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La importancia de llamarse Ernesto: IV - II

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La importancia de llamarse Ernesto
Acto IV: Segunda parte
de Oscar Wilde
Acto IV: Segunda parte
Indice

(Entra el Dr. Chasuble.)

Chasuble: Ya está todo listo para los bautizos.

Lady Bracknell: ¿Bautizos, señor? ¿No le parece algo prematuro?

Chasuble: (Estupefacto, señala a Jack y a Algernon.) Estos dos caballeros han expresado su deseo de ser bautizados de inmediato.

Lady Bracknell: ¿A su edad? ¡Es una idea irreverente y grotesca! Algernon, te prohibo que te bautices. No quiero ni oír hablar de semejante exceso. Lord Bracknell se disgustaría enormemente, si se enterara de la manera en que estás dilapidando su tiempo y su dinero.

Chasuble: ¿Debo entender que después de todo no habrá bautizos esta tarde?

Jack: Tal y como están las cosas, no creo que nos sean muy útiles, Dr. Chasuble.

Chasuble: Me apena oír en usted tales sentimientos, Mr. Worthing. Tienen el herético sabor de las teorías anabaptistas que yo he refutado completamente en cuatro de mis sermones inéditos. La regeneración bautismal no es tema del que se pueda hablar a la ligera. Además, en la unánime decisión de los Padres, el bautismo es una forma de nuevo nacimiento. En cualquier caso, cuando se trata de adultos, el bautismo apresurado, excepto si se trata de tribus salvajes, lamento decirlo, no es canónico, por lo que me vuelvo de inmediato a la iglesia. Por otra parte, me acaba de informar el encargado del cepillo que Miss Prism me está esperando en la sacristía hace una hora y media.

Lady Bracknell: ¡Miss Prism! ¿He oído mencionar a Miss Prism?

Chasuble: Sí, Lady Bracknell, estoy a punto de reunirme con ella.

Lady Bracknell: Le ruego que se detenga un momento. Se trata de un asunto que puede resultar de vital importancia para Lord Bracknell y para mí. ¿Ésta Miss Prism es una mujer de aspecto repelente, remotamente relacionada con la enseñanza?

Chasuble: (Algo indignado) Es la más cultivada de las damas y el vivo retrato de la respetabilidad.

Lady Bracknell: Se trata de la misma persona, sin duda. ¿Puedo preguntar qué posición ocupa en su casa?

Chasuble: (Severamente) Yo soy soltero, señora.

Jack: (Terciando) Lady Bracknell, Miss Prism ha sido los últimos tres años la reputada institutriz y valiosa acompañante de Miss Cardew.

Lady Bracknell: Pese a cuanto acabo de oír de ella, necesito verla de inmediato. Mande a buscarla.

Chasuble: (Mirando hacia afuera) Es ella. Está llegando. (Entra Miss Prism apresuradamente.)

Miss Prism: Me dijeron que me esperaba usted en la sacristía, querido canónigo. Y le he estado esperando allí una hora y tres cuartos. (Se da cuenta de la mirada penetrante de Lady Bracknell, se pone pálida y temblorosa, y mira ansiosamente a su alrededor, deseando huir.)

Lady Bracknell: (Con voz severa y sentenciosa) ¡Prism! (La institutriz baja la cabeza, con vergüenza.) ¡Venga aquí, Prism! ¿Dónde está el niño? (Consternación general. El canónigo retrocede con horror. Algernon y Jack parecen ansiosos por evitar que Cecilia y Gwendolen oigan los detalles de un terrible escándalo público.) Hace veintiocho años, Prism, abandonó usted la casa de Lord Bracknell, en el número 104 de Upper Grosvenor Street, a cargo de un cochecito que llevaba un niño de sexo masculino y no volvió nunca más. Unas semanas después, luego de minuciosas pesquisas de la policía metropolitana, el cochecito fue descubierto a medianoche, abandonado en una remota esquina de Bayswater. Contenía el manuscrito en tres volúmenes de una novela de estomagante sentimentalismo, mayor de lo habitual. (Miss Prism se estremece con indignación involuntaria.) Pero el niño no estaba. (Todos miran a Miss Prism.) ¡Prism! ¿Dónde está el niño?

Miss Prism: Lady Bracknell, me avergüenza reconocer que no lo sé. ¡Qué mas quisiera yo que saberlo! Los hechos han sido los siguientes: La mañana del día que usted ha mencionado, día estigmatizado para siempre en mi memoria, me dispuse, como de costumbre, a sacar a pasear al niño en cochecito. Llevaba también una vieja bolsa de viaje en la que quería poner el manuscrito de una obra de ficción que había escrito durante mis escasos ratos libres. En un momento de distracción que nunca podré perdonarme coloqué el manuscrito en el coche y al niño en la bolsa.

Jack: (Que ha estado atendiendo con extrema atención.) ¿Pero dónde dejo esa bolsa?

Miss Prism: No me lo pregunte, Mr. Worthing.

Jack: Miss Prism, se trata de un asunto de no poca importancia para mí. Insisto en querer saber dónde depositó aquella bolsa de viaje que contenía un niño.

Miss Prism: La dejé en la consigna de una de las grandes estaciones ferroviarias de Londres.

Jack: ¿En qué estación?

Miss Prism: (Absolutamente abrumada) Victoria, en la línea de Brighton. (Se desploma en la silla.)

Lady Bracknell: (Mirando a Jack) Sinceramente espero que no vaya a ocurrir nada improbable. Lo improbable es siempre sino de malo o, como mínimo, de dudoso gusto.

Jack: Debo retirarme un momento a mi habitación.

Chasuble: Estas noticias parecen haberlo trastornado, Mr. Worthing. Confío en que se trate de una indisposición momentánea.

Jack: Volveré en unos instantes, querido canónigo. ¡Gwendolen, espérame, por favor!

Gwendolen: Si no te vas mucho rato, te esperaré toda mi vida.

(Sale Jack con gran agitación.)

Chasuble: ¿Qué cree usted que significa todo esto, Lady Bracknell?

Lady Bracknell: No me atrevo ni a sospecharlo, doctor. Con toda franqueza, debo decirle se supone que en las buenas nunca deben ocurrir extrañas coincidencias. Se considera altamente pernicioso.

(Se oyen ruidos, como si alguien estuviera revolviendo y tirando baúles. Todos miran hacia arriba.)

Cecilia: El tío Jack parece muy nervioso.

Chasuble: Su tutor tiene un temperamento bastante frágil.

Lady Bracknell: Este ruido es desagradable. Suena como si alguien hubiese encontrado un argumento en los muebles. Me desagradan los argumentos, sean los que fueren. Siempre son vulgares y a veces convincentes.

Chasuble: (Mirando hacia arriba) Ahora han cesado. (Se recrudece el ruido.) Lady Bracknell: Espero que llegue a alguna conclusión.

Gwendolen: Es una incertidumbre terrible. Espero que dure.

(Entre Jack con una bolsa de viaje de cuero negro en la mano y se abalanza sobre Miss Prism.)

Jack: ¿Es ésta la bolsa, Miss Prism? Examínela con cuidado antes de decir nada. La felicidad de más de una vida depende de su respuesta.

Miss Prism: (Sosegadamente.) Parece que es la mía. Sí, aquí está el roce que sufrió cuando volcó el ómnibus en Grover Street en días más felices y más jóvenes. Y aquí está la mancha en el forro causada por la explosión de un termo, incidente ocurrido en Leamington. Y aquí, en la cerradura, están mis iniciales. Había olvidado que, en un momento de extravagancia, las había hecho grabar. Es mi bolsa, no hay duda. No haberla tenido todos estos años ha sido muy inconveniente.

Jack: (Con voz patética) Miss Prism, ha vuelto a encontrar algo más que la bolsa de viaje. Yo era el niño que iba dentro.

Miss Prism: (Asombrada) ¿Usted?

Jack: (Abrazándola) ¡Sí... madre!

Miss Prism: (Se echa hacia atrás con indignación.) ¡Mr. Worthing, soy soltera!

Jack: ¿Soltera? No negaré que es un golpe muy serio, pero ¿quién tiene derecho a arrojar una piedra contra quien ha sufrido? ¿El arrepentimiento no puede borrar un acto de locura? ¿Por qué ha de haber una ley para los hombres y otra para las mujeres? Madre, te perdono.(Intenta abrazarla otra vez.)

Miss Prism: (Aún más indignada)Pero, Mr. Worthing, está en un error. La maternidad nunca ha sido un incidente en mi vida. Esa sugerencia, hecha ante tanta gente, no es muy delicada. (Señala a Lady Bracknell.) Ahí está la dama que puede decirle quién es usted. (Se retira al fondo)

Jack: (Tras una pausa) Lady Bracknell, detesto parecer curioso, pero ¿sería usted tan amable de decirme quién soy?

Lady Bracknell: Me temo que las noticias que voy a darle no le agradarán del todo. Es usted hijo de mi pobre hermana, Mrs. Moncrieff, y consiguientemente el hermano mayor de Algernon.

Jack: ¡El hermano mayor de Algy! Así es que, después de todo, tengo un hermano. ¡Yo sabía que tenía un hermano! ¡Siempre dije que tenía un hermano! Cecilia, ¿por qué dudabas de que tuviera un hermano? (Toma del brazo a Algernon.) Dr. Chasuble, mi infortunado hermano. Miss Prism, mi infortunado hermano. Gwendolen, mi desdichado hermano. Algy, bribonzuelo, de ahora en adelante vas a tener que tratarme con más respeto. Jamás en tu vida te has comportado conmigo como un hermano.

Algernon: Bueno, muchacho, reconozco que no hasta hoy. (Se estrechan las manos.) Sin embargo, haré lo que pueda, aunque me falte práctica.

Gwendolen: (A Jack) ¡Amor mío!

Jack: ¡Querida!

Lady Bracknell: En estas extrañas y nunca vistas circunstancias, puedes besar a tu tía Augusta.

Jack: (Sin moverse del lugar) Estoy omnubilado por la felicidad. (Besa a Gwendolen.) Apenas sé a quién beso.

(Algernon aprovecha la ocasión y besa a Cecilia.)

Gwendolen: Espero que sea la última vez que te oigo hacer una observación semejante. Jack: Lo mismo deseo, amor.

Miss Prism: (Se adelanta y tose levemente.) Mr. Worthing, Mr. Moncrieff, como puedo llamarle ahora, después de cuanto acaba de ocurrir creo que es mi deber renunciar a mi posición en esta casa. Le pido sincerísimas disculpas por cualquier inconveniente que haya podido causarle en su infancia al colocarlo en esta bolsa de viaje.

Jack: No mencione eso, querida Miss Prism. No lo mencione. Estoy seguro de que el tiempo que pasé en su bonita bolsa de viaje debió de ser muy feliz a despecho del ligero daño que me hiciera cuando volcó el ómnibus en días más felices. En cuanto a su despedida, es una sugerencia absurda.

Miss Prism: Es mi deber hacerlo. Ya no tengo nada que enseñar a mi querida Cecilia. En la muy dudosa misión de elegir marido, temo que mi dulce e inteligente alumna dejará muy atrás a su maestra.

Chasuble: ¡Un momento... Leticia!

Miss Prism: ¡Dr. Chasuble!

Chasuble: Leticia, acabo de llegar a la conclusión de que la primitiva Iglesia estaba en un error sobre ciertos puntos. Me parece que ciertas lecturas erróneas han debido deslizarse en el texto. Tengo el honor de solicitar su mano.

Miss Prism: Frederick, en este momento no logro expresar mis sentimientos. Pero esta noche le dejaré los tres volúmenes de mi diario. En ellos podrá recorrer por extenso los sentimientos que experimentado hacia usted en los últimos dieciocho meses.

(Entra Merriman.)

Merriman: El cochero de Lady Bracknell dice que no puede esperar más tiempo.

Lady Bracknell: (Se levanta.) ¡Es verdad! Debo volver de inmediato a la ciudad. (Saca el reloj.) He perdido al menos nueve trenes. Sólo queda uno más.

(Sale Merriman. Lady Bracknell va hacia la puerta.)

Prism, de su última observación al Dr. Chasuble deduzco con pena que no ha olvidado usted su pasión por la ficción en tres volúmenes. Y, si realmente va a entrar en el estado matrimonial, lo que a su edad me parece, siento decirlo. como retar a la sapientísima Providencia, confío en que tendrá más cuidado con su marido que con el niño que tuvo a cargo y que no abandone al pobre Dr. Chasuble dejando en cualquier estación de ferrocarril bolsas de viaje o cualquier otro recipiente. Las consignas son lugares muy aireados. (Miss Prism inclina la cabeza mansamente.) Dr. Chasuble, le ofrezco mis mejores deseos, y si como usted ha dicho el bautismo es una forma de nacer de nuevo, le aconsejo vivamente que haga bautizar a Miss Prism sin demora. Nacer de nuevo será una considerable ventaja para ella. No sé si tal proceder es conforme con la práctica de la primitiva Iglesia, pero es muy probable, me imagino, que haya sido uno de sus más peliagudos problemas. (Se vuelve hacia Cecilia y le acaricia la mejilla.) ¡Mi dulce niña! Te esperamos dentro de unos días en Upper Grosvenor Street.

Cecilia: Gracias, tía Augusta.

Lady Bracknell: Vamos, Gwendolen.

Gwendolen: (A Jack) ¡Querido mío! Pero, ¿quién eres tú? ¿Cuál es tu nombre verdadero ahora que eres otro?

Jack: ¡Cielo santo! Había olvidado ese punto por completo. ¿Tu decisión respecto de mi nombre es irrevocable, supongo?

Gwendolen: Yo no cambio nunca, excepto en mis afectos. Cecilia: ¡Qué noble naturaleza la tuya, Gwendolen!

Jack: Lo mejor será aclarar la cuestión cuanto antes. Tía Augusta, un momento. En la época en que Miss Prism me olvidó en la bolsa de viaje, ¿estaba ya bautizado? Te ruego tranquilidad, tía Augusta. Es una terrible crisis y depende mucho de tu respuesta.

Lady Bracknell: (Muy tranquila) Todo lujo que se pudiera comprar con dinero, incluido el bautismo, fue derrochado para ti por unos padres que te amaban con locura.

Jack: ¡Así que estaba bautizado! Eso ya está probado. ¿Qué nombre me pusieron, dime? Me espero lo peor.

Lady Bracknell: (Tras una pausa) Siendo el hijo mayor es natural que te impusieran el nombre de tu padre.

Jack: (Irritado) Ya, pero ¿cuál era el nombre de mi padre? Te ruego tranquilidad, tía Augusta. Es una crisis terrible, y todo depende de la naturaleza de tu respuesta. ¿Cuál era el nombre de pila de mi padre?

Lady Bracknell: (Inmediatamente) En este momento no puedo recordar el nombre de pila del general. Tu pobre y querida madre lo llamaba siempre General. Eso lo recuerdo perfectamente. No creo que su hubiera atrevido a llamarlo por su nombre de pila, aunque sin duda lo tenía. Era algo violento en sus modales, pero nada excéntrico. Todo era resultado del clima de la India, el matrimonio, la indigestión y otras cosas por el estilo. De hecho era un auténtico ordenancista en los pequeños detalles de la vida diaria. Mi hermana solía contarme esas cosas.

Jack: ¡Algy! ¿No recuerdas el nombre de pila de tu padre?

Algernon: Queridito, nunca nos hablamos. Murió antes de que yo cumpliera un año.

Jack: Supongo que su nombre aparecerá en los anuarios militares de la época, ¿verdad. tía Augusta?

Lady Bracknell: El general fue esencialmente un hombre de paz, excepto en la vida hogareña, pero no dudo de que su nombre aparezca en los anuarios.

Jack: Los anuarios militares de los últimos cuarenta años están aquí. (Se precipita hacia los anaqueles, tirando libros y distribuyendo rápidamente los volúmenes.) Tenga, Dr. Chasuble. Miss Prism, para usted dos. Cecilia, Cecilia, ten un anuario. Haz primero una lista. Algernon, te ruego que busques en la historia inglesa el nombre de tu padre, si queda en ti el menor afecto filial. Tía Augusta, te ruego que uses tu talento masculino en este asunto. Gwendolen... no, te agitarías mucho. Deja estas cosas a caracteres menos filosóficos que los nuestros.

Gwendolen: (Heroicamente) Dame seis ejemplares de cualquier período, de este siglo o del pasado. ¡No me importa cuál!

Jack: ¡Noble chica! Aquí tienes doce. Más serían una incomodidad para ti. (Le lleva un lote de anuarios militares, pero los vuelve sobre sí mismo y coge uno que ella intenta arrebatarle.) No, déjame verlo. No, permíteme a mí, querida. Cariño, creo que podré encontrarlo enseguida. Anda, permíteme, amor mío.

Chasuble: ¿A qué estación decía que quería ir, Mr. Moncrieff?

Jack: (Desesperado) ¡Estación! ¿Quién diablos ha dicho nada de una estación? Sencillamente intento hallar el nombre de pila de mi padre.

Chasuble: Pero es que, según veo, me ha dado la Guía ferroviaria de 1869. Un libro de notable interés anticuario (lo mira.), pero que desde luego nada dice de los nombres que se suelen imponer a los generales en el bautismo.

Cecilia: Lo siento, tío Jack. Pero me parece que se alude poco a los generales en la Historia de nuestros tiempo, pese a ser la mejor edición, la única escrita a máquina.

Miss Prism: A mí me ha dado dos ejemplares de la Lista de precios del Servicio Civil de Almacenes, y no veo generales por ninguna parte.

Lady Bracknell: Este tratado, que según veo se llama El clavel verde, parece un libro sobre la naturaleza de lo exótico. No contiene referencia alguna a generales y parece más bien un mórbido asunto de clase media.

Jack: (Aún muy irritado) ¡Cielo santo! ¿Qué tontería estás leyendo, Algy? (Le coge el libro.) ¿El anuario militar? Bueno, supongo que no sabías que lo era y que lo tendrás en la página equivocada. Seguro que estás delante de lo que buscas. M. Generales... Malan, qué espantosos nombres tienen, Markby, Migsby, Moobs, Moncrieff, ¡Moncrieff! Teniente en 1840; capitán; teniente coronel; coronel; general en 1860. Nombre de pila: Ernesto Juan. (Deja el libro en el suelo y habla con mucha calma.) Siempre te dije que me llamaba Ernesto, Gwendolen. ¿No te lo dije? Bueno, Ernesto después de todo. Eso significa que soy naturalmente Ernesto.

Lady Bracknell: Sí, ahora recuerdo que el general se llamaba Ernesto. Ya sabía que por algo en especial me desagradaba ese nombre. Vamos, Gwendolen. (Sale.)

Gwendolen: ¡Ernesto! ¡Mi Ernesto! Desde el principio sentí que no podías tener otro nombre.

Jack: Gwendolen, para mí es algo terrible saber de repente que toda mi vida he estado diciendo la verdad y sólo la verdad. ¿Podrás perdonarme?

Gwendolen: Puedo. Además, estoy segura de que cambiarás.

Jack: ¡Tesoro mío!

Chasuble: (A Miss Prism) ¡Leticia! (Se abrazan.)

Miss Prism: (Con entusiasmo) ¡Frederick! ¡Al fin!

Algernon: ¡Cecilia! (La abraza.) ¡Al fin!

Jack: ¡Gwendolen! (La abraza.) ¡Al fin!

(Entra Lady Bracknell.)

Lady Bracknell: ¡He perdido el último tren! Sobrino, me parece que das muestras de una desagradable vulgaridad.

Jack: Al contrario, tía Augusta, acabo de darme cuenta, por primera vez en mi vida, de la importancia de llamarse Ernesto, siendo formal y moderadamente ambiguo.


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