche en la cuna la hurté
donde a Anajarte introduje;
y llegando a conocer
por las estrellas que había
de cobrar su reino, dél
nunca la quise ausentar.
Esto lo dirán más bien
las joyas que echaron menos
cuando yo...

CÉFIRO

La voz detén
que a quien quiere creer, le sobran
las pruebas para creer.
Esta, Irífile, es mi mano.

IRÍFILE

¡Dichosa quien llega a ver
logrado reino y amor!
A cuya causa también
a los dos he de seguir
de Venus al templo, en que
no falte mi sacrificio.
(Vase.)

CÉFIRO

Yo he de acompañarte a él.
(Vase.)

ANTEO

Y yo seguir a los dos.
(Vase.)

LEBRÓN

¡Mire el diablo de mujer,
y dónde estaba escondida!

PASQUÍN

¡Qué aún no le bastase ser
de mármol para no hablar!

BRUNEL

Aténgome a mi amo, pues
el que no queda casado
es el que queda más bien.
Pero ¿qué música es esta?

LEBRÓN

Escuchad y lo sabréis.

MÚSICA

¡Muera, muera el Amor vendado y ciego!
¡Viva el correspondido Amor perfecto!

LEBRÓN

Sobre el gran templo de Venus
en nubes, al parecer,
se rasga el cielo.

TODOS

Venid
todos a saber lo que es.

ANTEROS

¿Cómo que es puede dudarse
triunfo mío, en que se ve
(Descúbrese.)
que el socorro que me dieron
les he pagado a los tres?:
A Pigmaleón, pues pude
una piedra enternecer;
a Céfiro, pues que una
fiera le asegura rey;
a Ifis, dándole venganza
de un rayo que había de ser
muerte suya, con que vienen
a convertirse en placer,
piedra, rayo y fiera siendo
cadáver, reina y mujer.

CUPIDO

Sí, mas no me negarás
a mí que yo pude ser
piedra, rayo y fiera, puesto
que eso han amado los tres.
Y para que no presumas
que envidia puedo tener,
le he de asistir al festejo,
repitiendo yo también:
¡Muera, muera el Amor vendado y ciego!
¡Viva el correspondido Amor perfecto!

MÚSICA

¡Muera, muera el Amor vengado y ciego!

CÉFIRO

¿Cómo, si cuando ambos ven
uno vengado su amor,
y otro premiada su fe,
yo, vengado ni premiado
le veo, ni le he de ver?
Vengado, pues que no tengo
en Irífile de qué;
ni premiado, pues no puedo
la fineza agradecer
de haberme dado la vida.

ANTEO

¿Por qué no puedes?

CÉFIRO

Porque
fiera la encontré en los montes.

ANTEO

¿Casarás con ella, si es
tu igual?

CÉFIRO

Sí.

ANTEO

Pues sabe que ella
la reina heredera fue
de Trinacria, y yo Nicandro
que temiendo la cruel
ira de tu padre, una
noche en la cuna la hurté ,
donde a Anajarte introduje;
y llegando a conocer
por las estrellas que había
de cobrar su reino, dél
nunca la quise ausentar.
Eso lo dirán más bien
las joyas que echaron menos
cuando yo...

CÉFIRO

La voz detén
que a quien quiere creer, le sobran
las pruebas para querer.
Esta, Irífile, es mi mano.

IRÍFILE

¡Dichosa quien llega a ver
logrado reino y amor!
Y ahora, en tanto que le hacéis
las exequias a ese mármol,
conmigo, prodigio, ven:
que un prodigio a otro prodigio
que le haga agasajo es bien.

ESTATUA

De tu hermosura y del sol
igualmente el rosicler
me ha cegado, mármol frío.
Mármol soy, mármol seré.
(Vanse las dos.)

TODOS

Retirémosle de aquí.

LEBRÓN

Mejor ponerle allí es,
que no faltará otro bobo,
que le convierta en mujer.

IFIS

¡Ay, infelice de mí!

BRUNEL

No has negociado mal, pues
condenado a ahorcar estabas.

VENUS

¡Viva!, pues que vitorioso,
Anteros, de tu poder,
en la esfera de Diana,
que la diosa auxiliar es
del correspondido Amor,
todas las ninfas a quien
apremiado le hacen fiesta.
Volved los ojos, volved
a ver ese hermoso cielo,
de quien el prólogo es
la fortuna del amor,
cantando segunda vez...

(Aquí se descubre la máscara, repartida en dos coros de música de siete voces cada uno; cada uno cuatro mujeres y tres hombres, y en una tropa de doce mujeres que son las que han de danzar, y en lo alto la FORTUNA.)

TODOS

¡Muera, muera el Amor vendado y ciego!
¡Viva el correspondido Amor perfecto!
Y en coros repetidos
de voces y instrumentos,
las flores en la tierra,
las aves en el viento
y en forma de batalla,
canten en dulces ecos,
a pesar de Cupido,
vitoria por Anteros.
¡Muera, muera el Amor vendado y ciego!
¡Viva el correspondido Amor perfecto!

FORTUNA

Yo que la Fortuna soy,
que para aqueste festejo
en tres sagrados asumptos
propuse tres argumentos,
depuesta la vela y rueda
con que en veloz movimiento
campañas de vidro corro,
piélagos de luz navego,
humildemente rendida
en alas del pensamiento,
para pediros perdón,
de parte de todos vengo.
Cuarto asumpto el triunfo sea
con que de Diana y Venus
las Ninfas celebren hoy
la gran vitoria de Anteros.

FORTUNA

Y tú, gran Planeta; y tú
bella Aurora, a quien siguieron
las dos mejores estrellas
de ese humano firmamento,
felices viváis y sea
para ver en vuestros reinos
la dichosa sucesión
que aguardan nuestros afectos.
Y en tanto, pues todo es
amor puro, amor honesto,
a donde empezó el festín
acabe el festín, diciendo:
¡Muera, muera el Amor vengado y ciego!
¡Viva el correspondido Amor perfecto!
¡Oh, qué airosas van danzando
con hermosura y con gala,
al Amor enamorando!;
pero ninguna iguala
a las que están mirando.

FORTUNA

Porque aunque del sol la esfera
el cielo traslade al suelo,
no es bien que competir quiera
toda la luz de su cielo
la de nuestra primavera.
(Música de la máscara.)
Vuestros son, Felipe,
mis nobles pensamientos,
y el alma y sus potencias
a vuestros pies ofrezco.
Vuestros son, Mariana,
las ansias y deseos
de que las esperanzas
lleguen a ser efectos.

FORTUNA

Vuestros son, María,
los rendidos desvelos
que de servir tuvimos
y de acertar tenemos.
Los años que mandasteis
que aplauda nuestro afecto
no han menester más día,
pues es cualquiera vuestro;
que todos son del sol,
y sol cuyos reflejos
la esfera de dos mundos
alumbra en dos imperios;
pues todos son del alba,
y alba de cuyo bello
llanto la Margarita
es perla sin ejemplo.

FORTUNA

¡Oh, qué airosas van haciendo
al compás de la Fortuna
los lazos que van tejiendo!;
pero no iguala ninguna
a las que las están viendo.
El Amor correspondido
la fama le dé y la gloria
a la envidia de Cupido,
pues es suya la vitoria
del desdén y del olvido.

CORO 1º

¡Qué bien suenan las cláusulas dulces
que van a Felipe airoso y galán!
¡Y qué bien que las oye su esposa,
diciéndole alegre, al mismo compás!
¡Que viva inmortal!
¡Que viva inmortal!

CORO 2º

¡Y qué bien que las oye su esposa,
diciéndole alegre, al mismo compás!
¡Que viva inmortal!
¡Qué bien suenan las cláusulas dulces
que aplauden los rayos de un sol alemán!
¡Y qué bien que las oye su esposo
diciéndole alegre, al mismo compás!
¡Que viva inmortal!, [¡Que viva inmortal!]
¡Qué bien suenan las cláusulas dulces
el día feliz de uno y otro natal!
¡Y qué bien que las oyen dos reinos
diciendo, uno y otro, al mismo compás!
¡Que viva inmortal!, [¡Que viva inmortal!]
¡Qué bien es que dancen el alta
a los que del alta Alemania vinieron,
y a las voces que da la Fortuna,
respondan los aires y digan los ecos!
¡Viva el amor, viva el amor,
que es vida y alma de mi corazón!

CORO 2º

Al amor que fino y constante
gobierna en las almas y manda en los pechos,
la gala le canten las Ninfas, y a coros
respondan los aires y digan los ecos:
¡Viva el amor, [viva el amor!
Que es vida y alma de mi corazón.]
¿Hay quien se atreva a volar
con las alas de Cupido
sin que el golfo del olvido
le anegue en el mar de Amor?
¿Quién se atreverá a los vuelos
de las alas de un rapaz
que en vez de favor y paz
ha engendrado envidia y celos?
Todos sus fuegos son yelos,
todo su placer, pesar.
¿Hay quien se atreva a embarcar?
¿Hay quien se atreva?, etc.