La huerta de Juan FernándezLa huerta de Juan FernándezTirso de MolinaActo III
Acto III
Salen doña PETR0NILA,
de hombre, y LAURA
PETRONILA:
Que os engañais os prometo.
LAURA:
No me persuadáis a mí
contra lo que escuché vi;
que es vuestro conde discreto.
PETRONILA:
Milagros de esa hemosura
¿a quién no han de hacer turbar?
LAURA:
Ni de mi osaré fïar,
don Gómez, esa ventura,
ni Amor, que al principio empieza
a acreditarse turbado
--porque en todo enamorado
la repentina belleza
reduce a la vista el alma--
después que vuelve advertido
a su lugar el sentido
que estaba, viéndoos, sin calma,
deja cuerdo de enmendar
la primera turbación;
que Amor, todo discreción,
sabe ver y sabe hablar;
mas vuestro conde, en desprecio
de quien ya le estima en poco,
entró a visítame loco
y salió, de verme, necio.
PETRONILA:
Los que en su casa asistimos
y con él comunicamos,
su discreción admiramos
y su donaire aplaudimos.
Ni su padre os te enviara,
ni Pompeyo intercediera
a que vuestro esposo fuera
si, como decís, le hallara
sin partes para agradaros
y amor para pretenderos.
Turbóse llegando a veros,
ocupóse en contemplaros,
y como el alma dirige
la lengua, y ésta olvidó
su accion vital cuando os vio,
¿qué mucho, si no la rige
quien la fía sus concetos;
que en ellos hiciese pausa,
y mientras duró la causa,
le turbasen sus efetos?
Él volverá sobre sí
la segunda vez que os vea.
LAURA:
Plegue á Dios que tarde sea!
PETRONILA:
Algo tenéis vos aquí
que os duele más, mi señora,
que el conde.
LAURA:
Examinador,
por lo rapaz hablador,
¿quién os mete en eso?
PETRONILA:
Adora
quien sirve, lo que su dueño;
y como tiran sus gajes
sus gentil hombres y pajes,
estoy en el mismo empeño
que el señor, que os quiere bien;
y en fe que en celos se abrasa,
los que estamos en su casa
tenemos celos también.
Pero, pues os doy enfado,
voyme. Adiós.
LAURA:
Volved acá.
PETRONILA:
Si el conde en desgracia está
con vos, y soy su crïado,
participaré desvelos
de su vana pretensión.
LAURA:
Si por participación
tenéis voluntad y celos,
bien me debéis de querer.
PETRONILA:
Amor en los semejantes
es mal de participantes.
¡Pudiera yo merecer
igualaros!
LAURA:
¿Hay tal paje?
PETRONILA:
Tuviera yo calidad
digna de vuestra beldad
en hacienda y en linaje;
que entónces... No digo nada.
Adiós, que me vuelvo loco.
LAURA:
No os vais. Esperáos un poco
PETRONILA:
Quien de mi señor se enfada,
no es razón, siéndole fiel,
que en desprecio de los dos,
me detenga.
LAURA:
Trocad vos
talle y ingenio con él,
y podrá ser que le estime.
PETRONILA:
Pues ¿qué le falta a mi dueño?
LAURA:
Lo que a una imaged de leño..
espíritu que le anime.
PETRONILA:
Si a vuestro cargo se toma
su amor, en él os mudad,
y veréis mi voluntad.
PETRONILA:
Bien se está San Pedro en Roma.
LAURA:
Pues si vos que le servís,
y tan fiel os me mostráis,
aun de palabra dudáis
el trueco que resistís,
¿por qué me culpáis de ingrata
cuando audiencia no le doy,
ni le amo, siendo quien soy,
y vos quien le asiste y trata?
PETRONILA:
Ahora bien; dadme licencia
de que me transforme en él
y represente el papel
del dicho conde en su ausencia.
Veréis la mucha razón
que me obliga a no trocar
sujetos que han de aumentar
los grados de su pasión.
LAURA:
Vaya, que gusto de oíros,
y el sitio alegre convida
a burla con que despida
soledades y suspiros.
PETRONILA:
¿Ya soy el conde, en efeto?
LAURA:
Por tal el talle os abona;
que aunque en tercera persona,
deseo verle discreto.
Como que llega con el sombrero en la mano
PETRONILA:
Vaya pues. Pleitos parientes,
Por serlo, más peligrosos,
Prima y señora, amorosos,
a atajar inconvenientes,
de Milán me traen a España
de mi padre persuadido
que Amor, que tercero ha sido
de quien con él se acompaña,
pudiera facilitarlos
a no llegar a impedirlos
celos, que antes de admitirlos
me ocasionan a llorarlos.
Temeros grata al marqués
Octavio, mi opositor
y el enemigo mayor
de mi padre, la causa es
de venir disimulado
en el traje que me esconde,
y que el verdadero conde
del fingido sea criado.
De mí mismo presumido
tan gallardo me fingí
que en viéndoos, me prometí
ser luego de vos querido,
y que vuestra libertad
de ninguno conquistada
para mí solo guardada
me rindiera su beldad.
PETRONILA:
Mas como en Madrid Amor,
universal mercader,
todo es comprar y vender
siendo el gusto corredor;
viendo lo que el vuestro precia
disfraces, sé, Laura hermosa,
que no hay hermosura ociosa
ni presunción sin ser necia.
No es el amante primero
que cuadros y engaños traza
quien esperanzas disfraza
en sombras de jardinero,
pero tampoco serán
éstas las primeras flores
que a engaños lisonjeadores
ocasión y amparo dan...
Fácil mostraros pudiera
si secretos revelara,
dama que os desengañara
y a olvidos os persuadiera;
que en la casa donde vivo
llora cierta doña Inés
de un don Hernaudo Cortés
traiciones, que os apercibo
para que os den escarmientos.
Pues en Málaga engañada,
cuando adquirida olvidada,
a ejecutar juramentos
viene de quien, incapaz
del bien que el amor encierra,
huyó a Italia, y por la guerra
trocó promesas de paz.
Petronila hay en Sevilla,
que de su honor acreedora
los mismos engaños llora;
puesto que con escribilla
que con ella ha de casarse
en añadiendo a su hacienda
la cruz que espera encomienda,
puede ausente consolarse.
PETRONILA:
Hablen cartas; que estas dos Dale una
de Italia a su madre escritas,
aunque son quebradas ditas,
serán desengaño en vos.
Ésta escribió de Madrid, Dale la otra
recién llegado, leedlas.
Si estáis celosa, rompedlas;
pero si cuerda, advertid
quien sois y en lo que os estima
quien, aunque con vos pleitea,
no ya por dueño os desea,
pero os guarda comer a prima
y ha de vengar vuestro agravio,
cuando a Valencia del Po
me quiten; que pienso yo
si sabe el marqués Octavio
--que sí sabrá, pues a hablarle
voy, puesto que os favorece--
que os ama quien no os merece,
que en mi favor he de hallarle.
Él hará que la sentencia
que esperáis, salga por mí;
mas pues a vos os perdí,
¿qué importa pierda a Valencia?
Gozad vuestro disfrazado,
que siembra afrentas en flores,
y haced a un hombre favores
con dos mujeres casado;
que con volverme a Milán
y avisar a vuestro tío
vuestro amante desvarío,
justas disculpas tendrán
desprecios que sólo en vos
malograron mi esperanza.
Mas vos me daréis venganza.
¡Postas, hola! Prima, adiós.
Quiere irse
LAURA:
Espera, escucha. --¿Hay quimeras
semejantes? --Primo, conde,
don Gómez, oye y responde
si éstas son burlas o veras.
Tan a lo vivo te enojas,
de tal modo persüades
que con mentiras verdades
si me alegras, me congojas.
Secretos me has revelado
que si mi primo no fueras
nuuca saberlos pudieras.
¿Quién eres, ó quién te ha dado
tan larga cuenta de mí?
¿ué deseos hechiceros,
entre engaños jardineros,
te hicieran curioso ansí?
Si desde Milán veniste,
¿cómo a Málaga llegaste?
¿Qué oráculos consultaste
que de Sevilla supiste
los agravios que imaginas,
los celos con que me ofendes,
las penas con que me enciendes
con Ineses y sobrinas?
¿Quién en la corte tan presto
te enseñó esa doña Inés?
De don Hernando Cortés
¿quién te ha informado? ¿Qué es esto?
¡Cielos! No puedo negarte
ser ésta su firma y letra;
pero quien tanto penetra,
o se aprovecha del arte
ilícita, o mi rigor
amante intenta vencer,
porque sólo puede hacer
tanta diligencia Amor.
¿Eres el conde mi primo?
Sí dices, pues estás mudo.
Ya me alegra lo que dudo;
por tal tu presencia estimo;
tu talle me desengaña,
tu gentileza me obliga.
Basta que el alma lo diga.
Quien vino por verme a España,
quien averiguó discreto
traiciones que, disfrazadas,
fueron hasta aquí estimadas
y ya aborrecer prometo,
digno es de correspondencia
igual. Don Hernando, en fin,
lo que sembró en el jardín
cogerá. Tenga paciencia
si cauteloso y astuto
le ofenden mis desengaños;
que bien es, quien siembra engaños
que en desprecios coja el fruto.
Sácame ya de estas dudas.
Dime si mi primo eres.
PETRONILA:
Seré lo que tú quisieres
si en amor desdenes mudas.
Yo soy el conde Galeazo,
que en tu vista me deleito.
LAURA:
Pues, conde, acabóse el pleito.
La sentencia es este abrazo. Abrázale
El don Hernando Cortés
murió. No puede igualarte.
PETRONILA:
Pues hoy ha de visitarte
su ofendida doña Inés
para que presente veas
quien ausente desatina.
Y la andaluza sobrina
también, si hablarla deseas.
Está en la corte.
LAURA:
¿Qué dices?
PETRONILA:
Esta tarde la verás.
LAURA:
A ti te quiero, y no más.
PETRONILA:
Penas han sido felices
las que he pasada hasta aquí
pues ansí lealtades pagas.
LAURA:
Porque desde hoy satisfagas
agravios, haz, prueba en mí
de lo mucho que te quiero.
PETRONILA:
El jardinero nos mira.
LAURA:
Pues, un rato te retira;
que yo le haré al jardinero
que no engañe, sencilleces
extranjeras.
PETRONILA:
Voyme pues.
LAURA:
¿Volverás?
PETRONILA:
Con doña Inés.
LAURA:
¿Y sin ella?
PETRONILA:
Muchas veces.
Vase doña PETRONILA.
Sale don HERNANDO
HERNANDO:
Dilaciones, mi condesa,
que esperanzas marchitando...
LAURA:
¡Basta, basta, don Hernando!
De conoceros me pesa.
Estos papeles mirad Dáselos
y obligaciones cumplid;
que aunque es confusión Madrid,
tiene mucha claridad
su cielo, con que da luz
a engaños y deslealtades.
Empeños y voluntades,
caballero y andaluz,
no son pleitos de acreedores
que se dejan a herederos;
basta que deban dineros
y no paguen los señores,
sin que deban la opinión
engañada por sencilla.
En Málaga y en Sevilla
--será en su contratación--
tenéis vuestros intereses
y es bien los correspondáis
si mercader no quebráis
con Petronilas e Ineses
cuyas esperanzas secas,
aunque aquí las cultivéis,
se quejan de que las deis
engaños por hipotecas.
Mirad que se cumple el plazo
que a estas deudas corresponde
y que está en Madrid un conde
que es mi primo y es Galeazo,
y llevará mal el veros
aquí desluciendo oficios;
que dicen mal artificios
que suelen dejar dineros.
Escoged entre las dos
la más hermosa, y salid
de esta huerta y de Madrid,
o haréos yo salir. Adiós.
Vase la condesa LAURA
HERNANDO:
¿Qué es esto, Laura? ¿Qué es esto,
condesa, señora mía?
¡El pesar del alegría
tan cerca, cielos, tan presto!
Mas quien su esperanza ha puesto
en yerbas que no dan fruto,
¿qué mucho cobre tributo
en flor que fácil se pierde,
viva a la mañana y verde,
muerta a la noche y con luto?
¿Qué Ineses, si ya casada
la que adoré me dejó?
¿Qué Petronilas, si yo,
Laura, el alma os tengo dada?
Dióme en Sevilla posada
mi primo; mas si no vi
su hija, ¿en qué la ofendí?
¿Es la voluntad moneda
con que paga el que se hospeda
regalos? Diréis que sí.
Míos los papeles son,
con que Laura me lastima.
Escribiólos a mi prima
no mi amor, mi obligación.
Rigurosa ejecución,
¿en palabras haces prenda?
Trueque Amor, contrate y venda
si al interés se avasalla;
mas no me obligue a compralla
ausente y sin ver, la hacienda.
¿Quién os pudo a Laura dar,
papeles? ¿Mis enemigos?
¿Quién en la corte testigos
os hizo de mi pesar?
Celos por averiguar
infiernos son, que no celos.
O moriré, o sacarélos
en limpio y sabré mis daños;
Que mas valen desengaños
que morir entre recelos.
Quiere irse don HERNANDO,
y le detiene doña
PETRONILA, vestida de hombre,
al salir
PETRONILA:
Don Hernando, cierta dama
que en casa del conde vive,
y este papel os escribe,
sobrina vuestra se llama. Dale un papel
No sé yo cómo ha sabido
que aquí vives disfrazado.
Amor, que es todo cuidado,
vuestro fiscal habrá sido.
Vedla; que corre su honor
riesgo agora manifiesto,
y por lo que os toca en esto
debéis hacerla favor.
La calle de la Gorguera,
enfrente San Sebastián
buscad; que en ella os dirán
su casa, y ved que os espera;
pues si, como dice, es
sobrina vuestra, y no vais,
aunque Cortés os llamáis,
no os tendrémos por cortés.
Vase doña PETRONILA
HERNANDO:
Alto, a ejecutar papeles,
que a su madre la escribí,
mis penas la traen aquí
ya con celos más crüeles.
Habrále a Laura vendido
quimeras y obligaciones,
que en sus imaginaciones
engendran desdén y olvido.
Mas; ¿a Madrid de Sevilla
una mujer principal,
sin verme, haciendo caudal
solamente de escribilla?
¿Y en casa del conde? ¡Cielos!
¿Tan presto se han conocido?
Pero si el conde ha sabido
mi disfraz, y tiene celos,
no es mucho, Amor, que procures
que mi esperanza destrocen;
que en viéndose se conocen
los celosos y tahures.
Sepamos qué determina
de mí, o qué puede quererme
quien me ejecuta sin verme.
¡Válgate Dios por sobrina!
Lee
HERNANDO:
"La tempestad e inclemencia
del cielo, en la patria mía
hacienda y madre en un día
me quitó, no la paciencia.
Solo tengo por herencia
palabras que por escrito
en vuestra sangre acredito;
mas podréísme responder
que del decir al hacer,
don Hernando, hay infinito.
No os quiero yo limitar
gustos que hacen dizfraros,
sólo con veros y hablaros
penas pretendo aliviar.
Mucho tenemos que hablar,
y mucho más de vos fío.
Duélaos el destierro mío
y vedme, que es importante.
Si no queréis como amante,
a lo menos como tío."
HERNANDO:
¡Bien mi dicha se restaura
con sobrina sin hacienda
que, desterrada, pretenda
hacer competencia á Laura!
¡Y bien a su amor me obliga,
solicitando rigores
de quien esperanzas flores
con menosprecio castiga!
Con Laura me ha descompuesto,
doña Petronila, en fin.
Su desden secó el jardín
que mi amor había dispuesto.
Bien podré satisfacerla,
aunque renuncie disfraces
--que celos paran en paces--
y más haciendo que a verla
vaya su competidora;
mas ¿cómo podré después,
celosa de doña Inés
siempre mi perseguidora,
desmentir tantas sospechas?
¿O cómo pudo saber
Laura de esta mujer,
y de memorias deshechas
fabricar enojos tales?
Mas también habrá venido
a Madrid, porque el sentido
me quiten juntos mis males.
Dejemos trasformaciones
que tan mal se me han logrado,
y ya mi amor declarado
aliente sus pretensiones.
Veamos esta sobrina
que solicita mis daños;
pagaréla en desengaños
el mal que a hacerme se inclina,
y a Laura reduciré
a que averiguando enojos,
vuelva mi paz a sus ojos;
que si me ama, bien podré.
A Mansilla buscar quiero
para mudar de vestido.
Esta vez no habéis salido,
Amor, diestro jardinero.
Vase don HERNANDO.
Salen TOMASA, de labradora
rebozada con la toca, y MANSILLA
TOMASA:
Déjeme lavar mi ropa,
Le digo, y hágase allá.
MANSILLA:
Vuelve la fachada acá
y no mires por la popa.
Advierte que me destilas
el alma y el corazón.
¡Bien haya quien el jabón
hizo e inventó las pilas!
¡Bendito sea el regidor
que entre floridos matices
condujo jabonatrices
para que se lave Amor!
Ni sus salas ni planteles,
cuadros, estatuas, pinturas,
grutescos, arquitecturas,
rejas, balcones, canceles
se igualan a la invención
que en tanta pila dilata
brazos fregones de plata
entre ninfas de vellón.
¡No me hiciera a mí poeta
el dios rubio, todo cara!
Panegíricos cantara
a la invención arquiteta
de Juan Fernandez, que aquí
refugio de mantellinas,
labró pilas cristalinas.
¡Vive Dios, que cuando vi
gorronas en letanía,
pilones en procesión,
sudando espuma el jabón
entre sucia trapería,
que a fuer de disciplinantes,
con los golpazos que daban,
la pobre ropa llagaban
y a ti entre tus semejantes
cerniendo jabonaduras,
y amasando camisones,
que dije, "Si aqui te pones,
Amor, no andarás a escuras;
que dando ojos por despojos,
aquí, por lavar aprisa,
la mas flamante camisa
sale, rota, un Argos de ojos."
Ea, destapa la boca,
brilladora lavatriz.
No se atreva a la nariz
la descomedida toca.
Mira que me estás torciendo
el alma como pañal.
TOMASA:
No lo sabe decir mal
el lacayazo.
MANSILLA:
Ya entiendo.
Turrón quieres.
TOMASA:
El picaño
debe soñarse en la aldea,
huésped de una chimenea
y adúltero de un escaño.
MANSILLA:
¡Zape! Astróloga acusanta,
¿quién de escaños te informó?
Que si la espetera no,
por Dios, que eres nigromanta.
¿Quién el soplo vivo fue
de este caso?
TOMASA:
La noticia
que tiene de él la justicia
a quien aviso daré
de que siendo un ganapán
con alquilados vestidos
y cuentos no sucedidos,
se vende por capitán
y labradoras engaña
con plumitas y sombrero.
Todo se sabe, chancero.
Parientes tengo en Ocaña.
Tras él vino con su padre
la del escaño; y en otro
cantará que llaman potro,
a las tres ánades madre
--si nones decir espera--
el que de una cuchillada
sabe dar tal cabezada,
que hilvana toda una hilera.
Pues , míreme aquesta cara,
Destápase
MANSILLA:
¡Tomasa del alma mía!
¿Tú en Madrid?
TOMASA:
¿Pues qué quería?
¿Que la gineta aguardara,
que en almohaza ha trocado?
Aquí en busca suya estoy.
MANSILLA:
Los brazos y alma te doy.
¿Quién tan presto te ha enseñado
a hablar sacudidamente?
TOMASA:
Pues yo ¿cuándo muda he sido?
MANSILLA:
Mujer muda no la ha habido;
mas labradora inocente,
¿en Madrid deja su casa
y fullera jaboniza?
TOMASA:
Ansí el Amor se desliza.
Quedando cual vio, Tomasa
y sabiendo padre el caso,
¿qué tenía que esperar?
Sirvo en aqueste lugar
a una dama, toda raso,
y no ha de verme mi aldea
mientras que no desengaño...
MANSILLA:
Querrás decir al escaño
y madrina chimenea.
TOMASA:
...que vuelvo con mi marido.
MANSILLA:
Si quieres, presto será.
¿Dónde vives?
TOMASA:
Cerca está.
Aunque el sitio es escondido
yo me le sabré buscar
cuando le haya menester;
que agora no puede ser.
MANSILLA:
¿Pues por qué?
TOMASA:
Es nunca acabar.
No me ronde lavanderas,
ni pilas atisbe, ¿entiende?
Si es que anochecer pretende
con las costillas enteras.
Si no por aquí se esté,
sabrá después lo que pasa.
MANSILLA:
¿Qué garatusas, Tomasa,
son éstas?
TOMASA:
Se las diré
cuando importe.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Don Hernando
en la posada os espera.
MANSILLA:
¿Tenemos nueva quimera?
CRIADO:
Sayales va renunciando
y viste a lo caballero.
MANSILLA:
Celuchos deben de ser. A TOMASA
¿Me vendrás mañana a ver?
TOMASA:
A las dos.
MANSILLA:
Mucho te quiero;
pero viendo que tu casa
me ocultas, celos me das.
Niña en un lugar estás
donde por todo se pasa.
No pase todo por ti.
TOMASA:
Ni por él, dándome enojos.
Ponga dieta en los ojos
o acordaráse de mí.
Vanse todos.
Salen doña PETRONILA, de mujer
y tapada con el manto,
y el CONDE Galeazo
PETRONILA:
Ya sabrá vueseñoría
quién soy.
CONDE:
Aunque no me atrevo
a pedir que os descubráis,
en fe que no la merezco,
ya, mi señora, me ha dicho
obligaciones y empleos
don Gómez, que me aseguran
de competencias y celos.
Sé que doña Petronila
sois, con prendas de por medio
que obligan a que os adore
quien os confiesa por dueño.
Pidióme que os aguardase
aquí; que como le tengo
por tan mi amigo, se ocupa
en dar traza a mis remedios.
Si por serlo suyo yo,
agora obligaros puedo
a que despojando estorbos,
ya que os hablo, pueda veros.
La misma seguridad
y llaneza en mí os ofrezco
que en don Gómez, vuestro amante;
pero si no gustáis de esto,
no pretendo yo enojaros.
PETRONILA:
Vuestro término discreto
más tiene fuerza de leyes,
conde ilustre, que de ruegos;
mas hoy no puedo serviros.
Deslucen mucho desvelos
y cáusamelos don Gómez.
Con tantos divertimientos
desacreditó su gusto;
y si el rostro agora os muestro,
juzgaréisele, estragado,
que no vengo de provecho.
Otro día os serviré.
CONDE:
Yo, mi señora, os prometo
que si por la muestra saco
lo que me encubre ese velo,
que a don Gómez tengo envidia
porque el donaire y despejo,
la discreción y el agrado
que apoyan lo que no veo,
es tal...
PETRONILA:
Basta, señor conde.
Muestra una mano sin guante
CONDE:
Esa mano que respeto
por lo grave y por lo hermoso,
proporcionado instrumento
de la cara que adivino,
asegura los recelos
que fingís, porque el crïado
nunca se aventaja al dueño.
¿Había naturaleza,
sabia siempre en sus efetos,
de deshermanar la cara
de tan bella mano y cuerpo?
No, señora, no es posible.
Perdonadme si os desmiento;
que un mentís en tales casos
servicio es más que desprecio.
PETRONILA:
Yo le estimo por favor,
y ¡ojalá me hiciera el cielo
como vos me imagináis,
pincel vuestro pensamiento!
Compitiera más segura
con la condesa, a quien temo
las ventajas que la envidio
y gracias que la concedo.
Sólo en la desigualdad
de su amar culparla puedo;
pues condesas y estudiantes
desproporcionan sujetos.
¿Cuánto mejor le estuvieran,
a no pintarse Amor ciego,
las prendas que en vos ignora,
conde, galán y su deudo?
Las mujeres, en fin, somos
esfera de los defetos;
como tales elegimos
gustos, no merecimientos.
¡Plegue á Dios que mienta yo
y que don Gómez, tercero,
tan cerca de los peligros,
no venga a anegarse en ellos!
CONDE:
En esa parte, señora,
perdonadme; que le precio
más que vos, pues de él confío
lo que en vos dudoso veo.
PETRONILA:
Estoy celosa.
CONDE:
Yo y todo;
mas hay dos suertes de celos,
unas nobles y otros no;
y si de Laura los tengo,
en don Gómez los alivio.
Español y caballero,
sabio por la profesión
y por la experiencia cuerdo,
ni faltará a mi amistad,
ni despreciará el empeño
con que amor os eslabona,
de los dos hermoso enjerto.
PETRONILA:
¿Luego díjoos...?
CONDE:
Ya me ha dicho
que es bisagra un ángel tierno
de vuestras dos voluntades;
que entre él y mí no hay secretos.
Sale ROBERTO,
y habla aparte al CONDE
ROBERTO:
Vargas me envía a avisar
a vueseñoría que luego
se llegue a la huerta dicha
de Juan Fernández; que el pleito
salió ya en favor de Laura,
y hay muchas cosas de nuevo
que en el de vueseñoría
nuestro don Gómez ha hecho.
CONDE:
¡Válgame Dios! Perdonadme,
señora, si agora os dejo;
que en vuestra casa quedáis
mientras con don Gómez vuelvo.
PETRONILA:
Ruego a Dios, conde y señor,
que de un próspero suceso
vengan a pedirme albricias
por la parte que en él tengo.
CONDE:
Adiós.
PETRONILA:
Señor, advertid
que aguardo.
CONDE:
Luego volvemos
don Gómez y yo. Quedaos
con esta dama, Roberto.
Vase el CONDE
PETRONILA:
Hacedme merced, hidalgo,
de llamarme un caballero
que es mi tío, y en mi busca
llegará, a lo que sospecho,
si no ha llegado, a esta casa.
ROBERTO:
Que me place.
PETRONILA:
Y en viniendo,
no dejéis entrar a nadie;
que importa hablarle en secreto.
ROBERTO:
En todo seréis servida.
Vase ROBERTO
PETRONILA:
Amor siempre invencionero,
quimeras todo y embustes,
¿qué fin han de tener estos?
Descúbrese.
Salen ROBERTO y don HERNANDO,
de rúa con hábito de Santiago
ROBERTO:
Aquí está vuestra sobrina.
Entrad, y seré portero
porque ansí me lo ha mandado
la misma.
HERNANDO:
Guárdeos el cielo,
PETRONILA:
¡Don Hernando de mis ojos!
Pues he merecido veros,
ya podré olvidar trabajos
que ocasionan mi destierro.
Aguardando estaba un coche,
como veis, el manto puesto,
dudosa de que bastasen
papeles y parentescos
a saearos de hortelano;
y a no venir, os prometo
que pensaba ir en persona,
tío, a haceros un mal tercio.
Habladme, dadme esos brazos;
que por amantes y deudos,
bien los puedo merecer
en albricias de que os veo.
Parece que os extrañáis
de hablarme.
HERNANDO:
Fuera yo necio,
si en tantas admiraciones
no me asombrara suspenso.
Vuestra hermosura y agrado
me enmudece, lo primero,
quejoso de que mi prima
tanto bien me haya encubierto.
Lo segundo, el ver que aquí
mujer de tantos respetos
y nobleza como vos,
se atreva desde tan lejos
a ejecutar cortesías,
que parando en cumplimientos
fuera fácil descartarlos,
a no cautivarme el veros.
Lo tercero, de que estéis,
No huéspeda pero dueño
de esta casa, donde vive
un conde, y ése, extranjero,
de ayer venido. Lo cuarto,
que me conozcáis tan presto,
sin haberme visto nunca.
Pudiera alegar, tras esto,
agravios no merecidos
con que me habéis descompuesto
con Laura, de cuyo amor,
solos ya desdenes medro;
además--si no me engaño--
de que en vos la imágen veo
de un don Gámez que me trujo
esta tarde un papel vuestro.
Ved si hay causas de admirarme.
PETRONILA:
Un algo nos parecemos
ese paje y yo, es verdad;
mas eso, Hernando, no es nuevo.
Murió en Sevilla mi madre
en el rigor de este invierno
a manos de aquel diluvio
que tantos pobres ha hecho.
Habíame prometido,
Enseñándome los pliegos
que de Italia y de esta corte
la envïastes, que en honestos
lazos de amor os tendría
brevemente por mi dueño;
y deseábalo mucho,
obligaándoos hasta en esto.
Estaba yo...--perdonadme
si declaro pensamientos
que la vergüenza hasta agora
tuvo ocultos en mi pecho--
estaba yo enamorada
desde que una noche os vieron
curiosidades prohibidas
que engendraron mis deseos
--puesto que a puerta cerrada--
por permisiones que el tiempo
supo abrir en sus molduras;
que aun en ellas hay cohechos.
Como os partistes a Italia
aquella tarde sin vernos,
y amor con la privacion
es lo mismo que con celos,
cuanto más dificultoso
os consideré, dio aliento
a centellas, que imposibles,
no pararon hasta incendios.
PETRONILA:
Sin vos, sin mí y sin mi madre,
vine en vuestro seguimiento
por lo más, ya que perdí
la hacienda, que fue lo menos
quiero decir, por el alma;
que ya que mis bienes pierdo,
aunque en ella halle mis males,
busca su consorte el cuerpo.
No faltaron en Madrid
Argos, Hernando, que os vieron
cohechar jardines y flores,
y al conde noticia dieron
de malicias, ya verdades,
que averiguando los celos
para desmentir peligros,
pararon en embelecos.
Apeóse en mi posada
el dicho conde, y pudieron
segun él finge, obligarle
mis ojos, que él llama cielos,
a divertirle de Laura;
y esto Hernando, en tanto extremo
que informado de quién soy,
en saliendo con un pleito
que importante aquí litiga,
con lícitos himeneos
me ofrece en Italia estados
y en España pensamientos.
Puso casa, en un cuarto
de ella dándome aposento,
si amante me solicita,
me honra como caballero.
Para burlarse de Laura,
hizo al paje más grosero
que la viese, falso conde.
Ya os hallasteis al suceso.
Tío, mi padre me escribe
que con más de cien mil pesos
viene a cubrir de diamantes
la cruz que os adorna el pecho
si pagáis obligaciones.
PETRONILA:
Cuando un conde menosprecio
y con el nombre de esposo
gustáis realzar el de deudo,
dejad pretensiones vanas;
porque os afirmo por cierto
que don Gómez, ese mozo,
a quien dicen me parezco,
tiene en Laura tanta parte,
--pues yo os lo afirmo, creedlo--
que hay quien ha visto que pasa
de los límites honestos.
Díjele cuánto os quería,
ofreció ser mi tercero,
dióme de sus dichas parte,
y para aliviar sus celos,
vuestras cartas me pidió
que a la condesa pudieron
persuadir a los engaños
que lloran vuestros desvelos.
Como en que Laura os olvide
tanto, mi Hernando, intereso.
También yo he solicitado
con ella sus menosprecios.
Obligaciones de tío,
promesas de caballero,
correspondencias de amante,
resoluciones de cuerdo,
os intimo; si admitís
la voluntad que os ofrezco,
ni yo lloraré desgracias,
ni vos sentiréis desprecios.
HERNANDO:
Ahora, sobrina, estas cosas
piden dilación al tiempo,
informacion a la fama,
y a la prudencia consejo.
Tratarémoslas despacio.
Yo vendré a la noche a veros.
Quedáos con Dios. (Muerto voy (-Aparte-)
de agravios, de amor y celos.)
Vase don HERNANDO
PETRONILA:
Esto lleva ya camino.
Cúbrese y sale ROBERTO
ROBERTO:
Ya se fue aquel caballero.
PETRONILA:
Y el conde se tarda mucho.
Yo tengo la casa lejos.
Sepa si volvió la silla
por mí.
ROBERTO:
Con un escudero,
pienso que os espera abajo.
PETRONILA:
Pues diga el señor Roberto
al conde que me perdone;
que mañana le prometo
volverle a besar las manos,
y a don Gómez que le debo
el cuidado con que estuvo
aguardándome al encuentro
para acompañarme; que es
puntualísimo en extremo.
Vanse doña PETRONILA y ROBERTO.
Sale TOMASA,con manto y de dama muy bizarra,
y LAURA, en cuerpo
TOMASA:
Favorece vuexcelencia
mi humildad como quien es,
LAURA:
Vos, señora doña Inés,
en discreción y en presencia
merecéis que don Hernando
os adore; y para mí,
quien de vos se olvida ansí,
otras bellezas buscando,
estragado tiene el gusto.
TOMASA:
Aunque peca de inconstante,
es Hernando vuestro amante
y viéndoos, no fuera justo
que de amor no mejorara;
pues siendo conde con vos,
correspondidos los dos,
no es mucho que me olvidara.
Salistes con la sentencia
que gocéis por muchos años;
sacáronme mis engaños
de Málaga; y la inocencia,
que en las de mi profesión
se funda en recogimiento,
podrá servir de escarmiento
si no de satisfacción
a quien como yo se deja
de palabras engañar.
LAURA:
Don Gómez me vino a dar
cuenta de la justa queja
que don Hernando Cortés
os causa; y tengo noticia
que su amor, todo malicia,
ha alcanzado, doña Inés,
de vos, lo que no se puede
restaurar no siendo esposo
vuestro.
TOMASA:
El amor engañoso
lo que no cumple concede.
A costa de mi vergüenza
confieso lo que decís.
LAURA:
Si ese derecho adquirís,
la razón, doña Inés, venza;
que yo no he de ser mujer
de quien ya para con Dios
está casado con vos.
Ya de mí no hay que temer.
Galeazo Malatesta,
aunque oculto a verme vino
engaños cuerdo previno
de quien ya mi amor molesta.
Es mi primo, y pues salí
en el pleito vencedora,
dándole la mano agora
verá que hay valor en mí
para pleitear estados,
y amor para restaurar
pérdidas que han de premiar
sus amorosos cuidados.
TOMASA:
Sois vitoriosa y amante.
LAURA:
De mí, Inés, estad segura;
pero no de otra hermosura,
con la vuestra litigante,
que en Sevilla se dejó
engañar cual vos, y agora,
en Madrid competidora,
en sus cartas alegó
palabras que recopila,
y os ha de dar bien que hacer
por ellas. Es la mujer
cierta doña Petronila,
su sobrina, y sevillana.
TOMASA:
Siendo primero acreedor
en esas deudas mi amor,
la justicia tengo llana
y un testigo de dos años
que traigo a Madrid conmigo...
LAURA:
Ése es parte y es testigo
que sacará a luz engaños.
¿Es posible que se atreva
quien ansí se ve obligado,
al cielo?
TOMASA:
Un enamorado
tras sí los sentidos lleva.
Bien le pueden disculpar
hermosura, amor y ausencia.
Sale un CRIADO
CRIADO:
Una dama a vuexcelencia
plácemes le viene a dar
del pleito con que ha salido.
LAURA:
¿Quiéá es?
CRIADO:
Dice que se llama
doña Petronila.
LAURA:
Dama
de vuestro ofensor ha sido.
Mirad si os dije verdad.
¿Queréis verla?
TOMASA:
No, señora;
que siendo mi opositora,
perderé a la autoridad
que merece vuexcelencia
el respeto, y no es razón
dar a enojos ocasión.
Irme quiero.
LAURA:
Ésa es prudencia.
Mirad que habemos de ser
muy amigas desde hoy.
TOMASA:
Bésoos las manos. Yo soy
vuestra esclava.
Vanse TOMASA y el CRIADO
LAURA:
Esta mujer
he visto, yo no sé dónde.
Paréceme que jurara
que se retrató en su cara
la del mentiroso conde.
Sale doña PETRONILA,
cubierta la cara
PETRONILA:
Don Gómez, señora mía,
a quien le debe mi honor
la confidencia y favor
que de él mi esperanza fía,
que mandó que a visitaros
a instancia suya viniese
y parabienes os diese
de que ya pueda llamaros
condesa suya Valencia.
Goce con su posesión
digna de tal perfección
otras muchas vuexelencia,
y téngame a mí por suya.
LAURA:
Cuenta don Gómez me ha dado
de quién sois y del cuidado
que os trujo a Madrid. Arguya
de vuestra belleza agora
mi vista la ingratitud
de una loca juventud
que os ha olvidado. Señora,
apartad del rostro el manto.
PETRONILA:
Serviros es mi deseo.
Descúbrese
LAURA:
¡Jesús! ¿Qué es esto que veo?
PETRONILA:
No me admira vuestro espanto;
que somos muy parecidos
don Gómez y yo.
LAURA:
No sé,
si viéndoos, crédito dé
a mi engaño o mis sentidos.
Admiro tal semejanza.
PETRONILA:
Como ésa es causa de amor,
solicité su favor,
y vive en él mi esperanza.
Quiso Dios que se apease
en la posada en que moro,
y el menosprecio que lloro
mis desdichas le contase;
y de ellas compadecido
don Gómez, me prometió
socorros que ya cumplió;
pues segura de él he sabido
ya don Hernando Cortés
no podrá lograr en vos
los engaños que a otras dos
ha hecho.
LAURA:
Una doña Inés,
de Málaga, puede haceros
contradicción; que de mí
no hay recelos desde aquí
que os dén causa de ofenderos.
Líbreme Dios de tal hombre.
PETRONILA:
Ya yo sé que esa mujer
esta tarde os vino a ver;
mas no hay porque eso me asombre;
que todos son fingimientos.
LAURA:
Por cierto, si cual la cara,
vuestro derecho os ampara,
que tenéis merecimientos
Dignos de que don Hernando
más que a todas os estime.
PETRONILA:
Vuestra hermosura reprime
memorias que estoy llorando
puesto que como os adora
don Gómez--el conde digo
que declarado conmigo
de todo soy sabidora--
no tengo que temer daños,
aunque sí merecimientos
pues os darán escarmientos
consejos en desengaños.
¡Dichoso, si ha de ser dueño
don Gómez, de esa beldad!
LAURA:
Vivid con seguridad
de que el amor que le enseño,
no es fingido.
PETRONILA:
Sois tan sabia
como hermosa en elegir
tal sujeto.
LAURA:
Séos decir
que el ingrato que os agravia,
aunque se llama Cortés,
desdice de su apellido,
pues que con vos no lo ha sido.
Líbreos Dios de doña Inés;
que por la similitud
que con don Gómez tenéis,
deseo mucho que troquéis
en amor su ingratitud.
PETRONILA:
No me hagáis vos competencia;
que en lo demás no hay temor
que desespere mi amor.
Sale un CRIADO
CRIADO:
A hablar a vuestra excelencia
entra un caballero.
PETRONILA:
Dadme
licencia...
LAURA:
Con que volváis
a verme.
PETRONILA:
¿De eso dudáis?
LAURA:
Petronila, visitadme;
que os quiero mucho.
PETRONILA:
Será
no por lo que yo merezco
mas por lo que me parezco
al conde que pena os da.
LAURA:
Mucho merecéis por vos;
mucho por él os estimo.
PETRONILA:
Sois su dama, es vuestro primo,
y yo vuestra esclava. Adiós.
Vanse doña PETRONILA
y el CRIADO.
Sale el CONDE
CONDE:
Ya que en el pleito vencistes
justamente, hermosa Laura
y con Valencia perdí
la libertad, vuestra esclava;
puesto que agora pudiera
dar a mis celos venganza
apoyando desposorios
de quien amáis engañada,
mi noble amor no consiente
que cuando os volváis a Italia
lleves menos la opinión
que tarde el tiempo restaura.
El jardinero fingido
que aquí cultivó esperanzas
cogiendo el fruto en desdenes
que lastiman si no matan,
centa me ha dado de todo
lo que con don Gómez pasa,
el amor que le tenéis,
y, de vos misma olvidada,
las sospechas con que queda
ofendida vuestra fama;
que ya estas fuentes murmuran
la que estos jardines callan.
Y aunque don Hernando es noble,
yo creyera sus palabras,
porque ya yo sé que celos
mentiras y enredos tratan,
si el mismo ingrato don Gómez
que aposentado en mi casa
y, amigo falso, en mi pecho,
ocasiona estas marañas
en vez de terciar mis dichas,
reducirme a vuestra gracia
y cumplir palabras suyas,
todo engaños, todo caras,
conmigo y con vos traidor,
cuando más finge que os ama,
más vuestra opinión desdora,
más vuestra afrenta amenaza.
CONDE:
Él me contó los sucesos
de Alcalá, donde hospedada,
os lisonjeó atrevido
la noche que, a ser vos sabia,
os pudieran persuadir
sutilezas de sotanas
a estudiantes embelecos
y mentiras graduadas.
Por orden vuestra se encubre,
mudando en Madrid posadas
y, en vez de cursar escuelas,
cursa aquí materias falsas.
Yo, Laura, soy vuestro primo;
yo el conde soy, que de Italia
a perder paciencia y pleitos
me trasladó amor a España.
Paje es el conde fingido
de don Gómez, que disfraza
para asegurar con vos
su amor y estorbar mudanzas.
Persuadióme a estos enredos
diciendo que me importaba
encubrirme de enemigos
que antiguos enojos guardan.
Mirad, prima, lo que hacéis;
que don Gómez tiene dama
en Madrid, que es madre ya
y que su esposa se llama.
Cierta doña Petronila
estuvo poco ha en mi casa
conmigo, de vos celosa,
y a pedir determinada
a la iglesia le compela
a que, cumpliendo palabras
ejecutadas en obras,
tantas quimeras deshaga.
Por lo que a mi sangre debo,
porque os adoro, aunque ingrata,
y por descubrir traiciones
que a luz desengaños sacan,
os vengo a dar este aviso.
Desmentid sospechas falsas
y pagad merecimientos
de quien os tiene en el alma.
LAURA:
¿Qué Circes, qué Falerinas
pretenden en esta casa
mezclar hechizos en flores,
que tanto embeleco enlazan?
Hombre, que no sé quién eres,
puesto que conde te llamas,
aunque mi primo te finjas,
si don Hernando te paga
mentiras que me propones,
en balde intentas lograrlas
cuando verdades desmienten
avisos con que me abrasas.
Esa doña Petronila
agora de aquí se aparta,
de don Hernando quejosa,
burlador de su esperanza.
¿Por qué olvidos que te culpan,
contra don Gómez achacas,
si ella misma se hace lenguas,
pregonera en su alabanza?
¿Qué estudiantes? ¿Qué Alcalá?
¿Qué lisonjas? ¿Qué posadas?
¿Qué amor? ¿Qué escuelas son éstas
que de juicio te sacan?
Ya yo sé quién es don Gómez
por más que me persüadas
a lo contrario; ya sé,
por la firma de tres cartas,
lo que don Hernando debe
a hermosuras sevillanas,
y a Ineses aborrecidas
en su busca cortesanas;
ya sé que el intruso conde
es su paje, y que se llama
Galeazo, y es mi primo
el don Gómez que amenazas.
Véte, y dile a quien te envía
cuán mal le salió la traza
con que pensó darme celos
o haré, cuando no te vayas
que tus traiciones castiguen.
CONDE:
¿Qué es esto, cielos? Mi Laura,
mira que tu primo soy.
Permite que satisfaga...
LAURA:
¡Oh bárbaro! ¿Yo tu prima?
¡Crïados, hola!
Sale TOMASA, de conde
TOMASA:
¿A quién llama,
prima y señora, selencia?
¿Quién la ha dado enojo?
LAURA:
¡Basta!
Arrimad, hermano, oficios
pue impropiamente os entallan,
pues ya sabemos quién sois.
TOMASA:
¿Cómo? Pues yo ¿quién soy?
LAURA:
Vargas,
paje del conde.
TOMASA:
Selencia
miente como una borracba
que yo don Galeazo soy,
y vine en una galeaza.
CONDE:
Vargas, dejemos las burlas;
y pues fueron a mi instancia
fingimientos sin provecho,
a mi prima desengaña;
que niega que soy yo el conde.
TOMASA:
Idos mucho enhoramala;
que si dais en ser bufón,
no está el tiempo para gracias.
Conde he de ser, vive el cielo,
desde Getafe hasta Francia,
y tan conde, que el más conde
con desmayos por mí vaya.
Sale doña PETRONILA, de hombre
PETRONILA:
Prima, ¿qué alboroto es éste?
LAURA:
Don Gómez, nos enmarañan
embelecos que no entiendo.
Este hombre que en vuestra casa
tenéis, o el seso ha perdido
o pretende que yo salga
del mío. Dice que es él
--las quimeras que eslabona--
mi primo, que viene a España
a pretender ser mi esposo,
y que vos... Pero son tantas
que unas a otras se embarazan
pues ya salí con mi pleito,
fingimientos se deshagan
y renunciando el don Gómez,
sepan que os adora Laura
por Galeazo mi primo.
CONDE:
De mis sentidos me sacan.
A doña PETRONILA
¡Cielos! ¿Duermo? Di, traidor,
¿No me has dicho que estudiabas
en Alcalá cuando viste
a mi prima, y que una dama
que aquí tienes, con uu hijo,
es tu esposa, y que con Laura
me habías de desposar?<poem>
ALGUACIL:
Una muerte ocasionada
por su padre allá en su tierra
mas todo en Madrid se acaba.
Díganme, ¿quién es el conde? Al CONDE
¿Sois voz, señor?
CONDE:
Quien se alaba
de serlo, y con tal blasón
primo le intitula Laura,
es el que tenéis presente.
Señalando a doña PETRONILA
PETRONILA:
¿Yo conde? ¿Qué me faltaba? Señalando a TOMASA
Criado del conde, sí;
que es éste.
TOMASA:
Si hay condes Vargas,
Vargas conde soy desde hoy;
mas si no, dejando chanzas,
nací en Cabañas de Yepes
y no nacen en cabañas,
aunque hay tanto conde agora.
ALGUACIL:
¡Oh! Pues si negarlo tratan,
vénganse todos tres presos.
TOMASA:
Señores, que soy Tomasa,
mujer de Mansilla.
LAURA:
¿Quién?
CONDE:
¿Vos mujer?
TOMASA:
No sino el alba,
y el don Gómez, si le olean
a los pies, manos y barbas,
¿quién piensan qué es? Petronila.
LAURA:
¿Qué dices?
TOMASA:
La sevillana.
LAURA:
¡Jesús! Don Gómez, ¿qué es esto?
PETRONILA:
Verdades que si adelgazan,
no quiebran.
TOMASA:
Embustes míos
los vuestros desenmarañan.
Don Hernando, salí acá...
Sale don HERNANDO
y habla TOMASA al AGUACIL
TOMASA:
Y arrimad vos esa vara;
que yo os di la comisión
y quiero residenciarla.
Hernando, ésta es la sobrina
con cien mil pesos que en barras
tiene de dote, y cien mil
donaires para adorarla.
Acábense las quimeras.
HERNANDO:
Desde que el sol de su cara
miré, ganó su hermosura
desdenes que me asombraban.
Vuestro soy.
PETRONILA:
¡Gracias al cielo!
CONDE:
Ya estaréis segura, Laura,
de que soy el conde yo.
LAURA:
No será deudor quien paga.
Con la mano desempeño
peregrinaciones y ansias
que habéis pasado por mí.
CONDE:
Ya glorias podré llamarlas.
Sale MANSILLA
MANSILLA:
No hay dar en todo hoy con ella.
TOMASA:
¡Mansilla!
MANSILLA:
¡Jesús! Fantasmas,
ilusiones, ¿qué es aquesto?
¿Quién hizo conde a Tomasa?
TOMASA:
Amor y bellaquerías
que en Madrid y can huertas pasan
tan célebres como es ésta.
HERNANDO:
Alto, reparen desgracias
bodas, y premios dé Amor
mientras nuestra corte alaba
la huerta de Juan Fernández
y suple el senado faltas.