La importancia de llamarse Ernesto: I - IV

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La importancia de llamarse Ernesto
Acto I: Cuarta parte​ de Oscar Wilde
Acto I: Cuarta parte

(Entra Lady Bracknell)

Lady Bracknell: ¡Mr. Worthing! Levántese de esa semioblucua postura, caballero. Es muy indecorosa.

Gwendolen: ¡Mamá! (Él intenta levantarse, ella se lo impide.) Debo pedirte que te retires. Éste no es lugar para ti. Además, Mr. Worthing no ha terminado todavía.

Lady Bracknell: ¿El qué no ha terminado, si puedo saber?

Gwendolen: Me estoy prometiendo a Mr. Worthing, mamá. (Se levantan ambos.)

Lady Bracknell: Perdóname, pero tú no te has prometido a nadie. El día que debas prometerte a alguien, tu padre, si la salud se lo permite, o yo misma te lo comunicaremos. Un compromiso debe ser una sorpresa para la joven, agradable o desagradable, según el caso. Se trata de un asunto verdaderamente complicado que ella no puede solucionar por sí sola... Y ahora debo hacerle algunas preguntas, Mr. Worthing.

Jack: Estaré encantado de contestárselas, Lady Bracknell.

Gwendolen: Se ve que no sabes de qué preguntas se trata. Las de mamá suelen ser particularmente inquisitoriales.

Lady Bracknell: Procuraré que sean muy inquisitoriales. Pero mientras hago esas inquisiciones, tú, Gwendolen, espérame abajo, en el coche.

Gwendolen: (En tono de reproche.) ¡Mamá!

Lady Bracknell: ¡En el coche, Gwendolen!

(Gwendolen va hacia la puerta. Jack y ella se lanzan, por detrás de Lady Bracknell. La mujer mira vagamente alrededor, intentando comprender de qué ruiditos se trata. Finalmente, se vuelve.)

Lady Bracknell: ¡Gwendolen, al coche!

Gwendolen: Sí, mamá. (Sale, volviéndose para mirar a Jack.)

Lady Bracknell: (Se sienta) Puede tomar asiento, Mr. Worthing.

(Saca de su bolso un bloc y un lápiz.)

Jack: Gracias, Lady Bracknell. Prefiero seguir de pie.

Lady Bracknell: (Lápiz y bloc en mano.) Debo anunciarle que no se encuentra usted en mi lista de jóvenes elegibles, y tengo la misma que la querida duquesa de Bolton. De hecho, las hicimos a la vez. Con todo, estoy dispuesta a incluir su nombre, siempre y cuando sus respuestas satisfagan los anhelos de una madre verdaderamente cariñosa. ¿Usted fuma?

Jack: Pues sí, debo reconocer que fumo.

Lady Bracknell: Me alegra escucharlo. El hombre debe tener alguna ocupación. En Londres hay demasiados hombres ociosos. ¿Qué edad tiene?

Jack: Veintinueve años.

Lady Bracknell: Una estupenda edad para casarse. Siempre he creído que el hombre que aspira al matrimonio debe saberlo todo o no saber nada. ¿Cuál es su caso?

Jack: (Vacila un momento) No sé nada, Lady Bracknell.

Lady Bracknell: Me complace oírlo. No apruebo intromisión alguna en la ignorancia natural. La ignorancia es como un fruto delicado y exótico; lo tocas y se estropea. La teoría de la educación moderna es radicalmente falsa. Por fortuna en Inglaterra la educación no produce ningún efecto. Si lo tuviera, sería un grave peligro para las clases altas y, muy probablemente, causaría actos de violencia en Grosvenor Square. ¿Cuál es su renta?

Jack: Entre siete y ocho mil liras al año.

Lady Bracknell: (Tomando nota en su bloc.) ¿En tierras o en acciones?

Jack: En acciones, principalmente.

Lady Bracknell: Muy interesante. Entre las obligaciones que le aguardan a una mientras vive, y los deberes que se le exigen después de muerta, la tierra ha dejado de ser tema de beneficio o gozo. Le da posición a una, pero impide mantenerla. Es cuanto hay que decir sobre la tierra.

Jack: Tengo una casa de campo con un pequeño terreno adjunto de unos ciento quince acres, pero mi renta no depende de ella. En realidad, por lo que sé, los únicos que le sacan algún rendimiento son los cazadores furtivos.

Lady Bracknell: ¡Ah, una casa de campo! ¿De cuántos dormitorios? Bueno, ese punto ya lo aclararemos después. ¿Tendrá casa en la ciudad, supongo? Una muchacha tan sencilla y delicada como Gwendolen es absolutamente inadecuada para vivir en el campo. Jack: Poseo una casa en Belgrave Square, pero este año la tengo alquilada a Lady Bloxham. Claro que puedo disponer de ella cuando quiera, avisando con seis meses de antelación. Lady Bracknell: ¿Lady Bloxham? No la conozco.

Jack: Claro, sale muy poco. Se trata de una dama ya muy entrada en años.

Lady Bracknell: En nuestros días eso no es garantía de respetabilidad. ¿Qué número de Belgrave Square?

Jack: El 149.

Lady Bracknell: (Moviendo la cabeza.) Un lado que no está de moda. Ya decía yo que algo habría. Con todo, creo que se podría cambiar fácilmente.

Jack: ¿Se refiere al lado o a la moda?

Lady Bracknell: (Con seriedad) A ambos, si fuera necesario. ¿Qué es usted políticamente?

Jack: Me temo que nada en realidad. Me considero Liberal Unionista.

Lady Bracknell: Bien, eso es estar entre los conservadores. Cenan con nosotros, o vienen a pasar alguna velada. Imagino que no tendrá usted ninguna simpatía o afinidad con el Partido Radical. ¿Verdad?

Jack: No quiero poner en pie de guerra a los brutos contra los cultos, Lady Bracknell, si es eso a lo que se refiere.

Lady Bracknell: A eso me refería exactamente. ¡Ejem! ¿Viven sus padres?

Jack: Perdí a ambos.

Lady Bracknell: ¿A ambos? Perder a un padre puede mirarse como una desgracia... pero perder a los dos parece más bien una falta de cuidado. ¿Quién era su padre? Evidentemente un hombre de cierta fortuna. ¿Nació en lo que los periódicos radicales llaman la púrpura del comercio o había llegado a formar parte de la aristocracia?

Jack: Temo que no lo sé. Le he dicho, Lady Bracknell, que perdí a mis padres. Pero sería más cierto decir que fueron ellos los que me perdieron a mí... En realidad, respecto a mi a mi nacimiento, no sé quien soy. Fui... bueno... fui encontrado.

Lady Bracknell: ¡Encontrado!

Jack: El difunto Mr. Thomas Cardew, un viejo caballero muy caritativo y bondadoso, me encontró y me dio el apellido Worthing, porque casualmente llevaba en ese momento un billete de primera clase para Worthing en el bolsillo. Worthing es una localidad de Sussex, junto al mar.

Lady Bracknell: ¿Dónde lo encontró ese caritativo caballero que tenía un billete de primera clase para ese lugar junto al mar?

Jack: (Con gravedad) En una bolsa de viaje.

Lady Bracknell: ¿En una bolsa?

Jack: (Muy seriamente) Sí, Lady Bracknell. Estaba en una bolsa de viaje grande, de cuero negro y con asas. En fin, una bolsa de viaje normal y corriente.

Lady Bracknell: ¿En qué lugar tropezó ese Mr. James o Thomas Cardew con esa normal y corriente bolsa de viaje?

Jack: En el guardarropa de la Estación Victoria. Se la dieron, equivocadamente, en lugar de la suya.

Lady Bracknell: ¿En el guardarropa de la Estación Victoria?

Jack: Sí. Línea de Brighton.

Lady Bracknell: La línea es lo de menos. Mr. Worthing, debo confesarle que encuentro algo desconcertante en lo que acaba de decirme. Nacer, o haber sido criado en una bolsa de viaje, no importa si con asas o no, me parece un total desprecio hacia el decoro de la vida familiar, que recuerda los peores excesos de la revolución francesa. Y debo suponer que usted conoce las desdichas que causó tal suceso. En cuanto al sitio preciso en que la bolsa fue hallada, el guardarropa de una estación de ferrocarril, podría servir para tapar una indiscreción social, no sería la primera vez que se use para tal efecto, pero difícilmente podría considerarse como una base segura para una reconocida posición en la buena sociedad.

Jack: ¿Podría preguntarle qué me aconseja hacer usted? No necesito decirle que haría lo que fuera para asegurar la felicidad de Gwendolen.

Lady Bracknell: Yo le aconsejaría vivamente que se procurase unos parientes lo antes posible, y que hiciese un definitivo esfuerzo para mostrar enseguida a uno de sus padres, de cualquier sexo, antes de que concluya la temporada.

Jack: En fin, no sé cómo lograr esos objetivos. Por el momento puedo presentar la bolsa de viaje. Está en el vestidor de mi casa. Creo que con ella podría darse usted por satisfecha, Lady Bracknell.

Lady Bracknell: ¿Yo, señor? ¿Qué tiene que ver eso conmigo? No irá usted a imaginarse que Lord Bracknell o yo podemos ni soñando permitir que nuestra única hija, una muchacha exquisitamente educada, se case en un guardarropa o nos emparente con un paquete. (Jack se levanta, indignado). Tenga la bondad, señor, de abrirme la puerta. Supongo que podrá entender que, de hoy en adelante, no habrá ningún tipo de contacto entre usted y Miss Fairfax.

(Sale con aire de majestuosa indignación. Desde la habitación de al lado, Algernon toca la marcha nupcial. Jack mira furioso y va hacia la puerta.)