La importancia de llamarse Ernesto: I - II
Algernon: Debo decir, Ernesto, que no me parece digno de ti. (Abre la pitillera y la examina.)Aun así, creo que ya no importa, pues veo lo grabado en su interior, y compruebo que, al final, no es tuya.
Jack: Desde luego que es mí. (Se acerca a él.)Me has visto la pitillera más de cien veces y por lo demás no tienes ningún derecho de leer lo que hay escrito dentro. No hay cosa más grosera que leer la pitillera de otro.
Algernon: ¡Vaya! Es absurdo tener una regla fija sobre lo que debe o no debe leerse. Deberíamos leerlo todo. Más de la mitad de la cultura moderna depende de lo que no se debe leer.
Jack: Estoy completamente de acuerdo, pero no me propongo discutir sobre la cultura moderna. No es el tipo de cosas que deban hablarse en privado. Sólo quiero recuperar mi pitillera.
Algernon: Claro, pero ésta no es la tuya. Esta pitillera es un regalo de alguien que se llama Cecilia, y, según has dicho, no conoces a nadie con ese nombre.
Jack: Bueno, ya que quieres saberlo, Cecilia es mi tía.
Algernon: ¿Tu tía?
Jack: Sí. Y además es una anciana encantadora. Vive en Tumbridge Wells. Devuélveme eso, Algy.
Algernon: (Refugiándose tras el sofá.) Pero, ¿por qué se llama a sí misma "la pequeña Cecilia" si es tu tía y vive en Tumbridge Wells? (Leyendo.) "De la pequeña Cecilia con el cariño más grande".
Jack:(Yendo hacia el sofá y arrodillándose encima.)Querido, ¿qué hay de particular en ello? Hay tías que son altas y otras que no lo son. Es un asunto que cada una debería poder decidir por sí misma. Tú crees que las tías deben ser todas exactamente como la tuya. Me parece completamente absurdo. Y ahora, por el amor de Dios, devuélveme ya mi pitillera. (Persigue a Algernon por toda la habitación.)
Algernon: Bien. Pero, ¿por qué tu tía te llama su tío? "De la pequeña Cecilia, con el cariño más grande para su querido tío Jack". Nada de malo hay, lo reconozco, en tener una tía bajita, pero que una tía, fuera cuel fuese su tamaño, llame a su sobrino tío suyo, francamente no lo puedo entender. Además, no te llamás Jack, sino Ernesto.
Jack: No me llamo Ernesto, me llamo Jack.
Algernon: Siempre me has dicho que te llamabas Ernesto. Y yo te he presentado a todo el mundo como Ernesto. Respondes cuando se dice Ernesto. Eres la persona con más pinta de llamarse Ernesto que he visto en mi vida. Ernesto y muy delicadamente formal. Es absolutamente absurdo que digas que tu nombre no es Ernesto. Está en tus tarjetas. Aquí tengo una. (La saca de su cartera.) "Mr. Ernesto Worthing. Albany". La conservaré como prueba de que tu nombre es Ernesto, por si intentas negármelo a mí, a Gwendolen o a cualquier otro. (Guarda la tarjeta en el bolsillo.)
Jack: Bien. Me llamo Ernesto en la ciudad, y Jack en el campo.
Algernon: Sí, pero nada de eso explica el hecho de que tu pequeña tía Cecilia, que vive en Tumbridge Wells, te llame su querido tío. Vamos, chico, harías mucho mejor en soltarlo todo de una vez.
Jack: Mi querido Algy, hablas exactamente igual que un dentista charlatán. Y es muy vulgar hablar como un dentista cuando no es uno dentista. Crea una falsa impresión.
Algernon: Bueno, eso es exactamente lo que los dentistas hacen siempre. Pero, sigue, sigue. Cuéntamelo todo. Siempre he sospechado que eras un firme y secreto bunburysta; y ahora estoy absolutamente seguro.
Jack: ¿Buncurysta? ¿Qué demonios quiere decir bunburysta?
Algernon: Te revelaré el significado de esta incomparable expresión, tan pronto como tengas la amabilidad de informarme por qué te llamas Ernesto en la ciudad y Jack en el campo.
Jack: Bueno, pero primero devuélveme mi pitillera.
Algernon: Toma. (Le da la pitillera.)Ahora intenta una explicación, y procura que sea increíble. (Se sienta en el sofá)
Jack: Nada habrá de increíble en mi explicación, querido. En realidad es tremendamente vulgar. El viejo Mr. Thomas Cardew, que me adoptó cuando yo era un niño pequeño, en circunstancias muy singulares, me legó su fortuna y en su testamento me nombró tutor de su nieta Cecilia Cardew. Cecilia, que me llama tío suyo, por motivos que te sería difícil apreciar, vive en el campo, en mi casa, al cuidado de su admirable institutriz, Miss Prism. Algernon: Y, por cierto, ¿dónde está ese lugar en el campo?
Jack: Eso no te importa, amiguito. No pensamoes invitarte... Pero puedo decirte, eso sí, que no está en Shrompshire.
Algernon: ¡Lo sospechaba, querido! Porque yo bunburyzado todo Shrompshire en dos ocasiones distintas. Pero ahora, dime. ¿Por qué te llamas Ernesto en la ciudad y Jack en el campo?
Jack: Algy, querido, no sé si entenderás mis verdaderos motivos. No eres lo suficientemente serio. Cuando uno asume el papel de custodio, hay que adoptar en cualquier tema un elevado nivel moral. Hacerlo así es una obligación. Y como ese elevado tono moral no sienta demasiado bien ni a la salud ni a la felicidad cuando se usa con rigor extremado, es por lo que, para poder venir a la ciuda he dicho siempre que tenía un hermano más joven llamado Ernesto, que vive en Albany, y anda siempre metido en los enredos más tremendos. Y esta es, querido Algy, la entera verdad, llama y sencilla.
Algernon: La verdad casi nunca es llama y jamás es sencilla. De otro modo la vida moderna sería muy aburrida y la literatura moderna un completo imposible.
Jack: Lo que no sería tan malo, pienso.
Algernon: La crítica literaria no es tu fuerte, mi querido amigo. No la intentes. Déjasela a los que no han ido a la universidad. La hacen estupendamente en los periódicos. Lo que en verdad eres es un bunburysta. Estaba totalmente acertado al imaginarte bumburysta. En realidad, eres el bunburysta más consumado que conozco.
Jack: ¿De qué narices hablas?
Algernon: Tú has inventado a un hermano más joven llamado Ernesto con el objeto de poder venir a la ciudad cuando te venga en gana. Por mi parte he inventado a un inestimable y constante enfermo, llamado Bunbury, con objeto de poder ir al campo tantas veces como me parezca.
Jack: ¡Menudo disparate!
Algernon: Ningún disparate. Bunbury es absolutamente inestimable. Si no fuese por la extraordinaria mala salud de Bunbury, por ejemplo, me hubiera sido imposible cenar esta noche en el Savoy contigo, pues desde hace una semana estaba comprometido con mi tía Augusta.
Jack: Yo no te he pedido que cenáramos esta noche en ningún sitio.
Algernon: Lo sé. Eres sumamente descuidado a la hora de mandar invitaciones. Algo muy bobo por tu parte. Nada molesta tanto a la gente como el no recibir invitaciones.
Jack: Bien, pues no puedo ir a cenar en el Savoy. Les adeudo unas 700 libras. Andan todo el rato largando insidias y juicios contar mí. Son un fastidio para mi vida social.
Algernon: ¿Y por qué demonios no les pagas? Tienes montones de dinero.
Jack: Yo sí, pero Ernesto no, y debo mantener la reputación de Ernesto. Ernesto pertenece a ese tipo de gente que no paga jamás la factura. Y firma una por semana, al menos.
Algernon: Bueno, pues vayamos a cenar al Willi's.
Jack: Habrías hecho mejor en cenar con tu tía Augusta.
Algernon: No tengo la menor intención de hacer algo parecido. En primer lugar, porque cené ya con ella el lunes, y una vez a la semana es más que suficiente para cenar con los tuyos. En segundo lugar, siempre que ceno con ella me trata como a un miembro de la familia, y me hace acudir o sin mujeres o con un par de ellas. En tercer lugar, sé perfectamente juanto a quien me hubiera sentado esta noche. Iba a sentarme junto a Mary Farquar, que no para de coquetear con su marido de un extremo a otro de la mesa. Lo que no es muy divertido. Y ni siquiera decente... aunque es un hecho que se está incrementando con desmesura. El número de mujeres que coquetean con sus propios maridos es realmente escandaloso. ¡Y queda tan feo! Es como lavar en público la ropa limpia. Además, ahora que he confirmado que eres un bunburysta, es natural que quiera hablar de bunburysmo contigo. Quiero contarte las reglas.
Jack: No soy en absoluto un bunburysta. Si Gwendolen me acepta, estoy dispuesto a matar a mi hermano; creo, incluso, que lo mataré en cualquier caso. Cecilia está excesivamente interesada en él. Continuamente me pide que le perdone y cosas de ese estilo. De verdad que es latoso. Por eso pienso deshacerme de Ernesto. Y te aconsejo vivamente que hagas lo mismo con ese tal Mr., ... con tu amigo enfermo de nombre tan absurdo.
Algernon: No habrá consejo que me induzca a deshacerme de Bunbury. Y si alguna vez te casas, lo que me parece problemático en extremo, te aleggrarás mucho de conocer a Bunbury. Un hombre que se casa sin conocer a Bunbury lleva el aburrimiento consigo.
Jack: No dices más que tonterías. Si me caso con una chica tan encantadora como Gwendolen, y es la única chica que he visto en mi vida con la que querría casarme, no necesitaré para nada conocer a Bunbury.
Algernon: Entonces lo necesitará tu esposa. No pareces entender que en la vida marital tres son compañía, pero dos no.
Jack:(Sentenciosamente) Esa, mi querido, es la teoría que el corrumpto drama francés ha propalado en los últimos cincuenta años.
Algernon: Sí, y que el muy feliz hogar inglés ha demostrado en la mitad de ese tiempo. Jack: ¡Por dios! No intentes ser cínico. Ser cínico es sencillísimo.
Algernon: Mi querido amigo, en nuestros días, nada es fácil. Para todo existe una bobísima competencia. (Se oye un timbre eléctrico) Ah, debe de ser mi tía Augusta. Sólo los parientes y los acreedores tienen un modo tan wagneriano de tocar el timbre. Bueno, si logro distraerla durante diez minutos para que te declares a Gwendolen ¿podré cenar esta noche contigo en Willi's?
Jack: ¿Por qué no? Si quieres...
Algernon: Bien, pero debes ser muy serio con este asunto. Detesto a la gente que no es seria cuando se trata de comer. Se comportan como unos casquivanos.
(Entra Lane. Algernon sale al encuentro de ella. Entran Lady Bracknell y Gwendolen.)