La flor de los recuerdos (Cuba): 02
Serenata a la marquesa de La Habana
[editar]MARQUESA DE LA HABANA
VIZCONDESA DE CUBA,
SERENATA.
Si no os dignáredes ser |
(L.F. de MORATIN.)
|
Preludio
[editar]Tres años ha que un día de tu isla encantadora
Sobre rujíente nave las playas abordé;
Como átomo del viento llevábame, señora,
Un huracán del alma: como huracán pasé.
Mi espíritu traía preñado de pesares,
Mi corazón escaso de inspiración y fé,
Y fui a llevar más lejos mi duelo y mis cantares,
Porque tus dulces horas acibarar no osé.
Por puertas y balcones brotaba tu palacio
Luz, música de danzas y ruido de festín:
Su luz y su armonía cruzar por el espacio
Sentí, de costa a costa, del mar hasta el confín.
Yo, dentro de mi alma, sobre la mar sonora
Sintiendo deslizarse mi raudo bergantín,
“¡Sé tú feliz! te dije: yo voy llorando ahora,
Mas volveré sin penas o consolado al fin.”
Y he vuelto: no sin penas porque en la tierra el duelo
La herencia de los hombres desde que nacen es;
Mas vuelvo con alientos para elevar mi vuelo
A la región excelsa donde feliz te ves.
Yo vuelvo el homenage que tributarte debo
De lejos a traerte, como español cortés;
Y vuelvo, porque a todo como español me atrevo,
A echar, en vez de flores, mis versos a tus pies.
Mis versos son las flores del huerto de mi alma,
Y he hecho un ramillete con ellas para ti;
De inmarcesibles lauros y triunfadora palma
Quisiera habértelo hecho: mas no los hay en mí.
Yo vengo de una tierra donde el laurel no crece
Para el que nace y canta donde canté y nací;
Y alguno que en mi patria poseo ya envejece,
Y allí le he abandonado para que muera allí.
Por eso te le he hecho de campesinas violas,
De acuáticos jacintos, de motas de zarzal,
De humildes margaritas, de simples amapolas
Y algún que otro, capullo caído de un rosal.
Yo vengo de una tierra en donde no hay jardines
De alcázares, ni cortes con aparato real:
Y allí habité de un campo silvestre los confines,
Bajo de techo ajeno y al sol de un magueyal.
Yo vengo de una tierra en donde todo sobra:
Mas todo yace estéril como en perdido Edén;
Allí de Dios en todo se vé la inmensa obra:
Pero se vé del hombre la obstinación también.
Allí nacieron todos para vivir felices
Y está por donde quiera desparramado el bien.
Yo adoro aquella tierra dó el bien dejó raices:
Yo quiero a aquellas gentes porque en el mal se ven.
Sí: porque aquella tierra dó siempre se conspira,
Dó suenan confundidos las harpas y el cañón,
Los férvidos aplausos y el grito de la ira,
Dó engendra el nuevo triunfo la nueva rebelión,
Es tierra a la que el cielo con complacencia mira:
Y en medio de su eterna febril revolución
El ámbar del deleite con su aire se respira…
¡Un aire que del cielo trae algo al corazón!
La casa en que se mora, la luz con que se mira,
El suelo de inmarchita feraz vegetación,
Lenguage, tradiciones, costumbres, todo inspira
Molicie, poesía, delirios y pasión.
Yo vengo de esa tierra donde de amor delira
En medio de combates entera una nación.
¿Qué hacía allí un poeta? allí colgué mi lira,
Porque el tumulto ahogaba de mi cantar el són.
La capital inquieta dejé, y otros parages
En que para hoy recuerdos atesorar busqué:
Monté caballos como los de África salvages
Y a Dios por los breñales buscando me lancé.
¡Qué auríferas montañas, qué fértiles paisages,
Qué cielo tan salubre, tan límpido encontré!
Jamás veré más ricos y espléndidos celages:
Jamás tierra más bella donde habitar veré.
Allí mi alma hastiada del mundo, ir en bonanza
Por los espacios vagos de la ilusión dejé;
Allí volvió a mis ojos la luz de la esperanza,
Y allí nuevos alientos para cantar cobré.
Allí al compás lejano de campesina danza
En aguas cristalinas mi cuerpo refresqué:
Allí he alcanzado cuanto con la quietud se alcanza,
Y un mundo de recuerdos dorados me labré.
Allí cantares nuevos de nuevos instrumentos
Al son y en tono nuevo y original oí:
Y, en las veladas, miles de deliciosos cuentos
De labios juveniles y alegres aprendí.
Y allí cuando a hombres rudos, mas de doblez esento
A cambio de consejas mis cantigas leí,
De amor y poesía llené mis pensamientos
Con átomos más frescos que los que había en mí.
Por eso traen las notas de mi garganta ahora
De sus estrañas aves el eco musical,
Y trae mi poesía, en otro tiempo mora,
El germen de ternura de un pueblo tropical.
Por eso en este libro te voy a dar, Señora,
Recuerdos de aquel bello país original,
Y cuentos, impregnados de fé consoladora,
De amores infelices de origen ideal.
Mi libro es una hoja del corazón caída:
Semillas de mi alma sus pensamientos son:
Sus páginas numeran las horas de mi vida:
Sus versos los latidos que da mi corazón.
La Flor de mis Recuerdos no es más que una violeta
Que de elevarse a rosa no trae aspiración;
En ella va la esencia del alma del poeta:
Del alma es en mi libro de lo que te hago don.