Ir al contenido

La fiera, el rayo y la piedra/Acto II

De Wikisource, la biblioteca libre.
Acto I
La fiera, el rayo y la piedra
de Pedro Calderón de la Barca
Acto II

Acto II

LEBRÓN

Señor, por un solo Baco,
que es el dios con quien yo tengo
mis trabacuentas en cuantas
ermitas suyas encuentro,
que me digas qué tristeza
es esta.

PIGMALEÓN

Déjame, necio,
que a ti ni a nadie es posible
que fíe mis sentimientos.

LEBRÓN

Pues porque veas que soy
más liberal que tú, quiero
fiarte yo esta vez los míos.
Paciencia, y escucha atento:
De Libia, tu patria...
 

PIGMALEÓN

Ya
me querrás hacer acuerdo,
Lebrón, de tantas deshechas
fortunas como padezco.
Ya querrás decirme cómo
la muerte, ¡ay de mí!, de Alfeo
me arrojó della, o por ser
del Rey tan cercano deudo,
o porque vivir no quise
a la vista de suceso
tan infeliz; que aun vengado,
en un generoso pecho
siempre está vivo el dolor,
aunque esté el agravio muerto.
 

PIGMALEÓN

Querrasme decir que apenas
de mis desdichas huyendo
en busca de Ifis, a quien
sin conocerle le tengo
por mecenas en Epiro,
a Trinacria llegué, ¡cielos,
nunca a ella llegara!, cuando
perdido en ella al estruendo
de aquel terremoto, vi
un hermoso monstruo bello,
juré una amistad, oí
de las Parcas el agüero,
vi la fragua de Vulcano,
y la lid de...
 

LEBRÓN

Oye, te ruego
que aunque todo aqueso es,
no es nada de todo aqueso.
Porque ¿qué tiene que ver
monstruos, Parcas, lides, duelos,
con que, todo eso acabado,
de aquellos dos caballeros
con quien alianza hiciste,
uno se vuelva a su reino
y a sus aventuras otro,
y tú te quedes en estos
montes, sin que un solo instante
pierdas de vista ese bello
palacio, que es de Anajarte
voluntario cautiverio?
 

LEBRÓN

Toda la noche y el día
a sus umbrales suspenso,
el sol te deja y te halla
solo a ver si abren atento
las puertas desos jardines,
donde entrando una vez dentro,
es menester que te echen
a palos sus jardineros;
¿qué es lo que aquí esperas?

PIGMALEÓN

Nada;
y es verdad que nada espero,
porque no tiene mi mal
en la esperanza consuelo.

LEBRÓN

Pues ¿qué mal hay que con ella,
señor, no aspire a ser menos,
y aun a ser ninguno?
 

PIGMALEÓN

El mío.

LEBRÓN

Si a tus suspiros atiendo,
¿qué va que es tu mal amor?

PIGMALEÓN

¿De qué lo infieres?

LEBRÓN

Lo infiero
de que esa inquietud que tienes
es como otra que yo tengo.
Desde aquel infausto día
(¡quién le borrara del tiempo!)
que en la fragua de Vulcano
nos vimos todos revueltos,
también tengo yo mi poco
de no sé qué, que le siento
no sé dónde y no sé cuándo
le he de aplicar el remedio.
 

PIGMALEÓN

¡Pluguiera Amor fuera amor
mi mal!

LEBRÓN

Tú tienes mal pleito,
pues te das a este partido;
mas ¿qué es?

PIGMALEÓN

Una ira, un veneno,
un letargo, una locura,
un frenesí, un devaneo,
una ilusión, un delirio,
un... Pero ¿qué digo, ¡cielos!,
si es tal, ¡ay de mí!, si es tal
la especie de mi tormento
que ni aun por señas es bien
que haga desaire el silencio?
Calla y déjame morir
antes que diga que es cierto
según en mí se ha vengado
el traidor hijo de Venus,
que puede ser piedra Amor.
 

LEBRÓN

Si como morir te dejo
me dejaras vivir tú,
estaríamos contentos
los dos.
(Salen PASQUÍN y CÉFIRO.)

PASQUÍN

En fin, señor, ¿vuelves
a estos montes?

CÉFIRO

En fin, vuelvo
como a mi centro, que ya
son sus entrañas mi centro,
tanto, Pasquín, por aquel
hermoso prodigio bello,
bruta perla de sus mares,
bruto rubí de sus senos,
en quien que puede ser fiera
hizo Amor el argumento ,
cuanto por desengañar
a mis locos pensamientos,
si es verdad o es ilusión
el que vi a Nicandro en ellos;
 

CÉFIRO

Nicandro, traidor vasallo,
siempre a mis dichas opuesto.
Y para facilitar
de ambas causas el efecto,
y poder a mi rencor
y amor asistir a un tiempo
al palacio de Anajarte,
con este partido vengo
de...

PASQUÍN

Calla, que está aquí el uno
de aquellos dos extranjeros.

LEBRÓN

Céfiro, si no me engaño,
viene allí.
 

CÉFIRO

¡Cuánto me huelgo
de hallaros segunda vez!,
porque como los sucesos
de aquel día, eslabonados
unos de otros, no me dieron
lugar a la obligación
en que mi honor me había puesto,
deseaba saber quién sois,
y como ofrecí valeros
en cuanto pueda...

PIGMALEÓN

Las plantas
mil veces humilde os beso;
y pues la misma disculpa,
señor, que vós tenéis tengo,
también me valga a mí para
no haberos ido sirviendo.
 

CÉFIRO

Pues ¿cómo en aqueste monte
quedasteis?

PIGMALEÓN

En grande empeño
me ponéis.

CÉFIRO

¿Por qué?

PIGMALEÓN

Porque
la causa, señor, no puedo
ni callarla ni decirla:
callarla, por el respeto
de preguntármela vós,
ni decirla por el riesgo
de haber de decir mi nombre,
cuando infelice deseo
solo vivir ignorado,
a cuya causa he dispuesto
no salir desta montaña,
avecindado en el pueblo,
que más en su corazón
a causa de sus portentos
tenga este vivo cadáver
sepultado antes que muerto.
 

CÉFIRO

No ignorareis cuánto ha sido
siempre curioso el deseo,
y que no hay para él razón
mayor, mayor argumento
que pretender recatarlo
para que intente saberlo.
Hablad, pues, claro conmigo
que para todo os ofrezco
segunda vez mi favor,
en tanto que al cuarto llego
de Anajarte, a quien hoy busco.

PIGMALEÓN

Pues oíd, señor, atento:
Lidia es mi patria, mi nombre
Pigmaleón.
 

CÉFIRO

Deteneos,
que no quiero en el discurso
de ningún acaso vuestro
entrar ignorando nada.
¿Sois vós aquel a quien dieron
la pintura y la escultura
tanta opinión, que es proverbio
decir de vós que partís
con Júpiter el imperio
de dar vida y de dar alma,
así al metal como al lienzo?

PIGMALEÓN

Sí, señor, yo soy de quien
dijo ese encarecimiento,
bien que sin jactancia mía,
la fama; y conste no serlo,
de que al confesar quien soy,
con vergüenza lo confieso.

CÉFIRO

¿Por qué?
 

PIGMALEÓN

Porque hay quien presuma
que es oficio el que es ingenio,
sin atender que el estudio
de un arte noble es empleo
que no desluce la sangre,
pues siempre deja a su dueño
la habilidad voluntaria
como le halla; y en efeto,
señor, para que este modo
de ignorar pienses si es cierto,
y que hay pocos que distingan
que es gala en algún sujeto
lo que es quizá tarea en otro,
un día que divirtiendo
estaba no sé qué pena
en una estatua de Venus,
Alfeo, un deudo de el Rey
(si los reyes tienen deudos),
entró en mi obrador, adonde
admirando el mármol terso,
tan vivo que sin la voz
estaba hablando el afecto,
quiso feriármelo; yo,
cortés, claro está, y atento
le respondí que enviase
por ella, pero advirtiendo
que su precio había de ser
el no ponérmela en precio.
 

PIGMALEÓN

Él (que hay hombres que no tienen
ánimo de deber), viendo
la sobrada estimación
que yo hacía de mí, y creyendo
que era modo de negar
ofrecer consentimiento,
no sé qué se dijo; baste
saber que fue tal desprecio
que me obligó a responderle
con más brío que respeto,
la mano...
 

PASQUÍN

Anajarte sale.

PIGMALEÓN

Nunca llegó a mejor tiempo
el estorbo, porque ya
que iba fallando el aliento.

CÉFIRO

Esperadme aquí.

PIGMALEÓN

Eso no.
Habéisme de oír primero,
porque no es bien que en la mano
que fue mi postrer acento
quede mi honor sospechoso,
ya que ha de quedar suspenso.
Y así, sabed que la causa
de venir del Rey huyendo
y procurar ignorado
vivir, fue quedar él muerto.
Ahora acudid a otra cosa,
llevando sabido eso.
 

CÉFIRO

Después en vuestras fortunas
y las mías hablaremos.
(Salen ANAJARTE, CLORI, LISI, LAURA y ISBELLA.)

ANAJARTE

Desde aquella galería,
verde atalaya del cierzo,
que os había visto una dama
me dijo, y a saber vengo
qué novedad, estimadme
no decir qué atrevimiento,
os tray a aquestos umbrales.
 

CÉFIRO

Que atenta me oigáis, os ruego,
antes que haga vuestro enojo
agravio el que es rendimiento.
Yo, bellísima Anajarte,
oí vuestros sentimientos,
bien que de paso tal vez,
que pude llegar a veros.
De vuestra razón, que ahora
no es justo hacer argumento
si es justa o no es justa, yo
entré conmigo en acuerdo,
y habiendo considerado
que si mi padre algún tiempo
que aquí os crió y aquí os tuvo,
fue con algunos pretextos
que ya no importan, es bien
desecharlos; y así vengo
a deciros que elijáis
vós los partidos o medios
para vivir en la Corte,
donde podéis, desde luego,
ir a ser de mi palacio.
 

GENTE

(Dentro.)
Tened.

IFIS

He de entrar.

ANAJARTE

¿Qué es esto?
(Sale IFIS con IRÍFILE y BRUNEL.)

IFIS

Esto es llegar a tus plantas
a ofrecerte en un pequeño
triunfo, divina Anajarte,
las primicias de un afecto
que...
[Aparte.]
Mas Céfiro está aquí,
¿quién pudo prevenir, ¡cielos!,
lance igual?
 

CÉFIRO

[Aparte.]
Con Anajarte
ofendido mi respecto,
y con la que tray mi amor
no sé a lo que me resuelvo.

ANAJARTE

De dos acciones, al paso
que ambas me obligan, me ofendo;
pues ni este favor estimo,
ni esta fineza agradezco.

IRÍFILE

¿Qué profundo sueño es
este de que yo despierto
al mirarme entre mis ansias
en palacio tan soberbio?
 

PIGMALEÓN

¿Has reparado en los cuatro,
cuatro mudados afectos?

LEBRÓN

Y aun en los cinco, que el tuyo
por Dios que no lo está menos.

IFIS

Ya que el empeño se hizo,
fuerza es seguir el empeño.
Palabra te di, señora,
de ver a tus plantas puesto
el asombro destos mares,
escándalo de sus puertos.
 

IFIS

No pude cumplirla entonces,
a causa de los sucesos
tan varios como tú viste;
mas durando en mí el pretexto
de tu gusto y mi palabra,
de día a la vista atento,
de noche atento al oído,
topo y lince a un mismo tiempo,
penetré de esas montañas
el más escondido centro,
hasta que en la obscura quiebra
de un ribazo, en que primero
naturaleza cavó
rústico albergue pequeño
que pulió después el arte,
bárbaramente arquitecto,
pues eran techumbre y puerta
bastas ramas, troncos secos,
sobre pieles de animales,
hallé en miserable lecho
a esa beldad, si es beldad,
rendida al pálido sueño,
con quien yo cómplice entonces,
ladrón me introduje nuevo,
pues él la hurtaba el sentido,
a hurtarla yo el sentimiento.
 

IFIS

Conseguilo, pues, inmóvil
estatua viva del yelo,
al despertar en mis brazos,
sin voz quedó y sin aliento;
de suerte que, sin poder
valerla siquiera el eco,
desde su albergue a tus plantas...

ANAJARTE

Basta, basta, que no quiero
que aun este pequeño instante
que te escucha mi silencio,
puedas presumir que es
callado agradecimiento.
 

ANAJARTE

En el empeño me hallaste,
es verdad, yo lo confieso,
de rendir esa extrañeza,
y viendo en su amparo puesto
a Céfiro, te pedí
favor; pero no por eso
te dije que me quitaras
a mí el desvanecimiento
de rendirla yo; que uno
es valerme en un trofeo
a que yo salga con él;
y otro hacerte tú tan dueño
que tú te salgas con todo
sin darme parte en el riesgo.
¿Qué cosa es quitarme a mí
la acción que de vencer tengo?
 

ANAJARTE

Pues ¿no tengo yo valor
para lograr lo que emprehendo?
¿No volviera yo a buscarla?
¿No supiera cuerpo a cuerpo
rendirla yo? Pues ¿por qué,
loco, ingrato, altivo, necio,
quisiste ajarme la gloria,
asunto de mi ardimiento?
Y para que mejor veas
si le tengo o no le tengo
y que triunfos de otra mano
ni los estimo ni aprecio,
y en fin, que tu afecto ha sido
aún más desaire que afecto:
¡vuélvete, fiera, a tus montes!,
que yo te buscaré en ellos.
 

ANAJARTE

Y a ti, Céfiro, porque
tampoco pienses que puedo
agradecer la fineza
del pasado ofrecimiento
también te digo que estoy
en el hado que padezco
más hallada con mi mal
que estaré con tu remedio.
Porque no quiero de ti
ni aun la vida, cuando dueño
fueras de la vida tú.
Y así los tres, sin que a veros
vuelva otra vez de mis ojos,
volved, volved de mí huyendo:
tú, humana fiera, a tus montes,
tira tu patria, y tú a tu reino;
porque en mí no habéis de hallar,
siempre a mis iras atentos,
ni tú agrado, ni piedad
tú, ni tú agradecimiento.
 

IRÍFILE

Espera, que aunque con tres
hablas, y soy yo quien menos
acción a responder tiene,
me he de tomar el primero
lugar, por mujer.

ANAJARTE

¿Querrás
decirme, según soberbio
tu espíritu es, que tampoco
mis ejemplares siguiendo,
la libertad de mi mano
quieres?
 

IRÍFILE

Pudiera ser eso,
si superiores motivos
no atrasaran mis intentos;
pues desde el punto que va
deste edificio soberbio,
los reales aparatos
de sus doseles supremos,
me parece que entre pompas
reales estoy en mi centro.
Y así (¡quién hacer supiera,
por causas que yo no entiendo,
mañoso al rencor!) postrada
hoy a tus plantas, te ruego
que como a humana me trates
pues lo soy; que si el despecho
soberbia me hizo en los montes,
humilde me hará el consejo
en los poblados.
 

ANAJARTE

Levanta,
levanta, asombro, del suelo,
que por servirme de fiera,
en mi servicio te acepto.

IRÍFILE

Perdóname, padre mío,
si pudiéndome ir, me quedo
sin ti, a vivir, que no sé
quién me ha trocado el afecto
de un instante a otro.

ANAJARTE

Y porque
saber quién eres deseo,
conmigo te ven; y tú,
no presumas, extranjero,
que es favor que uso contigo
acetar tu ofrecimiento.
Esto te digo, porque
arguya Céfiro desto,
que no agradeceré el suyo,
pues el tuyo no agradezco.
(Vase.)
 

CÉFIRO

¿Quién vio igual desaire?

IFIS

¿Quién
igual desvanecimiento?

PASQUÍN

¿Para esto a hablarla venías
tan alegre y tan contento?

BRUNEL

¿Para esto días y noches
corrimos montes y cerros?

IFIS

¡Que haga la fineza agravio!

CÉFIRO

¡Que haga queja el rendimiento!

LEBRÓN

¡Cuál se han quedado los dos
elevados y suspensos!
 

PIGMALEÓN

¿Veslos?, pues yo les trocara
mi tormento a sus tormentos.

LEBRÓN

Yo no, porque se han mirado
de mal arte.

PIGMALEÓN

Escucha atento.

CÉFIRO

Extranjero que, atrevido,
has osado el pensamiento
a dos cosas tan violentas
como haber los ojos puesto,
(quién es, sabiendo), en hacer
con tan públicos extremos
finezas por Anajarte,
¿a qué añades después desto,
sabiendo también que yo
a aquesa mujer defiendo,
en ir a buscarla? ¿En qué
fundas tus atrevimientos?
 

IFIS

Pudiérate responder,
Céfiro, que un caballero
por más que viva ignorado
no puede faltar a serlo.
Con cuya razón la libre
galantería de un pecho
generoso no es agravio
de los más cercanos deudos.
Y que en cuanto a ser tu ofensa
de aquella causa el efecto,
no corre a cuenta de quien
no la ha elegido por serlo,
puesto que el trance él se vino
elegido; mas no quiero
que con dos satisfaciones
pienses que restauro un riesgo.
Y así, te diré no más
de que ya lo hecho está hecho
y que a precio de mi vida
lo habré comprado en buen precio.
 

CÉFIRO

A eso no me toca a mí
responder, sino a mi acero.

PIGMALEÓN

Mirad, tened...

BRUNEL

Y a los tres,
¿qué nos toca?

PASQUÍN

Estarnos quedos
u hacer como que reñimos.

LEBRÓN

Pues vaya de cumplimiento,
y nadie tire a matar,
pues bastará como diestros
el señalar las heridas.

CÉFIRO

¿Pues tú te pones en medio?
 

PIGMALEÓN

Sí, puesto que el homenaje
hice a los dos.

IFIS

Según eso
el no ayudar a ninguno
será más noble pretexto
que no embarazar a entrambos.

PIGMALEÓN

No será, que yo no creo
que ver reñir sin reñir
toque nunca a un caballero,
y así que se mueva, piense
que ha de hallarme al lado puesto
del otro.

IFIS

Pues ponte al lado
de Céfiro, que no puedo
dejar yo de mantener
lo que he dicho y lo que he hecho.
 

PIGMALEÓN

La soberbia de pensar
que no importa te agradezco,
para poder con buen aire
ponerme a su lado.

CÉFIRO

Eso
no; yo, que no me embaraces,
mas no que me ayudes quiero.
Retírate.

PIGMALEÓN

Esa igualdad,
aun entre iguales, sospecho
que fuera afectada.
 

IFIS

Aguarda,
que porque no desatento
presumas que no la hay,
y por hacer el empeño
tan de una vez que no pueda
hasta el fin dejar de serlo...
Ifis, príncipe de Epiro
soy, que a la Arcadia viniendo,
provincia mía, corrí
tormenta.

PIGMALEÓN

¡Qué escucho, cielos!
¿Tú eres Ifis?

IFIS

Ifis soy.
 

PIGMALEÓN

Perdóname, que no puedo,
Céfiro, dejar de echarme
a los pies de quien le debo
vida y honor.

IFIS

Pues, ¿quién eres?

PIGMALEÓN

Pigmaleón, a quien dieron,
sin conocerme, favores
tus piedades.

IFIS

Yo agradezco
haberte hallado; mas no
en esta ocasión, supuesto
que aquí que no me embaraces
y que no me ayudes quiero.
 

PIGMALEÓN

Aqueso es uno, y otro
volverme a dejar en medio
para que una y otra vida
guardar intente.
(Sale ANAJARTE y las damas.)

ANAJARTE

¿Qué es esto?

CÉFIRO

Yo no lo sé.

IFIS

Yo tampoco.

ANAJARTE

¡Oh, qué recato tan necio,
puesto que lo he de saber!

IFIS

Pues si pretendes saberlo,
yo te lo diré otro día,
quizá con más noble afecto.
 

CÉFIRO

Aguarda.

ANAJARTE

No has de seguirlo,
sin que me digas primero
qué es esto.

CÉFIRO

Yo lo diré
entonces a mejor tiempo.
(Vase.)

ANAJARTE

Decidme qué ha sido, vós.

PIGMALEÓN

Yo, señora, lo sé menos,
pues solo sabré decir
que en dos partidos afectos
me importa acudir a entrambos.
Cada guía siga a su dueño.
(Vase.)
 

BRUNEL

Pues adiós, hasta otro día.

ANAJARTE

¿Nadie me dice qué es esto?

LEBRÓN Yo, señora, lo diré.

Esto es que tres majaderos,
sobre quién se ha de matar,
se hacen dos mil cumplimientos.
«Mate usted». «No, sino usted».
«Usté ha de matar primero».
Y tras esto, viven todos.

DOS DAMAS

Quita, loco.

OTRAS DOS

Aparta, necio.
 

ANAJARTE

¿Desta suerte a mis umbrales,
y a mí se pierde el respeto?
Decidles vós que si vuelven,
atrevidos y soberbios,
a aventurar mi decoro
que han de ver...
(Sale ISBELLA.)

ISBELLA

¡Raro suceso!

ANAJARTE

¿Qué es eso, Isbella?
 

ISBELLA

Es, señora,
que apenas se miró dentro
de tu cuarto esa fantasma,
que a ser trasto palaciego
te han enviado los montes,
cuando sus adornos viendo,
doseles, camas y estrados,
después de haberla yo puesto
no sé qué galilla tuya,
perdió el poco entendimiento
que debía de tener;
y pasando en un momento
la admiración a delirio,
da en tratarse como dueño
de todo. Mas ¿para qué,
señora, te lo encarezco,
pues puedes tú verlo?
 
(Sale IRÍFILE.)

IRÍFILE

¡Hola!
¿Nadie responde? ¿Qué es esto?
Pues ¿cómo ansí me dejáis
sola con mi pensamiento,
doméstico áspid, a quien
yo misma abrigué en mi seno?
Mal servida estoy de vuestra
desatención. Pero ¡cielos!,
¡ay de mí!, ¿qué es lo que digo?
¡ay de mí!, ¿qué es lo que pienso?

ANAJARTE

¿Qué tienes?

IRÍFILE

No sé, señora,
no sé, porque un devaneo
hasta mirarte se había
apoderado en mi pecho.
Mas tú, en viéndote, me quitas
todo el desvanecimiento.
 

ANAJARTE

No es la primera vez esta
que los no vistos objetos,
cuando a la capacidad
sobran del que llega a verlos,
le ofuscan y le confunden
razón, discurso y ingenio.
Cóbrate, pues, y conmigo
ven a espaciarte, que quiero,
ya que la experiencia antes
me lo ha dicho, que en aquesos
jardines sea quien más
repare tus sentimientos
la música, para que
más asegurada dellos,
tu patria y nombre me digas
y por qué extraños sucesos
te ha traído la fortuna
ansí a vivir.
 

IRÍFILE

Para eso
poco he menester cobrarme,
pues cuanto decirte puedo
de mí es que mi nombre es
Irífile, que el primero
rayo del sol vi en el monte,
adonde un anciano viejo,
padre mío, me ha criado
allá, por no sé qué agüeros
que vio en las ocultas ciencias
de estrellas y de luceros,
de quien yo, para cumplirlos,
he estudiado el entenderlos.

ANAJARTE

No te enternezcas y ven
conmigo. Vosotras luego
seguid a las dos, llevando
al jardín los instrumentos.
(Vanse las dos.)
 

LEBRÓN

Ya que aquestas novedades
dan, no sin disculpa, tiempo
para que pueda un amante
hablar en sus sentimientos,
¿sabranme decir ustedes
porque me importa saberlo,
cuál de ustedes cuatro es
una dama a quien yo quiero,
como cosa de perder
por ella el entendimiento?
Porque yo bien sé que es una,
mas que una es, no sé.

ISBELLA

Bien nuevo
estilo de declarar
un galán su sentimiento.
 

LEBRÓN

Cada uno se declara
como puede.

CLORI

Y en efeto,
¿usted está enamorado?

LEBRÓN

Pienso que sí, a lo que pienso.

LAURA

¿En qué lo ve?

LEBRÓN

En que ando más
limpio, en que hablo más discreto
que solía y en que traigo
un hipocondría acá dentro
en traje de cosicosa,
que la siento y no la siento.
 

ISBELLA

Pues declárese usted
de una vez, y vuelva luego,
que aquí se le hará justicia.

LEBRÓN

Eso dijo un mosquetero.

DOS

¡Qué discreto mentecato!
(Vanse.)

DOS

¡Qué galante majadero!
(Vanse.)

LEBRÓN

Son atributos y achaques
de galantes y discretos.
Mas, ¡ay de mí!, enamorado
sin saber de quién. El ciego
rapaz de quien hizo burla,
sin duda alguna, anda a tiento
por mis sentidos.
 
(Sale PIGMALEÓN.)

PIGMALEÓN

Lebrón...

LEBRÓN

¿Quién va allá?

PIGMALEÓN

Dime, te ruego,
¿viste a Céfiro o a Ifis?
Que yo, por seguir a un tiempo
a los dos, no vi a ninguno.

LEBRÓN

A mí me pasa lo mesmo,
que por seguir cuatro damas,
sin conseguir una quedo.
Mas a ninguno vi.
 

PIGMALEÓN

¡Ay triste!,
que en su competencia temo
declararme por el uno
porque a entrambos se lo debo:
Ifis, por su embajador
con Lidia, siempre mi afecto
se mostró y en mi desdicha
él fue, a su mandato atento,
quien me guardó y puso en salvo;
Céfiro aquí, noble y cuerdo,
me ofrece el favor de que
necesito... Mas ¡qué veo!
Ya abierto el jardín está.

LEBRÓN

Pues ¿qué importa que esté abierto?

PIGMALEÓN

¿Qué importa dices, villano,
infame, atrevido y necio?
¿Qué importa? Pues ¿sabes tú
la deidad que habita dentro?
 

LEBRÓN

Yo solo sé que estás loco.

PIGMALEÓN

Es verdad, yo lo confieso,
y así, aunque a entrambos los pierda,
no se pierda el breve tiempo
de seguir mi desvarío.
(Vase.)

LEBRÓN

Señores, ¿qué ha de ser esto,
ni quién me sabrá decir
en qué ha de parar?

CUPIDO

(Dentro.)
Anteros.
 

LEBRÓN

¿Quién es Anteros? Mas ¿quién
a mí me mete en saberlo,
sino en seguir a mi amo,
y procurar encubierto
saber quién es quien le tiene
en estos jardines muerto,
y quién podrá remediar
su amor o locura?

CUPIDO

Anteros.

LEBRÓN

Mal Anteros te dé Dios,
y más si eres el que pienso.
 
(Vase y sale CUPIDO.)

CUPIDO

Si el orbe de la luna,
esfera soberana
de la casta Diana,
sagrado puerto fue de tu fortuna,
adonde sin ninguna
obediencia a mis flechas,
rendimiento a mis iras,
u de plomo las miras,
u de oro las acechas
para desdenes y favores hechas,
ponte a esas galerías
de vidrio y nácar claraboyas bellas,
y Argos de tantos ojos como estrellas,
lince de tantas noches como días,
atiende a ver de las vitorias mías,
en no lejos confines,
tres triunfos de que dueño
me hace el primer diseño;
que para que mejor los determines,
teatro te quiero hacer destos jardines.
 

CUPIDO

Vuelve, pues, vuelve a vellos,
verás representar mi triunfo en ellos.
De fiera, rayo y piedra en otra parte
blasoné yo y blasono en esta esfera,
pues piedra, rayo y fiera
en Irífile soy y en Anajarte
y en ese mármol frío a quien el arte
hermosura sin alma dar procura;
porque en aquesta calma
aun venciese sin alma
hermosa una escultura.
Pero ¿cuándo tuvo alma la hermosura?
La música que en ellos
suena en ecos veloces,
mis triunfos diga a voces,
viendo arrastrar de tres prodigios bellos
la ocasión mi furor por los cabellos.
 

CUPIDO

Y porque suspendido
tengas en mis despojos
no solo el devaneo de los ojos,
mas también la lisonja del oído,
del aire atiende al sonoroso ruido
que canta en repetidas armonías
desprecios tuyos y vitorias mías;
pues dice todo que al nacer Cupido
murió Anteros, Amor correspondido.
Céfiro, ¿en quién dicha espera?

MÚSICA

En una fiera.

CUPIDO

¿Y quién a Ifis da desmayo?

MÚSICA

Un bello rayo.
 

CUPIDO

¿En quién Pigmaleón no medra?

MÚSICA

En una piedra.

CUPIDO

Ninguno llegue a ser yedra
del laurel que ama, porque hoy
lloren todos, que yo soy
la fiera, el rayo y la piedra.
(Vase, y sale IFIS y un JARDINERO.)

MÚSICA

Ninguno llegue a ser yedra,
[del laurel que ama, porque hoy
lloren todos, que yo soy
la fiera, el rayo y la piedra.]

IFIS

Esto habéis de hacer por mí.

JARDINERO

No sé si me atreveré.
 

IFIS

Pues ¿qué riesgo tiene el que
con vós me tengáis aquí
en traje de jardinero
cuatro días?

JARDINERO

Que pudiera
ser que alguien os conociera.

IFIS

No es posible, que extranjero
soy, y soy agradecido.
Esta cadena tomad
en primer muestra.

JARDINERO

Mirad,
yo bien os diera un vestido
y bien conmigo os tuviera;
bien de sobrino os tratara,
y bien, en fin, os guardara,
si mal no me sucediera.
¿No conocéis a Anajarte?
Es un rayo.
 

IFIS

Ya lo sé,
pues su fuego examiné.
¡Oh bastardo hijo de Marte!
No te has de vengar de mí,
que ha de saber mi fineza
esta imposible belleza
vencer.

JARDINERO

Gente viene allí.
Retiraos.

IFIS

¡Quién vella
o hablalla pudiera hoy
para decilla quién soy
y lo que he de hacer por ella!
(Vase.)
 

JARDINERO

¿Dónde bueno, camarada?

PIGMALEÓN

Por este bello jardín
divertido voy, a fin
de admirar de su extremada
fábrica y agricultura
el arte y naturaleza,
adonde de la riqueza
desprecio hace la hermosura.

JARDINERO

¿Ya os querréis estar aquí
embobado todo el día,
junto a aquella fuente fría
donde otras veces os vi?
Pues no ha de ser hoy, que creo
que Anajarte ha de bajar
a su esfera.
 

PIGMALEÓN

Dad lugar
breve rato a mi deseo,
que esta sortija podrá
dar, si os riñen, esa culpa
de mi parte la disculpa.

JARDINERO

¡Y cómo que la dará!
Mirad, si la veis venir
por ahí, procurá esconderos.
¿Quién son estos majaderos
que saben dar sin pedir?
Y aún otro más, que escondido
dentro del jardín está.
Pero aquel manda y no da
y así no es tan bien servido.
 

PIGMALEÓN

Ya que solo a verte llego
helada, muda hermosura,
permite que mi locura
temple en tus aguas su fuego.
Desde el instante que, ciego,
vi en tu rara perfección
lograda mi admiración,
te confieso que al mirarte
es la inclinación del arte,
arte de otra inclinación.
¿Qué mano hoy, imagen bella,
de deidad te retrató
tan superior, que copió
hasta el influjo a tu estrella?
Y es verdad que, a estar sin ella,
¿quién indignarme podía
a amar, si ya no sería
que al ver cuán perfecta estás
que alma te falta, no más
te has valido de la mía?
 

PIGMALEÓN

La elección estimo; no
duren tus ansias esquivas
que, a precio de que tú vivas,
¿qué importa que muera yo?
Y pues mi afecto te dio
el alma, ¡oh estatua bella!,
vive, vive al poseella,
porque no es justo, ¡ay de mí!
que ella no te sirva a ti
y a mí me dejes sin ella.
O para verme y hablarme
el alma que te di emplea,
o para que te hable y vea
vuelve, volviendo a animarme,
el alma que te di a darme.
Mira que es desdén indigno
si a ti fue y a mí no vino
creer que algún tirano dios,
poniéndose entre los dos,
nos la ha hurtado en el camino.
 
(Sale LEBRÓN.)

LEBRÓN

Diciendo amores está
a una estatua, a quien ofrece
la alma, y ella me parece,
pues hecha un mármol está,
que no le responderá.

PIGMALEÓN

¿Quién habla aquí?

LEBRÓN

Bien podías
saberlo.

PIGMALEÓN

¿Tú me seguías?

LEBRÓN

¿Cuándo tu sombra no he sido
siempre tras ti?

PIGMALEÓN

¿Qué has oído?
 

LEBRÓN

Muchísimas boberías.

PIGMALEÓN

¿Has, di, llegado a entender
que esta prefecta escultura
la causa es de la locura
que me has visto padecer?

LEBRÓN

¿Pues no?

PIGMALEÓN

Ya querrás hacer
burla, ¡ay Dios! de mi pasión.

LEBRÓN

No querré, ni es ocasión
deso.

PIGMALEÓN

¿Por qué?
 

LEBRÓN

Porque...

PIGMALEÓN

Di.

LEBRÓN

En toda mi vida vi
cosa más puesta en razón...

PIGMALEÓN

¿Qué?

LEBRÓN

Que querer a esta dama.

PIGMALEÓN

¿Díceslo de veras?

LEBRÓN

Sí.

PIGMALEÓN

¿Por qué?
 

LEBRÓN

Porque quien no sabe
hablar, no sabrá pedir.
¿Hay cosa más descansada
que amanecer uno sin
cuidar de lo que su dama
ha de comer y vestir?
Y más en tiempo que el traje
está tal, que sin mentir,
no se usa por mayo el
jubón que se hizo en abril.
Fuera de que, ¿qué reposo
puede haber como dormir
seguro de que su dama
en casa está? Siendo así
que es corriente saber que
no se ha de mudar y, en fin,
solo hay malo, a mi ver...
 

PIGMALEÓN

¿Qué?

LEBRÓN

Que es materia muy civil
mármol, y había de ser bronce
para haberte de sufrir.

PIGMALEÓN

Ríete, que eso y aún más
merezco. Mas ¡ay de mí!
que Anajarte al jardín vaya,
según lo llego a inferir
destos instrumentos. ¿Qué
he de hacer?

LEBRÓN

Echar a huir
a uno de estos emparrados.

PIGMALEÓN

Dices bien, ¿quién está aquí?
 
(Sale CÉFIRO.)

CÉFIRO

Yo, Pigmaleón, que no
viendo a Ifis, tras quien salí,
mientras vuelvo a hallarle, oculto
del cancel deste jazmín
estoy, por ver si mi dicha
llega acaso a permitir
que pueda adorar aquella
hermosa fiera, a quien di
toda el alma.

PIGMALEÓN

Pues no quiero
tu amor estorbar; y así
me retiraré a otra parte.

LEBRÓN

Si aquí hay huésped, fuerza es ir
a buscar otra posada.
 
(Sale IFIS.)

IFIS

¿Pigmaleón?

PIGMALEÓN

¿Ifis?

IFIS

Sí.

PIGMALEÓN

¿Qué es esto?

IFIS

Como no hallé
a Céfiro, tras quien fui,
por lograr alguna dicha,
si acaso baja al jardín
el bello rayo que adoro,
oculto aquí estoy. Y así
no me descubra tu ruido.
Retírate.
 

LEBRÓN

Siempre vi
quien llega tarde quedarse
en la calle.

PIGMALEÓN

¡Ay infeliz!
Que ya no podré sin verme,
pues veo hacia aquí venir
las dos que los dos adoran.

LEBRÓN

Y aun las tres puedes decir,
pues que también mi señora
doña Mármol se está aquí.

PIGMALEÓN

Fuerza ha de ser que me vea
si no me llega a encubrir
la basa de aquesta fuente.
Tú no te quites de ahí,
por si oyó ruido o vio sombra
vea que eres tú; y así
en ti quebrará el enojo.
 

LEBRÓN

Como lo que quiebre en mí
sea el enojo y no sea
una vara de medir
vendré en ello fácilmente.
(Salen ANAJARTE, IRÍFILE y las cuatro damas.)

ANAJARTE

Todas conmigo venid.

CÉFIRO

Feliz quien llega a mirarla.

IFIS

Quien llegó a verla, feliz.

PIGMALEÓN

Feliz quien vive a esta sombra.

ANAJARTE

¿Qué te ha parecido, di,
Irífile, desta esfera?
 

IRÍFILE

¿Qué me preguntas a mí,
si no hay rasgo, no hay amago,
si no hay línea, no hay perfil,
señora, que no me vuelva
al pasado frenesí,
absorta, admirada y muda?

ANAJARTE

De lo mejor que hay aquí
es esta fuente... Mas ¿quién
aquí está?

LEBRÓN

Con prevenir
que tu enojo y no otra cosa
diz que has de quebrar en mí.
Un hipocóndrico soy
que se ha entrado a divertir
a este jardín.
 

ANAJARTE

Pues ¿de cuándo
acá nadie a este jardín
osa entrar?

LEBRÓN

Desde hoy acá.

ANAJARTE

Todas a ese loco asid,
y al estanque de las focas
le echad.

LAS CUATRO

Él será su fin.

LEBRÓN

¿De las qué?

LAS CUATRO

De las focas.

LEBRÓN

¿Qué son focas? Me decid.
 

ISBELLA

Bestias marinas que comen
humana carne.

LEBRÓN

Advertid
que es sentencia criminal
para delito civil.
De las cuatro enamorado
a entrar acá me atreví.
Doleos de mí las cuatro.

ANAJARTE

¿Cómo es eso que decís?
¿Cuatro amáis?

LEBRÓN

Y si me enojo,
he de amar a cuatro mil.

ANAJARTE

Llevadle a echar a las fieras.
 

LEBRÓN

Tened lástima de mí,
que soy niño y solo, y nunca en tal me vi.

ISBELLA

Este es un loco, señora.

ANAJARTE

Echadle, echadle de ahí.

ISBELLA

Yo os quiero poner en salvo.
Conmigo sola venid.

LEBRÓN

¿Qué dirán de eso las tres?

ISBELLA

A fe que no te has de ir
sin algún castigo. Una
fineza he de hacer por ti.

LEBRÓN

¿Qué es?
 

ISBELLA

Para hablarte, después
que todas falten de aquí,
este cenador te ha
de ocultar.

LEBRÓN

¡Ha, pese a mí!
Que si es cenador, lo hará
muy bien.

ISBELLA

¿Por qué?

LEBRÓN

Porque sí
y porque, como él, no solo
cenador soy, pero...

ISBELLA

Di.
 

LEBRÓN

Cenador y almorzador.

ISBELLA

Mira que no has de salir
dél, que si vuelven a verte
será fuerza que hayas de ir
al estanque de las focas.

LEBRÓN

Que no saldré, fía de mí,
hasta que tú vuelvas.

ISBELLA

Eso
has de hacer. Ahora he de ir
avisar al jardinero
lo que ha de hacer.

IFIS

Conseguir
la dicha de ver su cielo.
 

CÉFIRO

Logré el deseo feliz
de idolatrar su hermosura.

PIGMALEÓN

El intento conseguí
de dejar fuera a Lebrón.

LEBRÓN

Rendí la una, con que, en fin,
tres me faltan para cuatro.

ANAJARTE

Ya que el sol en el viril
del mar baña los hermosos
preñados rayos de Ofir,
y que la estrella de Venus
en teatros de zafir
está la loa pidiendo
silencio a todo el confín,
allí os retirad, porque
suene mejor desde allí
la música al dulce son
deste cristal que sutil
cítara de vidro forma
sobre trastes de carmín,
fantasías ciento a ciento
y cláusulas mil a mil.
Tú, paséate conmigo
por su margen.
 

IRÍFILE

¡Ay de mí!,
que toda esta majestad
con que la veo servir,
siendo pompa para ella,
es envidia para mí.

IFIS

¡Qué dulce rayo de amor!

CÉFIRO

¡Qué fineza tan gentil!

PIGMALEÓN

¡Quién te diera sus sentidos
a ti para ver y oír!

LEBRÓN

La fiera, el rayo y la piedra
estoy viendo desde aquí,
y cuál de los tres padece
más, no lo sabré decir.
 

ANAJARTE

¿No es apacible la estancia
de aqueste ameno pensil?

IFIS

¿No ha de serlo, si tu pie
pisa tu hermoso país,
a una y otra flor a un tiempo
dando y quitando el matiz?

CÉFIRO

¡Quién saliera a hablarla!

IFIS

¡Quién
pudiera a hablarla salir!

PIGMALEÓN

¡Quién fuera Orfeo y moviera
tu amor!

LEBRÓN

¡Quién viera venir
ya la cena al cenador!
 

LOS TRES

Mas basta poder decir
al ver tu hermosura, que...

MÚSICA

Es verdad, que yo la vi.

LOS TRES

La música por mí habló,
pues es verdad que la vi.

MÚSICA

En el campo entre las flores.

LOS TRES

Aun cuanto va a repetir,
va a mi intento, pues refiere...

MÚSICA

Cuando Celia dijo así:

LOS TRES

Veamos lo que dijo Celia,
si hace también a mi fin.
 

MÚSICA

¡Ay que me muero de amores,
tengan lástima de mí!

IFIS

Sí, pues que de amores muero.

CÉFIRO

Pues muero de amores, sí.

PIGMALEÓN

Todo hace al intento de otros,
solo al mío, ¡ay infeliz!,
no hace, pues nunca podrá
la que yo adoro decir.

MÚSICA

¡Ay que me muero de amores,
tengan lástima de mí!

ANAJARTE

Bien sonara, si no fuera
la letra de amor.
 

IFIS

A mí
cualquiera música pudo
siempre llevarme tras sí.

LEBRÓN

¿Qué es esto? ¡Viven los cielos!,
que no llueve por aquí
a uso de mi tierra, pues
llueve hacia arriba. ¡Ay de mí,
que como si fuera tronco
me riegan por la raíz!
Si salgo, doy con las focas,
si no salgo, he de morir
anegado por el pie.

ANAJARTE

Letra y tono repetid,
que hacen lindo maridaje
noche, música y jardín.
 

LOS TRES

¡Oh, nunca espirara el sol!

MÚSICA

Es verdad, que yo la vi
en el campo entre las flores,
cuando Celia dijo así:
¡Ay que me muero de amores,
tengan lástima de mí!

LEBRÓN

¡Ay que me mojo, señores,
sin ser Corpus para mí!
(Sale ANTEO.)
 

ANTEO

Como no tengo otro norte
ni otro rumbo que seguir,
Irífile mía, en tu busca,
que el vago destino vil
de la planta, de cualquiera
razón me valgo. Y así,
sin recelar ningún daño,
ningún riesgo prevenir,
me he entrado sin saber dónde,
tras la música que oí
a estos jardines, que como
era hechizo para ti,
me hace pensar el deseo,
si aquí te traerá tras sí.

ANAJARTE

Di, Irífile, que otra letra
canten, que me cansa oír,
que nadie muera de amor.
 

ANTEO

¿No dijo Irífile?

IRÍFILE

Así se lo diré.

ANTEO

Nombre y voz
ya no me pueden mentir,
ni los ojos, que la noche
aun la deja percibir.
Irífile mía, mil veces
los brazos me da.

IRÍFILE

¡Ay de mí!
Padre mío, ¿cómo a riesgo
de tu vida entras aquí?

ANTEO

Como yo te vea,
mi muerte será feliz.
 

IRÍFILE

Vuélvete antes que Anajarte
pueda verte.

ANTEO

Yo sin ti
no he de volver .

IRÍFILE

Ni contigo
yo, que quiero más servir
en palacios que reinar
en montañas.

ANAJARTE

¿Con quién, di,
Irífile, hablas? Mas ¡cielos!,
¿qué miro?

IRÍFILE

Llegó mi fin.

LOS TRES

¿Qué oigo?
 

LEBRÓN

Nadie tema, pues
todo llueve sobre mí.

ANTEO

Con quien, si das voces u hablas,
sabrá darte muerte a ti,
por darla la vida a ella.

ANAJARTE

¿Esto, dioses, consentís
dentro de mi casa?

ANTEO

Calla.

ANAJARTE

¿No hay quien me defienda?

LOS TRES

Sí.
 

ANAJARTE

¿A defender y ofender
a un mismo tiempo venís?
¿De dónde o cómo en mi ofensa
y en defensa salís?

IFIS

Después lo sabrás, que ahora
dar muerte a ese mostruo vil
solo me toca.

IRÍFILE

Primero
me darás la muerte a mí.

IFIS

Sí haré, que por Anajarte
en nada debo advertir.

CÉFIRO

No harás, que aunque más me importe
a mí su muerte que a ti,
Irífile le defiende,
y por ella ha de vivir.
 

IFIS

Eso es volver nuestro duelo
a aquella primera lid.

CÉFIRO

Pues ¿a qué mejor principio
que al de matar o morir?

PIGMALEÓN

Eso no, que estoy yo en medio
que a los dos debo asistir.

ANAJARTE

Ninguno saque la espada,
que acción es más varonil,
tal vez, en quien reñir sabe,
reportarse que reñir;
que yo, porque no volvamos
hoy en repetida lid
a aquello de: «a mí me toca
rendirla y librarla a mí»,
quiero sacar este empeño
de sus quicios, y acudir
a ver si yo elijo medio
que a todos componga.
 

TODOS

Di.

ANAJARTE

Tú, Céfiro, enamorado
de Irífile entraste aquí;
tú, ya lo sé, de esa estatua,
porque el vértela ella asistir
tan atento lo ha inferido;
y tú, extranjero infeliz,
por facilitarle a él,
enamorado de mí
que soy más estatua, pues
sé menos que ella sentir.
Pues siendo así, componeros
quiero a los tres.

LOS TRES

¿Cómo?
 

ANAJARTE

Oíd,
que porque nadie se queje,
tengo de empezar por mí.
Derrotado peregrino
de el mar, que en este país
tomaste tierra, en el fuego
de su abrasado confín,
¿harás por mí una fineza?

IFIS

¿Qué imposible prevenir
podrás tú que yo no emprenda?

ANAJARTE

¿Dasme esa palabra?

IFIS

Sí.
 

ANAJARTE

Pues tu esquife está en la playa,
vuelve a acortar, vuelve a abrir
las espumas de Anfitrite ,
y ese varado delfín
que te hurtó de la tormenta,
sea velado neblí
que al aire te restituya.
Y pues que tan infeliz
fuiste, que de aquel eclipse
cayó el rayo sobre ti
(pues rayo es sin llama quien
sabe abrasar sin herir),
lévale a apagar al mar,
que más imposible unir
es de mi amor el extremo,
que si intentaras medir
la distancia de ti al sol.
 

IFIS

Pues fui tan necio que fui
de puro cortés, grosero;
ya que palabra te di
sin saber de qué la daba,
te la tengo de cumplir.
Yo me iré, pero será
para volver a venir,
quizá con mejor fortuna,
a hacer, señora, por ti
tal fineza, que ella pueda,
no digo yo conseguir
tu favor, sino obligarle.
Mas, ¿qué fineza, ¡ay de mí!,
será que sepa volver
de donde no me sé ir?
(Vase.)
 

ANAJARTE

Ya que de los tres afectos
aparté el mayor de mí;
tú, horror de aquestas montañas,
a quien por fuerza seguí,
supuesto que no eres fiera,
y que informado de ti
estoy, que a esto obliga un hado,
conmigo no has de vivir,
porque no tenga disculpa
Céfiro de entrar aquí.
Su amor te busque en los montes,
y sirva de algo venir
tu anciano padre a buscarte.

ANTEO

Tu planta una vez y mil
beso. Ven, hija, que no
sabes cuánto eres feliz
en salir deste palacio.
 

IRÍFILE

Aunque me pese salir
de entre majestad y pompa,
fuerza es que te he de seguir,
pues me destinan los cielos,
volviendo otra vez al vil
al bárbaro antiguo traje,
tiranamente a vivir
donde mi más alto estrado
es de un monte la cerviz.
(Vase.)

CÉFIRO

No destinan, que a mejor
alcázar, yendo tras ti,
sabré yo mudarte.

ANAJARTE

No
la sigas; que hasta salir
de mis términos está
segura.
 

CÉFIRO

Mal impedir
podrás mi intento.

ANTEO

No en eso
te empeñes.

CÉFIRO

Ya acción tan vil
me dice más claramente
quién eres, puesto que así
a tu rey te atreves.

ANTEO

No
lo quiera el cielo.

CÉFIRO

Pues di,
¿no soy tu rey?

ANTEO

No, que yo
no tengo rey, reina sí.
 

CÉFIRO

¿Quién lo es?

ANTEO

Yo diré quién es
cuando lo pueda decir.
(Vase.)

ANAJARTE

Presto su voz me ha pagado
la libertad que le di.

CÉFIRO

¿En qué?

ANAJARTE

No sé en qué; mas ¿quién
duda el decirlo por mí?

CÉFIRO

¿Quién creerá, ¡cielos!, que a un tiempo
me importa a los dos seguir,
al uno para matar
y al otro para morir?
(Vase.)
 

ANAJARTE

Ya que solamente falta
tu tema o tu frenesí,
tu delirio o tu locura
de enmendar, escucha.

PIGMALEÓN

Di.

ANAJARTE

Si a un amante y a una fiera,
por no ver, por no advertir
ningún extremo de amor,
la supe apartar de mí,
¿qué haré a una piedra, a una estatua?

PIGMALEÓN

¿Por qué lo vas a decir?
 

ANAJARTE

Porque tampoco no quiero
que tú, para entrar aquí,
en las licencias de loco
tengas licencia; y así,
esa que hasta hoy imagen
de alguna deidad gentil
veneré, y desde hoy
tendré por retrato vil
de una Lamia, de una Flora,
pues mudamente civil
se deja mirar sin ver,
se deja hablar sin oír,
en mi jardín no ha de estar:
yo la echaré del jardín.
Búscala tú fuera dél;
que yo por verte morir
a las manos de su yelo,
vengada de ella y de ti,
te la doy.
 

PIGMALEÓN

Deja que bese
tu pie quisiera decir,
mas no me atrevo, pues basta
que diga aqueste matiz,
que cuando él le pensó ajar,
fue cuando le hizo lucir.
Bella deidad, ya eres mía.
Yo te ofrezco desde aquí
labrarte templo en que emplee
cuanto supe y adquirí,
siendo de su arquitectura,
ya al cincel y ya al buril,
la menor materia el jaspe,
el menor lustre el marfil.
De oro y de bronce mi mano
estatuas labrará mil
que, como familia tuya,
las vean todos asistir
a tu culto, en cuyas aras
el corazón que te di
verás arder sin humear,
verás quemar sin lucir.
 

ANAJARTE

¡Extraña locura! Pero
ya que eché a los tres de mí,
echando de mí las causas
para que no entren aquí,
¿habrá quién me hable de amor?,
¿habrá quién pueda decir
que corresponda ya más
yo a ningún afecto?

ANTEROS

Sí.

ANAJARTE

¿De cuándo acá aprendió el eco
voz que él la diga por sí,
sin que se la dicte otro?
Dígolo, porque, ¡ay de mí!,
no fue acento de mi acento
el que en los aires oí;
ilusión sería, porque este,
hermosos cielos, decid,
sin que le formara yo,
¿pudiera él formarse?
 

ANTEROS

Sí.

ANAJARTE

¿Quién es quien me habla?

ANTEROS

    Quien de ti viene
    a valerse contra ti.
    Ama, amada Anajarte
    hermosa y gentil,
    que el amor no es defecto
    y el olvido sí.

ANAJARTE

¿Quién eres, hermoso joven,
que entre nubes de rubí
vienes desplegando hojas
de púrpura y de carmín?
 

ANTEROS

El correspondido Amor,
que rey en el orbe fui,
antes que el interesado
amor me obligaba a huir.
De plomo y oro sus flechas
armó este fiero adalid,
mezclando de odio y favor
el noble afecto y el vil.
De la del plomo tocado
está tu pecho, en quien vi,
quedando mustio el clavel,
ensangrentarse el jazmín.
Véngate dél, y no ingrata
correspondas, siendo así
que no es defecto el amar,
y es defecto el no sentir.
 

ANTEROS

Quien ama a lograr amando,
porque es interés su fin,
no puede decir que ama
a su dama, sino a sí.
Mas quien ama por amar,
bien merece conseguir
que el correspondido Amor
haga su vida feliz.
    Ama, amada Anajarte,
    hermosa y gentil,
    que el amor no es defecto
    y el olvido sí.

ANAJARTE

Aunque en traje de deidad
del cielo te veo venir,
no te he de creer.
 

ANTEROS

¿Por qué?

ANAJARTE

Porque no has de persuadir
nunca a mi pecho que deje
de aborrecer.

ANTEROS

¡Ay de ti!

ANAJARTE

¿Es esa amenaza?

ANTEROS

No.

ANAJARTE

Pues ¿qué es? ¿Es lástima?

ANTEROS

Sí.

ANAJARTE

¿Lástima sin amenaza?
 

ANTEROS

¿Por qué no?

ANAJARTE

¿De qué? Me di.

ANTEROS

De que quien sentir no sabe,
merece...

ANAJARTE

¿Qué?

ANTEROS

No sentir.
    Ama, amada Anajarte,
    [hermosa y gentil,
    que el amor no es defecto
    y el olvido sí.]
No un tirano dios blasone
de que se valió de ti
con nombre de rayo, para
abrasar y no lucir.
 

ANAJARTE

Por más que me persuadas,
no he de amar ni he de admitir
tu correspondido Amor.
Para ser rayo nací.

ANTEROS

Pues mira que el rayo es piedra
después que llega a morir.

ANAJARTE

¿Qué importa ser piedra yo?
Y no te canses, en fin,
que no he de corresponder
aunque más te oiga decir...
    Ama, amada Anajarte,
    hermosa y gentil,
    que el amor no es defecto
    y el olvido sí.